i. gryffindor? oh, shit

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( gryffindor? oh, shit )


LUKE SE SENTÍA un poco estúpido. Él bien sabía que, realmente, no lo era. Su cerebro funcionaba o, como decía su madre, no le faltan tornillos. Pero no podía evitar sentirse estúpido. Y era una sensación poco agradable. La noticia de que iría a Hogwarts le había pegado de una forma diferente y no le gustaba mucho. No hay que malinterpretar las cosas, la emoción que desbordaba de su cuerpo cuando le llegó su carta, había sido tan grande que le había costado de toda su autodeterminación el no ponerse a saltar y chillar por toda la sala de estar como Skye lo había hecho. Luke tenía una reputación y planeaba que siguiera así.

No, Luke no estaba con el estómago divertido por haber resultado un estudiante de Hogwarts ni mucho menos. Le hacía ilusión. Tenía una varita propia, —Luke aún recordaba claramente su búsqueda de varita y como había hecho volar un cajón directo a la ventana. Debía admitir que se había asustado porque no estaba seguro de que su madre tuviera suficiente dinero para reparar los daños, pero el amable señor Ollivander lo había dejado estar— lo que significaba que sí, haría hechizos con su varita. ¡Qué tan emocionado podría estar!

De hecho, tanto había sido la emoción de Luke, que cuando los libros escolares llegaron a sus manos, no pudo esperar menos de veinticuatro horas, para comenzar a devorar los libros por completo. Los leyó alrededor de tres veces cada uno, tratando de memorar todo lo que más podía mientras Skye tiraba de su cabello y se quejaba de que Luke era un poco paranoico. Aunque en el fondo, Luke sabía que él la ponía nerviosa porque ella no había tocado sus libros en todo el resto de vacaciones y ver que su primo pasaba todos los días con algún libro en mano no era lo mejor.

Pero, aunque gran parte de Luke saltara de emoción cuando se imaginaba a sí mismo lanzando algún hechizo, había una parte en lo más profundo de su pecho, escondido en la parte más oscura de su cabeza, esa voz que parecía salir cuando Luke se sentía de lo más feliz, que le decía, no, que le gritaba constantemente que Hogwarts no era un lugar para un niño como él. Luke estaba consiente de lo podrido que podía ser el mundo mágico, sí, la magia era una cosa hermosa que facilitaba la vida, pero los magos tenían las cabezas tan llenas de mierda, que no le sorprendía que, en realidad, Hogwarts fuese un asco.

Después de que la profesora severa, que se había presentado como la profesora McGonagall, volviese luego de ir a Luke no sabe dónde, los guió por grandes puertas de madera de doble hoja. Supuso entonces, que se encontraba en el Gran Comedor gracias a las historias que su mamá le había contado sobre Hogwarts. Se dedicó a observar alrededor: estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, dónde se sentaban los profesores. Luke suspiró, le gustaba aquel lugar, tal vez, demasiado y esto le preocupaba un poco.

Luke lo piensa así: es un Carstairs. Y por muy poderoso y genial que suene su apellido, sabe la oscuridad que conlleva, desde mucho antes de que Luke fuese concebido. Desde que su abuela decidió convertirse en una bruja oscura y desde que tía June era la obsesión de uno de los brujos tenebrosos más grandes que ha existido. Entonces, como la lógica es algo que reina en el mundo mágico, es obvio que Luke estará igual de chiflado solo por cargar con el apellido, porque, obvio, eso tiene todo el sentido.

Era como un ácido muy corrosivo, un ácido mortal del que brujas y magos temían completamente. Luke estaba seguro de aquello y lo había experimentado en varias ocasiones aunque nunca había tenido el valor de preguntarle a su mamá sobre el por qué. ¿Por qué su abuela había sucumbido ante las garras de la oscuridad? ¿Por qué un mago tan horrible había decidido posar sus ojos en tía June? ¿Por qué los errores de alguien más caían sobre él?

¿Por qué?

Pero bueno, no era algo que simplemente se le preguntase a su mamá porque Luke también sabía que era un tema delicado.

—¡Que bonito! —Luke oyó la voz de su prima a su lado. Giró la cabeza para verle observar el cielo con la cabeza completamente echada hacia atrás y la boca ligeramente abierta. Luke sonrió divertido ante la expresión de Skye—. No sabía que se podía ver el cielo, tía Jane no lo mencionó. 

Si lo había hecho, varias veces. 

— Es porque no es el cielo —Luke frunció el ceño y miró hacia el frente, solo para toparse con a niña castaña que se había atrevido a insultar a Calígula en el tren, llamándole corriente. Miró de reojo a Skye, solo para ver un puchero de decepción en su rostro. El rubio se enojó con la castaña—. El techo no es real. Tiene un hechizo para parecer el cielo nocturno. Lo leí en...

Luke no pudo soportarlo más, así que tuvo que interrumpirla. Sí, él había leído el mismo puto libro antes de entrar a Hogwarts, pero no le había arruinado la ilusión a los demás estudiantes que obviamente no habían leído los libros, como Skye, por obvias razones. Aparte, por no mencionar que seguía bastante enojado por todo el asunto del tren. Rodó los ojos y habló. 

—La historia de Hogwarts, ya entendimos que eres inteligente, niña —bufó, logrando plasmar toda la amargura que le generaba aquella sabelotodo. 

Por razones lógicas, la chica castaña le dedicó una mirada que destilaba odio. Luke simplemente alzó un poco la barbilla, como retándola y pasó sus ojos azules desde los pies hasta su cabello alborotado, antes de soltar una minúscula risa de superioridad. De repente, recibió un doloroso manotazo en su brazo. Había sido Skye, quién le murmuró algo sobre no rebajarse al nivel de aquella niña, pero Luke solo pudo repetir lo que la peliplateada había dicho en tono agudo, aunque no le refutó nada. 

Siguieron caminado hasta llegar a los pies de la tarima, dónde la profesora se giró y los observó directamente a todos. Sin poder evitarlo, Luke pasó saliva con fuerza y se enderezó un poco, notando que era un poco más alto que los demás. Bufó por aquello y casi rodó los ojos, pero se contuvo. 

—¿Quieren esperar aquí, por favor? Bueno, antes de empezar el profesor Dumbledore le gustaría decir unas palabras. 

Skye tomó a Luke del brazo con mucha fuerza y comenzó a chillar por lo bajo y a sacudir su brazo como si fuese algún juguete. Luke quiso gritarle que parara, pero cuando vio la emoción que irradiaba en sus ojos plateados, simplemente cerró la boca y soportó la incomodidad de tener su brazo sacudiéndose como un juguete. El profesor Dumbledore comenzó a hablar, pero si era honesto, no escuchó ninguna de las palabras que dijo, simplemente lo miró y dejó que su mente vagara sobre la idea de estar en Hogwarts. Suspiró pesadamente.

La idea de su apellido lo perseguía constantemente, aquella voz le gritaba que sería un fracaso estar ahí, que había sido una mala idea. Y, quizá, por esa razón, toda posible esperanza de tener una estadía en Hogwarts sin que la gente lo mirase como que en cualquier momento saltaría a lanzarles maleficios, se fue muy al carajo cuando la profesora de gafas, aquella que le provocaba querer pararse recto y contener el aliento, le llamó por su nombre... completo.

Claro, era algo estúpido pensar que pasaría siete años en Hogwarts sin que mucha gente supiese que era un Carstairs, pero no le puedes culpar por intentar.

Tal vez, debió haber ido a Durmstrang.

No hubo murmullos sobre su madre, su tía o su familia, pero hubo un silencio general. Así que Luke le agradeció a quien sea que controle el futuro o el destino o a la mierda que estuviese actuando en ese instante, pues le era un poco reconfortante no tener que escuchar a sus nuevos compañeros denigrándole acerca de su apellido.

Skye abrió mucho los ojos y se giró hacia su primo. Lo tomó del hombro y le sonrió. —Luke apreció el gesto, logró calentar su auto-determinado frío corazón y tuvo que poner mucho esfuerzo de si mismo para no devolverle la sonrisa. Sabía que si lo hacía le saldría una mueca de terror, lo que menos quería era asustar a Skye cuando ella ya parecía querer vomitar.

—Tu puedes, Luke —susurró por lo bajo. Sin embargo, él solo podía ver el taburete con terror mientras caminaba hacia el.

Trató de concentrar su cabeza en cualquier otra cosa, cualquiera. Por ejemplo, el hecho de que, quizá, podría ser sorteado a Ravenclaw. Eso le gustaría mucho, estaría en una casa con personas que valorasen los libros tanto como él, o quizá en..., no, Luke quería ser un Ravenclaw —diría que amaría ser un Slytherin, pero ya tiene el peso de las miradas juzgadoras de medio colegio, lo menos que quiere es terminar en la casa más odiada y, bueno, no tiene nada contra Gryffindor en especial, simplemente no se identifica. ¿Él, valiente? ¡Que buen chiste!

Bueno, en realidad no era que no se identificara del todo con la casa de los leones, simplemente iba en que su madre había pasado la mayor parte de su infancia quejándose sobre lo tedioso que había sido ser una Gryffindor en su época mientras cargaba con el apellido Carstairs. Los Gryffindor son las personas más juzgonas y quejosas que existen en el mundo y Luke sabe que no podría soportarlo. 

Cuando se sentó sobre el taburete, inhaló con fuerza y trató de relajarse. La profesora le puso el sombrero sobre su cabeza y, de repente, todo se puso negro. Sí, el sombrero le cubría los ojos.

—¡Ah! un Carstairs. Hace bastante tiempo que no oía el poderoso apellido. Eres bastante único, Luke Carstairs, puedo sentirlo. Percibo una gran capacidad para aprender y retener información, percibo mucho amor al conocimiento, eres muy inteligente, pero definitivamente no es lo que más valoras, serías una buena adición a la casa, pero no te ayudaría a desarrollar tu potencial. —Luke hizo un puchero, pero decidió no pelear con el sombrero telépata parlante—. Veo muchas ganas de querer probarte a ti mismo y probarle al mundo lo poderoso que puedes llegar a ser. Veo ansias de poder y gloria, veo tus ganas de demostrarle a todos quién es Luke Carstairs. Eres muy astuto y perspicaz, tienes tus ambiciones claras y puedes llegar a ser tan hiriente con tus comentarios con tal de conseguir lo que deseas, Slytherin podría ser tu hogar. —Pasó saliva con fuerza. No, ser Slytherin solo reafirmaría las sospechas de todas las personas a su alrededor, Luke no quería eso—. ¿No Slytherin? ¿Estás seguro? Aquella casa podría explotar tus habilidades en la magia. Bien, como tu decidas. Veo que valoras a tu familia, ganas de cuidar y proteger a tu madre y a tu prima, harías cualquier cosa por ellas, veo valentía oculta dentro de ti, solo debes encontrarla. Luke Carstairs eres un ¡GRYFFINDOR!

¿Gryffindor? Oh, mierda. ¡¿Era en serio?! 

Le había caído como un balde de agua fría y sintió que el enojo volvía con más fuerza de la que le hubiese gustado. Demonios. Los gritos inundaron el silencio que se creó en su cerebro, sentía que vomitaría en cualquier momento. De una forma u otra, también sentía que había fallado consigo mismo. De nuevo, Luke no tenía nada contra la casa de los leones, pero sabía por palabras de su madre los pesados que podían ser juzgando a personas solo porque sí. Lo notó casi de inmediato, cuando los gritos, aplausos y toda la algarabía que mostró la casa fue relativamente silenciosa con respecto a los demás niños clasificados.

Luke buscó a Skye casi de inmediato mientras caminaba hacia la mesa que le correspondía. Podía sentir su propia vulnerabilidad escapando por entre sus ojos y se odiaba a si mismo por permitirse aquel momento de debilidad. Los ojos de Skye parecían gritarle que podría con el peso del mundo si quisiese y Luke quiso creerle, porque si Skye confiaba en él, se sentiría capaz de cargar con el mundo como Atlas había sido condenado a hacerlo.

—¡Carstairs, Skyler! —escuchó como llamaban a la chica y notó el pánico aparecer en sus ojos. Luke, a la distancia, alzó sus dos pulgares y Draco le dio un ligero empujón, indicándole a Skye que caminara.

Luke se apresuró a buscar su lugar en la mesa de Gryffindor para poder presenciar como sorteaban a Skye a alguna casa. Se sentó en el primer lugar que encontró y le importó muy poco junto a quienes se encontró sentado o a quienes tenía al frente. Observó fijamente el sombrero hasta que este abrió la abertura que tenía por boca y gritó:

—¡HUFFLEPUFF! —los aplausos ensordecedores de la mesa amarilla llenaron el Gran Comedor y aunque Luke podía sentir su corazón patear en su pecho pues Skye no estaría con él, no podía evitar que aquella sonrisa orgullosa se posase en sus labios. ¡Skye lo había logrado!

Luke podía ver cómo las manos le temblaban levemente a su prima. Su rostro se había vuelto de un gris un tanto desagradable y Luke temió que fuese a vomitar justo ahí, al frente de todo el mundo y en los pies de la profesora McGonagall. Empezó a caminar a la mesa dónde los colores amarillos predominaban, su mirada viajó fugazmente a la mesa de leones. En el momento en que sus ojos se volvieron a cruzar en la distancia, Luke se encargó de poner todo el orgullo que sentía en su sonrisa y demostrar la emoción en sus ojos. Ella se la devolvió y cuando Luke la vio sonreír de esa forma tan bonita, supo que todo estaría bien. 

Si Skye estaba bien, él estaba bien.

De repente, una mano apareció en su campo de visión y, sorprendido, Luke siguió el brazo hasta toparse con un chico de rostro delgado y afilado. Sobre su cabeza había una mata de cabello rojizo que se escapaba por debajo de su sombrero puntiagudo. 

—Bienvenido a Gryffindor —dijo el chico, de forma desconfianza, Luke le aceptó el saludo, sacudiendo una vez las manos—. Soy Percy Weasley, el prefecto de Gryffindor. 

—Soy Luke —respondió, cuando soltó la mano del prefecto de Gryffindor. Le regaló una sonrisa que pretendía lucir amistosa, pero era tan falsa, que estuvo seguro de que Percy Weasley lo había notado. 

Luke se dedicó a observar la clasificación del resto de estudiantes, pero su boca se abrió de forma incontrolable cuando la chica llamada Granger, Hermione —que resultaba ser la castaña que le ponía los pelos de punta del enojo, la que había llamado a Calígula una gata corriente— fue sorteada en Gryffindor también. Casi quiso soltar una maldición en voz alta, pero no fue capaz, lo menos que quería era atraer más la atención. 

—Cierra la boca, pareces estúpido, Castairs —la voz de un chico le llamó la atención y Luke le miró solo para toparse con un niño castaño que le miraba con enojo. Lo reconoció como Finnigan, Seamus, uno de los niños recién sorteados a Gryffindor. 

Luke apretó los dientes con tanta fuerza, que tuvo miedo de rompérselos. No le respondió al niño, simplemente apartó la mirada y observó con, todavía, más enojo, como la castaña se acercaba a la mesa y tenía el descaro de sentarse justo al frente de él. 

—¿Qué haces tu aquí? —preguntó ella cuando chocó sus ojos con los azules de Luke—. Deberías estar en Slytherin, dónde caen los brujos malvados y groseros. 

