Capítulo 20

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

« Las sombras de ese día te
perseguirán por siempre. »

•••

Las palabras poseían dos cosas: peso y poder.

Una simple frase podía ser tan pesada como para romper cualquier barrera de una persona y, al mismo tiempo, tener el poder para destruirla por completo.

Nadie era más consciente de ello que Min.

—¿Y bien?

—Quiero... más...

Sus ojos se deslizaron por el rostro del joven bajo su dominio: un hilillo de saliva serpenteaba desde la comisura de sus labios hasta desaparecer en el hueco de su cuello; una delicada línea de sangre trazaba un sendero en su mejilla, producto del roce de su afilado cuchillo apenas unos minutos atrás.

Y sus ojos... bello infierno.

Las profundas cuencas brillaban con una mirada cristalizada, eclipsada por el destello de una cascada de lágrimas, ¿serán por el dolor? ¿placer? No estaba seguro y sin embargo no pudo evitar sonreír triunfante al ver su propia imagen reflejada en esos ojos.

Park lo estaba viendo a él, solamente a él.

El menor pareció decir algo o bien, Min creyó haber escuchado algún murmullo, pero no pudo importarle demasiado cuando se encontró a si mismo entre las piernas del menor, admirando con repleta devoción aquella "M" pintada de rojo, marca que se encontraba muy cerca de la entrepierna de Park.

No lo pensó demasiado, deslizó su cálida lengua por aquella herida, disfrutando del sabor metálico tan característico de la sangre. Con la punta de su sinhueso delineó la sombra de la herida, no pudo evitar sonreír con descaro cuando el cuerpo de Park se removió, provocando que las esposas chocaran nuevamente contra la cabecera.

Si el menor quería apartarse, definitivamente no lo dejaría.

—Duele...

Min detuvo sus lamidas, pero no se apartó de su escondite. En cambio, levantó su cabeza hasta que su mirada pudo encontrarse con la de Park haciendo que se ruborizara, probablemente estaba avergonzado por la posición en la que se encontraban.

—¿El qué? ¿Tu herida?

Park negó, respirando entrecortado.

—No me refiero a eso... —dijo en un hilo de voz mientras mordía su labio inferior, dubitativo—. M-me duele en... ya sabe...

El profesor sonrió, creyendo haber entendido.

Deslizó sus grandes manos entre la carnosa piel de los muslos ajenos, subiendo y bajando, provocándole al contrario un agradable cosquilleo. Sus dedos se hundieron en la tersa carne, maravillándose al verla palidecer bajo su tacto experto.

Sin previo aviso, sus caricias ascendieron hasta toparse con aquella ropa interior de color gris donde el bulto de una erección era claramente visible al igual que una mancha de líquido preseminal que, por supuesto, no pudo pasar desapercibida. Era algo tan cómico como tierno.

—Y-Yoongi —Park le llamó, un tanto asustado cuando el profesor comenzó a retirarle la molesta prenda restante—. ¡Ah!

El pequeño cuerpo del rubio se sobresaltó bruscamente, su profesor le había dado una fuerte palmada justo donde se encontraba la herida, arrancándole unas cuantas lágrimas.

—No recuerdo haberte dado permiso para llamarme por mi nombre, ángel —dijo, siendo autoritario pero al mismo tiempo sonando divertido—. ¿Debería también darte una clase de modales?

Aprovechó el momento de confusión en el menor para terminar de quitarle la ropa interior en un rápido movimiento. Min retuvo un jadeo, la desnudez de Park se alzaba majestuosamente ante sus ojos y si bien no era la primera vez que tenía la dicha de observarlo, en esta ocasión todo se sentía tan diferente.

El cuerpo del muchacho era una obra maestra, una sinfonía de seducción hecha de carne y hueso. Cada lunar resplandecía como una estrella, sus curvas exquisitas se contorneaban con un encanto irresistible, sensual. Cada milímetro desnudo desprendía un magnetismo abrumador, uno que Min apenas podía comprender que existiera.

La mejor parte se encontraba más abajo: una virilidad con el glande rosado y longitud firme que se apoyaba sobre el suave vientre del menor, Min podía apostar lo que fuera a que esa erección anhelaba ser atendida. Sus ojos destellaron fugazmente al notar un líquido escurrir por la uretra de su "ángel".

Y de pronto en él nació una nueva necesidad, un deseo egoísta que claramente no se prohibiría.

