Un zorro marcado

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Se puso la camisa antes de pasarse la mano por el pelo. Habían pasado dos semanas desde que regresó, dos semanas de sexo periódico para formar un vínculo fuerte y Nalbrek se había asegurado de que el vínculo fuese muy fuerte. Las primeras veces no fue divertido, ya que le dolía y que aquel lobo incansable no lo dejase recuperarse no ayudaba, pero después de algunos días su cuerpo se acostumbró y su parte humana aprendió lo suficiente como para hacer la experiencia más agradable y sabía que para Nalbrek fue igual. Cuando era pequeño, siempre se preguntaba por qué los adultos no dejaban a sus instintos tomar el control cuando copulaban y ahora lo entendía: aquella manera de hacerlo era demasiado agresiva para el cuerpo y acababa haciendo daño al marcado. Por suerte, cuanto más se consolidaba el vínculo menos feromonas se producían y más fácil era mantener el control.

Así que él no había salido de la casa en aquellas dos semanas, como mucho de la cama, en parte por aquella primera noche en el bosque, en parte porque los lobos la tenían demasiado grande. Tenía que perfeccionar los detalles del accidente para hacerla de un tamaño más manejable. Pero primero tenía que salir, pensó mirando la puerta.

No es que le preocupase lo que los demás opinasen de su vínculo. Él era un adulto que eligió a su pareja y Nalbrek también. Lo que le preocupaban eran las burlas de los demás después de haber estado tanto tiempo negándose en redondo a emparejarse con él. Aquello iba a ser muy difícil.

Se obligó a sí mismo a avanzar. No podía quedarse el resto de su vida allí dentro. Su parte animal quería salir y moverse ahora que estaba recuperado y su parte humana también quería abandonar aquel lugar después de tantos días encerrado. Sus dos partes estaban de acuerdo en aquello y él no era quien para negarse.

Se cubrió los ojos con la mano después de tantos días en penumbra hasta que sus ojos se acostumbraron. Quería ir a correr y estirar las piernas, pero primero buscaría a Nalbrek para ir a hablar con Baem sobre su unión.

Olfateó a su alrededor hasta que localizó el olor de Nalbrek dirigiéndose hacia allí. Este, a diferencia de él, no se vio tan afectado por la formación del vínculo, razón por la cual salió con regularidad de la cabaña tanto para conseguir comida y agua como para dejarlo descansar, ya que el estar cerca hacía que ambos comenzasen a segregar feromonas antes. Se apartó para dejar pasar a dos crías de conejo en su forma animal que corrían ajenas a todo. ¿Cómo era posible que unas crías tan pequeñas estuviesen solas? Cuando recordó a Lin. Esta dio a luz tres semanas antes y, debido a que nacieron diez gazapos en su parto múltiple, no pudo regresar a su forma humana. Aquello se decía que era contraproducente, ya que era difícil enseñar a los niños a tomar su forma humana cuando su madre no la había tenido durante las primeras semanas, y los bebes nacidos así se desarrollaban antes, pero en ese caso no tuvieron elección. Se preguntaba cómo iban a enseñar a cambiar a diez niños, a criarlos.

—Dawi el marcado —lo saludó Karima acercándose.

—Karima excusas baratas. ¿Has devuelto ya todos los favores que te han hecho por culpa de no poder controlar tu parte baja, o sigues dando excusas a la gente y avergonzando a tu pareja?

—Al menos a mí no me han marcado.

—Desde luego. Nadie en su sano juicio quiere emparejarse con un irresponsable como tú.

—Yo ya tengo pareja —le recordó Karima.

—¿Y por cuánto tiempo, Karima el infiel?

—Mejor infiel que mordido por un lobo.

—Y no solo mordido. Pero un conejo como tú nunca conocerá esas cosas.

—¿Y acaso crees que quiero que me la meta un lobo?

—Estamos hablando de ti, Karima el desesperado. Aunque no debes preocuparte, ningún marcador es tan estúpido para querer metérsela a alguien como tú y tendrás que seguir persiguiendo conejas en celo hasta que lo que te dijo Nalbrek se cumpla y empiece tu vida de celibato.

—Nalbrek se equivocó.

—¿Estás seguro, Karima el irresponsable? Porque conmigo no se equivocó y contigo tampoco.

—Tu dueño no va a acertar conmigo.

—¿El comer solo verduras te afecta el cerebro y no eres capaz de recordar las clases o solo es tu estupidez, Karima? —le preguntó burlón—. Porque marcar no significa que te conviertas en dueño de nadie. Y hablando de estúpidos desmemoriados, te recuerdo que tus hijos se fueron corriendo por ahí —añadió señalando la calle—. Tal vez deberías ir a buscarlos antes de deber más favores.

—Yo tampoco tengo interés en hablar con un zorro marcado —zanjó marchándose.

—Al menos mi pareja me eligió a mí sin estar cegada por el celo —le recordó viendo cómo se alejaba comenzando a avanzar de nuevo.

Desde que despertó después de ser marcado sabía que se iba a encontrar con este tipo de situaciones y Karima era uno de los primeros en su lista de estúpidos que le dirían algo, acertando. Karima siempre era una apuesta segura. Frunció el ceño al ver que el rastro de su pareja lo sacaba del pueblo. ¿Había ido aquel idiota a cazar? Esperaba que no. Por más que estuviese recuperado, aún se cansaba con facilidad y prefería usar sus energías en correr un poco antes que en pasarse un par de horas siguiendo el rastro de alguien en movimiento.

Por un momento acarició la idea de esperar a que regresase, descartándola de inmediato. Prefería ir al bosque.

Avanzó entre los árboles hasta que se detuvo. Aunque el olor de Nalbrek le indicaba una dirección, sus instintos le decían que estaba en otra parte. Aquella era una sensación extraña, ¿era el vínculo? Comenzó a andar con decisión hacia dónde le indicaban sus instintos, dispuesto a comprobar el grado de fiabilidad de aquella intuición para futuras ocasiones y cuando, poco después, encontró el rastro de Nalbrek aún más fuerte, se sorprendió. El vínculo era real y funcionaba.

Siguió acercándose más rápido, cuando notó otro olor estando a punto de detenerse, pero se obligó a seguir. Retrasar aquel encuentro no serviría de nada y él no era un cobarde para huir de un lobo, ni siquiera de dos, por más estúpidos que fuesen.

Se detuvo al verlos. ¿Qué estaban haciendo aquellos dos idiotas hablando sin ropa en medio de la nada? Él también quería cambiar a su forma animal y correr.

Sí, ¿de qué estaban hablando aquellos dos tan concentrados que ni siquiera eran conscientes de su presencia? De repente, aquello le dio mala espina, avanzando hacia ellos en silencio mientras prestaba atención.

—... no sabría qué decir, no es como si hacerlo solucio... —estaba diciendo Nalbrek pensativo cuando detuvo sus palabras a la mitad.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Hilmar sorprendido.

—Tengo un mal presentimiento —contestó Nalbrek comenzando a darse la vuelta, pero antes de poder hacerlo, él cogió la cabeza de aquellos dos chocándolas entre sí con fuerza.

—Estúpido zorro... —comenzó Hilmar.

—¿Qué te crees que haces? —se quejó Nalbrek a la vez mientras ambos se sujetaban la cabeza.

—Eso es lo que quiero saber yo. ¿De qué estáis hablando? —exigió con calma fingida.

—Nada —contestaron ambos a la vez después de mirarse durante una fracción de segundo.

—A ti te arrancaré la lengua y a ti las orejas —les advirtió lanzándose contra ellos.

—Quieto —le pidió Nalbrek levantándose para sujetarlo—. No hemos estado hablando sobre nada privado —le aseguró.

—Solo hemos estado hablando un poco y nos hemos dado algunos consejos —confirmó Hilmar.

—Consejos sobre qué —exigió.

—Es solo que es la primera vez que marco a alguien y también es la primera vez de Nalbrek y pensé que podríamos ayudarnos con algunas cosas —le explicó Hilmar.

—Te sacaré el cerebro por la nariz para asegurarme de que toda la información que tienes, se pierde —le advirtió intentando soltarse, pero Nalbrek lo sujetó más fuerte.

—Dawi, tranquilízate. Dawi —repitió más severo.

—Vuelve a intentar usar tu ascendente sobre mí y te arrancaré la lengua.

—Pues deja de comportarte así. Tal y como dijiste, todo esto no está siendo fácil para el chico y el hecho de que el lazo tarde más en consolidarse al tratarse de un humano, lo complica todo. Por eso Hilmar me pidió ayuda, pero ni él me ha dado detalles ni yo lo he hecho.

—No le contaré nada de Rishi a otro y no tengo interés en saber cómo eres con tu pareja —le aseguró Hilmar.

—La cara de asco al hablar sobre mí, sobraba —le advirtió mientras Nalbrek lo soltaba al sentirlo más tranquilo—. ¿Entonces sobre qué habéis estado hablando?

—Lo normal, ya sabes. Dónde hemos mordido, hasta dónde la metemos, qué es más efectivo para meterla más rápido o para acabar antes... —comenzó a enumerar Hilmar.

—Esos son detalles —le advirtió con los dientes apretados cuando suspiró mientras levantaba la mano—. No hace falta que me sujetes otra vez —detuvo a Nalbrek al ver que iba a hacerlo—. Ya me ocuparé de esto en otro momento, cuando no estéis juntos —añadió mirando a su pareja—. Pero antes, ¿tú has hablado con el humano? —le preguntó a Hilmar.

—¿Hablar con el humano? —repitió mirándolo cómo si le hubiese preguntado por qué no usaba las piedras para cruzar el río en lugar de meterse en la corriente.

—Sí. Tú tienes una pareja, que es humano, y por lo tanto puede hablar y entender lo que dices, pero a ti no se te ha ocurrido hablar con él sobre tu comportamiento, cómo se siente o qué podría ayudarle, ¿no es así, lobo estúpido?

—¿Y qué te hace pensar eso? —respondió Hilmar a la defensiva.

—Él —contestó señalando a Nalbrek.

Durante la primera semana, cada vez que Nalbrek se acercaba a él era para metérsela, desapareciendo sin decir nada hasta la siguiente vez, una actitud que lo irritó bastante ya que ¿qué se suponía que era él? ¿Un trozo de madera donde meterla, desahogarse y guardarlo en un cajón hasta la próxima vez? Aquello hizo que su enfado fuese aumentando hasta que se transformó en zorro y le enseñó los dientes dejándole claro que o hablaban o, por él, podía meterla en un avispero la siguiente vez. Después de aquello, Nalbrek le explicó que la razón por la que se comportaba así era para protegerlo, ya que la líbido de los lobos aumentaba demasiado rápido, por lo que existía el riesgo de que dañasen a su pareja si esperaban demasiado para copular cuando estaban cerca y que la razón por la que pasaba tanto tiempo fuera era para minimizar en lo posible los encuentros y permitirle recuperarse. Comportamientos muy considerados y que demostraban hasta qué punto estaba preocupado por él si no fuese por el detalle de que no le dijo ni una sola palabra sobre ello hasta que él no se lo exigió. Y el humano no podía detenerlo y exigírselo.

—Debes explicarle por qué pasas tanto tiempo fuera y por qué, en cuanto te acercas a él, se la metes.

—¿Acaso no es evidente?

—No.

—Pues no lo entiendo.

—El que no lo entiende es él, así que explícaselo para que no piense que solo usas porque estás en celo.

—¿Y qué debería decirle?

—Bastará con que le expliques por qué lo haces.

—No me hables como a un idiota —le advirtió Hilmar ante su tono condescendiente.

—Pues no te comportes como uno.

—¿Y si hablas con él? —propuso Nalbrek.

—¿Hablar con quién? —le preguntaron Hilmar y él a la vez.

—Con el humano. De igual manera que Hilmar y yo nos hemos ayudado, tú podrías hablar con el humano para intercambiar información.

—Yo ya puedo salir de la casa y puedo hacerme cargo de ti. No necesito ayuda, mucho menos de un humano —rechazó tajante.

—Pero sí que podrías ayudar a Rishi —murmuró Hilmar pensativo.

—No estoy interesado en ayudar a un humano —se negó haciendo un gesto despectivo.

—¿Acaso no somos amigos?

—¿Y? No voy a ayudar a un desconocido sin obtener nada a cambio solo para que tú te diviertas.

—Mal amigo.

—No soy yo quien pide favores sin ofrecer nada a cambio.

—Muy bien. ¿Cuántos conejos quieres?

—Ahora sí nos entendemos. Un conejo por reunión, si se alarga, dos.

—Sales muy caro —le advirtió Hilmar.

—Desde luego. Soy el único, aparte del humano, que tiene como pareja a un lobo por aquí. Eso hace que mi precio no sea barato.

—Muy bien, de acuerdo —aceptó Hilmar—. Tendrás tu conejo.

—O conejos —asintió comenzando a quitarse la ropa.

—¿Vas a cambiar? —le preguntó Nalbrek al verlo.

—He pasado mucho tiempo sin salir. Quiero cambiar y estirar un poco las patas —le explicó.

—En tal caso yo regreso, pero antes una pregunta —los interrumpió Hilmar haciendo que él se detuviese cuando estaba abriéndose los pantalones—. ¿Qué se siente cuando te la meten?

—Ahora mismo te voy a hacer una demostración —contestó y cuando Hilmar sonrió antes de transformarse y perderse en el bosque, él lo imitó siguiéndolo.






Por fin apareció Hilmar ✌️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro