Capítulo 28

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La mordió.

Ragnar fue directamente por su cuello. Ambos en sus formas mitológicas eran dos bestiam a temer con sus poderosos cuerpos de felinos gigantes, con músculos fuertes y mandíbulas potentes que desglosaban el aire con rugidos tan altos como para despertar a todo el maldito continente americano. No sabía qué condenada droga le habían dado, pero le ardía todo el cuerpo y la adrenalina restringía sus pensamientos racionales para que el león fuera libre de destrozar todo lo que osara desafiarle.

Maleon hundió sus garras en el rostro de su adversario, el grifo bramó del dolor y le dio un golpe con la pata que a ella le permitió ver las luces de colores.

"No te desvanezcas. Están manipulándolo. Si pierdes la cabeza lo matarás".

Se esmeró en no desviarse de esa línea de pensamiento, mantenerse consciente era fundamental en este momento. Cuando su colosal cabeza golpeó el piso de mármol no se dio tiempo a quejarse, en una pelea segundo a segundo contaba, giró sobre su lomo y dio un latigazo a Ragnar con su cola de reptil.

"Resiste. Él no será el más difícil. No te desvanezcas."

El grifo le saltó encima y mordió el lateral de su cuello, Maleon rugió tratando de zafarse de su letal agarre en lo que se removía como una desquiciada. Irremediablemente su corazón empezó a golpear su caja torácica con estridente violencia, en cuanto dejara de pelear, el macho que la aplastaba le ocasionaría heridas tan graves como para producirle una hemorragia; para colmo le hundía las garras en la espalda. No lograba reunir la energía suficiente para volar, pero aun así expandió sus alas de forma que quemarán lo suficiente a su atacante para que acabara liberándola y fue lo que pasó. Ragnar la soltó, instantáneamente ella usó sus pesadas patas para golpear la cabeza del macho repetidas veces hasta dejarlo inconsciente.

En este instante de vulnerabilidad podría fácilmente abrirle el cuello con los dientes, sentir sus acelerados latidos detenerse al blandir los colmillos en la yugular mientras se desangraba...

Se alejó envuelta en una bola de fuego y chispas, regresó a su forma humana o de lo contrario corría riesgo de hacer una estupidez. Cayó de rodillas empapada de sudor y sangre, el tintineo de las centenares de joyas que le habían puesto le revolvió el estómago al borde de las náuseas. La habían vestido con ropajes de la cultura árabe, como los que las hembras humanas usaban durante la danza del vientre; contaba con una hermosa tela sedosa en tono rojo y dispares piedras brillantes en la prenda superior que se ajustaba a su pecho.

Respiró con dificultad, sus pulmones se negaban a apoyarla y sus músculos se tornaron gelatina al empezar a relajarse. Exhausta, tocó el frío suelo con la frente, volvió la mirada hacía la barrera de soldados que la rodeaban e impedían su escape. Detrás de ellos los concejales disfrutaban del espectáculo que su patética persona ofrecía a su costa.

"Si tan solo pudiera concentrarme. Si no hubiera tantos guardias... haría una linda pira de cadáveres con esos desgraciados".

No le faltaban las ganas de intentarlo, pero estaba tan drogada y enferma que le costaba distinguir a una persona de una silla. Gruñó porque su visión estaba seriamente deteriorada por el veneno que avanzaba por su torrente sanguíneo. Transformarse de nuevo sería peligroso, dudaba de poder mantener a raya al león... Diablos, la mierda de Roshan tenía a Aislinn sentada junto a su asiento como una mascota fiel a su amo. Ojalá el karma existiera y pudiera hacerle comer estiércol a ese elfo malnacido con cara de simio refinado.

Hera también la miraba fijamente con aquella sonrisa falsa llena de satisfacción hipócrita y condescendiente.

El líder de los lobeznos estaba hablando hacía tres minutos. No lo había pensado nunca, pero Koa tenía cara de imbécil. Mucha en realidad.

"Céntrate, condenada miserable".

Wow, su mente si podía ser cruel consigo misma y aun así tenía razón.

—... criaturas como las anfisbenas son seres que vienen a este mundo a pares, no hay uno sin el otro y no hay quién logre vencerlas. ¿Qué hará nuestra bestia contra semejante monstruo? Elevemos una apuesta, señores míos ¿El león o el reptil gigante de dos cabezas? ...

El hombre lobo siguió hablando sobre como las anfisbenas iban a hacerla llorar y bla, bla, bla.

Sus Vigilantes llegaron. Los hermanos hicieron presencia con sus ya habituales cuencas vacías de discernimiento, Try ilustraba el pecho desnudo y una larga falda verde que se veía ligera mientras que Saraf portaba un vestido similar al que ella traía puesto, exceptuando que en aquella hembra, la piel destacaba más por la gama de dibujos rúnicos que tatuaban sus brazos y vientre descubiertos.

"Llegó el peso pesado. Aquí nos harán mierda, me lleva el infierno".

No se transformaría o su precario lazo con la cordura se convertiría en un recuerdo olvidado.

Ella iba a pelear de la única forma posible: sacrificando su cuerpo y protegiendo su mente.

Los mellizos se tomaron de la mano y ella empezó a correr.

—Gavriel, háblame, por favor. Vestal mía... ayúdanos.

Él no podía prestarle atención a Zachary, incluso cuando el vampiro le sujetaba la mano. El humano cerró los ojos con fuerza, ese dolor en su pecho se expandía a través de todo su cuerpo como un incendio sobre pasto seco.

No iba a morir.

A través de la espesa niebla de dolor lograba oír al padre de sus sobrinos rezando a alguien, pero se hallaba tan sumergido en el sufrimiento que difícilmente entendía una palabra. Su cerebro gritaba pidiendo que lo mataran de una vez, al contrario de su corazón donde sus instintos le decían que estaba en el sitio y en el momento correcto haciendo lo que debía hacer. Él no era creyente precisamente, pero sentía que esta era la cúspide de una enigmática jugada de un ser más grande.

Sacudió la cabeza y se la agarró entre temblores. Estaba ardiendo y sentía la piel rebosante de sudor. No supo cuándo empezaron los dolores, pero su estómago empezó a retorcerse y a quemarle como si tuviera un incendio interno. El fuego corría bajo su carne, no importaba cuánto se retorciera el calor iba en aumento.

No iba a morir.

El dolor aparecía a intervalos cada vez más cortos y seguidos. Gavriel reprimió una arcada. Estaba literalmente tirado en el suelo a expensas de su propio control, su mente solo respondía al dolor. Apretó los dientes unos contra otros para no gritar y alertar a los soldados afuera de la habitación.

Si alguien los encontraba, ¿qué iban a hacer?

Los rugidos habían sido reemplazados por una voz femenina. Maleon. Ella prevalecía y él lucharía por hacer lo mismo. Le dolía la cabeza, las sienes le iban a estallar, los ojos iban a salirle de las órbitas. Sentía que le arrancaban los dientes con una tenaza y que estiraban sus músculos desde el interior al exterior, tenía la sensación de que los huesos se le estaban solidificando y le crujían con cada movimiento. Empezaba a perder el conocimiento cuando su cuerpo se tensó para amortiguar otra convulsión que le sacudió las entrañas y lo dejó a cuatro patas. Quiso vomitar, pero no tenía nada en el estómago, sólo bilis que le quemaba en la garganta y lo ahogaba.

No iba a morir.

Otra convulsión. Cada vez más seguidas, más fuertes.

¿Cuándo acabaría esta pesadilla? ¿Resistiría sin aullar como un animal?

Las preguntas se le amontonaban sin resuello y el maldito dolor acompañado de temblorosos espasmos no le daba tregua. Empezó a escuchar a una mujer tarareando una canción. Ay, no. Si aparecía un ángel para llevarlo a la luz pues que se fuera a cantar con su arpa a otro lado... ni loco lo acompañaría.

No iba a morir, no todavía.

La siguiente convulsión le hizo caer de lado y quedarse como un ovillo. Gruñó hundiendo la cara en su brazo mientras aplastaba los dedos en su estómago inconsciente de que se hería a sí mismo; se estaba muriendo y no iba a aguantar eso mucho más.

Una convulsión más. Esta lo dejó boqueando, desesperado por respirar, por obtener aire. Las lágrimas le nublaban la vista. Ya no podía moverse. La mirada al ras del suelo. Otra convulsión y ganas de vomitar. Esta vez devolvió sangre sobre el piso.

