Capítulo 19

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TW: knife play (juego con cuchillo).

El siguiente capítulo contiene "knife play", el cual es una práctica extrema dentro de lo que se denomina edgeplay ("juegos al límite", por los riesgos físicos o emocionales que conlleva para los participantes).



•••



La puerta del aula fue abierta.

Jimin no pudo evitar sentirse incómodo cuando la presencia de Jeon se dió a notar. Hace tiempo que Min se había separado de él, por lo cual Jeon no pudo verlos en alguna posición sugerente.

O eso creía él.

Porque cuando Jeon alternó su mirada de él hacia el profesor Min, algo pareció cambiar en el ambiente, haciéndolo de alguna forma pesado.

Era como... como si una extraña tensión floreciera en el lugar, aunque Jimin no sabía exactamente por qué, ni si realmente quería averiguarlo.

Min le devolvió la mirada y, a diferencia de Jungkook, parecía estar extremadamente tranquilo, como si aquellos orbes acusadores de Jeon sobre él no le afectaran en absoluto.

—Que sorpresa encontrarte aquí, Jimin —Jeon lo saludó con una cálida sonrisa—.  Mi clase inicia en cinco minutos, ¿no quisiste salir a despejarte un poco como tus compañeros?

—B-buenos días, profesor Jeon —Jimin se levantó de su asiento, haciendo una pequeña reverencia que claramente no era necesaria—. Yo estaba-

—El joven Park estaba hablando conmigo, Jeon —finalmente interrumpió Min, tomando su maletín del escritorio.

Jeon entrecerró los ojos.

—Ya veo, ¿interrumpí algo?

—Una charla acerca de sus notas, nada del otro mundo —dijo Min con una sonrisa que no fue correspondida por el psicólogo—. Tengo que irme a mi siguiente clase, nos vemos más tarde.

Jeon permaneció en silencio, con la mirada fija en algún punto vacío del aula hasta que finalmente la puerta se cerró. Jimin, por su parte, se dirigió a su asiento, sabiendo que sería inútil tratar de buscar a sus amigos a solo unos pocos minutos de que comenzara la siguiente clase.

—Jimin —exclamó el mayor mientras tomaba asiento en el escritorio, logrando llamar la atención del aludido quien le miraba expectante—. Lamento si es extraño, pero, ¿la plática con Min te incomodó?

El rubio enarcó una ceja, ¿incomodarle? ¿Min?

—Para nada —negó rápidamente, sonrojándose poco después debido a lo efusivo de su tono—. El profesor Min es agradable, muy amable.

—Agradable —repitió, asintiendo vagamente con la cabeza—. Jimin, ¿me permites darte un consejo?

—S-supongo.

—No confíes demasiado en las personas —golpeó sus dedos sobre el escritorio rítmicamente—. No todos... no todos están en la posición adecuada para ayudar a los demás, por más agradables que se muestren.

Jimin frunció el ceño. Sabía que Jungkook a veces podía decir cosas que no tenían mucho sentido para él, pero lo que acababa de recitar... realmente hizo eco en su cabeza.

—¿Por qué me dice eso?

—Me importas, Jimin —respondió casi de forma inmediata—. Espero que no suene extraño, pero desde que pisaste mi consultorio lo haces. Odiaría que alguien se aprovechara de ti.

Jimin boqueó, algo pareció hacer "clic" en su cabeza.

—¿Acaso está insinuando que el profesor Min-?

Antes de que pudiera plantear la pregunta que parecía estar a punto de llevar la conversación a un punto hostil, el sonido de un timbre interrumpió el momento. Jimin frunció los labios mientras los estudiantes comenzaban a llegar; realmente quería obtener respuestas.

Logró escuchar vagamente los cuchicheos de sus amigos cuestionándole por qué había decidido quedarse en el salón, pero no respondió. Su mente seguía atrapada en el consejo de Jeon, aunque más que un consejo, pareció ser una advertencia.

¿Por qué Jungkook se molestaría en advertirle sobre algo que no conocía?

Dios, todo era muy confuso para él.

Una pequeña vibración en el bolsillo izquierdo de su pantalón lo sobresaltó, con cuidado de no ser descubierto, sacó su teléfono y vislumbró un pequeño mensaje que hizo que su corazón latiera a una velocidad espeluznante.

Profesor Min:
Saliendo de clases quiero que vaya conmigo a mi departamento.

Y bueno, ¿quién era él para desobedecer a su profesor favorito?

[...]

Terminar en el departamento de Min se estaba haciendo costumbre y realmente no sabía decir si aquello era algo bueno o para preocuparse.

