Capítulo 3: Rumores.

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Adara estaba apunto de irse a dormir y sentía una extraña opresión en el pecho.

Los chicos de Hermes parloteaban entre sí y murmuraban sobre lo que llevaba rumoreando en el campamento.

«Escuché que se besaron en el campo de entrenamiento».

Adara los ignoró como llevaba haciendo la última semana. No era porque le molestara, sino porque sabía que no pararían de hablar por un gran tiempo. Desde que había besado a Luke, el chisme había corrido como la pólvora. Unos cuantos estaban alegres por la noticia, mencionando cosas como que hacíamos bonita pareja o que sinceramente ya lo veían venir. Pero otros más, los que eran habladores y poco amables, mencionaban la diferencia de edad y el como es que Adara había embrujado al capitán de la cabaña once.

No le sorprendió enterarse que quién inició el rumor fue Annabeth Chase, la chica que estaba coladísima por el rubio.

Además, no ayudaba el hecho de que Luke no dejaba de merodearla como un perro —sin intención de ofender—, el chico había estado marcando territorio por lo que restó de la semana, agravando los rumores y haciéndola sentir fatal.

«¿Cómo le decía que el beso no se repetiría?»

Adara no tenía el corazón para romper sus ilusiones.

—¡Muy bien! ¡Hora de dormir! ¡En cinco minutos apago las luces! —gritó Luke, las quejas se hicieron presentes y la mayoría pareció molestarse. Pero acataron las órdenes.

Ignoró la mirada que Luke le echó en cuanto estuvo cerca de ella. No había podido mirarlo desde que sucedió el beso, no se sentía lista para enfrentarlo.

—Aida —dijo Irina, una hija de Hermes que era su vecina de saco—. ¿Escuchaste lo qué están diciendo?

Ella la miró. Traía su típica pijama de Bob Esponja y el cabello atado en una coleta desordenada. Sus ojos azules, opacos y melancólicos le regresaron la mirada.

—¿Cuál de todos? ¿En el que soy una bruja o dónde Luke es un pedófilo? —pregunté y pareció causarle gracia.

—Eso no, tonta.

Se sintió estúpida y su rostro enrojeció.

—¿Entonces cuál?

Los ojos le brillaron con diversión.

—¡Escuché que Annabeth afirmó que tú y Luke no eran pareja! —dijo, para después cambiar su voz a una muchísimo más baja y discreta— Dice qué el mismo Luke se lo confirmó. ¿Puedes creerlo? ¡La muy zorra está hablando por ambos!

Rodó los ojos ante semejante información.

—En realidad no somos nada —dije cuando me aseguré de que Luke estaba a suficiente distancia como para escucharnos—. No creo que suceda nada más.

—¡Pero son tan monos! —hizo un puchero— Ya estaba pensando que serías mi cuñada.

—Pues pensaste mal.

—Eres una perra.

—Lo soy, pero no de tu perrera, niñata.

Ambas soltamos una carcajada por nuestras palabras, pero tuvimos que parar cuando Luke empezó a mirarnos feo.

Ambas nos recostamos en nuestros sacos, y cuando las luces fueron apagadas, sus ojos empezaron a pesar. No se dió cuenta cuando calló en los brazos de Morfeo.

Soñó con el aroma del mar, una brisa marina y unos ojos como el océano que la miraban con ternura. Vió un cabello azabache, como la tinta, enredarse entre sus dedos. La sensación de tocarlo fue satisfactoria y fue como estar en el paraíso.

Nunca había tenido un sueño así.

La piel era bronceada y sus ojos la hipnotizaron como nunca antes lo habían hecho. Tuvo la sensación de conocerlo, como si de alguna forma ya hubiera visto esos ojos tan atrayentes. Eran los ojos más hermosos que había visto en su vida.

A la mañana siguiente, cuando estaba en los campos de fresas con Irina, ambas escucharon el rumor de que había llegado un nuevo campista. Una sensación de intranquilidad la hizo removerse incómoda.

Irina la miró con ojos curiosos.

—¿Cómo será el nuevo? Escuché que mató a un minotauro. ¡Imagina como de grandes deben ser sus brazos como para romperle un cuerno! —exclamó la niña con asombro.

Adara, por alguna razón, no estaba tan sorprendida. Se encogió de hombros.

—No lo sé —dije—. Tampoco me interesa.

—¿No tienes curiosidad?

Quiso decir que no, pero sería una mentira. Las manos le picaban de solo imaginar al campista, pero no sabía el porqué. Temía que estuviera relacionado con su sueño.

—Puede ser, pero debemos acabar con nuestro trabajo —dije, recordándole que debíamos acabar de cortar nuestro surco de fresas—. Quirón nos dió hasta el medio día, así que apresúrate.

Los ojos de su amiga brillaron con travesura y no le gustó ni un poco.

—¿A sí?

Media hora después, ambas estaban en la enfermería porque Irina se las había arreglado para cortarse el brazo, alegando que las fresas eran un problema y que podían asesinar si se lo proponían, dejando en un serio aprieto al sátiro que había estado cantando con su flauta.

—Llévala a la enfermería —dijo Quirón, mirando con cierta cautela el rastro de sangre que su amiga había dejado por todo el camino que habían recorrido para llegar a la casa grande—. Asegúrate de que la atiendan antes de que se desangre.

—Y aleja a la cría de las fresas —dijo el señor D—. No sabemos cuándo puede cometer otra estupidez.

Tuvo que detener a Irina para que no le dijera nada al señor del vino, se podía poner muy pesada y no quería que el señor D convirtiera a su amiga en algún tipo de reptil, como ya lo había prometido muchas veces.

—No fue tan difícil —dijo Irina con cierta indiferencia—. Ni dolió.

Adara la miró como si estuviera loca.

—Te cortaste el brazo con tu navaja, le echaste la culpa a un sátiro por su "incompetencia" y dejaste que se hiciera una escena que terminó con dos heridos y un chico inconsciente —dije con cierta ironía en la voz—. ¿Para ti eso fue nada?

Irina hizo una mueca en cuanto entramos a la enfermería.

—No sabía que pasaría eso.

—Es obvio que no —dije con severidad—. Nunca piensas en lo que pasará.

La morena hizo un puchero.

—Lo siento.

Cuando ambas estuvimos dentro, el conocido aroma a medicamentos y a heridos invadió su olfato. Hizo una mueca cuando olió y pudo sentir todas las auras de los heridos que estaban siendo atendidos por los hijos de Apolo.

—Ya recordé porque odio este lugar —dije—. Te espero afuera.

Irina hizo una mueca irritada y la jaló del brazo par impedir que se marchara.

—Tú me seguiste el juego, ahora te quedas conmigo hasta que salga de aquí.

—No fue una elección —dije ofendida—. Me arrastraste en tu estupidez infinita.

—Como sea —Irina rodó los ojos mientras me arrastraba de la muñeca a un lugar en el que sentarnos—. Quiero ver al novato, vamos.

Adara la siguió con amargura.

Estuvieron viendo los pacientes uno por uno, cerciorándose de no ser descubiertas por algún enfermero y tratando de pasar desapercibidas. No fue una tarea fácil, más cuando su amiga no dejaba de desangrarse y manchar el piso y lo que sea que tocara.

—Debes dejar que te atiendan —dije con severidad, su amiga era impulsiva y no pensaba en las consecuencias—. Deja de hacerte la fuerte, sé que te duele.

Irina hizo una mueca de dolor cuando notó que no podía engañarla.

—No es nada —mintió—. Estoy bien.

—No entiendo porqué te esfuerzas en mentir cuando sabes que puedo oler las mentiras —dije con pesar y enojo—. ¡Vamos! Antes de que me vuelvas loca y sigas derramando tú suciedad en el piso.

Irina rodó los ojos.

—No sabía que la sangre era suciedad.

—Ahora lo sabes, sucia muggle.

Irina rió hasta que alguien las interrumpió.

—¿Qué hacen aquí?

Ambas voltearon al mismo tiempo y Adara contuvo una mueca.

Enfrente de ellas estaba un chico de porte surfero como el que todos los hijos de Apolo parecían caracterizarse. Sus ojos eran azules y su cabello era rubio tostado. Era alto y las miraba con la ceja alzada, preguntándose qué hacían merodeando a sus pacientes.

El chico la miró con sorpresa, hasta que su expresión pasó a una de dolor. Se miraron por unos cuantos segundos, tratando de identificar que hacían en ese lugar.

—Aida —dijo él, y le dolió escuchar su apodo en sus labios.

—Lee.

Irina carraspeó.

—Ya que este incómodo momento acaba de terminar —dijo con las cejas alzadas—. ¿Puedes coserme la herida? Estoy segura que he perdido un litro de sangre y no es por amargar el momento, pero yo amo mi sangre.

Ambos apartaron sus miradas al mismo tiempo.

—Por aquí.

Ambas adolecentes lo siguieron por unos cuantos segundos, hasta que ordenó a Irina que se sentara en una silla. Está hizo caso —una vez en su vida— y se dejó coser. Cuando Lee estaba distraído desinfectando la herida, Irina le hizo una seña extraña que no entendió del todo.

Adara frunció el ceño.

«¿Ahora qué quiere la muy bruja?», pensó con exasperación.

Pronto lo supo cuando le indicó una dirección. Volteó para ver qué señalaba y pudo ver qué había una sábana blanca cubriendo una camilla y la curiosidad picó con crueldad. Irina le hizo otra seña que esta vez si entendió.

Quería que se acercara.

Intentó negarse, pero la chica le hizo una seña obscena que significa problemas, y aunque no le importó mucho, la ansiedad por ver el otro lado de la cortina la hizo acercarse sin que Lee se diera cuenta.

Se escabulló y se dejó deslizar detrás de la cortina. Pudo respirar con normalidad cuando supo que nadie la vería cerca de allí, nadie más podría verla.

Se dió la vuelta.

Contuvo el aliento.

Sus ojos brillaron de solo mirar al chico que estaba ante sus ojos. Su cabello era azabache como la tinta y sus manos picaron al imaginarse a sí misma en su sueño, tomando su cabello sin recato alguno. Su piel era bronceada, un tanto descolorida y se veía que era suave cómo la seda, sin ningún tipo de entrenamiento que demostrara alguna cicatriz de batalla.

Su rostro era el de un niño y le pareció de lo más angelical, como si estuviera en algún sueño tranquilo y placentero. Se preguntó cómo es que aquel niño había logrado vencer al Minotauro.

«Se ve débil», pensó.

Pero no creyó que fuera mentira el que hubiera vencido a uno de los monstruos más espeluznantes. Era conocida por no juzgar a un libro por su portada.

Hizo un puchero al ver que tenía los ojos cerrados. En su mente, estaba segura que estos serían de aquel tono tan único y hermoso que recordaba en su sueño. No podía esperar por verlos y la ansiedad la dominó. Se obligó a recobrar la compostura.

Adara era conocida por ser el tipo de chica que sabía reconocer la belleza, pero incluso ella sabía que aquel chico era otro tipo de nivel. Puede que en ese momento no se notara con su sudadera rota llena de sangre y sus baqueros arrugados llenos de fango. Pero ella sabía que en algún futuro, ese bonito rostro se volvería varonil y lleno de belleza masculina.

Sus manos volvieron a picar con impaciencia.

—¿Aida? —preguntó una voz y supo reconocerla con dolorosa exactitud.

Al abrir la cortina con rapidez, pudo apreciar el rostro de Lee Fletcher. Éste no se parecía sorprendido de que ella se hallara allí y la hizo sentir incómoda. Al fijarse detrás de él, se dió cuenta que Irina ya no estaba y que estaba sola con Lee y un chico inconsciente afirmativamente guapo.

