Capítulo 18

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 Clarke estaba de espaldas, colocándose el pelo después de haberse puesto el vestido. La rubia curvo la comisura de sus labios. Escuchar aquella pregunta solo le hizo pensar en una cosa. Se giró picarona a Lexa:

— ¿Eso son celos señorita Woods?

Lexa hizo un mohín y se dispuso a ponerse los pantalones. Clarke se acercó, y agachándose le ayudó a ponerse la prenda. La rubia no mencionó más el tema, aunque estaba segura al cien por cien, de que la ojiverde se había celado. Quizás debería valerse de eso. A lo mejor, así obtendría de Lexa, algo más que su apetito sexual. Le había terminado de abrochar los pantalones. Cuando sin previo aviso la atrajo para besarla de forma posesiva. Y de nuevo aquella tensión en su rostro:

— Soy posesiva, lo reconozco y te veo como mía. No porque esté enamorada de ti, no te equivoques— la miraba seriamente— simplemente porque soy así. La razón por la que te di esa libertad es porque a ti te haría sentir como un objeto. Pero ¿Qué quieres que le haga? Lo que es mío no se toca.

Clarke le apartó de un empujón y volvió a ayudarla a ponerse la camisa:

— Yo no te puedo pertenecer— aquello dejó loca a Lexa— yo ya tengo dueña.

Lexa quedó boquiabierta al escuchar aquello.

Increíble, Lexa Woods a la sombra de Heda. Pensó la ojiverde anonadada:

— ¿y si un día te pido que dejes de pertenecerla a ella? Y ¿si te pido que te entregues completamente a mí?

Clarke se puso de brazos cruzados:

— Me confundes Lexa— dijo algo irritada— no quieres exclusividad, sin embargo no soportas verme con otros. No quieres que me enamore de ti, sin embargo quieres que me entregue a ti. Ahora soy yo la que te pregunta a ti. ¿Qué quieres Lexa Woods?

Lexa chirrió los dientes, se terminó de vestir y se dispuso a salir del ático. Dejando aquella pregunta en el aire. Pero la rubia se interpuso en medio de la ojiverde. Ésta cerró los ojos y suspiró:

— De momento quiero recogerte mañana.

Qué remedio. Clarke tuvo que darse por vencida. Sabía que seguir por esa línea era como incitarla a salir huyendo. Se fijó en la marca del cuello. Bueno, la rubia había dejado claro a Lexa, de que ya pertenecía a Heda. Pero ahora era Lexa la que estaba marcada:

— Perdón— dijo Clarke pasando los dedos por el muerdo— creo que me emocioné un poco.

Lexa había dejado de sonreír hacia un rato y parecía no estar de humor:

— Con tal de que no se vuelva a repetir— la bordeó y abrió la puerta— espera aquí, voy a mirar que no hay monos en la costa.

Lexa bajó las escaleras del ático. Miró dirección al pasillo donde estaban las escaleras que daban al piso de abajo. Al darse la vuelta acabó sobresaltándose al encontrarse con un desconocido. Lexa dio un par de pasos atrás hasta chocar su espalda contra la pared, y con la mano en el pecho:

— Perdona— dijo el desconocido ampliando una adorable sonrisa— me dijeron que había un baño por aquí— puso cara apenada— temo que me he perdido.

Lexa señalo el pasillo:

— Dos puertas más allá

El desconocido llevaba un esmoquin, de chaquetilla francesa blanca, pajarita negra y camisa blanca, los pantalones y zapatos iban a juego con el color de la pajarita. La máscara era al estilo fantasma de la ópera. Y aunque parecía agradable a simple vista. Lexa sentía un escalofrío por su espalda. Como si ya le hubiera visto en otro lado y se veía incapaz de ubicarle:

— Muchas gracias, señorita

Lexa asintió y espero a que él hombre la dejara sola. De nuevo subió escaleras arriba y dio la señal a Clarke para que bajara. Quería irse de ahí en cuanto antes, no le gustaba ni un pelo aquel hombre:

— Vamos

La ojiverde parecía paranoica. Agarró del brazo a Clarke y fueron directas hasta las escaleras que bajaban al salón:

— Lexa, afloja que me estás haciendo daño.

— ¿Qué?

Lexa miró su agarre dándose cuenta de que era cierto, le estaba agarrando más fuerte de lo debido. Rápidamente le soltó, dejando la marca de su huella. La ojiverde con cara afligida miró aquella marca:

— Lo siento— dijo con un hilo de voz— a veces soy demasiado...

— Neandertal

Dijo Clarke alzando una ceja. Lexa esbozó media sonrisa y miró pasillo atrás. Verificando de que nadie las viese. Se inclinó y le robó un último beso:

— Para evitar sospechas no puedo bajar contigo. Demasiado ausentes, por los demás no creo que piensen nada, pero mis padres saben lo mío.

— Bajo yo primero.

Lexa esperó cinco minutos al pie de las escaleras. Era extraño. Se suponía que el desconocido había entrado en el baño. Pero en el tiempo que llevaba en aquel pasillo no le volvió a ver. No quería pensar en eso. Su cabeza era un cacao mental. No podía enamorarse, no podía permitir que Clarke Griffin se enamorara de ella. Apenas tenía ánimos para estar rodeada de gente, así pues, se dispuso a salir al patio. Se apoyó a la barandilla. Lo más triste es que Heda tenía más poder sobre Clarke. Era absurdo debatirse contra su propio personaje de Rol, obvio, ambas habían firmado. Heda era su ama. ¿Y si le contaba la verdad? Y si ¿le decía que en realidad ya era de ella sin saberlo? Ya le había negado esa noche, le había mentido en su cara que practicara tal juego:

— No hace falta preguntarte como te ha ido

Dijo Octavia señalando su cuello con el dedo índice, alzando las cejas una y otra vez:

— Cuidado Octavia, tú también te ves muy cómoda con Raven.

Octavia se sentó en la barandilla de hormigón, al lado de donde estaba apoyada Lexa:

— No te voy a mentir que me hace tilín— quedó pensativa— lo cierto es que ya voy teniendo una edad para asentar la cabeza. Como tú.

— Raven está soltera

Replicó Lexa:

— Clarke va a dejar a Bellamy. Dame otra excusa.

— Los padres de Raven son más tolerantes.

— ¿Quién dice que los de Clarke no?

Lexa rio con sorna:

— Hemos recibido la misma educación.

Octavia negó con la cabeza:

— Excusas

— O. es mi vida y decido si enamorarme o no. Clarke merece algo mejor que yo.

— Eh ahí el problema, tu falta de autoestima.

Lexa la miró ceñuda:

— ¿Autoestima baja? Estoy llena de rabia O. y rota. Lo único que puede conseguir de mi es sufrimiento— se puso enfrente para mirarla mejor— ¿Sabes que por casi discutimos? Porque ahora me controlo, pero llegará el día que no lo haga y empecemos como en el principio.

Octavia achicó los ojos:

— O puede ser quien ayude a mejorar. Lexa— le puso una mano en el hombro— tú misma lo has dicho, eras más impulsiva y explotabas con facilidad. No es que te controles, Clarke comienza a ayudarte a curar esas heridas que te niegas cerrar.

— Vete con tu novia Octavia.

Octavia gruñó frustrada:

— Vendita sea Clarke con su paciencia— dijo elevando un poco la voz— eres cabezota Lexa, la única que tiene poder para ser feliz eres tú. Si hubiera sido otra mujer ya te hubiera mandado a la mierda y para siempre— bajó de la barandilla y la encaró— A Clarke te la follaste por puro capricho, la trataste como el orto, te la volviste a follar para tratarla de nuevo como un objeto, sin embargo, sigue ahí y no creo que sea porque la encante como la tratas, no, ella está ahí porque ve algo más. Así que será mejor que valores lo que tienes Lexa Woods y deja el pasado donde debe estar. En el pasado— respiró hondo— tu misma lo has dicho, la volverías a proteger aunque tuvieras que pasar por lo mismo. Estás enamorada, creo que es hora de que madures y aceptes las cosas como son. ¿Por qué sabes qué? Yo ya lo hice con Raven, así que sí me voy con mi novia.

Octavia entró en la casa totalmente indignada. Una discusión nada preocupante, las había tenido peores y al día siguiente tan bien como siempre. Lexa gruñó. ¿Pero por qué tenía que meterse donde no le llamaban? En ese instante escuchó a alguien entre los matorrales toser. La ojiverde, ceñuda, con cierto temor fue acercándose hasta aquel seto y ver quien era. Sorprendiéndose al encontrarse a Jake escondido con un cigarro en la mano:

— ¿Señor Griffin?

— Señorita Woods

Jake intentó esconder el cigarro. Lexa esbozó media sonrisa:

— ¿Fumando a escondidas?

— Si— dijo esbozando una risita tonta— le pediré el favor de que me guarde el secreto. Abby piensa que lo dejé hace mucho.

Lexa se acercó susurrando:

— le guardo el secreto si usted guarda el mío

— ¿Cuál?

— Yo también fumo de vez en cuando— Le guiñó el ojo— ¿me da uno?

Jake introdujo la mano en el bolsillo riendo, y saco de él un paquete de tabaco. La ojiverde agarró un cigarro y se lo puso en los labios, encendiéndolo con un encendedor que tenía en el bolsillo de su chaqueta. Lexa miró hacia atrás, recordando la conversación tan subida de tono que tuvo con su mejor amiga:

— Señor Griffin...

— Por favor llámame Jake

Lexa curvó la comisura de sus labios:

— Jake ¿Cuánto tiempo lleva aquí?

Jake llevó el cigarro a la boca y le dio una calada:

— El suficiente para haber escuchado cosas que no debería.

Joder, tierra trágame pensó Lexa mientras empezaba a palidecer:

— Señor Griffin...

— Jake

Interrumpió el padre de Clarke antes de tirar el cigarro:

— Lo que dijo mi amiga— trago saliva— y lo que le dije a ella.

— Estaba fuera cuando ocurrió aquella tragedia. Antes de que Clarke entrara en una crisis nerviosa contó lo que hiciste, la pediste que se escondiera— Lexa agachó la cabeza, no le gustaba hablar de aquello, Jake le puso la mano en el hombro— nunca te agradecimos aquel acto de valentía joven. En lo referente a mi hija— carraspeo— no todos somos unos intolerantes, pero me gustaría hacer oídos sordos a lo de las relaciones coitales. Lo tolero porque me caes mejor que Bellamy Blake— puso expresión seria— pero si me entero de que haces sufrir a mi hija y que en realidad juegas con ella. No tienes mundo para esconderte Lexa Woods— Lexa tragó saliva, esa conversación es la que tendría con un suegro— mejor que Abby no lo sepa, porque a ella si la da algo.

Lexa tiró el cigarro al suelo y carraspeo antes de hablar. De un momento a otro notó su boca seca:

— Sé que va a sonar descarado por mi parte preguntarle esto— se guardó las manos en los bolsillos y le miró a los ojos. Eran del mismo color que su hija— Pero si existiera oportunidad de que su hija y yo, pudiéramos estar juntas. ¿Tendría su bendición?

— Solo quiero la felicidad de mi hija. Aunque no lo tendríais fácil por los demás.

Lexa le miró sería:

— Disculpe por mi mala forma de hablar, los demás me la sudan— Jale alzó las cejas— no solo le pregunto si me da su bendición para salir con su hija. Si tuviera oportunidad ¿tendría su bendición para casarme con ella?

Jake rompió a toser porque por casi se atragantó con su propia saliva:

— ¿Pero si os acabáis de reencontrar?

— Jake no le voy a mentir, soy ordinaria, soez, bruta al más no poder y tengo fama de mujeriega. Pero si de algo estoy segura, es que daría mi vida por Clarke y llevo dándosela incluso desde que era una niña. Es irritante, caprichosa, remilgada— quedo pensativa— de puertas para fuera de la habitación eso hay que reconocerlo, la considero niña de papa y me encanta. Así que ¿Por qué perder tiempo en formalidades? ¿Tengo su bendición?

Jake le miró estupefacto, Lexa era muy directa cuando quería:

— Primero, has dicho tantos piropos de mi hija, joder que ternura— se llevó la mano a la boca al darse cuenta de su palabrota. Sí, Lexa también causaba ese efecto en la gente— segundo, no quiero parecer un cotilla, pero hace un momento decías que no querías nada con Clarke ¿Por qué ahora sí? Y ¿Qué me asegura de que no cambiaras de opinión? Bellamy es un pesado, pero al menos sé que él es un hombre de palabra.

Lexa agachó la cabeza:

— Estoy hablando de un caso hipotético, si llegara a tener la ocasión— cerró los ojos y suspiró— Pero si diciéndole hasta donde soy capaz por proteger a su hija.

Lexa se acercó y comenzó a susurrarle al oído parte de sus vivencias en sus días de cautiverio. Claro que las menos fuertes. Tampoco iba a contarle su vida. Jake ponía gestos de sorpresa, de compasión e incluso se le escapó una lágrima. ¿De verdad había vivido todo aquello una niña? Todo eso lo pudo haber pasado Clarke, todo eso era para Clarke. Sin embargo, ahí estuvo esa ojiverde. Cuando terminó de contarle un uno por ciento de su historia, Jake Griffin la abrazó:

— Me gustaría que quedara entre usted y yo, Jake

— Tendrías mi bendición Lexa Woods

— Estamos hablando en un caso hipotético.

— Para ser un caso hipotético— dijo Jake sacando el paquete de tabaco y ofreciendo otro cigarro— te has esforzado mucho por convencerme, joven.

Lexa agarró el cigarro que le estaba ofreciendo Jake:

— Por favor, será mejor que no comente a su hija lo de los cigarros

Jake carcajeo:

— Ni tú se lo comentes a mi mujer.

Cage Wallace tanteaba el terreno, y observando lo que era suyo. Era lo bonito de las fiestas de máscaras. Podía moverse entre tanto invitado. Al parecer Gustus se había recuperado económicamente de maravilla. De aquella fiesta sacó varias cosas en claro. Lexa Woods estaba teniendo un idilio amoroso con Clarke Griffin. Le entró la risa. Quería escribirla una nota, en la que pusiera.

¿Amas a Clarke Griffin? ¡Sorpresa! Jake Griffin es tu padre. ¿Quieres seguir acostándote con tu hermanastra, pervertida?

Pero al final se contuvo. ¿Qué necesidad? Al menos su pensamiento de matar a Clarke Griffin había cambiado. Si había escuchado bien. Lexa Woods, daría cualquier cosa por Clarke. ¿Por qué no aprovecharse de aquello?

Antes de conocer a Lexa estaba solo. Su vida era pura oscuridad. Pero cuando acabó en el mismo infierno que él, cautivos por Dante. Se hicieron una promesa, que siempre se ayudarían. Pero aquel sentimiento fue a mayor, cuando los mismísimos secuestradores le demostraron que en Lexa encontraría un mundo maravilloso. Por ella recibió latigazos hasta quedar inconsciente, se desvivió por protegerla. Sin embargo, le dejó en coma. Aun después de ayudarla a escapar, le dejó en coma, no podía permitirlo. Pero, al haberla tenido tan cerca, quiso convencerse que Lexa actuó por los delirios que le causaba la fiebre. Lexa volvería a su lado, aunque tuviera que secuestrar y torturar a su hermanastra.

Flashback

Lexa no quería dirigirse a ningún secuestrador, pero ya no podía más, o la dejaban salir para hacer pipí o se mearía encima. De día siempre había alguno vigilando. Se echó para adelante y puso las manos en la puerta de la jaula:

— Disculpe señor

— Calla

Ordenó mientras prestaba atención a una pequeña televisión. En aquel momento estaba viendo una pelea de boxeo de pesos pesados:

— Por favor

El hombre se levantó de mala gana, dio una patada al lateral de la jaula haciendo que tambaleara y rompiendo uno de los alambres:

— He dicho que te calles

— Pero es que me estoy meando señor

Dijo la pequeña Lexa entre sollozos. El hombre gruño y fue a por más cuerda. Enseguida sacó a la pequeña de la jaula. Después de estar durante una noche ahí metida tenía las piernas entumecidas y nada más salir acabó en el suelo. El secuestrador que se negaba a quitarse el pasamontañas en ningún momento alzó la cabeza y miró la puerta del garaje:

— ¡Cage!

Gritó, más bien rugió haciendo que la pobre Lexa se le escapara unas gotitas de puro miedo. El chico apareció corriendo, sabía que si no acudía rápido le tocaba cobrar. En un extremo de la cuerda estaba la niña atada de las muñecas mientras que le dio el otro:

— Saca de paseo al perro— dijo con ironía— que haga popo y pipi— le agarró de la pechera— y como se te escape estas muerto

— Si señor

Los dos chicos salieron del garaje. A la ojiverde le dolieron los ojos cuando le dio los rayos del sol. Después de estar horas encerrada, en la oscuridad, era una auténtica pesadilla. Caminaba delante intentando aguantar todo lo que podía, se miró las muñecas. ¿Cómo se podía bajar la ropa interior? Y ¿subirse la falda? Todo aquello estaba lleno de plantas, espigas y bichos, ¿Cómo agacharse ahí?:

— Por favor Heda— suplico Cage— Date prisa antes que nos peguen.

Los sollozos de Lexa regresaron:

— ¿Ahora qué te pasa?

Preguntó el chico, mirando a su alrededor para verificar de que su tío no estuviera mirando:

— Es que no puedo bajar mis bragas— miró esperanzada a Cage— ¿me desatas? Aunque sea una muñeca, para poder hace pipi a gusto

Cage la veía tan desolada y desesperada, sin dejar de mirar a la puerta corrió y comenzó a desatarla de una muñeca:

— Por favor, Lexa si intentas escapar me matan

Cage le desató de una muñeca y se dio la vuelta para que la niña tuviera su privacidad. Escuchó como suspiró aliviada cuando pudo vaciar la vejiga. Se subió las braguitas y avisó a Cage de que había terminado. Él niño la miró ceñudo:

— ¿Por qué no has intentado escapar?

— Confío en que mi papa me sacará de esta— puso las muñecas para que Cage la atase— y porque no podría vivir pensando que te han matado por mi culpa.

Cage sonrió y comenzó a atarla de nuevo:

— Siento que te ocurra esto, Lexa

— ¿Qué es esto?— Ambos se sobresaltaron— ¿La estas desatando para que escape?

El chico con lágrimas en los ojos comenzó a negar:

— No yo...

— Calla

Recibió una bofetada:

— Y tú— dijo dirigiéndose a Lexa— has sido una niña mala, Lexa. A las niñas malas les castigamos duro.

El hombre comenzó a tirar de la cuerda fuertemente, casi arrastrándola, para introducirla de nuevo en el garaje.

— No, por favor— las suplicas de una pequeña Lexa entre llantos— seré buena lo prometo, suélteme.

El secuestrador no hizo ni caso, quitó el extremo de la punta y la introdujo en la jaula. La parte rota de la jaula era puntiaguda, con la inercia y la fuerza que la metió en aquel lugar, acabó por arañarla profundamente debajo de su pecho, rasgando su vestido y comenzando a sangrar:

— Lo que faltaba ahora, que te mueras de hepatitis.

Cage entró con la cabeza gacha y la nariz sangrando:

— Ya sabes lo que toca Cage— el chico no dijo nada, se limitó a quitarse la camisa alzar los brazos a ambos lados, cuanto más humillante le fuera para él, más considerados y flojos eran su supuesta familia— esto te pasa por ser un blando, Cage.

Y como ocurrió la noche anterior, sintió sobre su piel, los fuertes y perforantes latigazos, mientras que la ojiverde, adolorida se tapó las orejas y bajó la cabeza. Aquello era horrible.

Fin del Flashback

No fue fácil la noche para ninguna. Clarke y Bellamy acabaron discutiendo. Acabando por dormir separados. Esta vez le tocó a la rubia irse a la habitación de invitados. Y es que Bellamy se mostró celoso. Pero de la persona equivocada. Finn Collins, ya era el segundo aquella noche que le había mencionado su relación con Collins.

Mientras que Lexa, se hallaba tumbada en la cama mirando cada dos por tres el reloj. Las horas se le estaba haciendo eternas. Debería dormir, Bellamy se iría a las seis, por lo cual debería estar a las seis y cinco en casa de la rubia para recogerla. Tenía los minutos contados porque ya había comprado los billetes de avión para ir a Wyoming. Hay estaba una de las empresas distribuidoras, que se encargaba de repartir y proveer a pequeñas empresas. Claro que antes de irse de la fiesta, le tocó mantener una charla con su socio Finn Collins. ¿Era de fiar? No lo sabía, pero al menos avisar de que no firmara ningún papel que le entregase el señor Jaha. No le dijo las razones, simplemente que no lo hiciera. Al menos hasta que llegase de su viaje.

Tampoco dejaba de pensar, en que estaría haciendo Clarke en esos momentos. ¿Estaría durmiendo? ¿Estaría pensando en ella? Se frustró, ya que Lexa Woods no pensaba en esas cosas. Maldiciendo. Porque eso era señal para salir huyendo de Clarke Griffin, pero es que se veía incapaz. Se había vuelto una adicta a aquella rubia.

