Capítulo 23

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La interceptó apenas entró en la habitación, le había ganado gracias al pasadizo secreto que Simba le enseñó. No aguardó a nada para pegar su cuerpo al suyo, ella robó el espacio de su boca como una desamparada, le estallaron los sentidos en consecuencia y lo llevaron de regreso a la tierra de los mitos, al Olimpo, al medioevo o al inicio de los gérmenes brotando. Fue un Big Bang en sus labios naturalmente rojizos, ardientes y dulces como una fruta afrodisiaca, la leona despegó el contacto para rodearle el cuello en un abrazo necesitado mientras lo empujaba rumbo a la cama.

Gavriel rió cuando en algún momento en el trayecto entre la puerta y el colchón, la reina básicamente le arrancó la camisa que traía puesta.

Se ocultaron tras el dosel y su peso hundió el colchón, el perfume de Maleon lo noqueó por completo. No sabía si era por la carrera que se habían montado o por lo animal que ella se veía ahora, pero estaba tan emocionado que su corazón explotaba, reconstruía y luchaba por no perderse un segundo de la diosa felina que se movía sobre él con un ronroneo contra su boca.

—¿Cuándo te enamoraste de mí? —preguntó ella sosteniéndole el rostro con ambas manos.

La sonrisa que llevaba esa mujer era un pecado, sus colmillos sobresalían de sus labios húmedos y en conjunto con sus ojos brillantes de lagos llameantes, te volaba el puñetero cerebro porque nada era más hermoso que tenerla sin secretos y mascaras entre los dos. Simplemente siendo la versión más real de ambos.

Gavriel acarició la línea de su barbilla con su dedo, ascendiendo hasta su mejilla y se levantó lo suficiente para quedar a centímetros de su rostro.

—Me gustaste desde el momento en que te vi, realmente fue un instante tan inflexible que me dejó pensando en ti por días. Pero si hablas de enamorarse, creo que fue cuándo Hailey tuvo un accidente ¿Te acuerdas?

Maleon frunció el ceño dolida.

—No —murmuró.

El humano sintió pena, por sus recuerdos y por los dos. Por ella que tanto sufría al olvidar. Juntó sus frentes, apenas rozando su boca con un beso casto y fugaz.

—En medio de la noche me llamaron para avisarme que Hailey se había quemado el estómago mientras se preparaba una tetera para un maldito té, me puse histérico y salí corriendo. Entonces me mandaste al diablo por cruzar la calle sin mirar cuando corrí fuera del hotel en el que estábamos, luego de eso me acompañaste al hospital en un taxi y te quedaste más de dos horas en la sala de espera hasta que pude verla. Te mantuviste en control y me ayudaste a mí a no ponerme aún más nervioso. Hablamos mucho. Fue la primera vez que le conté a alguien de mi familia y entonces... solo me atrapaste. Me di cuenta de que me había enamorado.

—Me gustaría recordarlo. —Rió divertida—. Me cuesta visualizarme tan calmada, aunque dijiste que te mande al diablo... eso si suena como yo.

—Ojalá recordaras como insultaste al pobre taxista por pasarse una luz roja. Un camionero es más educado.

—Tú ibas en ese auto, obviamente reaccioné así. Tu seguridad es mi prioridad, Cor Meum.

—¿Y tú cuando te enamoraste?

Lo miró coqueta y lo besó nuevamente hasta agitar su respiración.

—También me gustaste no más conocerte, fue como revivir de mis cenizas otra vez y me enamoré cuando empezaste a cepillar mi cabello.

Sus bocas se encontraron y lucharon tibiamente. Mordiéndose los labios, sus lenguas conociendo el territorio del otro como un juego mientras él buscaba con sus dedos hundirse en su pelo.

—¿De verdad?

—Si, apareciste una noche con tu linda sonrisa y me preguntaste si podías cepillar mi enredado cabello... habías comprado un cepillo para mí. Jamás me impresioné más que ese día.

Siguieron besándose con movimientos vivos. Entre varias palpitaciones que advertían un desequilibrio en su interior, Maleon empezó a besar su cuello, la caricia de sus colmillos fue un preludio de placer extraño que le hizo temblar y ya no pensó; sus manos femeninas empezaron a descender por su abdomen. Uñas o garras, lo que sea que ella tenía en la punta de sus mágicos dedos lo volvía loco.

—Dios...

—Nunca permití a nadie tocar tan íntimamente mi corazón, tú con tus gestos dulces y sinceros, solo querías hacer algo para mí. Deseabas retribuirme por lo que yo te pagaba, aun cuando pudiste hacerte el imbécil y continuar ganando dinero fácil. Pero no, tú no eres así y te acercaste al león a sabiendas de que podría herirte.

—Wow, lo que hace un cepillo para el cabello —bromeó.

Ella se rió en voz baja y después se puso seria.

—Voy a marcarte ahora ¿Está bien? —susurró contra su oído.

Él se puso tenso de golpe, apretó los dientes y asintió. Una capa de sudor le cubrió rápidamente la frente, ya que una mordida siempre asustaba después de todo.

Sintió el aliento caliente de Maleon contra su piel, allí en la unión entre su cuello y el hombro, cerró los ojos mientras recorría la espalda de la mujer. Una tortuosa preparación de besos, chupones y húmedas caricias le prosiguió para distraerlo de su incomodidad... entonces lo mordió. Una inmisericorde perforación en su carne. Jadeó abrazándola por las cintura y hundiendo los talones en la cama, dolía como el demonio. Sin embargo, conforme pasaron los segundos se convirtió en un dolor dulce, ahogándolo en un breve y terrible gemido de placer, una instantánea muerte bella que lo obligó a renacer en el Poder que fluía de ella. Tanteó efímeramente lo que realmente simbolizaba el vínculo para las criaturas mitológicas.

Fueron un solo latido. Un solo sabor dulce. Una lágrima que se les escapó a los dos.

La sintió temblar como la luna en el agua, las gotas saladas le mojaron la piel y la leona eliminó el contacto que existía entre su carne y sus dientes. Inmediatamente después, Maleon se sentó horcajadas sobre él, limpiándose la sangre de la boca a manotazos apresurados y cubriéndose la cara abrumada. La oyó sollozar y Gavriel se enderezó como un resorte, no le importó la mordida en su hombro, aun asustado, la rodeó con los brazos para consolarla.

—¿Qué pasa?

—Por la Vestal, yo... que salgas herido es... lastimarte es espantoso. Lo siento mucho. Lo lamento muchísimo... duele tanto que no tienes idea, siento que me estrujan el alma y... perdóname, traté de no morderte tan profundamente... maldita sea, no me mires en este momento. Tengo tu sangre manchando mi boca, mi vestido y... vas a asustarte. Voy a aterrarte y podrías arrepentirte de todo esto... pero para mí fue tan intenso e inimaginablemente hermoso al mismo tiempo.

—No te voy a tener miedo, Maleon. Ya tuve muchas oportunidades para espantarme y esto no lo ha hecho. Creo que pude sentir algo... algo muy intenso que me conectaba a ti. Te amo de cualquier forma.

—Todos los traumas que te he causado te afectaron seriamente —dijo ella asomando a animarse al ver que la aceptaba.

Gavriel besó sus manos tratando de apartarlas de su rostro. La leona se mostró nuevamente ante sus ojos, una línea roja caía de la comisura de sus labios y él la limpió con el pulgar. Irremediablemente miró la mordida en su propia piel, viendo que sangraba menos de lo que esperaba. No negaría que se veía raro, pero aun quería más del tacto dulce de su, cierto, futura esposa.

—¿Esto se acaba aquí? ¿Nos quedaremos con las ganas en la boca de comernos vivos? —cuestionó atrayéndola y la hizo reír.

—Mi vestido tiene...

—Jefa, el chiste es despedirnos de tu vestido... esta vez.

Ella tragó saliva y suavemente admitió:

—Bueno, ya que serás mi esposo debería aprovechar la oportunidad de probarte detenidamente.

—Me encanta como piensas.

En cuanto volvieron a besarse, Gavriel sintió una cascada de calor derritiendo sus huesos y él mismo se derritió contra su cuerpo. La fuerza del beso aumentó al borde de la erupción desenfrenada.

—Es tan bueno... Cor Meum.

