Capítulo 19

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Lexa se encogió de hombros, el aeropuerto ya no pillaba muy lejos. Diez minutos como mucho:

– Por intentarlo– dedicó una fugaz mirada a la rubia– pero si quieres, estas a tiempo de quedarte. A mí no me queda más remedio que hacer estos viajes.

– ¿Viajes?

– Sí, tengo que hacer unas visitas a algunos proveedores. De algunos estados. Hoy vamos a Wyoming, mañana a Chicago y por ultimo a Ontario, Canadá.

Clarke quedó estupefacta. Tenía pinta de que Lexa iba a estar muy ocupada. ¿Qué pintaba ella ahí? Puede que temiese acabar matándose la una con la otra. Pero es que, a ella le pasaba lo mismo que la ojiverde. Una semana sin verse, sería duro y más que no habían dejado de reencontrarse desde que Lexa regresó a su vida.

Cuando llegaron al aeropuerto, pensó que tendría los billetes preparados. Pero para sorpresa de la rubia. Lexa optó por usar el Yet familiar. Que testaba preparado y listo para despegar. Solo en ese momento le volvió a preguntar por última vez:

– ¿Estás segura de que quieres venir?– hizo la pregunta acariciándola de la mejilla y mirándola intensamente– puedes arrepentirte. Yo no me voy a enfadar.

Clarke le agarró de las mejillas se puso de puntillas e hizo algo que llevaba queriendo hacer desde que llamó a su puerta para recogerla. Besarla. En un principio ese beso la pilló por sorpresa, pero enseguida Lexa le respondió a sus labios de forma intensa:

– sí, me apetece ir.

Las palabras adecuadas hubieran sido, "Sí, me apetece estar contigo". Lexa dibujó media sonrisa, le dio la mano y subieron al avión privado. El piloto se encargaba de guardar el equipaje y disponerlo todo para iniciar el viaje. Después de aquel beso, la ojiverde se volvió a mostrar indiferente. Ambas estaban sentadas la una enfrente de la otra:

– Hice reserva para dos habitaciones en el hotel Amway Grand Plaza– miró a Clarke por encima de un folleto– ¿has estado alguna vez?

Clarke no respondió aquello. Puesto que le dejó estupefacta el hecho de que reservara dos habitaciones:

– Dos habitaciones. ¿Es que no vamos a dormir juntas?

Lexa la miró seria durante unos segundos, para luego prestar atención a las referencias del hotel. Clarke maldijo en su fuero interno. Porque con sola una caricia había cedido ante Lexa para luego recibir tal trato:

– Veo que tiene piscina climatizada. Puedes ir en la que reviso la llegada del material.

Clarke le arrancó del tirón el folleto de las manos y la miró ceñuda. Lexa suspiró hondo:

– Desde que me acuesto contigo he dormido dos veces contigo y una noche sin que hubiera sexo.

Comenzó a explicar la ojiverde:

– ¿Y?

Incitó Clarke para que siguiera diciéndole sus razones:

– Que yo no hago esas cosas

Dijo con convencimiento, Clarke se puso de brazos cruzados:

– Me estás diciendo que somos dos amigas con derecho a roce que se van de viaje– desafío con la mirada a Lexa– Y si por un casual conozco a alguien que me gusta en este viaje y quiero liarme con esa persona– Bufó– total no creo que te importe.

Lexa chirrió los dientes, se desabrochó el cinturón y se puso a horcajadas sobre Clarke. Para mirarla fijamente a los ojos:

– Quieres liarte con más gente– hablaba con la mandíbula apretada– adelante, pero ten por seguro que regresas a Portland.

La rubia quedó paralizada ante la cercanía de Lexa. Su aliento olía mentolado, como a licor del polo de menta. Sin poder evitarlo acabó quedando fija en sus labios carnosos:

– Nuestra relación es meramente física– dijo Clarke intentando mantener la compostura– dormiremos separadas y aun así no quieres que me lie con nadie más. Eres peor que el perro del hortelano.

