Capítulo 5: Falsos.

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Cuando su abuela por fin se marchó, Astrid terminó de llenar la bañera de plata y la dejó sola para que se bañara.

Su doncella siempre supo que detestaba la idea de que alguien que no fuera ella misma la viera desnuda, y aunque ahora ya no se sentía tan horrenda, seguía sintiéndose rara cada vez le rogaban que la dejaran bañarla.

Marinah nunca cedió y con el tiempo dejaron de preguntar.

Dejó caer la ropa de cama que, siendo tan grande, se deslizó sin mayor problema. Se estremeció cuando se vió desnuda en el espejo.

Alejó la mirada de sí misma, aún la asombraba el cambio monstruoso que había sufrido durante su inconciencia. Se veía... Bonita. No podía llamarse de otra manera, era consciente de que nadie en el mundo era perfecto, que todos tenían sus imperfecciones ya fueran en su personalidad o físico, pero ahora que se veía en todo su esplendor... No lograba hallar algo que la hiciera detestarse como siempre lo había hecho.

Buscó en sí misma algo que le dijera que seguía siendo ella misma, pero no había nada. Incluso su piel se veía mucho más bronceada, como si hubiera sido bañada en la arena del río Mander.

No lo entendía. Ya no era Marinah, la gorda. No, ahora era una hoja en blanco que esperaba ser llenada por trazos y líneas que marcarían fuego en su piel.

Se halló así misma detestando la idea de buscar una nueva personalidad. Estaba demasiado cansada como para ponerse a pensar a mayor profundidad o intentar buscar la razón de su extraño cambio.

Suspiró. Metió ambas piernas en el agua y después se dejó caer por completo; el agua se meció por sus movimientos bruscos y deseó poder quedarse allí sentada por el resto del día. Pero sabía que debía salir y anunciar al Rey que estaba bien, que se hallaba estable y que se encontraba perfectamente para que pudiera marchar a Desembarco del Rey con toda su comitiva y dejaran Altojardín de una vez por todas.

Se horrorizó de solo imaginarse acercándose a la familia Real, pidiéndole disculpas y sonriendo falsamente para que el Rey Robert se riera de ella como lo hizo dos días atrás. De solo pensar en lo que tendría que pasar, le daba ganas de vomitar.

Se lavó y talló la piel con la mayor delicadeza que pudo. Se aseguró de quitarse toda la mugre y el espantoso aroma que había sentido en sí misma desde que había despertado. Mientras se tallaba, un agradable olor a rosas la bañó de pies a cabeza, y para cuando terminó, dejó entrar a Astrid, quien venía acompañada de un guardia que llevaba una enorme caja de color escarlata.

Marinah se puso de puntitas para ver qué podría ser, pero no pudo ver absolutamente nada. Estaba cerrada con una enorme tapa de terciopelo y era demasiado baja para observar más allá.

Astrid le señaló que lo dejara sobre la cama y finalmente, el guardia se marchó sin no antes hacer una reverencia hacia Marinah, quien le sonrió cuando notó que la miraba con ojos curiosos.

—¿Qué es?

—Su nuevo vestido —contestó Astrid con el rostro brillando de orgullo. No entendía el porque, pero no comentó nada al respecto—. Lady Olenna se encargó de mandar a hacer un nuevo guardarropa para usted, mi Lady.

Marinah parpadeó sorprendida.

—¿Nuevo guardarropa? —preguntó con el ceño fruncido— Pero si acabo de despertar.

—Lady Olenna jamás la dejaría deambular por el castillo con ropa inadecuada a su talla —Le explicó mientras empezaba a desatar los lazos de la caja de terciopelo rojo—. Pidió expresamente una nueva colección para usted. Un estilo único reservado para mi señora —dijo con el orgullo y cariño brillando en sus ojos cuando los clavó en Marinah.

Si hubiera sido la vieja Marinah, sus ojos se hubieran empañado en lágrimas, pero raramente se sentía estable emocionalmente. Era como si pudiera ver morir a una manada de cachorritos ante sus ojos y ella pudiera seguir igual de imperturbable.

Le gustó el cambio.

—Quiero verlo —ordenó mientras levantaba la espesa tela de color vivo.

Se quedó sin palabras. ¿Ella usaría eso?

Era un vestido de seda, con un enorme escote hasta el ombligo que se cruzaba detrás de su cuello. Al tocarlo, notó cuán suave y ligera era la tela que hasta se deslizaba entre sus dedos, cayendo como el agua. Su color era un llamativo y escandaloso rojo pasión que se adhería a la cintura. Tenía pequeños diamantes y rubíes que se esparcían como un montón de gotas por toda la cintura hasta llegar a la parte de las caderas, y en la parte baja caía como una cascada suave y liviana al tacto.

Le encantó en cuanto lo vió, pero pronto su expresión se convirtió en duda.

—¿Y si no me queda?

—¡Claro que le quedará! —exclamó Astrid— Yo misma le dí las medidas a la costurera. Le quedará impecable.

—¿Pero no es exagerado para la ocasión? Solo iré a presentarme ante la familia Real y algunos cuantos abanderados de padre.

—¡Con más razón! La corte debe ver cuán bella se ha vuelto. Tal vez así dejarán de...

Y detuvo su pedorrata. Incluso ella, quien aún tenía los ojos clavados en el vestido, supo que la veía con ojos compasivos.

Marinah sintió la necesidad de asegurarse de nunca más recibir esa mirada, de encargarse personalmente de inspirar miedo o respeto para que nadie más la viera como una niñita débil. No habría un intermedio.

Ella los llenaría con su ira.

Le permitió a Astrid ayudarle a colocarse el vestido y notó que en realidad no eran más que unas cuantas capaz de tela.

—¿No usaré corsé?

Astrid pareció ofendida.

—Este vestido no necesita ayuda para nada —le aseguró ajustando los lazos del vestido—. Su cintura se ha reducido más de treinta centímetros. Le quedará como un anillo al dedo.

Marinah se sorprendió cuando se dió cuenta que tenía razón. Se ajustaba correctamente a su cintura sin hacer tanta presión como esperaba que haría, y pronto se ayó moviéndose con el vestido que se deslizaba con cada uno de sus movimientos. Era muy cómodo, el vestido más cómodo que había usado en toda su vida.

—Ahora los zapatos.

Marinah no se había dado cuenta, pero sus pies habían bajado unas cuantas tallas.

Hizo una mueca cuando vió que su doncella sacaba unos preciosos zapatos dorados, pero que tenían tacón alto.

—Sabes que los tacones no son lo mío —refunfuñó—. Ésto no va funcionar.

Astrid le frunció el ceño como una madre que le miraba con molestia.

—Los usarás —dijo muy segura—. No puedes ir con el rey descalza.

—No se dará cuenta —Intentó convencerla—.  El vestido cubrirá mis pies. Nadie lo notará.

Al final, Marinah no tuvo más remedio que colocarse los infernales zapatos, que los Siete la salvaran de una caída estrepitosa.

Al meter los pies y caminar un poco con ellos, se dió cuenta que su doncella tenía razón, no era difícil usarlos. Caminó un poco más y se aseguró de caminar lo suficientemente bien como para no hacer el ridículo, hasta que la puerta se abrió y una caballera chocolate se precipitó por las puertas de caoba lisa.

Notó unos grandes y expresivos ojos clavados en su rostro. Vió la conmoción de su mirada.

—Margaery —dijo con una sonrisa, sintió paz cuando su hermana la exprimió en un abrazo y notó que sus brazos podían rodearla por completo, no como antes, que no podía abrazarla adecuadamente por su peso excesivo—, la abuela me dijo que vendrías, pero no sabía cuándo.

Margaery la miró con los ojos nublados en lágrimas.

—Nos diste un susto horrible —exclamó con las manos en el pecho— Cuando nos avisaron que estabas con el maestre, temí lo peor. ¡Creí que estarías gravemente herida! —la volvió a abrazar con fuerza.

Marinah por fin pudo sentir algo más que la ira que había estado sintiendo desde que despertó. Una sensación parecida a la pena llenó su pecho, que se sentía más liviano de lo normal y parecía sentir con menos intensidad que antes.

Tal vez fuera otro efecto secundaria de la mordida de la bestia, después debería ir con el maestre Dherik para comprobar su teoría.

—Lo siento —Se disculpó con sinceramente—. Fui a pasear al bosque. Me sentía muy mal y no podía respirar, así que creí que podía ir y tranquilizarme antes de volver al castillo...

—¡Al bosque! —exclamó con incredulidad, sus gritos debían escucharse hasta el pasillo— No debiste salir sola. ¡Pudo haber sucedido una tragedia! Pudieron raptarte o asesinarte.

Se removió incómoda.

—No lo haré más —y sabía que no mentía. Con la bestia que había escapado, no planeaba volver—. Lo prometo.

Después de eso, Margaery pareció relajarse y notó lo sorprendida que se veía con su enorme cambio.

—Te ves hermosa —dijo con una sonrisa cariñosa, su angustia se había disipado y ahora solo trataba de hacerla sentir menos nerviosa por lo que tendría que hacer en cuestión de minutos—. La abuela tiene muy buen gusto. Me encanta tu vestido, ni yo lo hubiera lúcido mejor.

No quería dudar de su hermana, pero hasta ella sabía que cualquier trapo se vería bien en ella, Marinah no era más que una oruga a su lado.

Lo que restó del tiempo se la pasaron hablando de lo mucho que cambiaría todo. Lo nuevo que tendría que aprender y las cosas que tendría que vivir ahora que fuera una nueva pieza de la hermosísima familia Tyrell. Una reliquia más de la colección.

—Ya es hora —dijo Astrid cuando volvió a entrar en sus aposentos. Marinah se tensó en su sitio, sentada con una postura rígida en su sillón favorito de terciopelo verde—. Los guardias esperan.

Se puso de pie con las manos hecha puño, sus ojos se endurecieron (sin siquiera notarlo) y respiró profundamente.

Margaery apretó su mano y le dió ánimos antes de retirarse.

No podía ser tan difícil.

(…)

Aún estaba lejos del salón de banquetes, pero Marinah se dió cuenta que podía escuchar muy nitídamente las voces de la familia Real.

Pensó que era parte de su mente que le estaba haciendo una broma, porque no era posible escuchar desde tan lejos.

—Deseo irme.

—Aún no.

—¿Por qué no?

—La hija de Mace Tyrell debe mejorar antes de marchar. Debemos esperar la orden de tu padre.

—¡Esa niña tonta debía estropearlo todo!

Otras voces hablaban al mismo tiempo.

—¿Está bien?

—El maestre Dherik dijo que se hallaba mejor, su Majestad.

—Bien.

Salió de su estupefacción cuando las puertas fueron abiertas, las voces bajaron gradualmente, pero Marinah observó con fascinación morbosa como todos se quedaban con los ojos clavados en ella. Nunca le gustó ser el centro de atención, y no pensaba cambiar eso de sí misma, pero debía admitir que sintió cierta satisfacción al ver los rostros extrañados de los Reyes.

Aunque la Reina Cersei parecía estar demasiado aburrida con la interrupción.

—¿Quién es ella? —murmuró una voz.

No la reconocieron, al parecer.

Olenna Redwyne tuvo que ponerse en pié para recibir a su nieta cuando nadie más pareció saber quien era.

—Ven aquí —dijo con una expresión triunfante—. Marinah, querida, déjame presentarte al rey correctamente —asintió hacia ellos—. Sus majestades, les presento a mi nieta Marinah Tyrell.

El Príncipe Joffrey dejó caer la cuchara que estaba por entrar en su boca, la cual chocó contra el plato y resonó en el tenso silencio que acechaba el salón.

Nunca había sentido tantas miradas clavadas en su rostro. Se removió incómoda, pero no agachó la mirada.

Su abuela le dió un apretón imperceptible en su muñeca y nadie más pareció notarlo.

—¿Marinah? —preguntó Loras con la boca abierta, parpadeó varias veces y tosió para apartar su expresión incrédula, retomando su habitual mirada de príncipe azul— Me alegra que estés mejor —Se levantó y se acercó con paso apresurado para después abrazarla mientras la levantaba del piso. La bajó cuidadosamente y la tomó del rostro para mirarla con mayor atención—. Te ves radiante, hermanita.

Marinah le regresó la sonrisa que su hermano le dirigió con ternura, pero no se permitió perder su expresión dominante.

Sentía que debía demostrar algo. Que si bajaba la guardia, los buitres intentarían devorarla.

Sus hermanos fueron levantándose uno por uno para recibirla con los brazos abiertos, su padre echó una risotada y brindó por su bienestar con el Rey, quien saliendo de su estupefacción, le preguntó si se sentía bien, a lo que respondió con unas cuantas palabras que le parecieron adecuadas, sin llegar a explicar mucho.

La Reina Cersei le lanzó una mirada evaluadora, casi con asco, antes de fingir una sonrisa cortés y expresarle la preocupación que sintió cuando la vió en los brazos de su hermano.

La joven Tyrell olió algo agrio que pareció apestar la sala. La nariz de Marinah se arrugó en verdadero disgusto, pero se las arregló para no expresar su malestar ante su familia; ese era un momento feliz. Uno en el que por fin podría sentirse relajada y no sería juzgada por los ojos crueles de la sociedad.

Le gustó no sentir el peso de los ojos burlones. Los comentarios y miradas de horror rápidamente se convirtieron en algo parecido a admiración o sorpresa, incluso miradas extrañas que no lograba identificar en sus diez y un año de vida.

Marinah no podía creer que las personas pudieran ser tan hipócritas, pero nuevamente, el mundo le hacía ver que no era así. Viéndose como ellos creían que debía ser, parecieron tener una nueva postura y opinión sobre ella. Ya no le miraban ceñudos cada vez que se acercaba o caminaba cerca de ellos, ahora le dedicaban miradas largas y sonrisas falsas que jamás se tragaría.

No era idiota, estaban tratando de ganar su favor.

La falsa cortesía le parecía gélida y poco práctico. Pero a todos ellos, notó con horror; no parecía importarles mientras siguieran ostentando sus preciados títulos y poder económico.

Su estómago se revolvió con asco. La ira pareció volver mezclado con incredulidad por lo que sus ojos veían, pero se obligó a lanzar muy lejos todo ese odio y rencor que profesaba contra esas personas poco confiables.

No debía causar problemas. No en la noche más extraña que había vivido en toda su vida. Marinah rápidamente se dió cuenta que debía ser más cuidadosa ahora que parecía ser el blanco de las miradas.

Su madre ni siquiera se dignó a fingir, solo la miró desde lejos, con ojos juzgativos, evaluando su drástico cambio del que no terminaba de acostumbrarse. Notó el odio en su mirada, como si verla fuera el horrible recordatorio de que arruinaba su perfecta familia feliz con su presencia, aún cuando ahora era como Alerie siempre había deseado que fuera.

Porque pasara lo que pasara, Marinah jamás llenaría las expectativas de su rencorosa madre.

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Pregunta del día:

¿Qué creen que le pasó a la protagonista? Dejen sus teorías en los comentarios y la primera en comentar le dedicaré el siguiente capítulo ;)

¿Les gusta cómo va la historia? Porque apenas va iniciando lo más perverso de éste fic :D

Vestido de Marinah:

Atte.

Nix Snow.

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