—Es perfecto.

—Me arde el cuerpo... me hierve la sangre —gimió la reina.

—A mí también.

—Te amo.

De nuevo, inclinó la cabeza y lo besó. No, esa sería una mentira perversa. Lo consumió por completo y él pasó las manos a lo largo de su espina dorsal buscando una forma de quitarle el vestido de diosa griega. No había nada allí así que empezó a subir el dobladillo más allá de sus muslos.

—Maleon... te amo... te necesito...

Logró quitárselo y pudo contemplarla.

Volaron esa noche con el roce de la piel, alto sin miedo a precipitarse a una caída inminente. Conociendo la seda inscrita en su cuerpo, besándose como un par de náufragos hambrientos y necesitados de amor mientras reían o gemían saboreándose hasta el exceso. Siguiendo el camino de su espalda con la boca y mordiendo cada espacio como dulce venganza. Pasando de repente de ser la mujer más atrevida de este siglo al leoncito más tierno de la selva, asiéndolo sentir que ya no interesaban tanto los viejos problemas de su vida como su largo historial de amante de una vez. Maleon dijo su nombre muchas veces, agarrándolo distraído e ilógicamente enamorándolo más con cada silaba.

Hicieron el amor hasta agotarse, envueltos en aquel Poder tan especial que emergía de ella y que te cambiaba la vida cuando la tocabas. Abrazándola desnuda, admirando sus cicatrices, bailando en el aire con sus jadeos de fondo y seguro de que podían contra todo.

El tiempo. La muerte. Las guerras. Todo.

Aunque esa fuera la mentira más cruel.

Try empujó a Saraf con el pie, su hermana estaba tan dormida que ni se inmutó y se desplazó en un catatónico estado de "Alerta: Resultado de noche de parranda" sobre los cojines que habían colocado en la tienda. La hembra había realizado la última ronda de vigilancia en el perímetro de la mansión, ella tenía los mejores y más desarrollados sentidos tanto del olfato como de la audición. Podría oír a un tipo soltando un gas a quilómetros de distancia. Sin embargo, tras acabar su turno se había emborrachado hasta las lágrimas. A él se le erizaba el vello del cuerpo cada vez que su hermana lloraba porque Saraf no era una criatura que demostrara debilidad fácilmente, pero hacía tiempo que una persistente sensibilidad la hacía flaquear bastante.

Y a él no le gustaba. Era un enorme idiota. No sabía qué hacer cuando las hembras lloraban.

Observó el sol elevándose en el horizonte, el olor a pino le relajaba y el rocío del césped lo hacía recordar épocas pasadas donde... había sido muy feliz con su graciosa cabra de pies veloces.

Avistó una figura voladora acercarse y aterrizar a pies de distancia con la forma de un hombre, no dijo nada mientras Ragnar se dirigía hacia él. Ese grifo era un maldito macho inteligente que siempre le gustaba sacar de sus casillas.

Al parecer su ronda había terminado, era su turno ahora. Aunque se lo tomaría con calma y se divertiría con su compañero un rato antes de ir a cuidar de los reyes que dormían en la mansión.

Try contempló el silencio, siendo consciente de que el grifo buscaba con la mirada disimuladamente a alguien. Al no encontrarla entre las ninfas desmayadas en las tiendas —por bailar toda la noche—, parecía haberse puesto en un automático modo de "Macho posesivo a punto de hundir un continente". Era bueno que solo ellos estuvieran despiertos, la gente se había marchado en el correr de la noche incapaces de seguir los pasos de las coloridas ninfas.

El recuerdo de lo ocurrido residía en las tiendas, las hembras exhaustas y las hogueras apagadas.

—¿Tienes el rabo entre las piernas, Grifo? —preguntó masajeándose la rapada cabeza y sonriendo como un maldito.

—No soy como tú, me importan tres atunes los rabos de otros machos.

Try lo miró con las espesas cejas fruncidas, pero levantó la mano para que su amigo las chocara con él.

—Esa estuvo muy buena, eres un hijo de puta muy elocuente.

—Grosero —escupió Ragnar con una sonrisa.

—¿La reina sigue tonteando con el humano?

Todos los Vigilantes los habían visto corretearse la noche anterior como dos crías rumbo a la casa, sumando que nunca los vieron de nuevo y el hecho de que se oían risas de la habitación de la monarca... no era difícil deducir lo ocurrido. Ivy había estado enamorada con la nueva pareja como una fangirl frente a su razón de fascinación.

—Imagino que están durmiendo, ya no hay risitas infantiles.

—¿El rey?

—Babeando noqueado en su habitación donde lo dejamos a las 4:00 de la mañana.

—¿Los niños y el vampiro? —Lo pensó—. No he visto a la humana enferma.

—Luke y Lily duermen con Simba junto a todos los perros de la reina, el chupasangre se quedó dormido vigilándolos en un sofá del cuarto. Por otro lado, la señorita Darcy también regresó a su habitación en los últimos momentos del baile. Me sorprende que allá podido seguirles el paso a las ninfas.

—Sí, es una criatura interesante. —Él se puso de pie y se sacudió la tierra de los pantalones—. Ya me largo, Aislinn quería que la despertáramos apenas amaneciera y creo que le gustaría ver cualquier rostro menos el mío así que te lo encargo.

—Está bien.

Try se dio la vuelta dándole la espalda, pero continuó observándolo mientras decía:

—¡Ah! Tanith llegará tarde, se fue con el atractivo híbrido que la cortejaba ayer.

Vio el shock en los ojos tormentosos de Ragnar, fue un rápido relámpago de furia lo que cruzó los iris del macho felino e hizo empequeñecer sus pupilas por los celos. A su vez apretó los labios en una línea rígida que revelaba la vacilación en su autocontrol.

—¡Eres un imbécil! ¿Te lo creíste? —exclamó el hermano anfisbena—¡Vaya idiota, por la jodida Vestal! ¡Tanith se fue a la casa por la condenada resaca!

El grifo se golpeó la frente irritado.

—Try, te odio con toda mi alma para que lo sepas.

El mellizo subió ambos hombros y empezó a alejarse con una sonrisa demoníaca realmente alegre.

—¡En vez de odiarme, deberías seguir los mismos consejos que le diste al humano! ¡Ten pantalones y dile la verdad a Tanith porque es de cobarde tenerla esperando por siempre!

Su compañero no le respondió y Try avanzó rumbo a la casa con la completa sensación de paz en su pecho, pero frenó lentamente mientras sentía una punzada en la cabeza. Se le taladraba el cerebro con un alicate invisible que le impidió pensar con claridad. No podía respirar profundamente, sentía que se ahogaba al no poder llenar sus pulmones de aire y empezó a marearse.

Fue un gancho a su estómago lo que hizo que reaccionara consciente de qué pasaba. Giró hacia Ragnar, lo halló sobre sus manos y rodillas tratando de respirar. Maldijo. Necesitaba alcanzar a Saraf para liberarse de esto, corrió tambaleándose hasta la tienda y... no lo logró.

Se desmayó más tarde por la falta de oxígeno.

***

Gavriel tenía pestañas largas y sus labios se parecían a los que tienen los bebés al dormir, ella había visto pocos niños en su vida, pero reconocía ese gesto adorable. Recorrió con el dedo la marca de su mordida, ese símbolo del vínculo que compartían y aunque se sintió fatal, también la llenó un sentimiento de felicidad. Él iba a quedarse con ella. La amaba. Había dejado que lo marcará. No le temía y aceptaba lo que era. Esa mordida simbolizaba aquello, en su cultura representaba lo que para los humanos sería un anillo de compromiso.

La mayoría de las criaturas mitológicas se hacían un tatuaje representativo alrededor de la mordida de su pareja. A ella le emocionó la idea.

Algo le cosquilleó el lateral del cuello, miró a uno de sus gatos bengalí esperando pacientemente por cariño y entonces se dio cuenta de un dato importante. La noche anterior y anterior a esa había dormido sin todos sus fieles animales. Vaya cambio brusco en su cabeza, los líos amorosos la habían dejado tan exhausta que ni siquiera tuvo tiempo de recordar sus traumas.

