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Elizabeth Thompson. 30 de agosto del 2017, el Olimpo.

—¿Segura que estás bien? —preguntó Arsen, un tanto inseguro sobre lo que iban a hacer—, no quiero lastimarte…

—No lo harás, enserio quiero hacerlo —afirmó Elizabeth, mirándolo a los ojos para convencerlo, obteniendo un suspiro afirmativo.

Llevaba más de dos semanas sin entrenar, necesitaba un poco de actividad física si no quería terminar perdiendo la práctica. Y aparte del reposo que tuvo que hacer, también le habían prohibido hacer uso de su magia en todo ese tiempo.

—Es que no ha pasado mucho tiempo, ¿estás completamente segura de…? —Elizabeth lo interrumpió.

—¡Sí! —se apresuró a hablar—, vamos, hay un salón de entrenamiento al que debemos ir, y tú tienes un entrenamiento que supervisar.

La noche anterior habían estado hablando hasta tarde, Arsen le había hablado un poco más sobre los entrenamientos de su equipo y Elizabeth había rogado por ir el día siguiente.

No tardó mucho en convencerlo, pero sabía que su preocupación no se iba. No podía esperar por tener un entrenamiento con alguien más que no fuera Evan.

Según había entendido, ella ya no necesitaba a Evan, así que ya no iba a verlo tanto como antes, él se lo había dicho. Así que ahora, ella podía ir a dónde quisiera, cuándo quisiera y con quién quisiera, eso significaba, que podía ir a otros entrenamientos.

Ese día había mucho calor, había optado por ponerse unos pantalones negros de tela, una blusa blanca delgada de manga corta y sus botas a la rodilla negras.

Su cuerpo aún dolía un poco, pero ella creía ya poder lanzar y recibir golpes. Sus entrenamientos con Evan eran una cosa, no sabía cómo sería con otras personas.

Salieron de la habitación rápidamente, se les estaba haciendo tarde, mientras caminaban Elizabeth se hacía una coleta alta con su cabello húmedo por el baño.

—Quizás pueda ser incómodo o extraño al principio, pero son buenas personas, en especial Astra. Hay muchas cosas que probablemente no hiciste con Evan pero yo te ayudaré, ¿de acuerdo? —sonrió, emocionado por tener a Elizabeth a su lado.

—Bien, ¿cómo qué… cosas? —cuestionó, queriendo escuchar la voz de Arsen.

—Nosotros tenemos muñecos, para practicar con la espada y la flecha, tenemos dianas para las armas de fuego y tenemos pruebas de sigilo y agilidad. Conociendo a Evan, él sólo te enseñó lo seguro, la espada y la flecha… cosas que son totalmente funcionales en cualquier tipo de batalla, pero nosotros entrenamos con armas para cierto tipo de situaciones. Las escopetas, por ejemplo —informó sin quitar la sonrisa de su rostro, deteniéndose al llegar a una puerta.

—¿Porqué escopetas? —preguntó Elizabeth.

—Pueden servir para la supervivencia en un bosque, para cazar el alimento, o para matar a un enemigo a varios metros de distancia con un tiro en la cabeza —y abrió la puerta para entrar.

Habían alrededor de diez personas entrenando en aquel salón gigantesco, unos apuntaban con sus arcos, otros peleaban entre sí con sus espadas y uno que otro practicaba con un saco de box.

—Miren quién llegó —se burló uno de los semidioses—, ¡y miren quién lo acompaña! —se acercó hacia ambos con una sonrisa salvaje, Elizabeth retrocedió un paso sin pensarlo—. Siempre tarde, Makri.

—Y tú siempre tan lento, aprende a darle al saco de box, aún parece nuevo —con su mano derecha empujó la cabeza del contrario mientras se carcajeaba levemente—. ¿Cómo van los entrenamientos?.

