━ thirteen: time and its circularity

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CHAPTER THIRTEEN
TIME AND IT'S CIRCULARITY

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BRIAR SE DESPERTÓ con un sobresalto. La velocidad a la que se sentó en posición vertical causó que el mareo golpeara de nuevo. Ella vio que madame Pomfrey había dejado un cubo al lado de la cama, como siempre hacía con ella, y se inclinó, echando el pelo hacia atrás. Por lo general, cuando se levantaba, terminaba llorando por su visión, y esa no fue una excepción.

—¡Ah, estás despierto!

Madame Pomfrey estaba hablando con Harry y Hermione, les entregaba trozos de chocolate. Briar sintió ganas de vomitar sólo con ver la comida. Cuando se sentó de nuevo, secándole las lágrimas de las mejillas y atando su pelo en una coleta, Madame Pomfrey comenzó a caminar hacia ella. Briar se sentía un poco agradecida de que sus visiones la hicieran vomitar, por lo que siempre llevaba un coletero alrededor de su muñeca. Por lo menos en esas situaciones.

Al unísono, Harry y Hermione preguntaron—¿Cómo está Ron?

—Sobrevivirá —dijo Madame Pomfrey. Le dio a Briar un vaso de agua, sabiendo que si ella bebía todo lo que quería, vomitaría de nuevo—. En cuanto a vosotros dos, permaneceréis aquí hasta que yo esté segura de que estéis... Briar, querida, es necesario limpiar alrededor de la boca por si acaso queda algo.

Briar hizo una mueca mientras se limpiaba la boca y la barbilla. Se sentía como un niño de cinco años que se quedaba con la señora del almuerzo después de conseguir un rasguño en la rodilla.

—¿Cómo estás, querida? —preguntó Madame Pomfrey—. Es algo bueno que estuvieras con tu madre... dijo que quería ver a Livius, pero le dije que debía descansar un poco, la pobre parecía agotada... ¿Qué haces, Potter?

Harry se había incorporado, diciendo—Tengo que ver al director.

Madame Pomfrey dijo—Harry, todo se ha solucionado. Han cogido a Black —al decir eso, Briar giró alrededor de la cama para evitar el cubo y se puso de nuevo los zapatos—. Los dementores le darán el beso en cualquier momento.

—¿QUÉ?

Harry y Hermione habían saltado de sus camas; Briar se había levantado y arregló su coleta en el reflejo de la ventana. Fudge y Snape interrumpieron en la habitación inmediatamente después del grito de Harry. Briar se quejó para sí misma.

—¿Qué es esto, Harry? —preguntó Fudge—. Tendrías que estar en la cama... ¿ha tomado chocolate?

—Escuche, señor ministro —dijo Harry. Briar se echó a reír. ¿En qué mundo el ministro podría ser realmente de utilidad?—. ¡Sirius Black es inocente! ¡Peter Pettigrew fingió su propia muerte! ¡Lo hemos visto esta noche! No puede permitir que los dementores le hagan eso a Sirius, es...

—Harry, Harry, estás confuso. Has vivido una terrible experiencia. Vuelve a acostarte. Está todo bajo control.

Una vez más, Briar rió.

—¡NADA DE ESO! ¡HAN ATRAPADO AL QUE NO ES!

—Señor ministro, por favor, escuche —rogó Hermione. Se había acercado a Harry mientras Briar seguía de pie junto a su cama de hospital, la que ella solía usar. Se había quedado en la enfermería suficientes veces como para que Madame Pomfrey se diera cuenta de que Briar podría sentirse mejor al lado de una gran ventana, preferiblemente por las que entraba el aire fresco—. Yo también lo vi. Era la rata de Ron. Es un animago. Pettigrew, quiero decir. Y...

—¿Lo ve, señor ministro? —preguntó Snape—. Los dos tienen confundidas las ideas. Black ha hecho un buen trabajo con ellos...

—¡NO ESTAMOS CONFUNDIDOS!

