✠ Cap 7 ✠

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Antes que nada una disculpa por las faltas de ortografía del capítulo de ayer, solo que tenía mucha fiebre y dolor de cabeza que solo pude hacer el "copy-paste" y publicar. He corregido algunas pero si detectan más me lo hacen saber. 

Capítulo 7

Un inocente y dulce aroma a coco llegó a sus fosas nasales en cuanto estuvo a centímetros de aquel mortal que entregaba su vida a los vampiros por voluntad propia. ¿Qué mortal olía a coco? En sus más de trescientos años no recordaba a alguno con ese peculiar olor.

Mew percibió como el menudo y delicado cuerpo de Kana tembló a su contacto. Todos los mortales lo hacían cuando sentían la baja temperatura de sus manos tocar su piel, sin embargo, sentirlo estremecerse entre brazos lo hizo sentir... ridículamente poderoso.

El cuerpo de ese muchacho era cálido. Jodidamente cálido en realidad. Suave como la maldita seda y perfumado con esa terriblemente dulce esencia de coco. De pronto el hastío e incomodidad que sentía por estar cerca de él, se esfumó. Se preguntaba cómo era eso posible si en su mente repetía como un mantra salvador que aquello era una locura, que aquello no debía ser, que aquello... ¡Mmmm! definitivamente era muy... placentero.

Con un cuidado que no esperaba tener, penetró con sus colmillos la dedicada y sensible zona del cuello de Gulf. Era consciente que ese muchacho tenía muy poca sangre corriendo por sus venas a raíz de su fatídica enfermedad, pero con la primer gota de aquel vital líquido color rojo que sus labios pudieron saborear quedó hechizado. Y también muy jodido.

Anhelaba casi al borde de la desesperación beber más. Sujetó con brutal fuerza la cabeza de Gulf enterrando más profundamente sus colmillos. ¡Joder, joder, joder! La sangre del menor de los Traipitapattanapong era, un pocas palabras exquisita y altamente adictiva. No tenía ni la más remota idea de por qué poseía un sabor tan gloriosamente perfecto. Así que, reaccionando con su puro instinto se hundió aún más en la garganta de Gulf.

Y aun así no podía ser suficiente para Mew, con cada gota sus ansias de conseguir la siguiente le nublaba el juicio y la razón. No estaba pensando con claridad y la situación se le estaba yendo de las manos.

- Suppasit, es momento de que te detengas – habló Ionel al ver lo aferrado que estaba su hijo al cuello de Gulf.

Pero Mew no escuchó la voz de su padre, al contrario, seguía succionando la sangre de Gulf como si no existiera un mañana. No obstante, Kana empezaba a sentirse cada vez peor. Aún tenía consciencia y recordaba que Ionel le había dicho que debía permanecer tranquilo, pero empezaba a preocuparse algo que decía que las cosas no estaban yendo bien.

Con la poca fuerza que tenía, levantó su mano y enterró sus dedos en la cabellera oscura del ser que le estaba bebiendo su sangre. Un gemido erótico se escuchó en la habitación y Ionel no supo distinguir si había salido de Mew o Gulf había sido el responsable. Solo pudo notar que su hijo seguía succionando "la vida" de aquel bello mortal.

Lo que Gulf quería hacer era detener de alguna manera a Mew, pedirle que parara con aquella agonía que estaba experimentando, pero aquella caricia lo único que provocó fue que el vampiro se excitara, por lo que fuera de sí, Suppasit apretó el frágil y delicado cuerpo de Gulf contra el suyo haciendo de aquello algo más que una transformación vampírica.

Ionel observó como lentamente la mano de Gulf perdía su agarre de la nuca de Mew y caía pausadamente. Eso no era una buena señal, debía detener a su hijo que parecía un poseso adicto a la sangre del joven mortal. Si no lo detenía a tiempo iba a acabar definitivamente con la vida de Kana.

Rápidamente llegó hasta el lecho donde prácticamente su hijo estaba encima de Gulf y sin previo aviso tomó a Mew por la ropa y lo aventó fuertemente contra la pared provocando que éste se estrellara fuertemente contra ella. Cogió al pequeño Gulf entre sus brazos para tratar de estabilizarlo pero jamás esperó que su primogénito le regresaría la agresión arrojándolo contra el mueble que fungía como tocador, no sin antes claro, arrebatarle a Kana de las manos. Ionel lo observó atónito y Mew rugió cabreado como un animal mostrando sus colmillos.

- Calma Suppasit – habló tratando de tranquilizarlo, su hijo estaba dominado por su instinto y defendía a Kana como si fuese de su propiedad – tenemos que estabilizar al muchacho, has drenado toda su sangre necesita que le des una gota de la tuya, ahora -

Mew volvió a rugir mientras la sangre de Gulf escurría entre sus dientes. Su animal interno lo había dominado por completo, su sed por sangre humana se había disparado cuando probó la sangre del joven mortal y si en los próximos minutos no ayudaba a Gulf a beber una gota de la suya, ese chico moriría sin la oportunidad de convertirse en un ser inmortal.

- Debes darle tu sangre a Kanawut, Suppasit – la respiración de Mew era agitada y se negaba a escuchar a su padre - ¡Míralo tú mismo con un carajo! – gritó Ionel – necesitas ayudar al muchacho Mew, hazlo rápido –

Mew desvió su mirada al cuerpo que sostenía en brazos. Entrecerró los ojos y supo que algo andaba mal con su pareja, porque en ese momento, su inconsciente lo reclamaba como suyo. Por eso lo había arrebatado de las manos de su padre, por eso no quería que nadie más se acercara a él, por eso había bebido toda su deliciosa sangre. Kanawut era exclusivamente suyo.

- No queda tiempo Suppasit – gritó Ionel.

Con sus propios colmillos, Mew se hizo una pequeña herida en la muñeca y dejó que una gota de sangre resbalara por los carnosos y ahora morados labios de Gulf. Su sangre era demasiado espesa y pesada. El color rojo demasiado oscuro, que en los mortales, con frecuencia era un mecanismo para compensar la disminución del oxígeno en la sangre, en Suppasit solo significaba que era sangre vieja.

Cargó mejor al chico entre sus brazos y lo observó preocupado. Lentamente el raciocinio empezaba a aclararle la mente, sabía que el muchacho estaba así por su culpa. No había podido resistirse al sabor de su sangre y lo había drenado por completo.

- No... no responde... - susurró Mew.

- Esperemos – comentó su padre sin dejar de observar el cuerpo inerte de Kana.

- No responde – repitió Mew mostrando desesperación en su voz – lo he matado –

Ionel no era precisamente una persona compasiva, pero algo en él se removió cuando escuchó decir a su hijo que había matado al joven mortal que solo pedía una oportunidad para precisamete no morir. Las cosas no habían podido salir mal, no podían.

- Esperemos – volvió a decir no tan convencido de sus palabras. ¿Realmente Mew había matado a Kanawut?

No quería esperar más, tan solo deseaba que Gulf volviera en sí siendo mortal o siendo vampiro, ya no le importaba cómo. No quería sentirse responsable de la muerte de ese muchacho que había depositado toda su confianza en ellos. Estaba arrepentido de haberse dejado llevar por su instinto y haber reaccionado peor que un animal hambriento. Nunca le había pasado algo así, con ninguna de sus víctimas.

En ese instante sus silenciosas plegarias fueron escuchadas. Un leve quejido por parte de Gulf se hizo presente devolviéndole la calma a Mew. La tos del joven hizo que Mew respirara ya más tranquilo lo que permitió que el vampiro pudiera empezar a pensar con mayor claridad. Había hecho algo que no quería.

Pesé a la señal de reacción dada por Gulf, éste siguió inconsciente en los brazos de Mew. Pero Ionel sabía que aquello era absolutamente normal, una transformación de mortal a vampiro, pese a verse "sencilla y fácil" no era para nada algo tan asequible o cómodo y la persona que era transformada experimentaba una serie de cambios tan drásticos que era lógico y natural que durara sin consciencia un buen rato después del cambio.

- Debes dejarlo descansar un poco antes de que vuelva en sí – aunque lejana, Mew pudo escuchar la voz de su padre.

- Perdí el control – trató de excusarse aunque sabía que no debía hacerlo.

- Me sorprendió que lo hicieras – comentó Ionel – jamás había pasado, en tantos años de... -

- Lo sé – interrumpió Mew – no sé qué fue lo que pasó, mi instinto me dominó y sencillamente no pude detenerme –

- Casi lo matas Suppasit – le dijo su creador con seriedad – pero afortunadamente tenemos a un chico fuerte en nuestra familia, y la tienes la enorme dicha de que será tu compañero, guíalo bien –

- No quiero que sea mi compañero – renegó. Ya con la cabeza más fría, negaba el hecho de que su inconsciente había reclamaba a dicho muchacho como suyo apenas minutos atrás.

- No es una pregunta... – habló el vampiro más viejo.

- Es una orden – terminó de decir Suppasit aquella frase tan conocida.

- Tampoco – aclaró Ionel haciendo que su hijo lo mirara confundido – es el destino – afirmó.

- Los vampiros no creemos en el destino – Mew volvió su vista Gulf.

- No creerás tú, pero yo sí – su padre se rio con ganas – tantos años ¿Y de qué han servido? Estoy seguro que tú también aprenderás mucho de ese muchacho –

Los mortales solían creer que el destino era una fuerza sobrenatural inevitable e ineludible que guía la vida humana, y en general al de cualquier ser a un fin que éste no ha escogido, de forma expresamente necesaria y en ocasiones fatal, de manera muy opuesta al libre albedrío o libertad.

Por supuesto que Suppasit no creía en esa presunción. Se negaba a creer que el destino era una sucesión inevitable de acontecimientos de la que nadie podía escapar, ni siquiera los de su especie. No creía posible que el destino supusiera que nada ocurre por azar sino que todo tiene ya una causa predestinada, es decir, que las cosas no surgen de la nada sino que ya están escritas ¿Por quién? ¿Quién entonces tenía el poder de decidir sobre la vida de todos los seres del planeta? El destino, sí, pero ¿Él quién era y por qué supuestamente había elegido a ese débil muchacho como su compañero?

A veces no era bueno creer en las palabras de Ionel, solía aderezar algunas historias con la finalidad de volverlas más interesantes o brindarles más dramatismo, solo por diversión. Era como un pasatiempo que su creador veía particularmente divertido, quería pensar que su existencia era demasiado aburrida y monótona que se entretenía agregándole de su propia cosecha a historias ya existentes o simplemente se inventaba unas para soltarlas como si fueran reales en alguna reunión.

Y aunque en ocasiones, Ionel Jongcheveevat decía la verdad y nada más que la verdad, la idea de que Kanawut Traipipattanapong era algo así como compañero destinado sonaba más como una historia de ficción que como una realidad tajante y absoluta. Y sí momentos antes había demandado que Gulf era suyo, tenía como defensa a su favor decir que no era él pensando con la cabeza, era meramente su instinto animal actuando como tal ante el inevitable placer de saborear la sangre humana. Nada más.

Sin un cuidado particular, Mew depositó a Kana en la cama de aquella habitación ahora algo desordenada. El semblante del joven no había cambiado nada. Su piel seguía pálida, sus carnosos labios morados e incluso parecía mucho más delgado que cuando llegó, no obstante "respiraba", podía apreciarlo en el lento pero constante sube y baja de su pecho. Supuso que si su padre le decía que lo dejara descansar, era precisamente eso lo que necesitaba aquel joven.

Ambos vampiros se cercioraron de que las ventanas estuvieran bien selladas y que las puertas fueran lo suficientemente resistentes para soportar el fuerza y poder un recién convertido. Las ventanas tenían barrotes lo suficientemente unidos para evitar que un cuerpo humano los atravesara; estaban fabricadas con una aleación de hierro, acero y níquel. Las puertas eran de tungsteno también conocido como wolframio, un duro metal de alta densidad y alto punto de fusión. Eso debía ser suficiente para contener al neófito que despertaría en un par de horas.

- Ve, date una ducha y descansa lo más que puedas – ordenó Ionel una vez que estuvieron fuera de la habitación de Gulf.

- No necesito descansar – argumentó Mew siempre demostrando seguridad y fortaleza. Y la tenía, pero era la primera vez que tendría que hacerse cargo de una mortal recién vuelto vampiro, no sabía a lo que se enfrentaría.

- Suppasit... - Ionel pronunció su nombre mientras una sonrisa ladina adornaba su rostro – será la primera vez que te enfrentes a un neófito – explicó – las veces en las que yo transformé a tus hermanos, siempre me hice cargo de ellos y créeme cuando te digo que no es fácil contender a un mortal que ha "nacido" como vampiro –

- Te recuerdo que el joven Traipipattanapong era un mortal enfermo – Mew no creía en lo que su padre le estaba diciendo.

- No necesitas recordármelo, sabelotodo – sonrió con malicia – quizás no recuerdes mucho de tus primeros días como un vampiro "recién nacido" pero eras un terrible dolor de cabeza –

- ¿Qué quieres decir? – era verdad que los recuerdos de los primeros días como vampiro, eran demasiado borrosos en su mente pues no recordaba gran cosa, solo algunos episodios, pero tampoco luchaba contra esas lagunas mentales. Hasta ese entonces no era algo que le preocupara.

- Eras demasiado enérgico, poderoso, fuerte, tenías mucho vigor y estabas reacio a aceptar tu nueva naturaleza –

- Jamás te pedí que me transformaras – reclamó el menor.

- Lo sé Suppasit, pero eres la viva imagen de tu verdadero padre – dijo mirándolo a los ojos sin evitar soltar un suspiro – al menos en el exterior, porque por dentro son polos opuestos –

- Y como no pudiste tener a mi padre, te conformaste conmigo – fue el incisivo comentario de Mew que pretendía herir a Ionel. Pero nada lastimaba a ese ser mítico.

- Tuve a tu padre – confesó el vampiro mayor sorprendiendo a Mew que realmente no conocía mucho o más bien nada del pasado de Ionel – pero esa es una historia que quizás te cuente después – se dio la vuelta con la firme intención de alejarse.

- ¿Cómo es que "tuviste a mi padre"? – cuestionó Mew sin querer terminar de hablar de su pasado.

- Te dije que tal vez en otra ocasión te cuenta esa historia – repitió el otro sin voltear a verlo dejando ver que no tenía ni ganas ni paciencia para esa conversación – escucha lo que te digo, prepárate para encararte con Kana, te aseguro que si no tomas tus precauciones te llevarás una enorme sorpresa – sonrió de lado y caminó por el pasillo desapareciendo lentamente al dar la vuelta en el pasillo que lo dirigiría a sus aposentos.

Mew entrecerró los ojos para después soltar un suspiro lleno de fastidio. Ionel nunca le hablaba de su pasado, que después de ser vampiro, le era muy difícil de recordar. Aquello no era una condición que aplicara para todos una vez que eran transformados en seres chupa sangre, por lo general, cuando un mortal era convertido solía recordar su pasado sin problema alguno. Pero él no podía. Algo había pasado para que no tuviera recuerdos nítidos de su vida como mortal y de sus primeros días como neófito. 

- Hola Scar – saludó Mew al felino que se restregaba en su pierna – imagino que tienes hambre – se agachó a la altura del animal para poder acariciarlo – vamos, es hora de tu cena –

Scar, el gato bengalí de Suppasit, era todo un Jongcheveevat también. Un miembro más de la familia. No, no era vampiro, por su cuerpo corría sangre "normal", y sin embargo, nadie que habitaba aquella mansión le hacía daño. Era un gato muy querido, amado y mimado, especialmente por Mew por lo que todos decían que era su mascota y aunque Scar era de la familia, dicho felino tenía cierta preferencia por el primogénito de Ionel.

Lo primero que hizo Mew fue llevar al gato hasta su habitación, pues ahí era donde el felino solía dormir la mayor parte del día, le sirvió sus Deli Mix Cat Chow sabor pescado y dejó un tazón con agua fresca a un lado. Después de atender a Scar, fue directamente a la ducha, y no por obedecer las órdenes de su padre, sino por que él tenía la costumbre de bañarse dos veces al día, una vez durante la mañana y otra más durante la noche.

Mientras el agua fría caía con gracia por su cuerpo, sus pensamientos lo llevaron a lo que había pasado minutos atrás. Le jodía el hecho de reconocer que la escasa sangre de Kanawut fuera asombrosamente deliciosa. Claramente el sabor metálico predominaba en ella, pero había algo más que no podía definir con exactitud y que le parecía aterradoramente adictivo.

Después de una ducha de no más de veinte minutos, Mew salió del cuarto de baño envuelto en un albornoz negro que dejaba al descubierto una importante parte de su pecho, no era atlético, pero estaba perfectamente bien proporcionado. Sonrió al ver a Scar acostado a lo largo de la cama que para Mew no era más que un adorno, pero a diferencia de él, Scar solía dormir casi catorce horas diarias en aquel lecho.

Pasaban de las once de la noche cuando Suppasit salió de su habitación impecablemente vestido, como siempre. Jamás iba de forma informal aunque se encontrara en su propia casa y no esperara la visita de alguien en particular. Había elegido un pantalón azul marino de vestir con una camisa blanca de botones que había arremangado hasta los codos y encima de ésta un chaleco ceñido a su cuerpo en color gris. Después de echar un vistazo a Kanawut Traipipattanapong iría a leer un rato a la biblioteca, o al menos ese era su plan esa noche.

Scar no lo siguió, el felino prefirió seguir durmiendo después de haber llenado con croquetas de la mejor calidad su pequeña barriga.

La mansión era un lugar bastante silencioso durante el día, y por la noche muchísimo más. Los vampiros que trabajaban para su familia solían salir a cenar y no regresaban hasta bien entrada la madrugada, listos y dispuestos a trabajar al día siguiente sin problema de resacas o desvelos.

El único sonido que irrumpía la tranquilidad de aquel hogar, eran las pisadas pausadas de Suppasit por los pasillos de su casa. Llevaba la mano derecha en el bolsillo de su pantalón mientas que la otra era libre de moverse fuera de ésta. No tenía ganas de inspeccionar al vampiro nuevo, pero su padre le había advertido que no le quitara el ojo de encima durante los primeros días porque podría ser de más peligroso.

Exactamente no supo si se refería a la situación o al muchacho, pero entraría en aquella alcoba, se aseguraría que todo estuviera en perfecto orden y haría lo que solía hacer las noches que no salía a cazar victimas para alimentarse.

En cuanto llegó a la puerta de la habitación que estaba designada para Kana sintió un ligero escalofrío que decidió ignorar para poder terminar con su labor de niñera. Sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta tratando de hacer el menor ruido posible, si aquel muchacho seguía durmiendo sería para él, el escenario perfecto.

No obstante, el estremecimiento que había sentido antes de entrar se hizo presente nuevamente en su cuerpo. Cerró la puerta tras de sí y al mirar a la cama se llevó una fuerte impresión. El lecho estaba deshecho pero Kanawut no estaba en la cama, miró a todos lados tratando de encontrarlo pero no lo vio por ningún lado.

Notó que las ventanas estaban intactas y la puerta estaba cerrada cuando llegó, así que el chico estaba ahí pero ¿Dónde? Incluso la puerta del baño estaba cerrada y con la luz apagada.

- Mío – un gruñido se escuchó en la oscuridad y Mew tuvo que esquivar un cuerpo que se había abalanzado sobre él.

CONTINUARÁ...

¿Qué diablos fue eso? ¿Mew estará en peligro? 

Hasta el siguiente capítulo. 

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