—Bien, todos se están preparando, cómo siempre, en dos horas salimos a almorzar y luego correremos un rato por la colina, terminamos después de eso —informó, tomando un semblante sereno de repente, cómo un comandante informando a su general—. ¿Ahora me presentarás a tu amiga?, es ella, ¿cierto?.

—Sí, es verdad. Elizabeth, te presento a Damián, el hijo de Asclepios —puso una mano en la espalda de Elizabeth, para decirle que todo estaba bien—, Damián, ella es Elizabeth Thompson, la… mundana que buscamos por tanto tiempo.

—Mucho gusto, sugar, mi padre quería una enfermera pero mira qué terminó teniendo —bromeó—. Siempre es un placer conocer a nuestra salvadora —extendió la mano y Elizabeth correspondió la acción, pero se sonrojó un poco cuánto un beso fue depositado en su mano.

—Mucho gusto —murmuró.

—No está aquí para coquetear, Damián. No le digas “sugar” —frunció el ceño, inevitablemente un tanto molesto.

—¿Qué te pasa? Normalmente no te molestan los amoríos en el grupo —dijo con un tono burlón—. ¿O estás así porque ustedes son…?.

—¡No! —negó Arsen—, venimos a entrenar, vamos a hacer eso —tomó a Elizabeth de los hombros y la guío hasta una esquina del salón dejando atrás a Damián y huyendo de la conversación.

—¡¿Ya viste quién te reemplazó, Astra?! —dijo una semidiosa a modo de juego cuándo vio a la susodicha aparecer.

Astra se detuvo en el umbral de la puerta, analizando a Arsen y a Elizabeth cómo si fueran dos extraños. Se dio la media vuelta y salió.

—Carajo —maldijo Arsen, confundiendo a Elizabeth—, ¡¿no se cansan de echarle leña al maldito fuego?!.

Arsen salió detrás de Astra bajo la atenta mirada se todos, mirada que pronto cayó sobre Elizabeth. Un par de chicas se acercó a ella, sonrientes.

—¡Hola! —saludaron—, tu eres Elizabeth Thompson, ¿cierto?.

Arsen Makri. 30 de agosto del 2017, el Olimpo.

—¡Astra! —llamó Arsen, tomando a su amiga del hombro para detenerla—, ¿Qué pasa?.

—Así que por eso me rechazaste —se rio de forma irónica—, debí pensarlo un poco más, era tan obvio.

—Astra, no sé de qué hablas, por favor escúchame —apretó los labios, nervioso.

—¿Qué tengo que escuchar? —cuestionó, viéndolo a los ojos—, parece que todos lo notan menos tú, llevamos una vida de amistad, te conozco mejor de lo que crees y… sé que no me quieres lastimar, ¡pero abre los ojos!.

Arsen frunció el ceño, confundido por las palabras de su amiga.

—Arsen, tú estás enamorado. Y sé que no de mí. Pase los últimos meses tratando de convencerte de que ella no es lo mejor para ti, pero ya estoy cansada —gruñó, con los ojos desbordantes.

—No te entiendo, yo me tengo que ir —empezó a girar pero Astra lo tomó por las mejillas.

—No es tu culpa, ¿bien?, no estoy molesta contigo y nunca podría estarlo, pero por favor, tú sabes que amas a Elizabeth Thompson. Tú lo sabes, sólo date cuenta. Quiero que estés feliz, eres mi mejor amigo.

Astra depósito un beso en la frente de Arsen y se fue, dejándolo confundido.

¿Enserio amaba a Elizabeth?, había pensado que quizás le gustaba, a fin de cuentas, no llevaban más de un mes de hablar y conocerse. ¿Pero amor?.

Volvió al salón de entrenamiento, se mantuvo viendo cómo todos entrenaban, pero sus ojos se detuvieron en Elizabeth, la albina golpeaba violenta y velozmente la espada de una de las semidiosas hasta derribarla.

Sí, él amaba a Elizabeth Thompson.

[ EDITADO ☑️ ]

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