Cap 13

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10/10/2010

Me despierto con los primeros rayos del sol. Hoy es el primer día de clases presenciales en la universidad. Hace unos días me comunicaron que había aprobado la prueba de acceso y estoy pletórica. Estoy esperando a Kaleb, mientras reviso el celular.

Desde la noche de la discoteca, no he vuelto a hablar con Michael de nada que no esté relacionado con las clases. Me duele que no quiera mantener una relación al menos de amistad conmigo. Me hizo sentir cómoda e integrada el día que estuvimos juntos. Me gustaría explicarle cómo son las cosas. Pero sé que no debo decirle la verdad a nadie. Para ellos soy Lina Petrova. Una estudiante que viene de Rusia. Sin más.

Suena el timbre y abro, Kaleb está sonriente al otro lado de la puerta. Es un hombre de lo más simpático, ahora es el encargado de ser mi chófer. Desde la noche que pasé con Gabriel, no ha vuelto a llevarme a ningún lado. Apenas le he visto un par de veces en el club, pero, ni siquiera me ha dirigido la palabra, ni ha hecho amago de querer hablar conmigo. He ido al club varias veces y he conseguido mantener conversación con algunos de los clientes. Pero, creo que yo no quiero ser cómo las chicas. No quiero dedicarme a la prostitución.

He hablado en confidencia con la psiquiatra acerca de Gabriel y me ha recomendado no hacer lazos fuertes con hombres como él. Ellos no suelen acabar con mujeres como yo. Además no es positivo encariñarme de un hombre así. Dice que necesito buscar hombres normales que puedan sacarme del mundo en el que estoy inmersa.

Pero no dejo de verlo en mis sueños. Sueños que vuelven a ser oscuros. Sueño con Klaüs, con la mazmorra donde pasé semanas completas. Sueño con mi hijo, pero, sobretodo sueño con los carnosos labios de Gabriel besándome. Esa sensación no se me ha ido desde aquella noche. No he conseguido borrar de mi piel la sensación de estar con él.

— Hola pequeña — Kaleb me sonríe y acaricia mi pelo, es como el padre que hace años necesito— ¿Estás lista?

Asiento con la cabeza enérgicamente. Estoy tan nerviosa que tengo la boca seca. Salimos del edificio y nos metemos en el coche. La universidad aunque es a distancia, tiene clases presenciales y me apetece relacionarme con gente que tiene vidas normales, recomendación de la psiquiatra. Cree que puede ayudarme con mi adecuación. Y yo estoy de acuerdo.

— Hemos llegado, pequeña —me dice cuando llegamos a un edificio antiguo situado en un barrio residencial de las afueras.

Asiento con la cabeza y salgo del coche. Kaleb rodea el coche y me da un beso en la mejilla de forma cariñosa.

— Ya verás que lo vas a disfrutar —me guiña un ojo y me sonríe.

Justo cuando voy a cruzar la calle veo a Michael bajar de la moto. Recuerdo la noche que pasé con él y la vergüenza de lo que pasó al final. Pero me lleno de valor, un valor que en realidad no tengo y cruzo la calle con decisión.

— Hola —le digo dibujando una sonrisa que pretende ser natural y sincera.

— Hola —sus ojos buscan los míos y me sonríe— ¿Todo bien?

— Nerviosa, pero bien. ¿Estaremos juntos en clase? —le pregunto

— Lo siento, yo estoy en un par de cursos por encima del tuyo, pero podemos ver tus clases y si te interesa podemos tomar un café entre horas.

— Sí —digo sin pensar—, sería estupendo.

Me siento contenta, puede que Michael sea mi primer amigo. O así lo quiero considerar. Sé que le debo explicaciones, pero dejaré pasar un tiempo hasta sentirme preparada para hablar de ello.

Michael me revuelve un poco el pelo y me sonríe. Vamos a entrar, pero, siento que los vellos de la nuca y de todo el cuerpo se me erizan. Giro la cabeza para mirar a Kaleb, a la derecha, pero al final de la calle no está Kaleb, está Gabriel. Todo mi cuerpo parece reaccionar y ponerse a temblar. Me mira fijamente, con su pose de matón y su escultural cuerpo. Esos ojos verdes que me matan con su lejanía. ¿Qué hace aquí?

Miro hacia Kaleb que parece observarle también. Con rabia me giro y me dispongo a entrar al edificio. Entro en la primera clase que pone en el papel y me siento en una de las primeras filas. Las clases son en inglés, pero en mi suscripción puse que necesitaba ayuda con el idioma, así que me darán material de apoyo por si me cuesta entender las explicaciones. He conocido a varios de mis nuevos compañeros. Son algo más mayores que yo y he coincidido con André que se ha alegrado de verme. Vamos a hacer un grupo de estudio para conectarnos por internet y así poder ayudarnos entre nosotros.

Cuando salgo, estoy cansada. No veo el coche de Kaleb por ningún lado. Así que me dispongo a llamarle pero se repente un coche que no reconozco se para frente a mí. Es de color rojo, deportivo, parece nuevo. La puerta se abre y el ladrón de mis sueños más cálidos aparece frente a mí.

— Sube, yo te llevo.

Niego con la cabeza.

— ¿Dónde está Kaleb? — le pregunto a Gabriel.

— No podía venir, monta, tenemos que ir al club.

— No iré contigo Gabriel —me cruzo de brazos cual niña chica.

— No tienes opciones, Bianca, por favor, no seas cabezota.

— ¿Está todo bien? — Michael aparece con su moto tras de mí.

— ¿Me acercarías a un sitio? —le digo dándole la espalda a Gabriel.

Oigo como Gabriel sale del coche dando un portazo.

— Lina, no seas cabezota, tenemos que irnos —me grita.

— He dicho que no —veo la rabia en sus ojos. Pero más rabia debe ver en los míos —. Michael — le tocó el brazo a lo que me sonríe divertido— ¿Me llevas?

— Claro preciosa —se gira, saca un casco de debajo del asiento y me lo tiende, mira a Gabriel y le dedica una sonrisa burlona—. Tranquilo colega, la cuidare bien —le guiña un ojo y me ayuda a subir en su moto.

Nos alejamos dejando a un descolocado Gabriel. No vamos al club, ni siquiera le he dado indicaciones de adonde quiero ir. Solo me abrazo a su pecho y me dejo llevar. Llegamos a un parque donde Michael estaciona la moto. Es grande y muy bonito. Mucha gente pasea por sus caminos. Y en la parte más baja hay un lago enorme.

— ¿Has estado antes en Central Park? —miro a Michael mientras me quito el casco. Niego con la cabeza observando todo a mi alrededor— Pues, bienvenida al pulmón de Nueva York. ¿Damos un paseo?

— Sí, gracias —le digo y me coloco un poco el pelo.

Le sigo por uno de los caminos destinados al paseo. El parque es realmente enorme. Podría decirse que hay pueblos más pequeños que este parque.

— Es precioso —le digo.

— ¿Puedo preguntarte algo, Lina?

— Claro.

— Ese tipo... ¿No es tu hermano verdad? ¿Un novio, quizá?

— No, esto... no es mi hermano —miro al suelo avergonzada—, tampoco es mi novio. No tengo novio —siento como los colores me suben a las mejillas.

— ¿Entonces qué es?

Me paro de golpe y me giro para mirarle. Es realmente guapo, pero sus hoyuelos me recuerdan demasiado a mi pasado.

— ¿Puedo serte sincera?

— Claro —su mano recoge un mechón de pelo que me cae rebelde por la cara—. Puedes contarme lo que desees.

— Me acosté con él una noche... pero, después no he vuelto a saber de él, hasta hoy. No entiendo su actitud, es como si yo no le importase. Me sentí fatal. Yo... no tengo relaciones con cualquiera. Me cuesta llegar a ese punto.

— Entiendo. Déjame decirte que a mí no me parece desinteresado en absoluto, pero quizá, no merece que le hagas caso. Si quiere algo de ti, debes ponérselo chungo. ¿Me entiendes?

— ¿Crees que está interesado en mí? —le digo incrédula— Yo creo que te equivocas. Esa noche pensé que si. Pero ... luego ha sido tan indiferente conmigo. Creo que se arrepiente de lo que pasó.

— Pues si se arrepiente, no te preocupes, hay muchos más hombres en el mar —pone su brazo sobre mis hombros y camino a su lado en silencio— ¿Qué te pasó la otra noche en la discoteca?

La pregunta me incomoda y me tenso.

— Mi vida no ha sido fácil y aún tengo que superar muchas cosas. Yo... —miro mis pies caminar por la tierra del parque.

— No hace falta que me cuentes más —le miro de reojo y le veo mirar mi cara y sonreír—, puedes contármelo cuando te sientas con la suficiente confianza.

— Gracias —le digo y seguimos caminando.

Me invita a unos perritos calientes típicos de aquí, y nos lo comemos entre risas sentados en una mesa del parque. Por lo visto, no puedes venir a Nueva York y no comer perritos. Y aunque me parece una comida poco saludable, me resulta muy rico.

Michael me cuenta que vive con su hermano mayor. Que se criaron en Cincinatti, Ohio. Tienen otra hermana más pequeña a la que solo ven en vacaciones o cuando han venido de visita a la ciudad. Sus padres están separados desde poco después de nacer su hermana, pero tienen buena relación y pueden pasar tiempo con ambos.

Es un chico de trato agradable y es consciente de mis problemas con el idioma, así que, me ha propuesto que nos veamos de vez en cuando para enseñarme cosas de la ciudad y aprender a expresarme con soltura. Yo a cambio le enseñaré algo de ruso.

Después de varias horas y con las luces tenues de la tarde, le pido a Michael que me acerque a casa. Me deja en la puerta y me despide con un beso en la mejilla, con la promesa de vernos en unos días.

Al entrar al portal me topo con la mirada fría y ruda de Gabriel.

— ¿Se puede saber de dónde vienes? —me espeta duramente.

— De dar un paseo con mi amigo —le digo lo más airada que puedo.

— ¿Un paseo? ¿Con tú amigo? —me sigue hasta el ascensor y entra conmigo.

— Eso he dicho, un paseo con mi amigo

— Él no es tu amigo Bianca, solo quiere meterse entre tus piernas y luego si te he visto no me acuerdo.

— Esa debe ser la tónica de los hombres que viven en esta ciudad entonces, recuerdo que tú —le golpeó con el dedo en el pecho— me hiciste exactamente lo mismo.

— ¿¿QUÉ?? —grita— Lo mío es diferente.

— ¿Ah, sí? Hasta donde sé, te metiste entre mis piernas y luego no has querido ni mirarme a la cara.

— Tengo mis razones —baja el tono de voz relajándose un poco y bajando la mirada.

— Pues él tendrá las suyas, al menos con él iré más prevenida y si me acuesto con él no me sorprenderé. Si te quedas más tranquilo, le preguntaré primero si quiere repetir.

La puerta del ascensor se abre y salgo echa una furia. No me puedo creer que me haya montado este numerito después de todo. Abro la puerta de casa y sin dejarle entrar me giro.

— Ya has hecho tú trabajo de vigilar que he llegado sana a casa, puedes volver con Sila.

Le cierro la puerta en las narices sin dejarle contestar.

— ¡¡Wow!! —miro a Marlenne que me mira desde la puerta de la cocina— Se oían los gritos desde aquí —se ríe

— Tranquila, está todo bien — le digo mientras me quito los zapatos y tiro el bolso sobre el recibidor.

— ¿Ese era Gabriel? —asiento con la cabeza y entró al salón, dejándome caer sobre el sofá— Con lo calmado que parece siempre. ¿Cómo has conseguido alterarse así?

— Yo no he hecho nada. Ahora resulta que le molesta que tenga amigos.

Marlenne arquea ambas cejas a la vez y se ríe.

— ¿De qué te ríes? — le digo frunciendo el ceño.

— De nada. ¿Y de qué amigo hablamos? ¿Lo conozco? ¿Es del club? —sale de la cocina con un cubo de helado gigante y dos cucharas.

Uno de los placeres de estar aquí es el helado. Nunca había comido tanto. A mamá no le gustaba que comiésemos y papá era alérgico a la lactosa, así que lo teníamos prohibido en casa. Vladimir me llevó un par de veces a tomar helado en verano. Pero ya no recordaba su textura.

— Es un chico de las clases —le digo con la boca llena de helado—. Era mi tutor en el curso de preparatoria, le he visto hoy y hemos dado un paseo. Es muy majo y me trata muy bien.

— Uuuu. ¿Te gusta? —siento arder las mejillas.

— No lo sé — no pienso contarle que con quién tengo sueño picantes es con Gabriel—. De momento quiero conocerle.

— Haces bien, aprovecha que aún no te dedicas a los negocios turbios de nuestro mundo y que Sila te tiene protegida.

— No quiero la protección de Sila, estoy cansada de que mande a su perrito guardián a seguirme.

— ¿Hablas de Gabriel? —me arquea una ceja.

— Sí, solo aparece para montarme numeritos de perro sobre protector. Y estoy empezando a cansarme.

— Es raro ¿Sabes? No suele actuar así con las chicas del club.

— Pues entonces me ha tocado la lotería.

Resoplo y ambas nos reímos. 

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