«Desgraciada».

—Hola Lee, ¿qué tal estás? —pregunté como si nada— ¿Aún sigues con Emily?

—No —se limitó a decir—. Terminamos hace semanas.

No perdió de vista el hecho de que la miró con cierta suspicacia, como si tuviera cierta esperanza.

Algo se removió dentro de ella.

—Oh, eso suena mal. Siento ser quien te lo recordara.

—Ambos sabemos que no lo sientes y tú sabes muy bien que no me duele.

Adara tragó saliva.

—Uh, que mal —intentó salir de aquella situación escabulléndose por un lado de él, pero su plan no pareció resultar efectivo.

Lee se atravesó en su camino.

—Aida, yo sé que no fui lo que esperabas, y lo siento, pero he cambiado...

—Guarda silencio —dije, interrumpiéndolo—. No hables como si supieras lo que siento o sentí.

—Te conozco —afirmó él, y eso la hizo sentir enferma.

—Me conociste —corregí—. Ya no soy la misma y te aseguro que ya no soy la niña estúpida de antes.

Pareció culpable.

—Claro que no. Nunca lo fuiste.

—Ya no me gustas, Lee —confesé—. No de la misma forma. Cuando empezaste a salir con Emily, debo admitir que me dolió, mucho. Pero el dolor se disipó y se convirtió en alivio.

Lee hizo una mueca que ignoré.

—No. Yo sé que aún hay esperanza —dió un paso adelante y yo dí uno atrás, no lo quería cerca—. Te herí y merezco tú indiferencia, pero las cosas cambiaron. Ya no estoy con ella, no me gusta. Ya no.

Eso le dolió.

—No soy tu segunda opción —dije con frialdad—. Ni de ti, ni de nadie. Así que acepta que ya no somos, ni seremos nada. Nunca hubo un nosotros, ni lo habrá. Tú te encargaste de eso.

Lee apartó la mirada como si mirarme le causara algún dolor.

—¿Es por él?

Por un momento pensó que se refería al chico que estaba detrás de ella.

—¿Quién?

—Luke, el chico rubio que te sigue a todas partes. ¿Es por él?

Lo pensó unos segundos. Pensó que si le decía una mentirilla piadosa, tal vez la dejaría en paz.

—Sí.

Los ojos le brillaron, parecía que quería llorar o gritar. Lo que pasara primero.

Sinceramente, esperaba que le doliera muchísimo.

—¿Te gusta? —preguntó con un quejido.

—No es de tú incumbencia.

—Lo es porque me importas —dijo—. Quiero saberlo. Quiero saber si tengo alguna oportunidad.

Adara quiso reír y llorar de la frustración. Tiempo atrás, cuando había llegado al Campamento, Lee y ella se habían hecho amigos. No fue una novedad que ambos terminaran como pareja... hasta que llegó Emily y le lavó el cerebro —así de mal como se escucha—, lo convenció de que lo engañaba con su mejor amigo y él se dejó engatusar.

Adara aún no se lo perdonaba.

—Debiste confiar en mí.

Y me fui. Olvidando al chico que había visto hace unos minutos, dejando atrás un amor viejo y marchito, y sintiéndose aliviada de por fin haber dicho lo que pensaba de él.

No sabía que algo más que un corazón roto estaba por ocurrirle.

♠️♠️♠️

¡Nuevo capítulo de Atracción! ¡Dios mío, Adara es toda una rompe corazones! Aunque aún no ven su faceta de perra ^-^

Pregunta del día:

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Horrible? ¿Aburrido? ¿Qué opinan de Irina? Yo amé el capítulo, pero sé que estuvo un tanto aburrido. En el próximo capítulo ambos protagonistas se conocerán MUAJAJAJAJAJA

Pijama de Adara en multimedia :)

¡VOTEN Y COMENTEN! Ustedes saben que los amo con todo mi Kokoro y más si algunos vienen de mis otras historias ;)

Se las recomiendo XD

Atte.

Nix Snow.

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