Capítulo 3

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(DOBLE ACTUALIZACIÓN. 2/2)

DISTRITO 13

En el Distrito trece reinaba el caos tras la declaración de Peeta. Aunque en un principio se cuestionó su palabra, finalmente todos fueron evacuados a un búnker. La tercera noche de refugiados, cuando Katniss no lograba reconciliar el sueño, se acercó a Finnick, quien aunque había recibido el alta del hospital, seguía sin soltar su nudo. La chica le contó su teoría sobre Snow, en la cuál explicaba que si no había matado a Peeta era para torturarla, manteniéndolo fuera de su alcance y haciendo ver que era de su posesión.

—Esto es lo que ellos están haciendo contigo y con Solaline, ¿cierto? —preguntó.

—Bueno, a ella no la tienen porque quieran información rebelde —dice él—. Lo más probable es que piensen que no sabía nada, que no podría con ello.

—Oh, Finnick. Lo siento —contestó.

—No, yo lo siento. Que no te lo haya advertido de alguna forma — se disculpó el rubio —.Ellos se darán cuenta de que él no sabe nada bastante rápido. Y no lo mataránsi piensan que pueden usarlo contra ti.

—Si me lo advertiste, sin embargo. En el aerodeslizador. Sólo que cuando dijisteque usarían a Peeta contra mí, pensé que lo que querías decir era como cebo.Para atraerme al Capitolio de alguna forma —le recordó.

—No debería haber dicho ni siquiera eso. Era demasiado tarde para que esopudiera haberte ayudado. Ya que no te lo había advertido antes del Vasallaje, debería haberme callado el modo en que Snow opera. —Finnick tiró delextremo de su cuerda, y un intrincado nudo se olvió una línea rectanuevamente—. Es sólo que no lo entendí cuando te conocí. Después de tusprimeros juegos, pensé que todo el romance era un acto de tu parte. Todos esperábamos que continuaras con esa estrategia. Pero no fue hasta que Peetagolpeó el campo de fuerza y casi murió que yo... —Finnick dudó.

—¿Qué tú qué?

—Que yo te había juzgado mal. Que lo amas. No estoy diciendo de qué forma.Quizás tú misma no lo sabes. Pero cualquiera poniendo atención podría vercuánto te preocupas por él —dijo amablemente.

—¿Como tú a Solaline? ¿Solaline es tu Peeta, Finnick?

—Supongo que — vaciló unos segundos — que sí, podrías decirlo así. Pero,no, Solaline es...Solaline es mi Solaline.

Se sentaron por un largo tiempo en silencio, mirando los nudosque florecían y se desvanecían, antes de que la chica preguntara:

—¿Cómo lo soportas?

Finnick la miró incrédulo.

—¡No lo hago, Katniss! Obviamente no. Me despierto a mí mismo de las pesadillas cada noche y encuentro que no hay alivio en el despertar. —Se detiene al ver la expresión de la cazadora—. Es mejor no rendirse ante eso. Cuesta diez veces más recomponerte que desmoronarte de nuevo.

La chica tomó un aliento profundo.

—Cuanto más puedas distraerte a ti misma, mejor —comentó—. La primera cosa esmañana, te conseguiremos tu propia cuerda. Hasta entonces, toma la mía.

Veinticuatro horas después, pueden abandonar el búnker. En mitad del trayecto Boggs saca a Katniss, a Gale y a Finnick de la fila y los dirigen a Defensa Especial. Una vez ahí les explican que necesitan que recopilen información sobre el ataque al distrito trece y los daños en las siguientes dos horas. Las propos están en funcionamiento de vuelta. Cuando preguntan si alguien tiene alguna duda, Finnick dice:

—¿Podemos tomarnos un café?

Una vez les facilitaron las bebidas, el chico del cuatro salpicó algo de crema en el tazón de la cazadora y le tendió un terrón de azúcar.

—¿Quieres un terrón de azúcar? — preguntó con su antigua voz seductora —.Aquí tienes, mejora el sabor — comentó con su voz normal, poniendo tres terrones en su tazón.

Snow había preparado una fiesta, una puñetera fiesta. La última entrevista había causado sospechas, y que Dios libre a Snow de ser señalado por algo que no sea ser el gran líder de Panem. Mientras me preparaban para esta, no pude evitar sentir que tenía dieciséis años. Pequeña, frágil, mandada. Quizás es lo que era, por mucho que haya intentado negarlo en estos seis años.

El traje me quedaba algo suelto, la intención era que fuese pegado a mi cuerpo, por supuesto. Se ve que no pensaron en que el qué se "olvidaran" de traerme comida varias veces a la semana tras el incidente de Peeta iba a hacer efecto en mi cuerpo.

Me arreglaron con una hora de antelación, ya que ese día tenía que visitar a la nieta de Snow. Estábamos sentadas en el blanco salón como de costumbre. La televisión estaba prendida con propaganda del Capitolio. Le estaba peinando con trenzas como solía hacerme Keira a mí. A ella le salía mejor, claro, pero hice mi mejor intento.

—Ay — se quejó y llevó las manos a su cabeza —¿Me estás haciendo trenzas?

Se giró a verme. Su expresión reflejaba miedo, estaba anonadada.

—Bueno, un peinado con trenzas sí — contesté, agarrando nuevo mechones con trenzas.

—¡No! — comenzó a toquetearse el pelo.

—¿Por qué no? Es bonito.

—Porque cualquier asociasión con los radicales será castigado.

Fruncí el ceño.

—Katniss no inventó las trenzas.

—Quítamelo.

La miré durante unos segundos y asentí. Hasta su propia nieta estaba asustada de él.

—¿Te hago el mismo sin las trenzas? — ella asintió.

Mientras destrenzaba su cabello no pude evitar pensar en como sería ser un niño del Capitolio. Siempre los había envidiado. Sin problemas para llegar a fin de mes, sin sufrir toda su adolescencia por culpa de un simple papel, sin perder a seres queridos de forma injusta. Me pregunté si me había equivocado, si su realidad no era tan brillante. Me pregunté si éramos todos muñecos de aquellos que estaban en el trono de oro.

Mientras le peinaba, la propaganda del Capitolio se interrumpió. Al principio solo se vio oscuridad, después iluminaron a la persona a la que grababan.

—Finnick — murmuré, girando mi tronco hacia la pantalla y dejando de lado el cepillo.

—Tu novio — se burló la niña.

Le di un pequeño golpe juguetón y le saqué la lengua, ocultando mi nerviosismo.

"Soy Finnick Odair, ganador de los Juegos del Hambre número 65. Estoy trasmitiendo desde el distrito 13, sano y salvo".

Sí, estaba bien. No tenía golpes ni parecía herido, pero su mirada...apuntaba a la cámara, no obstante se le notaba perdida. Su voz estaba muy apagada. Un nudo se formó en mi garganta. Había visto a Finnick en ese estado muy pocas veces, pero en todas me había partido el alma.

"Sobrevivimos a un ataque del Capitolio".

Me giré a ver a la niña, ensimismada en su mensaje. Por mucho que odiara a Snow, no quería que su nieta tuviera una imagen tan horrible de su abuelo.

—Salte de la habitación y busca a Candela — le dije.

—No, pero — comenzó a protestar.

—No peros — le acaricié el cabello —.Estás preciosa, ve.

La niña finalmente cedió e hizo lo que le indiqué.

"Pero no estoy aquí para darles noticias recientes. Vengo aquí para contarles la verdad, no los mitos sobre una vida de lujos. No la mentira sobre la gloria para tu distrito de origen. Puedes sobrevivir a la arena, pero el momento en el que sales eres un esclavo".

Mi pie comenzó a moverse con rapidez, igual que la sensación de que algo iba a pasar se iba removiendo cada vez más y más en mi estómago.

"El Presidente Snow solía venderme. Mi cuerpo, al menos. Y yo no era el único. Conocen a Solaline Grant, ¿verdad que sí? Ahora mismo está prisionera en el Capitolio, por mucho que intenten engañarles con sus entrevistas. Si un Vencedor es considerado deseable..."

Sentí ganas de vomitar el momento en el que mi nombre salió de su boca en esa frase. Me tapé el rostro con las manos y cerré los ojos mientras un cosquilleo vertiginoso escalaba mi cuerpo. ¿Qué cojones acababa de hacer?

En ese momento la puerta fue abierta. No era Candela ni ninguno de los guardias de Snow. Era él mismo. ¿Qué tanto la tienes que fastidiar para que venga el Presidente en persona a buscarte. Tragué saliva.

—Le dije que se fuera cuando comenzó la propo — expliqué el por qué su nieta no estaba aquí.

Asintió, y estaba segura de que lo próximo que haría sería darme la fecha y hora de mi muerte.

—Creo que tienes una fiesta a la que atender — me ofreció su brazo.

La sola idea de rozar su cuerpo me erizaba toda la piel, no obstante, no era tonta para negarme. Estaba tramando algo, estaba claro. Quizás disipar los rumores, pero estaba bastante segura de que, de alguna forma, me agradecía lo que hice por su nieta y por eso me daba otra oportunidad.

Acepté y dejé que me condujera hasta la fiesta en completo silencio.

—Si me disculpa, tengo un asunto que atender en mi despacho — asentí y, acto seguido, se marchó.

Me adentré entre la multitud, mucha gente quería conocer a la "chica del sol", y los tenia pegados a mí como lapas. Solo quería que se fueran y me dejaran en paz, no había manera. En ese momento se acercó alguien que conocía.

—Buenas noches — dijo, ignorando al corrillo que se había formado a mi alrededor —.Si me disculpan, le prometí a la señorita Grant una bebida.

Guiñó el ojo y todas las mujeres de mi al rededor perdieron la cabeza. Después, tiró de mi mano y me llevó junto al puesto de bebidas y me sirvió una de verdad.

—Gracias — moví el vaso en círculos, mirando el líquido en su interior y dudando si beberlo —¿Distrito dos, verdad?

Asintió.

—Adam Wilson — me tendió la mano y la apreté.

Traté de hacer memoria. Adam Wilson, Adam Wilson, Adam Wilson...

—68º juegos — dijo, como si pudiera leer mi mente.

Oh. Un año antes que los míos.

—Claro, perdona, ese año no estaba muy interesada en los juegos — finalmente le di un trago a la bebida. Sabía a mierda, no entendía como Pearce podía beber esto todo el tiempo.

Se ve que mi cara mi delató, porque el chico soltó una carcajada en cuánto despegué el vaso de mis labios.

—¿Quieres bailar?

Miré a la gente, lo miré a él. Me subí de hombros. Realmente, no me importaba nada de aquí. Quería irme, eso es lo que quería.

Se ve que Adam se lo tomó como un sí, ya que dejó mi bebida sobre la mesa y me llevó con la multitud. Desde que empezamos a avanzar un pitido molesto se instaló en mis oídos, no acostumbrados al gentío. Mi cuerpo me pidió que saliera de ahí, pero mi mente me decía que no fuera una maleducada.

—¿Qué haces aquí? — elevé mi voz por encima de la música.

—¡Me invitó Snow!

—Cómo no — murmuré.

Los distritos uno y dos siempre tenían privilegios, no tantos como la gente del Capitolio, pero sin duda más que la gente del diez.

—¡Te voy a hacer girar! — me anunció y yo reí.

Mientras iba por la mitad de la vuelta, una sensación de tristeza se instaló en mi cuerpo. Quizás no se había ido nunca, ni por estos cinco minutos.

Soltó una de mis manos y me hizo girar. Después hizo un par de pasos más que no entendía, por lo que no hice más que tropezarme y reír. Estuvimos con el intento de baile todo lo que duró el disco.

—Me lo he pasado muy bien. Gracias — le hice saber sin atreverme a mirarle a la cara.

—Yo también, sobre todo cuando me pisabas porque no tienes sentido de la coordinación — se burló.

Giré los ojos y le proporcioné un amistoso golpe en el brazo.

—Disculpa — le dije al chico del dos.

Comencé a caminar en dirección al servicio mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Caminé con la cabeza baja, intentando que nadie me reconociera, mientras dejé que algunas empamparan mis mejillas.

No había nadie en cola. Justo antes de entrar a uno de los cubículos la luz de apagó. Sentí que alguien me agarraba el brazo. Mi primer instinto fue tirar la persona al suelo, así que lo hice.

—Bonita forma de tratar a una mujer que acaba de dar a luz — vaciló la persona.

—¡Keira! — me agaché a su lado rápidamente y la ayudé a ponerse en pie —¿Qué haces aquí?

—Yo también me alegro de verte — podía ver entre las sombras como se arreglaba el cabello —.Vamos.

La luz se volvió a encender. Vi que Keira se había vestido para la ocasión. Llevaba puesto un corsé negro y una larga falda blanca de tul. También llevaba un pañuelo de color rosa, sin duda el "toque Keira" y unas sandalias plateadas con un poco de tacón.

—Ahora sí que tenemos que irnos — comenzó a avanzar a gran velocidad, sus zapatos provocando un ligero sonido contra el suelo — ¡Y luego me cuentas sobre ese chico!

Me sacó por una salida que no sabía que existiera y, delante nuestra, vi un gran vehículo. Parecía tecnología muy avanzada, digna del Capitolio. Ella comenzó a subir las escaleras.

—¿Qué es esto? — pregunté, no convencida.

Mi amiga suspiró y se pasó los mechones de pelo tras su oreja.

—Luego te explico, pero ahora necesito que confíes en mí — casi me rogó.

Asentí y la seguí. No confiaba en nadie, quizás ni en mi misma. Por otro lado, si Keira Young me pedía que confiara en ella, lo iba a hacer, hasta con los ojos cerrados.

—Keira — la llamé una vez cerraron las puertas.

—¿Qué? — estaba mirando a todos lados, pero finalmente dejó la vista fija en mí.

—Hola — le dije con una sonrisa.

Ella rio y asintió.

—Hola, Sole.


Recuerden votar si les gustó (o por agradecerme que no alargué la tortuta del Distrito 13/Capitolio otra semana).

Nos vemos la semana que vieenee, muak. 

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