—Querida, yo no soy malvado o grosero por decirte las cosas sin filtro —Luke se encogió de hombros—. Si somos objetivos, nadie nunca te preguntó por todos los datos que sueltas. Cómo lo que sucedió con tu Kneazle o con tu explicación sobre el techo del Gran Comedor. ¿Te la pidieron? No, así que no comprendo por qué te enojas. 

Los ojos castaños irradiaron tanta rabia como una llama ardiente, que por alguna razón, a Luke se le hizo divertido lo fácil que era hacerla enojar. En cambio, el rubio mantuvo sus ojos azules tan fríos como el hielo, asegurándose de darle una buena mirada de superioridad a la chica, bajando los ojos y luego subiéndolos, como si estuviese analizando cada simple detalle de ella, desde su cabello alborotado hasta la forma tan prolija en la que tenía su uniforme. Supo, casi de inmediato, que Granger, Hermione sería un verdadero grano en el culo y Luke no estaba muy seguro de poder soportarlo, mucho menos sabiendo que no sería la única que haría lo posible por sacarlo de sus casillas, estando rodeado de Gryffindors estúpidos y juzgones, como decía su madre. 

—Está bien, no me pidieron mi opinión, pero eso no te da ningún derecho a ser tan grosero como lo fuiste. 

—A ver, Granger —comenzó Luke, solo para ser interrumpido casi de inmediato. 

—¿Cómo sabes mi apellido? —preguntó ella, con el ceño muy fruncido y completamente encolerizada, debido a la forma despectiva en la que había dicho su apellido, como si le generase arcadas el simple hecho de tener que decirlo.

—Por favor —se quejó el rubio, apoyando su barbilla en la palma de su mano izquierda, fingiendo estar completamente aburrido de la conversación que estaban llevando—. Lo acaban de gritar a toda la escuela, Hermione Granger. Para alguien que pinta ser una sabelotodo me sorprende que no hayas pillado esta. 

La castaña abrió la boca con la intensión de responder algo, pero fue detenida por el chico que estaba al lado de ella. Finnigan, Seamus se había metido en la conversación y Luke rodó los ojos. 

—Déjalo, solo perderás el tiempo. Es un Castairs, son tan orgullosos que no son capaces de admitir cuando están derrotados, aparte, tergiversan todo a su favor. Unos mentirosos todos ellos. 

Luke chasqueó la lengua, mirándo a Finnigan con más enojo del que podía proyectar. —Pero, es que nosotros nunca debemos admitir cuando nos derrotan, porque... nadie, nunca, puede hacerlo. 

Con una sonrisa de superioridad, Luke dio por terminada aquella conversación, ladeando la cabeza y observando como la mesa de Gryffindor se había llenado y ahora había un niño castaño con rostro redondo y bastante bajito sentado a su lado. El niño le devolvió la mirada y le regaló una sonrisa amable. Luke se la devolvió, una sonrisa amable, pero falsa y se dedicó a esperar a que terminaran la maldita clasificación del resto de los estudiantes y que sirviera el banquete. Tenía tanta hambre que podría comerse un caballo. El tiempo pasó mucho más rápido de lo que realmente pudo pensar. Oh, lo que hacía el hambre. 

Luke se dedicó a tragar comida a más no poder. En realidad, había saciado su apetito cuando ya iba por su décima pierna de pavo y tercera rellenada de plato, pero no veía nada más que hacer, aparte de comer como loco. A su alrededor se habían formado pequeñas conversaciones bastante amenas, donde los jóvenes nuevos integrantes de gryffindor hablaban sobre sus orígenes o, en otros casos, sobre cómo descubrieron que eran magos y brujas. Luke se mantuvo callado, en parte porque tenía la boca completamente llena de pavo, por otro lado, porque no quería pasar un mal momento que lo dejase peor parado. 

—¿Y tu? —la voz del niño castaño de rostro adorable detuvo los movimientos que hacía Luke. La pierna de pavo quedo suspendida en el aire y a pocos centímetros de que sus dientes se encajaran en ella. 

