sesenta y nueve

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Cuatro días para Orlando.

Ni un llamado, ni un mensaje. Mo podía ubicarlo por ningún lado, estaba totalmente desaparecido. Inclusive había esperado fuera de su casa, pero no lo había visto llegar, ni salir y tampoco escuchaba Tannie ladrar.

Luego de aquella noche en la que había sentido unas ganas desesperadas de salir tras él, de tirar todo y quedarme aquí sin nada, pero con él. Suponía que estaba siendo idiota y habia decidido calmarme.

Había dejado que también que él se calmara. Le había mandado mensajes, pero me había bloqueado por completo. Había intentado entrar, pero había cambiado la cerradura la puerta. Solo indicios claros de que me había sacado de su vida por completo.

Me encontraba destrozado, pero no me permitiría ceder. No sería mi mejor versión si me quedaba y la relación terminaría en el punto en el que estamos ahora.

— ¡Seokjinnie! —Seon llegaba a nuestro almuerzo programado.

Necesitaba una segunda mano y él me la daría sin dudar, ni chistar al respecto.

—Hyung —me abrazaba a él, pero ese abrazo comenzaba a cerrar mi garganta así que me apartaba al instante con ojos acuosos que disimulaba frente a Seon.

—No tienes que fingir conmigo —decía mientras nos traían el menú.

—No lo hago, simplemente no quiero sentirme peor —respondía.

—Así que Orlando ¿Eh? —cambiaba de tema.

—Estoy a cuatro días de irme

—Eso es muy poco tiempo —añadía con ceño fruncido.

—Volveré luego de un mes. Solo están adelantando gente. Particularmente los más jóvenes

—Creí que Nueva York sería lo último, es increíble cómo crecieron —exclamaba.

—Nueva York era un colaboración. Orlando es nuestro —mencionaba intentando sonreír—. Solo que no esperaba que sucediera tan rápido.

Me sentía demasiado cansado intentado ignorar otro nudo en mi garganta.

— ¿Y Taehyung? —preguntaba.

—Me dejó. Mi nueva oportunidad laboral vino con la ruptura de mi relación —exclamaba apartandome para que la mesera dejará el almuerzo sobre la mesa.

— ¿Por qué no hablan? Él podría irse contigo

—Dijo que no quiere vivir bajo mi sombra y que su vida está en Corea. Lo busqué todos estos días, intenté comunicarme, pero sabes cómo es cuando no quiere ser encontrado —suspiraba.

—Puedo hablar con él —sugería Seon.

— ¿Para qué?. Lo entiendo, duele como la mierda. Pero entiendo que él tiene y ama su vida aquí

—Te ama a tí

—No lo suficiente. Y lo amo, créeme, pero si renuncio a mis metas, no le va a servir lo que quede de mí aqui —cerraba mis ojos unos momentos y añadía—. Y tampoco serviría rogarle que venga. Probara su vida conmigo y luego terminara sintiendo que no es suficiente y que fue en vano. Tampoco valgo tanto

—Seokjin —me reprendía al instante.

—Tranquilo. Mi apartamento ya está solucionado. Vendí la mayoría de las cosas así que cuando vuelva dentro de un mes o mes y medio, quiero asegurarme que puedo quedarme contigo

—Sabes que sí

—Tengo cosas de Taehyung que no he podido devolverle —agregaba—. ¿Puedes pasar antes de irme para dartelas?

— ¿No vas a intentar una última vez?.

Negaba, no tenía caso y tampoco sería bueno verlo.

—Me enteré por mi amigo que había llegado a un trato con el idiota de su ex jefe

—No lo sé, no llego a contarme a nada. Más allá de que logró ser despedido y obtener dinero por eso.

Él asentía, sabía lo que pensaba. Sabía que me insistiria en pelear, pero eso no sucedería. No se puede obligar a las personas a sentir o hacer algo que simplemente no les nacía de forma natural.

Tres días para Orlando

—Será un gusto tenerlo aquí —este jefe me caía mejor que Bogum.

Cualquiera me caía mejor que aquel imbécil.

—Gracias por la oportunidad —exclamaba, estrechando su mano.

—No somos tan grande como los tiburones de su anterior empleo, pero será bueno tenerte

—Solo necesito trabajar y estaré haciendo lo que me gusta. Es lo que importa.

Una empresa más pequeña, pero haciendo lo que amaba. Había que seguir adelante ¿No?.

