Epílogo

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Corea del Sur, Seúl. Diciembre 24, cinco años después. 11:55 pm.

Yeji movía las caderas de adelante hacia atrás, con las piernas de Lia en sus hombros, haciendo así sus embestidas más profundas y directas.

—F-falta poco, c-cariño —murmuró
dificultosamente.

—U-uh.

Fue lo único que logró decir. La excitación le consumía el cuerpo, sentía como la lujuria le recorría las venas haciéndola sentir aún más alta
que las mismas nubes. Se sentía como si pudiera volar por el espacio exterior. Muy loco.

La mayor bajó las piernas de Jisoo, ahora abriéndolas y las pequeñas manos de Lia tiraban del largo cabello de Yeji. Sabía que ella amaba que jalara de el.

—Aguanta un poco más —dijo en un gemido, acelerando sus movimientos.

No querían que esto acabe pero, se sentían cansadas. Estaban a punto de tener su tercer orgasmo de la noche, sin contar los de la tarde y mañana.

Se habían pasado el día compartiéndolo juntas. Los niños se quedaron en casa de la mamá de Yeji para que ellas pudieran disfrutar.

—Yeji voy a... —no logró terminar la oración, cuando gimió al momento de correrse.

—¡Jisoo! —gritó la de ojos felinos unos segundos después, viniéndose dentro de la más baja. Dejó caer su cabeza en el pecho desnudo de Lia.

—Para ser una vieja de 32 años sigues haciéndolo bien —bromeó Choi.

—No seas grosera, tú tampoco eres un jovencita que digamos —alzó la cabeza para mirarla.

—Me perdonas pero acabo de entrar a la etapa de los 30. Soy bastante joven aún.

—Sí, claro. Feliz cumpleaños, cariño. Feliz aniversario y Feliz, hmm —miró el reloj que descansaba en el buró a un costado de la cama—. Feliz navidad.

—Felicidades a ti también, amor.

Yeji río, acercándose a los labios de Lis para besarlos delicadamente. Se puso a un lado de ella y abrió sus brazos para que la menor entrara en ellos.

—Buenas noches, Yeye —susurró, besando su pecho.

—Buenas noches, bebé.

Minutos después de unas leves caricias al cabello de la castaña por parte de Yeji, se durmieron. Ya mañana limpiarían.

...

La mañana del 6 de enero, Lia se levantó muy temprano para prepararse ella misma y a sus pequeños para ir a la escuela. Hoy retomaban las clases después de unas merecidas vacaciones navideñas.

Entró a la habitación de los mellizos, los observó en la oscuridad. Los dos bultitos de mantas subían y bajaban pausadamente.

Se sentó primero en la cama de Ten, apartó su flequito y besó su frente, suavemente. El castañito se removió al sentir los fríos labios de su madre sobre su piel y abrió los ojitos lentamente.

—¿Mami? ¿Pasa algo? —preguntó con voz pausada, restregando sus ojos con los puños.

—No, bebé. Sólo que es hora de levantarse para ir a la escuela.

—¡Yo no quiero ir! —se escuchó un gritó agudo del otro lado de la habitación. El pequeño Noah había despertado, y no de buen humor.

—¿Por qué no, cariño? Hoy es tu primer día, los primeros días siempre hacen dibujos sobre las vacaciones y a ti te encanta dibujar.

Se paró de la cama de Ten para caminar a la del otro.

—Pero no me gusta ir —lloriqueó.

—Dime por qué, Noah.

—No me gusta p-por qué, por qué-

—A Noah no les gusta ir porque los niños se burlan de sus faldas y de su cabello. Pero mami, ya le dije que no haga caso, que yo puedo jugar con él —contestó Ten, retirando las mantas calientes de su pequeño cuerpo—. Iré a despertar a mamá Yeye.

Y salió corriendo por la puerta azul.

—¿Es eso verdad? —preguntó. Su pequeño hijo asintió—. ¿Por qué no me habías dicho?

—Me daba penita de que tu también te rieras de mi. Mami, no vayas a regañar a Ten, yo le pedí que no te dijera —solloza.

—Oh, mi bebé. Yo jamás me reiría de ti por algo así, y lo sabes. No me gusta verte así, amor.

Noah sollozó un poco más en los brazos de Jisoo hasta que Yeji entró por la puerta, con el cabello revuelto y los ojos hinchados por el sueño. Se veía bastante bien a las 7 de la mañana, recién levantada.

¿Acaso nunca se vería mal?, pensó Lia.

—¿Qué pasa aquí? —se sentó detrás de su esposa y beso suavemente su hombro—. Buenos días —susurró cerca de su oído.

—Noah no quiere ir a clases. Dice que sus compañeros de burlan de él.

—¡Mami! ¡No lo digas! —gritó el pobre infante. Tapó su cara con sus manitas y lloró más fuerte. 

—¿Por qué se burlan de ti, amor? —preguntó Yeji y Jisoo le explicó.

Hwang reaccionó mal, odiaba que hicieran sentir mal a sus bebés.

Ellas le dieron una corta plática a Noah sobre que no debía importarle lo que sus compañeros de clase digan, que lo mejor sería decirle a sus maestras o directamente a sus padres.

—Vamos, sé que eres valiente amor. Un niño muy valiente, ¿verdad?

—¡Sí! ¡Yo soy el más valiente de todos! ¡No le tengo miedo a las agujas y me tomo mi medicina solito! —acontestó con orgullo, alzando sus brazos. 

—Entonces, si eres muy valiente como dices; dejarás que tu madre te de un baño y después te vista para la escuela. ¿Verdad, mi pequeño valiente?

Asintió con la cabeza, yendo al baño donde se encontraba Ten, listo para una ducha.

Una hora después, Lia portaba su uniforme de trabajo igualmente que sus hijos.

Yeji peinada el cabello de Ten hacia un lado y Jisoo el de Noah en un rodete algo despeinado.

Ya con las mochilas en las espaldas y bien abrigados, salieron de casa para ir a la escuela. Los niños asistían a la misma donde la castaña trabajaba.

Tres años después de que los bebés nacieran, con los ahorros de Yeji y Lia, Yeji logró abrir un pequeño restauran llamado "Honey". El nombre iba en honor a que sus tres amores tenían los ojos de ese color. Las decoraciones variaban entre distintos tonos de amarillos y blanco. La mayor se sentía bastante orgullosa de ella mismo. Había logrado mucho en tan poco, aunque, cabe aclarara que sin el apoyo de su familia no habría sido posible. Se sentía bien, ella era la jefa y dueña de su horario. Eso le facilitaba todo por que podía trabajar y cuando quisiera llegaba a casa para pasar una tarde viendo películas con sus hijos y esposa.

—Te veo en unas horas —dijo la más alta una vez estacionada a las afueras del colegio.

—Adiós, te amo —se acercó un poco más al rostro de Yeji, besando sus labios.

—¡Ew! —se escuchó en la parte de atrás, donde estaba sus hijos sentados en sus sillas especiales.

—Ew sus horribles caras, mocosos —jugó con ellos, Yeji y los niños rieron a carcajadas.

...

Lia se encontraba sentada en una pequeña banca fuera de su salón. Pidió a su compañera de sala un momento para respirar.

La cabeza le martillaba fuertemente. Había devuelto por lo menos tres veces su pequeño desayuno que consistió en una ensalada de pollo con un poco de agua. No se aguantaba ni ella sola. Sentía que algún segundo su cuerpo caería como un costal de papas directo al suelo. Lo mejor sería llamarle a Yeji.

—¿Berry, qué pasa? —cuestionó algo preocupada, una vez contestado el teléfono.

Era raro que le hablara en horas de trabajo, sobretodo cuando tenía prohibido el uso de celulares en la escuela.

—¿Puedes venir por mi? Voy a pedir permiso, quiero ir al hospital.

—En diez estoy ahí.

Asintió, aún sabiendo que Yeji no la vería.

Ya sospechaba sobre lo que tenía pero hace dos semanas usó una prueba que resultó negativa. Cosa que la dejó muy triste, por cierto. 

Sus pequeños ya tenían 5 años, creía que ya era momento de agregar un miembro más a la familia Hwang-Choi. Nunca habló con Yeji sobre tener otro bebé, nunca había sido un tema de conversación en la cena o antes de ir a la cama. Jisoo pensaba que con sus dos bebés era suficientes, hasta hace dos semanas.

En verdad quería otro bebé, tanto que guardó todos los condones que Yeji se compró el mes pasado. La castaña no entendía como es que su esposa aún no notaba que tenían sexo sin condón. ¿Tan despistada era? Al parecer sí.

La mujer de cabello negro llegó justo a los diez minutos acordados. Lia habló con su directora, pidiendo permiso para poder ir al hospital.

Los nervios le carcomían todo el cuerpo, alma y mente. No quería pensar que esto es algo malo, estaba bastante segura de que era lo que creía. Tenía mucha ilusión de volver a tener a alguien dentro suyo -alguien que no sea Yeji por las noches-, de ser mimada por su esposa, de ver a otro bebé crecer y verlo en sus primeros pasos o cuando dijera su primera palabra.

Yeji y Jisoo disfrutaron y aún seguían disfrutando de sus dos retoños, ser madres las
había cambiado por completo. Ahora eran más comprensibles y un poco más delicadas con el trato, más Yeji, Lia ya era delicada desde que decidió entrar a la carrera de educación preescolar.

Todavía recuerda la vez que Chaeryeong y Yuna les dijeron que tendrían otro bebé. Se suponía que ellas compartían tiempo por su hija, lo cual no resultó ser así. Chaeryeong dijo que no podían aguantarse las ganas de verse y no hacer nada. Ahora tenían a la linda Ryujin y el hermoso Joohun. Su amiga Ryujin brincó de alegría al escuchar el nombre de la niña.

Ryujin... Ella seguía soltero, decía que seguía esperando a la indicada, que aún no llegaba esa persona que la hiciera suspirar y perder la cabeza.

Gracias a Dios Lia si contaba con esa persona.

En el hospital le hicieron muchas preguntas a Jisoo sobre su alimentación, sus síntomas y demás cosas. Yeji se quedó esperando en las bancas de afuera por pedido del doctor, aceptó no muy convenida.

La sentaron en una camilla, el doc necesitaba sacarle un poco de sangre para una pequeña prueba. El Dr. Park le dijo que ya tenía una sospecha de lo que era, pero que lo mejor sería estar seguros. También hicieron que orine en un pequeño bote transparente, querían que todo saliera bien.

—Es todo por ahora, puede ir con su esposa afuera un rato. ¿O quiere que ella entre aquí? —preguntó la enfermera, poniendo un algodón en su brazo.

—¿Podrías decirle que pase?

—Claro, en un momento.

Ella salió y segundos después entró Yeji corriendo.

—¿Estás bien? ¿Qué tienes? ¿Es malo? Jisoo, si es malo yo-

—Tranquila, el doctor no dice nada aún, tenemos que esperar.

—¿Entonces devuelvo el ataúd que compré? —río.

—No seas así. Todavía me queda mucho tiempo aquí para arruinar tu vida.

—¿Y si mejor arruinamos ésta habitación?

Se acercó a Lia y besó sus labios, la menor la
aceptó bastante bien.

—Lamento interrumpir su momento pasional pero, la señora Choi necesita esto —habló desde la puerta la misma enfermera de hace un rato.

—Hmm, gracias —Yeji agarró el boté de gelatina que la señora le ofrecía.

Explicó que como había devuelto todo su desayuno y como le habían sacado un poco de sangre, necesitaba tener algo en el estomago y tenía que ser ligero, para que no lo vomitara.

La pareja de agradeció a la mujer y salió nuevamente.

Estuvieron cerca de una hora esperando, estaban aburridas y la hora de salida de los niños estaba cerca. El doctor se tardaba mucho.

—Bueno, aquí están —se escuchó la voz grave y masculina.

Lia se sobresaltó, se quedó algo dormida y eso la
despertó.

—Todo está bien con usted señora, perfectamente bien.

—Entonces, ¿qué pasa? —Yeji acariciaba la espada de la Jisoo adormilada.

—Verá, con los síntomas de su esposa y las pruebas que tenemos ahora ya está todo claro, como dije antes todo está bien, no hay nada de que preocuparse señoras.

—Entonces...

—¡Felicidades, mamás! ¡Un nuevo bebé vendrá! —el doctor sonrió abiertamente—. Jisoo tiene tres semanas de embarazo.

Yeji golpeó su mano contra su frente. Lia chilló alegremente, abrazando a la otra por un costado.

Oh, no...

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