Cap 12

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20/09/2010

Llevo con los nervios a flor de piel todo el día. Hoy es el primer día que veré el club por la noche. Cómo trabajan las chicas, veré en primera persona la opulencia de la gente que frecuenta este sitio. Todo lo que las chicas me cuentan, lo podré ver con mis propios ojos.

Estoy realmente muy nerviosa. Me he puesto un vestido dorado que Sila me mandó. Me llega hasta los pies y brilla. Es realmente espectacular. Atado al cuello y dejando toda mi espalda al aire. Tiene una abertura lateral que me hace enseñar mis piernas al caminar. Los zapatos negros de charol me hacen parecer más alta y esbelta, y no puedo dejar de tocar la tela de seda dorada. Es como sacada de un cuento.

Suena el timbre y me asomo antes de abrir. Es un tipo de color, alto, aparentemente mayor.

— ¿Sí? —respondo a través de la puerta.

— Señorita Bianca, soy Kaleb. Debo llevarla al club esta noche.

Respiro hondo un par de veces y abro. El hombre me asiente mientras cojo el bolso y salgo de la casa.

Cuando entro en el coche veo dos chicas, algo más mayores que yo. Las he visto antes. Llegaron conmigo en el camión y estuvieron en la casa antes de venir aquí.

Las saludo con cortesía y ellas me responden. Pero no dicen nada más antes de llegar al club.

Me parece increíblemente grande y majestuoso por fuera. No es la primera vez que vengo en este mes pero cada día me sorprendo más y nunca lo había hecho de noche. Salgo del coche con ayuda de Kaleb y nos dirigimos a la entrada.

Hay una larga cola de hombres y mujeres que esperan por entrar. Nos miran con recelo y a la vez con curiosidad.

Hasta donde tengo entendido, el club tiene diversos ambientes. La primera planta es una discoteca, con servicio normal. La segunda planta son los reservados VIP donde Eka me ha contado que ha veces las contratan para servir las mesas vestidas con poca ropa.

La tercera planta es algo más exclusiva pero Eka y Marlenne no han entrado nunca. Dicen que es donde está el área de seguridad y desde donde se controla todo. La cuarta tiene una sala donde los clientes, que buscan mucho más que una noche de fiesta, beben y eligen quien va a compartir sábanas con él o ella esa noche, es la planta donde se distribuyen las habitaciones para el servicio de prostitución y donde trabajan las chicas. Y la quinta planta son las fiestas privadas donde los más ricos del lugar cierran tratos mientras tienen sexo a la vista de todos.

Creen que la sexta planta es donde se distribuyen las habitaciones del personal que vive aquí. Y la séptima, deben ser las dependencias de Sila.

Este es un lugar enorme. De noche es muy distinto a como lo he visto anteriormente. La música está alta, la gente bebe y baila sin prestar atención. Pasamos por uno de los laterales siguiendo a Kaleb. Llegamos al ascensor y entramos.

Es un ascensor opulento. Tiene los botones dorados y las paredes con pinturas sexuales. Posturas de una pareja con tintes rojo y negros. Son pura lujuria. Y un calor me recorre todo el cuerpo.

Me limpio las manos con los brazos ya que no quiero manchar el vestido.

Cuando llegamos a la cuarta planta, salimos. A la derecha hay una barra de bar con luces tenues. Toda la pared es de espejo. Hay un par de clientes bebiendo. Seguimos adelante y nos paramos en medio de la sala. Miro a mi alrededor. No veo a Eka o a Marlenne por ningún lado.

No les he dicho que vendría y no sé cómo se lo vana tomar. Las dos chicas que vienen conmigo se adelantan y se dirigen a un rincón donde hay varios hombres bebiendo. Se nota que saben lo que se hacen. Contonean las caderas y llaman la atención a su paso.

Un hombre con traje se pone frente a mí y tomándome con toda la confianza de la cadera me susurra al oído.

— Tú eres nueva, muñeca —me separo ligeramente y le miro a la cara.

No es feo, pero conozco esa forma de hablar. Es ruso, un escalofrío me recorre la espalda y me tenso.

— Está conmigo —la voz de Gabriel suena a mi espalda, su mano grande me rodea la cintura y me aparta del hombre—, busca otra por ahí —le dice con decisión.

— Gracias —le digo separándome ligeramente de su sujeción cuando el hombre se aleja sin decir nada más.

Me ha puesto nerviosa su cercanía. Le miro directamente a los ojos.

— No hay de qué, creo que aún no estás preparada para esto. Sera mejor que salgamos de aquí.

Su fuerte mano sujeta de repente la mía y entrelaza nuestros dedos. Su toque es cálido y delicado. Tira de mi brazo y me hace recorrer el pasillo donde están todas las habitaciones. De algunas salen gemidos de placer, como los que me describen las chicas en casa. Al final subimos por unas escaleras hasta donde deben estar las habitaciones de personal. Pensé que sería una planta más arriba, pero hemos subido dos plantas.

Abre una puerta y entramos a un cuarto espacioso. Me suelto de su agarre nada más entrar. No es que me moleste, pero no comprendo porqué me ha traído hasta aquí y me siento nerviosa.

— ¿Dónde estamos? —le pregunto.

— Estamos en mi cuarto —me mira y me sonríe.

Es la primera vez que le veo sonreír y es extremadamente guapo. Sus facciones están más relajadas que antes. Se nota que ha bebido y está mucho más tranquilo que otras veces.

Me giro y miro a mi alrededor. Hay una cama grande, con sábanas oscuras cómo de seda y una colcha a medio poner de color crema. Hay una mesilla de noche con un vaso sobre ella y un libro con un bolígrafo encima. Es como si fuese un diario.

Enfrente hay un armario abierto donde puedo ver la ropa de Gabriel. Muchos trajes, camisas, algún vaquero y poco más. El resto debe estar en los cajones de debajo. Para ser un hombre es bastante ordenado. Y eso me gusta.

— ¿Qué esperas de mí esta noche? —me giro de nuevo para mirarle y le hablo con decisión.

— No espero nada de esta noche. Solo quería emborracharme —su mirada se vuelve pícara de repente y un calor me recorre todo el cuerpo—, pero salvar a una chica guapa no está mal. Es mucho más, de lo que esperaba.

— ¿No quieres acostarte conmigo? —siento vergüenza, es como si las palabras saliesen solas y no sé porqué le hago esta pregunta exactamente.

— Esta noche no quiero acostarme con nadie preciosa. Además —le veo sentarse al borde de la cama, está como triste—, no creo que estés preparada para acostarte con un hombre.

— No lo estoy... creo —estoy muy nerviosa. Pero tiene razón no estoy preparada. Pero necesito empezar a romper mis barreras si no quiero acabar con miedos toda mi vida.

Si algo me gusta de Sila es su entereza y su fortaleza. Yo quiero ser como ella. Sin miedos, sin debilidades.

Noto como su mirada recorre cada centímetro de mi cuerpo, está interesado en mí, lo noto. Puede que sí quiera acostarse conmigo. Y las fantasías que llevan días en mis cabeza aparecen con más fuerza. ¿Y si lo intento?

— Duerme en la cama si quieres, no estoy para llevarte a tu casa. Y yo me quedaré en la silla —me dice de repente.

No respondo pero me tumbo en la cama. Huele a él, a su perfume, cierro los ojos y coloco las manos a los lados.

— Me caes bien —le digo mientras le observo moverse por la habitación hacía un rincón donde tiene una especie de mueble con botellas de alcohol.

Le veo servirse una copa.

— Tú a mí también —me contesta y de repente me siento más decidida que nunca.

— ¿Quieres tumbarte a mi lado? —le digo y golpeo el colchón con mi mano.

Le veo dudar, mirarme detenidamente y rascarse la nuca. Está nervioso. Yo le pongo nervioso.

— No quiero —me dice de repente.

No puedo dejar de mirar sus ojos, siento desilusión, pero quiero luchar para que al final ceda. Tengo curiosidad por saber adónde me lleva esto.

Me incorporo y apoyo los codos sobre la cama. Mi vestido cede y la raja se abre mostrando mi pierna. Él la mira con demasiado interés. Se relame los labios y bebe de su vaso. Le gusta lo que ve.

— ¿Seguro? Esa silla parece incómoda —le señalo la silla que tiene a su lado y que es el único lugar donde podría acomodarse si no lo hace en la cama. Sonrío sabiendo que tiene perdida la batalla.

— Voy bastante bebido, no respondo de lo que pueda pasar si me tumbo a tu lado.

De repente necesito que no se contenga, quiero saber si esta atracción que siento es mutua. Ahora más que nunca siento que lo es.

— ¿Y si no me importa lo que pueda pasar si te tumbas a mi lado? — ¿Eso lo he dicho yo? Sonrío sin poder evitarlo. Me siento poderosa.

Mis manos rozan la tela de mi vestido y las llevo a la zona trasera de mi cuello. Desabrocho el nudo que ata la parte de arriba y esta cae. El roce la tela y el frío que siento al no llevarla me hacen endurecer los pezones. Estoy semi desnuda ante este hombre que vuelve a relamerse los labios.

Le veo dar dos pasos en mi dirección y parar. Es como si tuviese una lucha interna, una parte quiere dejarse llevar y la otra le frena. Ojalá gane la parte en la que se deja llevar. Espero no arrepentirme y que esto acabe mal.

— No debería —dice al final y algo dentro de mí, duele.

De repente le veo venir de nuevo hacia mí y doy gracias por no haberme tapado avergonzada.

Se sienta en el borde y me mira con ese interés que he visto otras veces y que sé que no son imaginaciones mías.

— Tú no estas lista —me dice bajito mientras una de sus manos se dirige a mi cuello.

Las yemas de sus dedos rozan mi piel y todo mi cuerpo se eriza ante su contacto. Es agradable. Sus dedos bajan por mi pecho y rozan uno de mis pezones, lo que me hace soltar un gemido suave e inconsciente.

Cierro los ojos y me muerdo el labio. Sus ojos vienen a mi mente y noto como humedezco la tira del tanga que llevo puesto.

Nunca he sentido este nivel de... excitación. Nunca en mi vida.

Abro los ojos y le veo parado mirándome fijamente.

— Hazlo —le digo con la voz ronca y susurrante.

Sin quitarse la ropa se coloca sobre mí y con sus brazos fuertes se sujeta para no aplastarme.

Sus labios se aproximan a los míos y cierro los ojos. Su aliento se mezcla con el mío y siento que todo mi cuerpo arde.

— Hazlo —repito.

De repente noto sus labios sobre los míos, al principio solo es un roce suave, pero poco a poco, los aprieta contra los míos. De forma inconsciente abro los labios y con mi lengua busco la suya. Cuando se encuentran, es como si bailasen juntas. Abro los ojos para ver los suyos, pero me los encuentro cerrados, recreándose en el beso y por ese motivo me dejo llevar.

Mi cuerpo se arquea, mis manos ascienden hasta tocar su pecho y comienzo a quitarle los botones de la camisa. Poco a poco mi piel y la suya tienen más y más contacto. Y la excitación se hace cada vez más presente. Gimo en su boca cuando mis tiernos pezones rozan su pecho y siento el calor de su cuerpo sobre el mío.

Cuando meto las manos por debajo de su camisa y se la quito, puedo notar las cicatrices en su cuerpo. Está marcado como yo, y me pregunto, ¿Cuál es su pasado? ¿Cuál es la herida que no le deja sanar?

— Bianca —susurra contra mis labios—, no estás preparada...

Pongo uno de mis dedos en su boca y le miro a los ojos, que vuelven a estar abiertos.

— Déjame decidir a mí hasta donde quiero llegar Gabriel —sus ojos se cierran y se deja caer ligeramente sobre mí.

Noto su erección perfectamente y mi cuerpo se arquea buscando que ahora sea él quien goce del momento. Y lo hace, gruñe como si sintiese dolor, pero se mueve acorde a mi movimiento.

Como puedo me muevo bajo él y consigo quitarme todo el vestido. Él se incorpora y se queda quieto de rodillas en la cama observándome.

Me coloco frente a él, mis manos viajan solas buscando el botón de su pantalón. Lo desabrocho y meto la mano bajo su bóxer. Recuerdo algunas escenas subidas de tono de las pelis de Marlenne. Gruñe aún más fuerte casi en mi oído.

— Más suave —me dice y sujeta mi mano con la suya dibujando suaves movimientos arriba y abajo.

Su miembro es grande y sentirlo bajo mi mano es increíble. Lo sigo haciendo cómo él me indica y su mano deja la mía para tocarme el pecho. Lo amasa despacio, besa mi cuello y gruñe contra mí.

Una energía eléctrica me recorre. Quiero más.

— Quiero más —susurro en su oído.

Me toma de la cintura y me hace parar. Sus ojos están cristalinos y muy brillantes, diría que han cambiado de color y se han vuelto casi negros. Eso a pesar de lo que pueda parecer, me excita sobremanera.

— ¿Estás segura? —su voz es apenas un susurro ronco.

Asiento con la cabeza y entonces me tumba en la cama. Con su manos tira del fino hilo del tanga hasta romperlo. Sonríe cuando lo consigue y yo sonrío con él. Él se levanta y se termina de desnudar. Abre el cajón de su mesilla y toma un preservativo.

Recuerdo las clases que tomamos sobre su uso en el colegio. Klaüs jamás lo usó conmigo. Muevo la cabeza de un lado a otro buscando eliminar a Klaüs de mi cabeza. No quiero que me rompa este momento. Cuando abro los ojos, Gabriel ya esta poniéndose sobre mi cuerpo. Por iniciativa propia abro las piernas y dejo que él guie su miembro a mi interior despacio.

Cuando por fin lo siento dentro de mí, una sensación de malestar me invade entera. Quiero parar.

¡No es Klaüs! ¡No es Klaüs! me repito como un mantra y noto que poco a poco me relajo.

— ¿Estás bien? —Gabriel está mirándome fijamente con su miembro en mi interior sin moverse.

Asiento con la cabeza y con la cadera le insto a continuar. Mis labios buscan los suyos y seguimos moviéndonos a la par. Mis gemidos cada vez son más fuertes, un calor desconocido para mí, inunda todos mis sentidos y por primera vez disfruto de la sensación de yacer con un hombre.

Cuando creo que voy a explotar clavo mis dientes en el hombro de Gabriel y él aumenta el ritmo. Tiemblo completa mientras refugio mi rostro en el hueco de su cuello. Él gruñe fuerte y siento como se tensa por completo y como su tamaño en mi interior se hace cada vez más pequeño.

Sin esperar a que salga de mi interior le abrazo y mis labios vuelven a buscar los suyos. Nos fundimos en un beso maravilloso que le regalo como agradecimiento.

— Gracias —le susurro cuando el beso termina. Con mis manos acuno su rostro y cierra los ojos con mi contacto—, ahora sí estoy preparada.

Él suspira y se incorpora saliendo de mi interior. Se dirige a la puerta que debe dar al baño. No sé si he hecho algo malo, pero no me dirige la palabra hasta desaparecer por la puerta dejándome sola en la cama.

Siento un enorme frío. Y cuando él sale entro yo para lavarme bien. Me miro al espejo y por primera vez en mucho tiempo siento que puedo volver a ser una persona normal . Gracias a Gabriel.

Cuando salgo al cuarto Gabriel se ha puesto el bóxer y está tumbado sobre la cama.

— ¿Estás bien? —le pregunto.

— Estoy demasiado bien —me sonríe y me tranquiliza haciéndome un gesto para que me tumbe a su lado.

Duermo abrazada a su cálido cuerpo. Y por primera vez no hay pesadillas. 

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