Mi celular sonaba, era Seon llamándome. No me extrañaba ni un poco, a decir verdad, ya se había tardado. Hacía ya cuatro días que Seokjin había intentado ubicarme y yo lo único que quería era escapar. No tenía sentido verlo, solo nos lastimariamos más.

Necesitaba enfriarme, quizás más adelante le brindaría una disculpa por llamado telefónico. Aunque no lo imaginaba en lo más mínimo.

— ¿Seon?

¿Puedes venir a casa esta noche?

—No —respondía.

Seokjin me dió cosas tuyas ¿Puedes venir por ellas?.

Eso me había recordado que tenía muchas cosas de Seokjin que no quería conservar en lo más mínimo. No de él.

—De acuerdo, iré por los cosas y me iré

Perfecto, adiós.

No estaba seguro sobre si ir o no, Seon era un ser peculiar, cabía una pequeña posibilidad de que tuviera a Seokjin escondido en su habitación y me vería obligado a despedirme de él.

No haría eso, no podría verlo a los ojos y despedirme de la persona que amo. Tampoco sería una piedra de tropiezo para él. Se merecía lo mejor, aunque eso implicaba tenernos en dos continentes diferentes.

Lo mejor era huir y dejarlo ir, si, eso era lo mejor. Había sido devastador verlo esperar fuera de mi casa para verme, pero era mejor así. Aparte tenía tantas cosas de las que hacerme cargo por mi cuenta. Había conseguido lo que quería sobre mi anterior trabajo, aunque no podía arruinar al imbécil de Bogum, pero habia sido despedido en lugar de renunciar, y ahora tenía que llevar a cabo otras cosas.

Dos días para Orlando.

—Mierda ¿Tantas cosas tenía?.

Había logrado conseguir un nuevo trabajo para seguir adelante, había estado tan ocupado rogando que esta maldita semana pasara de una jodida vez que nunca había llegado a casa de Seon anoche por mis cosas.

Si lo hubiera planeado no me hubiera salido. Rápidamente el timbre de mi puerta sonaba y mi corazón palpitaba tan fuerte a punto de romper mi pecho.

— ¡Soy Seon! —mierda, acomodaba un par de cosas y me dirigía a la puerta. Una caja grande yacía sobre sus manos.—. Taehyung-ssi

—Hyung, pasa —exclamaba luego de observar y asegurarme que Seokjin no se encontraba con él.

—Nunca viniste por tus cosas —decía colocándola en el piso con cuidado.

Me había quedado observando la caja unos momentos, pero Seon comenzaba a mirar a mi alrededor con cierta curiosidad.

— ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué tienes todo en cajas?

—Oh, me mudo —mencionaba con calma.

—¿Qué? ¿Cuándo pensabas decírmelo?

—No pensaba hacerlo —me encogía de hombros—. Solo me voy a unos cuarenta minutos de aquí

—Pero amas esta casa —exclamaba siguiéndome a la cocina y recibiendo la copa de vino que le brindaba.

—Si, pero tiene recuerdos que no deseo conservar —respondía.

—Tae ¿En serio vas a dejar que se vaya? —preguntaba rápidamente.

—Si ya dejaste mis cosas y no olvidaste nada más, puedes retirarte Seon. Yo no necesito hablar de nada contigo —respondía, volviendo a la sala.

Él me seguía de cerca.

—Perdiste tu empleo, tuviste el dinero que mereces y más ¿Por qué simplemente no te vas con él?

—No quiero hacer esto. Mejor vete —repetía con calma.

Él me giraba bruscamente haciendo que parte de mi vino manchara su ropa.

— ¿No quieres jugartela por el hombre que amas?. ¿En serio?

—Él se preparó toda su vida para salir de aquí. Yo no imagino mi vida en otro lado

— ¿Pero si te imaginabas con él?

—Y todo eso se fue por la borda —mi corazón comenzaba a acelerarse por culpa de esta maldita discusión.

— ¡Taehyung, recapacita, maldita sea! —decía con tono frustrado—. Lo amas, solo deja de ser tan cobarde. No te queda nada aquí

— ¿Que mierda dices? Toda mi vida está aquí, no voy a darla vuelta por seguir el culo de Seokjin. Él quiere irse, no yo. Tengo todo en Corea

—Tu familia vive en tu viejo pueblo y los visitas en las festividades. Perdiste tu empleo y te dieron una buena suma al respecto y ahora estás vendiendo tu casa ¿Para qué?

—Tengo un nuevo trabajo —exclamaba retomando el tono calmado.

— ¿Qué?

—Lo que oíste. ¿O esperabas verme sumido en una depresión?. Él se va Seon, y yo tengo que seguir con mi vida aunque todo se haya desmoronado.

Él me veía con ceño fruncido, estaba decepcionado de mi y no necesitaba que lo dijera para confirmarlo.

— ¿Es un buen trabajo?

—Para lo que me preparé, aunque es una empresa más pequeña

— ¿Más pequeña? —cuestionaba—. O sea que lo que tienes en Corea es este nuevo trabajo en una empresa más pequeña

—Si no tienes nada bueno par decir, vete. No quiero discutir contigo

—Tampoco yo, es más, me iré porque... —hacía una pausa—. Joder, Taehyung eres un cobarde.

Sin más palabras de su parte y sin esperar mi respuesta se iba dejándome con todo el desorden de mi mudanza. Y mi jodido corazón que volvía a sangrar por la misma herida que no había cicatrizado.

—Si, mamá. En cuanto me instale te llamaré. Ahora debo cortar me faltan unos últimos detalles, te hablo luego ¿Si?. Adiós.

Cortando la llamada me detenía a ver mi apartamento, ya no tenía nada, solo mis valijas. La cocina que ya estaba equipada y el colchón de mi cama sobre la sala. 

Seon vendría por unas cajas con cosas importantes que me llevaria luego o pediría que las envié cuando estuviese asentado en Orlando. También había algo que quería darle a Taehyung, pero que sabía, solo aceptaría o podría aceptar después de mi ida.

Era tan deprimente ver este lugar vacío, estaba lleno de recuerdos hermosos con el único hombre que había amado más que a nada y nadie. Pero ahora ese hombre no estaba y pronto esos recuerdos se desvanecerían con el tiempo.

Mi café estaba preparado para degustarlo, pero unos golpeas en mi puerta interrumpían el silencio que estaba ambientado por la música de mi teléfono. Seguramente Seon vendría por las cajas que le había mencionado.

Abría la puerta con parsimonia, listo para dibujar una sonrisa y no contagiarle mi humor decaído a mi mejor amigo, pero del otro lado no estaba Seon esperando.

Era Taehyung con una caja y sus ojitos de cachorro. Me había desestabilizado en menos de un segundo y sentía un mundo de palabras atoradas en mi garganta.

— ¿Puedo pasar? —preguntaba luego de unos segundos de ver que yo no decía nada. Así que asentía con mi latidos acelerados y mi respiración pesada.

Al hacerme a un lado había sentido su perfume entrar por mis fosas nasales, seguramente la última vez que tenga la posibilidad de sentir su aroma.

Mis piernas eran gelatina y lentamente cerraba la puerta tras de mí para dirigirme a él que, ahora se encontraba dejando la caja junto a las otras que tenía.

—Este lugar se ve tan-...

— ¿Vacío? —agregaba finalmente. Él asentía de forma incómoda, pero no se veía para nada con una actitud hostil hacía mi.

Solo parecía un niño asustado, él en un rincón y yo en el otro.

— ¿Cuándo te vas? —preguntaba dulcemente.

Por dios su voz me provocaba un escalofrío hermoso y una nostalgia horrible.

—Pasado mañana —me estaba costando articular palabra alguna.

Lo había buscado todos estos días y ahora lo tenía frente a mí. Me daba la sensación de que había pasado mucho tiempo.

— ¿Estás nervioso? —me preguntaba.

—Un poco —respondí, y él sonreía—. Te extraño —mencionaba sin pensarlo mucho—. Te busqué estos días

—Estuve con unos detalles, yo... —suspiraba—, Seon me trajo mis cosas, y yo venía a devolverte las tuyas y a pedirte una disculpa. No reaccione correctamente.

«Ven conmigo, solo ven conmigo»

—No estoy enojado al respecto. Lamento no haberlo dicho antes, quizás hubiéramos... —me acercaba, pero él se alejaba instantáneamente.

—La culpa fue mía, pero miremos el lado bueno —comenzaba a dirigirse a la puerta sin dejar de verme—, fue hermoso lo que tuvimos. Realmente lo fue.

Sus palabras eran agridulces y sentía que iba a morirme de la tristeza si daba un paso más.

—Mejor terminar por seguir nuestros caminos y no porque el amor se haya acabado —añadía—. Eso hubiera sido devastador y no éramos merecedores de un final así ¿No crees?.

Unas lágrimas se escapaban de mis ojos, todo lo que había contenido estaba estallando y no me sentía bien. Me sentía miserable y él se veía inalcanzable a solo un par de centímetros de mi.

—No te vayas sin darme una última noche contigo —mencionaba con un nudo en la garganta.

—Jin —susurraba con dificultad.

—Te lo ruego —le pedía.

Él se daba media vuelta para salir con celeridad de mi apartamento y yo sentía que iba a morirme ahí mismo de la tristeza. No había podido detenerlo, no había podido moverme y comenzaba sollozar de forma ahogada apretando mis ojos para que las lágrimas cesarán, pero seguían brotando.

♪Dandelions — Ruth B♪


https://www.youtube.com/watch?v=PTFrK5DWu9E


Hasta que sentía sus labios encima de los míos, sus manos tomando mi rostro con firmeza y su lengua empujando por entrar y saborear mi boca. Estaba aturdido por la forma en la que me estaba besando, estaba perdido en él, en su sabor, en su aroma.

Abría mis ojos y finalmente lo había tomado de la cintura para aferrarlo a  mi, para prolongar esto lo más que pudiera. No quería soltarlo, no quería.

Nos faltaba el aire a ambos, pero yo no lo apartaría y él tampoco a mi.

Sus pulgares habían limpiado las lágrimas que había derramado y luego besaba mís mejillas intentando borrar el dolor que sentía. Pero así como necesitaba todo esto de él, dolía. Dolía demasíado y por muchas razones sus caricias, besos y miradas me robaban en aliento.

Con suavidad y lentitud habíamos caminado en dirección al colchón que había sido testigo de muchos encuentros. Su boca viajaba por mi cuello con besos agridulces, besos que extrañaria cada segundo de ahora en adelante.

No habría nadie más para mí, él fue, es y será el único para mí. El amor de mi vida.

Su piel sabia más dulce que en todas aquellas ocasiones que habíamos estado juntos. Sus labios eran diez mil veces más tentadores y deliciosos. El deseo que tenía me quemaba, un deseo que encerraba de todo. Pasión, amor, necesidad y lujuria. Dolor, tristeza y anhelo.

Lo besaba porque sabía que no habría un mañana para ambos, lo acariciaba con parsimonia y de forma delicada lo dejaba desnudo y él a mí. Pero la desnudez no era solo física, estaba desnudo sentimentalmente. No tenía ganas de ocultar la necesidad que tenía de sentirlo como nunca antes.

Sus lágrimas habían cesado, pero sus sollozos dolían. Sus besos se clavaban como dagas en cada parte de mi piel. Y estaba seguro que no dejaría que nadie más me desarmara como él lo hacía.

Había comenzado a besar su torso y las lágrimas salían de mis ojos involuntariamente. Mojaban su piel pero rápidamente besaba la zona en la que habían caído, para borrarlas.

Seguía descendiendo para probar una última vez su sabor, su textura, para escuchar los dulces gemidos que sus labios desprendían al sentir el calor de mi boca. Sus manos jugaban con mi pelo mientras que yo seguía saboreandolo para no olvidarlo.

«Solo un poco más»

Me encargaba de ser yo quien lubricara cada centímetro.

—Tae —su voz sonaba débil. Pero volvía a subir para besarlo otra vez.

Nos estábamos desgastado en cada beso y ahora dejaba que él hiciera lo que quisese conmigo. No tenía ni que preguntar, él era el dueño de mi cuerpo.

Sus manos me recorrían con lentitud y amaba cada vez que hacía eso, pero parte de mi rogaba que fuera rápido, quizás así dolería menos.
Sus dedos acariciaban mis labios dándome a entender lo que buscaba y lo hacía. Lamiendo sin dejar de verlo, sus ojos estaban rojos por haber llorado y mi respiración era tan pesada, no quería que me viera llorar.

Él no estaba haciendo nada malo, él estaba siguiendo sus sueños y no podía estar más orgulloso de el hombre que tenía frente a mí.
Sus besos me ahogaban, me dolían, pero eran vitales para respirar mientras que lo sentía urgar dentro de mi con delicadeza. Sin dejar de verme, sin dejar de besarme, de respirarme.

Joder, esto dolía. Dolía demasiado.

Tomaba mis caderas para elevarme y suavemente sin perderme de vista lo sentía hundirse.

—Te amo —suspiraba al mismo tiempo que estaba por completo dentro de mi.

—No necesito que lo digas, lo sé —respondía.

Y luego lo besaba. Lo seguía besando mientras él me lo hacía de forma dulce y firme. Mientras sus dedos se clavaban y sabía que quedarían marcas luego. Lo sabía porque entendía que en ese agarre lo único que él y yo queriamos era que no fuera el último.

Pero así era.

—Duele —exclamaba sin querer.

— ¿Qué?

—Amarte, duele —repetía.

Apretaba mis ojos con fuerza y antes de que dijera una palabra me posicionaba encima de él, para besarlo con hambre. Para sentirlo dentro de mi, para devorar sin tapujo alguno sus labios y ahogarme en sus besos.

Quería marcarlo y que él lo hiciera conmigo. Solo para saber que una vez fuimos correspondidos, porque lo que tenía con Seokjin era ese amor que pasaba solo una vez en la vida.

—Detente —pedía ahogado entre mis besos.

— ¿Por qué? —preguntaba aturdido.

—Porque quiero sentirte una última vez.

Me quitaba de él y una vez más quedaba encima de mi mientras que después de unos dulces besos él descendía y comenzaba a devorar todo mi torso cuesta abajo. Podía sentir como succionaba mi piel y sonreía porque sabía que quedarían marcas y luego lo sentía devorarme.

Abría mis ojos para verlo y conectarme con su mirada. Joder, esa mirada la extrañaría cada maldito segundo. Adoraba ver mi reflejo en sus ojos. Luego me soltaba para recostarse a mi lado.

Ya no podía seguir viéndolo o le rogaría que no se fuera.

—Date la vuelta

—No

—Por favor  —ponía mi frente en la suya—. Por favor, por favor date la vuelta.

Él obedecía mientras que yo comenzaba a besar sus hombros, su espalda y comenzaba a descender. Besaba cada rincón habido y por haber, me  había tomado mi tiempo aunque eso alargaba el dolor para ambos.

Lo saboreaba, cada parte de él. Solo quería el sabor de todo su cuerpo en mi lengua y luego con delicadeza me disponía a entrelazar mis dedos con los suyos. Alinearme y así adentrarme en él.

Una última vez. Joder, era la última vez.

—Mmm... —gemidos dulces. Tan dulces salían de sus labios.

Mi nariz comenzaba a aspirar el olor de su pelo y su piel. Lo besaba, lo mordía y volvía a repetir, pero sabia que no había forma de que fuera suficiente.

Nunca sería suficiente.

—Te amo, te amo —repetía. No sabría decir con exactitud cuántas veces.

Cada vez que lo hacía empujaba con más fuerza y él gemía con dulzura, volví a besar su boca y morderlo. Lo mordía y él hacía lo mismo. Necesitábamos que el dolor fuera físico porque de otra forma era más desgarrador.

Un poco más y todo acabaría, todo.

—Aahh...Tae

—Si, estoy a-aquí. Amor —mencionaba sin aliento.

Y así había sido. Al mismo tiempo, con la respiración entrecortada tanto la suya como la mía. Él me apretaba a la perfección y sentía su cuerpo estremecerse bajo los espamos ocasionados, razón que causaba aún más deleite en mi.

Si, no volvería a sentirme de esta manera.

— ¿Estás bien? —preguntaba, dejando más besos en su nuca, cuello y espalda.

—Eso creo —podía verlo esbozar una sonrisa.

No habiamos dicho más nada. Me había encargado de salir y me colocaba a su lado mientras que él se acurrucaba a mi cuerpo y yo lo apretaba aún más para sentir el calor que el suyo emanaba. Y finalmente se dormía, había sido entonces cuando dejaba que las lágrimas bañaran mi rostro por completo. Ya no podía aguantar más.

— ¿Tae? —me despertaba solo.

No recordaba haberme tapado porque estaba pegado al cuerpo de Taehyung, pero ahora una manta me cubría. Él ya no estaba y no podía evitar tapar mi rostro para dejar que las lágrimas cayeran. Quizás y así se agotarían y no volvería a llorar de esta manera, nunca más.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero finalmente había decidido dejar de sentirme como la mierda. Me levantaba para ducharme, cenaría con Seon y Dae una última vez.

El día había pasado y me habían dado lo mejor de mi para no volver a molestar a Taehyung, estaba listo para ir a casa de mi amigo y tenía que mantener mis pedazos unidos.

Lo que no me esperaba era una pequeña fiesta de despedida, no sabía si reír o salir corriendo.

— ¿En serio creías que te irías de Corea sin una fiesta con alcohol?

—Eres un imbécil —exclamaba abrazándolo fuerte.

—Soy tu imbécil favorito —replicaba.

Mentiría si dijera que no había buscado a Taehyung entre la gente, pero él no estaba ahí.

—Lo invité, sabes —decía Seon a mi lado luego de un par de minutos.

—No te preocupes, terminamos bien

— ¿Lo viste? —preguntaba sorprendido.

Asentía con una sonrisa que seguramente rozaba entre la felicidad y la tristeza.

—Estamos bien —susurraba.

Seon ponía su mano en mi espalda para sobarla en un ademán de contención. La fiesta había buena, pero llegaba la hora de despedirme ya era hora de volver a mí apartamento.

— ¿Vendrás por mi mañana? —preguntaba a Seon en la puerta antes de salir.

—Con Dae para darte un último abrazo sandwichero —me reía negando con mi cabeza—. Descansa

—Gracias y perdón por irme temprano

—Tranquilo

—Mañana te daré la llave para que saques lo último. Ya sabes —mencionaba sin más.

—Si, mi capitán. Abrázame —otro abrazo fraternal, un agradable calor corporal. Pero no era mi Tae.

Saliendo de allí sin mirar atrás, subía a mi auto para ponerlo en marcha. Tenía muchas ganas de desviarme para buscar a Taehyung una última vez, pero no sería justo para ninguno.

Ya nos habíamos despedido.

Una vez en mi apartamento todo el cansancio recaía sobre mi cuerpo, una semana de mierda y una nueva etapa, lejos de todos. Al abrirse el ascensor, apreciaba de repente la imagen de Taehyung parado en mi puerta. Mi estupido corazón se había alborotado  mientras él me sonreía de forma dulce. Esa sonrisa cuadrada tan hermosa, tan única.

—Volviste —mencionaba anonadado.

—No voy a entrar —decía de forma dulce. Quería protestar, pero sería peor no haberlo visto. Así que solo habia asentido—. Tengo algo para ti —decía sacando de su bolsillo una diminuto estuche rectangular.

Fruncía el entrecejo viendo aquello—. ¿Para mí?

—Ábrelo —decía y lo hacía con manos temblorosas.

Era un bracelete, uno plateado con detalles en dorado y una frase a lo largo.

"Estoy orgulloso de tí.
Por siempre tuyo, T".

Mentiría si dijera que no se me había hecho un jodido nudo en la garganta, él me veía con sus ojitos  de cachorro y una mano sobre su boca. Estaba con sus ojos llorosos y una sonrisa herida pintada en su bello rostro.

—Joder, bebé —lo tomaba sin pensarlo dos veces de la nuca para besarlo de forma desesperada y él correspondía.

Correspondía cada beso. Cada mordida mientras enmarañaba mi ropa en sus manos.

—Ya, ya —rogaba sonriendo con dolor—. ¿Te gusta?

—No mas que tú —respondía robándole una sonrisa—. No tengo nada para ti —mentía.

—Eso no importa. Da lo mejor de ti en esta nueva etapa. No vayas a hacer que me arrepienta del grabado —añadía.

Asentía y me besaba de nuevo mientras iba girando para irse por donde había venido.

—Bebé —intentaba detenerlo, pero al instante lo soltaba.

—Te amo —un último y dulce beso era depositado en mi mejilla y veía como se perdía dentro del ascensor.

—Y yo te amo a ti.

Taehyung sonreía y por último saludaba desde dentro del ascensor y ahí se iba mi último aliento. Una imagen de su sonrisa forzada, pero a la vez sincera.

Esa última noche no había dormido nada, Seon y Dae habían cumplido con su abrazo denominado "sandwichero" y ahora me encontraba en el avión con una opresión de mierda en el pecho. Tenía un revoltijo de emociones encontradas.

Lo único que podía hacer para calmar esas sensaciones era mirar el bracelete de Taehyung. Respirar hondo, exhalar y releer una y otra vez la frase grabada en él.

"Por siempre tuyo, T".


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