Una despedida

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🚨ATENCIÓN🚨


En este capítulo encontrarás contenido +18. Si no quieres/puedes leer este tipo de contenido, no leas la parte que se encuentra entre los banners +18. Para todos los demás, adelante😊







—Ya estoy aquí— anunció Nalbrek abriendo la puerta de mal humor.

—Bienvenido —lo saludó acercándose para coger las cosas.

—Se ha ido, ¿verdad? —preguntó cerrando la puerta.

—Dijo que no le gustaba pasar la noche bajo techo y que tú no le permitirías irse, por lo que prefería ahorrarse una discusión.

—Siempre hace lo mismo —se lamentó—. ¿Y bien? ¿Habéis hablado bastante sobre mí?

—¿Sabes que eres muy egocéntrico pensando así?

—¿Acaso Andros no se deshizo de mí para poder hablar contigo sin que yo interrumpiese?

—Sí, pero no solo hemos hablado de ti. Lo que sí he aprendido con esta charla es que el tener secretos es cosa de familia, porque apenas si he conseguido un poco más de información sobre ti o tu familia aparte de que Andros es una mujer, que tu madre era su prima y que ni la familia de tu madre ni de padre sabe de tu existencia.

—La situación es un poco difícil.

—Sí, claro. Luego me dirás que te escondes aquí porque tu madre era parte de una rama del clan muy conocida por sus habilidades, que estaba supeditada a una familia más fuerte que los mandaba al sacrificio por capricho, y que tu tía te ahorró una vida de servidumbre a una manada a la que no le importarías nada.

—Esa es una buena manera de resumirlo —admitió.

—Al menos podrías decirme quién es tu padre.

—Primero necesito su permiso.

—¿Y cómo vas a conseguir su permiso si tu padre debe estar en la ciudad de los lobos y tú no tienes intención de ir hasta allí?

—A veces lo veo. La próxima vez que lo haga, le pediré permiso y, si es posible, lo traeré para que lo conozcas.

—Dime que no es un fiero lobo de las montañas —le pidió.

—No. Es mucho más impresionante que eso —le aseguró con un deje de orgullo.

—Ahora sí que es verdad que siento curiosidad —admitió mientras se preguntaba qué podía ser más impresionante que un lobo de las montañas.

—Cuando te lo presente, lo entenderás.

—Pareces estar muy seguro de que quiere conocerme.

—Desde luego, Aunque no pueda presentarme a su familia, soy su hijo, y tanto Andros como yo le hemos hablado mucho de ti, así que quiere conocerte.

—Eso me preocupa —admitió. No quería ni pensar en lo que Nalbrek podría haber dicho de él.

—¿Qué haces? —le preguntó Nalbrek al ver que cogía las mantas poniéndolas sobre la cama antes de comenzar a quitarse la ropa.

—Hace ya dos días que no lo hacemos —le recordó comenzando a segregar feromonas.

—Ahora que nuestra unión es estable, pensé que querrías descansar.

—Y quiero, pero no quiero desacostumbrarme, duele demasiado, así que vamos. Si el humano es capaz de hacerlo varias veces al día sin romperse, yo también debo ser capaz de hacerlo.

—Hace dos días y nuestro olor aquí no está mezclado por lo que no será fácil que pare —le advirtió.

—Lo siento, lobito, pero no me impresionas.



Aquí comienza el +18 😌




—Deja de meterte tanto —le advirtió entre gemidos mientras apretaba las manos.

—Yo te lo advertí, ¿recuerdas?

—Es que se me olvidó que no tengo nada aquí, debería haberte... —comenzó cuando se detuvo al sentir que Nalbrek le lamía el mordisco en el cuello haciendo que se estremeciese a la vez que sus feromonas aumentaban haciendo que todo se volviese confuso por un momento—. ¿Cómo es posible que no hayas acabado con todas las feromonas que hay?

—Porque no puedo meterla entera.

—Tengo que recortarla —murmuró entre dientes.

—¿Qué?

—Nada —le aseguró respirando hondo intentando relajarse.

A esas alturas, sus instintos se hacían cada vez menos cargo de la situación, dejando la mayor parte en manos de su parte humana y aunque sabía que aquello era lo natural, lo deseable, no podía dejar de dejar de sentirse molesto ya que era como si su parte animal lo hubiese metido en el problema al aceptar a un lobo macho como compañero y luego dejase que su parte humana lidiase con los problemas. Y lo que su parte humana había aprendido era a relajarse, a segregar todas las feromonas posibles y a dejarse hacer en un intento de que aquello acabase en un periodo de tiempo razonable. Poniendo mucho énfasis en "intento". Y lo que más le frustraba era saber que Nalbrek se controlaba para aguantar todo lo posible. No es que no lo entendiese, lo hacía, pero sus caderas y otras partes sufrientes le dejaban claro su opinión tanto durante como después de que acabasen, mucho después. Pero las quejas deberían ir a su parte animal, no a él. Se obligó a tranquilizarse, ya que el enfado afectaba a la producción de feromonas y se centró en producirlas.

—¿Podrías acabar de una vez? —le pidió.

—No —se negó este en redondo—. Ya te dije que eran dos días.

—Eso no es justo —se lamentó—. Si mañana no puedo bajar, será culpa tuya.

—No fue idea mía quedarnos aquí.

—Mía tampoco —le recordó.

—¿Y no podrías aguantar un poco más?

—Pero mañana, me bajarás tú —le advirtió cerrando los ojos mientras se tapaba la cabeza con los brazos.





Ya podéis volver a leer 😊


Se arrastró hasta la cama. Semen de lobo. ¿Cuánto podía salir? Si fuese una hembra, estaría embarazada hacía mucho, pero como no lo era, todo aquello no tenía más sentido que crear un vínculo, pero no descendencia. Al parecer la sangre de la familia de Nalbrek acabaría con él. Se preguntaba qué opinarían sus antepasados en caso de saberlo. Lo normal sería que se lamentasen al saber que su familia acabaría, pero tras escuchar a la tía de Nalbrek, no estaba tan seguro.

Se sentó en la cama y lo miró cómodamente tumbado en su forma animal.

—Lobo estúpido —murmuró molesto.

—No soy un lobo estúpido —negó Nalbrek sin abrir los ojos.

—Te pones a dormir mientras que yo tengo que arreglar el desastre que tú has causado.

—Hablas como si yo pudiese hacer algo.

—Podrías tirarte al río de cabeza en una zona poco profunda —asintió metiéndose en la cama.

—No, gracias. Ni tengo ganas de meterme en agua helada, ni quiero abrirme la cabeza.

—Pero al menos así entenderías como me siento yo cuando tengo que lavarme a estas horas.

—Lo siento —se disculpó mientras él se acomodaba.

—No te disculpes, lobo estúpido. Somos pareja. Yo te acepté.

—¿Entonces por qué estás enfadado?

—Porque es tarde, hace frío y soy un zorro que se pone de mal humor cuando lo tienen despierto a estas horas. Mañana recuerda que tienes que llevarme —le advirtió cogiendo las mantas para taparlos antes de cambiar a zorro, sintiéndose mejor al estar más protegido por el pelo.

—No te preocupes, lo haré. Buenas noches.

—Buenas noches —respondió cerrando los ojos y cuando la respiración de Nalbrek se hizo regular de nuevo abrió los ojos observándolo, hasta que, al comprobar que estaba dormido, cambió a su forma humana de nuevo sentándose para verlo.

Para los lobos su manada, su familia, era lo más importante. Incluso los lobos solitarios, a pesar de no necesitar a otros lobos, se iban alejando de manera gradual de sus compañeros, regresando cuando la soledad se hacía insoportable. Los lobos necesitaban a otros lobos, a una manada. O a alguien que hiciese el papel de la manada. Hasta ese momento, para Nalbrek ese papel había sido ocupado por Andros, quien actuaba a la vez como familia y manada, y ahora que estaban unidos, también se había convertido en su responsabilidad por más que, en realidad, no fuese sino un zorro.

Pero Andros estaba enferma, muy enferma. Notó el olor aun antes de abrir la puerta y dado que ni Nalbrek ni la propia Andros lo mencionaron, esto solo podía significar una cosa: aquella enfermedad no tenía curación y ambos lo sabían, por lo que decidieron que Andros viviese sus últimos días libre.

Y aquello significaba que él quedaba como la única persona a la que Nalbrek estaba unido. Él se había convertido en su familia, en su manada. Demasiada responsabilidad para un zorro abandonado de pequeño que no entendía de lazos de sangre. Por eso había reforzado su lazo, porque sabía que, aunque Nalbrek no lo demostrase, en esos momentos necesitaría sentirse parte de algo para compensar el que su tía se marchase a pesar de que no regresaría. La única forma que tenía para ayudarle.

—Solo me causas problemas, lobo estúpido —murmuró acariciando su pelaje—. Tan solo espero que entiendas rápido que ahora yo soy tu familia porque aguantas demasiado para mis pobres caderas —añadió antes de cambiar a zorro y acomodarse. Al día siguiente iba a dolerle demasiado el cuerpo, se lamentó cerrando los ojos.




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