No hablas. No hables.

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—Sarnat —lo llamó abriendo la puerta de golpe—. Saca a ese inútil lobo. Ahora —exigió.

—Dau, ¿quién te crees que eres para entrar así en mi casa? —preguntó Sarnat dirigiéndose hacia él molesto mientras todos en la habitación se detenían para mirarlo—. Fuera.

—No me iré.

—Fuera —repitió empujándolo.

—He dicho que quiero ver a ese lobo ahora —repitió convirtiéndose en zorro e iba a saltar para sortear a Sarnat, cuando alguien lo cogió en pleno vuelo.

—Te han dicho que no eres bienvenido aquí —le recordó Baem sacándolo de allí para llevárselo.

—Baem —le advirtió intentando soltarse, pero este no lo hizo hasta que no regresó a su casa soltándolo antes de pararse en la puerta bloqueándola—. Déjame salir —le advirtió.

—No. Y ahora cambia a humano, tenemos que hablar. Cambia —repitió y él lo hizo de mala gana.

—Es que hace ya dos semanas desde que regresamos al pueblo y Nalbrek fue recluido por Sarnat. Dos semanas.

—Lo sé, pero tú conoces la situación mejor que yo. No es bueno para Nalbrek que tú estés cerca.

—Eso lo entendía al principio, ¿pero dos semanas después? Baem, ¿hay algo que no me estáis diciendo? —le preguntó preocupado y es que, si bien podía entender que lo hubiesen mantenido alejado de él al principio mientras le daban medicinas para limpiar su organismo de los afrodisiacos que aún quedaban, que no les permitiesen vivir juntos hasta que Nalbrek no estuviese recuperado, ¿no poder ni siquiera verlo? Aquello era extraño y el que Nalbrek no usase su unión para comunicarse con él, no hacía sino aumentar su preocupación—. Baem —le pidió y este abrió la boca cuando negó.

—No hay nada de lo que debas preocuparte —le aseguró—. Nalbrek solo necesita un poco más de tiempo para recuperarse y estará de regreso contigo. Esto ha sido muy duro para él y necesita que tengas un poco más de paciencia. ¿Podrías tenerla y no intentar entrar en la casa de Sarnat? Su familia empieza a estar cansada.

—Es que son dos semanas —repitió restregándose la cabeza. Por más que entendía que Nalbrek necesitaba tiempo, su instinto lo apremiaba a ocuparse de su pareja y era muy duro no hacerlo, sobre todo cuando él sabía mejor que nadie por lo que estaba pasando.

—Hablaré con Sarnat y le preguntaré en qué condiciones puedes verlo —le ofreció.

—¿De verdad? —le preguntó levantando la cabeza.

—De verdad —asintió Baem—. No sé si aceptará ni cuáles serán las condiciones en caso de que lo haga, así que no te hagas demasiadas ilusiones. Pero lo haré —le aseguró.

—Gracias —le dijo y es que, si podía verlo, no le importaría las condiciones.





Al día siguiente, estaba cerca de un claro cuando vio a Nalbrek en su forma de lobo acercarse desde el otro lado. Seguía estando demasiado delgado para un lobo, su pelaje demostraba todo por lo que había pasado y apenas caminaba se detenía jadeante. Al verlo así, sintió como algo amargo le subía por la garganta, así que lo devolvió a su lugar mirando a Nalbrek, el cual mantenía la distancia, como si no estuviese seguro de qué hacer, hasta que se dio la vuelta marchándose por donde había venido y dejándolo solo con Baem.

—Gracias —le dijo sin mirarlo antes cambiar a zorro y marcharse corriendo sin darle la oportunidad de responder.





Después de aquello, empezó a ver a Nalbrek casi todos los días, siempre con Sarnat cerca, como si quisiese asegurarse de lo que aquel lobo hacía. A veces este se acercaba tumbándose para mirarlo con atención durante un largo tiempo tan cerca que podría tocarlo si andaba un paso, otras, se mantenía a distancia marchándose corriendo poco después. Tan solo dos cosas eran constantes: siempre tenía su forma de lobo y nunca le hablaba. Y aunque, al principio, solo con verlo fue suficiente, poco a poco una sombra surgió llenando su mente. ¿Por qué Nalbrek no volvía a su forma humana? ¿Por qué no se comunicaba con él? ¿Por qué solo lo miraba? ¿Estaba molesto por algo? Descartó aquella idea con rapidez, pero aquello no tenía sentido. Intentó hablar con él, pero cada vez que lo intentaba, Nalbrek lo miraba hasta que se levantaba frustrado marchándose y dejándolo sin saber muy bien qué hacer, así que le preguntó a Sarnat, pero este se limitó darle excusas que no creería ni un niño de cinco años y a decirle que Nalbrek aún tenía algunos pequeños problemas y que debía tener un poco más de paciencia. ¿Pero paciencia con qué? Era cierto que aún no estaba recuperado, pero si podía andar hasta el claro, podía cambiar a humano. Además, no había ninguna razón para que no le dijese nada ni siquiera por su conexión.

¿Y si no podía hablar? ¿Y si no podía cambiar? En teoría aquello no tenía sentido, sobre todo cuando cambió durante su viaje, pero luego recordaba que él, por culpa de los afrodisiacos humanos había perdido su celo, quizás porque pasó lo peor de los efectos en su forma humana y no podía dejar de preguntarse si Nalbrek, al acabarse los efectos de los afrodisiacos, había quedado atrapado en la forma que tenía en esos momentos, siendo esta la de lobo. ¿Y si estaba condenado a convertirse en su animal perdiendo su humanidad y el no poder hablar era la primera señal? Una parte de él le decía que aquella idea era una locura, que unos simples afrodisiacos no podían hacer eso, pero luego recordaba que, si uno pasaba demasiado tiempo en su forma animal olvidaba su humanidad, que habían planeado convertir a Gerna en su animal para que tuviese todas las camadas posibles y ¿cómo descartar que le habían dado algo para que tuviese su forma de lobo a su pareja? ¿Qué, debido a todo lo que le habían dado, no hubiese hecho efecto hasta ahora? Que Sarnat y Baem no se lo habían dicho porque estaban intentando encontrar una solución. Que por eso Nal no se comunicaba con él y parecía tan frustrado cuando se veían.

Y para saber la verdad solo debía hacer una cosa: preguntarle a Sarnat y a Baem, exigirles una respuesta, pero no se atrevía, ya que ¿y si le decían que sí? No es que fuese a abandonar a Nalbrek, eso nunca, tuviese la forma que tuviese, aunque quedase atrapado en su forma de lobo y perdiese su humanidad, nunca lo haría. Tan solo... debería haberlo sacado de Narg antes, mucho antes, en cuanto se dio cuenta de que era una trampa, sin importarle lo que opinase aquel lobo. Si lo hubiese hecho, nada de eso habría pasado y Nalbrek seguiría siendo su extraña pareja llena de secretos, no un lobo al que veía, como mucho, diez minutos cada día antes de que este se alejase sin mirar atrás.

Necesitaba saber qué estaba pasando, pero le daba demasiado miedo confirmarlo, tener que vivir con aquella culpa por el resto de su vida. Por eso mantenía aquella preocupación dentro de él sin mostrar nada mientras prestaba atención a los rumores que corrían por el pueblo e intentaba conseguir una respuesta de Nalbrek sin éxito.

—Dau —lo llamó Baem serio mientras regresaban al pueblo después de su encuentro diario con Nalbrek.

—¿Ocurre algo?

—Sarnat, Nalbrek y yo hemos estado hablando y creemos que sería mejor que Nalbrek regresase por el momento a su cabaña hasta que se recupere un poco más.

—¿Nalbrek quiere dejar de ser mi pareja?

—Desde luego que no —negó Baem con fuerza. Demasiada—. Pero tú activas los afrodisiacos y aún tiene demasiados en su sistema, por lo que es duro para él estar cerca de ti.

—Ya veo —murmuró.

—Dau, solo tienes que darle un poco más de tiempo y regresará.

—Claro, ¿por qué no?

—Dau, Nalbrek se recuperará y volverá contigo le aseguró serio deteniéndose—. De verdad.

—¿Sabes, Baem? Cuanto más lo repites, menos cierto parece —le advirtió antes de alejarse.





Recogió las cosas de Nalbrek metiéndolas en una bolsa. A esas alturas no estaba seguro de nada, lo único que sabía era que estaba cansado de luchar contra todo y, si Baem y Sarnat decidieron que lo mejor para Nalbrek era que se alejase de él, no se sentía capaz de detenerlos. Al contrario. Tal vez aquello fuese mejor, alejarse de él, tomar perspectiva y pensar en el siguiente paso.

Cerró la bolsa al acabar saliendo con ella para dirigirse a la casa de Baem entre el bullicio mientras esquivaba a los niños que correteaban por la calle cuando se detuvo al oír una voz familiar. ¿Nalbrek?, pensó con el corazón acelerado acercándose cuando se detuvo frente a la puerta notando el olor del lobo, del oso y de Sarnat.

—No se trata de eso —escuchó la voz frustrada de Nalbrek a través de la puerta—. Tan solo no puedo verlo.

—Nalbrek, te hemos tratado todo este tiempo, ya puedes estar cerca de Dau. Además, tienes que pensar en él, se supone que sois pareja, no puedes dejarlo solo tanto tiempo. Se nos están acabando las excusas —le advirtió Baem serio.

—¿Y crees que yo no quiero verlo? Pero no puedo, si yo... —comenzó, cuando se detuvo—. Tengo que protegerlo.

—Nalbrek, ¿has hecho algo cuando lo has visto? —le preguntó Sarnat.

—No, pero lo haré. Lo siento crecer cada vez que estamos cerca y sé que me dominará.

—No lo hará.

—Lo hará. ¿Acaso no has visto lo que pasa cuando activas los afrodisiacos? No puedo arriesgarme.

—Tal vez sea cierto que te preocupan tus impulsos, pero no es por eso por lo que lo evitas —lo acusó Baem serio después de lo cual cayó un pesado silencio.

—Es que, ¿cómo podría mirarlo a la cara después de lo que ocurrió en la ciudad? —comenzó por fin Nalbrek—. ¿Cuándo me ha visto en ese estado? Soy un fracaso como alfa, ¿cómo puedo presentarme ante él? No puedo hacerlo.

—Así que por eso mantenías tu forma de lobo —asintió abriendo la puerta de golpe.

—Dau —dijo Nalbrek sorprendido mirándolo como si fuese una aparición.

—Dau —lo llamó Baem casi a la vez conciliador avanzando un paso, como si temiese lo que él podía hacer.

—No te preocupes, solo he venido para que le dieses sus cosas a este inútil, aunque ahora que está aquí, podré dárselo yo mismo —añadió lanzándole la bolsa con fuerza—. Y, por cierto, tienes razón. Eres un fracaso, como alfa, como lobo y como pareja.

—Dau —le pidió Baem deteniéndolo—. Eso es excesivo.

—¿Excesivo? —cuestionó a Baem—. Porque yo creo que es justo eso. Un gran fracaso. Como pareja por dejar toda la carga sobre mis hombros y huir como un cobarde refugiándose en su forma animal para no hacerme frente; como lobo, por no confiar en mí, su manada, su familia, cuando tenía problemas; como alfa, por huir y esconderse.

—Tú no sabes... —comenzó Nalbrek molesto por sus palabras.

—¿No sé qué? ¿Lo que se siente al ser obligado a tomar afrodisiacos hasta ese punto por extraños? ¿O no sé lo que ocurrió? —lo interrumpió—. Porque recuerdo lo que ocurrió en la ciudad, y después, mucho mejor que tú.

—Precisamente, ¿cómo se supone que voy a poder mirarte a la cara cuando me viste en ese estado?

—¿De qué estado estás hablando? ¿Cuando evitaste que aquellas chicas copulasen contigo a pesar de que ellas tenían mi olor y de que no eras capaz ni de saber quién eras? ¿O cuando nos sacaste a los dos de la ciudad bajando por esa pared casi vertical? ¿O tal vez hablas de cuando te destrozaste el brazo cuando me seguías para no atacarme por la espalda a pesar de que incluso yo tenía problemas para andar por la erección que me provocaba lo que me transmitía nuestro vínculo? —le preguntó señalando el brazo donde se veían las cicatrices de las mordeduras.

—Pero eso no es fortaleza, es porque fui débil que ocurrió todo eso.

—¿Débil? ¿Cuándo fuiste débil? ¿Cuando escapaste de la ciudad que sometió a tu familia durante generaciones? ¿O cuando no dejaste que sus afrodisiacos te controlasen a pesar de que te dieron más del doble de la cantidad normal porque no conseguían dominarte? Porque fuerte no es el que no cae, fuerte es el que, a pesar de todo, vuelve a levantarse. Tu estado, tus cicatrices, deberían ser algo que muestres con orgullo ya que significa que una ciudad entera no pudo domarte. Pero me imagino que, para poder hacer algo así, hay que ser un alfa de verdad, algo que, obviamente, no eres. Así que sigue huyendo lobo, coge tu estúpido orgullo, escóndete y no vuelvas porque no te admitiré a mi lado. Yo arriesgué mi vida para sacar a mi compañero de allí, no a ti. No vuelvas a acercarte a mí —le advirtió antes de marcharse.             







Nal ha conseguido enfadar a Dawi. Otra vez 😅 La cuestión es que Nal tiene sus razones 👉👈

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