Lexa le tiró un poco de su pelo rubio, obligándola a echar un poco la cabeza para atrás para besarla. De forma fogosa y cierta furia. Clarke en un principio llevó sus manos hasta las de Lexa para que la soltase, pero pasados unos segundos, cuando sintió su lengua dentro de la boca desistió para rodearla con los brazos y atraerla todavía más. A pesar de que debía de estar en una posición muy incómoda sobre su regazo:

– Al igual que solo quiero estar contigo estos días– dijo separando sus labios para coger aire– espero lo mismo por tu parte, Clarke– cerró los ojos abatida– a veces mientras duermo doy puñetazos, patadas y en pocas ocasiones padezco de sonambulismo. Será mejor que duermas en otra habitación por seguridad y para que descanses mejor.

Esto último lo dijo rápidamente, se quitó de encima y regresó a su sitio. Dejando a una Clarke, entre estupefacta y para qué negarlo, acalorada. Cuando pudo recuperar la compostura, quiso seguir rebatiendo aquello. Total ya había dormido dos veces con ella y estaba completa. Pero Lexa no quiso seguir con el tema.

– Soy el capitán, les informo de que vamos a proceder con él aterrizaje

– Podemos hacer algo cuando regrese al hotel– decía mirando por la ventanilla– ir algún restaurante, al cine, teatro, lo que te dé la gana– Esbozó media sonrisa– montar en una noria.

Clarke estaba de mal humor. Lo cierto es que tenía otra idea de ese viaje. Parecía que se había olvidado de cómo era Lexa Woods realmente. Una cavernícola. Estaba de brazos cruzados y de morros, mientras que la ojiverde hablaba con el recepcionista del hotel. Que la tocó discutir y esperar porque hubo una confusión con las habitaciones.

Al lado de Lexa había una familia, que tenían un niño no más de cinco años. Vestido de vaquero, con su sombrerito, su plaquita de sheriff y dos pistolas de juguete. Apunto con una a la ojiverde. Que empezó a jugar con el niño alzando las manos:

– No sheriff, no me mate he sido buena se lo juro

El niño rompió a reír e imitó el sonido de dos disparos pum, pum. Lexa se llevó la mano en el pecho fingiendo que había recibido los balazos:

– oh no– dijo tirándose al suelo y sacando la lengua a un lado– me ha matado.

Clarke observando aquella escena, no pudo evitar comenzar a reírse. Y después de la Lexa cavernícola, estaba esa en la que era capaz de sorprenderla. Como la que le besó en lo alto de la noria, la defiende a toda costa, cuando se desnuda y la respeta aun estando drogada o la que es capaz de jugar con un niño que ni conoce, sin importarle tirarse al suelo y ensuciarse:

– Miller– dijo el padre del niño– no molestes a la chica.

– no se preocupe.

Intentó quitarle importancia, mientras que sonreía y guiñaba un ojo divertida al pequeño. Por fin apareció el recepcionista, ya habían arreglado la confusión de las habitaciones. Lexa no era de muchos lujos. Pero Clarke si, de eso estaba segura la ojiverde. Así pues pidió una suite para la rubia y una habitación normal que estaba al lado.

En el ascensor y tenían que subir muchas plantas, ya que, la suite estaba en la última planta. Clarke se acercó a Lexa, rodeo su cuello con los brazos y comenzó a besarla. Sorprendiendo por segunda vez a la ojiverde:

– ¿Y esto?

Preguntó mientras esbozaba media sonrisa y le respondía al abrazo:

– Pensaba que estabas enfadada conmigo.

– quiero visitar Yellowstone– apoyó la cabeza en su hombro– está cerca, si da tiempo claro.

Lexa curvo la comisura de sus labios, le dio un beso en la frente y se aferró más a ese abrazo:

– Lo que tú quieras, en realidad no tardaré mucho, solo revisar que todo vaya en orden. ¿Quieres hacer algo más?

Clarke rio picarona, comenzó a besar su cuello:

– Pedir algo para cenar y jugar un ratito.

– Compro la idea.