—¿Ah? —preguntó Luke, frunciendo el ceño al niño. 

—Pues Seamus es mitad y mitad. A mi me crio mi abuela. ¿Qué hay de ti? —volvió a preguntar. 

—Ah —respondió el rubio, dando una mirada rápida a las personas a su alrededor. Un niño pelirrojo lo miraba como si fuese un monstruo, Weasley Ronald. El que habían llamado por Potter, Harry lo miraba con interés. Finnigan, Seamus perecía que querría matarlo—. Bueno, yo soy nacido de padres brujos, creo. Me crio mi mamá, en Londres Muggle, vivimos mi prima Skye, mi mamá y yo en un pequeño... 

—Por Merlín, que mentira más grande —la voz de Finnigan interrumpió el monologo de Luke. El niño parecía aburrido e irritado por las palabras del rubio—. Todos saben que Castairs Manor está en Nottingham y que Janette Castairs lo ha criado a base de artes oscuras. 

Luke hizo una mueca de descontento. —En realidad, Carstairs Manor queda por las afueras de Nottingham, cerca de Strelley... —suspiró al notar la mirada de desconcierto de los demás, como si les fuese casi imposible creer que el niño estaba corrigiendo trivialidades como aquellas—. Ah, y la tradición de inculcar a los niños el arte de la magia oscura desapareció con Ikar Petrov, todos lo saben. 

Después de aquella confrontación entre Luke y Finnigan, creció un silencio que solo fue interrumpido por la aparición del fantasma de gryffindor, Nick casi decapitado. Después de aquello, y de una ronda de postres, Dumbledore envió a los estudiantes a sus respectivas casas. Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol. A pesar de estar cansado y repleto de comida, Luke se dedicó a observar bastante interesado a los cuadros que colgaban de las paredes, notó, también, como susurraban y señalaban a Potter cada vez que lo veían pasar. Luke se preguntó, sin poder evitarlo realmente, si también señalarían de aquella forma a la hermana melliza de Potter, Holly. Aquella niña azabache que había clasificado en Slytherin. 

Luego llegaron al retrato de una mujer regordeta, que les exigió una contraseña. «Caput Draconis» se repitió, para no olvidarla y quedarse afuera. El cuadro pivoteo como una puerta hacia fuera y cruzaron a través del marco. Percy Weasley se detuvo y se giró hacia la multitud de niños de primer año. 

—Bienvenidos a la sala común de gryffindor. Los dormitorios de los niños están arriba a la izquierda. Niñas, igual, a la derecha. Sus pertenencias ya están en sus cuartos —solo en ese instante, Luke recordó a Calígula y se sintió terriblemente mal por haber olvidado por completo a su pequeña gatita. De repente tuvo una gran urgencia por acceder a su dormitorio de una vez.

Tan pronto como el prefecto cerró la boca, Luke subió las escaleras y giró a la izquierda. Al final de una escalera de caracol encontró una habitación con una placa que pintaba su nombre —sin poder evitarlo, leyó todos los nombres: Luke R. Carstairs, Seamus Finnigan, Neville Longbottom, Harry J. Potter, Ronald B. Weasley, casi suelta un grito colérico al ver a Finnigan en su habitación— al entrar se topó con cinco camas con cuatro postes cada una y cortinas de terciopelo rojo oscuro, al lado de cada una habían escritorios con sillas. Sobre una de las sillas, una bolita de pelos blancos dormitaba hecha un ovillo. 

Luke sintió alivio y caminó hasta la cama junto a aquel escritorio, encontrando su baúl con sus iniciales esculpidas en oro. Suspiró y se sentó sobre la cama. Poco después entraron sus compañeros de habitación. 

—No puede ser —se quejó Finnigan—. Les juro, chicos, Castairs me aparece hasta en la sopa.

—Para tu suerte, no disfruto mucho de la sopa —Luke se encogió de hombros, sacándose la túnica y doblándola. Abrió su baúl y sacó una de sus pijamas. 

El rubio se escondió en el baño y se cambió, mientras lo hacía podía escuchar murmullos y quejas a través de la puerta, no se apuró aunque pensó varias  veces que quizás sus compañeros necesitarían el baño. Sin embargo, todo su cuerpo se alteró cuando escuchó un lloriqueo de Calígula. El niño salió a toda prisa del baño con su uniforme hecho una bola en las manos, solo para ver a Finnigan sentado en la silla donde Calígula había estado durmiendo y la bolita blanca maullando desde el piso. 

—¿Qué crees que haces ahí sentado? —Luke caminó con prisa hacia su cama donde tiró su uniforme y después cargó a Calígula—. ¿Acaso estás tan ciego que no viste a Cali durmiendo ahí? 

—¿Y a mi qué? —se quejó Finnigan—. Tu bola de pelos no puede hacerse donde se le de la gana. Esta es mi habitación, yo si puedo sentarme en todos lados. 

Luke gruñó. Eso había sido todo, estaba cansado y enojado. Había soportado los suficiente de aquel niño como para dejar pasar aquello. Podías meterte con él cuantas veces quisieras, pero con su gatita jamás. 

—¿Es que acaso tus únicas dos neuronas no saben sumar uno más uno? —bufó el rubio, soltando a Calígula sobre su cama. De muy mala gana rodeó la silla donde estaba Finnigan y lo empujó con todo y silla—. Este es mi puto escritorio, lo que quiere decir que es mi puta silla y si yo quiero Cali duerme ahí y tu no puedes hacer nada al respecto —hizo una pausa mientras recogía la silla y la volvía a acomodar en su lugar— porque ¡es mi maldita silla, asqueroso metido! 

—Ya, pero no hay que ser groseros —habló Potter. Luke giró la cabeza con enojo, lanzándole dagas con sus helados orbes azules. Potter pasó saliva con fuerza. 

Estaba demasiado frustrado como para poder controlarse. No había visto a Skye en toda la noche. Había terminado en la única casa en la que no quería estar y ya lo habían juzgado más veces de las que había podido soportar. Holly Potter, Hermione Granger, Seamus Finnigan y ahora se sumaba a la cuenta el famosísimo Harry Potter. Simplemente no podía más y dejó salir todo su enojo. 

—Oh, santo Potter ha hablado —se burló el rubio—. Él asqueroso si puede ser grosero y hacer lo que quiera con mis cosas y no le dices nada, ¡ah! Pero cuando yo pongo límites ahí si. «No seas grosero, Luke» Pues métete tu consejito por el culo, Potter y, a menos que Finnigan necesite un aboga defensor, cierra la boca, porque nadie te ha pedido que te metas en el asunto. 

Dicho aquello, acomodó a Calígula en su silla, cerró las cortinas de terciopelo, sopló la vela en su escritorio y se metió a través de las cortinas, arropándose hasta la cabeza. Cerró los ojos con fuerza y no se movió hasta que estuvo seguro de que todos estuvieran dormidos, entonces asomó su cabeza y abrió los ojos, solo para darse cuenta que había llorado solo un poco. 

Y, de nuevo se preguntó, por qué los errores de alguien más caían sobre él.














les juro que luke siempre elige la violencia así que no se sorprendan por las situaciones por las que va a pasar mi nenito JKSDJKSJK

bueno pero por fin el primer capítulo de luke mkkkk kjdsjks siento que llevo como 7mil siglos posponiendo esto, pero por finnn he podido terminarlo y traérselos. no les voy a mentir, había escrito esto más veces de la que puedo contar, porque luke es complicadito, el niño debería estar en slytherin pero bueno, se lo pidió al sombrero, así q gryffindor

pobre harry salió todo regañado jkaskjaj anyways, espero que hayan disfrutado y nos vemos en el próximo, les quiero un montón <33

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