Es decir, por supuesto que amaba estar en un espacio solo con su profesor, pero por otra parte algo dentro de él le recriminaba que debía ser cuidadoso, pues no sabe de qué sería capaz su padre si por algún motivo se enterase de sus "visitas clandestinas".

Sus preocupaciones se disiparon en un instante cuando la puerta del departamento se abrió al segundo timbre. Su corazón latió desbocado al ver a su profesor recibiéndolo con una camisa que tenía algunos de sus botones sueltos, dejando al descubierto parte de su piel pálida. Jimin se sonrojó, incapaz de apartar la mirada.

Min guardó silencio y en su lugar dejó que sus acciones hablaran por él al apartarse y permitir que Jimin entrara al lugar que ambos conocían bien.

—¿Dónde puedo-? —antes de terminar aquella oración, Min tomó su mochila, dejándola con cuidado en algún sillón.

—Lamento haberle citado de esta forma tan repentina —dijo, mirando al menor por encima del hombro—. Pero lo que ocurrió después de clase me hizo reflexionar.

Jimin soltó un grito ahogado cuando su cuerpo fue jaloneado hacia el de Min de una forma posesiva pero delicada a la vez; su rostró comenzó a arder cuando se percató de que las manos de Min se deslizaron con lentitud por su espalda baja, acariciándolo con tanta suavidad que casi se rompía a llorar.

—Veamos qué tal van esas marcas... —susurró Min, más para el mismo que para Jimin.

Jimin se tensó cuando, en un rápido movimiento, la corbata y el saco de su uniforme desaparecieron de su cuerpo. A pesar de la sorpresa, no se alejó cuando los pálidos dedos de Min aflojaron uno por uno los botones de su camisa, lo suficiente como para que su compañero pudiera desplazarla hacia un lado y dejar al descubierto su cuello y parte del hombro.

El labio inferior de Jimin fue mordido mientras sentía el pulgar de Min tallar con cierta rudeza en su cuello, disipando el maquillaje y dejando al descubierto pequeñas marcas de dientes en tonos morados y verdosos.

Eran hermosas, pero Min decidió que no suficientes.

—¿Profesor? —le llamó con cierta timidez debido al abrumante silencio.

—Lo he estado pensando —dijo, separándose del menor después de apretar un poco sus caderas—. Usted me pidió que dejara de ver a la señorita Kim y he accedido.

Jimin enarcó una ceja, ¿eso qué tenía que ver con todo?

—Pero no eres justo, ángel.

—¿A qué se refiere?

—Si voy a darle algo, ¿no cree que sería justo si usted me da algo a cambio? —sonrió con malicia—. Así funcionan los tratos, ángel.

Jimin se dio cuenta de que su premonición de que no todo sería color de rosa había sido acertada. A pesar de eso, no se quejó, pues estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para hacer feliz a su profesor.

"Cualquier cosa" era una promesa peligrosa, una que debió meditar con más calma.

—¿Qué es lo que quiere de mí? —Jimin finalmente respondió, algo dubitativo—. Usted sabe que estoy dispuesto a darle lo que sea que me pida.

Chilló cuando los dedos de Min se aferraron a su mandíbula, apresándola.

—¿Estás realmente seguro, ángel? —las pupilas de Jimin se dilataron cuando sus rostros se acercaron lo suficiente como para compartir el mismo aire—. Lo que me interesa puede no ser algo sencillo.

—N-no me importa... quiero complacerlo, por favor —Jimin tomó la muñeca de Min sin la intención de alejarse de él, solo quería acariciarlo para darle confort—. Dígame qué es lo que quiere.

—Quiero marcarte —confesó de sopetón, provocando que el menor casi se ahogara con su saliva—. Y quiero hacerlo de verdad, de una forma que jamás podrás borrar.

—¿L-las mordidas no-?

—Solo son un medio para compensar lo que tengo en mente —alzó los hombros—. No podía abrumarte con todos mis planes en una sola noche.

Jimin como pudo asintió, creyendo estar comprendiendo.

—¿De pronto decidió que no era suficiente?

—"De pronto" no es algo correcto, ángel, llevo un tiempo pensándolo —ladeó la cabeza, analizando las expresiones del menor—. Pero no podía confesártelo hasta estar seguro.

—¿Seguro sobre qué cosa?

—Que quieres ser mío.

Jimin podría haberse sentido ofendido, pero en realidad no recordaba haber dicho explícitamente las palabras que darían inicio a algo más profundo, a una relación que superaba la línea delgada de "alumno-profesor" que de por si ya había sido profanada, aunque no completamente.

—Profesor yo...

Min abrazó el cuerpo de Jimin con fuerza, casi obligándolo a esconder su rostro entre su pecho.

—Necesito que me lo digas, ángel. Necesito que me dejes en claro lo mucho que quieres ser mío, solo así, solo para mí.

Jimin se sintió abrumado por la petición, pero al mismo tiempo comprendió que era necesario expresar sus sentimientos más ocultos abiertamente.

—Quiero ser suyo. Quiero estar con usted.

Después de prácticamente haber firmado su sentencia de muerte, Jimin se sintió un poco... confundido.

No sabe cómo, pero había llegado ahí, a aquel cuarto misterioso en el que había estado la noche anterior con Min. Miró alrededor, todo se encontraba exactamente como recordaba: paredes forradas con terciopelo negro, ese baúl extraño, una cama inmensa...

No pudo evitar estremecerse al recordar de forma fugaz los momentos que compartió con el mayor en ese lugar, pero al mismo tiempo, sentía una extraña sensación de excitación por estar allí nuevamente.

Jimin se sobresaltó cuando la puerta se cerró detrás de él, dejándolo a solas con su profesor. Min se acercó a él a pasos pequeños, lo que provocó que se sintiera cada vez más nervioso. Trató de mantener la calma y no mostrar su ansiedad, pero sus manos temblaban ligeramente.

—Hoy finalmente podré marcarte como deseo —dijo Min, golpeando su lengua contra su mejilla—. Debo advertírtelo, ángel, no me detendré por nada en el mundo ¿comprendes eso?

Jimin solo pudo asentir lentamente con la cabeza sin saber muy bien qué esperar. La mirada de su profesor le hizo temblar ligeramente, pero no se atrevió a apartar la vista.

—Bien, entonces comencemos.

Min dio otro paso al frente y enarcó una ceja cuando notó cómo el cuerpo de Jimin comenzó a temblar, aunque no con mucha insistencia.

—Desnúdate para mí, déjate solo en ropa interior y luego recuéstate en la cama —ordenó con la mirada fija en los ojos de Jimin.

La orden fue acatada casi de forma inmediata, para satisfacción del mayor.

Jimin era un manojo de nervios, desde su posición podía observar la fornida espalda del profesor quien parecía buscar algo con mucha insistencia en aquel baúl. Los recuerdos de aquella noche donde sacó una cuerda le hicieron estremecerse, pensando en que tal vez volverían a hacer uso de aquel objeto.

Pero estaba equivocado.

Cuando Min se acercó nuevamente a él no pudo evitar arquear una ceja. Gracias a la luz fue capaz de percibir que algo tintineaba, aunque no estaba seguro de qué era con certeza.

Sin embargo, sus ojos se abrieron de par en par cuando Min le mostró con una sonrisa casi infernal lo que escondía entre sus manos. Parecía un niño juguetón que presume con orgullo su mayor travesura.

—Esas son-

—Esposas —terminó la oración, volviendo su atención hacia el objeto que mostraba con mucho orgullo—. Son lindas, ¿no lo crees?

El objeto claramente era intimidante, su superficie de metal pulido brillaba con un brillo frío e inquietante y las cerraduras parecían desafiar cualquier intento de liberación, capaces de mantener cautivo a cualquiera que se atreviera a ser atrapado por ellas. La sola observación de estas podría hacer que incluso el más valiente se sintiera atrapado y vulnerable.

—Usted... ¿me las va a poner? —ante la sola idea Jimin se retorció un poco bajo la escrutinia mirada del mayor.

—Así es, ángel —respondió con total calma mientras se trepaba a la cama, para ser más exactos, arriba de Jimin—. ¿Qué pasa con esa mirada? ¿Es demasiado para ti, ángel?

—No sé, realmente... nunca he...

Min tomó las muñecas del joven y las juntó a su satisfacción.

—Hazte un favor y, por ahora, no supliques —le advirtió—. Guarda esa saliva para después.

Para su sorpresa Jimin no pareció oponérsele, permitiendo que su cuerpo fuera manejado a voluntad, una sonrisa curveó sus labios.

Dedicación, sumisión.

Park, para él, representaba todo eso.

Pero simplemente no era suficiente, necesitaba más.

Necesitaba acorralarlo, orillarlo a...

El corazón de Jimin latía con fuerza mientras un sonido metálico resonaba en la habitación. Un fuerte "clic" le erizó la piel de pies a cabeza y en un instante se dio cuenta de que estaba encadenado a la cabecera de la cama. La sensación del frío metal contra la sensible piel de sus muñecas le hizo hacer una mueca.

