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—Dígame, ¿de dónde conoce a Son Chaeyoung? —Interrogó uno de los policías.

—¿Le pasó algo? —Devolvió Mina.

—No —El hombre apoyó sus manos con autoridad sobre la mesa que se interponía entre él y la mujer—. Por sus palabras infiero que su respuesta es afirmativa, conoce a la persona de la que le hablo.

—¿Por qué estoy aquí? —Cuestionó confundida pero manteniendo la compostura.

No iba a engañarse, la verdad es que estaba algo nerviosa e inhibida, como cualquiera a quien la policía interrumpía en medio de su trabajo para requerirle que vaya a la estación.

¿Era sospechosa de algo?, ¿testigo de un crimen? No, habían nombrado a aquella niña pero nada más allá de eso y ella accedió a ir de igual forma antes de que la chusma se juntara en la puerta de su consultorio.

Esperaba que a Momo no se le hubiera acumulado el trabajo por atender a su parte de los pacientes.

Ni siquiera pensó en cambiarse el uniforme, en menos de diez minutos se hallaba caminando por el interior de la instalación policial, detrás de uno de los efectivos mientras el otro la seguía por atrás, entre diferentes escritorios donde otros policías se ocupaban de sus tareas administrativas.

Se había trasladado con calma aunque le resultó extraño ver a ese grupo de señoras mirándola con reproche antes de entrar a aquel cuarto con nada más que una mesa y sillas ubicadas en el centro.

Luego de que cerraran la puerta y le indicaran que tomara asiento, se sintió bajo inspección. Miró a su alrededor, enfocándose por un momento en las persianas cerradas antes de que el policía enfrente suyo le hiciera la primera pregunta.

—Sólo le haremos unas preguntas. ¿No está preocupada o sí?

Mina lo miró a los ojos y negó.

—Doctora Myoui —habló el segundo uniformado sentándose a medias en el borde de la mesa— , usted es una odontóloga recibida con honores tengo entendido. Trabaja aquí desde hace cuánto, ¿meses?, ¿uno, dos años? y ya se ha ganado el afecto de muchos vecinos de nuestra comunidad, los mismos que han depositado su confianza en usted como profesional y vecina, tanto que llevan a sus hijos con usted.

La mujer frunció lentamente el ceño.

—Dígame, ¿prefiere trabajar con niños o con adultos?

—A qué se refiere.

—Al trabajo de su profesión, ¿a qué más estaría refiriéndome?

No hubo respuesta inmediata. El ambiente no era nada agradable.

—No entiendo.

—¿Quién es Son Chaeyoung? —Reformuló el primer policía— ¿Su paciente?, ¿conoce a su familia?

—No conozco a esa niña, hablamos una vez pero no la conozco.

—Con que sólo una vez.

—Sí, bueno... tal vez... No, ¿qué es esto? —Se removió en su silla manifestando su incomodidad— ¿Por qué me hacen estas preguntas? Si no le ocurrió nada, qué pasa entonces.

—¿Acaso habría razones para hacerle preguntas sobre Son Chaeyoung si algo llegara a sucederle?

—NO.

—Fue lo que acaba de decir.

—Jamás dije eso.

Los hombres se vieron entre sí.

—¿Está enfadada, señorita Myoui? —Rió con sarcasmo por la mirada molesta de la contraria— Yo no lo estoy pero esto es el colmo. Dijo que si nada le ha pasado a Son Chaeyoung usted no tiene por qué estar aquí, lo que es afirmar que si algo llegara a ocurrirle tendríamos que sospechar de usted.

—¡No es verdad, nunca afirmé eso! Nadie me dice la razón de por qué estoy aquí. Dan por sentado cosas que no salieron de mi boca.

—Tampoco nos gustan los rodeos, doctora —Continuó el primero—. Usted es joven y bella, no tiene esposo ni hijos, ¿no es extraño? ¿Puede ser que no le gusten los hombres? O tal vez no le atraen las personas de su edad.

Negó indignada con la cabeza.

—Ha estado mintiendo desde que se sentó en esa silla —La señaló acusatoriamente—. Conoce bien a Son Chaeyoung, mantuvo contacto con ella los últimos días, tarde y noche.

—¿Cómo?

—¿Qué tan cercanas son? Responda.

Myoui siguió negando, cerrando los ojos al sentir que se le bajaba la presión.

—¿Quién es Son Chaeyoung para usted?, ¿su amiga, su pareja? ¿Considera a una menor de catorce años su amante? ¡Hable!

—NO, NO Y NO.

—¡Se involucró con una niña! ¡Confiéselo, maldición!

—¡POR SUPUESTO QUE NO!

—¡SI LE PUSO UN DEDO ENCIMA, JURO QUE LA ENCERRARÉ DE POR VIDA!

Mina quedó estática, sus pupilas orbitando por todas partes, su corazón estaba acelerado y su respiración agitada por el disgusto.

No entendía absolutamente para nada por qué se hallaba en esa situación, ¿qué había hecho mal? ¿De dónde habían sacado todas esas viles mentiras? ¿Por qué amenazaban con encerrarla?

De repente empezó a temblar y se abrazó a sí misma como instinto de protección.

—Q-quiero hacer una llamada. Por favor.


Tres minutos después eran ella y su teléfono bajo la atenta y juzgadora mirada del efectivo que esperaba de pie junto a la mesa. Su compañero había salido.

Pensó que su padre era la única persona a quien podría acudir, pero enseguida declinó esa idea. Ni siquiera podía constituir una opción. ¿Qué le diría? ¿Cómo explicaría la complicada situación en la que se encontraba? El hombre era un reputado y admirado profesional dentro de la academia de odontología. ¿Qué pensaría de ella? ¿Qué pensarían sus colegas? Cualquier explicación lo deshonraría.

Entonces vino a su cabeza el nombre de su buen amigo. Seguía siendo humillante tener que resumir este horrible malentendido y encima por teléfono pero confiaba en que la ayudaría a esclarecer toda la situación.

—¡Mina! Buenos días —Se escuchó del otro lado de la línea luego de que presionara aquel nombre en su lista de contactos.

—Jeno.

—Es bueno oír tu voz, no hemos hablado estos últimos días. Debo disculparme por eso.

—No, no-

—Sí, la cita del sábado... Bueno, yo tenía intensiones de que lo fuera. Somos amigos pero yo pensé que me estabas permitiendo tomar la iniciativa para hacer el primer movimiento. Creo que leí mal las señales...

—Podemos hablar de eso otro día-

—No quiero incomodarte, confieso que he querido hablarte para disculparme desde que llegué a mi apartamento esa tarde pero me faltó valor.

—De verdad no-

—Tampoco es correcto que te diga todo esto por teléfono, te pido disculpas también por eso. La cita o como prefieras llamarlo pudo tomar un mejor rumbo y lo arruiné-

—¡Jeno! —Consiguió que se callara— Por favor escúchame.

—Lo siento. Te escucho.

—Necesito tu ayuda. Es urgente, estoy en la estación de policía.

—¿Qué?

—La policía se presentó en el consultorio y me trajeron aquí para interrogarme. Me acusan de algo atroz, no... no entiendo... —Casi se quebró— Dicen que me encerrarán, estoy asustada.

—Tranquila, respira. Iré de inmedito, contactaré a un abogado y me tendrás ahí en un santiamén.

—Por favor Jeno.

—Tiene que ser un malentendido, no te preocupes. Necesito que me digas de qué te culpan.

Mina respiró profundo.

—¿Recuerdas a la niña del sábado? Pues...


La puerta de la sala de interrogatorios fue abierta de golpe por un hombre petiso trajeado que llevaba un maletín. Jeno y un tercer oficial más viejo pasaron justo detrás de aquel.

—Soy Han Seunmin, letrado de la señorita Myoui. Solicito ver la orden de arresto por la cual se ha aprehendido a mi clienta.

—Y yo quiero saber que está pasando aquí —dijo el oficial recién llegado.

—Sargento —El policía que custodiaba a la odontóloga miró a su compañero en busca de su complicidad y apoyo—. La doctora Myoui no ha sido arrestada, sólo-

—¿Cómo?

—Ella accedió voluntariamente a acompañarnos para hacerle unas preguntas. No se hizo nada fuera de los protocolos.

—Fue completamente ilegítimo. Fueron al lugar de trabajo de mi clienta y sin mostrar la orden de ningún juez la instaron a subirse a un patrullero. No cometía un delito in fraganti y mucho menos tenía pedido de captura, por lo que no existe justificación legal alguna. Encima se niegan revelar los motivos por los que la retienen ilegalmente.

—No la hemos retenido...

—Solamente, sino que la han amenazado con encerrarla. Señorita Myoui, póngase de pie, usted no tiene nada que hacer aquí. Interpondré una demanda contra-

—Por favor —Tomó la palabra el oficial superior— , podemos dilucidar toda esta confusión. Mis hombres deben tener una explicación justa para su accionar —Miró filosamente a los susodichos para que hablaran.

—Unos vecinos nos expresaron su preocupación por un aparente caso de estupro —Empezó el primero de los uniformados—. Aseguran que vieron a Myoui Mina en situaciones bastantes sospechosas con una menor de edad de nombre Son Chaeyoung.

—Calumnias.

—Las han visto juntas en más de una ocasión, la última vez anteayer en la noche en el domicilio de la víctima —Continuó el otro.

—¡¿Víctima?! Esto es demasiado —Expresó indignado el abogado—. ¿Y dónde está la supuesta víctima? ¿Sus tutores legales? Utilizar falsos rumores de vecindad para retener a una persona contra su voluntad es ilegal.

—Dijeron-

—¿Quiénes? ¿Son detectives acaso? Enseñen sus recopiladas pruebas entonces, a ver si son lo suficientemente verosímiles para configurar una causa probable y abrir una investigación. Esto es muy perjurioso.

—¿Por qué mejor no aclaramos todo esto? —Insistió el oficial superior.

Mina, que tenía los brazos de Jeno rodeándola con firmeza desde su llegada, se separó de él para poder hablar.

—También quiero eso. Aclarar todo.

—No es necesario Señorita Myoui, nadie ha presentado cargos en su contra, no obstante está en todo su derecho.


Las señoras que esperaban afuera se miraron indignadas al ver que la despreciable mujer salía sin esposas de la sala de interrogatorios.

—¿Por qué no arrestan a esta depravada? —Reclamó muy molesta una de ellas.

—No hay cargos en su contra, ni se han presentado pruebas. Tampoco hemos podido contactar a la familia de la menor —explicó el sargento.

—Mi hijo las vió el domingo en la noche —Contó la señora Kang—. Regresaba de la casa de su novia y vió a esa mujer —Señaló a la odontóloga, horrorizada— , la vió con su asquerosa cara a milímetros de la de nuestra Chaeyoung.

—¡Degenerada! —Exclamó la señora Jung.

—¡Seguro quería obligarla! —Acusó la la esposa del frutero.

—¡Sí, me dijo que la tenía agarrada de las manos, que usó su vehículo como tapadera! —continuó la florista— ¡Qué cosas le habrá hecho a la pobre criatura todo este tiempo! ¡Tienen que encerrar a esa criminal!

—¿Y si su hijo fue testigo de un delito por qué no llamó a la policía?

—Porque me lo contó hoy. Estaba igual de shockeado que yo cuando me enteré.

—Oficial, hay quienes las vieron juntas en la kermés, como una pareja. No puede dejarla suelta —Pidió la señora Yin.

—¡No es verdad, yo estuve con ella esa tarde! —Jeno apretó los puños con impotencia. No soportaba que esa gente dijera tantas mentiras de la mujer que amaba— ¡Con qué derecho inventan tanta basura!

—Señoras, ya se ha aclarado todo, no hay-

—¡Es una abusadora! —Alguien gritó y todas se fueron contra Jeno para apartarlo de su verdadero objetivo. Los policías reaccionaron de inmediato e intentaron separarlos.

—¡¡¡Tiene que estar tras las rejas!!!

—¡Sí, arréstenla!

—¡Maldita degenerada!

—¿¡Eres humana siquiera!? ¡¡¡Escoria!!!

—¡¡¡Criminal!!! ¡¡¡Te haremos pagar!!!

Entre gritos y arrebatos de violencia, más policías se acercaron a evitar que el grupo de mujeres lincharan a la odontóloga, ya que el par que estaba ahí no parecía ser suficiente. Jeno la mantenía detrás de él para protegerla de los violentos empujones, arañazos, patadas y golpes. Su abogado les sugirió marcharse de una buena vez pero no sabían si habían más vecinos esperándola afuera.

—¡¡¡Qué le hiciste a la niña!!!

—¡¡¡Criminal, es una criminal!!! ¡¡¡No puede quedar libre!!!

—¡¡¡Alto, no pueden proceder de este modo!!! —El sargento alzó la voz sin ser escuchado. Tenía que poner orden de alguna forma— ¡¡¡BASTA O LOS ENCERRARÉ A TODOS!!!


Era un bello día para Chaeyoung. Horas habían transcurrido desde su regreso de la playa y todavía podía escuchar el sonido de las olas si se colocaba la caracola que se trajo de souvenir en la oreja.

Hizo inolvidables recuerdos y se lo debía a su chica de flequillo. Sí, le había hecho caso y ni bien su madre puso un pie en la casa esa noche Chaeyoung la convenció de aprovechar el feriado para viajar. Luego de platicarle de su deseo por conocer el mar, empacaron dos maletas y a la mañana siguiente emprendieron el viaje en micro. Como un día no alcanzaría, Yu-ri llamó a su jefe para que le concediera día libre el miércoles, sólo quería hacer feliz a su hija.

Ahora la chica bajita rezaba para que culminara su aburrida clase de aritmética para poder correr a los brazos de su pingüinito. Se preguntaba qué habría hecho en su ausencia, ¿puede ser que la hubiera extrañado? Era lo más probable.

Andaba muy emocionada también pues mientras revolvía entre sus recuerdos de infancia en busca de sus vinoculares encontró un tesoro que haría que su hada finalmente la recordara. Le urgía salir.

Media hora después, sus rezos fueron escuchados por GodTwice y los alumnos fueron liberados. Como flash, pedaleó su bicicleta con todas sus fuerzas hasta volverse casi invisible, y en tiempo record se halló delante de la puerta del consultorio de su hada de las caries. No aguantaría a que saliera así que tocó el timbre ansiosa.

—Buenas tardes —El chico pecoso que trabajaba ahí abrió la puerta—. ¿Qué se te ofre... Tú.

—Hola, ¿está Mina? ¿Puedes llamarla? Dile que su media sandía vino a verla por favorcito.

El joven, que había quedado en suspenso al reconocerla, negó finalmente.

—La odontóloga Myoui ya no trabaja aquí. Por favor retírate.

—¿¿¿Qué??? ¡¿Acaso está evitándome de nuevo?! Por favor dile que salga, necesito mucho verla —Unió sus palmas con súplica.

El recepcionista sabía que la chiquilla no desistiría, fue advertido de eso, así que decidió cerrar la puerta y darle aviso a su jefa Hirai, quien no tardó en ir a encargarse del asunto.

—¿Eres Son Chaeyoung? —preguntó con seriedad.

—Sí-

—Mi recepcionista te informó que mi colega dejó su empleo aquí, ¿qué quieres entonces?

—No les creo nada. Mina está ahí adentro pero seguro no quiere salir. No importa, la esperaré hasta que salga.

—No esperes. Vete y no insistas.

—¡No!

—¿Tienes idea de todos los problemas que le causaste, niña? ¿Dónde demonios están tus padres? No deberías estar aquí después de todo lo que pasó, ¿cómo lo permiten?

Chaeyoung no entendió un pomo de lo que le decía esa malhumorada mujer, sólo quería ver a su bebé pingüino.

—No me iré —Se resistió haciendo un mohín.

—Qué problemática eres. No recibiremos pacientes hoy gracias a ti y para colmo insistes en traernos más problemas. Pero no, no lo permitiré, mucho menos que tus caprichos le arruinen la vida a mi colega. Te lo diré por última vez, lárgate si no quieres que llame a la policía para que se ocupen de ti.

La pelicorto retrocedió, ahora completamente segura de que la mujer hablaba muy en serio aunque seguía sin entender de qué.

En silencio y con las mejillas infladas de la rabia se subió de vuelta a su bici para irse.

Momo cerró la puerta inmediatamente. Lo que hizo fue lo que debió haber hecho su amiga desde el principio pero conociéndola estaba segura de que fue blanda y que por eso las cosas llegaron a este extremo.

Ahora le preocupaba la reputación de ambas que era de lo que dependía una profesión liberal como la suya.

Lo de que no recibirían pacientes ese día era cierto pero no por disposición voluntaria sino porque todos habían cancelado sus citas. Desafortunadamente los rumores corrían demasiado rápido.

Ahora estaba ahí en compañía de Félix para vigilar que a ningún vecino se le ocurriera meterse al consultorio a cometer vandalismo como venganza. Empero, a eso de las cinco le dijo al joven que iría a visitar a su amiga, a ver si requería de algo. En consecuencia tomó las llaves del auto y se fue, se fue sin detectar a la bici que la seguía.

Chae pedaleó procurando no ser vista a través del espejo retrovisor, se ocultó bien detrás de un camión y un par de autos en todo el trayecto al edificio enfrente del cual el automóvil de Hirai se estacionó. La bajita hizo lo suyo y frenó en la esquina a observar mejor.

Vió a la mujer rubia salir del vehículo para entrar al edificio. Algo le decía que su Mingüino vivía ahí, ¿pero en qué piso? Supuso que la ventana con la única luz recién encendida era la respuesta. No podía ser solo una coincidencia.