Finn, había llegado a su piso, en el centro de la ciudad. Se desabrochó la camisa y se despegó lo que parecía un micro. Agarró su teléfono móvil y llamó a un número donde tuvo que decir una clave:

— Me gustaría que la pizza de tortilla que llevase queso azul.

Una clave absurda, pero claro ¿Quién en su sano juicio pediría una pizza de tortilla? Eso no existía por eso era perfecta para comunicarse:

— Número de identificación

Dijo una voz femenina:

— agente Finn Collins, número de identificación 6731584

Sonó un pitido, antes de que la voz femenina le respondiera mucho más animada:

— Buenas noches agente Collins. Enseguida le pasamos con Charllote

— Será mejor que me des buenas noticias— sonó una voz femenina más malhumorada que la anterior— agente Collins.

— No mucho— admitió Finn mientras se sentaba en la cama— El señor Woods no ha soltado prenda y Lexa Woods parece ser que se va de viaje. Lo sospechoso, es que me ha pedido que no firme ningún documento procedente del señor Jaha.

— Estupendo— dijo algo menos exaltada— tienes que conseguir uno, y averiguar las razones por la que te ha pedido eso.

— Si señora.

— Meteré prisa a Ontari, para que siga vigilando a las amistades de Lexa Woods.

Después de informar, Finn Collins se dio una ligera ducha, se puso el pantalón de pijama y se dispuso a dormir. No sin antes pensar en Clarke Griffin. Aquella noche estaba realmente hermosa. Era cierto que él estudió en Londres. Antes de comenzar a ser policía. Por la misma razón de que era conocido por una de las familias cercanas a Gustus Woods, accedieron que fuera el agente encubierto, no tan encubierto ya que seguía manteniendo la verdadera identidad.

Esbozó una sonrisa al recordar viejos tiempos. Si no fuera porque el destino los separó. Estaba seguro de que Clarke y el estarían juntos. En un principio le resultó decepcionarle que estuviera prometida. Hasta que conoció a Bellamy. En ese caso pensó que lo tenía chupado. Hasta que notó cierta tirantez entre Lexa y la rubia. La conocía demasiado bien, para poner la mano en el fuego, de que Lexa Woods iba a ser más rival que el mismísimo prometido.

Bien Lexa Woods, ya veremos quien se lleva a la chica sonrió mientras desafiaba mentalmente la estafadora o el agente.

No quería ni mirarse en el espejo. Debería de tener unas ojeras horribles. Clarke observó cómo Bellamy dejaba la casa. No habían pasado ni dos minutos cuando ya tenía todas las cosas preparadas en la puerta. Lexa no le dejo claro si irían a sitios de ambiente cálido o frio. El corazón se le aceleró cuando escuchó el timbre. Cinco minutos, ni uno más y ni uno menos. Ahí estaba la ojiverde, con la mano derecha apoyada en el marco de la puerta. Alzó una ceja cuando vio la cantidad de equipaje:

— ¿Todo eso para una semana?

Clarke se encogió de hombros y comenzó a señalar equipaje:

— Para sitios rurales— señaló a la primera— para sitios cálidos— a la siguiente— para sitios fríos y para ciudad.

— ¿Y por si las dudas no se te ocurrió meter varias prendas de cada en una maleta?

Negó la cabeza para quitarle importancia, con decisión entró, agarró la primera maleta que pilló y fue al coche para guardarla en el maletero del coche:

— Vamos princesita de las mil maletas, que llegamos tarde.

Clarke puso los ojos en blanco y salió de la casa. Analizando la situación por el camino al aeropuerto. Ambas en cuanto a sexo se trataba se llevaban de lujo. ¿Pero enserio que se soportarían una semana, juntas? En ese instante le entró terror. Una semana a solas con Lexa Woods:

— ¿En qué piensas?

Lexa estaba seria, no había sonreído y estaba poco habladora. Simplemente se dedicaba a conducir:

— Nada

— Esas arrugas en tu frente— dijo alzando una ceja— que por cierto te afea mucho, me dicen todo lo contrarío

Clarke la miró fulminante. Y eso que no había pasado ni quince minutos juntas y ya le había irritado:

— ¿Enserio que vamos a poder sobrevivir una semana sin matarnos?

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