Porque yo quiero...

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Ese maldito lobo —murmuró entre dientes golpeando la ropa contra las piedras con fuerza—. Como si me importase que no quiera hablar conmigo o que prefiera pasar el resto de su vida como el lobo descerebrado que es —prosiguió golpeando de nuevo antes de comenzar a frotar con fuerza—. Si quiere ser un lobo que lo sea. Si no quiere volver conmigo, que no lo haga. ¿Acaso cree que me importa? Porque no lo hace. No necesito a un inútil así en mi vida. Lobo o no, lo colgaré de los huevos del árbol más alto como intente acercarse a mí.

Siguió restregando la ropa con brío mientras se quejaba hasta que se incorporó tan solo para encontrarse a los demás observándolo, pero, en cuanto los miró, todos volvieron a sus coladas, así que extendió la ropa sobre la maleza para que se secase antes de coger su cesta y marcharse. Tenía que conseguir frutos del bosque. Se dedicó a ir de un sitio a otro reuniendo bayas, moras y otros pequeños frutos comestibles mientras su irritación iba aumentando debido a cierta sombra que parecía no querer separarse de él hasta que, al acabar, regresó al río obviando a su sombra para lavar con mucha diligencia sus frutos. Si quería jugar aquel juego, él se aseguraría de que se aburriese. Cuando decidió que ya era suficiente, comprobó que la ropa estaba seca recogiéndola para regresar. Caminó pensando en qué hacer de comer, algo que oliese bien, si aquel lobo estaba decidido a seguirlo, al menos se aseguraría de que pasaba hambre mientras lo hacía. Estaba barajando sus opciones cuando, al llegar a su casa y ver la leñera, recordó que no tenía suficiente leña. Se suponía que iba a recoger alguna antes de regresar, pero debido a cierto lobo y su insistencia en seguirlo, se le había olvidado. Y ahora iba a tener que salir otra vez. Dejó las cosas irritado abriendo la puerta tan solo para encontrárselo delante de él, así que hizo lo más lógico: pasar a su lado como si no lo hubiese visto dirigiéndose al bosque.

¿No había pasado todos aquellos días evitándolo porque no quería hablar con él? Pues iba a concederle aquel deseo.

Comenzó a internarse en el bosque con un silencioso Nalbrek detrás. ¿Acaso no tenía nada más que hacer que seguirlo? Los lobos se suponían que eran animales ocupado. ¿No tenía garrapatas que comerse o algo así? Porque que lo siguiese horas y horas sin decir nada era, por decirlo con suavidad, irritante. Sobre todo, porque sabía por experiencia que aquello podía durar años.

—Deja de seguirme —exigió cuando llegó al límite de su paciencia dándose la vuelta. Por culpa de aquel lobo no era capaz de centrarse y encontrar algo decente que quemar.

—Dawi.

—No me llames Dawi. No me sigas —repitió.

—Tengo que hablar contigo.

—Claro, hablemos —aceptó—. Pero antes, tengo que colgarte por las bolas del árbol más alto del bosque durante un par de días. Después de eso, te bajaré y hablaremos.

—Estás enfadado y lo entiendo, pero esto es serio. Hay algo que debo decirte.

—Después de que te cuelgue.

—Dau, por favor.

—No. Fuiste tú quién me estuvo evitando durante semanas. Pues bien, ahora soy yo quien no quiere escucharte. No me interesa lo que tengas que decirme —zanjó.

—Dawi, sé que estás enfadado y por eso esperé varios días, pero ya no puedo esperar más. Tienes que saberlo.

—No me interesa —repitió dispuesto a marcharse. No iba a caer en algo tan burdo.

—Bien, hagamos una cosa —lo detuvo Nalbrek—. Te propongo una carrera.

—No, gracias.

—No sé de qué tienes miedo.

—De que la estupidez sea contagiosa —replicó marchándose.

—Si ganas, no volveré a acercarme a ti hasta que me llames —le aseguró haciendo que él se detuviese mirándolo. Después de tantos años, él sabía mejor que nadie lo insistente que podía volverse Nalbrek cuando quería algo y estaba ofreciéndole lo único que sabía que podía tentarlo: que lo dejase en paz.

—¿Y si ganas tú?

—Me escucharás.

Lo miró evaluativo. Nalbrek nunca fue muy rápido y en esos momentos no estaba en sus mejores condiciones, lo cual significaba que solo debería elegir un sitio alejado y no tendría problemas para ganar.

—Muy bien, corramos hasta el río —aceptó.

—¿El río?

—La carrera ha sido idea tuya, así que yo elegiré el lugar.

—Yo preferiría hasta el gran roble.

—¿El que está cerca de tu cabaña?

—Mi antigua cabaña, pero sí —confirmó Nalbrek así que lo miró.

Aquel árbol estaba en dirección contraria al río, pero la distancia era similar, la diferencia era que, mientras que, si corrían hacia el río, cada vez el bosque estaría más despejado, en dirección contraria era al revés, y eso le daba ventaja a él por ser más pequeño. ¿Podría ser porque, si corrían hacia el río, sería hacia abajo mientras que hacia el roble tendrían que subir? Descartó aquello, ya que no suponía ninguna ventaja para el lobo, pero entonces ¿por qué aquel árbol en concreto? Tenía un mal presentimiento.

—¿Por qué allí?

—No quiero testigos —respondió Nal y él lo miró intentando encontrar la trampa hasta que asintió al no encontrarla.

—Acepto.

Por más que supiese que estaba tramando algo, no conseguía encontrar ninguna razón lógica para negarse a algo que, en realidad, lo beneficiaba ya que, sin importar hacia dónde corriesen, él era más rápido.

Se quitó la ropa cambiando a animal mientras Nalbrek hacía lo mismo y al ver lo delgado que estaba todavía, supo que no tenía ninguna posibilidad contra él, entonces ¿por qué proponer una carrera y elegir aquel árbol en concreto?

—¿Estás listo? —le preguntó Nal situándose a su lado y él se preparó—. Entonces, vamos —le dijo y ambos echaron a correr.

Tal y como pensaba, no tardó demasiado en dejar a Nalbrek atrás. Aun así, no se relajó corriendo con rapidez entre los árboles, pero teniendo cuidado de no caer ni tropezar cuando se detuvo al ver a un ave pasar a toda velocidad. ¿Un águila? Se regañó volviendo a correr. Desde luego que había águilas tan cerca de su pueblo, ¿acaso no las había visto incontables veces? Lo que debía hacer era centrarse en que el lobo no lo alcanzase. Por suerte, no podía oírlo, lo que significaba que mantenía su ventaja. Continuó corriendo, manteniendo el ritmo y, al ver aparecer la silueta del viejo roble sin que Nal lo alcanzase, sonrió acelerando mientras el árbol se hacía más y más grande. Pero cuando estaba a punto de llegar al tronco, el lobo salió de detrás del árbol.

—¿Qué? —Se detuvo sorprendido cambiando a humano—. ¿Nalbrek? —preguntó mirándolo de arriba abajo incrédulo y es que no era posible que hubiese llegado antes que él.

—Te dije que era rápido —replicó sonriendo con suficiencia mientras cambiaba a humano.

—No, has tenido que hacer trampa —negó cambiando a humano mientras lo miraba incrédulo sin entender cómo había llegado hasta allí antes que él. Ni siquiera estaba jadeando.

—Dawi, ambos salimos del mismo sitio y ahora ambos estamos aquí, ¿cómo se supone que voy a hacer trampa?

—No lo sé, pero has hecho trampa. Debí haberlo imaginado cuando elegiste este lugar —se reafirmó. Era imposible que hubiese llegado antes que él. Imposible. Él había elegido el único camino posible y Nal estaba detrás de él. No podía haberlo adelantado sin que se percatase. Aquello no tenía sentido.

—No he hecho trampa, yo también he venido aquí tan rápido como he podido. Además, ¿qué trampa? Si estás tan seguro de que he hecho trampa, ¿en qué ha consistido?

—No lo sé —replicó y es que Nalbrek estuvo junto a él en la salida y ahora estaba allí. Aquello no lo podía negar—. Pero lo has hecho y yo no hago tratos con tramposos —se reafirmó cambiando a zorro para marcharse cuando el lobo saltó sobre él tumbándose encima y sujetándolo en su forma animal. Tal vez aún no estuviese recuperado, pero la diferencia de peso era suficiente como para inmovilizarlo.

—No, he llegado aquí primero. Ahora debes escucharme, lo prometiste —le recordó, así que, al darse cuenta de que así no conseguiría nada, se quedó quieto mirando los árboles movidos por el viento—. No me lo vas a poner fácil, ¿verdad? —le preguntó, pero él no contestó—. Está bien —aceptó—. Después de todo, me lo merezco. Tú tenías razón, no debí comportarme así. Quería disculparme por haber huido de esa manera de ti.

—El que lo aceptes no cambia lo que hiciste, pero lo mejora —admitió.

—Es que cuando la gente de la ciudad me atrapó, cuando me encadenaron a la pared, sentirme tan indefenso... que tú me vieses así...No sabía cómo hacer frente a eso y acabé huyendo al no ser capaz de enfrentarme a ti —le explicó soltándolo y cambiando a humano.

—Tú me viste así también —le recordó imitándolo.

—Pero es diferente.

—¿Diferente por qué?

—Porque yo te marqué.

—¿Y? Somos pareja, nos protegemos el uno al otro.

—Pero se supone que soy yo el que debe protegerte a ti.

—Ya te dije que, si querías a alguien que dependiese de ti, buscases un herbívoro. Los zorros no servimos para quedarnos atrás esperando milagros. Además, no es como si hubieses sido un completo inútil. Me sacaste de la ciudad y luego no me atacaste.

—Yo no te saqué de allí, fuiste tú quien me sacó.

—Yo solo te solté, fuiste tú el estúpido lobo suicida que bajó una pared casi vertical de noche para ponernos a salvo y luego avanzaste todas aquellas horas por el bosque a pesar de tu estado. Yo no hubiese podido cargarte.

—Aun así, no debí permitir que pasara.

—Pero pasó. Yo te saqué de la habitación y tú nos sacaste de la ciudad. Eso es en lo que consiste ser una pareja, nubecita. Ambos ayudan. Si no te gusta eso...

—Debería haber elegido a un herbívoro como pareja —acabó Nalbrek por él—. Pero tú eres mi pareja.

—Entonces trátame como tal de una vez.

—Cierto. Nunca has necesitado a nadie, ni siquiera a mí —añadió más bajo.

—Nal, ¿te has golpeado la cabeza con algo? —le preguntó mirándolo con atención.

—No que yo recuerde —negó Nal desconcertado.

—¿Quizás los afrodisiacos? ¿O la falta de comida? —murmuró pensativo cuando se dio cuenta de que Nal lo miraba sin entender—. Es que ahora eres más idiota que antes de ir a la ciudad —le explicó.

—Dau —le advirtió empezando a molestarte.

—¿Qué? Es cierto. ¿Depender de ti? No mientras pueda evitarlo, mi deber es estar ahí para ti tanto como tú lo estás para mí, así que no, no dependeré de ti. ¿Pero necesitarte? Eres mi pareja, Nalbrek, claro que te necesito. O te necesitaba hasta que decidiste pasar más de una semana evitándome en tu forma de lobo. Desde entonces lo único que necesito de ti es que me dejes colgarte de los huevos de un árbol alto.

—Está bien. Lo entiendo. Me dejé llevar por mi orgullo. No debería haberte evitado. Lo siento. No me sentía capaz verte después de lo ocurrido, solo con pensar que me habías visto así... Pero después de lo que me dijiste me di cuenta de que tenías razón, de que, al huir de esa manera, seguía comportándome como un cobarde, mostrándote un lado de mí que nunca deberías haber visto y que, lo primero, era disculparme contigo por mi comportamiento en la ciudad. Desde que regresamos. Mi reacción fue demasiado inmadura y te hice daño. Lo siento.

—Nal, ¿qué pasó en la ciudad después de que te fueses? ¿Cómo acabaste en esa habitación? —inquirió en lugar de contestar.

—Esa mañana, después de salir de la casa de mi familia, me reuní con varios lobos alfas como estaba previsto y, cuando les dije que me iba, empezaron a discutir conmigo, diciéndome que no podía marcharme aún, intentando retenerme. Yo empecé a molestarme e iba a regresar cuando me atraparon y me llevaron a la fuerza a una habitación. Fue muy humillante —añadió en voz baja.

—¿Cuántos?

—¿Cuántos? —repitió Nalbrek sin entender.

—¿Cuántos lobos hicieron falta para llevarte?

—Cuatro.

—Pues explícame qué tiene de humillante perder contra cuatro lobos adultos elegidos para dominarte —le pidió y es que no hacía falta ser un genio para saber que los alfas no habrían llamado a los más débiles de la manada una vez que decidieron quitarse las máscaras.

—Es que yo pensaba que podría con ellos si intentaban atacarme.

—Bienvenido a la realidad. Nadie puede contra cuatro oponentes de tu misma especie entrenados. Nadie. Pensar lo contrario no es confianza, es estupidez. ¿Y después?

—Me llevaron a esa habitación y me encadenaron a pesar de mis esfuerzos por soltarme. Al parecer decidieron que, ya que no podían usarme a mí, crearían una nueva generación a la que esclavizar. Después me dieron algo y todo se volvió confuso. Solo recuerdo enfado, dolor y la sensación de que algo iba mal.

—Era por esas mujeres —le explicó.

—¿Mujeres?

—Aquel día, después de que te marchases, el humano vino a hablar conmigo —le explicó ignorándolo.

—¿El humano?

—Dijo que Hilmar fue a ver a los alfas y que estaba actuando extraño desde entonces, que no era la primera vez que le pasaba después de verlos y que no sabía qué ocurría. Me dijo que estaba muy preocupado por lo que estaba sucediendo, que tenía un mal presentimiento y dado que yo también lo tenía y ya habías visto la tumba de tu familia, cogí nuestro equipaje y algunas provisiones y las escondí en el bosque por si teníamos que salir de forma repentina.

—¿Escondiste las cosas en el bosque?

—Desde luego, si no, ¿cómo crees que pudimos hacer el viaje de regreso? Porque llevábamos lo básico. Después de ocultarlo, regresé para buscarte e irnos, pero en cuanto entré en la montaña, unos lobos me obligaron a ir a una de las habitaciones de la casa de tu familia, me quitaron la ropa y unas mujeres que nunca había visto se restregaron contra mí.

—¿Te quitaron la ropa? —le preguntó Nalbrek mirándolo.

—Se restregaron contra mí —repitió con los dientes apretados. ¿Por qué se centraba en la parte que no era relevante?—. Era evidente que eso estaba relacionado contigo y que no era nada bueno, así que escapé y usé nuestro vínculo para encontrarte mientras incendiaba la ciudad por el camino. Esa distracción fue la que nos dio una oportunidad.

—¿Cómo lograste escapar?

—Me pusieron un guardia estúpido, así que fue muy fácil para un zorro como yo engañarlo.

—Pero, ¿cómo lo hiciste?

—Nada especial, solo fingí que estaba en problemas y necesitaba ayuda y cuando entró a ayudarme, lo maté —le explicó evasivo. No reconocería que se ofreció a otro ni bajo tortura. Por suerte, el otro lobo presente en la habitación no podría contárselo a nadie—. Cuando te encontré, estabas encadenado a una pared y había una chica intentando acercarse a ti, pero tú no se lo permitías a pesar de que ella tenía mi olor mientras esa bruja y los dos viejos, hablaban de darte más afrodisiacos para dominarte. Tanto quejarte de que yo fui estúpido al no fingir que los afrodisiacos me afectaban para poder huir de los humanos y tú haces lo mismo.

—No es lo mismo, yo estaba encadenado a una pared.

—Es lo mismo. Así que ahora no podrás volver a echármelo en cara —le advirtió—. Después entré, saqué a los lobos de la habitación, bloqueé la puerta, noqueé a la bruja, encontré las llaves de las cadenas, te di el poco anulador que llevaba y te liberé —enumeró—. Escapamos por la pared, aun no entiendo cómo, y después solo avanzamos por el bosque hasta una cueva que encontré.

—No recuerdo nada de eso. Tan solo algunas imágenes de ventanas ardiendo y la agradable sensación del viento, pero nada más. Ni siquiera recuerdo los días en la cueva hasta que no viniste a traerme la carne. Deberías haberme dejado morir.

—Sí, claro. Como si hubiese dejado pasar la oportunidad de hacerte pasar por lo mismo por lo que yo pasé.

—Se supone que me salvaste porque soy tu pareja y te importo —le recordó Nalbrek divertido.

—Y por todo lo que vamos a ganar en las apuestas —añadió—, pero el que ahora sepas cómo me sentí yo cuando estaba en manos de los humanos, cuando me obligaron a tomar el afrodisiaco, cuando estaba en esa cueva o cuando tuve que enfrentar a la gente del pueblo sabiendo que todos conocían lo sucedido es un extra difícil de ignorar. Claro que también entendí lo difícil que debió ser todo para ti cuando viniste a ayudarme.

—Mantener el control cuando sientes el efecto de los afrodisiacos a través de la conexión y de las feromonas no es fácil, ¿verdad?

—En absoluto. No entiendo como lo hiciste.

—Solo me repetía a mí mismo una y otra vez que si hacía algo, cualquier cosa, cuando te recuperases, me la cortarías —bromeó—. Además, no podía hacerte nada, no cuando no eras tú.

—Gracias por resistirte.

—Gracias por salvarme.

—Ya te dije que, si era necesario, te sacaría de allí.

—Y lo cumpliste.

—Por supuesto.

—¿Sabes? Aunque una parte de mí no quería ir a la ciudad, otra parte quería ir para demostrarme a mí mismo que era un adulto, que no tenía por qué tener miedo de esos alfas, sobre todo cuando tú estabas aquí. Pensaba que, en caso de ser necesario, podría defenderme. Pero no fue así. Me dominaron sin ninguna dificultad.

—Yo no diría que sin ninguna dificultad o ahora la ciudad de los lobos tendría a varias chicas embarazadas y una nueva generación de Uiba que torturar. Pero con esto hemos aprendido una importante lección: los lobos están locos. Así que espero que no pretendas acercarte a ellos nunca más.

—Con una vez es más que suficiente —negó—. ¿Sabes? Hablando así no pareces enfadado.

—Pues lo estoy, pero no por lo que pasó en la ciudad de los lobos o cuando regresamos. Ni siquiera cuando te quedaste con Sarnat, ya que yo entiendo mejor que nadie lo difícil que puede ser enfrentar todo eso. Lo que no te puedo perdonar es que no hablases conmigo. Me diste un susto de muerte al no querer cambiar de humano delante de mí.

—Es tan solo que no sabía cómo enfrentarme a ti después de todo lo ocurrido.

—Nalbrek, yo estuve en tu situación, así que puedo imaginarme con bastante precisión cómo te sentiste cuando despertaste para recordar que durante varios días no fuiste dueño de su propio cuerpo, de tus actos, por culpa de los caprichos de otro. Si a eso le añadimos que tú eres un alfa y que los que te traicionaron fueron los lobos que deberían haber sido tu manada, entiendo que todo fue aún peor. Por eso comprendo que necesitases tiempo solo para asimilar lo ocurrido. Pero lo que no puedo entender es que te mantuvieses en tu forma animal y no te comunicases conmigo. ¿Sabes cómo me hizo sentir eso? Incluso llegué a pesar que habías quedado atrapado en tu forma animal perdiendo tu humanidad y que nunca podrías volver a recuperar tu forma humana.

—Eso es una tontería —le advirtió Nalbrek

—¿Tontería por qué? Yo estuve a punto de perder mi celo al estar en mi forma humana después de tomar los afrodisiacos humanos, así que ¿cómo saber los efectos en ti cuando te habían dado tanto o más que mí? ¿Cuándo habían planeado hacerle eso a tu madre? Incluso empecé a hacer planes para mudarnos lejos del pueblo si no conseguías regresar a tu forma humana. Y todo para que solo fuese un juego por tu parte porque eras demasiado cobarde como para decirme a la cara que necesitabas tiempo para asimilar lo ocurrido.

—Dau, siento que pensases eso. Nunca se me ocurrió que pudieses pensar algo así.

—Pues lo hice, así que no te será tan fácil que te permita volver a casa —le advirtió.

—Dau, quería hablar contigo para disculparme por mi comportamiento, pero también porque tengo algo muy importante que decirte. Y debo ser yo quien te lo diga. Esta vez no huiré.

—¿Decirme qué? —le preguntó mientras tenía un mal presentimiento.

—No es solo por lo que pasó que te he estado evitando. Hay otra cosa. Nosotros tenemos...—se detuvo bajando la cabeza, cuando respiró hondo mirándolo a los ojos—. Tenemos que romper nuestra unión —le dijo por fin.

—¿Qué? ¿Romper? ¿Después de sacarte de esa ciudad y arrastrarte hasta aquí? No —rechazó Dau cuando se recuperó de la sorpresa—. Te colgaré de un árbol y me vengaré, pero no romperé contigo solo por esto. Somos una pareja.

—¿Y acaso crees que yo quiero? Pero es lo único que puedo hacer para protegerte. Tenemos que romper —repitió.

—¿Protegerme? ¿Protegerme de qué? ¿De qué estás hablando, Nalbrek? ¿Por qué, para protegerme, deberíamos romper? —exigió sin entender.

—Porque quiero matarte —contestó Nalbrek.







Y aquí tenemos la verdadera razón por la que Nal no se acercaba a Dawi. Desde luego su orgullo también tuvo que ver, pero la razón más importante es porque quiere matarlo. Y no, no es por el carácter de Dawi ni una manera de hablar. Nal quiere matar a Dawi y ni su instinto Uiba podrá evitarlo.  Se va a tomar un poco de chocolate mientras reflexiona sobre la vida*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro