CAPÍTULO 4: HOYO DE LA TRANQUILIDAD

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En medio de su caminata, evitaba a toda costa tener que meterse en la conversación a mena que la dama mantenía con Yaám. Sus oídos no podían omitir el sonido de su risa —no contagiosa—, le causaba más estrés de lo habitual. Tomó otro sorbo del té que la joven preparó antes de partir, extendiendo un poco para Lev. El único ser vivo con el que podía compartir.

—Gemma. —La melodiosa voz del pelinegro hizo que cortará la distancia. Algo no se hallaba bien en ella, y en los alrededores.

Era el sonido de un silbido que se incrustaba en su oído, en su interior pedía a gritos que se detuviese. Algo no estaba bien, ni en la zona, ni en su ser.

—Gemma, ¿estás bien?

Ella se ha percatado que había sido parte de su imaginación, se giró por impulso notando a la joven con el bebé en brazos mientras su piel morena palidecía. Gemma evitó alarmarse, se ha mostrado firme en todo el proceso, flaquear ahora sería una pésima opción.

—¿Gemma? —sintió la palma del menor en su cintura, haciéndola entrar en razón.

—Tengo frío...—El rostro de Yaám se tornó preocupante, analizando a su alrededor. El ambiente era más que nada caluroso—. Mucho a decir verdad...—El gobernador murmuró:

—Abre la boca.

Obedeció. Reviso cada sitio de esta, notando que todo estaba en perfecto estado. Observó una vez sus ojos, antes de partir el color oscuro era notorio, ahora parece estar desvaneciéndose. No sabe si temer por ello, o sentirse feliz de que ha dominado por completo esa parte de la posesión.

—¿Me permiten? —preguntó la mujer con inquietud.

Gemma no se iba a negar, estaba perdiendo fuerzas, esto no era para nada común. Yaám tomó al bebé segundos después, Grettel titubeó.

—¿Es normal que ustedes los recipientes se enfermen? —Esta vez cuestionaba al gobernador, quien negó. No hay posibilidad de que uno de ellos pueda contagiarse, o poseer algún malestar.

—¿Qué?, ¿ahora estoy enferma? —comentó Gemma. Grettel tocó su frente, mentiría si dijese que de aquí a unas horas se le pasaría—. Yaám...—miró al joven esperando una respuesta, él no era experto, Grettel sí, por ende, tomaría una decisión basada en alguien que conoce más del tema que él.

—Sé que deseas llegar a la hora acordada, pero, hay cosas que se escapan de nuestras manos.

A pesar de que él sentía dudas con respecto al cuerpo de Gemma, prefiere guardarse para lo que pueda suceder, seguía herido, y esforzarse sin una mano derecha, los pondría en riesgo.

Gemma a pesar de ser lo más cautelosa que puede, no logra evitar ese malestar que lleva siguiéndoles desde que salieron de la zona más sublime del bosque. La de cabellos rojizos observó al joven una vez más presionando su muñeca, y abriendo sus ojos de par en par, Yaám permaneció estático con el bebé en brazos. Ella maldijo, y en un pestañear lanzó al gobernador junto al crío, extendiendo un arco de protección para ellos.

Grettel se sujetó de su brazo ocultando parte de su cuerpo detrás de la joven. Gemma golpeaba los costados de su cara, quería efectuar reaccionar ese maldito ojo que le hacía ver con mayor facilidad los corazones de los diablos que podría encontrarse en el camino.

—S-señorita Gemma...—La chica tiritaba a sus espaldas sin darle chance alguno de moverse.

Yaám estaba hasta la mierda de que Gemma lo eche fuera del campo de batalla, es poco posible que en su estado se involucre en una pelea con algún diablo. Los demonios no parecen estar cerca de dicha zona. La presión de Grettel en su brazo, podía sentirse como la cosa más dolorosa en el mundo, aun así, hizo caso omiso a esto.

—¿Cuernos? —La mirada de Gemma parecía fallarle.

Se preguntó así misma notando la figura posicionada ante ella, caminaba con lentitud, su áspera apariencia era de temer, el aura daba mucho de qué hablar, y su olor relataba la típica forma de una deidad proveniente del inframundo. La chica suspiró con cierta zozobra, debe escribir libros con respecto a chistes por parte de los diablos.

—Sí, ahora que recuerdo...—A su memoria llegó la breve imagen de la mitad de Aaron, ese diablo que obstruía por completo la libertad del menor, llevaba colgado unos cuernos escalofriantes.

El inservible se detuvo. La tensión se creó en medio de ambos, el arco de protección de Yaám se esfumó, alarmando a la de cabellos rojizos.

—Ni se te ocurra...—masculló entre dientes el chico.