—Procura no moverte mucho, ángel —Min exclamó con una sonrisa irónica—. Podrías lastimarte.

Jimin se abstuvo de responder, prefiriendo observar en silencio las futuras acciones del mayor.

Los vellos de su cuerpo se erizaron cuando los dedos de Min se deslizaron sorpresivamente por su torso desnudo. El profesor parecía gozar al trazar cada línea de su piel con una deliciosa languidez, deleitándose en cada recoveco y curva de su cuerpo. Sus hábiles dedos recorrieron sus clavículas con una tortuosa delicadeza, delineando con una maestría impresionante las marcas de su dentadura.

Un jadeo de placer escapó de los labios de Jimin cuando los dedos de Min se deslizaron suavemente hacia sus pezones, acariciándolos con una destreza sin igual.

Con su pulgar, Min delineó con una suave caricia la areola antes de pellizcarlos con una intensidad justa, sin llegar a lastimarlo. Jimin se dejó llevar por la deliciosa sensación, sintiendo cómo el deseo crecía dentro de él con cada toque de su amante.

"Amante".

Quizá era muy pronto (y atrevido) para llamarlo así.

—Realmente disfrutas de ser estimulado en esta zona, eh —Min se rió—. Veo que estás muy emocionado, ángel.

Jimin se sonrojó intensamente al entender la insinuación. Bajó tímidamente la mirada y sus ojos se posaron en un sugerente bulto que destacaba debajo de su ropa interior; una mezcla de vergüenza y excitación se apoderó de él, su cuerpo parecía reaccionar muy bien ante los estímulos del mayor.

—Me gusta ser tocado por usted... —musitó, mordiéndose la lengua poco después por lo que acababa de decir.

—Después de que termine contigo espero que sigas pensando lo mismo.

Un quejido escapó de los labios de Jimin cuando Min se alejó de la cama, dejándolo anhelante de más.

Parecía que el mayor aún tenía otras sorpresas guardadas y la expectativa hizo que la emoción se intensificara. Pero cuando notó la ya conocida tela azabache, Jimin se removió inquieto en la cama, realmente no quería ser privado de su vista pero Min parecía tener una fijación con eso.

No obstante, no ofreció ninguna resistencia cuando Min deslizó la tela sobre su rostro para anudarla detrás de su cabeza, encargándose de que estuviera bien ajustada.

—Tan hermoso, tan sumiso... solo para mí, ¿verdad ángel? —halagó el mayor, inflando su pecho con orgullo.

—Sí, solo para usted —Jimin mordió su labio inferior, no podía verlo, pero sabía que el contrario estaba sonriendo.

Jimin retuvo un suspiro cuando sintió la cama hundirse bajo el peso de Min acercándose a él. Sin perder tiempo, el mayor se acercó a sus pies y tomó sus tobillos, abriendo sus piernas con descaro y deslizándose entre ellas con una intensidad que lo dejó sin aliento.

Con un movimiento suave Min levantó una de las piernas de Jimin, dejando al descubierto su muslo. La mano libre acarició la piel con parsimonia, disfrutando de la sensación de esta bajo sus dedos.

Sin poder evitarlo, Min se agachó, sus labios hambrientos buscando la piel carnosa y suave del muslo de Jimin. Con habilidad comenzó a dejar un rastro de besos húmedos y mordidas lascivas a lo largo de la zona, provocando gemidos suaves y jadeos entrecortados en el menor.

Hizo lo mismo con el muslo contrario y Jimin no pudo contener su respiración agitada mientras Min exploraba cada centímetro de él con su lengua. El mayor se detuvo por un momento para admirar su obra, una risa ronca y sensual resonó en la habitación al ver el pecho de Jimin subir y bajar con desenfreno.

—P-profesor...

El llamado no hizo ningún efecto en Min, sabía lo que el menor quería (más contacto) y por supuesto que se lo daría, pero no de la forma en la que espera.

—Ángel, necesito que te mantengas lo más quieto posible —dijo Min, removiéndose un poco para alcanzar algo—. Es decir, puedes moverte si quieres, pero en tu lugar no haría eso.

—Está bien —aceptó la sugerencia, aunque no estaba seguro de si podría cumplirla.

Sintió a Min acariciar sus muslos una última vez.

—Lucirán tan bien...

Jimin sintió su corazón detenerse por un instante antes de latir con fuerza en su pecho, bombeando sangre a un ritmo ridículo. Movió sus muñecas, haciendo que las esposas emitieran un sonido metálico contra la madera de la cabecera de la cama.

Había sentido algo frío, algo que le hizo estremecerse por completo.

La punta de una cuchilla.

Min deslizó el filo por la parte interna de los muslos de Jimin, acariciando su piel sin llegar a lastimarlo realmente. El roce superficial le provocó una sensación extraña, Jimin volvió a removerse para detenerse de forma abrupta cuando el filo se hundió un poco en su piel.

Abrió la boca, pero el aire no llegó a sus pulmones. Su respiración se volvió entrecortada y el corazón le latía a mil por hora. La sensación de peligro se apoderó de él y su mente se nubló ante el temor de que el filo pudiera cortar más allá de la superficie de la piel.

¿Lo comprendes ahora, ángel? —cuestionó con una sonrisa casi macabra, consciente de que no obtendría respuesta—. Sé un buen chico y haz todo el ruido que quieras para mí.

Antes de que pudiera emitir alguna palabra, Jimin soltó un grito agudo de dolor y su cuerpo se arqueó en la cama en un intento desesperado por escapar.

Min había clavado el filo de la cuchilla sobre su piel, hundiéndola en esta cruelmente.

Un intenso calor recorrió la zona, como si la piel de su muslo se estuviera deshaciendo bajo el filo de la cuchilla. Su boca se abrió en un grito silencioso, ahogado por la opresión de su garganta. Las lágrimas brotaron de sus ojos, mezclándose con el sudor que recorría su rostro, empapando la tela que cubría sus ojos.

—Ah... —gimió de forma ahogada—. D-deténgase, por favor...

Volvió a arquearse cuando Min movió la cuchilla, trazando algo como si la carne fuese un pedazo de papel.

—Y-Yoongi no, ¡basta!

—Más, ruégame más... —dijo con un jadeo ronco.

Las súplicas de Jimin se detuvieron, siendo vagamente consciente de cuando la cuchilla salió de su piel. Lloriqueó al escuchar la tela rasgarse, Min la había partido a la mitad con el objeto filoso.

—Mira, ángel, lo hice solo para ti.

Los ojos cristalizados en lágrimas de Jimin se abrieron en demasía al notar un rastro de sangre que iba desde su muslo hasta perderse en el atisbo de un charco. Sollozó al ver la marca en su muslo, una "M" estaba ahí, claramente visible, como si fuera un sello grabado a fuego en su piel.

Se sintió vulnerable, expuesto, como si su cuerpo ya no le perteneciera.

Nada lejos de la realidad.

Jimin jadeó cuando el cuchillo fue acercado a su rostro, lo suficiente para notar su propia sangre escurrir de este mientras algunas gotas caían sobre su pecho.

—¿Ves esto, ángel? —dijo Min con una voz cálida y seductora—. Este fue mi pincel y tú mi hermoso lienzo.

Jimin tembló al escuchar esas palabras, el miedo comenzaba a mezclarse con la excitación mientras seguía observando anonado la punta del cuchillo.

Yoongi... —lloriqueó, sintiendo un escurrimiento en su nariz que pudo haber sido vergonzoso si tan solo le hubiese importado—. ¿Qué me hiciste...?

—Te hice de mi propiedad, aunque no completamente —respondió con simpleza a sabiendas de que el menor no se refería a eso—. Hice un desastre de ti, uno que pienso ordenar adecuadamente.

—No... te entiendo... —tragó saliva con dificultad, era difícil concentrarse cuando la herida sobre su muslo seguía quemando.

Min se inclinó, dejando caer casi todo su peso sobre el cuerpo de Jimin, cubriéndolo completamente. Amaba lo pequeño que era, lo accesible que podía ser.

—Aún no he acabado contigo, ángel —susurró de forma intimidante—. Nuestro juego solo acaba de empezar.

Jimin gimió cuando sintió el filo de la cuchilla deslizarse sobre una de sus mejillas, pintándola con su sangre, deteniéndose en la comisura de sus labios.

—Lámelo —ordenó, impaciente—. Prueba tu sangre.

Jimin separó sus labios, sacando su lengua y deslizándola por la superficie fría. Dejó escapar un gemido gutural cuando el sabor metálico se apoderó de su boca.

Era una sensación extraña, pero placentera. Su lengua seguía explorando la hoja del cuchillo, lamiendo las gotas que caían sobre ella y mezclándolas con su saliva. El sabor le resultaba casi adictivo y se sorprendió a sí mismo por desear probar más.

—¿Y bien? —Min sonrió.

—Quiero... más...

***

Después de esto es hora de un pequeño hiatus. 👻

¿Qué les pareció este capítulo? Desahóguense si lo necesitan, yo lxs leo. 🙏🏻

Cuídense mucho. 💖

—Cherry. 🍒

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