Si el destino quería que tomara entre sus manos una de las primeras veces del muchacho, ¿quién era él para oponerse?

—Quiero que observes lo que haré, no apartes tu vista de mí —demandó, aunque en el fondo sabía que de todos modos el menor lo hubiese hecho.

Deslizó su cuerpo hacia atrás, permitiéndose acomodarse nuevamente entre las piernas del menor. El rostro de Min quedó a una escasa distancia del miembro de Park, desencadenando un torrente de escalofríos en él cuando su suave aliento acarició la zona más sensitiva del rubio.

—Mmh, profesor... —Park gimió cuando, de pronto, los largos y firmes dedos del aludido acariciaron con suavidad tortuosa su pene, provocándole cosquilleos.

—Sí... quiero que te limites a sentir —dijo en un hilo de voz, ahora rodeando la erección completamente con su mano.

Min comenzó un suave movimiento de arriba hacia abajo, mordiendo su labio inferior mientras escuchaba los jadeos del menor, los cuales poco a poco escalaban a gemidos más agudos.

Una sonrisa de satisfacción adornó su rostro cuando se percató de cómo su ángel luchaba por sostenerle la mirada, Park trataba desesperadamente de no cerrar los ojos ante el placer.

De pronto, detuvo sus caricias completamente, recibiendo un quejido desesperado en respuesta. Min no le permitió reprochar, dándole un guiño travieso al menor quien comprendió perfectamente lo que estaba apunto de hacer.

—E-espere... —trató de detenerlo, pero ya era tarde.

Min abrió su boca, liberando su lengua la cual deslizó por el falo erguido del rubio. Sin dejar de observarlo, engulló su glande, acariciándolo con lentitud mientras el sabor del presemen se impregnaba en su sinhueso. Park arqueó la espalda, despegándola completamente del colchón.

—D-deténgase, ah...

Min gruñó. El menor no lo sabía (tal vez), pero con cada movimiento brusco que hacía su pene llegaba más profundo dentro de su boca, aunque realmente no era una sensación desagradable. El mayor ahuecó sus mejillas, permitiéndose succionar y lamer como si estuviera degustando el más exquisito dulce del mundo, llenando la habitación con sonidos acuosos y lascivos, creando una melodía adictiva en compañía de los gemidos del rubio.

—Ah... así... —Park logró decir entre lloriqueos y gemidos lastimeros.

El sonido de las esposas chocando contra la cabecera de la cama cada vez se hacía más constante, Min decidió que era lógico debido a lo ridículamente sensible que era el cuerpo del chico.

Cuando supo que estaba a punto de liberarse en su boca, se alejó completamente del pene de Park.

—N-no, no pares —gimoteó, una lágrima pareció rodar por su mejilla.

Min no pudo evitar soltar una carcajada al ver al más joven retorcerse bajo su mirada, buscando desesperadamente cualquier tipo de contacto.

—Dándole órdenes a tu superior. Que descarado eres, ángel.

Park frunció el entrecejo, realmente no tenía ánimos para seguir ningún protocolo.

—Profesor, p-por favor, tóqueme...

Min hizo una mueca divertida ante la súplica, amaba esas reacciones.

Una idea cruzó por su mente.

—Si quiere que lo toque, convénzame.

Park pestañeó, suspirando.

—¿C-cómo puedo hacerlo?

El mayor alzó los hombros, aún sonriente.

—Piense en algo.

Min no esperaba muchas cosas, quizá habrían más súplicas o algún lloriqueo.

Pero definitivamente aquel chiquillo era una caja de sorpresas.

Su cuerpo se tensó cuando sintió algo acariciarle la entrepierna por encima del pantalón.

Miró hacia abajo: el menor había levantado una de sus piernas (la cual se encontraba temblando) a la altura de su pene, con los dedos de su pie estaba acariciándole lentamente, siendo apenas un perceptible roce. Cuando pareció tomar confianza, las caricias se hicieron más constantes y profundas. El azabache no tiene idea de cómo, pero Park se encontraba jugueteando con la bragueta de su pantalón, como si se creyera capaz de bajarla con solo los dedos de su pie.

—P-profesor... —Park le llamó con una voz que no debería haber sonado tan sensual—. Tóqueme, lo necesito.

Min apretó la quijada con firmeza, deteniendo los ágiles movimientos del menor al sujetarlo por el tobillo. Contrario a lo que esperaría Park, el mayor depositó un suave beso en el dorso de su pie, provocándole un rubor fugaz en las mejillas.

