59; EL REGALO DE LOS DIOSES

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EL REGALO DE LOS DIOSES

Nacimiento de Cerys.

Los aposentos del rey estaban sumidos en un silencio profundo, ni siquiera el sonido del fuego quemando la leña era suficiente para acabar con el silencio. En medio del recibidor el rey Jaehaerys esperaba a que le llevaran noticias sobre el nacimiento del bebé de su nieto Viserys, todos en la fortaleza esperaban que fuese un niño para asegurar la sucesión del trono, pero la familia no podía preocuparse por eso en ese momento. Hace apenas unas semanas atrás le habían dado el adiós al heredero del trono, Aemon Targaryen, y nadie en la familia tenía la cabeza para preocuparse por la sucesión. Las puertas fueron abiertas y Baelon Targaryen ingresó tras recibir el permiso de su padre, el príncipe asintió levemente mirando a su padre.

—Es una niña—anunció.

Padre e hijo caminaron por los pasillos de la fortaleza en silencio hasta la habitación donde Aemma había dado a luz, cuando llegaron la reina Alysanne ya se encontraba en el lugar con un pequeño bulto de mantas en los brazos.

—Majestad—todos saludaron al rey con una reverencia.

—Tu padre dijo que es una niña—Jaehaerys miró a su nieto—, felicidades.

—¿Deseas cargarla?—Alysanne observó a su esposo. —Es realmente hermosa.

El peso de la bebé en sus brazos hizo sonreír al rey, sus ojos examinaron el rostro de la recién nacida y no pudo evitar pensar que era un regalo de los dioses. Había perdido a su hijo, pero ellos le enviaron a Cerys para evitar que fuese consumido por el dolor de la pérdida.

—¿Cómo se llama?—preguntó por fin el rey sin dejar de mirar a la bebé.

—Cerys, Cerys Targaryen, majestad—respondió Aemma desde la cama.

Desde ese día el rey visitaba a Cerys al menos una vez al día y cuando no podía visitarla mandaba a buscar a su nieto y su esposa. Todos notaban el cariño del rey por la niña e incluso cuando las cosas en su matrimonio se pusieron tensas luego de nombrar a su hijo Baelon como heredero no dejó de mantenerse cerca de la niña. El regalo de los dioses la llamaba el rey de vez en cuando. El encanto de los Targaryen la llamaban algunos lores luego de conocerla. Todos estaban de acuerdo en que la niña se ganaría el corazón de la gente, incluso el de su tío que la evitaba a toda costa.

3 años

Cerys ya sabía escaparse de sus cuidadoras. La pequeña princesa había tomado la costumbre de escaparse para ver a tres personas, su abuelo Baelon, el abuelo Jaehaerys, o la abuela Alysanne. Ese día se escapó de su propio padre que no se dio cuenta de su desaparición hasta que fue muy tarde. La niña corrió por los pasillos de la fortaleza con lágrimas mojando sus mejillas, podía escuchar los gritos de una sirvienta llamando su nombre, pero se negó a detenerse hasta que llegó al salón donde la corte del rey se reunía. Los guardias al verla se movieron para detenerla, pero solo causaron que cayera al suelo con un jadeo de sorpresa, todos se quedaron quietos viendo como la princesa parpadeaba como si estuviese analizando lo que acababa de pasar.

Los guardias se sobresaltaron cuando la princesa gritó y comenzó a llorar llamando por sus padres. Se sabía que por lo general la princesa era tranquila y amable con todos así que verla llorar de esa forma los alarmó. La sirvienta que la estaba siguiendo llegó a su lado y trató de calmarla, pero la peliblanca comenzó a patalear gritando. Detrás de los guardias las puertas del salón se abrieron y el príncipe Baelon apareció con el entrecejo fruncido, apenas reconoció a su nieta en el suelo llorando desconsolada la preocupación se abrió paso en su rostro.

—Cerys—el heredero pasó junto a los guardias para llegar a su nieta—, ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Dónde está tu padre?

—Abu...abu...—Cerys se levantó con ayuda de la sirvienta y se aferró a las piernas de su abuelo.

—Lo siento, príncipe, la princesa se escapó y...—la sirvienta intentó hablar.

—¿Dónde está mi hijo?—la interrumpió el príncipe.

—¿Baelon?—La voz del rey Jaehaerys se escuchó desde el interior del salón.

En cuanto escuchó la voz de su otro abuelo Cerys soltó las piernas de su abuelo Baelon y corrió hacia el salón ignorando a los demás. Los miembros de la corte del rey vieron sorprendidos como la princesa corría por el salón hasta el rey y se aferraba a sus piernas.

—Padre, lo siento, parece que Cerys logró escapar de sus cuidadoras otra vez—Baelon regresó al salón seguido de la sirvienta—. Haré que la lleven con sus padres ahora.

—¡No!—las manos de Cerys agarraron con fuerza la ropa de su abuelo—¡Quiero al abuelo!

—Deja que se quede—el rey acarició la cabeza de la princesa—. Informen al príncipe Viserys que su hija está con nosotros.

El rey se sentó y Cerys lo miró con los ojos aún llenos de lágrimas, Baelon se acercó a ellos y levantó a su nieta para sentarla en las piernas de Jaehaerys. Con un movimiento de mano del rey la reunión fue retomada a pesar de que algunos lores miraban a la princesa de vez en cuando. Jaehaerys acomodo a Cerys en sus piernas y limpió las lágrimas que aún mojaban sus mejillas con cuidado, ignorando las miradas de los presentes. La reunión procedió sin problemas y la niña comenzó a aburrirse hasta que el brillo de la bola de mármol frente a ella llamó su atención. Con cuidado estiró su mano agarrándola para verla mejor, le dio vueltas en sus manos sintiendo lo fría que estaba, a su derecha otro brillo llamó su atención y cuando se giró para mirar se encontró con la mano de su abuelo Baelon extendiendo otra bola de mármol en su dirección.

Por el resto de la reunión el sonido de Cerys jugando con las bolas funcionó como ruido de fondo, de vez en cuando los lores la miraban, pero preferían no decir nada. No cuando el rey miraba a la niña con una sonrisa y ojos brillantes. Cuando la reunión finalizó Cerys no se separó de su abuelo, tomó su mano y se rehusó a soltarla cuando su padre apareció por la puerta. Viserys solo pudo suspirar en derrota cuando su abuelo le palmeó el hombro diciendo que llevaría a Cerys al trono. En la sala del trono los esperaban varios lores que iban a presentar quejas al rey en busca de soluciones, usualmente solo lo acompañaban la reina Alysanne, su hijo y Mano del Rey Baelon, y de vez en cuando su nieto Viserys, así que todos se sorprendieron al verlo llegar de la mano con la princesa. Cerys acompañó a su abuelo hasta el trono y sonrió a su padre cuando subió para ayudarla a sentarse con su abuelo.

Desde el trono Cerys sintió que todos se veían chiquitos, estaba acostumbrada a verlos desde abajo así que esa nueva vista la hizo sonreír. Le gustaba ver todo desde el trono. Ella no entendió mucho de lo que decían así que interrumpía de vez en cuando para preguntarle a su abuelo que significaba algo y él respondía sin problema. Debajo del trono Viserys contaba hasta diez cada vez que su hija interrumpía, en el fondo se preguntaba si era buena idea que el rey la mimara de esa forma.

5 años

—Mamá—Cerys llamó mirando fijamente el vientre abultado de la mujer—, ¿Estás bien?

—Si, cariño—Aemma acarició su cabeza—. No te preocupes por mí, el bebé y yo estaremos bien.

Cerys sintió lágrimas formarse en sus ojos, era lo mismo que había dicho las otras veces, pero nunca estaban bien. O al menos los bebés no lo estaban.

—Cariño, tu abuelo te está buscando, ve con él—su padre la miró.

—Pero aún no...

—Todo va a estar bien, mi flor—su madre le sonrió, visiblemente cansada.

Con resignación la princesa abandonó la habitación, afuera ya la esperaban los guardias que iban a llevarla con su abuelo. Para su sorpresa no la llevaron a la sala del trono si no que la llevaron a los jardines de la reina, sus ojos buscaron por todo el lugar a su abuelo, pero en su lugar encontró a su abuela hablando con su tía Rhaenys.

—¡Abuela!—Cerys corrió hacia ellas con una sonrisa. —Tía—saludó.

—Princesa—Rhaenys sonrió a su sobrina.

—Cariño, te he dicho que no corras, puedes caer otra vez—la regañó la reina.

—Lo siento, no lo volveré a hacer.

Era una mentira, pero Alysanne fingió que le creyó.

—Tu abuelo te espera por allá—señaló el camino por el que usualmente el rey y ella caminaban—, no lo hagas esperar.

Cerys se despidió de ellas camino casi saltando hasta su abuelo. El rey estaba esperando por ella cerca de las mesas del jardín, apenas detectó a la princesa caminando en su dirección sonrió extendiendo su mano para que la tomara.

—Abuelo, ¿Podemos ir al pozo después?—preguntó agarrando su mano. —Quisiera ver a Dhagara.

—Claro que podemos, princesa—ella sonrió ante la respuesta positiva—. ¿Cómo está tu madre?—preguntó comenzando a caminar.

—Dice que está bien, pero...—Cerys miró el suelo—tengo miedo—confesó.

—Pronto vas a ser una hermana mayor—el rey arrancó una flor del arbusto más cercano a ellos—, no debes tener miedo.

—Soy una hermana mayor—ella aceptó la flor—, ellos no están aquí, pero son mis hermanos.

Continuaron su caminata hablando de otras cosas, mayormente de Vermithor y Dhagara ya que a la niña le encantaba hablar de los dragones. Después de caminar por un largo rato se sentaron a comer postres, el príncipe Baelon se les unió entonces con su hijo menor, Daemon tenía cara de haber sido arrastrado en contra de su voluntad y Cerys arrugó la nariz sintiéndose triste por el rechazo de su tío.

—Abuelo, iremos a ver a Dhagara más tarde, debo escoger un huevo para el bebé—Cerys miró a su abuelo Baelon—, ¿Quieres ir con nosotros?

—Me encantaría, cariño.

La niña sonrió y se giró para mirar a su tío, los dos se miraron por unos segundos. Daemon gruñó bajo y se levantó.

—Tengo que irme—avisó.

Cerys lo vio irse y sintió ganas de llorar, su tío era el único que parecía no quererla y eso le dolía. Sus abuelos se encargaron de animarla hablando de sus dragones, su abuelo Baelon le contaba las aventuras que había tenido con Vhagar y ella escuchaba con emoción deseando poder tener muchas aventuras con Dhagara también. Al terminar su pequeña merienda los tres viajaron al pozo de dragones, los cuidadores ya los estaban esperando con Vhagar en el patio y Vermithor dentro del domo, Dhagara estaba trepada en el lomo del dragón bronce y chillo de felicidad al ver a su jinete.

—¡Dhagara!—Cerys saltó con felicidad al ver a su dragona. —Ven a mi.

La dragona agitó sus alas aterrizando frente a su jinete, casi ronroneando como un gato cuando Cerys comenzó a acariciarla.

La princesa puede escoger uno de estos huevos, majestades—uno de los cuidadores de dragones se acercó al rey y el príncipe señalando los huevos—. Todo está listo.

—Cerys—la llamó el rey—, puedes venir a escoger el huevo ahora.

Con pasos indecisos y Dhagara siguiéndola Cerys avanzó hasta ellos, sus ojos miraron los huevos que le presentaron los cuidadores y mordió el interior de su mejilla con duda. Dhagara se movió pasando a su lado e intentó acercarse a los huevos, pero los cuidadores intentaron hacerla retroceder poniéndola inquieta.

Calma, Dhagara—Cerys acarició la cabeza de la dragona que le gruñó a los cuidadores.

Dhagara se mantuvo junto a Cerys mientras ella escogía el huevo, después de pensarlo mucho escogió uno que llamó su atención. El huevo era de un color casi amarillo y a ella se le parecía mucho al color del oro, perfecto para el bebé. Detrás de ellos Vermithor se movió gruñendo, su enorme figura avanzando en su dirección. El rey fue a su encuentro y el dragón se dejó acariciar de su jinete, mientras los cuidadores preparaban el huevo para transportarlo Cerys se acercó a su abuelo y su dragón. El dragón bajó su cabeza para mirarla y la empujó levemente haciéndola caer al suelo, Cerys se rio cuando la respiración del dragón chocó con su rostro.

—Quizás sea momento de regresar—Baelon se acercó levantándola del suelo—, tal vez el bebé ya haya nacido.

En efecto, cuando llegaron a la fortaleza recibieron la noticia de que el bebé había nacido, otra niña. Cerys se apresuró a buscar a sus padres dejando a sus abuelos atrás, cuando llegó a la habitación su rostro estaba rojo y su cabello estaba fuera de su lugar, pero poco le importó le regaño de su madre, sus ojos estaban puestos en la bebé que descansaba en los brazos de su padre. Con ansiedad se acercó cuando su padre la llamó, tenía miedo de ver a su hermana porque no sabía si estaría ahí cuando despertara al día siguiente, pero se armó de valor y la miró. Cabello blanco fue lo primero que vio y se sintió maravillada con el pequeño rostro de su hermana.

—Rhaenyra—murmuró con felicidad.

—Si, Rhaenyra, tu hermana—Viserys le sonrió a su hija—. ¿Escogiste un huevo?

—Los abuelos deben traerlo—se sonrojo al recordar cómo los dejó atrás.

Viserys y Aemma se rieron de su hija. Poco después el rey y el heredero llegaron para conocer a la nueva integrante de la familia y Cerys les contó con felicidad que se llamaba Rhaenyra Targaryen, su preciosa hermana.

9 años

El rey Jaehaerys odiaba ver a Cerys llorar, cuando la niña lloró en el funeral de Alysanne él solo pudo aferrarse a ella intentando consolarla, al mismo tiempo buscando consuelo. Pero esa vez era aún más duro para él. El príncipe Baelon había muerto y aunque la princesa aún estaba tratando de entender por completo el concepto de la muerte, no quitaba que le doliera. Cuando la noticia se esparció por la fortaleza Viserys anunció que su hija había desaparecido lo que preocupo a todos, menos al rey que sabía exactamente dónde encontrarla. La encontró en uno de los balcones de la fortaleza sentada en el suelo junto a una banca con el rostro enterrado entre sus rodillas.

—Cariño—la llamó sentándose en la banca—, todos te están buscando.

—Papá dice que el abuelo Baelon no va a regresar—murmuró ella sin levantar el rostro—, pero él prometió que iríamos a volar con Vhagar otra vez.

—Mi niña...

—No cumplió su promesa—levantó el rostro, rojo y lleno de lágrimas—y Vhagar se fue.

—¿Estás triste porque Vhagar se fue?

—Estoy triste porque el abuelo Baelon no cumplió su promesa y mamá dice que las promesas no se rompen—Cerys estiró su mano tomando la de su abuelo.

—Entonces hagamos una promesa—Jaehaerys acarició la mano de la princesa con cariño—, prométeme que algún día vas a reclamar a Vhagar y serás la heredera del trono.

—¿Quieres que herede el trono?—ella lo miró sorprendida. —Pero siempre dicen que un hombre debe sentarse en el trono.

—Tu serás la excepción, mi niña.

—Te prometo que voy a reclamar a Vhagar y seré la heredera...—se levantó del suelo—pero ¿Y si Rhaenyra también quiere?

—El trono es tuyo, Cerys—declaró el rey—, siempre lo será.

Ella sonrió y abrazó a su abuelo, ese mismo día la princesa le leyó su libro favorito al rey para ayudarlo a dormir, aunque fue ella quien se quedó dormida primero.

Durante el funeral de su abuelo Baelon Cerys se mantuvo junto a su hermana, sus ojos yendo de vez en cuando a su padre y su tío Daemon. Ese día también pasó la noche en la habitación del rey leyendo su libro favorito en compañía de su padre que esperaba a que ella se durmiera para llevarla a su habitación. Esa se volvió una costumbre de cada día y los sirvientes se acostumbraron a ver al príncipe Viserys cargando a su hija dormida fuera de la habitación del rey.

11 años

El día antes de la muerte del rey Jaehaerys Cerys estuvo junto a él desde la mañana hasta muy tarde en la noche, la princesa se encargó de cuidarlo mientras hablaban de lo que sucedía en la corte durante la ausencia del rey que ya no podía moverse de su cama. Tal como había prometido Cerys se mantuvo a su lado en todo momento. Incluso se encargaba de cuidar a Vermithor cuando el rey ya no podía ir al pozo de dragones. En más de una ocasión el príncipe Viserys se encontraba en los aposentos del rey buscando a su hija, cada vez que su abuelo lo veía le expresaba su deseo de ver a Cerys volando con Vermithor. Así fue como, en secreto, una noche firmaron un documento donde el rey nombraba a Cerys como heredera de Viserys.

La noche que el rey murió Cerys estuvo con él, la princesa le habló de Vermithor y Dhagara con una sonrisa, y antes de irse beso su mejilla recordándole que lo ama mucho y que siempre sería su favorito. Cerys le dijo que lo vería por la mañana cuando su padre fue por ella y Jaehaerys no pudo hacer más que sonreírle y decirle cuánto la amaba. Cuando el rey dio su último suspiro en el mundo se sintió feliz de poder reunirse con su esposa y sus hijos, pero también se sintió triste por su pequeño regalo de los dioses que se pondría muy triste.

El primero en enterarse de su muerte fue Viserys que ordenó a todos no decirle a la princesa Cerys, pero como siempre ella no se quedaba quieta y se escapó deseando ver a su abuelo. Siempre tomaban el desayuno juntos y ese día no iba a ser la excepción, aunque cuando caminaba por los pasillos pudo notar las miradas de tristeza de los sirvientes y escuchó como decían que Vermithor había roto sus cadenas y escapó del pozo por la noche. Al escuchar eso sintió miedo, los recuerdos de Vhagar huyendo de King's Landing tras la muerte de su abuelo Baelon llegando a ella como una tormenta. Sus pies se movieron rápido llevándola a los aposentos del rey, cuando llegó la puerta estaba abierta y habían varias personas dentro murmurando, entre ellas reconoció a su padre.

—¡Abuelo!—gritó corriendo hacia adentro llamando la atención de todos—¡Abuelo!

Jadeos de sorpresa se escucharon y Viserys no fue lo suficientemente rápido como para detener a su hija antes de que se trepara en la cama del ahora fallecido rey llamando con desesperación. Todos vieron con tristeza como la princesa se aferraba al cuerpo sin vida del rey y lloraba en medio de gritos y súplicas. Viserys por fin pudo llegar a ella y con fuerza la arrastró por la cama hasta que pudo bajarla, Cerys peleó por liberarse, pero no tenía fuerzas.

—Cariño, está bien, todo estará bien—intentó calmarla.

—¡Nada estará bien!—gritó dejando de pelear—¡No quiero que se vaya!

Cerys se soltó del agarre de su padre y abandonó la habitación cuando las miradas se volvieron demasiado para ella. Mientras corría por la fortaleza todos la miraban con tristeza y ella no lo soportaba, sentía que se estaba ahogando y su único lugar seguro se había ido. Ya no estaba y ahora tendría que vivir en un mundo sin él.

Muchos dicen que los gritos desconsolados de la princesa se podían escuchar por toda la fortaleza y que por las noches después del funeral del rey tuvo que dormir con su madre porque se levantaba en medio de la noche llamando por su abuelo.

■■■■

NOTA:

No saben lo que lloré cuando llegue a la parte de los 11 años, por Dios, tuve que pararme un rato de la computadora después de eso.

Y bueno, mañana comienzo a escribir los eventos del episodio diez...¿Están listos?

No sé que más decir, aún estoy como ida por haber narrado la muerte de Jaehaerys desde su punto de vista.

Espero les haya gustado, gracias por leer, lu.

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