Capítulo III: Confortar (III/III)

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Soriana

Cuando desperté por la mañana me sentía confundida, cansada y terriblemente triste. Tardé un rato en recordar qué había sucedido la noche anterior.

Poco a poco acudieron fragmentos de mi conversación con Aren, de mi patético llanto, de mi vulnerabilidad. También la súplica de que durmiera conmigo.

Traté de moverme y no pude, el brazo de él me cruzaba la cintura. Di gracias de mi reciente decisión de mantenerme sobria. De haber bebido y despertar así con él, de seguro lo habría malinterpretado todo.

Sin embargo, sentir su calor envolviendo mi cuerpo me hizo sonreír. Mi mente evocó la dulce melodía de su harmónica, la paz que me transmitieron sus dedos acariciando mi cabello. Me giré con delicadeza tratando de no despertarlo y quedé frente a él. Tuve que contener la risa al ver las facciones delicadas, el cabello rojo desparramado sobre la almohada. Aun así seguía siendo Aren, eran sus labios entreabiertos los que dejaban escapar el aliento que chocaba contra mi rostro. Seguían, igual que siempre, llenos, levemente rosados y volvían a tentarme como aquella vez antes de cruzar el paso de Geirgs. Tragué cuando sus pestañas temblaron, quería tocarlas, quería reflejarme en los iris verdes.

Una locura, lo que deseaba era una locura.

Giré de nuevo, pero ya sin ninguna delicadeza, aparté su brazo y me levanté. Detrás de mí escuché cómo se removió en la cama, su bostezo mientras despertaba.

—¡Soriana, me quedé dormido! Perdón. Seguro no te dejé dormir.

Sonreí todavía de espaldas a él. Eso no era cierto, había descansado como llevaba mucho sin hacer. Después de que me dormí no desperté ni una sola vez, las pesadillas no acudieron de nuevo para atormentarme.

—¡Roncas como debe hacerlo un huargo! —le dije en broma y girando para verlo, azorado. Adoraba contemplar sus mejillas enrojecer y la manera tan tierna como evitaba mirarme cada vez que se abochornaba. Me reí sin ningún disimulo— ¡Es mentira, no has roncado! Dormí bien.

Aren negó en medio de una sonrisa.

—Bajaré a pedir que nos suban el desayuno, deberíamos ponernos en marcha lo antes posible.

Desayunamos y salimos de la posada. Antes de marchar, Aren, con una sonrisa que pretendía ser seductora, pero que le salió más parecida a la mueca que haría alguien adolorido, se acercó al posadero y preguntó de manera casual por la cazadora que lo acechaba. El hombre nos dijo que se había marchado antes del alba, tuvimos que darle una propina para que nos dijera si había dicho qué ruta tomaría. La mujer y sus hombres viajaban a Noon, al palacio del Amanecer. Si era así, no nos cruzaríamos, pues mientras ellos se adentraban en Doromir, nosotros saldríamos de él.

Viajamos disfrazados toda la mañana y la tarde, siguiendo los caminos reales. Muchas personas, bien sea sobre monturas o en carretas, iban hacia la ciudad que dejábamos atrás, y a pesar de que había puestos de vigilancia, no nos prestaban mucha atención.

Cabalgamos sin contratiempos, para el atardecer ya habíamos salido de Doromir y bordeábamos las montañas de Ulfrvert. Quería llegar a Osgarg no muy entrada la noche. Dormir en el bosque, cerca de la cordillera que todo mundo sabía estaba llena de lobos, no era algo que me apeteciera.

Cuando las luces de la ciudad aparecieron en el horizonte, Aren me hizo señas para detenernos.

—¿Podría volver a ser Aren, por favor?

—Hum, supongo que estará bien, no creo que los cazadores continúen tras nosotros.

Deshice el hechizo y los rasgos de mi amigo resurgieron de nuevo. Me mordí el labio al contemplar la mandíbula cubierta de barba oscura, se veía más varonil y apuesto con ese estilo, algo desaliñado. Su aspecto femenino evitaba justamente eso, que me sintiera inquieta, anhelando lo que no debía. Pero no podía tener a Aren indefinidamente como mujer, así que tendría que luchar contra el desasosiego que él me causaba.

—Falta que también tú te quites el hechizo —dijo él.

—No creo que sea buena idea. No hay muchas mujeres con cabello blanco y menos tan al norte y no solamente Ivanara nos persigue, no podemos olvidarnos del hechicero oscuro.

Él suspiró, me pareció que estaba decepcionado, pero no insistió.

Cuando arribamos a Osgarg nos alojamos en una posada discreta. Esa vez asumimos el rol de recién casados.

La cama dentro de la habitación era mucho más grande, tanto que podríamos dormir los dos tranquilamente en ella. Sentí las mejillas enrojecer ante el pensamiento. Era absurdo que me sintiera de esa forma con él, como si volviera a ser una adolescente. Sacudí la cabeza y me enfoqué en las cosas importantes que teníamos por delante, como tratar de encontrar a Keysa.

Rebusqué en una de mis alforjas y saqué la pequeña bolsa de piel con las plumas adentro, tomé una.

—No creo que sea buena idea. —Aren se había acercado a mí y me miraba con desaprobación—. No deberías usar magia oscura.

—No es como si tengamos muchas opciones. En el Amanecer, con un rizo de Keysa que me facilitó Kalevi, conjuré un haukr de sombras para localizarla. El hechizo no resultó, pero la sangre es más poderosa. Tal vez si utilizo esta pluma que está bañada con la sangre de ella, logre encontrarla.

Era evidente que no estaba de acuerdo, su ceño fuertemente fruncido me lo dejaba en claro, pero yo tenía que intentarlo.

Me quité los guantes de piel y subí la manga del vestido. Tomé la daga que me regaló el príncipe Kalevi y cuando iba a deslizarla por mi antebrazo, Aren me sujetó la mano.

—Debe haber otra forma, Soriana. Pronto estaremos en Skógarari, interrogaremos a todos en el bosque hasta hallarla.

—No puedo esperar. Tengo que saber si está viva, si está bien. Por favor, Aren, déjame hacerlo.

Mi amigo exhaló un suspiro y me soltó.

Corté mi bazo y dejé que la sangre escurriera en el pequeño plato, luego coloqué la pluma y dejé que todo se consumiera al calor del fuego mientras recitaba el hechizo. En poco tiempo el Haukr de sombras se formó a partir del humo y las cenizas.

Sentí el tirón en mi ombligo cuando el ave salió por la ventana. Era como si fuera yo quien sobrevolaba por el bosque, guiada por el rastro de la magia en la sangre de Keysa. A través del haukr entré en Skógarari, reconocí el resplandor del bosque mágico. El ave de sombras se adentró en él, voló en medio de los árboles hasta una zona extraña, oscura y tenebrosa. Sentí miedo, el corazón me latía con fuerza, había un aura escalofriante envolviéndolo ese sitio del bosque.

A través de los ojos de Morkes logré ver un gran árbol. El tronco era tan grueso como una casa. Estaba seco, no tenía hojas y desde su interior se escuchaban lamentos. Quería acercarme más. Me detuve sobre una de las pocas ramas secas para poder escuchar y entonces algo sucedió. Unos ojos enormes, azules como zafiros, me miraron fijamente; brillaban tanto como si estuvieran hechos de fuego. Una mano en llamas agarró el cuerpo hecho de sombras del haukr y yo sentí que me quemaba, me volvía cenizas, me deshacía en el aire.

Grité y perdí el rastro. Todo se tornó oscuro.

Cuando desperté, Aren me sujetaba en sus brazos y me miraba preocupado.

—¡¿Estás bien?!

—¿Qué ha pasado? —balbuceé con un terrible dolor de cabeza y envuelta en el savje azul de él.

—¡No lo sé! De pronto comenzaste a gritar que te quemabas, te sacudías y después te desmayaste.

Todavía sentía que me faltaba la respiración y el brazo derecho me ardía. Cuando lo vi tenía marcas de dedos en la piel, como si alguien me hubiese sujetado con guanteletes de acero al rojo vivo.

—Keysa está en un sitio lleno de magia de Morkes, un lugar tenebroso. —La preocupación me cerraba la garganta, quería encontrarla lo antes posible, rescatarla del horror que seguro estaba viviendo. Me incorporé y el savje de mi amigo se apagó—. Está encerrada con otras criaturas. No estoy segura si lo que vi era Skógarari. No debería haber un sitio así en una reserva protegida por la liga de Heirr, ¿no crees?

Aren había tomado una de mis alforjas y luego de rebuscar en ella, sacó un pequeño tarro con un ungüento.

—¿Qué es esto? —me preguntó mostrándome el tarro.

—Cera de abejas.

—Servirá —dijo él y comenzó a untarme la crema en la quemadura—. Nunca he escuchado que haya sitios llenos de magia oscura en Skogarari; en Skógarfors sí, pero no ahí.

A medida que extendía la cera sobre la piel escaldada, yo sentía alivio. Después me vendó el corte en el antebrazo.

—Tenemos que llegar a Skógarari cuanto antes —dije cada vez mas angustiada.

—Descansemos esta noche y mañana antes del alba partiremos de nuevo. Iré a pedir la cena. Y, Soriana... Por favor, ya no hagas más magia oscura.

No podía prometerle eso. Si Keysa no estuviera en peligro lo haría sin dudar, pero había morkenes involucrados. Tenía el presentimiento de que por fin ser lo que yo era tendría algún sentido.

Aren salió de la habitación y al poco tiempo regresó con nuestra cena. Sonreí al ver que era pescado.

—Pescado —dije con una ligera sonrisa.

—Siempre te ha gustado el pescado. Aquí tenían.

Me sorprendió que él recordara mis comidas favoritas. Mientras Aren colocaba los platos en la mesa me dediqué a observarlo, era un gran alivio que estuviera conmigo.

Comimos haciendo teorías de lo que podríamos hallar en Skógarari. La ansiedad me dominaba por momentos, al igual que el miedo de que fuera muy tarde para rescatar a Keysa.

—Creo que debemos descansar —dijo Aren luego de que yo repasara una vez más lo que había visto en la visión del haukr de sombras—, luces agotada.

—No quiero pasar por alto ningún detalle.

—No creo que lo hayas hecho, has dicho lo mismo varias veces.

—Lo siento—suspiré y me llevé la mano a la frente—, debo estarte aburriendo.

—No es eso, pero nada lograremos quedándonos despiertos toda la noche haciendo teorías, es mejor descansar. Mañana nos pondremos en marcha temprano.

Él tenía razón, empezaba a sentirme embotada. Parpadeé varias veces para aliviar el ardor de mis ojos. Me levanté de la mesa y dejé la pluma y el tintero, así como las anotaciones que había hecho. Aren quitó las colchas. Para mi sorpresa creó una pequeña esterilla en el suelo.

—¿Piensas dormir allí? —pregunté señalando la improvisada colchoneta hecha de savje—. La cama es grande, cabemos los dos.

Por más que su cercanía me perturbara, no lo dejaría dormir en el suelo.

—Soriana...—empezó a excusarse él.

—Soriana nada. Si no duermes en la cama conmigo, entonces también dormiré en el suelo.

Aren exhaló. Con un movimiento de su muñeca hizo desaparecer la esterilla y fue a sentarse al otro lado de la cama. Parecía no querer dormir conmigo, pero yo no lo dejaría pasar una noche incómoda,

—Fumaré un poco —dije levantándome para buscar la pipa—. Así evitaré las pesadillas y despertarte por la noche.

—Soriana.

—¿Sí? —giré con la alforja que tenía la pipa en la mano.

—Ven a dormir.

—No quiero molestar tu sueño.

—No lo harás. Ven.

Había algo irresistible en la voz de Aren, en la manera como me ordenó ir con él. Me mordí el labio inferior, dejé la pipa y fui a la cama. Cuando me metí bajo las sábanas, Aren me abrazó de manera tal que mi cabeza se apoyó en su pecho. Cerré los ojos escuchando el suave arrullo que eran los latidos acompasados de su corazón. El calor de su cuerpo me envolvía y reconfortaba. Sin desearlo, una lágrima se escapó de mis ojos. Aren me apretó más contra su cuerpo, con la mano libre me acariciaba el cabello, igual que había hecho la noche anterior. Poco a poco me quedé dormida.

Los dos días que siguieron no paramos sino lo necesario: comer, dormir, asearnos, vaciar la vejiga. Cabalgamos sin descanso hasta llegar a Skógarari donde tendríamos que enfrentar un nuevo obstáculo: ¿Cómo entrar en la reserva protegida por la liga de Heirr?

El bosque estaba vigilado por los cazadores. A Aren lo buscaban y yo no tenía idea de cuál sería mi situación en los registros de la liga. Fui apresada por ellos, pero Gerald era su líder en el norte, en consecuencia, no sabía si me encontraba libre de cargos o no. Como fuera, no podíamos correr riesgos, debíamos hallar una manera de entrar sin llamar la atención.

Entonces se me ocurrió un plan bastante arriesgado.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro