•Uno•

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

ּׄ▦᰷ᰰ૰ Play list: We had today by Rachel Portman.

╔═══════════════╗

Francia, 1965.

Recuerdo perfectamente nuestra juventud.

La acogida de las numerosas y diversas oleadas de inmigración a lo largo de los siglos había hecho de Francia un caso único en Europa. En ese entonces y actualmente, era el país europeo que más se asemejaba a lo que los estadounidenses llamaban «una nación de inmigrantes».
Mi padre era uno de ellos, conoció a mamá y así fue como yo terminé aquí.

Sin embargo, nuestra historia no comienza en este punto. Para contarla necesito partir a mis días como estudiante.

Había una chica, una hermosa chica.

Siempre con mínimo de maquillaje, pero utilizando sus labios de un color rojo intenso y un ligero descuido en el peinado, además de una increíble elegancia al vestir.
Sus ojos, muchos afirmaban que lucían como la avellana o el ámbar, otros los veían color verde dorado o marrón verdoso. Yo, simplemente podría describirlos como un hermoso ocaso, como dos luceros que irradiaban belleza, dos paginas abiertas, dónde al parpadear me cautivaban, me enamoraban aún más.
Si, era una chica hermosa, hermosa totalmente.

Todo el tiempo rodeada de gente, pero la mayor parte de ese tiempo, sintiéndose sola.
La observaba todo lo que podía esperando el momento perfecto para hablarle, pero aquel momento nunca llegó.

Su padre era el comandante en jefe en el ejército, así que, en definitiva no estaba a mi alcance, yo solo era un simple chico aspirante a pintor, hijo de un escultor poco reconocido y huérfano de madre, apenas podíamos ganarnos la vida, sin embargo me negaba a creer que lo nuestro era imposible. Quería imaginar que algún día ella y yo podríamos estar juntos.

Su nombre era Louisette Vasseur, pero todos la llamaban Louisa. Aún después de tanto tiempo me sigo preguntando el "porqué".

Como sea, concluimos el bachillerato sin siquiera haber cruzado palabra, y de su parte no se había hecho presente ni una sola mirada. Si alguien me lo preguntara, no, no me arrepiento de ello. Siempre había creído en el destino, que todo ya ha sido escrito desde tiempos memorables y probablemente si le hubiese hablado durante nuestro trayecto estudiantil, no se habría dado la oportunidad que abrió paso a nuestra relación.

Era un viernes por la noche, los chicos de nuestra edad acostumbraban a salir, divertirse y disfrutar totalmente de la juventud, a diferencia de ellos, yo no podía darme ese lujo. Recién había terminado un pequeño trabajo para ganarme unos cuantos francos, era bueno pintando, así que normalmente me pedían hacer retratos; algo cansado, decidí regresar a casa y dormir cuanto antes, en ningún momento paso por mi cabeza el hecho de podérmela encontrar. Estaba ahí, luciendo tan bella como siempre, su entrecejo estaba fruncido y sus labios formaban un ligero puchero, pues al parecer su auto no encendía. Dude un momento y me pregunté muchas veces si debía ir. Al final, juntando todo el valor, todo mi coraje, decidí que era momento de acercarme, y así lo hice.

—¿Puedo ayudarla?—le pregunté actuando algo tímido.

No voy a mentirles, tenerla frente a frente hacia que mis piernas temblaran y mi boca se secara, podía notar más a detalle sus facciones, su nariz respingada, su pálida piel, la cuál parecía frágil ante cualquier tacto, sus cejas tupidas de un marrón oscuro que no combinaban para nada con su aspecto adorable, incluso apenas me enteraba que un lunar se encontraba a la izquierda, pocos milímetros arriba de sus labios.

—Bueno, he intentado hacerlo encender, pero desgraciadamente no lo he conseguido—respondió preocupada y yo casi me desmayo por tan melodiosa voz.

Asentí ligeramente, pues me era imposible articular palabra, me acerque y abrí él capote, en ese momento comencé a rezarle a Dios para que me iluminara la mente y pudiese encontrar el motivo del fallo.

—¿Y bien? ¿Nota algo extraño?—cuestionó acercándose un poco más, aquello sólo me ponía más nervioso.

—¿Recientemente ha lavado su auto?—cuestioné sin poder mirarle a los ojos— Posiblemente el agua o la humedad invadió el sistema de encendido, provocando de alguna manera que el alto voltaje de las bobinas no llegue hasta los electrodos de la bujía—continúe tragando saliva en seco.

—¡Oh! Bueno, no lo recuerdo en realidad—respondió tomando su muñeca avergonzada—¿Tiene solución?

—Podemos secarlo con aire comprimido—contesté jugando con los dedos de mis manos—Pero, tendría que esperar hasta mañana.

—Es una pena—respondió aquella chica soltando un suspiró de frustración—Debía llegar a casa temprano.

—Si no es muy atrevido de mi parte, podría acompañarla hasta su hogar—me atreví a soltar, incluso hasta yo me sorprendí por tan repentino comentario.

—¿Perdón?—cuestionó Louisa mirándome atenta.

—Sólo, consideró que está muy oscuro como para que una dama camine sola a casa—contesté mirando la punta de mis zapatos.

Y así fue como sucedió, esa noche la acompañe hasta su residencia, al principio todo era silencio e incomodidad, pero al pasar de los minutos ya no podíamos dejar de hablar, podíamos decir cualquier cosa, balbucear cualquier tema, incluso había logrado sacar una que otra carcajada de su parte.
Ahí me di cuenta que además de gustarme por su hermosa personalidad y gran físico, me encantaba escucharla reír, su risa era contagiosa, ruidosa, un tanto grave, confesó que no le gustaba por ello, pero a mi me volvía loco.

Después de esa noche, Louisette me buscaba después del trabajo e íbamos a pasar la tarde juntos al parque de Launay, a veces llevaba consigo un canasto con comida para convertirlo en un día de campo, otros venía acompañada de libros y al momento de su lectura me dejaba hacerle compañía, disfrutaba de su silencio, me gustaba observarla mientras estaba concentrada, recostada sobre mi regazo, amaba cubrir su rostro del sol para evitar que su entrecejo se frunciese. Nos divertíamos.

Pasamos todo el resto del verano juntos.
Y a pesar de que nuestra relación solo era una de amistad, estaba conforme con ello, mientras la tuviese cerca nada más me importaba lo suficiente, hasta que...

—Mi padre está buscándome un esposo—soltó de pronto mientras caminábamos sobre el césped.

Frene en seco sin poder asimilar aún lo que mis oídos acababan de escuchar.
Ella hizo lo mismo, giró sobre sus pies para quedar al frente mío y llevó sus dos manos a su espalda, esquive su mirar.

—Quiere que me case con un capitán, o algún coronel—continúo soltando un fuerte suspiró.

—¿Y tú Louisa, que opinas al respecto?—pregunté con el pecho oprimido y mi sorpresa fue vasta cuando en su rostro una sonrisa se formó.

—A mi no me gustan los militares—contestó bajando la mirada avergonzada.

Traté de disimular la enorme sonrisa que se había formado, me aclaré la garganta y entonces, una vaga idea cruzo por mi cabeza.

—Entonces...—divague un momento—¿Por qué no te casas conmigo, Louisette?

Sus ojos se agrandaron por la sorpresa, y me maldije miles de veces por ser tan impulsivo.

—Es decir, yo, no tengo mucho que ofrecerte, apenas y consigo unos cuantos francos haciendo pinturas—hablé lo suficientemente nervioso y avergonzado como para verle a la cara—Tampoco vengo de buena familia, mi padre es un inmigrante asiático, mi madre como bien sabes, falleció y...

—Park...

—Estas acostumbrada a vivir rodeada de lujos, que seguramente yo no podré proporcionarte...

—Pero...

—Apenas terminé el bachillerato, y no sé si pueda estudiar la universidad, nuestras salidas serían realmente pobres, pero siento que...

—¡Vincent!—interrumpió divertida levantando un poco la voz—Aceptó—respondió dulcemente.

—¿Eh?—fue la única orden que mi cerebro le envió a mi boca para decir.

—Dije que aceptó casarme contigo—confirmó tomándome de las dos manos.

—¿Y tu padre?—cuestione eufórico, tratando de contener toda la emoción que yacía dentro de mi pecho, en ningún momento me había imaginado en esta situación.

—A mi padre no le corresponde esa decisión—menciono sonriéndome—El no elegirá al hombre que debo amar.

—Bien, casémonos—respondí conteniendo a este punto las lágrimas y seguramente ella también hacía lo posible—Pero lo haré correctamente Louisa, pediré tú mano a tú padre, haremos las cosas bien.

Después de dejarla frente a su puerta, regrese a casa con la emoción a flor de piel, sentía que flotaba, que soñaba. Mi cabeza no estaba presente en el planeta tierra, pues se había ido más haya...perdiéndose en algún rincón del universo infinito.
Cuando le compartí la noticia a mi padre, al principio no la tomó de la mejor manera, nos consideraba demasiado jóvenes e inexpertos para el compromiso, pero al verme tan dispuesto y feliz, no le quedó otra opción más que la de apoyar mi decisión y desearme lo mejor, prometió darnos su bendición y me brindó el anillo que él le dio a mamá cuando le pidió matrimonio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro