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Avanzó por el bosque con el conejo al hombro.

En esos momentos llevaba cinco meses unido a Nalbrek y, si tenía que evaluar su relación, él diría que era muy buena, más de lo que esperaba cuando despertó para descubrir que eran pareja. Durante los primeros días se custionaba si aquello iba a funcionar cuando Nalbrek llevaba desde niño obsesionado con él y él no se llevaban bien con Nalbrek. ¿Qué pasaría cuando conviviesen y Nalbrek descubriese como era de verdad? ¿Serían capaces sus nervios de soportar vivir todo el día con alguien cuya respuesta a todo era: "estamos unidos"? Y después de aquellos meses, la respuesta era sí. Desde el principio congeniaron de manera sorprendente teniendo más en común de lo que suponía y complementándose su manera de ser más activa con la personalidad tranquila de aquel lobo. Además, ambos eran independientes y estaban acostumbrados a hacerlo todo por sí mismos, por lo que no hacía falta que ninguno le dijese al otro que se hiciese cargo de algo. Ambos sabían lo que había que hacer y sí uno lo hacía, el otro solo empezaba la siguiente cosa. Y las pocas veces que surgieron desacuerdos, hablaron de ellos llegando a un consenso.

Baem los debería poner como ejemplo de lo que debía ser una pareja.

Aquella parte de Nalbrek le resultaba sorprendente, ya que este era un lobo, animales muy jerárquicos por naturaleza, por lo que o mandaban u obedecían. Hilmar era un ejemplo: este era el que tomaba las decisiones y esperaba que el humano le obedeciese sin cuestionarlo y aunque él habló con su amigo sobre esa costumbre, parecía que no este podía hacer nada al respecto.

Sin embargo, Nalbrek era todo lo contrario y aunque no sabía si era debido a que en su familia existían lobos solitarios, sí que daba las gracias ya que él no sería capaz de vivir como lo hacía el humano. Si su plan hubiese salido bien, en esos momentos estaría atrapado con Hilmar en una relación que sería un infierno para ambos ya que ni Hilmar admitiría que él tenía opiniones, ni él obedecería ciegamente a otro, pero sin ser capaces de escapar ya que era muy difícil que un lobo rompiese su vínculo con alguien. Muy, muy difícil.

Nalbrek tuvo razón y emparejarse con él fue lo mejor. Pero no reconocería aquello ni bajo tortura. No quería ver la cara de felicidad de Nalbrek cuando le diese la razón después de tantos años negándolo.

Se detuvo olfateando con atención, pero cuando no notó ningún olor, suspiró. Desde mediados del verano las presas habían bajado de forma progresiva hasta casi desaparecer, algo preocupante cuando ya estaban en otoño y debían prepararse para el invierno. Claro que ellos no se podían quejar, ya que tenían reservas y podían almacenar lo que encontraban, a diferencia de los animales salvajes que debían cazar para comer y, como resultado, a pesar de que respetaban los límites del pueblo, en las últimas semanas varios habitantes los encontraron en lo que era considerado la zona de caza del pueblo. Pero no podían hacer demasiado, ya que entendían que era la situación la que los llevaba a aquello y solo esperaban que las cosas regresasen a la normalidad mientras tenían cuidado.

De repente, un inconfundible olor llegó hasta su nariz mezclándose de manera sutil con el resto de los olores del bosque, pero estaba allí, pensó olfateando y cuando estuvo seguro, dejó el conejo en un árbol en lugar seguro antes de quitarse la ropa transformándose. Aquel era olor humano a miedo y dado que solo había una persona allí capaz de producirlo, alguien incapaz de defenderse, además; mejor se daba prisa. Debía hablar con ese estúpido lobo sobre dejar a su indefensa pareja sola en el bosque.

Aceleró el paso sorteando los árboles con agilidad mientras el olor se hacía más fuerte pudiendo identificar que se trataba del humano y de un niño ardilla. Se detuvo y poco después escuchó el ruido de pasos que se acercaban corriendo apareciendo Rishi con un niño que no sobrepasaría los cinco años en brazos hasta que se dio cuenta de su presencia, deteniéndose mientras apretaba al niño contra él. Al parecer aquel idiota no lo había reconocido.

—Soy... —comenzó cuando se dio cuenta de que era inútil, por lo que cambió a su forma humana.

—Dau, unos lobos... —comenzó al ver que era él.

—No hay tiempo —lo detuvo y es que podía olerlos cada vez más cerca—. Transfórmate —le ordenó al niño ardilla y este lo hizo subiéndose al hombro de Rishi—. Vamos —lo azuzó comenzando a correr por el bosque hasta que llegaron a un árbol lo bastante grande—. Subid —y, en cuanto lo dijo, el niño ardilla subió corriendo perdiéndose entre las ramas—. Vamos —azuzó al humano.

—Pero no puedo —negó.

—Vamos —repitió exasperado ayudándolo a subir.

—¿Y tú? —le preguntó Rishi al ver que él no hacía ademán de subir.

—No te preocupes por mí y no bajéis de ahí hasta que no venga alguien a buscaros —le advirtió alejándose del árbol antes de volverse hacia el bosque de nuevo y poco después vio como aparecía una manada compuesta de doce miembros, todos en buenas condiciones.

—Genial —murmuró—. Muy bien, lobitos, juguemos —murmuró mirándolos mientras estos le devolvían la mirada hasta que él se transformó en zorro comenzando a correr. Si la suerte estuviese de su lado, aquella manada preferiría quedarse en el árbol y acosar un poco más a su presa original que seguir a un pequeño zorro escurridizo entre los árboles, pero aquel era un día en el que apenas si había conseguido un conejo después de toda la tarde.

Y, para demostrar su mala suerte, la manada entera comenzó a perseguirlo. Por suerte, su menor tamaño era una ventaja entre los árboles y aunque varias veces pudo sentir el aliento de aquellos lobos en sus cuartos traseros, con algunos quiebros y pasando por espacios estrechos, consiguió mantenerse delante. El problema era que él no podía correr para siempre, por lo que quería acercarse al pueblo para conseguir ayuda, algo que parecían saber aquellos lobos, que lo obligaban a adentrarse más y más en el bosque, perdiendo la oportunidad de encontrarse con alguien. Y tampoco podía depender del humano y la ardilla. Aun en el remoto caso de que de alguna manera se las arreglasen para llegar hasta el pueblo, para cuando los demás siguiesen su rastro, solo encontrarían un charco de sangre. ¿Dónde estaba aquel lobo estúpido cuando lo necesitaba?

Bufó. Era inútil esperar ayuda, por lo que solo podía hacer una cosa. Fintó entre los árboles consiguiendo un poco más de ventaja antes de girar hacia el pueblo pasando por delante de los lobos. Sabía que era arriesgado, pero aún no estaba tan cansado, lo que significaba que tenía una oportunidad. Pasó por delante del último lobo como una exhalación cuando sintió un dolor lacerante en su pata trasera izquierda a la vez que el olor a sangre lo inundaba y la adrenalina lo hacía correr aún más rápido hasta que, al acercarse al pueblo, los árboles empezaron a separarse, viendo como la manada comenzaba a rodearlo, a correr paralelos a él y cuando lo adelantasen...

Siguió corriendo consciente de que cada metro recorrido era un metro más cerca de la salvación cuando, de la nada, apareció un gran oso que se irguió amenazador sobre sus patas traseras haciendo que los lobos se detuviesen en seco.

—Trae ayuda —le ordenó Baem dentro de su cabeza y él asintió retomando la marcha a toda velocidad hasta que llegó al pueblo.

—Lobos, una manda de lobos —gritó mientras se transformaba en humano y los marcadores que estaban presentes dejaron lo que estaban haciendo para marcharse corriendo.

—Id a avisar a los niños —gritó una abuela gorrión y varios jóvenes se transformaron en sus animales para alejarse con rapidez—. También a la familia de Lin —añadió y varios conejos de marcharon—. Y que todos comprueben donde están sus hijos —Y los padres se dirigieron con rapidez a las casas mientras él se daba la vuelta transformándose en zorro antes de regresar al bosque, encontrándose al llegar al lugar donde estuvo Baem que ya no quedaba rastro ni de la manada ni de los demás habitantes del pueblo.

Se dirigió hacia el árbol donde estaban el humano y la ardilla mientras la pierna comenzaba a dolerle sintiendo como si le quemase donde lo hirieron, pero lo ignoró mientras seguía avanzando cuando notó el olor de Hilmar junto con el de otras personas que venían de la dirección en la que estaba el humano y el niño, así que se desvió para dirigirse a su ropa.

—Por fin apareces —le dijo disgustado a Nalbrek cuando lo vio aparecer en su forma de lobo.

—Pues no te metas en problemas cuando estoy en el otro extremo del bosque —replicó este cambiando a su forma humana.

—No ha sido elección mía —negó.

—Esa herida no tiene buen aspecto.

—No te preocupes, hace más difícil andar, pero no me matará —le aseguró.

—¿Qué ha pasado?

—Una manada de lobos estaba persiguiendo al humano y a una ardilla.

—¿Lobos? ¿Aquí?

—Creo que tenían hambre.

—Aun así, es extraño. Pueden entrar, pero atacar a alguien del pueblo...

—No hay comida y un humano es una tentación muy grande.

—Eso es cierto —se vio obligado a admitir Nalbrek pensativo—. ¿El humano y la ardilla?

—Los dejé en un árbol, los demás ya los habían encontrado —le explicó. Maldita sea —masculló disgustado al llegar al árbol.

—¿Qué ocurre?

—Mi conejo. Lo puse arriba para que no se lo llevase ningún carroñero, pero, al parecer, lo robaron las aves.

—Deberías haberlo ocultado mejor.

—No tenía tiempo —se lamentó buscando por los alrededores hasta que encontró las hojas envolviendo la herida con ellas. No quería manchar sus pantalones de sangre. No quería atraer a los depredadores cerca del pueblo.

—En cuanto regresemos, iremos con Sarnat para que vea tu herida.

—No te preocupes —repitió vistiéndose antes de comenzar el camino de regreso—. El pueblo va tener que organizar una reunión y tomar medidas contra los lobos después de esto.

—No podemos permitir que consideren a los nuestros una presa más. Quizás lo traten en la siguiente reunión en lugar de hablar de Lin y sus hijos.

—¿Algún cambio?

—Solo han conseguido que cambien dos de los diez y por muy poco tiempo. Espero que enseñen a la segunda camada desde el principio porque la primera parece perdida.

—¿Y ya han decidido qué van a hacer con los niños?

—Por ahora no. Aunque Baem haya accedido a que los conejos se hagan responsables de los hijos de Lin que sean capaces de transformarse para que sean educados de forma adecuada y tengan alguna posibilidad de desarrollarse, ahora el problema es quién lo hará. Primero hubo mucha tensión cuando anunciaron que se retrasaba el comienzo de su celo de los quince, si a eso le añadimos la regla de que después del quinto hijo deben tomar las hierbas que les impedirán tener más tanto a ellos como a ellas... Además, dentro de los cinco hijos se cuentan los adoptados, lo cual significa que acoger a un hijo de Lin, es no poder tener un hijo propio. A pesar de los esfuerzos de la familia, nadie quiere ayudarlos, e incluso las hermanas de Lin y Karima se niegan a hacerse cargo de unos niños que nacieron por culpa de la irresponsabilidad de otro, sobre todo cuando eso implica tanto trabajo y renunciar a un hijo propio.

—Eso significa que es más difícil que Lin regrese al pueblo.

—Todos sus hijos deberían ser capaces de transformarse en humanos y comportarse como tales, algo que parece imposible.

—¿Y los que ya tienen sus propios hijos? ¿No se han ofrecido?

—Los que ya tienen hijos, tienen bastante con los suyos. Además, Baem dijo que daría la medicina del castigo a todas las parejas que han llegado al límite y que deberán pagar por cada niño de más que traigan para evitar el intercambio de niños con otros lugares. En cuanto a los que ya tienen los hijos adultos, son demasiado mayores para criar a un bebé con ese tipo de limitaciones. La familia de Lin y la de Karima están haciendo todo lo que pueden ya que es imposible que permitan a Lin volver con tantas crías que no se transforman, pero cada vez se les cierran más puertas.

—Lin está en un gran problema, sus respectivas familias lo están. Y mientras, Karima en otro pueblo.

—Todas las semanas está obligado a dar una cantidad de comida a su familia. La gente del pueblo irá a por ella y no admitirá excusas. Si no la tiene preparada, el jefe del pueblo se la dará y Karima tendrá que devolverla.

—Imagino que Karima se quejó —adivinó.

—Y mucho —confirmó Nalbrek—. Empezó a lloriquear porque no podía conseguir comida para alimentar a tantos niños, así que le recordaron que, dado que él era el padre, no le quedaba más remedio que hacerlo.

—Son sus hijos, es lo mínimo que puede hacer. Seguramente no podré ir tampoco a esta reunión —se lamentó retomando el tema.

—Al menos, te pagará.

—Y esos conejos nos vendrán muy bien —asintió mientras se adentraban en el pueblo cuando vio a Hilmar y este, al darse cuenta de su llegada, se dirigió hacia él molesto.

—¿Cómo pudiste? —le exigió Hilmar.

—¿Cómo pude qué? —replicó sin dejarse amedrantar sacando los colmillos.

—Dejar a Rishi y al niño solos en el bosque.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Enfrentarme yo solo a una manada de lobos? ¿O cargar a tu gordo humano y a una ardilla sobre mí y cruzar el bosque hasta aquí mientras nos perseguían? —le preguntó dejándolo sin saber qué decir—. Y no me eches la culpa de tus errores —le advirtió.

—¿Mis errores?

—Sí. Tus errores. ¿Cómo se te ocurre dejar que el humano vaya solo por el bosque?

—Porque no lo dejé, él se marchó a buscar leña.

—Entonces con quien deberías hablar es con él, no conmigo. Después de todo, era a él a quien perseguían.

—Él solo vio que estaban persiguiendo a Alco.

—¿Y? Necesitas hablar con él. Ese humano llevaba al niño en su forma humana y no fue capaz de subir a un árbol para ponerse a salvo. Si quieres tenerlo aquí, enséñale cosas básicas para que pueda sobrevivir o enciérralo. No puedo enfrentarme a una manada de lobos cada vez que a tu humano le apetezca suicidarse.

—Dau tiene razón —intervino Baem—. Por más que sea cierto que la entrada de esa manada fue algo inesperado, eso no cambia que el comportamiento de los dos fue inapropiado. Tanto del humano, como de Alco. Existen normas de hasta dónde se puede ir según la edad, normas que responden a una razón y también se debe enseñar a los niños cómo librarse de los depredadores. Hace mucho que no hablamos sobre seguridad y, al parecer, es hora de hacerlo. Pero lo primero es averiguar qué pasó —añadió mirando al humano y al niño.

—Yo solo fui cerca del río y, al volver, me encontré con ese niño que huía de los lobos, así que lo ayudé.

—Los niños tan pequeños no tienen permitido acercarse tanto al rio –murmuró Nalbrek mientras todos miraban al niño.

—Liska lo persiguió —terció otra niña de la misma edad.

—¿Liska lo persiguió? —le preguntó Baem y la niña asintió.

—Estábamos jugando y Liska empezó a perseguir a Alco, así que se fue corriendo.

—Liska —le advirtió su madre severa.

—Lo siento —se disculpó esta bajando la cabeza.

—No debes perseguir a otros niños, eres una depredadora, podrías hacer daño a tus amigos —le advirtió Baem severo.

—Lo siento —repitió comenzando a llorar.

—No es conmigo con quien debes disculparte —replicó Baem y la niña fue hasta donde estaba Alco y su madre.

—Siento haberte perseguido —se disculpó, pero no obtuvo respuesta, así que su madre fue a por ella y la cogió en brazos.

—Y ahora tu turno —prosiguió Baem mirando al niño.

—¿Él también debe disculparse? —preguntó Rishi sorprendido.

—Huyo delante de un depredador —asintió Baem—. Tuvo suerte de no ser atacado.

—Pero eso no es culpa suya —replicó Rishi—. Es normal huir cuando tienes miedo. Es injusto que le pidan que se disculpe por haber sido perseguido, si yo no llego a aparecer...

—¿Qué estás diciendo, humano? ¿Que la culpa es de Liska? —lo interrumpió enseñando los dientes.

—Pero fue ella quién...

—Rishi, basta —lo interrumpió Hilmar—. Nos vamos.

—Pero...

—Vámonos —repitió más severo y el humano lo siguió bajo la atenta mirada de todos.

—Mejor vámonos nosotros también —lo llamó Nalbrek.

—Sí, mejor vámonos —asintió mirando molesto al humano. Por eso no le gustaban los de su especie, porque hablaban sin saber.



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