Dijo Lexa, agarró de su nuca y la besó apasionadamente. Aún quedaban un par de plantas, suficientes para encenderse:

– joder, lástima que me tenga que ir en breve

Se quejó la ojiverde con voz ronca:

– Será mejor que estés preparada para ir a Yellowstone, en un par de horas te llamo y te espero en el vestíbulo.

Clarke quedó alucinada, con la habitación, era enorme e incluso tenía jacuzzi con hidromasaje. Por lo que llegó a escuchar Lexa se pidió una habitación común. No entendía por qué cuando podía permitirse otra suite. En parte, la rubia aunque se podía permitir todo lo que quisiera. La ojiverde no le permitió pagar nada. El viaje, la suite, e incluso dejó órdenes estrictas de que todo lo que quisiera se lo encargasen a su cuenta.

Parecía Julia Roberts en Pretty Woman, no era pobre podía permitirse aquello, pero era una suite en lo alto del hotel, y había ido con Lexa de viaje, ¿para qué? Para follar y ale cada una a su camita por separado, para colmo era la misma ojiverde quien le pagaba todo. Eso no le sentaba bien. Deberían de llegar a un consenso en el que ambas pagasen los gastos por igual. O al menos pagar ella misma sus propios gastos.

Decidió echarse un rato en lo que Lexa estaba fuera.

Lexa había alquilado un coche. Se encontraba vigilando esperando a que llegaran los camiones. Era obvio que no se acercaría diciendo que era Lexa Woods. Necesitaba descubrir qué clase de negocios estaba metido su padre y para eso, no podía descubrir que ella se había acercado.

Al final y con casi media hora de retraso, los camiones habían llegado. Agarró los prismáticos y observó cómo descargaban los materiales. Haciendo recuento, para poder compararlo luego con los documentos que le había entregado Jaha. Por lo que pudo observar, todo estaba correctamente. Wells le entregó una identidad falsa, para poder hacerse pasar por inspectora privada que mandaba el señor Gustus Woods. Dirigiéndose a la oficina principal donde había un encargado, que daba realmente grima. Con sus greñas, su traje manchado de kétchup:

– En que puedo ayudarla

– La inspectora Carter– enseñó la placa– vengo de parte del señor Woods para revisar toda la documentación de este último año.

– No hay de menos

Dijo el chico animado. Lexa iba con su traje ajustado, sus pantalones negros de vestir realzaban su culo, una blusa blanca cuyos primeros botones estaban desabrochados, dejándose ver el escote, su pelo estaba recogido con una coleta alta, y aunque no era muy común verla de esa guisa, maquillada, de forma que realzaba el color de sus ojos y el carmín de sus labios los hiciera más gruesos y carnosos sus labios. Le entregó las carpetas y rápidamente comenzó a mirar los documentos desde Enero. Estaba tan atractiva y sexy, que el chico se la quedó mirando de forma lasciva y fantaseando despierto. Lexa frustrada se llevó la mano a la cabeza, ahí no había nada extraño. Miró por encima de los últimos documentos y se encontró al chico con cara de bobo:

– ¿Tienes alguna deficiencia?

Preguntó Lexa, no por meterse con el chico. Tampoco es que la chica se despreocupara de sus empleados. El chico frunció el entrecejo reaccionando ante aquel comentario:

– No inspectora Carter– sonó molesto– ¿acaso le parezco que sufro alguna?

– Pues sinceramente...

En ese instante ya no le parecía tan atractiva la chica:

– Espero que termine rápidamente.

– ¿Cómo se llama?

– Jasper

Lexa cerró el archivero y le miró completamente autoritaria:

– ¿Suele ser maleducado con todo el mundo?

Jasper alzó las manos:

– has empezado tú insinuando que tengo alguna deficiencia

– tráteme de usted impertinente

Jasper frunció el ceño irritado:

– Cuando la empresa pase a la señorita Woods ya veremos si sigue manteniendo su puesto.

Dijo el chico amenazante, aquello le hizo gracia a Lexa, esbozó media sonrisa y se apoyó en la mesa con una mano:

– ¿Se puede saber por qué?

