Su pareja

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Salió cerrando la trampilla del suelo antes de volverse hacia los elegidos y estos se apretaron la mano palideciendo antes de comenzar a gritar mientras se escuchaban el ruido de huesos rompiéndose.

—El dolor es vida. La vida es dolor —canturreó Fargla.

—¿Qué les estás haciendo? —exigió uno de los acompañantes de los elegidos mirando al sacerdote amenazador.

—Yo nada —negó Fargla—. Es él —añadió señalándolo.

—Hay que destruir las llaves —le explicó.

—¿Rompiéndoles la mano? —Señaló la mano deformada.

—¿Mejor cortar? —preguntó serio.

—No, creo que todos preferimos esto —rechazó Giam pálido.

Lo miró. Giam. Giam era el padre de Nalbrek. Nalbrek era importante para el sacrificio. Era su pareja. Y Giam era importante para Nalbrek.

—Importante —murmuró acercándose a él y, al llegar a su altura, Giam, que estaba en el suelo sudoroso apretando su mano, lo miró.

—Lo hiciste zorro —le dijo y él asintió mientras tendía la mano.

—Dámela —le indicó señalando la destrozada mano y después de un momento de duda, Giam tendió la mano, así que se la sujetó comenzando a recorrer con el dedo los destrozados huesos y estos crujieron y se deformaron bajo la piel moviéndose hasta que acabó—. Listo —le dijo a un más pálido Giam, el cual cayó de espaldas desmayado.

—¿Qué le has hecho? —le preguntó Nalbrek.

—Arreglarla —le explicó en tono monótono—. Es un águila. Necesita su mano. Pensé que te gustaría. Así que dame las gracias por arreglarle la mano y no dejar que se convierta en un montón de huesos astillados, nubecita. Es algo que requiere mucha concentración —le advirtió molesto.

—Gracias —le dijo este sorprendido por el cambio de tono, así que asintió volviéndose hacia Asdis, la cual se sujetaba la mano.

—¿A mí también me la vas a arreglar, zorro?

—No. Él te odia. Te odio demasiado, bruja. Pero también le das lástima. Aunque no lo suficiente. Aun así, tengo un regalo de despedida para ti —añadió agachándose delante de ella—. Dejaste que Nal estuviese presente durante la ceremonia, y, aunque sé que solo lo hiciste porque querías verlo sufrir, eso me salvo. Así que tengo que agradecerte eso junto con todo lo demás que has hecho por Nalbrek. Por mí.

—¿Y qué vas a hacer zorro? ¿Matarme?

—Por favor, no —rechazó—. ¿Dónde estaría la diversión en acabar con tu sufrimiento? Además, dije que era un regalo. Te concederé lo que más deseas, lobo.

—¿Lo qué más deseo?

—Te arrebataré tu poder para que seas libre de la manada —asintió antes de coger los lazos de Asdis y comenzar a arrancarlos uno a uno como un niño le quitaría las patas a un insecto, mientras que Asdis gritaba de agonía hasta que, al acabar, cayó al suelo sin fuerzas—. Ahora eres libre —le dijo mirándola desde arriba—. El único problema es que siempre estarás sola y un lobo solo, está condenado a morir en la locura, pero no te importará, ¿verdad? Después de todo fuiste tú quien prefirió tener este poder antes que ser una más de la manada. El poder de controlar a los demás, a Gerna, por más que fuese inútil.

—No sabes nada.

—Te equivocas. Yo estuve allí. Ahora, yo también estuve allí —le explicó agachándose y acercando la cara a la suya—. Así que te contaré un pequeño secreto, Uiba ciega a los hilos a los hilos que no puede controlar. Tú odiaste a Gerna durante toda tu vida, por cómo te trataba, pensabas que ella te despreciaba, pero ¿sabes una cosa? Ella no lo hacía.

—¿Y acaso crees que me importa?

—Desde luego que lo hace. Porque los Uiba son capaces de hacer cualquier cosa para proteger a su pareja, de enfrentarse a cualquier cosa, de sacrificar cualquier cosa. Cualquiera.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿Acaso no lo sabes ya? Gerna sabía desde muy pequeña quién era su pareja, tanto que ni siquiera lo dijo ya que siempre había estado a su alrededor, desde bebé. Incluso fue su primera amiga, claro que ¿cómo no serlo cuándo era su pareja destinada?

—Eso es mentira —negó Asdis tensa de repente.

—No, no lo es. Ella nunca lo dijo porque siempre estuvo allí y para cuando le preguntaron, ella ya sabía que la matarían porque había visto el destino de la pareja de su hermano mayor. Así que mintió. Cuando la presentaron ante ella, no dijo nada. Gerna siempre fue mucho más lista que aquellos alfas.

—No es posible.

—Después de eso, todo fue fácil —prosiguió ignorándola—. Alejarse de ella, mantenerla alejada, ver como el amor inicial de su pareja se transformaba en decepción, en ira, en odio. Sufrir todo eso en silencio a pesar de ser una niña asustada solo para mantener a su pareja a salvo. ¿No es increíble lo que un Uiba puede llegar a hacer por proteger a su pareja? La protegerán incluso aunque la traten como tú trataste a Gerna.

No —le gritó Asdis levantándose—. Ella me despreciaba, no me consideraba digna de estar a su lado porque ella era una Uiba mientras yo solo era una Huvit. Ella...

—¿No? Tú lo sabías, Asdis. Lo sabías, pero lo negaste por miedo. Porque sabías que, si lo descubrían, te matarían. Así que fingiste no darte cuenta y dejar que Gerna te protegiese. Tan despreciable... Pero ahora que no podrás usar tus hilos para unirte a otros lobos y llenar tu vacío, no te va a quedar más remedio que hacerle frente a lo que hiciste. Abandonaste a tu pareja a su suerte por miedo y ahora tendrás que pasar lo que te quede de vida recordando esa realidad. Por suerte para Gerna, al quedar embarazada, su instinto de protección cambió a su hijo y por fin pudo amar a alguien que sí la amaba de vuelta. Ella nunca te odió, pero yo sí. Te odio por los dos, por los tres, así que busca un agujero profundo y procura no volver a cruzarte conmigo, porque la próxima vez te arrancaré algo más que unos hilos deformes y será un placer hacerlo —añadió mientras sonreía.

No le gustaban aquellas muecas. Quería dormir. Molestos seres.

—Enseguida, enseguida —murmuró levantándose para ir hasta Nalbrek—. ¿Podríais devolvérmelo? —les preguntó a los osos que lo custodiaban, los cuales se alejaron como si, de repente, Nalbrek quemase.

—No puedes irte —repitió Fargla corriendo hacia él.

—¿No? —Se detuvo extrañado—. ¿Por qué?

—Eres nuestro señor, nosotros te convocamos.

—¿Y?

—Tú nos debes...

—¿Quieres que os agradezca haberlo despertado? —lo interrumpió y Fargla asintió—. Muy bien, evitaré que os mate y me lo llevaré lejos de vosotros —aceptó.

—Pero tienes que quedarte.

—Si no me importa lo que quiere mi marcador, imagínate lo que me importan tus deseos —le advirtió cuando suspiró—. Que alguien tenía que ser el sacrificio es evidente, que vosotros estáis locos, también. Pero Drej está de mal humor y yo aún puedo recordar lo que me hicisteis y lo doloroso que fue, así que deja de molestarme —le advirtió amenazador haciendo que Fargla retrocediese—. ¿Nos vamos? —le preguntó a Nalbrek acercándose a él.

—¿A dónde?

—No lo sé —admitió—. Por cierto, lobos, fue un placer hacerlo, así que no hace falta que me lo agradezcáis —se despidió de ellos hundiéndose en el suelo y llevándose a Nalbrek con él.




Tendió la mano hacia arriba y comenzó a cerrar los dedos por orden, y, cada vez que lo hacía, un parte del lecho marino cercano a la costa se elevaba, a veces un par de metros sobre la superficie, otras veces quedando a un par de centímetros bajo el agua, invisible. Una barrera irregular que rodeaba las costas y evitaría que los barcos humanos arribasen, mientras que, al no ser una pared continua, permitiría a los animales y cambiantes entrar y salir a mar abierto.

Se volvió hacia Nalbrek, que dormía a su lado. Viajar bajo tierra hasta llegar a dos hermanas parecía haber sido demasiado para él. Débiles criaturas.

Suspiró. A pesar de que aquel ser estaba empezando a dormirse, tal y como le dijo, compartir cuerpo y ser uno, lo había afectado, no podía negarlo. Recordaba lo que había vivido como Dau, como zorro, pero también recordaba una existencia de eones, la falta de emociones, algo que hacía que todo pareciese estar dentro de una bruma gris que le quitaba el color, tanto a la realidad como a sus recuerdos, haciendo que estos perdiesen buena parte de su sentido. No era que no le importase, era que no le importaba tanto como debería, como sabía que debería.

—Al parecer me equivoqué —murmuró tendiendo la mano hacia Nal y poniéndola en su pecho. Su corazón estaba latiendo. Nalbrek estaba vivo, a su lado, sin la amenaza de los humanos y él no sentía nada.

Se giró hacia el horizonte. Había elegido un saliente inaccesible y que era invisible desde fuera y es que, ahora que tenía el poder de un dios en sus manos, debía tener mucho cuidado. Entre ellos había personas demasiado parecidas a los humanos así que debía pensar muy bien a dónde ir, con quién relacionarse. No quería pasar de héroe a monstruo, tal y como les pasó a sus antecesores. No sabía qué hacer y por ahora solo se le ocurrían los viejos cuentos, en los que seres poderosos se marchaban solos desapareciendo para que sus poderes no causasen daño. Una eternidad solo.

Se centró cambiando su visión normal por la que le concedió la ceremonia, cubriéndose todo de una neblina roja antes de aclararse. La primera vez que le ocurrió pensó que se había quedado ciego, pero, al parecer, le permitía ver lo mismo que aquel dios, lo cual incluía los lazos que veía Nalbrek, el lazo que los unía. Tal y como le dijo este, no se parecía a nada que hubiese visto antes, pero allí estaba, uniéndolos mientras brillaba con fuerza. Una unión firme, mucho más que ninguna que hubiese visto. Pero, aun así, insuficiente para atar a alguien como en lo que él se acababa de convertir, pensó cogiendo la unión con ambas manos y rompiéndola.  








La verdad es que pensaba que alguien me preguntaría quién era la pareja destinada de Gerna, pero nadie lo hizo, así que ¿os sorprende? Recordad siempre que lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia 😌

Y sí, Dawi ha roto su vínculo con Nal al ser demasiado débil para mantenerlos unidos ahora que es un dios 👉👈 ¿Alguien quiere chocolate? 🍫🍫🍫

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