Briar se alejó de la cama y caminó hacia Harry y Hermione—Fudge, señor, supongo que estará al corriente de mi abuelo, sabrá que soy Vidente al igual que la abuela-en-ley de mi abuelo —dijo Briar. Fudge frunció el ceño—. Vi todo lo que pasó. En una visión. Por eso estoy aquí.

Snape comenzó—Ministro, estoy seguro de que Lupin ha estado ayudando a Sirius todo el año... le proporcionó alimento, refugio en el castillo...

Madame Pomfrey dijo—¡Señor ministro! ¡Profesor! —Briar decidió que Madame Pomfrey era una de las siete maravillas—. Briar es con frecuencia paciente mía, ¡y desde luego no haría tal cosa! He de insistir en que se vayan. ¡Potter es un paciente y no hay que fatigarlo!

—¡No estoy fatigado, estoy intentando explicarles lo ocurrido! —dijo Harry furioso—. Si me escuchan...

Él se calló, ya que Madame Pomfrey le echó un trozo de chocolate en la boca. Harry protestó, pero se sentó de nuevo en la cama—Ahora, por favor, señor ministro... Estos niños necesitan cuidados. Les ruego que salgan.

Dumbledore llegó a la habitación. Harry se levantó de nuevo—Profesor Dumbledore, Sirius Black...

—¡Por Dios santo! —exclamó Madame Pomfrey. Hermione y Briar fueron llevadas a sentarse en la cama y frunció el ceño al verlas sentadas en el borde de la misma—. ¿Es esto una enfermería o qué? Señor director, he de insistir en que...

—Te pido mil perdones, Poppy, pero necesito cambiar unas palabras con el señor Potter, la señorita Granger y la señora Lupin —dijo Dumbledore. Briar intercambió una mirada con Hermione—. He estado hablando con Sirius Black.

Snape dijo—Supongo que le ha contado el mismo cuento de hadas que metió en la cabeza de Potter. ¿Algo sobre una rata y sobre que Pettigrew está vivo?

—Eso es efectivamente lo que dice Black —dijo Dumbledore.

—¿Y acaso mi testimonio no cuenta para nada? —gruñó Snape. Briar pensó, nadie pidió que hablaras, por el amor de Dios—. Peter Pettigrew no estaba en la Casa de los Gritos ni vi señal alguna de él por allí.

—¡Eso es porque usted estaba inconsciente, profesor! —dijo Hermione—. No llegó con tiempo para oír...

—¡Señorita Granger! ¡CIERRE LA BOCA!

Briar dejó escapar—¡Soy Vidente! ¡Vi lo que pasó en la visión! ¡Fue lo mismo!

—¡Lupin, lo mismo para usted!

—Vamos, Snape —dijo Fudge—. La muchacha está trastornada, hay que ser comprensivos.

—Me gustaría hablar con Harry, Hermione y Briar a solas —anunció Dumbledore. Briar frunció el ceño—. Cornelius, Severus, Poppy. Se lo ruego, déjennos.

—Señor director —farfulló la señora Pomfrey—, necesitan tratamiento, necesitan descanso.

—Esto no puede esperar. Insisto.

Las palabras de Dumbledore finalmente llegaron a Madame Pomfrey, y se marchó de la habitación, cerrando la puerta. Fudge estaba mirando un reloj de bolsillo de oro. Briar se preguntó que si el reloj de mal gusto era donde iba todo el dinero del Ministerio.

—Los dementores deberían de haber llegado ya. Iré a recibirlos. Dumbledore, nos veremos arriba.

Fudge abrió la puerta a Snape, que susurró a Dumbledore—No creerá una palabra de lo que dice Black, ¿verdad?

—Quiero hablar a solas con Harry, Hermione y Briar.

Snape dijo—Sirius Black demostró ser capaz de matar cuando tenía dieciséis años —Briar hizo una mueca, rodando los ojos—. No lo habrá olvidado. No habrá olvidado que intentó matarme.

Briar espetó—¡Usted intentó matar a mi madre una vez!

Dumbledore hizo una pausa para mirar a Briar y dijo—Mi memoria sigue siendo tan buena como siempre, Severus.

Snape salió de la habitación junto a Fudge. Tan pronto como la puerta se cerró, Harry y Hermione empezaron a hablar al mismo tiempo.

—Señor profesor, Black dice la verdad: nosotros vimos a Pettigrew.

—Escapó cuando el profesor Lupin se convirtió en hombre lobo.

—Es una rata.

—La pata delantera de Pettigrew... quiero decir, el dedo: él mismo se lo cortó.

—Pettigrew atacó a Ron. No fue Sirius.

Dumbledore levantó una mano.

—Ahora tenéis que escuchar vosotros y os ruego que no me interrumpáis, porque tenemos muy poco tiempo —dijo con tranquilidad—. Black no tiene ninguna prueba de lo que dice, salvo vuestra palabra. Y la palabra de dos brujos de trece años no convencerá a nadie. Una calle llena de testigos juró haber visto a Sirius matando a Pettigrew. Yo mismo di testimonio al Ministerio de que Sirius era el guardián secreto de los Potter.

—El profesor Lupin también puede testificarlo... la profesora Crouch...

—El profesor Lupin se encuentra en estos momentos en la espesura del bosque, incapaz de contarle nada a nadie. Cuando vuelva a ser humano, ya será demasiado tarde. Sirius estará más que muerto. Y además, la gente confía tan poco en los licántropos que su declaración tendrá muy poco peso. Y el hecho de que él y Sirius sean viejos amigos —explicó Dumbledore—. Lo mismo ocurre con la profesora Crouch. Y, a pesar de que sigue en la escuela, la última vez que hablé con ella estaba teniendo dificultad para respirar.

Briar sintió su estómago caer.

—Pero...

—Escúchame, Harry. Es demasiado tarde, ¿lo entiendes? Tienes que comprender que la versión del profesor Snape es mucho más convincente que la vuestra.

—Él odia a Sirius —dijo Hermione con desesperación— por una broma tonta que le gastó.

—Sirius no ha obrado como un inocente. La agresión contra la señora gorda... entrar con un cuchillo en la torre de Gryffindor... Si no encontramos a Pettigrew, vivo o muerto, no tendremos ninguna posibilidad de cambiar la sentencia.

—Pero usted nos cree.

—Sí, yo sí —respondió Dumbledore. Continuó hablando en voz baja, como si las palabras necesitaran ser un secreto. Briar no entendía porqué—, pero no puedo convencer a los demás ni desautorizar al ministro de Magia. Lo que necesitamos es ganar tiempo.

—Pero... ¡AH!

Briar levantó una ceja—Ahora prestadme atención —dijo Dumbledore. Realmente, Briar no estaba segura de si su falta de buenos resultados significaba que era demasiado estúpida para entenderlo o si no estaba al tanto del secreto—. Sirius está encerrado en el despacho del profesor Flitwick, en el séptimo piso —distraídamente, Briar pensó que habían elegido estúpidamente ese lugar porque carecía de ventanas. A continuación, se dio cuenta de que no—. Torre oeste, ventana número trece por la derecha. Si todo va bien, esta noche podréis salvar más de una vida inocente. Pero recordarlo los dos: no os pueden ver. Señorita Granger, ya conoces las normas. Sabes lo que está en juego. No deben veros. Harry no entendía nada. Dumbledore se alejó y al llegar a la puerta se volvió.

Echando un vistazo a su reloj, Dumbledore se dirigió a la puerta.

—Os voy a cerrar con llave. Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.

—¿Buena suerte? —repitió Harry, cuando la puerta se cerró—. ¿Tres vueltas? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es lo que tenemos que hacer?

Briar frunció el ceño—Quiere que vayamos hacia Sirius.

Harry dijo—Pe-pero...

Hermione sacó una fina cadena de oro que colgaba alrededor de su cuello, por debajo de su túnica. Ella dijo—Briar, Harry, venid aquí. Rápido.

Antes de que Briar pudiera decir lo contrario, Hermione había puesto la cadena alrededor de los tres cuellos. Briar estaba al lado de Hermione, para que los tres no pudieran estrangularse.

—¿Preparados?

—¿Qué hacemos?

El pequeño reloj de arena brillaba bajo la luna que entraba por la ventana más cercana. Briar pensó en su visión y el reloj de arena volvió como una inyección en la frente. Hermione dio tres vueltas al reloj y la habitación cambió.

Hermione agarró la mano de Briar cuando ya no se encontraban en la enfermería, sino más bien en el vestíbulo. Briar retrocedió después de agacharse para salir de la cadena, la puesta de sol era visible en la distancia.

—Hermione, ¿qué...?

—¡Ahí dentro! —dijo ella, tirando del brazo de ambos y corriendo hacia la puerta de un armario de escobas. Hermione cerró la puerta detrás de ella.

—¿Qué... cómo...? Hermione, ¿qué ha pasado?

—Hemos retrocedido en el tiempo —susurró Hermione—. Tres horas.

Briar se habría reído, si su madre no fuera una experta en la magia sin sonido y varita y su padre un hombre lobo, y durante la escuela, los otros dos y tres habían hecho un mapa virtual y su padre pasó a ser un miembro del grupo de sus mejores amigos y su madre una absoluta genia. Eso tenía sentido para ella. Soñaba cosas extrañas, pero con sentido. El tiempo era circular. Por eso podía ver el futuro, debido a que estaba ocurriendo, el saberlo llega antes a ella que otros.

—Pero...

—¡Chist! ¡Escucha! ¡Alguien viene! ¡Creo que somos nosotros! Pasos por el vestíbulo... Sí, creo que somos nosotros yendo hacia la cabaña de Hagrid.

—¿Quieres decir que estamos aquí en este armario y que también estamos ahí fuera?

Briar dijo—El tiempo es circular. Debería saberlo.

—Sí —respondió Hermione—, estoy segura de que somos nosotros. No parecen más de tres personas. Y... vamos despacio porque vamos ocultos por la capa invisible. Acabamos de bajar la escalera principal...

Harry dijo—¿De dónde has sacado ese reloj de arena?

—Se llama giratiempo —explicó Hermione—, me lo dio la profesora McGonagall el día que volvimos de vacaciones. Lo he utilizado durante el curso para poder asistir a todas las clases. La profesora McGonagall me hizo jurar que no se lo contaría a nadie. Tuvo que escribir un montón de cartas al Ministerio de Magia para que me dejaran tener uno. Les dijo que era una estudiante modelo y que no lo utilizaría nunca para otro fin. Le doy vuelta para volver a disponer de la hora de clase. Gracias a él he podido asistir a varias clases que tenían lugar al mismo tiempo, ¿te das cuenta? Pero, Briar, Harry, me temo que no entiendo qué es lo que quiere Dumbledore que hagamos. ¿Por qué nos ha dicho que retrocedamos tres horas? ¿En qué va a ayudar eso a Sirius?

Briar sentía como si estuviera al lado de los aficionados.

—Quizás ocurriera algo que podemos cambiar ahora —dijo Harry—. ¿Qué puede ser? Hace tres horas nos dirigíamos a la cabaña de Hagrid...

—Ya estamos tres horas antes, nos dirigimos a la cabaña. Acabamos de oírnos salir.

—Dumbledore dijo simplemente... dijo simplemente que podíamos salvar más de una vida inocente... ¡Briar, Hermione, vamos a salvar a Buckbeak!

—Pero... ¿en qué ayudará eso a Sirius?

Briar se frotó las sienes.

—Oh, diablos —dijo ella—. Vale. Dumbledore dijo lo de la ventana, ¿verdad? El despacho de Flitwick. Cogemos a Buckbeack, conseguimos llegar hasta la ventana y Sirius podrá escapar en él. Pero sé que la ventana del despacho de Flitwick se abre desde el exterior y el enorme bloqueo del interior hace que sea imposible abrirla. El pasillo del despacho está entre las sombras, será fácil coger la llave, entrar y salir. Flitwick dijo a mi madre que siempre lleva una llave, se ajusta a la ventana. La llave está oculta para que parezca una hoja, pero la hoja tiene ligeramente una forma diferente y distinto color en caso de que Flitwick no pueda distinguirla. Una vez que se toque la hoja, se convierte en llave.

—¿Qué hacemos?

—Uno debería darle la información a Sirius. Supongo que vosotros querréis ir juntos y conozco el camino, especialmente uno en dónde no me verán —dijo Briar—. Id a por Buckbeack. Dejadme el resto a mí.

Harry asintió con la cabeza. Hermione parecía aterrorizada.

Hermione dijo—¡Si conseguimos hacerlo sin que nos vean será un milagro!

—Bueno, tenemos que intentarlo, ¿no crees? —dijo Harry.

Briar sonrió—¡Esa es la actitud! Y, de todos modos, esto será pan comido. Permaneced ocultos, yo haré lo mismo. No os preocupéis por mí. Tengo el futuro de mi parte.

—Tenemos que volver antes de que Dumbledore cierre la puerta.

Ambos asintieron. Harry dijo—No parece que haya nadie. Vamos... —mientras él y Hermione hacia una carrera por el recinto, Briar corrió en dirección opuesta.

No fue demasiado difícil pegarse a las sombras y esconderse en los puntos ciegos al escuchar a alguien o algunas personas caminar por el pasillo. Briar había estado en la escuela el tiempo suficiente para saber qué pasillos estaban casi no frecuentados por la noche. Todo lo que necesitaba ahora era conseguir una distracción para llegar al despacho de Flitwick y dejar una nota. Fue en ellos momentos donde deseó pasar tiempo con los gemelos como todo el mundo pensaba que ella estaba.

En el momento justo, Briar oyó pasos y voces. Ella se precipitó al hueco de una estatua y una pared adyacente que había sido colocada delante.

Dos voces dijeron—¡Profesor Lupin! ¡Señor!

Uno de ellos dijo—¿Ha visto a Briar?

El otro dijo—Su examen de Adivinación duró más de la cuenta.

—Pensamos que estaba teniendo una visión.

—Pero la lección acabó y no queremos perdernos la cena.

—¿La ha visto? No está arriba...

—Y estamos preocupados por ella.

Briar tuvo que ponerse la mano en la boca al oír la voz de su padre. Su mente empujó el recuerdo de como se había convertido en hombre lobo.

Remus dijo—No, pero os lo haré saber tan pronto cómo la vea.

Ambos comenzaron—Gracias, señor...

—Me conocéis desde hace años, no hace falta que me llaméis Lupin o señor —dijo Remus. La mano de Briar seguía en su boca—. Lo mismo pasa con Laurel. Si no estuviera tan firme en mantener su apellido, se habría deshecho de Crouch hace mucho. Ella ya no es parte de esa familia, no lo ha sido en años.

Briar no se dio cuenta cuanto le gustaba a sus padres hablar del otro hasta ese momento.

—Bueno, nos vemos más tarde, os buscaré si la encuentro.

Remus se alejó y era más que evidente que los gemelos comenzaron a caminar, hablando entre ellos sobre el asunto. Ella se movió del escondite y corrió hacia ellos, ya que doblaron la esquina del pasillo.

—¿Qué demonios...?

Briar dio un paso hacia atrás—Prometo explicaros esto después, con la única excepción de que lo que vais a hacer es ilegal al igual que rudo; ¿podéis hacer algún tipo de broma cerca del despacho de Flitwick para que se tome un tiempo y yo pueda entrar?

Fred y George simplemente intercambiaron una mirada.

—Está bien.

Ella sonrió—Os quiero. Lo tenéis fácil, hacedlo lo suficientemente lejos para que no se de cuenta de que entre y salga del despacho. Hacer algún tipo de broma que sólo llame la atención de Flitwick, por lo que nada de bombas fétidas, hacer algún encantamiento porque, maldita sea, algún día eso será genial. Prometo que os lo explicaré más adelante. Tendrá sentido una vez que lo haga.

Fred y George se miraron y sonrieron de nuevo.

—Bueno, ¿cual podemos usar, Georgie?

—Freddie, creo que esto es una ocasión especial...

—¡Por supuesto! Eres un genio.

Briar sonrió con malicia.

Los tres subieron al corredor fácilmente, ya que Briar era consciente de que su propio pasado se había quedado fuera, y la creciente oscuridad los hizo pasar con facilidad inadvertidos por los pasillos casi vacíos. Ella continuó rebotando en los talones de sus pies mientras esperaba a que los gemelos resolvieran el encantamiento. Cuando se dio la vuelta y vio el pantano en medio del pasillo, Briar comenzó a dar un paso hacia atrás.

Fred dijo—Ahora, ¿cómo conseguimos a Flitwick?

Briar le sonrió—En veinte minutos, Peeves pasará por aquí. Necesito pasar hacia el otro lado de modo que pueda entrar en el despacho. Peeves informará del pantano, estoy segura.

—¿Qué pasa si Peeves te ve?

Ella frunció el ceño—Bueno, podríamos dejar algo por aquí para que se vaya.

Fred dijo—¿Y cómo hacemos que venga en esta dirección?

George dijo—¿Con un letrero que diga, Peeves, ven aquí?

Fred y Briar intercambiaron una mirada.

Los dos murmuraron variaciones de "eso funcionaría."

Dado que los gemelos todavía tenían sus mochilas con ellos, mientras que Briar la había dejado en algún lugar entre el aula de Adivinación y la parte inferior de la escalera, sacaron un trozo de pergamino. Briar le entregó a George uno de los bolígrafos que Laurel le había prestado. George escribió, PEEVES, VEN AQUÍ :). Fred lo dobló para que luego se abriera por sí solo.

—Diez minutos —comentó Briar—. Me reuniré con vosotros en un rato. En un par de horas, me voy a desmayar y voy a estar en la enfermería, pero no podéis ir a ninguna parte cerca de allí porque se supone que no sabéis esto. Venid en el desayuno del día siguiente.

Fred y George intercambiaron otra mirada.

Briar les recordó—Confiad en mí.

—Buena suerte, querida—dijo Fred.

Ella le sacó la lengua—Os veré por la mañana.

Ellos asintieron y salieron en dirección a la sala común. Briar empezó a correr por los pasillos hacia el mismo en el que había estado antes. Mientras corría a través de uno, se detuvo, oyendo cantar a Peeves alegremente a sí mismo.

—¿Qué veo aquí? Un pantaaaaaaaaaaaaaaaaaaano. ¡Qué emocionaaaaaaaaaaaaaaaante!

Briar recorrió el siguiente pasillo, haciendo una pausa en las sombras. Ella se puso de cuclillas, cogiendo el espejo de su bolsillo (¡y la gente decía que no serviría!) para ver la escena desde la esquina. Flitwick salió de su despacho, encontrando al poltergeist en el aire, mirando muy contento la suciedad en el suelo.

—¿Quién es?

—¡Peeves! —exclamó Peeves. Briar podía verlo apuntar más abajo en el pasillo—. ¡Ese soy yo! ¡Adiós, adiós Flittywick!

Briar guardó el espejo en su bolsillo y corrió hacia el despacho a través de la puerta entreabierta. Se lanzó a través de la habitación, arrancando un trozo de pergamino y escribiendo en él, PRINCESA, LA LLAVE ES ESA QUE PARECE EXTRAÑA. (LLEVA ESTO CONTIGO, ¡SERÁ MÁS SEGURO!)

Ella dobló el pergamino y guardado en la esquina del marco del cuadro sobre la chimenea, asegurándose de que era más visible en un cuadro que mostraba una fotografía de cuando estaban los merodeadores estaban en Hogwarts. Con eso, Briar frunció el ceño y señaló a la más pequeña de las estrellas en el pergamino. La estrella negra. Sirius Black.

Con eso, Briar se fue.

La sonrisa en su rostro no fue notada por nadie más que por su reflejo, hasta que ella volvió corriendo a la enfermería, reuniéndose con Harry y Hermione, quiénes asintieron a su vez.

Ella lo había hecho. Lo habían hecho. Sirius estaba libre.

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