—¿Gavriel, sigues ahí?

Z estaba llorando.

A su pecho se aferraba la cólera más que el miedo, se estiró para tomar nuevamente la mano del vampiro para que, a falta de vista, ese agarre le bastara para confortarse. El dolor lo hizo temblar de la cabeza a los pies, un latigazo se instauró detrás de su nuca y fue demasiado para él, ya no resistió más. Algo se sacudió en su interior, lo que no resultó bien porque cayó libre en la inconsciencia oyendo a Z llamarlo.

¡Infiernos, no quería morir! Sus sobrinos lo esperaban. Hailey y Zachary lo necesitaban. Los Vigilantes y Daraan merecían que alguien los rescatara. Y su amada Maleon, ella que lo tenía domado con su hermoso cuerpo, su tierno y valiente corazón, y esa tenaz leona de amor que brillaba en sus ojos de color atardecer.

Vivir... debía vivir.

Despertó en un sitio extraño y familiar, se hallaba en el piso de la casa de sus abuelos. Se trataba de la cocina, la rústica edificación de madera y cacharros acumulados en un rincón, las paredes tapizadas con un tapiz floreado e incluso las cortinas con maíz estampado que dejaban entrever la luz del día. Todo estaba igual que cuando tenía doce años. Parpadeó confuso y se puso de pie con un mal sabor de boca. Si ahora se le aparecía ese anciano que lo crio daba por hecho que gritaría más enfadado que asustado.

Ah, me lleva el demonio, morí y para colmo me vine al infierno, pensó tirándose el cabello con las manos.

El ambiente se sentía particular, tenía la sensación de estar debajo del agua y de que sus movimientos eran muy suaves.

—No estás en el infierno.

Gavriel se volteó espantado hacía la puerta amarilla junto al viejo refrigerador, una encantadora mujer de piel bronceada entraba con flores anaranjadas. Era hermosa desde el cabello azulado hasta la punta de sus pies descalzos; la túnica que traía la cubría por completo y flotaba tras ella como si estuviera inmersa en un líquido invisible, así también el ligero velo transparente que caía sobre su rostro. De repente, se sintió intimidado porque de aquella dama similar a un espejismo azul emanaba una fuerza abrumadora y peligrosa.

—Ah... —No sabía que decir—¿Entonces el cielo? No me consideraba tan buena persona. Aunque si no le molesta me quiero ir.

Ella dejó las flores sobre la mesa con mantel a cuadros y tomó asiento.

—¿Te irías del paraíso?

—Dejé un desastre en la tierra que tengo que arreglar, así que sí. Necesito volver para ayer.

La escuchó reír.

—Nunca nadie me había hablado de esa forma y salido vivo.

—Estoy bastante alterado como para pensar en códigos de etiqueta, señora.

La misteriosa dama juntó sus manos bajo el mentón, una brisa fría engulló la estancia con olor a océano y sal de mar. Las aves cantaban afuera con una melodía que acariciaba al oído con dulzura.

—Te haré un pregunta humano ¿Te has sacrificado por mi hija?

Él se quedó helado. El corazón de Gavriel latió como un martillo neumático. La mujer irradiaba un millar de cosas: una presencia de respeto y miedo, auténtico poder encarnado, una fuerza de la naturaleza. Tragó saliva antes de preguntar:

—¿Quién es usted?

—¿Quién crees tú que soy?

—No se ofenda señora, pero no me van estas frases filosóficas y espirituales porque soy muy idiota para captar el mensaje. Si por lógica fuera le diría que es la madre de Maleon. —Ella frunció el ceño—¿Ve? Le dije que iba a responder mal.

—Humano, eres asombrosamente arrogante —dijo irritada, pero luego sonrió—. Y totalmente impertinente, además. Yo soy a quien conocen como la Vestal del Novilunio.

Oh, Santa mierda de Batman. Se abrumó un segundo, una... ¿Maga? ¿Deidad? Bueno, la Vestal de la que tanto hablaban las criaturas mitológicas estaba delante de él y pues nada le causó un shock de medio cerebro.

—Ah, madre santa.

