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La primera vez que Kim NamJoon conoció a Min Yoongi, pensó que era un niño un poco raro.

—¿Por qué?

—Amor, solo queremos que intentes ser amigo de Yoongi, ¿sí?

—¿Por qué?

—Porque todos necesitamos amigos y Yoongi no tiene a nadie.

—¿Por qué?

—Porque en su anterior escuela lo molestaban.

—¿Por qué?

Kim Hesoo suspiró derrotada ante la palabra favorita de su hijo esa temporada que ponía en tela de duda su capacidad de lidiar con un pequeño de doce años.

—Porque es como tú, Namu. Es diferente y a los demás niños no les gusta lo diferente.

NamJoon lo pensó en ese momento, no le gustaba cuando sus padres le imponían alguna tarea o algo por el estilo, pero sabía que debía de dejar de lado una pequeña llama de disgusto con ellos porque estaba consciente de lo que le estaban pidiendo y por quién se lo estaban pidiendo.

Min Yoongi.

Yoongi era aquel niño nuevo que ni siquiera se presentó en el primer día de clases y fue situado en el asiento justo delante del escritorio del maestro, quien en el descanso prefería quedarse en el salón, quien no respondía a su nombre cuando lo llamaban y quien no tenía interacción alguna con otro infante.

Estaba solito.

—Está bien, Hesoo.

—Mamá — ella suspiró —. Por favor, llámame mamá...

Pero NamJoon hizo caso omiso a esas palabras y se despidió de ella con un ademán para ingresar al salón de clases.

Lo primero que hizo fue ir directo a su asiento, al lado de Yoongi, pues los maestros también decidieron colocarlo ahí por su evidente falta desconcentración y por ser aquel de los pocos niños que repetían algún grado en la escuela. Le daban más atención al resto.

A lo largo del día, se concentró en estudiar a su compañero, lo cual fue muy evidente porque le llamaron la atención más veces de las que estaba acostumbrado y por la notoria mueca de incomodidad del pelinegro al estar siendo observado.

Cuando llegó el descanso, debatió mucho si salir del salón o seguir con su investigación que se perdió los minutos de descanso por severo lema mental a tan corta edad.

No fue hasta la última hora del día, en el que su maestra de dibujo salió del salón un par de minutos porque se había olvidado algo en la sala de profesores que pudo deducir por qué molestan a Min Yoongi.

Ninguno se había dado cuenta que un par de niños se habían levantado para jugar y uno se había caído tan estrepitosamente que el impacto de su rostro con el suelo le provocó un gran llanto que asustó a todo el salón y a ambos de sobremanera.

Sobre todo, porque aquel niño había caído sobre Yoongi.

NamJoon intentó regular su respiración, aunque tenía inmensos deseos de llorar, pero colocó sus brazos encima de su pecho en forma de cruz y se dio repetidas palmadas en sus hombros, tal como se lo había enseñado su psicóloga.

En su intento de calmarse, regresó la mirada a su objetivo y lo vio con las manos en sus oídos, llorando incluso más fuerte que el niño que se había caído.

Ni siquiera recuerda cuándo se levantó de su asiento y abrazó a aquel niño raro. Desde entonces, supo que él era diferente, pero también importante.

»Seremos mejores amigos — le dijo en su momento, NamJoon aún recuerda sus ojos pequeños confundidos y sus labios abultados la mayor parte del tiempo —. Y te protegeré.

No hubo día hasta hoy en el que NamJoon no cuidó a su mejor amigo. Le dio la mano cuando tenía que hablar frente a toda la clase y golpeó con una rama a los niños que lo molestaban, se encargó de estudiar cómo hablaba porque casi nadie le entendía, a excepción de su madre y él. Lo acompañó en algunas citas con psicólogos y sus terapias de lenguaje, incluso lloró en su última sesión cuando Yoongi cumplió diecinueve y se sentía avergonzado por seguir asistiendo. Lo abrazó cuando pensó que estaba loco cuando le diagnosticaron erróneamente Esquizofrenia y le dio contención cuando tenía una crisis, incluso si salía herido en el momento.

Aprendió qué eran los contactos de emergencia que los padres de ambas familias les habían colocado en aquella tarjeta blanca que no suele llevar a simple vista, en la que su diagnóstico de TDAH se lee con facilidad y a lo que es propenso a hacer en una crisis y a quién debían de llamar. Y se esforzó tanto en convertirse en uno que en la tarjeta de su mejor amigo, cerca de las siglas TEA, está su nombre y número celular.

No había algo de lo cual estar más orgulloso que cuidar a Min Yoongi, su mejor amigo.

Por ello, no entiende cómo pasó de ser su mayor soporte a esto:

—Yoongi no quiere verte, NamJoon.

¿Disculpa?

Se encuentra frente a la casa de la familia Min, en el umbral de la puerta con Min DalSeo, quien le mira con lástima.

—Ayer tuvo una crisis muy fuerte cuando lo acompañé a la universidad.

—¿Por qué... nadie me dijo?

Porque nadie sabe qué pasó.

El señor Min aún tiene un ligero temblor en sus manos al recordar la manera en la que su hijo volvió a la camioneta, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, casi sin respirar porque parecía querer gritar, pero a la vez, se ahogaba con palabras que era incapaz de siquiera susurrar. No es que sea la primera crisis que acompaña a Yoongi, mucho menos es que haya sido la primera vez que le haya tocado atravesar esto solo.

Simplemente... Fue inesperado y el asiento de copiloto no fue el mejor espacio para abordarlo.

Ahora está en cama, no más tranquilo porque calma es lo que menos tiene ahora. Está en cama, como si estuviera apagado.

Solo existiendo.

—Será mejor que vayas a casa, hijo.

No, él debería estar con Yoongi.

—Pero si tuvo una crisis... Me necesita. Por favor, señor Min, déjeme pasar. Necesito... Yoongi me necesita.

—Por favor, ve a casa.

—¿Él le dijo que no quiere verme? — DalSeo ni siquiera tuvo oportunidad para responder —. ¡No le creo!

—Es por el bien de ambos. No te voy a dejar pasar.

NamJoon tomó una honda respiración y se rehusó a soltar una lágrima frente a el hombre, por lo que solo se dio media vuelta y, con pisadas fuertes, avanzó un par de calles más hasta llegar a su casa.

Su madre lo recibió con una sonrisa que se desvaneció al instante.

—Ahora no, Hesoo.

Ella suspiró cuando vio a su hijo ir de inmediato a su habitación.

Ninguno entendía qué estaba pasando.

—¿Se dio de baja?

Park Jimin ve con confusión a SeokJin, quien se encuentra a su lado esa noche en la que comparten un rato agradable en la habitación del mayor con videojuegos, pizza y soju.

—Así escuché — dijo —. No sabía que Yoongi es amigo de JiSoo, ni siquiera pensé que podía tener amigos. Ella estaba hablando de un trabajo que tenía que hacer en pareja con un chico y que de la nada le dijo que dio de baja su semestre; después caí en cuenta que es Min Yoongi.

Bueno, no tiene por qué incumbirnos — se escuchó a Jungkook por la portátil del rubio y ambos vieron cómo seguía en la cocina de un restaurante —. Debió tener sus razones y no creo que tú seas una de ellas.

Había pasado poco más de una semana desde esa tarde en la que dio fin a esa relación extraña que tuvo con aquel pelinegro. Su paladar se siente amargo y se siente culpable por admitir que no lo extraña tanto como pensó. ¿Eso es una buena señal?

Está bien y se siente a gusto con su decisión, él no debería estar con alguien que hace cosas que le hacen daño. Una pequeña parte de él le recrimina que está siendo dramático, pero otra parte le dice que no.

—Me preocupa, de todas maneras — murmuró en lo que se lleva un pedazo de pizza a la boca —. A Yoongi le gusta mucho su carrera... ¿Debería llamarlo?

¡No!

—Jimin, tu celular. Ahora.

—Solo quiero saber cómo está...

—¿Y crees que te va a contestar? — Jin preguntó y pausó el juego para verle —. A él no le importaste, ¿por qué debe importarte a ti él?

Park suspiró y terminó su pizza en un par de bocados.

Le preocupa, sí. Ni siquiera puede hablar con Kim NamJoon porque parece que lo odia mil veces más que antes, lo nota en la manera en la que lo ignora tan olímpicamente que parece que lleva años de práctica haciendo lo mismo. Tampoco es que hiciera mucho el intento en acercarse, pero se acaba de dar cuenta que se ven más seguido de lo que pensó al ser que sus facultades sean vecinas.

—De todas maneras — una voz habló a sus espaldas, alguien que se aisló en la cama de Jin para poder estudiar tranquilo —. Darse de baja es una acción muy, pero muy impulsiva.

Taehyung dejó su tableta encima de su estómago y vio a sus tres amigos, quienes asintieron en su dirección.

—He estado pensando... Y quiero decir algo, pero siento que no debo decirlo.

—¿Es ofensivo? — Jimin preguntó.

—No lo sé, pero creo que todos nos dimos cuenta que Min Yoongi no es como nosotros. No es... normal, no lo digo con un tono despectivo porque no encuentro otra palabra para describirlo mejor. Tal vez, Yoongi solo es un chico... ¿especial?

¿Especial? — Jungkook dejó de lavar platos para acercarse a su celular, aunque no veía a Taehyung en la pantalla —. O sea, ¿con necesidades especiales?

—Que esté siendo un estúpido no significa que sea como uno de esos estúpidos.

Por un momento, el rubio vio con desaprobación SeokJin por tal comentario.

—Yoongi es normal. Finito.

—Lo es, claro, pero él mismo te ha dicho que tiene un algo y una condición que le impide hacer muchas cosas, como hablar en público e inclusive esta falta de comunicación puede derivarse a dicha condición, también sobre sus problemas sensoriales o el hecho de que no le guste sentir sentimientos que no puede tocar.

Park Jimin suele hablar de todo lo que ha pasado con Min Yoongi. Absolutamente todo, para bien o para mal.

—¿De dónde sacaste esa conclusión?

—Quiero cambiarme de carrera, a Psicología.

Tal declaración los tomó igual de inesperados a todos.

—¿Qué?

—Últimamente tuve casos ficticios donde se alega mucho a la salud mental y, no lo sé, me ha interesado conocer más del tema antes de terminar el caso. Estoy en uno un poco denso, pero la demandante pertenece a un espectro muy amplio que no se ve a simple vista. Unos pueden llegar a ser una discapacidad no visible.

—¿No estás siendo muy exagerado? — Jin cuestionó —. Yo solo veo a un idiota sin responsabilidad afectiva.

Taehyung se encogió de hombros.

—Solo es mi opinión.

—Yoongi una vez mencionó haber ido con una psicóloga y psiquiatra.

—Entonces es un poco acertada mi teoría, pero SeokJin tiene algo de razón, ese manejo de emociones y la falta de comunicación es algo que debe resolver él y tú no tienes que cuidarlo si no quieres.

—¿Y si... sí quiero?

—Por favor, no eres centro de rehabilitación.

—Si quieres, hazlo — Taehyung volvió a su lectura y evitó las tres miradas que tenía encima —. Te va a doler y será difícil, pero si quieres, hazlo.

—Ni se te ocurra.

—Mírame hacerlo.

Park Jimin agarró su celular, a pesar de que Jin intentó arrebatárselo y corrió hasta el baño de la habitación, con muchas opciones de decisiones impulsivas en la palma de su mano.

Su amigo desistió en su captura casi al instante mientras él se sentaba en el inodoro con la tapa puesta, abrió el chat con Min Yoongi y vio todos los mensajes que le había mandado antes de terminar.

¿Era buena idea?

Sin pensarlo mucho, presionó la opción de llamar y acercó el celular a su oreja.

Un tono... Dos tonos...

¿Yoongi de verdad tenía una condición mental tan seria como Taehyung lo hizo sonar?

Tres tonos... Cuatro tonos...

Mierda, y él le dijo cosas tan hirientes la última vez que se vieron.

Cinco tonos... Seis tonos...

Ah, ya ni siquiera sabe qué está haciendo y...

¿Jimin?

Su respiración se detuvo un segundo.

¿Qué es esto que está sintiendo? ¿Qué es la calidez en su pecho al volver a escuchar su nombre de Min Yoongi? ¿Qué es la satisfacción de saber que llamar por su nombre a las personas es la manera de saludar del chico, puesto a que no le gusta decir hola?

—Yoongi... — murmuró y se encogió en su sitio —. ¿Estás ocupado?

El pelinegro se tardó en responder.

No.

—Escucha, sé que esto es muy repentino, pero... ¿Podría hablar contigo en persona? — un silencio incómodo se hizo presente —. No tiene que ser ahora, puede ser cuando quieras... Solo, solo quiero hablar contigo.

¿Sobre qué?

—Supe que te diste de baja este semestre... ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

Estoy bien.

Park se quedó callado ante la sensación de humillación que lo arropó de pies a cabeza.

—Te extraño — dijo, total, dignidad no tenía desde hace mucho —. Perdón por todo lo que te dije la última vez que nos vimos.

¿Ahora qué cambió? Quiere excusarse con el soju.

No... Perdóname tú a mí — murmuró el pelinegro e hizo una corta pausa, Jimin no lo pudo ver, pero Yoongi aguantó todas las lágrimas que estaban amenazando por salir —. Te ignoré y estuvo mal. Perdón. Es solo que... No lo sé. Soy estúpido.

—Yoongi...

¿Sí?

—¿Puedo saber qué condición tienes? — preguntó y los segundos de silencio se hicieron eternos —. No te voy a juzgar... No voy a hacer nada malo, solo quiero entenderte porque... yo tampoco lo sé.

Prefiero no hablar del tema.

Jimin suspiró.

También te extraño...

—¿Podemos vernos? Por favor...

¿Mañana? — él asintió tontamente, como si lo pudieran ver —. La verdad, estoy un poco delicado de salud... Puedo enviarte la ubicación de mi casa mañana.

—Sí, claro. No hay problema, yo, yo iré.

Gracias por llamarme.

—Gracias a ti por contestar.

Terminar la llamada fue incómodo, sobre todo cuando Yoongi fue quien decidió darle fin. Porque en la soledad y oscuridad de su habitación, volvió a leer los mensajes de Jimin como había estado haciendo los últimos días.

Sus lágrimas pudieron escapar de sus ojos como rutina del cansancio y se escondió aún más debajo de su manta de contención.

Porque no estaban siendo días buenos y, aunque no quería arrastrar a nadie más a su burn out, había extrañado a Park Jimin.

Más de lo que quisiera admitir.

aparezco.

gracias por las 100k leídas por aquí y por seguir leyendo a pesar de mi ausencia.

pan les tqm.

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