✠ Cap 8 ✠

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Capítulo 8

Estaba de espaldas sobre el piso de aquella habitación. Se defendía de un ser de asombrosa fuerza y de ojos color carmesí que brillaban majestuosamente como rubíes. Sí, él mismo se recriminó por pensar esas tonterías cuando alguien lo estaba atacando con fuerza desmedida. Tenía a la criatura sujeta por los brazos tratando de quitársela de encima pues era evidente que quería morder su cuello.

- ¿Kanawut? – preguntó Mew al poder apreciar mejor al individuo que lo atacó por sorpresa.

Sin embargo, el otro ser no respondió. Solo se dedicaba a gruñir, chirriar y bufar palabras que no eran comprensibles. Su fuerza era abrumadora y le estaba costando mucho detener el delgado pero increíblemente fornido cuerpo que se cernía encima de él.

- ¿Qué demonios pretendes pedazo de imbécil? – le gritó Mew empujando lejos de su cuello el rostro de Kanawut.

Pero Kana estaba fuera de sí, no respondía a sus preguntas y parecía no reaccionar con nada. Solo estaba atacándolo como si de una presa se tratase. Y Suppsit Jongcheveevat no era una presa, él era un depredador.

Sin pensarlo dos veces, acumuló toda su fuerza en sus manos y aventó por los aires a Kana que fue a estamparse directamente contra la puerta del baño rompiéndola en el acto. Mew se puso de pie tan rápido como su prodigiosa velocidad se lo permitió, dirigió su mirada hacía el nuevo vampiro y notó que éste tenía una sonrisa en el rostro y se incorporaba como si nada, era evidente que aquel golpe no le había afectado nada.

- ¿Se puede saber que carajos estás haciendo? – cuestionó Suppasit con rigor.

Pero Kanawut seguía sin respuesta coherente, en cambio, entornó sus ojos rojos y se lanzó nuevamente en contra de Mew. Esta vez el vampiro mayor lo esperaba preparado. Las manos de ambos chocaron con brutal intensidad sacudiendo sus cuerpos en una vibración llena de poderío, causando que una ráfaga de aire sacudiera los escombros que estaban en el piso, ambos levantaron sus miradas al mismo tiempo y sin quitar la vista de los ojos del otro empezaron a gruñir.

Gulf tenía la firme intención de morder el cuello de Mew, ese era su único objetivo y lo demostraba al exhibir con orgullo sus nuevos blanquecinos colmillos. El neófito necesitaba alimentarse, la sed que recorría su cuerpo lo estaba volviendo loco y por esa misma razón los pensamientos racionales se encontraban en lo más profundo de su mente. Gulf solo sabía que quería sangre, específicamente la sangre de su creador. De Mew...

En contra de todo pronóstico, el menor logró derribar nuevamente a Suppasit y atacó el cuello de éste sin poder llegar a su objetivo pues las manos de Mew lo detuvieron justo a tiempo, apenas a centímetros de rozar su fría piel. Ahí en el piso se volvieron una masa de golpes, puñetazos y aventones, en donde visiblemente Gulf poseía la ventaja de la fuerza y Mew la superioridad en velocidad.

El más joven fue aventado infinidad de veces contra la pared, los muebles, el suelo, las puertas y ventanas e inclusive el techo. Y ni aun así se le veía cansado o severamente lastimado.

- ¡Contrólate! – gritó Mew pero Gulf ignorándolo olímpicamente nuevamente se tiró encima de él.

Suppasit lo tomó de ambos brazos intentado saltar por encima de él y quebrarle los brazos, era evidente que ese chico iba con todo en contra de él por lo tanto, no tenía razón de ser condescendiente, no obstante la fuerza que tenía Gulf era arrolladora y sin problema alguno lanzó a Mew contra la puerta principal de la alcoba. No se quebró, pero quedo severamente aboyada.

- ¿Está todo bien ahí dentro? – la tranquila voz de Ionel se escuchó del otro lado de la puerta.

- Tu nuevo soldado se ha vuelto loco y quiere morderme – respondió Mew – claro que nada está bien aquí dentro –

- ¡Oh! – exclamó su padre – eso es normal Mew ¿Qué esperabas? – sonrió divertido.

- Esperaba que me advirtieras que el chico enfermo se iba a transformar en un imbécil que iba a morder la mano de quién le dio de comer – se quejó el otro.

- ¡Oh Mew!, no seas exagerado, Kana no nos está traicionando, es solo que el pobre tiene mucha hambre, es normal – explicó serenamente - pero como la única sangre que ha probado siendo ya un vampiro es la tuya, busca desesperadamente más –

- ¿Y qué se supone que debo hacer? –

Pero Mew no pudo escuchar con claridad la respuesta de su padre, si es que éste le había dado una. Kana se había acercado a él lo suficiente para tomarlo del pie y arrastrarlo a lo que quedaba de la cama, lo recostó entre las maltrechas sábanas y se colocó encima de él sosteniendo las manos de Mew con mucha fuerza.

Hambre era lo que reflejaba el semblante de Gulf. Saboreaba sin vergüenza alguna el cuello de Mew como si se tratase de un filete deliciosamente preparado. Kana mordió su labio inferior y tragó saliva al ver que su "cena" estaba servida. Sin embargo, no contaba con que el vampiro que tenía aparentemente dominado aprovecharía su ensimismamiento para mover si cadera hacia arriba y cambiar posiciones quedando ahora, Gulf debajo de Mew.

- ¡Ionel! – gritó Suppasit esperando una respuesta.

- Tendrás que hacerla de Tarzán – gritó divertido –

- ¿Qué clase de estupidez estás diciendo? – preguntó Mew mientras forcejeaba con un muy inquieto nuevo vampiro.

- Hay que domar a la fiera – explicó - una vez que logres que te obedezca le darás algún animal para que él mismo obtenga su sangre –

- ¿Qué pasa si no...? – no pudo seguir pues Gulf soltó una de sus manos y le dio un golpe en la mejilla con mucha rudeza. Suppasit volvió a tomar dicha mano y la apresó contra el piso - ¿Qué pasa si no se controla? –

- No tiene opción Mew, tienes que hacer que aprenda a dominar su instinto de lo contrario jamás se va a alimentar y puede morir – respondió Ionel.

¡Oh sí! claro que tenía opción. Salir de esa habitación y dejar que aquel estúpido muchacho se muriera de hambre. No iba a lidiar con una bestia hasta que ésta aprendiera a dominar sus instintos. No tenía ni el tiempo y mucho menos las ganas de querer hacerlo.

- ¡Reacciona! – bramó Mew pero Gulf seguía retorciéndose debajo de él – escucha chico, tienes dos opciones... - el joven dirigió su mirada a él y le mostró los dientes completamente furioso – ¿Crees que eso me asusta? – preguntó apretando más las manos de Gulf sobre el piso, pero ni así mostraba signos de dolor – escúchame bien pequeña bestia - ¿Por qué había usado ese mote? Ni él lo sabía – si no logras dominar el instinto animal que tienes, morirás – sentenció enérgicamente – yo no voy a andar de niñero de jovencitos estúpidos que juegan a ser vampiro así que... -

Pero las palabras civilizadas no funcionaban con un animal hambriento como Kanawut, el nuevo y último miembro de la dinastía Jongcheveevat. Gulf solo sabía que necesitaba comer y que la fuente de su alimento estaba justo encima de él, solo tenía que luchar y conseguir su objetivo. Y eso era lo que estaba haciendo, solo que su víctima oponía resistencia y movía los labios aparentemente alegando algo.

- Te recomiendo que no le des a beber tu sangre al menos por el día de hoy Mew – habló nuevamente Ionel desde afuera de la alcoba – eso solo puede alterarlo más, lo ideal es que pueda soportar algunos días antes de volver a tomar de tu sangre –

- Se ha transformado en una brutal bestia, no entiende razones –

- Eso les pasa a todos, incluso tú fuiste un bárbaro difícil de dominar – informó su padre – sal de ahí – ordenó.

- No puedo librarme de él, aunque yo soy más rápido él es muy fuerte – admitió con el ego dolido.

- Golpea ligeramente su esternón – aconsejó – lo dejará noqueado unos segundos, si de verdad sigues siendo rápido como dices, eso será suficiente para que salgas de ahí –

Lo siguiente que Ionel supo fue que Mew estaba a un lado de él con la respiración agitada, el cabello revuelto, la ropa desacomodada y con un par de arañazos en el rostro que, eventualmente desaparecerían por completo, mañana por la mañana estaría como si nada hubiera dañado su bello rostro.

Debía reconocer que su hijo lucía gracioso, jamás había visto a Mew tan desaliñado, él siempre, incluso antes de ser vampiro, había sido un chico pulcro, esmerado en su imagen, impecable en su presentación. La elegancia quiso cuerpo y vida y por eso se transformó en Suppasit Jongcheveevat.

- ¿Nueva imagen? – preguntó con burla.

- ¡Cállate! – gruñó Mew – debiste advertirme de lo que podía pasar al entrar ahí –

- Eso te pasa por no interesarte jamás en las cosas que te dice tu viejo padre – sí, a Ionel le gustaba dramatizar siempre que podía.

- ¿De dónde ha conseguido esa fuerza tan...? –

- ¿Extraordinaria, asombrosa, impresionante? – su padre le ayudó con un par de adjetivos al verlo sin palabras.

- Insólita – afirmó Mew.

- Les pasa a todos los nuevos vampiros – Ionel empezó a caminar con dirección a la biblioteca seguido de su hijo – los neófitos han perdido su lado humano y están a un solo paso de ser un verdadero vampiro, solo deben superar los primeros días o meses su instinto animal – explicaba con calma – son un puñado de fuerza bruta casi incontrolable, si dejamos libre a Kana puede causar mucho daño y poner en peligro a nuestra especie –

- ¿Y cómo se supone que debo controlar a un animal sin consciencia? –

- No lo sé, cada vampiro tiene su propia forma de hacerlo – respondió Ionel – puedes encontrar el método más efectivo para ti practicando con Kana, solo no seas muy brusco con él –

Mew no podía creer la contestación de su padre, pero inmediatamente supo que estaba jugando con él, claro que aquel sujeto sabía cómo someter a alguien recién convertido como Gulf, había transformado a más de un centenar de personas por lo que tenía una vasta experiencia en el "manejo efectivo de neófitos". Así que, era evidente que estaba disfrutando mucho de las peripecias que tenía que pasar por culpa del joven enfermo que quería ser vampiro. Y si su padre quería diversión, él le garantizaría un entretenimiento de lujo.

- No me hago responsable de lo que le pueda pasar a ese chico – habló con seriedad.

- ¡Oh sí!, claro que eres el responsable de la seguridad de Kana – le aclaró – tú lo has convertido, depende de ti que no vaya a desvelar nuestro secreto –

- Tú me has pedido que lo hiciera, no puedes evadir eso –

- Pareces un pequeño crío de cinco años Mew – le dijo Ionel – descansa un poco y piensa en una estrategia para que puedas controlar a Kana –

Al diablo con las jodidas estrategias. No iba a perder su tiempo pensando en cómo un animal bruto y sin consciencia se volvía un ser domesticado y disciplinado. Desde el principio había estado en contra de que Gulf se transformara en un vampiro, así que Ionel y el propio muchacho debían de salir de apuros por ellos mismos.

- Dale una oportunidad Mew – comentó Ionel – te aseguro que ese chico va a sorprenderte –

Sin darle oportunidad a negarse nuevamente, Ionel desapareció por los pasillos de la mansión. Estando solo, Mew se permitió soltar un gemido de dolor. ¡Maldita sea! susurró en voz baja. El golpe que Gulf le había dado en el rostro seguía doliéndole, no tanto en realidad pero si lo suficiente para recordarle la inaudita fuerza de la que ahora era poseedor.

Ya lo había dicho su padre, todos los recién transformados eran puro instinto, su fuerza bruta y su juicio no trabajaban coordinadamente, la delantera la tenía el instinto, por lo que en ese momento Kanawut Traipipattanapong era solo una máquina para pelear que buscaba alimentarse lo más pronto posible. Ionel le había dicho que lo mejor era no dejarlo beber su sangre pero ¿Qué tendría que hacer para educar a ese animal salvaje sin perder sangre en el proceso?

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Al día siguiente la mansión seguía siendo igual de silenciosa que siempre, salvo los fuertes ruidos de cosas quebrándose en la habitación de Gulf. Un nuevo día, un nuevo combate entre el primer vampiro que había convertido Ionel y el primero que había convertido Mew. Hubiera sido justo decir que era un combate parejo, pero no, sinceramente a Suppasit le estaba costando mucho mantenerse a la altura de la circunstancias debido a la fuerza de Kanawut.

- No has comido nada desde ayer y sigues teniendo una increíble fuerza muchacho estúpido – habló agitado – pero sigo siendo más rápido que tú y a la menor oportunidad que tenga te daré una paliza que no olvidarás jamás –

Gulf seguía sin responder una solo palabra coherente. Gruñía, rugía, gritaba cuando Mew se le escapaba de las manos, mostraba sus colmillos para infundir temor a su presa, pero olvidaba que esa presa era ni más ni menos que el hijo del rey de los vampiros.

Sin embargo, Suppasit trataba por todos los medios posibles sacar a la luz el lado racional de Gulf, y no porque estuviera preocupado por su bienestar o su alimentación, sino porque estaba harto de tener que lidiar con un monstruo que quería beber su sangre. Era apenas el segundo día, pero no se sentía con la seguridad de aguantar más tiempo, no quería pasar su tiempo con Gulf, no quería enseñarle nada de la vida de un vampiro, no quería ni siquiera estar en la misma habitación y sin embargo ahí estaba, luchando "por su vida" con alguien que no era consciente de lo que estaba haciendo en realidad.

El truco que Ionel le había enseñado para sodomizar por un par de segundos a Gulf, lo empleó nuevamente para salir de aquella habitación. Era inútil tratar de entablar con diálogo con aquel muchacho. Apenas entraba en la alcoba y éste se le echaba encima tratando por todos los medios de morder su cuello.

Antes de salir, echó un vistazo y rodó los ojos. La habitación de Gulf era un verdadero desastre, un campo de batalla en ruinas, la cama ya no existía más, el vidrio del tocador estaba hecho añicos regado por el suelo de la alcoba, el candelabro colgaba solamente de uno de sus soportes, el baño ya no tenía puerta y en general nada ahí podía volver a usarse con el fin para el que estaba destinado.

Cuando Suppasit salió de la alcoba, Gulf cayó rendido al suelo sobre pedazos de madera y cristal. Sentía que ya no podía más, ya no tenía fuerzas para seguir luchando, moría de sed y el engreído y soberbio señor Suppasit no le daba un poquito de su sangre. Solo quería un poco, ¿Qué le costaba? Ni que se fuera a beber toda. ¿Tanto lo odiaba como para dejarlo morir de sed?

Por eso en cuanto lo veía se lanzaba encima de él, por un medio o por otro debía calmar su sed, pero el condenado hombre era fuerte, no tanto como él, pero si era bastante rápido y cuando creía tenerlo en sus brazos, éste se le escurría como el agua entre los dedos. Kana jamás pensó que una de las pruebas sería luchar contra él, cuando el señor Ionel le había dicho que Mew se encargaría de él pensó que se refería a cuidarlo no a retarlo constantemente.

Se preguntaba cuánto tiempo más iba a continuar con aquella tortura. De pronto cerró los ojos dejándose llevar por el cansancio y la falta de sueño acumulada. Pero no podía dormir, su propio cuerpo no lo dejaba, había leído en las novelas de vampiros que dichos seres no dormían, ¿Acaso eso era lo que estaba pasando con él? ¿No comer y no dormir eran parte de la prueba?

Sin embargo, un pensamiento golpeó fuertemente su mente. Se incorporó de inmediato y observó su cuerpo. Empezó una revisión exhaustiva tocando con notable asombro para parte de su anatomía. Desde la cabeza hasta los pies. Estiró su cabello, observó la palidez de sus extremidades, palpó su pecho, tocó con cuidado su rostro. ¡Ya no estaba enfermo! ¡Por Dios! le había plantado cara a Suppasit Jongcheveevat, había peleado con él dos días seguidos. ¡Estaba sano! ¡Ya era un vampiro!

Comenzó a dar vueltas y brincar como un niño siendo llevado al parque de diversiones. Ya no tenía que preocuparse más por su enfermedad. Ahora era "una persona" diferente y podía hacer cualquier cosa que se propusiese sin afectar obviamente a su nueva familia.

Tenía que darle las gracias a la familia Jongcheveevat, iba a estar eternamente agradecido con ellos por darle la oportunidad de una transformación que había cambiado su vida para siempre. Lo que habían hecho por él no podía agradecerte con recompensas monetarias o en término de cosas finas, pero había jurado ser un leal y fiel sirviente de Mew, así que lo cumpliría aunque el señor Ionel le hubiera dicho que no. Lo cierto es que no podía ver a su creador como su igual, era evidente los vastos años de experiencia que le llevaba de ventaja, además, no sabía exactamente que iba a ser de su vida después de que pudiera de alguna manera controlar sus poderes.

Sus pensamientos se detuvieron en cuanto escuchó el ruido de la puerta abrirse nuevamente. Sintió como un inusual calor recorría su cuerpo. ¿No se suponía que los vampiros no emitían calor? ¿Por qué de pronto él sentía que llevaba el mismo infierno en sus entrañas? Sus ojos volvieron a brillar con un particular brillo que él no podía percibir pero si sentir.

Se giró lentamente completamente alerta a la "amenaza" que representaba que alguien entrara a la habitación en la que había luchado contra Mew. Pero en realidad no tenía absolutamente de que preocuparse, era el mismo hijo de Ionel quién entraba con el mayor sigilo posible. Sonrió de lado al ver las extremas precauciones que tomaba su creador al entrar.

Una vez que Suppasit cerró la puerta pudo notar que Kanawut estaba de pie justo frente a él con una sonrisa dibujada en sus carnosos labios. No estaba ciego como para no darse cuenta de la singular característica de aquella boca que le regalaba una pícara sonrisa. Cualquier otra persona se hubiera asustado al observar aquel gesto tan perverso, pero Mew no le temía a nada.

Había ido a ver cómo estaba Kanawut y no porque le preocupara, Ionel le había dicho que debía seguir trabajando con él para que pudiera terminar con el tedioso proceso de transformación. ¿Qué prisa tenía su padre? Ninguna en realidad, pero le daba la razón que en cuanto antes terminara aquel patético show, mejor.

No esperaba entrar y ver a Kanawut viéndolo fijamente cuando las dos primeras veces que había entrado, literalmente se le había ido a la yugular. De hecho había entrado preparado para recibir el feroz ataque de ese hambriento nuevo vampiro. No obstante, nada lo tenía preparado para lo que iba a pasar segundos después de su ingreso a aquella desastrosa habitación.

- ¿Te has calmado ya? – habló Mew pero Gulf solo sonrió – si no dejas de actuar como una bestia jamás saldrás de aquí y morirás como... - pero no pudo continuar al ser interrumpido por la sensual y varonil voz de Kana.

- Tengo... hambre – dijo lentamente sonrió.

Y Kana emprendió una carrera directa y sin escalas hacía Mew, y aunque éste se preparó y tomó una posición defensiva, jamás imaginó que aquel audaz muchacho recién transformado iba a hacer algo completamente diferente que lanzarle un golpe o pretender morder su cuello. Suppasit Jongcheveevat no esperaba que Kanawut Traipipattanapong, el mortal que él había convertido se lanzaría hacía él para... besarlo.

CONTINUARÁ... 

¿Será este beso el inicio de una mejor relación entre ellos? 

Hasta el siguiente capítulo. 

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