━ 𝐈: Hielo y fuego

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─── CAPÍTULO I ────

HIELO Y FUEGO

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── 「 𝐃𝐄𝐈𝐆𝐇𝐄 𝐀𝐆𝐔𝐒 𝐓𝐄𝐈𝐍𝐄 」 ──

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        AQUEL ERA UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA, nada fuera de lo habitual. La luz del sol iluminaba todo a su paso con fugaces destellos dorados, la brisa del incipiente amanecer mecía las copas de los árboles más altos en un sinfín de vaivenes de hojas perennes y pequeños copos de nieve descendían desde el cielo encapotado hasta fusionarse con la escarcha del suelo. A simple vista podría decirse que se trataba de un paraje de lo más hermoso y carismático, pero para muchos narnianos suponía las puertas del mismísimo báratro.

Con el sigilo propio de un felino, una figura encapuchada se desplazaba veloz por la floresta mientras seguía el rastro de lo que ese día sería su almuerzo. Avanzó varios metros y se escondió detrás de un árbol, salvaguardando una distancia prudencial con el conejo albino al que llevaba varios minutos acechando.

Era consciente del escabroso peligro al que se estaba exponiendo, dado que los lobos de Jadis solían merodear por allí con bastante frecuencia, más ahora que no dejaban de escucharse rumores acerca de unos extraños forasteros. Sin embargo, necesitaban comer. Llevaban varios días sin probar bocado porque esos odiosos soplones no hacían más que inspeccionar el territorio donde tenían asentado su campamento y, como consecuencia de ello, le había resultado imposible salir a cazar.

Ahora, gracias a los dioses, parecía que la situación se había calmado un poco, de ahí que se hubiera aventurado a probar suerte. Porque solo poseían dos opciones: morir de hambre en aquella cueva del demonio o a manos de la Bruja Blanca y sus secuaces.

Ella, personalmente, prefería arriesgarse.

Alzó su arco tallado en madera de sauce y tensó la cuerda, haciendo que sus nudillos se tornasen blancos como la nieve recién caída. Respiró hondo y apuntó al objetivo móvil, para después iniciar el trayecto de una saeta que se clavó en el cuerpo del desdichado animalillo. Este cayó a plomo sobre los brotes de tundra que estaba engullendo, ocasionando que una sonrisa mordaz asomara al rostro de su verdugo.

Llevándose el arma a la espalda, elevó un poco la falda de la larga capa que la cubría de pies a cabeza y dirigió sus apresurados pasos hacia el conejo. Se arrodilló junto a él y le extirpó la flecha con sumo cuidado, como si aún estuviera vivo.

Leig dhomh, a bhràthair («Perdóname, hermano») —comenzó a decir en la lengua característica de su especie—. Tha Rìoghachd Aslan bhios a 'fosgladh a dhorsan («El Reino de Aslan te abrirá sus puertas»). —Recogió su cuerpo inerte y lo ató a la ristra que colgaba de su cinturón.

Se incorporó, dispuesta a continuar deambulando por el perímetro, no obstante, el sonido de unas pisadas que se acercaban raudas a su posición hizo que se pusiera en guardia. Cogió otra saeta de su carcaj, empuñó una vez más su arco y giró sobre sus talones con agilidad, quedando frente a quien demontres la estuviera siguiendo. 

Estuvo a punto de disparar, pero se forzó a controlar sus impulsos cuando creyó reconocer al intruso. Dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo y bajó el arma.

—Soy yo, tranquila —pronunció una segunda silueta, también encubierta para protegerse del frío. Sus ojos, al contrario que la primera, eran de un azul intenso que refulgía con vigor bajo la lobreguez que le confería la capucha.

—¿Qué haces aquí fuera, Neisha? —preguntó la cazadora, frunciendo los labios en un rictus inquieto y turbado—. Es peligroso, los lobos de la bruja andan cerca. —Guardó la flecha en la aljaba y se colgó el arco del hombro, cruzándolo después sobre su pecho.

—Madre me mandó a buscarte, quiere hablar con las dos —comunicó la recién llegada, que no dejaba de escrutar con notable nerviosismo los alrededores. Y no era para menos, puesto que la hechicera contaba con infinidad de espías repartidos por todo el reino. Muchos de ellos árboles que habían decidido pasarse al lado oscuro—. Dice que es muy importante.

Ante la urgencia con la que hablaba su hermana pequeña, la muchacha de mirada verdosa, llamada Sirianne, arrugó el entrecejo y echó a andar. Ambas recorrieron el camino de regreso a su guarida en total y absoluto silencio, cada una inmersa en sus cavilaciones. 

Diez minutos más tarde, cuando el frío ya empezaba a calarles hasta los huesos, vislumbraron la cueva donde llevaban semanas instaladas, cuya entrada permanecía semioculta por varios matorrales y algún que otro árbol de tronco hueco. 

Se aseguraron de que nadie las había seguido y, sin más preámbulos, irrumpieron en su interior. Allí dentro el ambiente era mucho más cálido y acogedor. En el centro titilaba una pequeña hoguera que permanecía cercada con piedras de diversos tamaños. En el lateral derecho había tres camas, todas ellas hechas con hojas secas y pieles. Justo en el extremo contrario se erigía una roca de grandes dimensiones, alta y de superficie plana, que les servía de mesa auxiliar. Por último y quizá lo que más llamaba la atención, eran todos los símbolos y runas antiguas que había pintados en los muros de piedra.

Las dos se quitaron sus respectivas capuchas, dejando al descubierto sus rostros. Sus miradas fueron a parar a la exuberante mujer que las aguardaba junto al fuego. Esta, tras concluir sus cánticos y oraciones, se puso en pie con elegancia y se aproximó a ellas.

—¿Qué ocurre, màthair? —quiso saber Sirianne sin poder disimular un timbre nervioso en la voz.

La mencionada se detuvo frente a ellas. Entrelazó las manos sobre su regazo y tomó una bocanada de aire antes de contestar:

—Los dioses me han hablado. —Esbozó una sonrisa de dientes blancos y bien alineados que contrastaban con su tez pálida y sus cabellos pelirrojos—. Y esta vez nos traen buenas nuevas.

Sirianne y Neisha se observaron entre sí.

—¿Y qué le han dicho? —le instó la menor a que prosiguiera.

La mujer cuadró los hombros e irguió el mentón con satisfacción.

—La profecía de los Hijos de Adán y las Hijas de Eva está a punto de cumplirse —anunció, envuelta en un aura mística.

Sus hijas compusieron sendas expresiones de asombro, para luego sonreír. Aquella simple alegación había bastado para reavivar la esperanza que atesoraban sus marchitos corazones.

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· ANOTACIONES ·

Màthair«madre».

—Sirianne se pronuncia Siriann.

—Neisha se pronuncia Niisha.

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N. de la A.:

¡Hola, mis bellos lectores!

Ay, qué ganitas tenía de traeros el primer capítulo de esta historia. Sé que es cortito, pero al menos tiene mucha más chicha que el prefacio, jajaja. ¡Por no mencionar que ya han aparecido nuestras protagonistas! En los próximos capítulos descubriréis más cosas sobre ellas =P

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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