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Jungkook no era estúpido. Tal vez un poco iluso, pero aun así, ¿podía alguien culparlo por creer y esperar lo mejor de los demás? Era ese voto de confianza, que a veces le costaba caro, lo que conciliaba su lado humano con su lado animal. Una armonía que le costó conquistar tras vivir en un mundo que parece ocupado en odiarlo.

Como sea, él no es estupido. Descubrió quién era Seokjin enseguida. Y la verdad, o más bien, la confirmación a su espinosa sospecha, no hizo sino aterrarlo. Había oído historias espantosas de los cazadores de híbridos, dignas de contar en torno a una fogata de no ser porque se trataban de testimonios de sobrevivientes y no ficciones creadas para entretener y dar sustos tontos.

Pero tal vez es estúpido. Un poco. Lo suficiente para no huir despavorido entre los árboles y lejos, tan lejos, como pudiera de Seokjin. Porque, si este fuese tan cruel como aquellos que le arrebataron su libertad y luego a sus bebés, ya habría intentado entregarlo. Sin embargo, el humano actuaba con cautela a su alrededor, como si temiese espantarlo apenas por respirar alto.

Además, estaban las pesadillas. No suyas, sino las del ex cazador. Esto sí lo había asustado la primera vez que presenció aquello, al punto de levantarlo de la cama improvisada en el suelo y motivarlo a buscar puntos de escape. Podía recuperarse rápido, a una velocidad aun mayor que la media humana, pero no era un ser de combate. Lo suyo, por instinto y naturaleza, era la huida. No que lo considerara cobardía, pues entendía que el universo hizo a unos para la lucha y a otros para la fuga, y así estaba bien. Así debía ser.

Esa noche, tras oír los gritos acallados, quejidos de un tono tan angustiado y atormentado que erizaba la piel, no imaginó hallar tal escena viniendo del cuarto de Seokjin. Hasta ahí, con total sigilo, se había acercado a comprobar qué sucedía. Una curiosidad que contradecía su costado animal, una imprudencia incorregible, pero se vio espiando hacia la penumbra de la habitación. Notó, entonces, la figura sobre la cama retorciéndose bajo las mantas.

Y escuchó, ahora sí, el llanto inconsolable de Seokjin.

Le partió el corazón. Fue una sacudida tal a su alma que se vio cayendo sobre el marco de la puerta, buscando qué lo sostenga porque él era, además de escurridizo, noble y bondadoso, empático. Podía fácilmente ser conmovido por lo que a otro lo afectaba. Y esto sí no puede saber si es gracias a su naturaleza animal que lo vuelve ingenuo de a ratos, frío en otros, o si es su crianza humana. Lo que heredó de su madre y de su padre, humanos de enorme corazón que le enseñaron que aunque las circunstancias parecieran oscuras, siempre había puntos de luz por los que luchar.

Y si ellos lucharon por él, él tendría que luchar por otros cuando fuera su turno.

Por sus bebés, pensó. Por otros como él mantenidos en cautiverio. Y, sí, por un ex cazador arrepentido de los actos del pasado. Sabía que podía y con todo derecho reprocharle a este la falta de compasión cuando entregó a los suyos a torturas inimaginables. Pero, ¿cómo podría alguien cambiar si no se le permitía, sino se le brindaba un voto de fe? Por lo que, esa vez, si bien dejó a Seokjin llorar sus penas y sus miserias en soledad, todavía veló con este en la noche fría hasta el amanecer. Rezó que su decisión de perdonar al humano no fuese un error.

Y si lo era, pues salir vivo y aprender.








Nota:

Traje este pequeño extra, focalizado en la perspectiva de Jungkook, solo porque Sim², pese a tener una relación amor-odio con esta historia, me regaló este bellísimo edit.

Y, además, como estoy haciendo la parte dos, pues estoy en tono para escribir de estos personajes. Así que, nada, eso.

Gracias a Sim², y gracias a quien llegó hasta acá.

:)

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