– La señorita Woods y yo nos conocemos de toda la vida y si se entera que me ha faltado el respeto– comenzó a venirse arriba el chico, no solo se atrevió a decirla eso que siguió mintiéndola en la cara– a demás cuando digo que nos conocemos, quiero decir que tengo una relación especial con Lexa Woods.

Lexa no pudo más y comenzó a carcajear. Negó con la cabeza. Ahora sí que estaba convencida de que el chico sufría alguna carencia mental. No le dieron teta suficiente de bebe o a lo mejor se cayó de algún columpio a saber. Le hubiera gustado decirle quien era en realidad, para ver la cara de pardillo que pondría.

De esa visita no sacaría nada en claro, pero al menos sí que se había reído. Y seguía haciéndolo cuando llegó al hotel. De verdad. Que algunos empleados, podían llegar a ser sorprendentes cuando querían hacerse los importantes.

Como dijo, esperó a Clarke en el vestíbulo. La rubia se había cambiado a una ropa más cómoda. Puesto que iban a un parque natural. Que enseguida recorrió con la mirada a la ojiverde:

– ¿No piensas cambiarte?

– Tengo ropa en el maletero

Se acercó le dio un fugaz beso y le agarró de la mano. Sorprendida por aquel gesto de aprecio por parte de Lexa. Llevaba toda la mañana siendo entre desagradable y distante. Las pocas veces que hubo acercamiento, fue por Clarke:

– ¿Y este buen humor?

– Un empleado me hizo reír muchísimo– se dirigieron a la salida y le abrió la puerta del copiloto– ¿te puedes creer que tengo un idilio amoroso con uno y yo sin saberlo?

– ¿Qué?

Preguntó Clarke sin entender eso último. De caminó Lexa le contó un poco por encima la historia. Bueno, con algunos detalles inventados. Le había dicho que revisaba que todo estuviera en orden, haciéndose pasar por otra persona. Un estilo jefe infiltrado. No quería que le lamieran el culo. Omitiendo el detalle de que sospechaba ciertos negocios turbios, por parte de su padre o del mismísimo Jaha que era el que llevaba las cuentas.

Ambas se estuvieron partiendo el culo de la risa durante un buen trecho, eso le dio pie a que Clarke se mofase de ella un rato:

– Espero estar invitada a la boda señorita Woods.

De vez en cuando desviaba la mirada para mirar los paisajes, se adentraban al parque y aquello era precioso, todo verdoso, animales, arboles a un lado de la carretera, al otro había como una especie de rio y a unos kilómetros se veía muchos más árboles:

– Lo siento por Jasper, pero le dejaría plantado en el altar

Clarke estaba mirando por la ventana fascinada, pero aún pendiente en la conversación que le daba Lexa:

– Pobrecito, ¿eso por qué? quitando su supuesta deficiencia parece majo.

La rubia rápidamente desvió la mirada a Lexa, que se la devolvió sonriente a la vez que le agarraba de la mano:

– Porque prefiero perderme por Yellowstone con la señorita Griffin.

Ambas sonrieron bobaliconas. Hasta que algo llamó la atención a la rubia. Que achicó los ojos, intentando enfocar la vista más lejos. En el linde del bosque parecía haber un animal peludo gigante:

– ¿Eso es un oso?

Lexa soltó la mano de Clarke para volver a ponerla en el volante, mientras ponía los ojos en blanco:

– No Clarke– susurró con ironía– es un pies grandes, que salió para saludarte– comenzó a reír– pues claro que es un oso.

Clarke la fulminó con la mirada:

– ¿Puedes estar un ratito sin mofarte de mí?

Lexa carcajeo más fuerte:

– Si Clarke– comenzó a acariciarla del pelo– ya pasó, venga ea ea

– te odio

Dijo mientras se cruzaba de brazos y comenzó a castigarla con el silencio. Lexa no siguió molestándola, ni se enfadó por el berrinche infantil de Clarke. Es más, sin que ésta se diera cuenta, de vez en cuando la miraba de reojo y sonreía. Cuando estaba en ese plan, parecía un gatito de grandes ojos azules, con cara de mala ostia pero a la hora de la verdad era toda una ricura:

– Creo que por aquí cerca hay un camping– dijo mirando Lexa las señales– se podrá hacer senderismo.