—Aprecio el intento, ángel, pero debes recordar que no soy un adolescente. No me pondré duro ni cederé solo por unas cuantas caricias.

El menor pareció meditar aquellas palabras en silencio.

—¿Quiere... quiere marcarme nuevamente? ¿Es eso?

«Chico listo» pensó.

—¿Me permites?

Park gimió, abriendo todavía más y de forma descarada sus piernas, dejando a la vista el obsceno panorama de su pene adolorido y una pequeña entrada sin dilatar.

—Márqueme, muérdame, yo... s-soy suyo.

La voz del chico había flaqueado un poco, ¿era miedo? ¿duda? No estaba seguro, tampoco se dedicó a meditarlo demasiado cuando tomó nuevamente el cuchillo que había quedado en el olvido hasta ese momento.

Como si fuese un tigre decidido a devorarse a su presa, se acercó lentamente al rostro del chico, deslizando con cautela el filo del cuchillo durante el proceso sin llegar a raspar la piel. Ninguno pudo apartar la vista del otro, ambos completamente perdidos en el momento, en las sensaciones tan contradictorias que los envolvían.

—Tienes unos ojos hermosos —Min halagó de forma espontánea.

—¿Lo son?

—Sí, mucho —ladeó la cabeza, analizando aquellas iris destellantes—. ¿Sabes cómo lucirían mejor?

Park solo pudo murmurar un tierno "no" mientras tragaba saliva con dificultad. Min deslizó el brazo que sostenía el cuchillo hasta que quedó a la altura del rostro del menor.

—Lucirían mejor en mi repisa, dentro de una caja de cristal —jugueteó con el objeto punzocortante a una distancia considerable de los ojos del más joven quien observaba sus movimientos embelesado—. ¿Lo puedes imaginar? Yo, dejando caer este cuchillo ahora mismo, clavándolo en las cuencas de tus ojos, arrancándotelos cruelmente.

El (ya familiar) sonido de las esposas le hizo comprender que el menor no estaba de acuerdo con esa idea.

—Ups —dijo con total calma mientras soltaba el cuchillo.

—¡Ah!

Park gritó, cerrando con fuerza sus ojos mientras giraba la cabeza hacia algún lado. Min simplemente se carcajeó, por supuesto que había agarrado el objeto antes de que impactara contra el rostro del menor.

—Eres tan divertido, ángel susurró, dejando el cuchillo a un lado para acercarse al cuello del menor el cual había quedado al descubierto.

Min dejó una pequeña mordida en la zona antes de salir de su escondite y comenzar a lamer las lágrimas que escurrían por las mejillas completamente sonrojadas de Park al igual que el rastro de sangre que ya llevaba un tiempo ahí. Sus manos se dedicaron a acariciar el cuerpo del rubio, permitiéndose pellizcar la piel a su antojo, dejando la sombra de sus dedos en el proceso.

—Ah... p-profesor —Park gimoteó, removiéndose bajo el cuerpo del mayor de forma inquieta e insistente. Sus piernas rodearon las caderas de Min, acercándole lo más posible a él.

Un adorable gruñido salió de los labios del chico cuando Min decidió darle un ligero pero firme azote, estrujando ese glúteo poco después. Aquella era una zona que no había explorado muy bien y no estaba en sus planes hacerlo. Por ahora.

Se apartó del cuerpo del joven, deslizando nuevamente su mano hacia su pene completamente duro.

—T-tóqueme, mmh, p-por favor —lloriqueó, levantando sus caderas para lograr un poco de fricción.

¿Cómo iba a negarse ante esa carita destrozada?

Envolvió el pene de Park y comenzó nuevamente con el lento pero placentero vaivén. Min disfrutaba ver el rostro de su alumno completamente desfigurado por el placer: sus ojos luchaban por mantenerse abiertos, pero fallaban considerablemente; la saliva escurría a cántaros de sus lindos labios, los cuales recitaban aquella melodía capaz de despertar la envidia hasta en el mismísimo Beethoven.

—S-suélteme, d-déjeme tocarlo... —bramó de forma desesperada, casi pataleando—. N-no quiero llegar al orgasmo s-sin tocarlo, por favor...

Sin saber exactamente por qué, Min obedeció al instante.

