Amanas

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Eso es mentira —le dijo Sarnat negando con la cabeza, divertido.

—Nalbrek —murmuró volviéndose hacia este amenazador. Habían ido a la casa de Sarnat para que este le explicase qué ocurría con Nal después de escuchar aquella afirmación, pero su reacción a la pregunta distaba mucho de ser la que esperaba.

—Sarnat, deja de bromear —le pidió el lobo mientras levantaba las manos intentando apaciguarlo a él.

—No es broma. Pero lo que te ha dicho Nalbrek tampoco es del todo incorrecto —añadió pensativo.

—Sarnat —comenzó volviendo su enojo hacia este. ¿Cómo podía decir que era mentira que Nalbrek quería matarlo y, tres segundos después, contradecirse?

—Espera. Creo que será mejor que lo veas —le dijo levantándose y regresando con un plato de metal donde descansaban algunas hojas—. Nalbrek —le pidió y cuando este extendió el brazo, le hizo un corte, suficiente como para que un par de gotas cayesen sobre las hojas verdes, las cuales comenzaron a enrojecer, cada vez más, hasta que, de repente, se quemaron dejando solo cenizas.

—¿Qué significa esto? —le preguntó a Sarnat mirándolo.

—Cuando Nalbrek llegó, como en tu caso, de inmediato comencé a purgar el afrodisiaco de su organismo. No fue fácil a pesar de que ya había eliminado bastante, pero llegado a un punto, no conseguí deshacerme del resto. Intentamos todo lo que se me ocurrió, incluso recurrimos a otros curanderos, pero no logré nada.

—¿Todo? —preguntó mirándolo serio.

—Yo no me he acercado a nadie —le aseguró Nalbrek.

—Estoy hablando de plantas —corroboró Sarnat—. Además, intentar que estuviese con alguien era demasiado arriesgado. Llegamos a la conclusión de que, de alguna manera, los afrodisiacos eran dependientes de su celo —prosiguió antes de que él pudiese decir nada—, por eso decidimos usar activadores para que, de esa manera, los afrodisiacos se consumiesen por sí mismos, pero Nalbrek siempre se ponía agresivo, no importaba qué tan pequeña fuese la cantidad, incluso antes de que se excitase, atacaba a la gente de alrededor sin razón.

—Eso no tiene sentido.

—Eso pensaba. Hasta que un compañero al que pedí ayuda, me recordó de dónde venía el afrodisiaco de los humanos.

—¿Amanas? —Sarnat asintió—. ¿Nalbrek tiene amanas?

—Aún no, pero los restos de afrodisiaco que tiene en el cuerpo hacen que, cuando se activa su celo, se comporte como si tuviese la enfermedad —le explicó mientras él miraba a Nalbrek.

El amanas era una enfermedad muy rara que se daba, sobre todo, entre los cazadores y el que la padecía enloquecía progresivamente teniendo un celo que, a diferencia del celo normal, los hacía no solo copular, sino que los llevaba a un estado tal de frenesí que acababan matando y devorando a su pareja. La peor pesadilla de cualquier cazador.

Durante mucho tiempo considerada una maldición o un castigo divino, no fue hasta que los humanos descubrieron que era una enfermedad contagiosa que pudieron entender lo que ocurría.

Los humanos ofrecieron su ayuda para encontrar una cura y ellos aceptaron debido a lo peligrosos que eran los enfermos, que, después de matar a sus parejas, parecían enloquecer aún más rápido atacando a cualquiera que se cruzase con ellos sin que les importase su edad, su animal, vagando de un lado a otro dejando un rastro de cadáveres hasta que conseguían encontrarlos y asesinarlos. Pero los humanos, en lugar de cumplir su palabra, los traicionaron creando los afrodisiacos a partir del amanas. Por eso los afrodisiacos humanos eran tan peligrosos, porque tenían aquella enfermedad dentro de ellos. Y ahora Nalbrek tenía los mismos síntomas que la enfermedad cuando se activaba su celo por culpa de los afrodisiacos humanos que usaron los lobos.

Debería haber quemado más cosas.

—Y por eso Nalbrek dice que tenemos que romper, porque si se activan los afrodisiacos junto con su celo, la enfermedad lo hará matarme —asintió al comprenderlo—-. ¿Qué se puede hacer? —le preguntó a Sarnat.

—La teoría es fácil —le explicó Sarnat—. Los afrodisiacos que quedan en Nalbrek, están unidos a su celo, por lo que cada vez que este se active, los afrodisiacos se consumirán desapareciendo. El problema es que también se activará la enfermedad y atacará a su pareja, matándola. Por eso Nalbrek dice que no va a poder vivir contigo al ser tan peligroso, pero existe una solución y yo la encontraré —le aseguró.

—Y esa es la razón por la que dices que Nalbrek está exagerando.

—No estoy exagerando. No solo soy un fracaso como marcador y no pude protegerte, protegerme, sino que ahora, si mi celo se vuelve a activar, te atacaré y te mataré. Lo único que puedo hacer es alejarme de ti y asegurarme de que estás a salvo —le explicó.

—¿Y el vínculo que ves desde que somos niños y por el que llevas persiguiéndome desde que nos conocimos? ¿Va a desaparecer de un día para otro solo porque tú intentes alejarte de mí? —le preguntó.

—Es cierto que, aunque rompamos, el vínculo seguirá, pero alejarme de ti es lo único que puedo hacer para no atacarte.

—Claro. Porque mi sueño es ser expulsado del pueblo al ser demasiado peligrosa mi presencia, y vivir una solitaria vida de paria alejado de todos mientras soy vigilado desde lejos por un lobo descerebrado que en cualquier momento puede empalmarse y decidir matarme. Y, mientras eso pasa, la gente podrá añadir a sus temas de conversación si ese será el día en que me matarás o no. Justo la vida que siempre soñé.

—Creo que mejor os dejo solos —dijo Sarnat levantándose.

—Antes de irte, una pregunta. ¿Cuál es el objeto más resistente de esta casa? —lo detuvo.

—La marmita que está al fuego —contestó Sarnat señalándola—. ¿Por qué quieres saberlo?

—Quiero golpear a Nal en la cabeza con ella —contestó.

—Dau —le pidió Nalbrek.

—¿Qué? ¿Acaso crees que voy a romper contigo por tonterías como esa?

—No son tonterías.

—Sí que lo son, ¿o acaso tú me dejaste cuando perdí mi celo?

—Pero esto es diferente. Tú solo estuviste a punto de perderlo, pero si mi celo se activa, te mataré. ¿Por qué no puedes entender que no quiero hacer algo así?

—Como si tú pudieses matarme —rechazó haciendo un gesto despectivo—. Además, tú mismo lo dijiste, que no podías dejar de protegerme debido a cómo eres y no soportaría tener a alguien vigilándome día y noche desde lejos. Me pondría de muy mal humor y tú no quieres verme de mal humor —le advirtió.

—Yo solo quiero que estés a salvo —replicó Nalbrek derrotado.

—Nal, ¿tú, de verdad, quieres romper conmigo? —le preguntó serio.

—Ya te he dicho que no. Eres mi pareja. Si no fuese por los afrodisiacos...

—Muy bien. Entonces vete a nuestra casa a descansar mientras yo hablo con Sarnat —le ordenó.

—¿Ir a nuestra casa?

—Sí. Tienes la mala costumbre de interrumpirme y pensar que puedes decidir por los dos, así que márchate. Necesito hablar con Sarnat con tranquilidad para entender mejor lo que ocurre y decidir qué hacer.

—Confía en tu pareja y vete a descansar —intervino Sarnat antes de que Nalbrek pudiese decir nada.

—Pero...

—No puedes hacer nada aquí, así que vete y descansa antes de que recuerde que me prometí no dejarte entrar en nuestra casa hasta que no pasases, al menos, tres horas colgado de algún árbol —le advirtió.

—Está bien, me iré. Pero cuéntame lo que ha pasado en cuanto llegues —le pidió preocupado.

—Sí, sí. Solo vete, nubecita —aceptó y Nalbrek se marchó reticente dejándolos solos—. ¿Cómo de seria es la situación? —le preguntó al búho en cuanto el olor de Nalbrek se disipó en el aire.

—Ya os he dicho... —comenzó condescendiente cuando se detuvo al ver como lo miraba. Sarnat trataba sobre todo a niños y ancianos, así que solía esconder o minimizar las cosas para no preocuparlos. Y esa manera de comportarse, de alguna manera, se acabó extendiendo a sus demás pacientes. Pero él no era un niño y necesitaba saber la situación real—. No es buena —le dijo por fin.

—¿Cómo es de peligrosa?

No lo sé y eso es lo que más me preocupa. Nalbrek tiene la enfermedad de amanas. Aunque esté dentro de sus feromonas y, por lo tanto, no lo afecte, es cuestión de tiempo que desarrolle la enfermedad. No debemos olvidar que es una enfermedad que afecta más a los cazadores, sobre todo a los lobos como él, y el que pasase tanto tiempo con la enfermedad en esas condiciones de debilidad cuando huíais no ayuda. No fue culpa tuya —le advirtió Sarnat al ver su cara.

—Sí lo es —lo contradijo—. Pero antes de sentirme culpable tengo cosas que hacer, así que continua —le pidió. Primero sacaría a Nal de aquello, después se llamaría idiota y se lamentaría.

—Sabía elección. Como he dicho, no tiene síntomas, pero cada día que pasa Nalbrek parece estar más irritable —prosiguió el búho—, reacciona de una manera más agresiva a las cosas, y aunque se controla de inmediato y se disculpa, aunque se puede achacar a la situación...

—Es preocupante —acabó Dau por él y Sarnat asintió serio.

—Varios sanadores me han advertido que es una señal de que está a punto de desarrollar la enfermedad y aunque no hay pruebas, he dejado de intentar activar los afrodisiacos por el momento para ver si se calma.

—¿Y eso es una buena idea?

—No, no lo es —admitió—. Cada minuto que pase con los afrodisiacos, con la enfermedad en su cuerpo, la posibilidad de que la desarrolle aumenta, pero, a la vez, no puedo darle nada para purgarse ahora, es demasiado arriesgado dado su comportamiento. Yo fui quien le prohibió a Nalbrek verte al principio pensando que podría limpiarlo antes, pero me equivoqué —se lamentó—. Si hubieses estado con él desde el principio, si hubiese quemado los afrodisiacos cuando estaba más débil quizás no estaríamos así.

—Sí, quizás estaríamos peor —añadió—. Es cierto que hubiese preferido estar a su lado, pero esto no es culpa tuya, tomaste lo que pensaste que era la mejor decisión en ese momento. Tú no podías saber que los lobos estaban tan locos como para darle algo con amanas a uno de los suyos. Y Nal también tiene parte de la culpa por comportarse así cuando nos distéis permiso para vernos. No creo que mantener esa distancia fuese lo mejor.

—Nalbrek estaba tan preocupado por la posibilidad de atacarte que se marchaba a en cuanto sentía cualquier cambio. Aunque yo le decía que, al estar fuera, era seguro, nunca me hizo caso.

—Su instinto de protección. Pero no era solo eso. Ese perro cobarde no quería enfrentarse a mí después de lo que pasó en la ciudad.

—Tienes que entender que ha sido muy duro para él.

—Lo sé.

—Pero tus palabras fueron aún más duras. Tanto que decidió ir a verte para explicarte la situación y aunque le dije que yo te lo explicaría, insistió en que debía hacerlo él, que te lo debía después de todo lo ocurrido. Tomó una buena cantidad de inhibidores para asegurarse de que no te atacaba. Y, tal y como imaginaba, has venido de inmediato al enterarte.

—Nal fue demasiado teatral al decírmelo como para no hacerlo —le quitó importancia—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—Debería decirte que no lo sé, ya que apenas si ha habido cambios en los últimos días, pero tengo un mal presentimiento con todo esto. No tenemos demasiado tiempo y una vez que comience a desarrollar la enfermedad, solo podremos matarlo —le recordó y es que no existía la cura.

—Entonces sacaré esos afrodisiacos de su cuerpo antes de que tenga que matarlo.

—Tienes un plan, ¿cierto? —le preguntó Sarnat al ver su expresión.

—Desde luego, soy un zorro de recursos—le recordó con suficiencia—. Tan solo necesito que me ayudes con algunos detalles.






—Nal —lo llamó entrando en la cabaña varias horas después encontrándolo sentado frente a la chimenea—. ¿Tú confías en mí?

—Sabes que sí —contestó este levantándose mientras lo miraba sin entender.

—Entonces demuéstramelo.






Y esta es la razón por la que Nal quiere matar a Dawi, porque tiene amanas. Nunca nadie preguntó cómo los humanos pudieron desarrollar un afrodisiaco para los cambiantes, pero aquí tenéis la respuesta. Y Dawi, como siempre, al rescate de su pareja.

Por cierto, ¿qué creéis que planea Dawi? ¿Hace bien Nal al confiar en él? Porque una parte de mí está preocupada, lo admito 😅

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro