Capítulo 6

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Gavriel tenía el corazón latiendo en los pies, un día a su cargo y ya había extraviado a uno de sus sobrinos, si la paternidad fuese una profesión lo habrían echado de una patada a la calle desde el inicio. Rayos, había recorrido un sinfín de pasillos para cuando llegó al vestíbulo que asemejaba haberle pertenecido al mismísimo Zar de Rusia. En el aire afloraba un fuerte olor a carne quemada. Frunció el ceño y se asomó hacia la puerta desde donde se originaba el aroma. Le bastó con pisar dentro no solo para hallar una cocina de castillo medieval, sino también para encontrar a Luke jugando con lo que parecía un mini leoncito y a Lily sentada en una mesa al lado de Maleon charlando sobre quién sabía que.

Tuvo miedo de que ellos estuvieran a solas con ella, después de presenciar al monstruo en que se convertía esa mañana... dudaba de su seguridad. Entonces captó algo:

—Lily, te dije que te quedaras con Darcy —dijo molesto mientras entraba en la cocina.

Las dos se sobresaltaron por su llegada, giraron para mirarlo y él tuvo que desviar sus ojos de su antigua "clienta".

—Lo siento, quería ayudarte —contestó la niña yendo hacía él con la cabeza gacha.

Ignorando la presencia de la "reina", él se dirigió a Luke para cargarlo, el cachorro con el que jugaba le maulló en resistencia y le mordió el dobladillo del pantalón para que dejara a su amigo de juegos. Aguantó la respiración. Apartó al leoncito con cuidado e impresión —nunca había tocado un león, aunque este fuera un bebé—, se enderezó y cogió la mano de Lily para salir de la cocina.

—Quiero hablar, Gavriel.

Frenó en seco y tragó saliva. También deseaba hablar con ella, pero no lograba reunir el valor para verla, de algún modo no recordaba su rostro y su imagen había sido reemplazada por la del león con sangre de un hombre en los colmillos, las alas llameantes y la enorme cola de serpiente que aplastaba los muebles.

Nunca podría verla de la misma manera.

—Por favor, mírame.

Él suspiró, supo antes de voltear que era un error y lo fue, Maleon se veía más auténtica que nunca o tal vez era su impresión tras conocer lo que ocultaba. Se sintió como si acabara de conocerla, como si los ocho meses que llevaban encontrándose hubieran sido borrados u ocultados bajo pintura blanca. Sus ojos irradiaban tanta expectativa que lo dejaron sin aire, ella debió de haber sospechado lo que sentía porque se llevó una mano a la garganta claramente angustiada y la presión que manifestaba al apretar los dientes era estremecedora.

—Lily —llamó el hombre, la niña alzó la cabeza—. Ve con Luke y espérenme en el sofá que está en el vestíbulo.

En esta oportunidad, su sobrina no lo cuestionó mientras acompañaba a su adormilado hermanito a salir de la cocina. Gavriel se mordió la lengua mientras avanzaba para tomar asiento frente a Maleon, por más que se lo hubiera pedido... nuevamente rehuyó a obtener otro vistazo de su rostro. Sin embargo, no necesitaba verla para saber que ella tenía su vista clavada en él y en cada movimiento que hacía, desde la manera en que su pecho subía y bajaba al respirar hasta el acto de parpadear. En el pasado esa atención le hacía sentir cierto agrado que en ocasiones rozaba el placer culposo, pero en este momento se sentía un aperitivo o una presa. Un entretenimiento para la bestia que habitaba en ella.

—¿Cómo estás?

—¿Esa es la primera pregunta que vas a hacer? —cuestionó él haciendo una mueca.

La oyó suspirar.

—No sé cómo empezar la conversación, pero necesitaba hablar contigo luego de lo que viste esta mañana. Sobre lo que piensas de ello, si estas asustado o preferirías marcharte —dijo con aprensión—. Me preocupa como estas llevando esto, Gavriel.

Él se removió en la silla, el sonido que hacía el cachorro de león al comer lo ponía frenético.

—Ese es el problema, Maleon, no estoy llevando esto. Solo está ocurriendo y no puedo controlar nada en mi propia vida porque es literalmente un mundo diferente al mío, Hailey está a merced de seres peligrosos que no comprendo. —Perdió los estribos severamente superado por la situación—. Vi un maldito tipo convertirse en un dragón y me enteré de que la mujer que conozco hace meses es la reina de una raza mágica. Esperaba cualquier cosa de ti, hasta el hecho de que estuvieras casada, porque eso es mucho más lógico que considerar que eres un maldito león con alas en llamas ¿No es una locura? ¡LLA-MAS! ¡Y que casi mataste a personas hoy!

—Mírame... por favor, Cor Meum.

—No puedo.

—Te lo ruego, no huyas de mí.

—Deja de usar ese tono, no actúes como si fueras inocente. Me mentiste por meses, no son mentiras blancas, son verdades demasiado gordas como para ocultarlas. Tu juego involucró a mi familia en una situación de vida o muerte.

Un instante de silencio.

—Es tarde, pero seré sincera contigo... Non possumus et libera noster vera.

—Mierda, habla en español.

La oyó maldecir.

—Diablos, dije que ambos podemos liberar nuestras verdades.

—Yo no tengo nada que confesarte.

—Tienes.

—¿De qué demonios hablas?

—Naciste en una granja en New Hampshire, tus abuelos, Anthony y Olivia Koch, fueron tus tutores legales y te criaste con ellos hasta que huiste de casa a los dieciséis. Durante tu adolescencia no tuviste antecedentes delictivos de gravedad, solo un par de arrestos insignificantes. Viviste en cinco estados en un lapso de tres años mientras estabas en secundaria. Terminaste la escuela y te graduaste en Tampa como profesor de Educación Física, te mudaste a Nueva York con tu hermana donde trabajaste en una secundaria dieciocho meses y... pasaste un año en prisión por cargos de agresión hacia tu cuñado.

Madre santa, lo habían investigado.

—No tenias derecho a inmiscuirte en mi vida.

—Mi posición lo requería. —Ella suspiró—. Me hubiera gustado que tuvieses la confianza de hablarme de ti.

—Eras trabajo, me pagabas por estar ahí. No puedes llamar a eso una relación de confianza.

Buena respuesta. Mala reacción. Gavriel sintió un dolor en el pecho al tratarla de esa forma y no supo cómo lidiar con ello.

—Pensé que habíamos significado... más el uno para el otro, fue mi error... ¿Podrías mirarme a los ojos? Es lo habitual en una conversación y yo... lo necesito... por favor.

Innegablemente la miró, la preocupación en ella fue tan traumática como todo ese día y quiso decirle la verdad, sobre todo, asumir que tenía miedo de lo que pasaba a rienda suelta a su alrededor. Aunque cuando su boca se abrió, no dijo lo que quiera decir y exclamó sin pensar:

—¡No lo entiendes... tú me aterras!

La golpeó, eso en realidad, la golpeó con fuerza. Maleon palideció de un instante a otro, Gavriel no supo qué decir ante esa expresión que fulguraba tan nítidamente y se pasó las manos por la cara. Dios, jamás la había visto así. Se sentó paralizado mientras ella bajaba la mirada a la mesa, sonriendo fracturada como vidrio en su fragilidad.

Ella había tenido siempre un aplomo que se extendía a lo largo de su piel como una coraza irrompible y la hacía parecer a prueba de balas, pero ahora parecía más vulnerable de lo que la había visto nunca. Parecía cansada, perdida, incluso triste.

—Era de esperar que me temieras tras conocer lo que realmente soy, estarías loco de lo contrario —habló serena con sus largos dedos alisando su caftán—. Para criaturas como nosotros, mostrar nuestra forma es como dejar en libertad nuestra alma... soy alguien hecha para la guerra y eso es todo, es mi naturaleza... creo que es por lo que cuando el león emerge es temido y odiado. Soy peligrosa, un animal que odia y teme ser encadenado de nuevo.

—Espera, yo no dije que te odio...

Lo cortó profundo y tajante.

—Dejemos ese tema allí, Daraan te instruyó sobre nuestro mundo y por lo que sé, Ivy dijo algunas cosas que no debía decir. ¿Tienes alguna pregunta que quieras que conteste? —La voz de la reina se apagó. Gavriel esperó, observando cautivado su expresión—. Diré la verdad, no tengo razones para mentirte.

Él regresó de donde hubiera ido con un clic interno que puso su mirada penetrante y enfocada en contacto con la suya, se cruzó de brazos para estar más cómodo al recostarse en la silla.

—¿Siempre han existido o vienen de un planeta extraño?

La mujer negó con la cabeza, eso parecía haberle dado gracia.

—No somos extraterrestres. Existe un antiguo mito que dice que fuimos creados por la Vestal del Novilunio, personalmente creo que es una estupidez. —Subió ambos hombros —. Siempre hemos convivido con ustedes, pero tratamos de mantenernos al margen de sus vidas, la raza humana no tiene buena fama de reaccionar muy bien frente a nuevas especies y muchos de nosotros somos demasiado ancianos como para olvidar como resolvían los problemas en eras arcanas. Así que, para subsistir sin masacrar a nadie, nos ocultamos. Cuando nuestras especies chocan nacen los mitos: la medusa de Perseo y las ninfas que sirven a los dioses, los dragones de Occidente y muchos más.

Un rápido pensamiento pasó por la mente del humano y preguntó sin tapujos:

—¿El monstruo del Lago Ness es real?

—Se hace llamar Coventina y es una anciana senil que ama hacer bromas a los humanos todo el tiempo, tuvo dos hijos que fueron cazados hace un siglo por lo que no le gustan los extraños.

Una intriga universal a la basura. La ilusión y el misticismo cayeron tan rápido como la bajada de una montaña rusa y entonces allí venía la subida de golpe otra vez, el vértigo le llenó el estómago.

—¿Todos son inmortales?

Maleon cerró los ojos y él vio que sus pestañas tenían destellos pelirrojos. Simba acabó de comer y halló divertido mordisquear sus pies, lo apartó como si fuera un perrito.

—La mayoría, aunque una muy limitada tasa de híbridos conserva la mortalidad de su progenitor cuando este es un humano. —Levantó los hombros restándole importancia—. Muchos de ellos recurren a los vampiros para que su mordida les permita adquirir la facultad de vivir eternamente, pero en consecuencia siempre hay un precio a pagar.

Gavriel no escuchó la palabra "precio" ni "consecuencia", se estiró sobre la mesa sorprendido.

—¡¿Existen los vampiros?!

Maleon asintió.

—Viven en Europa, aunque en los últimos años, los individuos jóvenes se dedican a viajar por el mundo y tienden a ser un dolor de cabeza para la Casa a la que pertenecen. Antes de que preguntes: ninguno se llama Drácula, el ajo es una mentira, los más ancianos pueden hipnotizarte, son rápidos y fuertes. También se alimentan cada una semana si tuvieron naturaleza humana o cada diez años si son de linaje puro. Todos tienen la misma debilidad: la luz del sol los vuelve ceniza —explicó cuando de repente, Simba empezó a mordisquear su vestido para llamar su atención.

Ella se agachó para tomarlo entre sus brazos con mucho cuidado, el león aferró sus patas peludas a los hombros del caftán rojo y dejó descansar su cabeza en el pecho femenino; un ronroneo tronó en el ambiente. Gavriel se quedó viendo a ambos tan cómodamente juntos, abrazándose el uno al otro, recordó como ella lo había llamado "mi bebé" esa mañana y un entendimiento tardío le vino a la mente. Esa criatura podría ser hijo de Maleon y Daraan, la conclusión lo dejó volando en la deriva sintiéndose un intruso en esa familia.

—Te tiene mucho aprecio —murmuró masajeándose la nuca.

—Y yo a él, pero no es lo que crees.

La miró confundido. La mujer prosiguió:

—No es mío, yo no puedo tener hijos. —No mostró dolor por esto—. Lo rescatamos hace casi cuatro meses de unos cazadores de criaturas mitológicas, era tan débil en ese entonces y míralo ahora... es enorme. —Acarició las orejas del cachorro—. Mi instinto me dice que es como yo, una mantícora, pero los demás piensan que estoy enloqueciendo y que solo es un animal que debe regresar a su hábitat natural. Tal vez tengan razón al decir que enloquecí ...

No dejó pasar desapercibido el hecho de que ella se definía como una mantícora, cosa que buscaría más tarde, y tampoco a la forma deprimente con la que se refería así misma. Ivy le había contado algunas cosas en su corto encuentro en la tarde cuando jugó con sus sobrinos.

—¿Es cierto que estas enferma?

No lo miró.

—¿Eso es lo que te dijo Ivy?

—Sí.

—¿Algo más?

—¿Tendría que saber algo más?

Ella suspiró.

—Sufro un deterioro mental, en ocasiones tengo dificultad para pensar claramente y comprender. A veces sufro de confusión, delirio, desorientación e imposibilidad de concentrarme, además de la incapacidad para hacer operaciones matemáticas sencillas o para reconocer cosas comunes —contó en voz baja—. Esto me produce agitación, agresión, cambios de personalidad, suelo deambular y perderme... también padezco de falta de autocontrol, irritabilidad y tiendo a repetir sin sentido algunas palabras. En ocasiones actúo por llano instinto olvidando mi humanidad. Durante ciertos momentos pierdo mis capacidades motoras, suelo desmayarme y nada lindo ocurre después. A todo esto, le decimos "desvanecimientos".

—Vaya. —Se mostró angustiado—¿Qué tienes?

—Me envenenaron hace un año y a esta altura buscar un antídoto está fuera de discusión. Tal vez me queden unos tres meses según un médico de la especie, pero lo he asumido hace tiempo.

Se le secó la boca y el alma se le fue a parar a los pies. Había creído que era una mala broma de la muchacha de pelo rosa, pero no lo era, el imponente león que hacía sangrar oídos con sus estridentes rugidos y cuyo cuerpo se rodeaba de fuego... se hallaba en la afligida fase terminal de su vida. Su recelo se vaporizó. La rabia se ató a la impotencia en su pecho y la aceptación tardó mucho en asomarse, existía algo en esto que no podía aceptar. Clavó los dedos en la mesa para asegurarse de que seguía en su sitio, escuchando como la mujer delante de él iba a morir y lo peor de todo era que estaba resignada a hacerlo.

—¿Quién diablos te envenenó?

Maleon le estudió, la mueca habitual de su rostro dio aparición al no comprender la razón de su ira. Una sonrisa imprevista curvó los labios de la reina, sus colmillos se alargaron por el sentimiento de furor y él peleó contra la sensación de riesgo en su cabeza.

—¿Daraan te habló de las múltiples razas que nos conforman y de sus líderes poco cooperativos entre sí? —Él asintió aunque sonara a una pregunta hipotética—. Bien, si hay algo que los une es que todos piensan que soy una maldita hija de perra que tiene el poder de proteger a los insignificantes paracitos de su sociedad perfecta y que soy alguien que puede renacer de sus cenizas tantas veces como sea necesario para darles una patada en el culo.

No supo con exactitud si Maleon le había arrojado una indirecta, pero la tomó de todas maneras.

"Alguien que puede renacer de sus cenizas tantas veces como sea necesario...

—Un fénix —susurró con miedo a hacer el ridículo, pero ella asintió—¡¿Eres un fénix?! ¡¿Pero acabas de decir que eras una mantícora?!

—Soy reina de los híbridos, eso te dará una pista para tu acertijo.

Una hibrida entre mantícora y fénix, no se haría la idea de lo chocante que eso se oía porque no era exactamente lo que lo intranquilizaba. Se levantó deprisa, tirando la silla y despertando a Simba.

—¡¿Pero los fénix renacen o no?! ¡Y tú te estás muriendo!

Ella continúo observando las manos del hombre sobre la mesa.

—Por supuesto que renacemos, pero todo poder tiene un límite. Un fénix puede renacer siete veces, yo me quedé sin cartas que apostar, Gavriel —contestó encrespada.

—¿Cómo puedes perder siete vidas?

—Una vez fui joven e inconsciente, en aquellos tiempos luchaba por el simple deseo de vengar y ofrecer justicia por mi propia mano. Perdí cinco de mis vidas salvando a criaturas mitológicas que fueron torturadas injustamente y de entre ellos obtuve a mis Vigilantes, que me han jurado fidelidad eterna.

Gavriel lo procesó, la conversación de Aislinn e Ivy cobró sentido.

—¿Quién te envenenó y por qué? —cuestionó luego de razonar sus palabras.

—La reina de los dragones, lo hizo porque se rumoreaba que mi tiempo en esta tierra había entrado en su última vuelta y no perdía nada con intentar. Entonces me invitó a cenar con la excusa de hacer las paces entre las dos, admito que cometí el error de creerle y no hay más tras eso. Enferme y supe lo que esa desdichada serpiente me había hecho, le devolvería el favor de poder hacerlo y le arrancaría la... —Maleon cerró la boca y se pellizcó los labios con los dedos—. Lamento eso.

Algo en su actitud no cuadraba, esta nueva Maleon era una mujer despiadada por donde la miraras y resultaba insultante que la persona que la había envenenado estuviera viva a su costa. Él se apartó de la mesa inquieto, las paredes que lo encerraban lo asfixiaban.

—¿Por qué no te vengaste? —preguntó cruzándose de brazos otra vez.

—Ya no son tiempos de guerra, hay leyes y acuerdos. Existe un Consejo de Antiguos que funciona como una orden de los gobernantes de los ocho reinos: los Tenebris, que incluyen a los vampiros; los Canibus, con los hombres lobos; los Laetus, donde se dividen los elfos, las ninfas y las hadas; los Aquatilium, que reúne a los seres mitológicos de las aguas como las sirenas; los Bestiam, quienes se transforman en animales o híbridos animales; los Dragantes, incluyen a los dragones; los Extinct, que son seres muy raros como los fénix o los unicornios. Y finalmente los Bigeneri, donde estamos los híbridos... aunque no nos consideren. Nosotros respondemos al Consejo para todas las disputas, uniones, tratos y demás idioteces que impiden que nos matemos. El problema aquí es que yo sé que ella me envenenó, pero no tengo pruebas para acusarla ante ellos y por mucho que me gustaría darle lo que se merece a la desgraciada, no puedo arriesgarme a que todas las demás razas se me tiren encima... menos ahora.

—Wow, esa es mucha información... —Se masajeó las sienes—¿Tú eres una bestiam o una bineri?

—Es Bigeneri y soy ambas. Ser híbrida es mi herencia, pero mi naturaleza es mayormente influenciada por la mantícora en mí. Así que se me reconoce como una Bestiam.

Él se arrancó el cabello.

—Vaya mierda.

—Sí, una gigantesca. También debe ser ella quién tiene a tu hermana, tras haber creído que falló al matarme fue a por ti y en consecuencia por tu familia. Ella sabe que sé que está detrás de todo y me hará sufrir, no matará a tu hermana ni le hará daño... no lo creo. Esa hembra es una condenada amante de Romeo y Julieta... alargará esta jodida tragedia hasta el final.

Gavriel se tapó los ojos con las palmas, quería sacarse las imágenes de su hermana siendo torturada mientras él estaba haciendo el idiota metido en un palacio con toda esa gente antinatural. No podía hacer nada por salvarla y tampoco entendía de qué forma lo haría Maleon si ni siquiera podía acusar a la reina de los dragones de tratar de matarla. Sus sobrinos se quedarían sin madre y él no tenía ni idea de cómo afrontar la situación.

—Hailey no tiene nada que ver con ustedes... nosotros no tenemos nada que ver con ustedes y su estúpida venganza... maldición, esto no puede ser real—. Su voz salía estrangulada y llena de frustración.

Cerró los ojos consternado. Algunos sonidos le llamaron la atención y tuvo que abrirlos, justo en el instante en que ella le rodeaba la cintura con los brazos. Un micro pánico se movió por debajo de su piel, el recuerdo del monstruo sanguinario le vino a la mente y lo hizo temblar, Maleon subió el rostro para verlo y él no pudo ver sus ojos, se congeló en los colmillos que se asomaban por sus labios entreabiertos. ¿Cómo no los había notado antes si eran tan pronunciados? ¿Cómo no los sintió al besarla aquella noche?

—Vestal mía, me tienes tanto miedo —susurró ella con dolor—. No lo hagas, por favor. Nunca te haría daño... no a ti... no me tengas miedo.

—Maleon, no puedo hacer esto, por favor déjame. Necesito espacio para no enloquecer, estoy asustado.

Vio el aliento de vida escapar de su boca al soltarlo. Turbada. Angustiada. Miserable. Eso reflejaba su expresión y él tuvo deseos de alcanzarla con locura, pero se retuvo en el lugar.

—No me acercaré a ti de nuevo. No si me temes.

Ella recogió al cachorro que dormía sobre la silla y se encaminó a la salida. Antes de irse le miró, sus ojos de infierno y atardeceres se veían húmedos por lluvias y tormentas.

—Mañana a las 1200 horas organizaré una junta para decidir cómo sacar a tu hermana de allí, la traeré de vuela... lo juro.

Se fue y Gavriel suspiró, se dio cuenta de que Simba había dejado un trozo de pollo en el plato.

Negó con la cabeza.

Estaba completamente quemado.

Daraan bostezó y se rascó el ombligo mientras avanzaba por uno de los millares de pasillos de la casa, al despertar se había dado cuenta que la tormenta había cortado la luz. El último generador de repuesto se había estropeado la última vez y aun no lo reemplazaban, así que se quedarían a oscuras unas horas. Tenía sed, por haber estado molesto había olvidado llevarse una cerveza a su habitación hacía un rato y ahora debía bajar a la cocina para buscar una. Ya no había sirvientes, no desde aproximadamente cuatro meses atrás, cuando el estado de la reina se desfiguró tanto que la violencia se volvió parte de sus ataques.

Era peligrosa para todos.

No obstante, él seguiría allí para ser testigo de sus últimos días porque ella había dado una de sus vidas por salvarlo a él y a su hermana de su propia familia. Ese fénix enfermo perdió sus siete vidas por cada uno de sus Vigilantes, ellos le prometieron fidelidad eterna y lo efectuarían a cuestas de todo. Podían con esto, eran guerreros, no civiles, ya estaban acostumbrados a enfrentarse a cosas aterradoras que querían comerlos con aderezo extra.

Un solo de guitarra emergió de su bolsillo, sacó su móvil para ver el mensaje de su informante. Sonrió, su mimada hada de las computadoras había conseguido la información que necesitaba, se dijo que debía recompensarla mientras leía el título del archivo "Luce Jaslene Darcy" y le envió un mensaje con un guiño sobre la frase:

"Te veré mañana en la noche, Cielo".

Entonces escuchó un mínimo sonido, el roce de la ropa contra la piel. Que esta fuera su casa no quería decir que no tomara las precauciones adecuadas cuando oía algo diferente en la sordina de la oscuridad y más aún cuando convivía con una bomba de tiempo. Caminó sin hacer ruido, pegado a la pared del corredor y se asomó al final de este; su cuerpo se relajó al instante.

La esbelta figura femenina de Maleon se empequeñecía al agazaparse contra la luz de la ventana que daba al exterior, adherida al cristal y trazando con los dedos el recorrido de las gotas de lluvia que se deslizaban en ramas liquidas transparentes. Daraan se conmovió al ver como la mujer más desquiciada del planeta desde tiempos antiguos de esa manera, se acurrucaba en la mezquina luminiscencia que venía del exterior... porque le temía a la oscuridad del pasillo.

Él la entendía, los años tatuaron en los dos temores a carne viva, aunque nunca lo admitiría, el dragón le temía a la enfermedad. A la convalecencia. A la agonía. Pero por todos debía esforzarse para enfrentarlo porque no había quien más lo hiciese. No era solo un rey, llevaba siendo el compañero de esa peligrosa mujer desde hacia centurias.

—Hey ¿Qué haces por aquí? —preguntó con suavidad. Desconocía si ella se encontraba a merced de un desvanecimiento o en sus cuatro sentidos—¿Todo bien, Reina loca?

—Estoy bien —contestó sin mirarlo.

—Estas bien pegada a la ventana.

—Se fue la luz y esperaba que volviera.

Encendió la linterna del teléfono y la alumbró en la cara, ella lo insultó de pies a cabeza.

—¿Simba?

—No lo recuerdo, creo que lo estaba buscando... Im 'non certus.

—Bien, lo buscaré más tarde. Primero te llevaré a tu cuarto. —Al ver su negativa agregó—: No estoy siendo amable, de hecho, iba de camino a discutir contigo por ser una enorme imbécil ocultándome cosas.

Mintió para que lo dejara ayudarla.

Maleon no opuso más resistencia, se aferró al brazo del hombre que sostenía la linterna y empezaron su trayectoria de nuevo al segundo piso. Un ruido terrible, similar a un ronroneo salió de la garganta femenina y él se aseguró de no reírse o de seguro ella lo golpearía.

—Te tengo una noticia, así que no tendrás motivos para decir que te oculto cosas y ya no tendré que lidiar con tu mal humor.

—Somos muy parecidos en ello su "majestad", nos tomamos las cosas muy a pecho —bromeó él mientras ladeaba la cabeza—. Adelante, dame con lo mejor que tienes.

Ella suspiró.

—La encontré, Daraan. Es ella estoy segura.

El dragón en su interior se paralizó.

—No puede ser... la humana está enferma —dijo y un rayo iluminó todo.

—No es la mujer.

Eso lo espantó, verdaderamente lo hizo.

—Es una niña, solo tiene... ¿Qué? ¿Ocho o siete años?... no debes hablar en serio.

La reina lo observó sin vacilación, su mirada ardía como una hoguera que reducía tus dudas a las cenizas de la convicción.

—Es mucho más que eso puedo jurarlo.


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Im 'non certus: No estoy segura (Latín)

Cor Meum: Mi corazón (Latín)

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