Desvió el coche por un camino y no estaba muy equivocada, porque si se escuchaba gente cerca. Y no tardaron mucho en da con la zona de camping:

– Por suerte podré cambiarme y dar un paseo, a ver si conocemos a Yogui

– No llevamos comida, dudo que aparezca

Replicó Clarke, Lexa que había estacionado ya el coche, se acercó a Clarke con cara picara:

– ¿Cómo qué no?– descaradamente llevó la mano a la entrepierna de la rubia– usted está muy rica señorita Griffin

Clarke le retiró la mano riendo:

– Pervertida, ten las manos quietas.

Lexa le recorrió con la mirada. Clarke tenía puesta unos pantalones deportivos negros ajustados y una chaqueta rosa con capucha:

– Es que así vestida– comenzó a decir Lexa con mirada lasciva– difícil tener las manos quietas, pero lo intentaré.

Lexa se cambió en la zona del camping. Por suerte había casetas. Cuando ésta salió dejó boquiabierta a Clarke. Las mayas le quedaban mejor a ella. Agradecía que no hubiera mucha gente, seguro que más de uno se la quedaba mirando. La ojiverde esbozó media sonrisa:

– Clarke

La rubia reaccionó y miró a la cara de Lexa, aun con la boca abierta:

– ¿Qué?

La ojiverde se señaló la barbilla con el dedo índice de forma cómica, mientras insinuaba a la rubia:

– La baba– Clarke achicó los ojos y apretó los labios para no reír– anda vamos a dejar la bolsa.

La rodeo con el brazo por encima del hombro y caminaron hasta el maletero del coche. En ese instante había un grupo de chicos alrededor de una hoguera. Que empezaron a mirar de forma golosa a Clarke:

– Que culo tiene la rubia– Dijo el más cachas en voz alta– vienen curvas y no las de la montaña

Los amigos rieron mientras vitoreaban. Clarke se ruborizó, no estaba acostumbrada a ese tipo de piropos. Quizás porque en el círculo al que acostumbraba a moverse eran mucho más sibaritas. Aquellos hombres eran de pueblo, quizás ligaban así con las mujeres:

– Menudo par de... ojos

Añadió el chico moreno y no hay que mentir, era todo un craco el muchacho, chico más feo no se ha podido encontrar. Lexa cerró de un portazo el maletero del coche. Haciendo sobresaltar a Clarke:

– ¿Es que acaso no sabéis tratar una dama?

– Uuuuuuuhhh

Dijeron todos a la vez. Mientras que el chico rubio más bajito y joven dijo:

– llamen a los forestales, que nos ataca la fiera.

Clarke viendo la expresión sabía que ésta acabaría saltándoles encima como una autentica fiera. Así pues le agarró del brazo suplicante. La ojiverde estaba tensa, hasta que sintió el tacto de Clarke sobre su brazo:

– Por favor– dijo suplicante Clarke– pasa de ellos y vamos a caminar.

Lexa no dijo nada, asintió con la cabeza y fueron hasta uno de los senderos, no sin antes dedicarles una mirada fulminante a los chicos. Si hubiera sido en otra ocasión, la ojiverde no hubiera dudado en lanzarse a sus yugulares. No sentía pena si alguno lloraba o sangraba. Pero cuando se trataba de Clarke Griffin. Ejercía un gran poder sobre su autocontrol.

A Lexa no le gustaba mucho los bosques. Lo cierto es que no pisaba un parque natural desde hace muchos años. El último fue un parque de portland.

"Flashback

Lexa se escondió en el hueco de un tronco de un árbol. Estaba cansada adolorida y creía desfallecer. Sus delirios iban en aumento. No estaba convencida de que solo había muerto Clarke, si no que Cage también. Los dos por su culpa. ¿Pero que iba hacer? Quiso proteger a Clarke tal y como le prometió. Pero ese hombre fue más astuto. Y luego Cage. Pero no tuvo otra alternativa Cage la obligó.

La pequeña Lexa alzó la cabeza, estaba sudando y el espejismo de Clarke la perseguía como un fantasma que quisiera atormentarla:

– Por favor– dijo suplicando a aquel espejismo– lo intenté de verdad. Quise protegerte y cargaré con la culpa, pero por favor Clarke déjame en paz.

Lexa se agazapó e intentó dejar de mirar hasta donde estaba su amiga muerta. Tiritando, con cierto temor. Se encontró aquellos ojos azules más cerca. La rabia le consumía:

– Déjame en paz Clarke Griffin, ya he pagado con esos hombres malos cuando no me querían, te odio Clarke, por hacerme esto. ¿De qué sirve todo el dolor? Te has muerto igualmente. Desaparece, te odio, te odio– elevó aún más los gritos y los llantos– TE ODIO

Con ese último te odio quedó medio desfallecida. Sus oídos parecieron percibir las voces de un hombre joven y una mujer:

– ¿Es una niña?

Preguntó la voz del chico a lo lejos:

– Si, corre Murphy llama a la policía y una ambulancia

Respondió la voz de una mujer a cada vez más cerca.

Fin del Flashback"

Tardaron un buen rato, pero consiguieron llegar al final del camino. A lo alto de una montaña. Donde se podía contemplar parte de un llano del parque. Clarke tenía que reconocer, no acostumbraba a hacer nada de deporte y prácticamente llegó asfixiada. Que fue recompensada con esa hermosa visión. ¿Por qué no lo haría más veces? Lexa parecía desenvolverse muy bien. A pesar de correr el riesgo de encontrarse con animales salvajes y peligrosos, estaba de lo más impasible y tranquila. Cuando pensaba que no se daba cuenta, Clarke la miró fijamente. Pensativa, intentando ver lago más a través de sus muros:

– A veces me pones nerviosa– comenzó a decir Lexa esbozando media sonrisa– cuando me miras así, pensando que no me doy cuenta.

– Pero ¿cómo?– dijo alucinada Clarke– estabas mirando a otra dirección.

Lexa miró algo divertida a la rubia, al ver su expresión de sorpresa. Se encogió de hombros y respondió a su pregunta:

– Tengo una visión panorámica muy amplia.

Clarke frunció el ceño:

– A veces– tragó saliva, ya que Lexa comenzaba a acercarse demasiado– das miedo.

Lexa quedó a escasos centímetros. Aunque sin nada de contacto, a la vez que reía para sus adentros. A pesa de la tensión que se podía hasta palpar en el ambiente, alzó su mano y acarició a Clarke, con demasiada suavidad, como si temiera romperá, con su mirada la adoraba, quedando fija en su lunar. Haciendo de la ojiverde aquel día una montaña rusa. Por momentos la ignoraba y otros le regalaba un gesto como aquella caricia. Era consciente de que eso estaba a un paso de la hecatombe, puesto con ese gesto tan simple por parte de Lexa, era feliz. Aun sabiendo de que no era correspondida de igual manera.

Su mirada azulada reparó en la marca que le hizo la noche anterior. Detalle que observó rápidamente Lexa. Que apartándole un mechón rubio y colocándoselo detrás de la oreja le habló:

– Eso fue muy territorial por tu parte ¿No crees?

Clarke apartó su mano de la cara:

– Tú eres la posesiva. No yo.

Lexa curvó levemente las comisuras de sus labios. Y como buena posesiva que era, rodeo su cintura con una mano hasta quedar a la altura de su espalda baja, y atraerla para quedar pegadas. Dejando sin aliento a una Clarke que pretendía aparentar la misma frialdad que la ojiverde. Se inclinó y la besó con fiereza, llena de hambruna. Cuando al fin despegó sus labios:

– Si, Clarke. Soy posesiva, y aunque no quiero admitírtelo, solo lo soy contigo

– ¿Por qué no quieres admitirlo?

Preguntó Clarke con un hilo de voz. Obvio que su corazón latía de una forma poco sana. Entre el ejercicio, los calores y el efecto que causaba Lexa en ella cuando estaba tan cerca:

– Porque no quiero crearte falsas esperanzas.

Jarrón de agua fría para la rubia. La montaña rusa subió hasta la cúspide tan alta, como aquel lugar, para descender rápido, creando vértigo para bajar después de dos minutos de sensaciones temerarias y a su vez maravillosas. Tan maravillosas que aun teniendo ganas de devolver se deseaba repetir:

– Será mejor que bajemos

Dijo Clarke intentando fingir que aquello no le había molestado. Lexa solo la quería para sexo. Pues solo la tendría para eso:

– ¿No quieres un recuerdo?

Preguntó Lexa sonriente a la vez que buscaba su teléfono móvil. Frunció el ceño, frustrada, estaba sin batería. Clarke, apretó los labios para no sonreír. Le encantaba aquel gesto por parte de la ojiverde. Buscó su móvil y se lo entregó:

– Umm– dijo picarona Lexa– tengo el móvil de la señorita Griffin– alzo una ceja– ¿Qué secretos grotescos encontraré en él?

– Si esperas fotos como las que te mandé. Déjame decirte que solo había esas fuera de tono y ya están borradas.

Lexa rio entre dientes mientras ponía la cámara:

– Anda ponte ahí para que se vea el llano detrás– Clarke se puso donde dijo– Por cierto, yo no las borré ni pienso hacerlo– comenzó a sacarle fotos a la rubia– esas son para mi uso exclusivo

Clarke abrió la boca mientras intentaba no sonreír:

– Trae el móvil.

– ¿Solo quieres estas tres fotos?– las miró fingiendo una mueca– déjame decirte que son mejorables.

Carcajeando le dio el teléfono móvil. Clarke cuan dedos rápidos alzó el móvil y sacó una foto a Lexa:

– Oh no– dijo quejumbrosa– a mí no me hagas fotos.

– Uy, Lexa Woods tímida ante la cámara.

Dijo Clarke picajosa:

– Si quieres que el objetivo se parta.

La rubia puso voz burlona:

– Lo que vas a partir es mi corazón si no sonríes a la cámara

Alzó el móvil para sacar otra foto a la ojiverde. Que hizo una mueca y levantó la mano enseñando el dedo corazón:

– Pero que encantadora.

Lexa ya no se dejó hacer más fotos, riendo entre dientes se acercó a Clarke y le robó otro beso. La rodeo con sus brazos, dispuesta a bajar para besar el cuello de la rubia cuando:

– ¿puedo tener una contigo?

La ojiverde la miró con sorpresa:

– ¿Qué?– preguntó titubeando– ¿por qué?

– Es como hemos subido juntas– agachó la cabeza– no sé por tener un recuerdo, no te ha gustado la idea, déjalo.

Lexa le agarró del mentón para alzar su rostro. No parecía enfadada, tampoco contenta, simplemente ese gesto impasible e impenetrable:

– No me gustan las cámaras, pero ¿quieres esa foto?– Clarke quería gritar que sí, tener algo de ellas, nada que ver con el sexo. No hizo falta que dijera nada. Lexa notó el deseo de la rubia, así pues puso los ojos en blanco y le arrebató el móvil– de acuerdo, ya hago yo el self... selfin... delfín... o como se llame.

Clarke rio. Después de todo le daría el gusto:

– Selfie

Lexa gruñó y negó con la cabeza:

– Estas modas de hoy en día. ¿Dónde quedaron las cámaras con carrete?

La ojiverde puso la cámara del móvil en modo selfie y se colocó al lado de Clarke, justo cuando saltó el objetivo puso una mueca de asco. La rubia la miró haciendo un mohín y dándole un fuerte manotazo. Provocando que ésta riera entre dientes:

– no te pido que sonrías pero al menos sé seria.

Esa vez dejó que Clarke hiciera la foto. Se colocó detrás de la rubia y comenzó hacer gestos con la mano como si fuera un ventrílocuo e imitando a la rubia. Que rápido la miró con picada, ahora Lexa parecía una niña infantil:

– Mira, mejor lo dejamos– dijo poniendo los brazos en jarra– me quedo con tu cara de asco.

Iba a volver a bajar por el camino, cuando Lexa entre risas le agarró de la muñeca y la acercó de nuevo:

– Anda ven aquí– le arrebató el móvil de nuevo y se colocó detrás abrazándola por la cintura y esbozó media sonrisa– ¿Así mejor?

Clarke observó satisfecha la foto. Superaba a ese "mejor", con la su media sonrisa que tanto amaba. Lexa, al ver su expresión de felicidad curvó la comisura de sus labios, se acercó y comenzó a susurrarle en el oído, de forma seductora. Esa voz tan erótica que conseguía derretir a Clarke e incluso encenderla sin necesidad de tocarla:

– Estas fotos tienen un precio– comenzó a acariciarla suave por el brazo– y pienso cobrártelo esta noche, en la intimidad de mi alcoba– pasó su lengua por el contorno de su oreja hasta darle un mordisquito en su lóbulo– mientras gritas, suplicaras con– poniendo una voz si cabe más caliente, provocando que sus piernas temblases– "umm sí Lexa no pares"– sus manos acompañaron al momento apretándola fuertemente de los glúteos– acabaremos tan exhaustas que nos sudaran hasta las pestañas de los ojos.

¿Por qué escucharla decir aquello le ponía a tono? ¿Era su voz sensual y erótica? ¿La forma en que empleaba su lengua al susurrarla en el oído? ¿Sus manos? O posiblemente era todo en su conjunto. Aquello solo provocó que Clarke emitiera un leve gemido, llevara su mano hasta su nuca y la atrajera para besarla con hambre:

– Vayámonos– dijo Lexa con respiración entrecortada– antes de que nos convirtamos en un punto caliente y hagamos que entre erupción todo Yellowstone.

–Humanidad a la mierda– comenzó a seguir a Lexa riendo– y todo por un calentón de Lexa Woods

Lexa descendía por el camino, alzó una ceja:

– ¿Un calentón mío?– negó con la cabeza– no guapa, hace un momento a la que le temblaba las piernas era a ti.

– eres terrible, Lexa Woods

La ojiverde volvió a reír entre dientes, agarró de la mano de Clarke y siguió el camino en silencio. De nuevo creando confusión. Ya le había dejado claro que no quería crear falsas esperanzas. Pero, es que estaban caminando por el parque de Yellowstone agarradas de la mano. Quiso achacarlo a la bipolaridad de Lexa y no querer buscarle más significados del que realmente tenía. Sin embargo. Clarke nunca había sentido tanta felicidad con algo tan simple. Como era estar caminando agarrada de la mano con Lexa Woods.

La bajada no fue tan tediosa como lo fue la subida. Aunque en el último tramo sobrevivió gracias a que le tocó a la ojiverde tirar de ella:

– Estás oxidada– dijo mofándose– deberías hacer más ejercicio abuela.

– Y tú ser menos enérgica

Cuando llegaron hasta el coche estacionado, el grupo de muchachos ya no estaban en su sitio. Para la tranquilidad de la ojiverde. Tenía más aguante por Clarke, pero aún tenía ciertos límites. De regreso al hotel, Lexa pareció volver a estado ignored total. No había ningún tipo de contacto, tanto físico como visual. Añorando el calor de su piel sobre su mano. Ciertamente, le hacía sentirse algo incomoda.

Cuando llegaron al hotel, pararon enfrente de la entrada y le dieron las llaves al aparca coches. Ya en el ascensor. Vaya, solo hacía falta llegar al elevador para que Lexa se diera cuenta de que estaba a su lado:

– Cuando te estuve esperando pedí reserva en el restaurante del hotel– dijo mirando la hora en su reloj– si terminas antes puedes esperar en el bar.

Que me muero de frío reina del hielo pensó ceñuda Clarke:

– Por supuesto

Dijo imitando su tono de voz. Solo en ese instante la ojiverde la miró de reojo:

– ¿todo bien?

Clarke dibujó una sonrisa cínica:

– De maravilla

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