Acarició la cabeza del gato, cuyo nombre era Cleopatra como aquella hembra egipcia con la que había conversado un par de veces. Los inteligentes y astutos ojos de piedras verdes del felino le recordaban a ella. Sin sorprenderla, el mínimo huyó contoneando su elegante cola para dormir en pleno rayo de luz. Maleon observó el cielo atreves del cristal de la cúpula del techo, el león en su pecho se hallaba cansado y satisfecho mientras que el fénix descansaba en silencio como siempre.

Había sido una muy buena noche.

Una cálida caricia le subió por el vientre, giró la cabeza para recibir un beso de Gavriel que la acaloró un poco.

—Buenos días —saludó el humano.

Estaban tan cerca que sus narices se rozaban.

—Muy buena mañana, Cor Meum ¿Estás cansado?

—Estoy molido ¿Qué día es hoy? —dramatizó el chico.

—Mmm... —Justo cuando estaba segura de que había vuelto a quedarse dormido, murmuró—: Creo que es, ¿viernes o sábado... domingo?

—Excelente, no tenemos idea. Creo que los planes para nuestra boda deben comenzar hoy.

Se rascó la nariz animada.

—Aún no hemos lidiado con el Consejo y tu hermana puede no querer quedarse aquí con todos los lunáticos de esta casa —recordó entrelazando sus piernas.

—Todo va a estar bien. Tenemos que ser positivos. Un dato importante de tu esposo: es positivo el 2% del tiempo.

—¡Ja! Claro que eres positivo —contestó sarcásticamente. Luego se relajó y empezó a divagar en la red ilógica del enamoramiento—. Necesito un día libre, extraño a mis caballos. Yo tenía varios aquí ¿Sabes? Podríamos ir todos juntos a cabalgar.

—Eso va a ser en nuestra segunda cita —dijo él.

Abrió sus ojos y lo miró de soslayo absolutamente incrédula.

—¿Cuál será nuestra primera cita?

Gavriel se subió sobre ella, él admiró por un corto tiempo las marcas de sus besos en la piel femenina antes de acortar la distancia entre sus bocas un instante eterno, luego se apartó y le sonrió.

—Voto por quedarnos en cama hasta tarde.

Ella se rió.

—Oh, también voto por eso. Pero en algún momento deberíamos tomar una ducha y bajar a alardear nuestro compromiso.

—¿Alardear? ¿No querrás decir avisar o comentar?

—No, cielo. Dije alardear. A tu esposa le encanta alardear.

—Podemos hacerlo más tarde. —Le palmeó el pecho mientras quitaba las sábanas del camino y besaba su oreja. Había descubierto que le fascinaba—. También debemos planear nuestra luna de miel pronto.

—Mmm, deberíamos hacerlo. —La mirada del hombre se volvió torva mientras le rodeaba la cintura con las piernas—. Estoy muy contenta de estar de vuelta en mi propia cama.

—Estoy contento de estar en tu cama también. —Movió sus caderas perezosamente en lo que ella pasaba los brazos alrededor de su cuello. La expresión de Gavriel se suavizó a partes iguales de placer y afecto—. Entonces ¿Tienes alguna idea sobre nuestra luna de miel?

Maleon ladeó la cabeza, considerándolo. Pensó ridículamente en decirle sobre ordenar un bistec de ternera a la parrilla porque realmente empezaba a tener hambre. En cambio, dijo muy casualmente:

—Pienso que antes podemos ir de compras.

—¿Te gusta ir de compras? ¿A ti, la reina de antaño? —preguntó con somnolienta sorpresa.

—No. Bueno, a veces. Cuando sé que estoy buscando algo especial. —Estiró el brazo para acariciar su garganta, ronroneó y siguió por su espalda.

—Suena como si tuvieras en mente algo específico para tu salida de compras.

—Nuestra salida de compras, Cor Meum. —Lo corrigió.

—Está bien, nuestra salida de compras.

—Y sí, tengo algo específico en mente, han pasado eones desde que usé un vestido de novia y quiero que lo elijas conmigo. Tal vez invite a Tanith e Ivy, Daraan tiene buen gusto.

Lo vio sonreír y se sintió mareada de felicidad, lo besó en una caricia suave y extremadamente persistente. Vivían en un mundo atestado y peligroso, pero de alguna manera se habían convertido en su persona especial. Aquí y ahora, eran las dos únicas personas en el mundo, solo ellos dos.

Cor Meum, ¿por casualidad tocas el piano? —murmuró.

Él se rió entre dientes.

—¿Por qué demonios me preguntas eso?

Acarició su rostro.

—Fantasías en la época más feliz de mi vida, se me ha hecho un cuadro mental extravagante donde tocabas el piano... —Tocó su nariz con un dedo —, con un traje de Bogart azul. Oh, olvídalo, tú me pones loca de cualquier forma y te vez sexy de todas maneras ¿De casualidad eres vegetariano? No lo recuerdo.

Gavriel estalló en risas por la incongruencia que salía de su boca.

—Eh, no y estoy completamente perdido en esta conversación —anunció.

—Entonces probablemente deberíamos dejar de hablar —susurró y acercó sus caderas hacia él.

—Estoy de acuerdo con eso, Jefa.

Hicieron el amor dos veces más esa mañana, una vez en la cama y otra en la ducha cuando se suponía que debían bañarse. Él le secó el cabello, lo cepilló y lo trenzó. Maleon prometió contratarlo como su peluquero personal. Tras eso se vistieron: Gavriel se puso la ropa de la noche anterior mientras que ella eligió su icónica bata de seda roja. Decidieron que sería mejor bajar a la cocina porque a la leona le rugía la tripa de forma humillante, descendían por las escaleras cuando se encontraron a una dolorida Tanith que subía con una resaca múltiple tras tomarse una aspirina y a Z que le preguntaba a la mujer cómo preparar un desayuno para los niños que somnolientos seguían a su padre.

La reina no esperó ni medio segundo. Ni una respiración. Ni un parpadeo. Prácticamente saltó emocionada sobre la otra hembra abrazándola y haciendo ademanes exagerados.

—¡Mira, mira, mira, mira, mira! ¡Vamos a casarnos, Medusa! —Le mostró el anillo a ella y a los demás.

Los niños empezaron a saltar contentos y abrazaron a su tío, Zachary también vitoreó al chico.

—¡No inventes! ¡Con un demonio, es increíble... felicidades! ¡Ay, maldita sea me duele la cabeza, pero es genial! —gritó la Vigilante feliz y adolorida con todas las hijas en su cabeza levantándose y besándola.

Maleon gruñó por las cosquillas que las lenguas de esos reptiles le producían, aunque estaba demasiado animada para apartarlas.

—¡Están muy locos, pero me alegra que mi pobre e infeliz amigo tenga a alguien que lo quiera más allá de ser un idiota! —comentó Z estrechado su mano con ella. Los niños también la abrazaron, pero Lily se enfadó por el insulto de su padre y gritó:

—¡No seas grosero con mi tío!

Luego de eso, la medusa se dirigió a Gavriel y él murió de risa cuando las serpientes le dieron besos en la frente y las mejillas.

—¡Por la Vestal! ¡Quisiera ver a todos esos que dijeron que solo te desposaría el diablo! —dijo una voz masculina.

Se dieron la vuelta para ver a Daraan escalones arriba, sonriendo de oreja a oreja con el rostro húmedo con marcas de marcador borroneado y una toalla en la mano. El dragón bajó apresurado para abrazar a la reina, una extraña timidez la inundó al recibir tanto amor de los demás.

—Estoy muy feliz por ti —susurró él.

—Gracias.

—Ay, qué mal. Yo también quiero un abrazo —se quejó Gavriel y ellos rieron. Daraan lo abrazó a continuación.

Bajaron todos juntos al vestíbulo, Maleon quería que sus Vigilantes fueran los primeros en saber de su compromiso... eran su familia desde hace milenios y merecían ese beneficio. No necesitaba que el mundo supiera, tan solo ellos. Tomó a Gavriel de la mano, entrelazando sus dedos en un cálido apretón y lo besó varías veces mientras descendían ignorando los silbidos o las bromas del dragón dorado.

Sin embargo, en aquella felicidad por primera vez en su vida y todas las demás, en cuanto sus pies tocaron el último escalón... el fénix le habló:

"Ella está aquí y traerá tu final en dos días."

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