Capítulo 4: Ira.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

♠️♠️♠️

Todo ardía.

Su garganta. Su cuello. Sus hombros, manos y piernas. Todo le dolía como el infierno.

Incluso respirar era doloroso.

Escuchaba voces. Sollozos y lamentos. Sentía como tomaban su mano, pero ni siquiera tenía las fuerzas para regresar el apretón. Pero de repente, el dolor paró y su cuello dejó de arder... respirar ya no fue un logro.

Algo se sentía diferente. Como si algo se hubiera alterado desde el segundo en que entró al bosque en medio del banquete del onomástico de su padre.

No sabía cuanto tiempo había pasado, pero cuando abrió los ojos, todo pareció volver.

El dolor, el miedo, la impotencia. Todo tipo de energías negativas. Todo lo que la atormentó por años y la hizo ser lo que era ahora, absolutamente todo pareció volverse en un solo sentimiento que le hizo hervir la sangre.

Ira.

La ira pareció disiparse un poco cuando enfocó la mirada en la habitación. Las paredes lilas y los muebles blancos le dieron la bienvenida, dándole un sentimiento de pertenencia y relajación que nunca antes había sentido en ese par de paredes.

Se sentía muy rara.

Respiró moviendo los dedos de sus manos. Estaba entumecida, pero poco a poco, la sensación se desvaneció y pudo sentarse en el borde de la cama. Extrañamente, se sintió mucho más liviana de lo esperado. Miró sus manos, dándose cuenta que sus dedos, antes regordetes, ahora estaban delgados.

Extrañada, notó como su ropa de dormir también parecía quedarle grande. Enorme.

Al pararse no sintió debilidad en sus piernas como hubiera esperado, no. Se sentía casi como una pluma, como si pudiera brincar dos metros de altura y aún así pudiera escalar el más grande de los castillos.

La tela de su vestido de cama se movió con ella cuando caminó hacia su espejo de cuerpo completo. Soltó la tela cuando se dió cuenta de su aspecto. Su corazón pareció quedarse congelado.

Tocó su rostro. Delineando su mandíbula definida y su piel suave. Miró como su antigua papada, ya no estaba... Dándole paso a unas bonitas clavículas y un cuello delgado y elegante.

Observó sus ojos que seguían viéndose igual que la última vez, pero mucho más brillantes y profundos. Levantó su vestido notando como sus piernas estaban delgadas y su abdomen estaba plano. Ya no había rollos de grasa, ni mucho menos. Ni siquiera estrías. Sus brazos, notó Marinah, estaban delgados y no había vista de ni una sola cicatriz que se había hecho cuando era niña y caía de los árboles del jardín de su madre.

Aunque la admiración y desconcierto la azotó, un flash de lo que le había pasado la hizo trastabillar hacía atrás.

Sangre. Carne. Lobo. Rasguño.

Casi por instinto guió su mano hacia su hombro, donde debía estar la herida, pero lo único que sus dedos delgados y con uñas gruesas y largas captaron, fue un gran trozo de piel lisa y suave. Desde el espejo, vio que no había nada allí. Nada que le hiciera recordar esa noche.

Pero ella sabía. Sabía que todo había sido real.

Todo dio vueltas.

—¡Lady Marinah!

Se dio la vuelta, aún con la mirada desconcertada y la ropa de dormir mal colocada.

Su doncella, Astrid, estaba viéndola con ojos preocupados.

—No deberíais estar de pie —la regañó—. Aún estáis débil, debe descansar. Lady Olenna ordenó dejarla reposar todo lo necesario.

—¿La abuela sabe lo que me pasó? —preguntó sorprendida.

Astrid frunció el ceño.

—Todo el castillo se enteró de lo que sucedió —dijo con aire sombrío—. El mismo Jaime Lannister se encargó de traerla hasta sus aposentos. No se fue hasta que estuvo estable y el maestre Dherik le dijo que podía irse.

Sus mejillas enrojecieron.

Sabía quien era Jaime Lannister, un Guardia juramentado hacia la fé de los Siete y encomendado al Rey. Era un caballero muy guapo y Marinah no había podido dejar de observarlo desde la primera vez que lo observó.

Pero ahora, sin el fagor de la noche y con los pensamientos un tanto desgastados, no pudo pensar en nada más que el lobo que la atacó. Hasta el propio Jaime Lannister parecía solo un juguete ante lo que le sucedió esa noche.

—¿Y cómo es qué...? ¿Cómo es que yo...?

Astrid la miró curiosa, pero pronto su mirada se tornó en nerviosismo.

—El maestre Dherik dijo que fue un efecto de la mordida —Se apresuró a decir, sabiendo a que se refería con sus tartamudeos absurdos—. No pudieron atrapar al lobo. Escapó al bosque y no pudieron saber que especie era, así que...

—¿Escapó? —preguntó, interrumpiéndola con horror— ¿Cómo es que con todos esos guardias logró escapar? ¿Qué clase de broma es esta?

El rostro de Astrid enrojeció, pero Marinah no supo el porque.

—No lo sé, mi Lady —dijo tímida mientras la ayudaba a volver a la cama—. Solo sé que los rumores corren, y su abuela debe estar por...

—¡Marinah, querida!

Al voltear, pudo mirar como su abuela entraba con paso rápido y los guardias cerraban las puertas detrás de sí. Marinah nunca la había visto caminar tan rápido.

De reojo notó como Astrid se escabullía fuera de sus aposentos, llevando grandes baldes de agua que suponía que eran para que tomara un baño más tarde.

—Abuela, yo...

No la dejó terminar.

En cuanto estuvo cerca, la tomó de los hombros y la obligó a corresponder a su apretado abrazo. Se lo regresó, pero con menos intensidad, aún estaba un tanto confundida por lo que le había contado su doncella.

«¿Efecto secundario de la mordida?», se preguntó confundida.

—¡Nos diste un susto espantoso! —exclamó Olenna— ¡Tú padre no dejaba de gritar sobre la incompetencia de los guardias! El mismo Rey exigió la cabeza del lobo que te atacó, pero no pudieron encontrar a la bestia.

—¿Qué es lo que sucedió después de que caí inconciente?

Lady Olenna hizo una mueca de disgusto.

—Jaime Lannister te trajo con el maestre. Estuviste dos días inconciente y tus hermanos estuvieron apunto de cometer una locura. Afortunadamente, tu madre los hizo entrar en razón —No pareció contenta al hablar de su madre, sus labios se arrugaron en disgusto como si hablara de algo desagradable—. Tú padre estuvo angustiado al igual que todos. El Rey tuvo que posponer su partida por más tiempo, naturalmente... Se hubiera visto fatal si se hubiera marchado en un momento tan crítico —bufó guiándolas hacia la cama, la tomó del mentón y observó su rostro con atención, una gran curiosidad brillando en sus viejos y astutos ojos—. Asombroso. El maestre tenía razón, cambiaste mucho.

Marinah se removió incómoda.

—¿Cómo es qué pasó? —preguntó en un susurro— ¿Cómo es que... Mi rostro... Toda yo...?

—Ni yo misma sabría decirlo, querida.

Se sintió decepcionada, y aunque no quiso demostrarlo, su abuela lo notó.

—No debéis preocuparte —le aseguró tomándola de las manos como siempre hacía cada vez que estaba asustada, sus ojos se suavizaron y la miró con la dulzura de una madre—. Toma esto como una nueva oportunidad. Podrás comenzar de nuevo. Una nueva vida.

Marinah se permitió pensar unos minutos en sus palabras. Tenía razón. Ahora que había cambiado, podía forjar una nueva vida alejada del dolor y las humillaciones. Ya no había razones para ser menospreciada, podría ser todo lo normal que quisiera hasta que llegara el momento de casarse.

Tragó en seco.

Hasta ese momento, no había pensado en la posibilidad de contraer matrimonio, siempre había tomado por hecho que nadie aceptaría su mano al ser tan horrorosamente horrenda ante la vista de los caballeros o Lores, pero ahora que se veía en el espejo, viendo a su nueva yo, veía que no era fea, ya no, en lo absoluto.

Su cabello que antes se veía descolorido y apagado, ahora se veía de un intenso color chocolate, rizado y con volumen, pero sin llegar a estar alborotado.

Ese día, mientras los vestigios de su antigua yo se desvanecían y su ira parecía crepitar con rudeza, Marinah se juró que no volvería a hacer la misma niña asustada que todo el mundo había pisoteado y burlado. Ya no sería el entretenimiento de nadie. Nunca más.

Y si en el camino tenía que incendiar el mundo, lo haría.

♠️♠️♠️

Pregunta:

¿Qué opinan? ;)

Atte.

Nix Snow.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro