Nalbrek, el raro

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Vio a Hilmar cabecear, así que le dio un codazo haciendo que este levantase la cabeza mirando a su alrededor desorientado.

—Presta atención —le advirtió y este lo miró molesto antes de volver a cerrar los ojos haciendo que ahogase un suspiro. Ya sabía que se estaba acostando tarde porque iba a cazar por la noche con los demás, pero, al menos allí, debería estar atento.

Lo cierto es que lo envidiaba, ya que él también tenía sueño, pero no podía dormirse por una razón. Y no era por Aron, que repetía por enésima vez lo mismo, sino por Nalbrek, que estaba sentado justo detrás de él por lo que podía sentir su mirada calvada en la espalda. Como cada vez que había entrado a aquella habitación desde que cumplió los seis años. A veces, se preguntaba cuándo iba a olvidarse de aquello, porque si bien la primera vez que lo oyó, solo pensó que era una estupidez, ahora se había convertido en una broma de mal gusto.

—Mañana también habrá reunión —anunció Aron al acabar haciendo que la sala se llenase de quejas—. Pero solo los mayores de doce años —añadió haciendo que las voces cambiasen a unas de excitación y otras de disgusto.

—Por fin —le dijo a Hilmar sacudiendo su brazo.

—¿Por fin? ¿Por fin qué? ¿Ha terminado la charla?

—Sí, pero no es eso, Hilmar, malas pulgas —le explicó levantándose para salir con los demás—. Mañana tenemos que venir solo los mayores de doce años— le explicó.

—¿Mañana hay que venir? ¿Otra vez? —preguntó el lobo disgustado—. ¿Y qué tiene que eso de bueno?

—Eres idiota —murmuró mirándolo incrédulo.

—¿Quién es un idiota?

—Tú. Tenemos que venir solo nosotros, ¿no te das cuenta de lo que eso significa? Nos van a hablar del celo.

—¿Y eso qué tiene de bueno? —inquirió Hilmar mirándolo sin entender mientras comenzaba a dirigirse a la salida.

—Eso significa que estamos un paso más cerca de ser adultos.

—¿Y qué tiene de bueno tener que vestirse?

—Y pensar que cuando acababas de llegar al pueblo, no querías quitarte la ropa y tuve que obligarte yo -recordó con nostalgia.

—Porque no estaba acostumbrado, pero esto es mucho mejor.

—Sí —admitió—. Pero cuando seamos adultos, podremos elegir pareja.

—Tú no —lo contradijo haciendo que su corazón se parase antes de ponerse a latir a toda velocidad—. Tú tienes a Nalbrek -le recordó y él sintió como si le hubiesen tirado de repente un vaso de agua fría por encima.

—¿Y por qué mencionas a Nalbrek? —le preguntó enfadado.

—¿Acaso no es evidente? Porque es tu pareja destinada.

—Deja de decir tonterías.

—¿Por qué estás tan molesto?

—Porque es una tontería, por eso.

—Pero si es él quien lo dice cada vez que te ve.

—¿Y? —Se detuvo para mirarlo—. Todo el mundo sabe que está loco. Ser su pareja... ambos somos machos y animales diferentes.

—Precisamente —asintió Hilmar.

—Hilmar, ¿hay alguien que te guste? —le preguntó sin poder evitarlo y es que quería saberlo.

—¿Gustarme? No —negó y él casi suspira de alivio—. No hay ninguna loba cerca, así que no. ¿Y a ti? Porque hay varias zorras en la zona.

—No me interesa ninguna de ellas —negó.

—Lo cierto es que nunca os habéis agradado —asintió Hilmar.

—¿Y alguien de otra especie? —prosiguió tan casual como le fue posible.

—No, no hay nadie tan interesante —negó pensativo haciendo que su corazón se hundiese—. Es cierto que estás tú —prosiguió haciendo que su corazón se acelerase—. Pero eres mi amigo, así que no cuentas.

—Desde luego que no. Así que vamos —le dijo cambiando a su forma de zorro para echar a correr y es que no quería que viese la expresión que tenía en aquellos momentos.





Sintió algo en la cara y al abrir los ojos vio a una libélula parada en una brizna de hierba, Al parecer sus alas lo tocaron y eso lo despertó. Se sentó estirándose cuando, al mirar a su lado, vio a Hilmar durmiendo. Al parecer no tuvo suficiente con dormir durante la reunión. Dobló las rodillas apoyando las mejillas en ellas para verlo. Aquel idiota, ¿por qué no se daba cuenta de sus sentimientos? No debería ser tan difícil, pero aquel lobo estúpido no lo sabía. O tal vez solo fingía no saberlo.

Ellos tenían muchas reglas sobre quién podía cruzarse con quien, sobre quien podían elegir como pareja, sobre si podían mantener relaciones con su forma humana o animal. Todas reglas destinadas a evitar problemas pero que los humanos nunca fueron capaces de respetar. Por eso fueron expulsados de los poblados, pero estos, en lugar de marcharse o desaparecer, se convirtieron en un problema.

Según esas reglas, las relaciones entre animales de diferentes especies estaban prohibidas para evitar el nacimiento de quimeras, animales deformes que nacían de padres de diferentes tipos. Pero en el caso de que fueran ambos machos o ambas hembras, la relación sí que se permitía siempre y cuando ambos mantuviesen la forma humana.

Y él era un macho. Y Hilmar también. Y él se sentía atraído hacia aquel hermoso lobo negro y Hilmar... Hilmar no parecía interesado en nada que no fuese perseguir liebres por la pradera.

—Idiota —murmuró apartándole el pelo de la cara.

—Rishi —murmuró haciendo que él se congelase en el sitio.




—Vamos, ven. Tenemos que coger sitio —llamó a Hilmar.

—Sí, sí —asintió este entrando cansado-. No entiendo cómo puedes estar tan enérgico por la mañana.

—Y yo no entiendo cómo puedes estar tan tranquilo —replicó él abriéndose paso entre los demás.

—Porque solo es otra reunión.

—No es solo otra reunión —repitió por enésima vez. Aquel era el primer paso para convertirse en adultos, por más que Hilmar no quisiese darse por enterado.

—Dau, tu pareja —le gritó Karima cuando Nalbrek entró por la puerta. Había bajado dos días seguidos al pueblo. Aquel año habría una gran nevada.

—Cállate —exigió mostrando sus colmillos y Karima se encogió. Los conejos eran demasiado estúpidos y demasiado cobardes.

—Déjalo —intervino Hilmar conciliador.

—Pero es que ya estoy harto —murmuró.

Aquel pueblo estaba cerca de las montañas y alejado de los humanos y del resto de los poblados, razón por la cual la mayoría de los que lo habitaban el pueblo tenían sus propias razones para estar allí. Las razones de algunos eran públicas, como la suya, cuya madre lo echó con apenas cinco años de la casa al quedar embarazada de nuevo, pasando varios días solo en el bosque hasta que lo encontraron. Otros, como el caso de Hilmar, eran conocidas por más que no se hablase de ello en público, y en otros casos, como en el de Nalbrek no existía nada.

La primera vez que lo vio fue con unos seis años, un par de meses después de llegar, cuando apareció con su tío, el cual pidió hablar con Baem, el oso líder, pasando varias horas reunidos hasta que, al salir, este anunció que Nalbrek iba a formar parte del pueblo por más que, en realidad, viviese en una cabaña en la montaña. Y él se acercó curioso junto con los demás niños dispuesto a ver a alguien que, a pesar de formar parte de su comunidad, iba a vivir tan alejado, encontrándose con un niño un poco más alto que él, pero sumamente delgado, incluso su cuello parecía un poco más largo de lo normal. Aquel niño se los quedó mirando inexpresivo pasando de un rostro a otro con calma irritante cuando, al llegar a él, levantó el brazo señalándolo.

—Mi pareja —dijo con una desagradable voz chillona.

Aquella frase fue el comienzo de años de burlas por parte de los demás y si bien a Nalbrek nunca le importaron las bromas, de hecho, él, en varias ocasiones se planteó seriamente si comprendía el idioma en el que hablaban, en su caso era diferente.

Él no aceptó en ningún momento que aquel extraño chico que apenas hablaba, parecía un palo desgarbado y desaparecía durante semanas pudiese ser su pareja. Fuese un lobo o no. Después de todo, ¿cómo era posible que fuese tan diferente de Hilmar? Era cierto que cuando ambos estaban en su forma de lobo, su apariencia era más parecida. De hecho, durante los últimos años, se parecían cada vez más ya que Nalbrek parecía haber empezado a ganar peso, pero seguía prefiriendo a Hilmar. Si hubiese sido él quien le hubiese dicho que era su pareja y no aquel idiota...

Se volvió a medias y al ver a Nalbrek sentado justo detrás de él lo miró molesto.

—¿Qué haces ahí? —exigió.

—Hay una reunión —contestó este.

—La habitación es muy grande, ¿por qué te tienes que sentar justo detrás?

—Porque tú estás delante —respondió Nalbrek mirándolo.

—Deja de decir esas cosas —le advirtió volviéndose amenazador.

—Dawi, déjalo —le pidió Hilmar sujetándolo.

—Pero es que él... —comenzó cuando suspiró—. Está bien, tienes razón —admitió y es que era inútil. Nalbrek parecía incapaz de entender qué tenía de malo decirle aquello y aquella reunión era demasiado importante como para ser expulsado por una absurda pelea.






Nos quedamos justo al comienzo de la reunion sobre el celo 🤔 Pero ya sabéis por qué lo llaman "Nalbrek el raro" 😆

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