Esperó impacientemente en esa esquina por más de una hora hasta que finalmente Hirai se marchó. Sonrió entonces y dejó su bici tirada para entrar al edificio. Con cautela, subió las escaleras ya que desconocía cómo se usaba el ascensor. Luego buscó el departamento con la luz encendida y tocó el botón en la pared.

—¿Qué te olvidaste Momo? —Abrieron la puerta.

—¡Bebé pingüi...! no.

La menor soltó la última sílaba en shock. El deseo por verla que había estado acumulando se congeló con solo una imagen. Todo su ser se paralizó al visualizar los moretones en el pómulo derecho, labio y clavícula de la contraria, entre los rasguños de su nariz y ojo.

—Pi-pingüino —Susurró asustada.

Myoui tardó en reaccionar pero cuando lo hizo azotó la puerta con fuerza. Sin embargo una vez más, Chae demostró ser más veloz interponiendo su pie entre el marco y la puerta.

Antes de que los quejumbrosos ruidos de la bajita hicieran eco en los pasillos del edificio, la jaló del brazo como trapo al interior del departamento.

—¿Cómo diablos descubriste mi dirección? —Exigió enfurecida.

—¿Qué te pasó Mina?

—¡¡¡Responde!!!

—S-seguí a tu compañera de trabajo, la mujer rubia —contestó con miedo—. Me dijo que ya no trabajabas-

—¡¡¡No, ya no tengo trabajo!!! Gracias a toda la mierda que tus jodidos vecinos andan escupiendo sobre mí. Dime qué carajos inventaste para que murmuren tanta basura junta, para que hayan querido acabar conmigo. ¡¡¡Responde maldita sea!!!

—Yo-yo... no...

—¡¿Todo fue un juego para arruinar mi reputación?! ¡¿Una apuesta con tu tonto amigo?! ¡Por eso te estuviste escondiendo todo este tiempo!

Chae negó desesperadamente.

—¡¡¡Maldito el día y la hora en que te atravesaste en mi camino!!! —Su garganta ya estaba irritada por gritar pero no podía detenerse— ¡¡¡Eres un estorbo, me arruinaste la vida!!! ¡¡¡TE ODIO, TE ODIO, TE ODIO!!!

—¡No digas eso, tú me gustas!

—¡¡¡¡¡CÁLLATE!!!!! ¡¡¡¡¡MALDITA HUÉRFANA!!!!!

—No importa si me odias, yo te quiero de verdad. Somos almas gemelas, lo creas o no. Yo haría cualquier cosa por ti Mina, sólo acéptame te lo suplico. ¡Haré lo me pidas, seré lo que tú quieras, viviré como digas pero necesito tu amor! —Su corazón le saldría del pecho en cualquier instante.

La mayor la miró horrorizada. ¿Cómo podía una niña de catorce años expresar tales locuras?

—Estás loca.

—¡No, es amor!

—Escúchate, estás completamente fuera de tus cabales. Yo no soy lesbiana ni mucho menos una jodida criminal para verte con otros ojos que no sea como lo que eres, UNA NIÑA. Nunca me fijaré en ti y ahora te odio por arruinarme la existencia. Jeno... Me casaré con él, él me gusta, él y sólo él.

La bajita hizo oídos sordos a las palabras hirientes, pese a todo mantenía la esperanza en su adolorido corazón. Sacó entonces aquel especial recuerdo del bolsillo de su pantalón.

—¿Lo recuerdas? —dijo enseñándole una pequeña paleta de caramelo, intacto dentro de su envoltura— Me lo obsequiaste cuando nos conocimos. Lo mantuve guardado todos estos años para no olvidarte. Ese día fue muy especial para mí porque conocí a mi primer amor y porque le perdí el miedo a los dentis...

La bajita quedó en suspenso luego de que el caramelo le fuera arrebatado.

—¿Así que es por esto? —La ira de Mina no disminuyó, por el contrario, ahora hervía de la furia, furia que decidió descargar con el caramelo.

Así fue como Chaeyoung fue testigo de cómo su hada de las caries, aquella misma que la había cautivado con su dulzura y gummy's smile una vez ahora pisaba con odio y desprecio la paleta que le había regalado hace siete años. Solo quedaron pedacitos rotos en el piso.

Este fue su límite, no aguantó más y liberó sus lágrimas de desamor sin apartar la vista del suelo.

—Perdón por causarte tantos problemas —Soltó en un hilo de voz antes de marcharse con el corazón hecho añicos.


















Este ha sido el capítulo más largo de esta historia.

Noches.

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