Rápidamente liberó sus muñecas de las esposas y por un momento pensó que el menor preferiría estirarlas un poco ya que sus brazos tal vez estarían adormecidos, pero se equivocó.

Cuando fue liberado, el menor rápidamente se abalanzó contra él, aferrándose a su espalda como si fuese una especie de salvavidas.

No esperó ninguna indicación, con una mano mantenía al chico cerca sujetándolo por la cintura mientras que con la otra le daba placer, recibiendo como recompensa suaves gemidos, jadeos rotos y gruñidos en su oído.

—¡O-oh! Mmm, sí, así...

Min jadeó al sentir cómo el menor arañaba su espalda por encima de la tela de su camisa.

—A partir de hoy nadie más que yo podrá tocarte de esta forma, ¿entendiste? —susurró con voz ronca en el oído del rubio mientras daba ligeros apretones en su cálido falo, jugueteando con el líquido preseminal que lo envolvía—. Ni siquiera tú podrás hacerlo a menos que te indique lo contrario.

Al no haber respuesta Min decidió colocar su pulgar en la uretra, impidiéndole el orgasmo como una reprimenda.

—¿Quedó claro?

—S-sí, mmm, s-solo usted —su cuerpo comenzó a temblar furiosamente, estaba tan cerca—. ¡N-no pare! Ah...

Después de eso, Park finalmente logró su tan ansiado orgasmo, ensuciando la mano de su profesor al igual que la camisa que portaba.

—Chico travieso —Min exclamó divertido al ver la cantidad de semen, pero al parecer el menor no lo escuchó.

Y al verlo tan ido comenzó a pensar que quizás fue un poco brusco con él, solo un poco.

Las manos de Park al igual que sus piernas cayeron lentamente a sus costados, dejando en libertad al profesor quien salió de la cama para limpiarse la corrida del menor. Afortunadamente siempre contaba con toallitas húmedas en la habitación.

Cuando apenas iba hacia la puerta para ir por su botiquín para limpiar y tratar la herida que su cuchillo dejó, Park lo detuvo.

—N-no se vaya... —susurró con la voz ronca.

—Tengo que ir por-

—Hágalo mañana, por favor no me deje solo...

—Park —advirtió, pero el tono autoritario no pareció funcionar.

—No me importa, por favor.

Suspirando, Min regresó a la cama (no sin antes apagar la luz), sentándose en el espacio que el menor dejó libre para él.

—Estás consciente de que tienes algunas heridas sangrando, ¿verdad?

—Ya no es tanto, no moriré.

—Solo saldré un momento, de verdad neces-

Antes de poder seguir con aquella discusión que parecía no llevar a ningún lado, Min sintió un peso sobre su regazo.

Park había recargado su cabeza, acurrucándose ahí sin permiso alguno.

—Quédese... —murmuró, cerrando los ojos.

—¿Park? —le llamó, pero solo obtuvo un suave ronquido por respuesta.

Se había quedado dormido.

Min suspiró, mirando hacia el techo de la habitación. Por más que quisiera decir que aquella posición le incomodaba, la verdad era que no. No estaba incómodo o molesto en lo absoluto.

Con cautela se quitó la camisa y tratando de no despertar al menor la botó en algún lado de la habitación. El profesor logró acomodarlos a su satisfacción, primero quiso apartarse del cuerpo del chiquillo pero este parecía aferrado a la idea de no soltarlo, en fin, Min logró acostarse con la cabeza del menor sobre su pecho mientras una de sus piernas lo rodeaba.

No pudo evitar mirar el rostro de Park, lucía tan tranquilo mientras dormía, tan... indefenso.

Realmente parecía un ángel.

Sin pensarlo mucho dirigió una de sus manos hasta su carita, acariciando suavemente sus mejillas y apartando algunos rizos húmedos de su frente. Su mirada vagó por todo el rostro, deteniéndose considerablemente en sus labios.

Entrecerró los ojos mientras su pulgar los acariciaba, realmente se sentían suaves y cálidos al tacto.

—Tal vez...



***

Se suponía que tardaría más en actualizar pero no me aguanté, upsi.

Como se habrán dado cuenta todo fue narrado desde el punto de vista de Min; traté de que se notara una diferencia en la narración, espero haberlo logrado aunque sea un poco _.

Cuídense mucho y espero que estén disfrutando esta extraña historia.

¡Hasta la próxima actualización!

—Cherry. 🍒

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro