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—Por favor, esperen afuera. Serán atendidos por orden de llegada.

Mina frunció los labios y salió fuera del lugar de puertas vidriosas y decoración minimalesca. La bajita la siguió cargando a su perrita, una ancha sonrisa estaba pintada en su cachetona cara.

No se molestaba en mostrar lo contenta que estaba por estar junto a su querida odontóloga. Al contrario, esperaba que lo notara ya que apenas volteaba cuando le hablaba.

—Bebé pingüino.

—No —Se anticipó a responder a lo que fuera a pedirle o preguntarle la menor.

Estaba arrepentida de no haber venido en el auto, el viento se había ido no sin antes barrer todas las nubes que tapaban el sol y ahora tenía que asarse otra vez. Para colmo las mandaron a esperar afuera donde apenas habían unos árboles flaquitos de palo borracho. Allí estaban las dos, una sentada en un tronco acostado que simulaba ser un banco de espera y la otra a su lado insistiéndole en que mirase los trucos que le había enseñado a su perrita.

—¡Mingüino!

—Que dejes de llamarme-

—¿Ya lo pensaste? —Se acercó más a la contraria, moviendo sus cejas de arriba a abajo.

—¿Qué cosa?

—Si serás mi novia.

—Nunca dije que lo pensaría. No sé en qué mundo vives —No estaba de ánimos para discutir, se había terminado la última gota de agua y el calor la estaba acechando, eso hacía que le restara importancia a cualquier tipo de comentario.

—Lo hiciste en mis sueños. Dijiste que lo pensarías y que cuando te volviera a ver me darías tu respuesta.

—¿Eh?

—Bonita.

La mayor rodó los ojos.

—Iré a la tienda por agua, me estoy muriendo de calor. Tú quédate acá por si llaman.

—¡Sí! Pero no tardes pingüinito.

La mujer estaba por cruzar la calle en busca de algún kiosco o almacén pero se detuvo y regresó por donde vino.

—¿No tenías lentes de sol... —No hizo falta la pregunta luego de ver a la mascota de la niña llevarlos puestos. Eran de juguete claramente— Olvídalo.

—¡Si el sol no te gusta, yo iré!

—No es el sol en sí sino las altas temperaturas.

—Ya regreso bebé pingüino, cuida a nuestra Nereri por favor —Y se esfumó como el correcaminos.

La contraria suspiró. Ni siquiera sabía si llevaba dinero consigo pero tampoco fue detrás de ella. Luego se arrepintió por no haber ido por su cuenta ya que quería comprarse algo dulce para comer.

Un largo rato después ya no quedaban muchas personas afuera.

Ella seguía sedienta, la chiquilla no regresaba y ya empezaba a creer que todo se había tratado de otra mentira para hacerle perder el tiempo. Se sintió idiota otra vez, y más todavía cuando recordó que traía su teléfono. Era culpa del calor infernal. Lo sacó y al toque hizo un pedido por la famosa aplicación. En cuestión de minutos obtuvo su agua fresca de manantial y sus bizcochitos dulces.

Ahora que había calmado temporalmente la sed y vuelto en sí, quería hacerse un collar con los dientes de la escuincla que la había dejado esperando como tonta ahí rodeada de animales que no toleraba.

Se tomó unos segundos de meditación para calmar su ira asesina antes de disponerse a volver al estacionamiento.

—¡Minaaa!

Ni medio segundo le tomó a la nombrada saltarle a la yugular. Bueno, era su deseo hasta que vió el aspecto con el que había reaparecido la menor. Tenía la respiración agitada, el cabello completamente revuelto, la remera estirada y rasgada y le faltaba un zapato.

—¿Qué te pasó? —Quiso saber la mayor.

—Un... —Levantó el dedo índice para que le diera unos segundos más para recuperar el aliento— Un rottweiler me persiguió cuando estaba por llegar a la tienda. Tuve que correr mucho, casi me come —Mostró la rotura de su remera—. No pude comprar nada —Sollozó frotando sus ojos lagrimosos.

Mina suspiró cerrando los suyos.

—Ya no importa... ¿Por qué lloras? ¿El perro te lastimó?

La bajita negó.

—Mi dinero desapareció, creo que lo solté mientras corría.

Un nuevo suspiro escapó de la mayor. Ya no estaba enojada, no tenía por qué estarlo ahora que sabía el motivo por el cual se había demorado tanto.

—No te preocupes. Lo importante es que estás a salvo.

Muy por el contrario, al encontrarse nuevamente con los ojos de Chae, se sintió atacada por los adorables ojitos de gato con botas con que la miraba. ¿Estaba mal si ahora quería arullarla entre sus brazos para consolarla?

—Mi mamá me había dado ese dinero para pagarle al veterinario.

—¿Qué? —Quedó confundida. ¿Entonces le compraría algo para beber con el dinero que tenía que usar para pagar otra cosa?

Aunque ella no la había mandado a ninguna parte no pudo evitar sentir algo de culpa por todo lo que le pasó.

—Oh, ¿Y Nereri? ¿Dónde está?

—Nereri...


Al cabo de veinte minutos Mina, Chaeyoung y Nereri salieron de la veterinaria.

La perrita era astuta al igual que su guardiana. No se había perdido, sólo se había escondido debajo del banco de espera en el que hasta hace rato estaban sentadas, pero cuando Chae la llamó fue corriendo a sus brazos.

La odontóloga, por su parte, se había encargado de los gastos de la pipeta y la comida de la canina, además de comprarle un par zapatos a la bajita.

Ahora irían a llenar sus propios estómagos.

—Grafdias Minha —dijo con la boca llena mientras agarraba su big-mac con ambas manos.

—Termina de comer antes de hablar o te atragantarás —Reprendió la contraria antes de probar su respectiva hamburguesa.

Almorzar al aire libre era algo que le gustaba hacer aunque no pudiera hacerlo a menudo. Como traían un animal con ellas no podían comer adentro del local así que fueron al parque.

—Gracias por pagar la pipeta de nuestra Nereri, ella te lo agradece también. Ahora mi mamá no me regañará por perder el dinero.

—Tienes madre, qué descubrimiento —dijo sarcásticamente—. ¿Puedo saber entonces por qué siempre andas deambulando sola? Te quedas toda la tarde esperando afuera de mi consultorio, el otro día llegaste tarde a tu casa, alarmantemente tarde para alguien de tu edad, anteayer estabas sola también en la plaza y ahora otra vez estás con una extraña en vez de almorzar en casa con tu familia. ¿Acaso nadie cuida de ti?

—No eres una extraña, eres mi hada de las caries y a la kermés fui con mi amigo BangChan pero lo dejé para ir contigo.

—¿Y tus padres? ¿Dónde están? Ya que estoy aquí contigo tengo derecho a saberlo.

—BangChan cuida de mí.

—¿Cuántos años tienes?

—Catorce.

—Y supongo que ese chico también.

La pelicorto asintió.

—¿Qué hay de tus padres? —Insistió.

—Papá murió hace mucho —Desvió su mirada al contestar—. Mi mamá es empleada doméstica en una casa de ricachones, es un barrio cerrado, solo la veo los fines de semana. Bueno, más los domingos. No tengo hermanos así que no hay nadie en casa además de mí.

Mina se abstuvo de seguir preguntando. No requería saber más de lo ya expuesto de la vida familiar de la niña, no le incumbía.

¿Pero le dió en qué pensar? Claro. Con lo dicho se explicaba por qué la mocosa tenía tanto tiempo libre, a esa edad a ella ni siquiera la dejaban salir sola al parque por que ni siquiera iba al parque para empezar, a los catorce todavía jugaba a las muñecas.

No solo ese cabo era atado. Mina no era psicóloga, no, pero ahora podía sacar algunas conclusiones sobre el comportamiento de Chaeyoung, lo que realmente podía estarle pasando o por lo que podría estar transitando.

La menor no tenía padre, tenía una madre a quien generalmente veía los domingos. Era casi huérfana y prácticamente no estaba siendo criada por nadie, sin menospreciar los esfuerzos de su madre y que iba a la escuela. La odontóloga pensaba objetivamente.

"La hada de las caries", uno de los apodos que le había puesto, era una imitación de La hada de los dientes, una historia popular y fantasiosa que desde antaño, y por lo general, era contada a los niños por sus padres. Pero Chae podía sentirse completamente sola, abandonada e imaginar que esa hada la conectaba con su madre de alguna forma.

A lo mejor la niña extrañaba demasiado a su madre, necesitaba tanto de su amor y calor que como no podía ir con ella subconscientemente se puso a buscar esa figura maternal en otra parte, en otra persona. Claro, eso tenía bastante sentido ahora que lo pensaba. Ahora todo encajaba, la menor no estaba realmente interesada en una mujer que le doblaba la edad, nada más estaba confundiendo sus inocentes y puros sentimientos con unos románticos, todo lo que veía en la mayor era en realidad una figura parental presente en su vida pero no se daba cuenta.

Era la manera de no sentirse abandonada.

Quería decirle todo lo que estaba pensando justo mientras la veía comer pero no lo hizo, no buscaba cohibirla.

Suspiró de alivio esta vez y se quedó mirando a la pelicorto terminar su big-mac. Sin embargo no terminó el suyo sola, lo repartió y le dió la otra mitad a la bajita. Compró dos botellitas de jugo cuando terminaron de almorzar y luego fueron por unos raspados. ¿Se les revolvería el estómago por mezclar la comida? Claro que sí.

Se pusieron a charlar de diversas cosas de camino al estacionamiento. Las nubes grises tapaban nuevamente el sol y la brisa era perfecta, refrescante y relajante. Hasta Nereri parecía disfrutar del buen clima ya que se resistía a ser cargada por su guardián y prefería caminar a la par suyo.

—¡Mira, un gato con tres ojos! —Señaló de la nada Chaeyoung al otro lado de la vereda.

La mayor ni siquiera supo por qué lo hizo pero volteó a ver. No había nada como era de esperarse, fue una trampita, al volverse tenía a Chae de puntitas y con los labios abultados apuntando a su cara.

—No me digas que empezarás otra vez con tus cosas.

—Claro que chi.

La más alta rodó los ojos. Antes de que pudiese responder, una fuerte ráfaga de viento sacudió todo a su paso, a ellas inclusive. A esa la siguieron varías de golpe y más duraderas y violentas, casi las vuela como papelitos de no ser porque la mayor se agarró de un poste y Chae la abrazó.

—¡¡¡AHHHHHH!!!

—¡QUÉ RAYOS ESTÁ PASANDO! —Gritó Mina al aire, con los cabellos tapándole toda la cara.

—¡¡¡Nos va a llevaaaaar!!!

—¡¡¡Agárrate bien, no te sueltes!!!

La bajita obedeció y se aferró más a su cuerpo escondiéndose en la nuca de la mujer, a quien enseguida le pareció sentir una nariz fisgona frotándose en dicha parte, atreviéndose a bajar un poco inclusive.

—¡¡¡Qué rayos estás haciendo!!! ¡¡¡Suéltate, suéltate!!! —Ahora quería apartarla, entregársela al "tornado".

Chaeyoung se resistió pegando su cachete al hombro ajeno. El olor dulce de aquella piel la tenía estúpidamente hipnotizada.

De pronto las ráfagas cesaron y Mina la empujó lejos de ella, su cara completamente roja del enojo y su cabello revuelto como el de una bruja.

—¡Tú...!

La chiquilla la miraba embobada tirada en el piso.


Finalmente llegaron al estacionamiento. Apenas el seguro de las puertas fue quitado la menor se metió con su perrita en el asiento del copiloto.

—Bebé pingüinito.

—No soy un pingüino —contestó conduciendo a baja velocidad por el viento.

—Lo eres, caminas como un pingüinito bebé. Quiero darte muchos besitos por lo bonita que eres.

—Oye...

—¿Quieres quedarte a dormir? Podemos ver la película del payaso mudo asesino.

—¿Terrifier? Paso. Ya la vi, no me gustó, es muy mala.

—A mí me dió miedo. Pero ya quiero ver la 3. ¿Tienes hermanos, bebé pingüino?

—No pero me hubiera gustado tenerlos. No me sentiría tan sola en navidad.

—¡Guau! Yo también paso las navidades sola, bueno, en casa de BangChan, pero sin familiares propios. ¡Otra cosa que tenemos en común!

Mina no la contradijo. Frunció el ceño con tristeza. Esa niña realmente no tenía a nadie.

—¿Tu madre no se queda contigo en las fiestas?

—Un rato. Tiene que volver al trabajo. ¿Entonces vas a quedarte conmigo a ver la tele?

—No puedo. Tengo cosas que hacer en mi departamento.

Chaeyoung hizo un adorable puchero pero Mina se abstuvo de verlo, se conocía y sabía que en cuanto lo hiciera cedería.

—Llegamos —Le quitó el seguro a la puerta para que se pudiera bajar.

—¿Tú no bajarás?

—No es mi casa Chaeyoung.

—¡Meawww! Es la primera vez que dices mi nombre completo. Baja conmigo por fis, por fis, por fis.

La mayor sólo negó sonriendo de lado ante las insistencias.

—Por favor, para despedirnos como en las películas. Quiero decirte buenas noches fuera del auto.

—Pero será todo, ¿okay?

—K.O.,.digo ok.

Ambas salieron del vehículo al mismo tiempo, quedando frente a frente del lado de Chaeyoung.

—Bien. Entonces, buenas noches —Se despidió la mujer agitando despacio la mano en el aire.

—Gracias por acompañarme al veterinario, por comprarme estos estupendos zapatos, por la comida, el paseo en el parque, por traerme a casa y por aceptar ser mi chica.

—De nada, yo... Oye no.

Chae rió, casi cayó y Mina la imitó sin darse cuenta.

—Mañana es un día feriado. Llama a tu madre y convéncela de que te lleve de paseo. No puede decirte que no —La animó.

—¡Lo haré! Mina, ¿me prestas tus manos?

—¿Huh?

—Que si me das tus manos —Indicó, pero ante la expresión de confusión de la contraria las tomó por sí misma. Seguidamente las posicionó en sus mejillas rojas y permaneció con los ojos cerrados—. Tus manos son suavecitas —Halagó sin dejar de ronronear—. Quiero que salgas conmigo, como una pareja, que seamos una sandía completa.

—Niña...

—Ya soy una adolescente.

—Una niña adolescente —Iba a soltarse pero la susodicha la jaló de las manos para dejarla a su altura, sus narices casi tocándose.

—Yo sé que te gusto y por eso no me rendiré.

La mujer tardó en reaccionar por lo imprevisto y rápido de cada una de las acciones de la chiquilla, no conseguía seguirle el ritmo. Cuando regresó en sí, la bajita ya había entrado con su mascota en brazos al interior de la casa.

Suspiró.

Otro día de trabajo tenía a Mina dentro del quirófano chequeando su lista de pacientes del día.

Justo se había retirado un paciente al que tuvo que hacerle un blanqueamiento dental y en diez minutos tendría otro para lo mismo.

En realidad eran pacientes de Momo pero a su colega no le gustaba tratar ese tipo de casos ya que la consideraba una tarea tediosa, prefería la acción como las extracciones o la colocación de piezas dentales. Ahora debía estar ocupándose de un caso así seguramente.

Dado que todavía le quedaban unos minutos, los aprovechó para servirse agua del dispenser y luego ponerse otros guantes de nitrilo descartables.

Entonces alguien golpeó la puerta entreabierta.

—Buenos días —Moduló esperando encontrarse con el próximo paciente, pero no era otro que su recepcionista.

—Doctora Myoui... Ehh...

—¿Qué sucede Félix? —interrogó a través del barbijo ante el silencio y cara de preocupación del joven.

—Doctora Myoui, hay unos oficiales en la puerta preguntando por usted.

—¿Qué?

La odontóloga se quitó el cubrebocas y más que confundida se dirigió a la salida del consultorio, los pacientes se le quedaron viendo con mucha curiosidad cuando pasó por la sala de espera.

Desde el umbral corroboró que era cierto, dos uniformados estaban ahí afuera esperándola.

—¿Es usted Myoui Mina? —habló uno de ellos.

—Sí —contestó desconcertada.

—Tendrá que acompañarnos a la estación de policía para hacerle unas preguntas sobre Son Chaeyoung.




A mí sí me gusta la portada.

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