Capítulo 01

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Toma un sorbo de su café alto. Lo compró en Starbucks hace un rato y aún sigue caliente, gracias al material del vaso. Está sentada en el parque del centro, donde la gente concurre con bastante frecuencia. Muchas familias y parejas acuden ahí cada día. Tampoco podían faltar los que siempre hacen ejercicios. Corren y se estiran por allá, con auriculares en sus oídos, ignorando al mundo. Gracias al cielo, el sol no quema tanto como en otros días, así que es un día fresco sin llegar a ser helado, su abrigo negro le cubre bien y ni siquiera suda o se siente sofocada por eso.

Hay un niño correteando por ahí. Tiene el cabello casi lacio, con algunos mechones ondulados. Es castaño oscuro. Si le atina bien, no tiene más de 6 años. Viste con una bermuda deshilándose por las rodillas, posiblemente fue un pantalón antes. Su camisa está algo sucia y el dibujo en ella casi ya no se ve. Tienes unos lentes para ver que parecen gogles de nadar. Una banda-curita adorna su codo y ríe. Le recordaba mucho a su hijo.

—¡Wooyoung, no te vayas muy lejos! —sigue la voz, para ver de donde proviene.

Viene de una rubia (quizás castaña clara, no está muy segura de
como definirlo) con ojos marrones, quien fuma un cigarrillo, despreocupada. Tiene un tank top de dibujos raros. Su pantalón es ancho y se ajusta a sus tobillos y a la cadera. Nota sus muñecas, y como mínimo tiene diez pulseras artesanales en cada una. Si baja más la mirada, puede notar que en el piso hay un trapo extendido y sobre éste, varias pulseras como las que la chica usa. Sus tenis son unos converse viejos y gastados. El poco sol que hay choca con su rostro, dándole un tono acaramelado a su piel, sus ojos brillan a causa del reflejo del mismo.

Vuelve a tomar de su café y voltea a otro lado cuando la rubia se da cuenta que le observaba.

—¡Buenas tardes, señorita! —el mismo niño que hace rato correteaba, ahora está parado frente a ella, sonriente. Y le falta un diente de arriba.

—Wooyoung, deja en paz a la señora —ve a la mujer acercarse, trotando. Su rostro luce un poco más cansado de cerca.

—Pero, mamá. Quiero vender mi primera pulsera. Por favor, por favooooor. Ya soy un niño grande, dijiste que cuando cumpliera 6 me dejarías. Ayer los cumplí. Deja que éste sea mi regalo.

La mirada de la chica se ablanda y le sonríe dulce al niño.

—Están bien, amor. Pero como te enseñé ¿eh?

Wooyoung asiente, seguro.

—Buenas tardes, señorita. Mi nombre es Wooyoung Kim y mi mami y yo andamos vendiendo éstas pulseritas hechas con mucho amor y dedicación. Al verlas, parecen simples hilos atados unos a otros. Pero no lo son si nosotros le damos un significado —el niño toma aire, inflando su pecho, antes de seguir hablando—. Por ejemplo, ésta me la hizo mi mami hace dos años, cuando era más pequeño. Y es especial para mí porque fue mi primera pulsera. Así que, como yo, usted puede comprar una y regalársela a alguien especial, para que tenga un significado especial —sonrió a lo último—. ¿Cómo lo hice?

Le preguntó a su madre y ella le aplaudió, encantada. Tiene un brillo especial a los ojos, es de cariño y orgullo.

—¡Asombroso! Te luciste, lorito.

Wooyoung se sintió orgulloso de si mismo.

—Muy bien. Me has persuadido completamente. Te compraré una para mi hijo. Pero antes, ¿me podrías repetir tu nombre, chiquitín?

—Claro, señorita. Wooyoung Kim Manoban, ¿y el suyo?

Abrió los ojos, grande. Esto debía ser una simple coincidencia. Debían existir miles de Kim por todo Corea. Por supuesto, es un apellido muy común.

—Muy lindo. El mío es Jennie.

—¿De verdad? Yo tengo una hermana que se llama así, pero no le conozco —se encoge de hombros—. Entonces, ¿qué pulsera quiere? En la manta de ahí hay más.

—Pues vamos.

Jennie sacudió sus pantalones cuando estuvo parada. Los siguió hasta las pulseras. Todas eran lindas, de colores muy bonitos y llamativos. Habían de tamaños diferentes, algunas eran más anchas que otras. Varias personas estaban alrededor, viéndolas pero acababan por alejarse, sin tomar nada. Agarró una morada, otra verde con azul y una blanco con negro, eran las que más le habían gustado.

—¿Cuánto es así? —cuestionó a la mujer, con las bandas en mano.

—2.700 wones.

Saca de su cartera un billete de 5000 y se lo da al niño.

—Ayer fue tu cumpleaños ¿no es así? —Wooyoung asiente—. Entonces quédate con el cambio como regalo.

—¡Muchas gracias! —los dos agradecen al mismo tiempo con sonrisas brillantes.

La rubia comienza a meter todo dentro de una mochila negra, se ve contenta. Tiene una sonrisa que brilla e ilumina su rostro. Hace todo de manera calmada, tomando su tiempo para no enredar las pulseras y que se fueran a maltratar.

—¿Con eso nos alcanza para mi cajita feliz en McDonald's? Dijiste que por mi cumple la iba a tener. Por fis.

—Ya veremos, lorito —terminó y revolvió el cabello de su hijo—. ¿Por qué no vas a jugar un rato más? Cuando el señor sol se vaya, nosotros también los haremos.

Y Jennie siente algo en su pecho. Ella no es una completa millonaria, pero si tiene bastante dinero. Su madre es dueña de una franquicia de restaurantes locales y ella los administraba. Así que ganaba bien para vivir su vida de soltera y mantener a su hijo, también se daba sus lujos caros, aunque se mide y trata de no exagerar. Pero ahora, viendo al niño, llorando por una simple hamburguesa, la cual ella cualquier día va y la compra, le da tristeza y hace que su corazón se rompa.

—Disculpe si sueno grosera o entrometida pero, ¿cuál es su nombre?

—¿El mío? Lalisa Manoban, pero puede llamarme Lisa.

—¿Todos los días vienen aquí?

Lisa se encoge de hombros y sonríe, viendo a su lorito jugar con los niños. Era difícil que él hiciera amigos, ya que no eran estables en el lugar. Siempre estaban cambiando de parques y yendo a nuevos lados. Además de que la gente alejaba a sus hijos de Wooyoung porque lo veían mal vestido. A Lisa le dolía como el infierno ver el rechazo que le daban a su bebé. Mejor lo ignoraba, llamaba al niño y le decía que era hora de irse. Y eso hacían, para no seguir molestando a la gente.

—Hemos estado viniendo aquí ésta semana. Mañana vendremos por última vez y ya después veremos.

—Entiendo. Entonces, hasta mañana Lalisa.

Agita su mano en despedida y camina hasta su auto. Le da un último vistazo a Wooyoung, quien está jugando solito ahora, pero feliz, en los juegos del parque infantil. Tiene una estatura promedio para un niño de su edad, su cara era delgada y fina. Como la de su madre. Sus ojos marrones están centelleantes de curiosidad, detrás de los cristales a cada momento. Le dice adiós a él también, con la mano y sigue su camino.

[...]

Abre la puerta de su departamento y siente algo aferrarse a sus piernas. Su pequeño hijo está aquí y eso le pone contenta.

El fleco del pequeño Jeongin le cubren la frente y casi la vista. Con 7 años era un poco más alto que los demás niños de su clase, pero evidentemente más delgado. Al igual que al pequeño Wooyoung, le falta un diente. Es un niño muy despierto, activo y social. Tenía muchos amigos en la escuela, además de que siempre estaba dispuesto a conocer más gente y agradarles.

Jennie besa la cabeza de su hijo y con un poco de trabajo, lo carga para darle un gran abrazo. Lleva una semana sin verlo y sintió extrañarlo a horrores. Jeongin ama pasar tiempo con su mamá. Cuando va a su casa hacen cosas divertidas, juegan, se bañan en la piscina o comen chucherías. Obviamente había sus reglas y límites.

—Dejarte sin avisar. Buen vicio que tiene tu madre.

—Yo le pedí venir. Porque mañana es sábado y ya he acabado con mis exámenes. ¡Saque un 10 en inglés!

—¡Woooow! Eso es excelente, enano. Mira que te tengo.

De su bolsillo delantero derecho, toma las pulseras y se las muestra al pequeño. El niño sonríe encantado y sus hoyuelos se marcan profundamente en sus mejillas rosadas.

—Son muy bonitas, mamá. Me gustan mucho. ¿Me las pones?

Jennie aceptó. Fueron al sillón para estar más cómodos. Amarró las tres bandas en la muñeca y Jeongin las admiró, encantado.

—¿Dónde las sacaste? ¿Podemos conseguir más?

—Claro. Mañana mismo iremos.

El menor estaba feliz. Las pulseras le encantaron y no dejaba de hablar de ellas. De hecho, hizo que Jennie le marcara a Rosé, su otra madre, para contarle de ellas.

Wooyoung tenía razón. A simple vista parecían hilos enredados, pero eran verdaderamente especiales y podría decirse que mágicas. Claro, tenías que dárselas a alguien especial para que funcionara.

—¿Mañana podemos ir a McDonald's? Hace tiempo que no vamos —preguntó su hijo a la hora de dormir, con un bostezo saliendo de sus labios. Tenía su pijama de Bob Esponja y estaba cubierto con las mantas hasta el cuello.

Jennie sonrió.

—Por supuesto que iremos.

Cuenta una historia inventada al niño, que trató sobre un corredor de carreras que quería ganar y sólo ganar. El cuento fue para enseñarle algo a su hijo, pero como tenía sueño no le prestó mucha atención. Cierra sus ojos y se duerme antes de que el cuento acabe. Jennie se cerciora de que su respiración sea lenta, su pecho sube y baja conforme a ella. Una vez de que ve que es así, se para de la cama y camina a su armario. Busca una pijama dentro, cuando la encuentra la toma y comienza a quitarse la ropa de oficina. Un poco somnolienta, se pone la ropa de dormir, con el control prende el aire acondicionado y se acuesta a un lado de Jeongin. Sus dientes fueron lavados justo después de cenar, así que no se preocupa por eso.

Cierra los ojos y antes de caer dormida, unos ojos grandes resplandecientes de diversión le vienen a la mente.

[...]

A primera hora del sábado, Jennie se levanta a tomar una ducha. El sol todavía no sale de tan temprano que es, afuera se escuchan sólo un par de autos pasar, ya que vive en una calle principal es un poco movida a la hora que sea. Las farolas en las aceras siguen prendidas por lo que se da cuenta cuando ve por su ventana. Nota también que hay un poco de neblina, posibilitando un día con más aire de lo común. Amarra las cortinas blancas con un listón negro. Le da un vistazo a su sala y le gusta. Los sillones son café oscuro y hacen contraste con las paredes blancas, de ellas, cuelgan retratos de su familia, su hijo o una que otra pintura que compró en subastas cuando aún era nueva su casa. Piensa que aún no necesita remodelación.

Vestida con pantaletas tipo short y playera, va a su cocina para hacer su desayuno, lo tendrá que hacer ella misma porque los fines de semana la señora que le ayuda con las tareas del hogar no va a trabajar. Prepara un poco de café y sándwiches para ella y Jeongin. Termina y sube a su habitación. Se viste casual, con jeans, botas y una playera sin mangas, simple. Despierta a su hijo después de haber terminado y lo baña en la tina, aún medio dormido. Pero necesita salir temprano de casa para poder pasar a la oficina, arreglar unos cuantos papeles y después pasar el día con Jeongin.

—Tomarás el desayno en el oficina hoy. Espero y no te moleste.

Jennie le había dicho a su hijo mientras secaba su cabello y le ponía la camisa de Cars. Él se quejó de sus pulseras mojadas pero su madre le dijo que no se apurara, en un rato se sacarían. No muy contento con la respuesta, el niño hizo que se las secara con la secadora de cabello. Así que, rodando los ojos, fue hasta el baño con Jeongin detrás suyo, conectó el aparato y estuvo al menos 5 minutos ahí, secándolas.

Jeongin come su desayuno en la oficina de su madre. Es espaciosa, y la mayoría de las cosas son negras, como el gran sillón donde ahora está sentado. Hay una lámpara en la esquina del lugar, también es de ese color. Su mamá está sentanda en la gran silla giratoria, escribiendo unas cuantas cosas en la computadora. Firma algunos papeles al mismo tiempo que se acomoda las gafas de lectura. Jeongin piensa que se ve graciosa así.

Para cuando termina Jennie de hacer sus asuntos, salen del edificio alto y caminan entre risas y chistes al automóvil. El niño se sienta en la parte delantera aún sabiendo que los pequeños no deben ir ahí, su madre le dice que se lo pasa por ésta vez, pero que necesitaba abrocharse bien el cinturón de seguridad.

—Iremos al parque, ¿te parece bien?

—¡Sí! Quiero jugar un rato —ríe y aplaude con sus manos delgadas.

Durante el camino, le platicó a su mamá como estuvo su semana y sus exámenes, le contó como se sintió un poco bajo presión cuando Rosé le decía cada cinco minutos que estudiara. Jennie le escucha atenta y maneja hasta el parque. Cuando llegan, estaciona su auto con cuidado y lo deja en un lugar donde estará seguro de choques o algún otro accidente. Ayuda a su hijo a bajarse del automóvil, y de la mano caminan entrando al parque.

Observa a Lisa por lo lejos, está en el mismo lugar que ayer, parada con una sonrisa en los labios, deseándole una buena tarde a quien pasa por ahí, pocas personas le contestan amables y otras le ignoran como si una loca les estuviera hablando, aún así, su sonrisa nunca se esfuma, se mantiene ahí, risueña y cálida.

—Volviste —Lisa comentó, cuando estuvo parada frente a ella. Sus labios se abren más, ahora muestra los dientes y las esquinas de sus ojos tienen pequeñas arrugas.

Jennie se encoge de hombros, un poco sonrojada.

Siente un tirón en sus pantalones y es su hijo, quien le ve con una ceja alzada.

—Él es Jeongin. Jeongin ella es Lisa, saluda.

—¿Es tu hijo? —la coreana asiente—. ¡Es precioso!

Sin pena, Lisa besa las mejillas del pequeño niño y se sonroja al igual que su madre. Siente sus cachetes quemar y lleva sus manos a ellas, tratando de ocultarlas.

Wooyoung llega sin avisar y se esconde detrás de las piernas de la rubia. Tiene un poco de barro en las manos, su frente está un poco sudada y la cara la trae completamente roja porque andaba corriendo por ahí.

—Hey, lorito. ¿De dónde viene la vergüenza ahora? Tú no eres así —carga a su hijo, poniéndolo en su cadera. Wooyoung se chupa el dedo y se guarda en el cuello de su madre—. No te chupes las manos, las traes asquerositas —le reprocha—. Saluda. La señorita Jennie vino otra vez y trajo a su hijo. Se llama Jeongin.

El hijo de la mayor sonríe y mira a Wooyoung en el cuello de su madre. Era bastante bonito, con su cabello castaño y ojos finos, diferentes a los de su mamá.

—¿Por qué no van a jugar por ahí? —Jennie propone y los niños se van. Wooyoung sigue un poco apenado.

Se sentía mal. El tenía la misma camisa del día anterior (su mamá se la lavó por la noche) y unos shorts azules de algodón con sus tenis viejos, mientras que el otro niño vestía pantalones vaqueros, camisa de Cars y tenis muy bonitos. El quería verse así.

Lisa tomó asiento en la banca y de su mochila sacó unos hilos y se los mostró a Jennie.

—¿Qué color te gusta más?

—El rojo luce bonito.

Asiente. Saca más hilos en varios tonos de rojizos y mide la muñeca de la castaña. Comienza a hacer una pulsera y Jennie sólo observa sus dedos moverse con rapidez. Sus movimientos son ágiles y parece no tener problema al enredar cada hilo. Tiene la cara seria de concentración, la punta lengua se le asoma entre sus labios.

—¿Te gusta así? —le muestra. Los hilos, están unidos haciendo zigzag y los tonos de rojizos se revolvían entre si, luciendo de una manera bonita.

—Me encanta —dice y sonríe sincera.

La contraria sigue en su trabajo, completamente absorta.

Viste de la misma forma que ayer, nada más que hoy su ropa es completamente oscura. Por el cuello del tank top, puede, es notar sus clavícula salientes, luciendo bastante lindas y tentadoras a la vez. Son blancas y algo huesudas, se contraen un poco por los movimientos que Lisa hace con las muñecas.

Mueve la cabeza a los lados, quitando cualquier idea sucia sobre ella. Y para evitar problemas comienza una plática con la chica. Quedó bastante sorprendida. Hablaron desde las pulseras hasta de como iba la política en el país. Joder. Lisa podía parecer una simple hippie, sucia y que no das un peso por ella. Pero le escuchas hablar y es simplemente wow, como Jennie piensa. Sus comentarios fueron bastante maduros respecto al tema de política. Tenía sus ideales muy bien planteados. Hizo comentarios acerca de todos los problemas que surgían en el país de forma concreta.

Durante la plática, Lisa dijo que tenía 24 años, que tuvo a Wooyoung a los 18. Jennie tenía 27 y con su ex novia tuvo a Jeongin a los 20. Ninguna de las dos aparentaba la edad que tenían. Lisa parecía tener máximo unos veinte y Kim tal vez la edad la más alta.

—¿Te importa? —pregunta la castaña, con un cigarro en la boca, antes de prenderlo.

—Para nada. ¿Me das?

Jennie asiente y saca otro de la cajetilla. Prende el de ella con su encendedor. Lisa pone el suyo en su boca, acercándose a la de ojos felinos, para prender su cigarro con la punta del otro. Cala el cigarro, profundamente y de manera lenta, lo saca por los huecos de su nariz.

Todavía es medio día y ha comenzado a helar. Lisa olvidó su suéter en casa, pero por suerte trae con ella el de Wooyoung. Así que le grita. Los dos niños viene corriendo y sudados, con las mejillas rojas de agitación.

—Mamá, es hora del almuerzo, ¿podemos ir a Macky? —Jeongin pide, apoyando sus brazos en las rodillas de su madre, alzándose, tratando de quedar a su altura.

Jennie alza el brazo donde tiene el cigarro, para no quemar al niño. Hace a un lado la cara y expulsa el humo ahí.

Macky es McDonald's. Sólo que cuando Jeongin era más chico no podía decirlo completo, así que Jennie se lo simplificó. Desde eso, le dice así la mayoría de veces.

La mayor asiente con una sonrisa y el pequeño celebra. Wooyoung, al oír eso, se pega al pecho de su mamá a sollozar. Ella le besa la cabeza y lo tranquiliza, diciéndole que pronto ellos irían. Para que Wooyoung dejara de llorar, le dio una pulsera para que fuera a venderlas a unas adolescentes. Sonrió un poco y tomando la mano de Jeongin, corrió hasta ahí. Se acercan, ellas le acarician el cabello a los dos y sueltan sonidos de ternura cuando Wooyoung comienza a dar su discurso para vender las pulseras.

—¿Te molesta si los invito a comer ahí? Desde ayer oí que Wooyoung quiere ir, así que, ¿por qué no?

—Oh, no. No quisiera ser una carga para ti. Estamos bien. Lo juro —dice con una media sonrisa, la cual denota cierta tristeza y dolor. Ella en verdad quiere llevar a su lorito ahí, pero no le alcanza para pagar una comida en aquel restaurante.

—Para nada. Además a Jeongin le agradó Wooyoung. Por favor, será divertido.

Lisa tira la colilla del cigarro ya terminado, lo pisa con la suela de sus tenis y piensa un poco en la propuesta de la mayor. Tal vez si, podría ser divertido.

—Está bien. Gracias.

—No es nada —y en verdad no lo era.

Los pequeños vuelven, con las muchachas a sus espaldas. Halagan a las mujeres por los hijos tan encantadores que tienen, incluso una trata de coquetear seriamente con Jennie, pero amablemente le dice que es mucho mayor. Ellas, al final compran 3 pulseras cada una y luego, encantadas se van. El lorito de Lisa parece haber olvido el tema del restaurante, pues sonreía orgulloso de haber vendido más pulseras.

Lisa metió sus cosas en la mochila negra y sonrió a Jennie cuando estuvo lista.

El almuerzo fue bastante bien. Los niños jugaron entre ellos con sus juguetes nuevos que traía la cajita feliz, platicaban cosas que sólo ellos entendían. No fueron a la sección de toboganes a petición de Wooyoung. Ya que era pequeño y tenía miedo de que los grandes le lastimaran. Estuvieron en la sala de videojuegos, donde el menor no entendía nada, pues nunca había estado tan cerca de una consola más que en el aparador de las tiendas. Jeongin trató de explicarle todo a gran detalle hasta que su nuevo amigo entendiera.

Jennie se quedó con Lisa en la mesa. Otra vez solas. La rubia no quiso comer nada, usando la excusa que desayunó tarde y aún seguía llena. Mentira. Lisa no comía desde la tarde anterior, cuando le compró un sándwich de jamón a su hijo. Porque él era más importante. Ella se mantuvo bien con un cigarrillo )se lo había regalado unos turistas), y un poco de agua que Wooyoung dejó en el almuerzo. No quería que Jennie gastara en ella, se sentiría culpable. Mucho ya hacía invitando a su hijo a comer.

Para cuando dieron las 6 el sol ya no estaba y el frío comenzaba a sentirse más, la piel de la chica se erizaba cada vez que el aire helado soplaba en su dirección. Fuera del local, Lisa cargaba en brazos a Wooyoung , quien quedó cansado después de tanto jugar con su amigo, a diferencia de Jeongin quien aún guardaba energía como para seguir parado, pero sus ojos poco a poco se iban cerrando.

—Gracias por todo, en verdad. No sabes cuanto significa para mi y Wooyoung. Gracias otra vez.

—No hay de que, ha sido un placer.

—Es hora de irme, si camino rápido llego a tomar el tren de las seis treinta —se despide, diciendo adiós con la mano, pero Jennie la toma del brazo.

—Yo puedo llevarte, en mi auto. Y no, no es molestia —dice rápido cuando ve que la de ojos grandes abre la boca para hablar.

Lisa la cierra y sonríe. Acepta y se van.

Dentro del coche se siente bien. La coreana había puesto la calefacción haciéndola sentir mejor. Jeongin estaba sentando en la parte de atrás viendo la calle con cara de sueño. Wooyoung seguía en los brazos de su madre, durmiendo. Las calles están llenas, mucha gente se encuentra saliendo de sus trabajos aunque sea sábado. El tráfico es mínimo pero aún así, tardan un poco en llegar al departamento de Lisa.

Ella también se entretiene mirando la calle, con las personas caminando por la acera o uno que otro perro corriendo por ahí. Disfruta el calor de estar dentro y se recuesta sobre el sillón.

—Casi se me olvida —se acuerda Lisa, cuando ya están fuera del complejo de departamentos donde vive. Saca la pulsera roja y se la da a Jennie. Esta sonríe—. Es un regalo, por lo de hoy. Tal vez no sea suficiente pero...

—Tranquila, no me debes nada. Al contrario. Yo les debo a ustedes. Las pulseras que lleve a casa le encantaron a Jeongin. De hecho, hoy fuimos al parque por eso.

El corazón a Lisa se rompe un poco. Que tonta fue al pensar que la mayor volvía por ella. Aunque, le ponía feliz que sus pulseras hicieran efecto. Apenas un día de conocerle y ya se imagina cosas que no son, ¿por qué eres así? Se pregunta a si misma.

—Te las mostraría justo ahora pero... sería difícil, a menos que quieran subir y verlas dentro.

Jennie apaga el coche y le dice a su hijo que se baje con cuidado por el lado de la acera. Suben las escaleras y llegan al apartamento de Lisa. Ella vivía en uno de los no mejores barrios de Corea, tampoco es que fuera el peor. Abre la puerta, entran y prende las luces. Es un lugar pequeño pero acogedor, todo está arreglado en su lugar y no hay nada tirado en el piso. Los sillones se ven viejos al igual que casi todo ahí, hay una tv en una mesa baja y en otra un par de fotos, por lo que Jennie adivina, la familia de la extranjera.

Y Jennie ama eso. Ama a la gente ordenada.

Deja a Wooyoung en la única habitación del lugar y vuelve a la sala. Jeongin parece haber despertado con la emoción de ver las banditas. Lisa saca de su mochila las que tenía ahí, luego va a un cajón y saca más. Esas son hechas con pequeñas piedras y alguna que otra cuenta. Algunas son de colores y otras de un mismo color, pero todas tienen un pequeño dije colgando de ellas.

—Ésta tiene tu nombre, mamá —el niño rizado agarra la pulsera y se la pasa.

En efecto. Decía 'Jennie' bordado a mano. Sonrió y la tomó. Terminó comprando más de 50 euros en eso. En realidad lo hacía más por ayudar a Lisa. Aunque tal vez le sirva para regalársela a su hermano. Sabe que él ama los accesorios y más si se los dan gratis. Paga y después de despedirse, se van. Lisa había besado la mejilla de la castaña en agradecimiento, sintiendo la suavidad y calentura en ésta.

Una vez cerrada la puerta, se tira a su sofá y llora. Llora por no poder darle a su hijo lo que quiere y necesita, por no darle la vida que merece tener. Llora por haber caído enamorada de alguien casada y con más hijos. Llora por la vida que tiene, pero evita el tema de Wooyoung. Él nunca sería un estorbo, al contrario. Ella era el estorbo para Wooyoung. Llora por su maldita mala suerte, porque todo le salía mal, lo más mínimo que hiciera terminaba por arruinarse, haciendo que se sienta frustrada e inútil.

Se queda ahí, pensando en el sofá viejo de su casa. Tiene frío pero no siente tener fuerza suficientes en sus piernas para pararse de ahí y caminar a su habitación. Entonces, se queda acostada, sollozando levemente. Pero no sabe en que momento se queda completamente dormida.

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