Grettel comenzaba a dar pasos en retroceso para así tomar a Géya en sus brazos y alejarse más del campo de batalla; la joven no podía dejar de mirar la escena, en su vida había visto un ser tan espeluznante como el que tenía frente a ella.

—Le tengo miedo a los ciegos...—afirmó Yaám albergando un breve recuerdo de Gregor. Gemma no sabía si temblaba del susto o por la fiebre que comenzaba a hacerse notoria. Ella cabizbaja mencionó:

—Estas últimas horas fueron cruciales...—habló sintiendo presión interna.

—Aaron debe estar... No, ese diablo inundó la zona de sus aliados. —El cuerpo de Yaám se tensó al escuchar algo como tal. Ahora es cuando amaba los chistes, sin embargo, este no era uno que lo hiciera carcajear—. Turán, Denzka y Kamphra...—ella asintió— están en peligro —pronunció el de cabellos oscuros.

—Al igual que nosotros. —Yaám notaba la fatiga en su rostro, el color de sus ojos naturales se asomaba sin más preámbulo, lo que podía ser una desventaja más ante el demonio frente a ella—. A menudo no tienen nombre, se llaman diablos. Por ende, debemos...

—Callarse —interrumpió la deidad infernal.

Su voz era tan tenebrosa que logró enmudecer a la mujer ante él. Gemma no podía ni siquiera decirles a sus piernas que dejarán de temblar, ni las gotas de sudor en su frente que se detuvieran. Su piel se erizó tras escucharle, Gemma recordó cuando Simón confesaba que era escalofriante oír a los entes hablar. Ahora le daba la razón.

—Puedo verlo. —Hizo una pausa elevando un dedo índice, en dirección a Yaám. Gemma le observó de reojo, él estaba firme, sin expresión alguna con respecto a la deidad delante de ellos. Se cruzó de brazos, el insecto continúo hablando—. Antiguo recipiente del inútil de Asrad... Se suponía que debía sacarnos antes —se quejó, desvió su dedo a Gemma—. Poseedora de Vindan...

Ese nombre le causaba escalofríos, a donde quiera que vaya si es pronunciado por un diablo de su rango podría incluso hacerlo retroceder. Pero, estaba algo más en juego, una pequeña cosa que no le permitía rendirse.

—Lamento haber llegado tarde, la obra estará terminada. —afirmó el deslumbrado.

La silueta desapareció en un período corto, dejando los sentidos de aquella pareja al tope. Yaám manifestó minas alrededor del campo y ayudo en lo que pudo para que Grettel y su hija no se vieran afectados por la batalla.

El filo de las cinco cuchillas de la guadaña salió a flote. Lev se ha bajado de su hombro, optando por la estatura común, que en su dirección podían deducir una sola cosa: peligro.

El cuerpo de Gemma rebotó en un abrir y cerrar de ojos, falló al momento en que cruzó sus brazos por encima de su cabeza creyendo que aquel diablo había pasado desapercibido, no obstante, fue ella la que tomó el tema a la ligera. Yaám se encontraba en un duelo a muerte, sin duda alguna, si la fiebre no estuviese consumiéndola, tal vez sería una mano amiga para el gobernador.

Lev se acercó con brevedad cubriendo al de cabellos oscuros; no miente cuando hace referencia a su aura, si las anteriores eran de temer, las de ahora estaban para cometer un suicidio sin siquiera pensarlo. Es preferible que no se haga de la vista gorda con lo que sea que se extienda en la faz de la tierra, incluso si es una mosca.

Yaám se encontraba sobre la enorme cabeza de su mascota. Gemma apenas podía deducir lo que estaba viendo, su visión borrosa, esto no debería estar sucediendo, no ahora. Buscó a su costado a la mujer con el bebé en brazos, para su sorpresa, ella no se encontraba.

—¡Yaám! —Aquel convocado le había interrumpido.

Con una fuerte estampida con aquella lanza de dos filos, hizo que el cuerpo de Yaám bajase a velocidad desde la cabeza de Lev, hasta toparse con el frío pavimento.

—¡No está Grettel! —Los sentidos del gobernador estaban a mil, no podía ponerse peor la situación.

—¡Búscala! —Aquello fue una orden.

Gemma tras trastabillar, se colocó sobre sus pies corriendo en dirección baja, tal vez por el miedo buscó refugio lejos de la zona, y no la juzga, por primera vez en la vida estaba en total acuerdo con ella.

—Lev, necesito tu atención. —aludió el gobernador observando a la bestia.

A pesar de que solo obedece a Gemma, debe tomar medidas drásticas si no quiere ser enviado a una mendiga fosa, prefiere mil veces que un humano común le haga combatir a su lado; arrastró su cuerpo hasta dónde se encontraba, alejándolo del peligro venidero.

—Ustedes sí que son distintos.

El de ojos blanco no dejaba perseguirlos, a través de este, por una milésima de segundos, podía notarse con un fragmento amarillento se posaba en sus ojos; Yaám palmeó la cabeza de Lev, este bajo, haciéndolo quedar a la altura del diablo. En teoría, se encontraban en los cielos, ambos manteniendo un silencio infernal, solo podía escucharse el viento resoplando y la ira que invadía a la bestia bajo sus pies.

—Nos indicaron acabarlos. Lamento mi falta de respeto, joven gobernador...—La burla en sus palabras estaba de más, en algún momento de su vida ha visto algo como esto, pero ¿dónde? Tras haber echado una línea ante el diablo, murmuró:

—Es un efecto de teletransportación, ¿cierto?

No importando de que sea un ser infernal, es común que se agoten al igual que ellos, solo que la diferencia radica en que no morirían. Yaám inhaló un poco de aire, la mancha en su costado era visible.

—Qué resistencia...—Halagó el invidente frente al gobernador. Yaám curvó una ceja notando verdad en sus palabras—, he vivido temeroso de un día como este, a comparación de tiempo atrás, no había tenido la oportunidad de enfrentarme a alguien con una fuente de poder inescrutable —confesó, mientras hablaba el cambio en su visión era cada vez más notoria, le hizo recordar a los ojos de Sonne—. Por ello me disculpo antes, su alteza, he sido demasiado blando con quién puede ser mi superior. —Los cuernos que le adornaban se volvieron más bien una corona, y la lanza de filos se duplicó—. Tengo que acabarlos, y así vivir en paz.

Para su sorpresa, esas palabras provenientes de un demonio no son más que un juicio que han perdido. Ellos no anhelan paz, tampoco quieren libertad, solo desean un poco de poder para admitir a gran voz de que son dueños verdaderos de la tierra, e incluso del cielo.

Por ello, se ha extendido esta batalla, detrás de todos sus ataques fallidos persistían deidades que anhelaban la calma en la tierra, y el amor entre humanos, que nada les perturbará y que todas las cosas le fueran para bien.

Yaám ha creído en esa versión desde que su madre se lo ha inculcado, el día en que encontró a su maestro muerto, y el momento en que Gemma llegó a su vida. Habrá muchos motivos más, no obstante, estos recuerdos y personas a quedarse, y por la muerte y vivencia de unos, haría lo que fuera para que la paz no sea nunca una opción, sino una prioridad.

El cuerpo del diablo se estancó a una distancia memorable al rostro de Yaám, cómo bien ha mencionado desde un principio, ese semblante de espanto, horror o temor ya no eran parte de su físico. El joven gobernador elevó su zurda, haciendo que la deidad ante él comenzará a convulsionar.

—Matar, matar, matar...—repitió Yaám en un tono grave muy cerca de su oído— poder, poder, poder...

Una sonrisa se extendió en sus labios, haciendo temblar al diablo. Abrió sus ojos de par en par, notando la gran balanza que respaldaba al joven.

—E-eso...e-eso e-es...

No podía articular sus palabras como era debido, y esto comenzaba a divertir cada vez más al gobernador. Lev se apartó de la zona dejando el cuerpo flotante del chico ante la vista de un diablo temeroso por su vida, largos años de espera, y lo único que obtuvo en un lapso corto fue la muerte eterna.

—La balanza de la naturaleza. —Siendo una sonrisa satisfactoria lo último que logró ver aquel diablo.

El destello que inundó el bosque ocasionó ceguera tanto en él, como en la deidad con la que combatía, su ser se esfumó en un aspecto de mariposas, haciendo que su ser cayera de nueva cuenta. Lev se acercó cubriendo el mismo, sintiendo como su cuerpo se desplomaba, agitado, se giró intentando recuperarse, la bestia seguía dándole protección.

—Hijo...hijo de perra...—Lev ayudó al joven a levantarse, antes de que lo subiera a su cabeza lo detuvo— debes volver a la estatura... Llamarás...—Se quejó por el dolor a su costado—, llamarás más la atención, ¿comprendes? —con sus ojos podía notar la afirmación de la bestia, Lev volvió a la estatura de un principio para así colocarse en el hombro de Yaám.

La balanza anterior aparece en momento imprevisto, tales como batallas con las de un diablo, llevarla consigo sería un peso más a su cuerpo, agradece el poder invocar esto sin necesidad alguna de gastar energía. La naturaleza le estaba sonriendo y debe sacar provecho de ello antes de que sea demasiado tarde.

Este combate no era lo que le preocupaba, sino más bien el estado de Gemma. 

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