—¿Te has sacrificado por mi hija, humano? —cuestionó nuevamente la enigmática dama.

Gavriel se humedeció los labios.

—Sí, quiero ser capaz de ayudarla... a todos.

—Entonces supongo que debería concederte esa exigencia.

—¿Supone?

La Vestal ladeó la cabeza, la extensión de su cabello iba más allá del suelo de madera astillado. Un Poder los rodeó y sintió un frío trepar por sus piernas hasta hacerlo retroceder.

—Yo les di dones a mis hijos, los colmé del poder de hacer maravillas y ellos protegieron mis regalos de tu mundo. Los humanos que han llegado a mí con deseo de formar parte de mis criaturas han sido portadores de almas vanidosas y codiciosas cuya posición valía más que sus corazones... ellos encontraron la muerte en lugar de mi bendición. ¿Por qué debería darte a ti algo de mí?

Okay, la señora es difícil, pensó.

—Me desagrada que me llames "señora" —se quejó la Vestal con una voz llena de relámpagos.

—Puede leer la mente... lindo —dijo atragantado—. Bueno, la verdad yo no quiero nada de usted. Por lo que más quiera no se ofenda, pero yo no la conozco y lo único que tengo claro es que me puede freír como un huevo. Disculpe, le juro que estoy tratando de ser lo más respetuoso posible... estoy temblando de los nervios. Yo solo quiero salvar a Maleon, a mi familia y a mis amigos. Espero que sepa lo que está pasando en la tierra o como usted lo llame, porque en realidad sus "hijos de sangre pura" están torturando a los suyos y ya no tenemos alternativas. No me importa en lo que me voy a convertir, me importa que ahora mismo alguien quiere matar a los seres que amo y siendo solo yo no puedo hacer nada.

—Sé lo que pasa en el mundo terrenal y me entristece, algunas veces los hijos toman decisiones equivocadas. Cuando los híbridos nacieron me llené de satisfacción y felicidad porque mi creación florecía en desconocidos brotes que nunca había visto. Hice un voto hace mucho tiempo. Uno que me impide dañar a mis propios hijos. Así que siempre estoy jugando con las piezas del tablero... —Ella tomó un pequeño salero y lo movió a otro lado —, buscando maneras de ganar guerras y creando guerreros desde su concepción. Mi hija, esa hembra que amas, fue la reina con quien pude ganar partidas imposibles y verla ahora me duele en el alma... tuve que hacerle daño para que se convirtiera en quien es hoy. Lastimosamente por más de que hice todo esto amándola, ella no cree en mí.

Él se mordió los labios, esforzándose en no pensar que eso sonaba muy hipócrita. Al estilo "te lastimo porque te quiero".

—Sí, mi amor es hipócrita en muchos aspectos.

Maldición. Que leyera mentes no era justo.

—¿Entonces? ¿Va a ayudarme?

—Nunca había permitido que me hablaran como lo has hecho, Humano. Eso me ha ofendido y divertido equitativamente. Te daré mi bendición, pero no te ayudaré a lograr lo que buscas... pues el destino ya ha sido decidido. Dale un beso de despedida a mi querida hija cuando vuelvas a verla.

—¿Qué quiere decir?

La Vestal negó, reservándose sus comentarios y manteniéndose en misterioso silencio.

—Bien, no me diga, señora. —Se le escapó la palabra, pero ella no lo tomó mal—¿Me puede decir por qué estamos en esta casa?

—Busqué en tus recuerdos un sitio que te haga sentir seguro ¿Funcionó?

—No. Estoy como para saludar a San Pedro.

—Hijo de... ¡Ah!

Maleon jadeó cuando una de las dos inmensa cabezas de serpiente la levantó metros sobre el suelo cogiéndole un brazo con la monstruosa boca, ella miró al reptil a los ojos verdes y tuvo el presentimiento de que miraba a Saraf. Entonces oyó el siseo de la otra cabeza que ya abría sus fauces para tragarla entera.

Las anfisbenas eran seres raros de naturaleza agresiva, se trataban de largas víboras de entre diez y veinte metros de longitud con una cabeza a ambos extremos de su cuerpo; en su forma humana siempre nacían siendo gemelos o mellizos y dependían el uno del otro para transformarse.

Tanto Try como su hermana alcanzaban los 18, 5 metros y las escamas de su cuerpo adquirían un verde eléctrico que titilaba con la luz como si fueran las luces de un árbol navideño, pesaban 25 toneladas —lo que los hacía terroríficamente siniestros si te interponías en su camino y caías víctima de su peso—, y si hablas de sus jodidas cabezas... esas cosas hasta tenían un par de buenos cuernos curvados hacía atrás.

También estaban sus colmillos, esos que tan bien podía ver ahora cuando querían devorarla. La leona maldijo y se movió lo más rápido que pudo para aferrarse con las piernas al lateral del rostro del anfibio enorme, se disculpó mentalmente con su querida Vigilante e introdujo sus dedos profundamente en el ojo que la contemplaba. Saraf abrió sus mandíbulas y su brazo se liberó. Sin embargo, Try fue inmediatamente a su ataque. Maleon se deslizó hacia arriba para tomar uno de los colmillos de la hembra serpiente, usó sus garras para arrancárselo de raíz tan veloz como un latido de su corazón y cuando la cabeza del otro hermano estuvo cerca lo apuñaló con él en su feo hocico.

La distracción de ambas criaturas le dio tiempo, sin considerar ni respirar volvió a usar el colmillo para atravesar la escamosa piel de la anfisbena; deliberadamente imprimiendo su peso hacia abajo y continuó abriéndola en canal. La sangre brotó como una castada inacabable de rojo intenso que bañó por completo sus manos.

Maleon no sentía el cuerpo, sus heridas estaban dormidas por aquella hormona común que también era un neurotransmisor que incrementaba su frecuencia cardíaca, contraía sus vasos sanguíneos, dilata sus vías aéreas, y participa en la reacción apresurada de lucha de su sistema nervioso simpático. ​

Con un azote la anfisbena la envió contra una pared, apenas se estrelló en el suelo los guardias la arrastraron de regreso al círculo donde peleaba.

La reina de los híbridos subió la vista para encontrar a los mellizos en sus formas humanas jadeando y gimiendo en charcos de líquido vital carmesí. Avanzó sobre sus manos y pies hasta que por fin pudo ponerse de pie para correr hacía ellos, se arrodilló junto a los dos hermanos con lágrimas en los ojos; Saraf tenía un ojo gravemente lesionado y le sangraba la boca por el diente faltante. Por su lado, Try cargaba con una herida mortal en la cabeza que le dio arcadas.

Además de que los dos poseían un corte que iba desde el abdomen hasta el vientre bajo... los había mutilado y casi ni podían respirar.

La ira la tornó ciega, giró hacía el Consejo con un grito de cólera refulgente de odio y venganza, pero los soldados se interpusieron amenazándola —algunos con espadas y otros con armas cargadas—, así que se detuvo con un bufido de rabia. Contando a los guardias presentes tenía un promedio de veinte seres mitológicos con los que tratar, si a eso sumaba a los bastardos concejales estaba bloqueada.

—¡Ustedes, malditos hijos de puta! ¡Espero se apresuren a matarme porque voy a blandir mis garras en sus estómagos hasta que me rueguen que los mate! ¡¿Oyeron, jodidos viejos babosos?! ¡Voy a matarlos! —bramó con las manos temblando de impotencia.

Roshan hizo una mueca y Aislinn se cubrió el rostro para ocultar las lágrimas que descendían de ellos. La pareja de vampiros se veía particularmente enajenada, desinteresados, indiferentes frente al contexto de la situación. Luego estaba Hera que prácticamente lloraba de felicidad, la bruja disfrutaba esto de forma orgásmica y hasta tenía las mejillas sonrosadas.

Koa le sonrió con descaro.

—¿Matarnos? —exclamó el licántropo—. Bueno, aunque nos has sorprendido, Bestia. No creo que llegues a ver la próxima luna, independientemente de que venzas a todos tus allegados y demuestres esa impresionante experiencia en combate. Ya no existe un renacer para ti, tus vidas se han acabado...

—¡Ay, pero que poético te pusiste! ¡Si solo me hubieras dicho cosas tan bonitas cuando querías acostarte conmigo lo habría pensado antes patearte el trasero para que te largaras con el rabo entre las piernas! —se mofó ella—¡Quiero ver como obedeces a tus amos como el buen perro faldero que eres!

—¡Exacto! ¡Oye, reina loca! ¡¿De qué rayos va tu historial romántico?! Es un asco, nena.

Maleon se emocionó al oír a Daraan, los soldados lo traían esposado y encadenado por todos lados. A diferencia de los demás no llevaba ropa especial para el espectáculo grotesco, sino sus acostumbrados tejanos que en esta ocasión estaban manchados de sangre y mugre. Todo centímetro en él estaba sucio, su pecho estaba descubierto y tenía el pelo rubio grasiento.

Maleon se mordió los labios con recelo, si los hacían pelear terminaría mal. El dragón dorado era una criatura poderosa y si lo drogaban no conseguiría vencerlo sin su forma mitológica. De repente, un grupo de soldados llevaron a Saraf y Try como bolsas de basura, ella gruñó furiosamente por la falta de respeto a sus guerreros.

—¡Oh, que alegría! ¡La presencia del rey de los mestizos nos enaltece!
—ovacionó Koa con sarcasmo.

Daraan ladeó la cabeza, sus acuosos iris brillaban juguetonamente y su porte despreocupado daba gracia.

—Siempre es un gusto verte a ti también, Koa. ¿Cuándo fue la última vez? —El dragón dorado fingió no recordarlo sosteniendo su mentón con ironía. Entonces abrió los ojos consternado con ficticio estupor—¡Ya sé! ¡Cuando Maleon te noqueó tres veces mientras actuabas como galán cavernario! ¡Jamás vi a un macho de los hombres lobo lloriqueando por acostarse con una hembra que no lo desea! ¡Viejo, por favor! ¡Una dosis de amor propio y respeto!

Decir que el licántropo enrojeció de furia sería un insulto a la humillación materializada, incluso algunos soldados se rieron por lo bajo y los concejales se cabrearon. Perfecto.

—¡Daraan! ¿Qué rayos has estado haciendo? Te ves increíble —gritó sarcásticamente la leona llena de euforia.

El rubio le sonrió radiante, claramente alegre de que su "esposa" aún vivía.

—Ay, claro que sí. Soy la definición de increíble ¿Ves mi pelo? Ni crema para el cabello ni gel... solo puro sudor y desesperación. En serio, te va a dejar di- vi- na.

—¡¿Por qué no está drogado?!—escupió Hera a todo mundo.

Un pobre guardia que escoltaba al rey de los híbridos tuvo que tomar la voz para explicarse delante de las miradas acusadoras de los líderes de las especies:

—Le dimos varias dosis y no parece sufrir ningún efecto, mi reina. Lo lamentamos.

—¿Qué? —La dragante estaba confundida.

—¿Realmente creíste que podrías drogarme "abuela"? Pues me temo que lo lograste, estoy tan jodido como Santa el 25 de diciembre y en cualquier momento voy a vomitar porque estoy mareado hasta el punto de que me pareces buena persona ¡Espera! Eso no lo puedo decir ni con toda la mierda que tengo en mi sangre.

El rubio se rió alto, Maleon notó como las sienes de Hera empezaban a palpitar por la caldeante iridiscencia del fracaso en uno de sus planes. Las drogas que les daban despertaban sus instintos más primitivos en las criaturas mitológicas, anulaban el razonamiento concreto y te convertía en un monstruo. Ella podía superponerse a pura voluntad, sus Vigilantes no solo estaban siendo controlados por la droga sino también por los poderes de los vampiros, pero Daraan no era completamente una criatura mitológica. Una pequeña parte de él era humana y le daba facultades de ellos, así que de alguna manera esta sustancia que les habían inyectado... a él lo volvía un idiota con 0% de estrés.

—¡Maldita sea tu sangre! ¡Condenado mestizo, hijo de un bastardo miserable! —chilló Hera.

—Que mala eres. Que mala es. ¿No creen? —preguntó el dragón a uno de sus guardias.

Sin embargo, tras un minuto la reina de los dragantes recuperó su sonrisa. Sus pálidas pestañas descendieron sobre sus ojos a la par que los hoyuelos en sus mejillas se marcaban.

—Está bien. No pasa nada. Solo tendremos que adelantar el final.
—Chasqueó los dedos revitalizada.

Maleon esperó, aquí fue donde la avasalló un bajón de energía, el dolor retornó por la falta de adrenalina y la enfermedad revivió sus síntomas. Le flaquearon las piernas, las rodillas se le hicieron de gelatina y las articulaciones se volvieron rígidas. El estómago se le revolvió al límite de las náuseas, entonces... un mareo le entró de repente dejándola abatida al ver que Tohma se acercaba a ella.

Todo su cuerpo se entumeció. A él lo habían vestido con una ridícula falda de amarillo chillón llena de joyas en la zona de la cintura, y dándole un aspecto semidesnudo la parte superior de su torso estaba al descubierto. Las cadenas en su piel tenían óxido, las cicatrices le decían que fueron rociadas con sal para que jamás cicatrizaran y sus maravillosos ojos estaban muertos como su alma. Gruñía enseñando sus colmillos conforme la distancia entre ellos se reducía, lo habían drogado también y en su caso sí se había convertido en un animal.

Maleon negó lentamente mientras los guardias liberaban al macho desquiciado de sus ataduras.

—¿Ves eso escla...

Pero él ni siquiera dejó a Hera acabar de hablar, en cuanto quedó libre de sus cadenas trajo a la vida a su criatura mitológica, una abominable monstruosidad, porque no habría mejor manera de describirlo. Su hermano tenía en su linaje a un fénix y a un dragón de Komodo, esa mezcla genética le otorgaba un musculoso cuerpo de escamas rojas. Grande como un Porsche 911. De iris encendidas por el fuego. Con cuernos que apuntaban hacia adelante y dientes de sierra. Toneladas de violencia encarnada. Las alas que emergían de su lomo se constituían de llamas ardientes que le daban una imagen sacada de un Apocalipsis y sus ojos reflejaban cuencas de fuego inmisericorde.

Él irradiaba agresividad en cantidades iguales a los que exudaba de horror.

Tohma no esperó para acecharla, preparándose para saltarle encima y acabar con un espectáculo del que notablemente le desinteresaba participar. Gruñéndole. Odiándola. Midiendo sus debilidades.

—Está bien, Tohma. Yo no voy a lastimarte. Nunca —dijo Maleon.

Y era cierto. Ella había matado a sus hermanos una terrible noche de su juventud, los había masacrado por capricho de un pusilánime rey que obligó a niños a vivir en un agujero desde el momento en que nacieron. Había estado siglos culpándose por ello, peleado para buscar una tranquilidad que nunca encontraba y buscándolo... buscando a su hermano y a su madre con la infantil esperanza de que la Vestal hubiera concebido algo de amor para una de sus hijas.

Al final no había encontrado nada más que su misma muerte y lo único que podía decir de esto era que estaba bien. Karma o no. Castigo o no. Morir en manos de su hermano le parecía la muerte más digna y bella del mundo.

—Cuando esto termine, dejen ir a los humanos y a mis Vigilantes. —Sabía que, a su desgracia, Daraan, Ivy y Aislinn no tendrían probabilidades de ser liberados—. Ellos me sirvieron, pero no son yo. Su odio es hacía mí así que déjenlos fuera de esto. Incluso si los hieren no podré llorarles porque estaré muerta, no tiene sentido que los sigan reteniendo.

Sorprendente Hera estuvo de acuerdo.

—Que así sea, Bestia. Una vez mueras les abriré las puertas, pero solo a tu humano si se porta bien y a la medusa. Los niños y su madre le pertenecen a la casa Berkshire. Tus Vigilantes fueron reclamados por Koa. Además, tu dulce unicornio será enviada a las tierras de los elfos como un trofeo.

Aguantó la respiración, lo imaginaba.

—Libera a mi hermano. Ya no lo necesitas.

—Él se ha portado como un caballero obedeciendo mi ordenes... que así sea.

Maleon asintió y se centró en Tohma nuevamente, tal vez podría esquivar sus ataques un rato. No obstante, irremediablemente la alcanzaría en algún momento oportuno y ella no pelearía para detenerlo. Lo amaba demasiado para herirlo.

—Está bien, Tohma. Te he extrañado mucho.

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