Capítulo 02

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—Es mi imaginación o Wooyoung tiene una blusa de Cenicienta, rosa —la castaña pregunta, viendo a su hijo y el de Lisa pintar con crayones debajo de la sombra de un árbol, con gestos alegres plasmados en sus rostros, disfrutando del día.

Han pasado tres semanas y Jennie sigue buscando a Lisa. Va a todos los parques que ella. A la rubia no le molesta para nada, al contrario. Le encanta tener alguien con quien platicar. Siempre hablan de diferentes temas. Jennie le cuenta como va su trabajo, las cosas en casa y ella le oye atentamente. Porque le encanta la voz de la mayor, en la manera lenta y pausada de como salen las palabras de su boca. Todos los días tiene algo nuevo por contar, a veces eran cosas que veían en las noticias o un dato curioso que salía en alguna página de Internet, todo eso Lisa lo encontraba interesante.

Se encoge de hombros y le da una mordida al emparedado que preparó en casa. Es de pollo con un poco de queso. Su mirada viaja también hasta donde están ellos. Le encanta saber que su lorito tiene a alguien de su tamaño para compartir ratos agradables.

—Se coló en el lavado. Tratamos de devolverla pero nadie la reclamó. A lorito le gustó porque se veía nueva y los colores aún brillan. Creo que es su favorita por eso.

Jennie asiente en compresión y no dice nada más. Siente algo de pena por Wooyoung, porque es un niño encantador y noble. Él merece más que una camiseta colada en el lavado.

En esas tres semanas ha aprendido bastante de la extranjera. Un poco de su vida y todo. Por ejemplo, que fuma en vez de comer, para calmar su hambre y sentir que el humo le llenaba. Que comía cuando mucho 10 veces en una semana, con tal de que su hijo tuviera que comer. O que prefería el café cargado a con leche. Que su sueño fue ser pediatra, pero se vio acabado cuando se embarazó de Wooyoung. También se había fijado bastante en sus movimientos. Cuando estaba nerviosa se acomodaba el cabello detrás de la oreja, y si le decías algún cumplido ella reía abiertamente y negadaba con la cabeza. A veces fumaba con el cigarrillo entre su dedo medio y el índice. En otra ocasiones con el índice y el pulgar. O que sus mejillas se teñían de un rojo vivo cuando sus rostros quedaban demasiado cerca.

—¿Qué tal si hoy te invito a cenar?

Lisa hace una mueca graciosa a Jennie y se ríe. Siempre es graciosa y divertida. Le encanta así. Nunca se aburre, todo el tiempo sale con una broma o un comentario sarcástico, claro, nunca siendo grosera.

—Por mi perfecto, sólo un detalle. No sé donde dejar a Wooyoung.

—Podemos dejarlo con una de mis madres, ahí dejaré a Jeongin también. No se molestará, adora a los niños.

—Entonces sí. Acepto —estira su mano y Kim la toma, como si estuviesen cerrando un trato.

Cada quien se va por su parte y deciden que Jennie pasará por ellos a las 7:30 de la noche.

Lisa se baña y luego a su lorito. El agua se ensucia y pequeñas burbujas se hacen a causa del shampoo y jabón que usa. Lava su cabello y talla sus brazos para que esté limpio. Lo saca de ahí cuando sus dedos están arrugados y están a punto de dolerle. Con una toalla gruesa se seca su cuerpo. Entra al baño nuevamente para arreglar unas cosas en ella misma. El niño le espera en la habitación, donde se está se secando el cabello.

Viste a su hijo con una pijama porque Jeongin le dijo que harían pijamada, verían películas y comerían palomitas.

—¿Qué son palomitas, mami? —Wooyoung pregunta, cuando ve a su madre parada frente al espejo, probándose unos jeans negros y una camisa de manga larga blanca. Le sienta bien la ropa. Sus piernas lucen delgadas y largas, la camisa le queda un poco suelta pero no se ve mal.

—Son... palomitas, lorito. Se comen cuando ves una película. Son saladas, aunque también hay de dulce. Sólo que no debes comer muchas o tu pancita dolerá mucho.

Se acerca y le hace cosquillas en el estómago de Wooyoung, él estalla en risas, que hacen a la rubia sentirse plena.

—¿Son ricas? —su naricita se arruga. Espera una buena respuesta por parte de su madre, porque si no son buenas no sabría con que cara decirle a Jeongin que no quería comerlas.

—Bastante, aunque puede que a ti no te gusten. No pierdes nada probando.

—Jeongin dijo que las comeríamos hoy. ¿Me das permiso?

—Siempre, bebé. Pero recuerda, no queremos enfermos aquí, ¿o si?

Wooyoung niega con la cabeza. Lisa termina de arreglarse. Peina su cabello aún húmedo, se echa colonia y se mira por última vez al espejo.

—¿Me veo bien, bebé? —le pregunta a su hijo y éste asiente rápidamente, con los pulgares hacia arriba.

Una bocina suena abajo. Lisa acecha y reconoce el auto de Jennie, además de que ella se encuentra bajando. Termina de arreglar la mochila de Wooyoung lo más rápido que puede. Mete en ella su manta favorita, uno bóxers extras por si llega a tener algún accidente en la noche y la funda para guardar sus lentes. Entre sus brazos, Wooyoung toma al oso que a madre le regaló hace ya un tiempo. Y no, no Lisa. Su otra mamá.

Cuando bajan, Jennie está aparragada sobre su auto y su cabello está un poco revuelto gracias a la ventisca. Parece no estorbarle, tampoco la hace lucir mal. Al contrario le da un toque más relajado y juvenil. Se saludan con un beso en la mejilla y se apresuran a subir al auto. Hay poco tiempo, pueden perder la reservación del restaurant.

Dejaron a los niños en casa de Anne y para Lisa fue incómodo tenerla tan cerca. Se sentía bastante hipócrita, con una sonrisa en la cara y besándole la mejilla de despedida. Se la imaginó diferente, creyó que sería arrogante y le juzgaría. Estaba equivocada. Ella todo el tiempo estuvo sonriente y aceptó a su hijo a pesar de tener la pijama un poco andrajosa, incluso le hizo uno que otro cumplido al pequeño para que entrara en confianza. Le aseguró a Lisa que se quedaba en buenas manos, y ella confiaba.

Fueron al restaurante favorito de Jennie. Uno elegante y cerca de su casa. La decoración era bastante bonita. Largas lámparas colgaban desde el techo llegando más arriba de la mesa, sus luces eran tenues pero aún podías ver bien. Al centro del restaurant había un gigante candelabro, también colgante con velas artificiales. Jennie le explicó que eso servía para cuando celebraban una que otra boda ahí. Las mesas eran de madera pura, pintadas en marrón oscuro al igual que las sillas, éstas tenían un pequeño colchón en la parte del respaldo y en el asiento. La gente estaba vestida formal a comparación de ellas, con ropa casual y vaqueros. La de ojos felinos tenía una camisa de manga tres cuartos y el brazalete que Lisa le hizo, adornaba su muñeca. Inconsciente, alargó la mano y acarició los hilos de ésta, sonriendo, sintiendo la ya tan conocida seda bajo sus dedos. La coreana no dijo nada y siguió ordenando por las dos.

Lisa se abrazó a si misma, insegura. Ahora venía a sentirse pequeña a lado de Jennie, aunque sabía que no lo era físicamente, pero no se refiera a ese aspecto. Tenía bastante tiempo sin ir una cita, la última fue con la mamá de Wooyoung, a escondidas para que nadie las descubriera. Fue la noche que quedó embarazada de ella. Así que no sabía como actuar.

—No estés nerviosa. Estamos bien.

Jennie dijo y le tomó la mano sobre la mesa. Y vaya que eso la calmó.

[...]

Comieron bastante y Lisa cree haber subido unos kilos de más. Jennie tal vez exageró un poco con la comida. Pidió bastante, como si una familia de 4 personas fuese a comer. La rubia terminó su plato y se sintió totalmente satisfecha. Jennie se acabó todo y dijo que no se sentía tan llena. La entendía un poco, Jennie está acostumbrada a comer bien —más— y aunque su sea cuerpo pequeño, hace ejercicio, por lo que lo necesita.

Ahora están sentadas en la sala de la mayor. Lisa se ha quitado los zapatos y sólo tiene los calcetines puestos, la otra se quitó las botas junto los tines. La casa le pareció bonita, era elegante.

Lisa ríe fuerte cuando Jennie le cuenta un chiste bastante malo. Han tomando cinco copas de vino y en la de ojos grandes, parecen ya hacer efecto. Su boca se siente un poco pesada y las palabras ya no salen con la misma facilidad a cuando estaba completamente lúcida. Va un poco más atrás en sus recuerdos y por lo que parece ser, hace más de medio año que no prueba alcohol. Había sido en la fiesta de una vecina de piso, sólo tomó una botella de cerveza porque no quería hacer sentir mal a la festajada.

—¿Dónde está el padre de Wooyoung? —cuando se encuentran más en confianza, Kim cuestiona, tratando de no sonar atrevida.

Lisa sonríe un poco melancólica, sintiendo como su corazón se arruga en decepción.

—Madre, de hecho. Y con su esposa, imagino.

—Oh. ¿Es casada?

Ella asiente. Y siente que sus lágrimas pronto saldrán. Jennie lo nota y pasa una mano por su cabello color rubio, haciéndole saber que está ahí, con ella.

—Cuando tenía 17 trabajaba como una chica especial, sabes a lo que me refiero. Mamá estaba enferma de leucemia y no tenía como pagar todo, así que eso fue la salida más fácil. Con la edad y aspecto que tenía no me dieron trabajo más que ahí. Llevaba tres meses dentro y entonces ella llegó. No tan alta, pero delgado, bastante guapa para su edad. Estaba conmigo siempre que iba, a veces me llevaba a cenar, a lugares escondidas para que nadie la descubriera —se encoge de hombros, limpia una lágrima traicionera que escapa de sus ojos y prosigue—. Una noche le dije que estaba embarazada, y, joder. Creí que estaría un poco feliz.

Sollozó y se acomodó en el pecho de Jennie. Ella la recibió, acunándola contra si.

—Lo primero que me dijo fue que abortara, que ella pagaría todo. Dije que yo no podría hacer eso. Entonces ella no volvió y tres meses después me sacaron de ahí. La dueña se enteró que estaba embarazada, ya no servía así, me echó. Mi madre murió cuando tenía seis meses. Wooyoung fue prematuro, nació a los siete por mi estrés y la presión que sentía. Por eso usa lentes, sus ojitos no se terminaron bien.

—¿No volvió? ¿Y cómo tiene sus apellidos?

—Ahí voy. Cuando mi lorito tenía tres meses, vino a la casa. Me dijo que registraríamos al niño como su hijo, ella me daría dinero cada quince días y yo mantendría la boca cerrada. Joder, necesitaba mucho el dinero.

—Entonces... es una Kim.

—Así es. Wooyoung Kim Manoban. Hijo reconocido pero ilegítimo de Kim Jisoo —se despegó de su pecho, poniéndose recta. Acarició el rostro asustado de Jennie y rió—. Te pareces mucho a ella. Sólo que más joven y mejor.

—¿Sabías quién era desde el principio?

—Siempre. Ella hablaba mucho de su familia. Tú eras su chica estrella, llegué sentir celos de ti. A veces me mostraba fotos de tu hermano y tú cuando eras más joven. Tenías el cabello más oscuro.

—¿Wooyoung conoce a mi mamá? Digo, su mamá.

Lisa asiente.

—A veces pasa a la casa a dejar el dinero. Juega unos minutos con él y luego se va, diciendo que tiene trabajo que hacer. Es mejor así. Para que no se haga falsas ilusiones. Aunque me duele, porque se ve tan feliz cuando está con ella, pero luego llora cuando se marcha.

Por más que limpia sus lágrimas, salen sin aviso alguno. Su cara cae en el hombro de Jennie sin querer y llora ahí. Se siente sucia, contando sus problemas a la hija de su ex amante. Poco a poco, deja a llorar y levanta la cara.

Su nariz se roza con la de la mayor y antes que pueda pensar algo, la está besando. Lisa acepta el beso de buena manera porque es dulce, suave y lo necesita. Los labios de Jennie son rojos y gruesos, como los suyos propios. Las manos de la rubia recorren el torso de la contraria hasta colarse dentro de sus pantalones.

No sabe como ni porqué, pero Jennie la está recostanto en su cama. Le quita la camisa y besa su pecho. Lisa se deja hacer y deshacer.

Muerde las clavículas de Lisa y gime de gusto. Sus costillas se marcan enfermamente y la tailandesa vuelve a llorar en vergüenza. Jennie las besa también, delicadamente y siente su cuerpo vibrar de sollozos. Con las palmas de sus manos acaricia los costados de sus estrechas caderas, dándole tranquilidad. Hay una cicatriz en la parte baja de su estómago y supone que de ahí salió Wooyoung. Pero no quiere pensar en él ahora.

Termina de quitar su ropa, la desviste tranquilamente. Disfrutando su cuerpo y su calor. La estimula primero con los dedos. Después de un rato, Lisa olvida sus inseguridades y comienza a jadear, aceptando el placer que Jennie le da. Sus dedos rosan su clitoris y se siente demasiado bien.

Lubrica su pene y entra lentamente. Lisa se abraza bien a ella, sus dedos se entierran en la piel caliente de los brazos y quedan blancos por la fuerza con la que lo hace. Jennie es grande así que duele un poco, pero lo soporta. La penetra hasta que se viene dentro de ella. La rubia alza sus caderas y pide más. Necesita más. Le gusta estar con Jennie de ésta manera, porque aunque sus embestidas sean duras y rectas, le habla al oído sin decirle cosas con morbo. Como Jisoo lo hacía.

Entra otra vez en ella, está un poco estirada ahora pero sigue apretándose bien a su miembro. Y lo vuelven a hacer. Jennie le habla otra vez en el oído, calmándola y diciéndole cuanto le gusta tenerla así, bajo de ella, sudando y jadeante. La contraria se limita a gemir su nombre y morder la almohada para no hacer un escándalo. Porque era en verdad ruidosa.

Cuando terminan, limpia sus cuerpo con una toalla de baño. Lisa cae dormida, abrazando el brazo aruñado de Jennie, sisea un poco de ardor pero no dice nada. Deja que se acomode y que descanse. La observa en la oscuridad. Es preciosa, la boca se le seca. No tiene palabras suficientes para describir cuan increíble es. El reflejo de la luna en su rostro le hace justicia, parece una pequeña obra de arte, luciendo serena y calmosa. Su cuerpo sube y baja al compás de su respiración, tranquila.

Oye su teléfono sonar. Es el de Lisa, lo mira y Kim Jisoo dice el lector de llamadas. Su cuerpo tiembla y no sabe como reaccionar. Hacerlo con la rubia le hizo olvidar por un momento ese detalle. Después de una respiración profunda; contesta. No quiere molestar a Lisa porque parece que lleva varias noches sin dormir.

—¿Me puedes explicar que hace Wooyoung en mi casa, con mi nieto? —Jisoo habla apenas el teléfono es descolgado. En su voz se oye un enojo evidente. Jennie conoce ese tono de voz.

—¿Mama? —es lo único que dice Jennie, decepcionada. Tenía un pequeño rayito de esperanza y que no sea verdad, que Lisa le haya mentido.

Ojalá hubiese sido así.

—¿Jennie? No entiendo.

—Yo tampoco, ¿sabes? —dice, ya sus ojos pican.

Su madre siempre había sido su ejemplo a seguir, pero ahora le daba pena y un poco de asco. Había engañado a su otra madre, una mujer buena y enamorada perdidamente de ella que le había entregado todo de si y le pagaba así. Ni Lisa, ni su madre y mucho menos el pequeño Wooyoung se merecían esto.

—Voy para ahí. Iré por mi hijo y Wooyoung —es lo que dice y cuelga el teléfono.

Se viste rápido, con un pantalón de lana y una playera de su vieja Universidad. Deja un beso en la cabeza de Lisa, quien ahora abraza a una almohada y al parecer, no se percató de nada. Le da un último vistazo y sale corriendo para su auto.

Trata de no llorar de decepción de camino ahí. Joder, que sorpresa se había llevado. Su madre, su ejemplo a seguir, la mujer a la que le guardó respeto desde pequeña... Le había mentido a toda su familia, se sentía desilusionada. Cuando llega es tarde y todas las luces están apagadas, excepto la del salón de estar. La muchacha que hace el aseo le abre. En el sillón, Wooyoung llora en voz baja, con su mochila en la espalda, abrazado a su viejo peluche. Jisoo sólo le mira, molesta. Jeongin está arriba durmiendo con Anne, no están enterados de nada.

—Llévatelo y que no vuelva. Nunca. Jeongin se puede quedar —Jisoo se acerca a su hija mayor y le habla de cerca.

—O Wooyoung se queda con Jeongin o los dos se van —Jennie dice—. Tú decides.

—Él se va, Jeongin se queda —apunta al niño.

—Pero yo me quiero que-quedar, mamá —Wooyoung llora más y la pelinegra lo calla.

—Aquí no, Wooyoung. Y no me digas así.

Jennie niega la cabeza. No sabía que alguien podía ser tan desalmada con su propio hijo. Avanza con una punzada en el pecho a donde está Wooyoung, lo carga entre sus brazos y llora más fuerte, muerde el hombro de Jennie, tratando de callarse pero no puede. Le duele el rechazo de su madre. Sale de la casa, quita la alarma del coche y mete al niño en el. Wooyoung grita cuando ve que Jennie le dejará solo, le dice que espere ahí, que irá por Jeongin y volverá pronto. Él entiende y se queda sentando. Vuelve con su hijo en brazos, salió sin despedirse de nadie. Dejó a Jeongin en el asiento de atrás y Wooyoung se pasó adelante, para que su amigo pudiera dormir cómodo.

Jennie abrochó su cinturón de seguridad y el del contrario. Arranca el auto y comienza a avanzar por las calles casi desiertas por la hora que es. Algunos clubs están abierto, brindándole a sus clientes una noche de diversión.

—¿Eres mi hermana? —preguntó Wooyoung. La castaña dio vuelta a la derecha y paró en el semáforo rojo. Ha dejado de llorar, pero su respiración es un poco errática.

—Eso creo, pequeño —le sonrió calidamente.

—¿Por qué a ti mamá si te quiere y a mi no? Tiene fotos tuyas por toda su casa. Mías no.

Niega con la cabeza. Y de verdad que no sabía porque. Si Wooyoung era un niño encantador e inteligente. Tenía una chispa increíble. Sabía leer y escribir porque Lisa le ha enseñado. Hace sumas y restas y jamás ha pisado un salón de clases. A pesar de ser un niño, Jennie le admira por su valentía y fortaleza. Es apenas un ser de 6 años y ha pasado tantas penas.

La conversación acaba ahí y Wooyoung no insiste más sobre el tema. Se entretiene mirando las luces de los faros o uno que otro letrero luminoso de una tienda 24/7.

En la casa, Lisa está vestida con unas  de sus bragas y una camisa de Jennie que encontró por ahí. Los dos niños se meten a la casa, caminando medio zombies, como Jeongin dijo. El lorito corre a su mamá y la abraza. Le cuenta todo entre lágrimas y Lisa le pide mil veces perdón por dejarlo ir, aún sabiendo la consecuencias. Wooyoung dice que no hace falta disculparse, porque de todos modos se divirtió con Jeongin y la señora Anne. Dijo que comieron las palomitas y que ahora es su comida favorita. Miraron un par de películas sobre super héroes y el pequeño había perdido su apuesta sobre quien se dormía primero.

Mientras tanto, Jennie cambiaba las sábanas de la cama.

Ahí dormirían todos. Hay otra habitación en su casa pero no una cama. Sólo está llena de juegos y juguetes de su hijo. Toma una nota mental sobre comprar una nueva. Cuando todos están más tranquilos y muy somnolientos, suben a la cama y se acomodan, un poco apretados pero calentitos. Y se duermen, los cuatro en la misma cama, bajo la misma manta gruesa. Soñando que mañana sería un día mejor.

Como les dije, drama.
Lógicamente, Jisoo es G!P, también.

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