Diecinueve

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Horas antes...

Louis añoraba que la tierra se abriera en una especie de caos letal y se lo tragara para no tener que escuchar el interrogatorio inminente que Liam iba a realizarle, luego de haberlo visto besándose con Harry.

Solo era un jodido beso, ¿cuál era el escándalo? ¿Qué era lo impactante? Como si él no lo hiciera con Zayn cada que se les presentaba la oportunidad.

—Ya me lo sospechaba... —El ojimiel dijo, una vez entraron a los vestidores—. ¿Desde cuándo?

—¿Desde cuándo qué? —Louis recriminó con hastío, abriendo el locker que le correspondía.

—Si, desde cuándo es que Hazz y tú están saliendo —afirmó, estampando la mano en la taquilla aledaña. 

Louis dio un brinco en su lugar. Liam se metía mucho en su papel de detective, quizá hasta se imaginaba con el traje y una pipa entre los labios.

—No estoy saliendo con él, nunca saldría con él y lo que viste no significa nada —parloteó, viendo de reojo la discrepancia que despedía su amigo.

—Ya decía yo, que el beso en mi fiesta de cumpleaños no había sido normal, se lo dije a Zayn —tarareó, sobando su mentón y estrechó los ojos—, la conexión que tuvieron... hasta yo la sentí.

A Louis le cambió la cara, su corazón empezó a latir asombrosamente rápido, como si Liam hubiese tocado un punto del cual... él ya estaba medianamente consciente.

—Ahí vas con tus tonterías, Payno, solo fue un beso que Harry buscó y yo no se lo iba a negar —Ofuscado, le miró con la nariz levemente arrugada—, un beso es así, no se le niega a nadie.

—Ya. Pero si yo fuera tú, se lo negaría por completo al chico que no me agrada y quiero que deje de trabajar aquí —Sarcástico, así fue al responder—. No le doy un beso y menos le toco el trasero como si fuera plastilina.

—Métete en tus asuntos, preocúpate por tu novio con gases atorados —escupió, con un nivel más sumado a su enojo.

—¿Por qué siempre haces eso? —sermoneó, asomando una sonrisita simpática—. Siempre niegas lo evidente.

—Estás mintiendo, yo niego lo que se debe negar —Empezaba a sentirse extrañamente vulnerable—. Harry no me gusta.

—Yo nunca dije que te gustara... solo dije que había una conexión, ¡Es más! Nunca mencioné de qué tipo.

Y... eso, bueno... maldita sea.

—¡Yo lo dije porque te conozco! —Se defendió, cerrando de un portazo su locker—. ¡Dices cosas que no van!

—¿Qué no van? Tommo, tú eres el que está diciendo todo. Yo solo dije que había... —Calló, separando sus labios poco a poco al unir algunas piezas en su mente. No podía creerlo—. Espera un minuto...

—¿Ahora qué? —Le rodó los ojos, estrellando su frente en la puertecilla hecha de metal.

—Tú repentino interés con las energías sexuales... —Liam se cubrió la boca con dramatismo, antes de sacar la pregunta que le estaba quemando por dentro—. ¿Estás follando con Hazz?

Louis enmudeció, acorralado. No le dio la cara, permaneció con los ojos cerrados y la frente aún apoyada en la lámina de acero. No era un mentiroso, pero sin duda, prefería serlo a convertirse en un tipo común que alardeara sus encuentros sexuales con sus amigos como si fueran hazañas.

Él no era así.

—Payno, basta, estás jodiéndome en serio —pidió sensato, llevando sus orbes a la cara atónita del mencionado.

—No... yo, lo siento... no quise, perdón —Se arrepintió, sabía que era muy fácil llevar al borde a Louis cuando algo lo tenía... ¿confundido?

—Si me estoy follando a alguien o no, es irrelevante, ¿si? No voy contarlo como si fuera un logro, no es un trofeo para presumir y además es mi intimidad.

Ya, lo había dicho. Quizá con eso validó las sospechas, pero de verdad le molestaba cuando su amigo tomaba esa actitud tan pesada. Era su vida, sus decisiones, él sabía con quién se enrollaba y con quién no, era su problema si lo hacía sin responsabilidad afectiva y solo por necesidad o deseo, todo eso solo le correspondía a él.

—Disculpa, solo me tomaste por sorpresa, fue algo que no esperaba por... —Mejor guardó silencio, haciendo un sonido con sus labios al sacar el aire—. Como sea, manéjalo como tu creas.

—Gracias.

Se hizo un silencio incómodo, de esos que te orillaban a toser o mover los pies con el talón cimbrado al piso. Liam ya no supo que más decir, solo puso su mano hecha puño sobre su boca y pasó saliva ruidosamente.

—¿Crees que paguen por él? —Louis fue quién acabó con el abrumador sigilo—. Como... que de verdad se peleen por obtener una cita.

—No sé, estaba nervioso —exclamó, esta vez siendo él quién abría su taquilla, en busca de un pañuelo—. Pero estoy seguro de que será la sensación.

—¿Por qué? —Hubiera querido que su tono saliera menos interesado, pero no lo consiguió.

—Harry tiene muchos admiradores, no me sorprendería que la subasta ascienda hasta los mil dólares.

—¿De verdad?

—Pues si, me he dado cuenta —mencionó, limpiando y sonando su nariz con el cuadrado de papel.

Louis sintió picor en el pecho, un malestar desencadenado ante la pobre imagen mental de un Harry sonriente sobre la barra y cualquier otro imbécil ganando una salida a su lado. Aunque fuese en términos afables, había algo escondido por ahí que no le daba buena espina.

—Que le vaya bien, entonces —susurró para sí mismo.

No le enojaba, obviamente no. Era solo su miedo a ser superado, no había otra explicación más clara que esa, nadie debería pagar más de los quinientos que dieron por él. Se trataba de eso.

—¿Me escuchaste? —Liam había sacudido su palma extendida sobre el rostro del mayor, se había quedado quieto, viendo un punto fijo—. ¿Lou?

—¿Qué? —Volvió de su burbuja, parpadeando velozmente en secuencia—. ¿Qué dijiste?

—Que he oído a varios chicos decir en días atrás que lo están esperando.

—¿Esperando?

—Si, hubo uno... dijo que estaba impaciente y pagaría lo que fuera por él —murmuró despacio—. No entienden el concepto de cita amistosa.

—Malditos simios.

Eso era todo.

Louis se deslizó hasta quedar sentado en el piso, sacando en el camino su billetera del pantalón. Liam le observó curioso, siguiendo sus acciones y el cómo inició a contar un número considerable de billetes que salieron a la luz.

—¿Por qué traes tanto dinero? —Se aventuró a indagar, colocándose en cuclillas a su lado—. Ya sabes que no es bueno traerlo, la última vez me robaron la cartera y no me di cuenta...

—Iba a pagar unas cosas de mi casa pero el banco se puso idiota y no pude depositar —contestó sincero, colocando los papeles con valor en las baldosas—, no me dio tiempo de pasar a dejarlo, por eso me lo traje.

Y era cierto. Louis no estaba engañándolo, el puto cajero no le había recibido los billetes por estar doblados y maltratados según la máquina, había hecho una rabieta después del tercer intento y se fastidió por la presión que sintió al ver la enorme fila que tenía atrás suyo.

—Por eso te he dicho que uses las transferencias —rechistó, apuntando el dinero disperso—. ¿Cuánto se supone que tienes aquí?

—Tenía que pagar casi novecientos, más lo que yo traía extra... mil y algo... —exclamó, enderezándose y sus uñas cortas intentaron aliviar la comezón de su nuca—. ¿Será suficiente?

—No lo sé, te puedes arriesgar —soltó el ojimiel, sabiendo de sobra lo que el castaño planeaba hacer—. Pero... ese dinero lo necesitas para pagar tus cuentas.

—Tengo ahorros en casa Payno, no creo que me desequilibre —Respiró denso, soltando luego una bocanada pesada de aire—. Además, he gastado más en otras cosas inútiles, esto es diferente.

—¿Diferente?

—Si, más o menos.

—¿Por qué lo dices?

Louis sonrió de lado, estructurando su siguiente diálogo para no cagarla más.

—Harry no conoce Nueva York como nosotros, puede ser peligroso para él —Se perfiló como un hombre atento y servicial—, además es de noche, una cosa es que no me agrade y otra que desee que algo malo le suceda.

Liam afirmó, rechinando sus dientes y después esbozó una linda sonrisa.

—En eso tienes razón, Tommo —Se colocó de pie, solo para obtener su propia cartera y la abrió, buscando con sus dedos una aportación voluntaria que ayudaría a su amigo preocupón.

—Son mil doscientos con veinte, yo creo que con eso basta —decretó, apilando las monedas en un torre.

—Ten, por si hace falta.

Louis levantó la cara ante el llamado, su compañero le ofrecía desde arriba unos cuantos billetes bondadosamente. Su manzana de adán se marcó, sus mejillas empezaron a sentirse calientes por el sonrojo e irremediablemente se tiñeron de bermellón, apenado por verse tan expuesto a una intención claramente inoportuna y hasta cierto punto, ridícula a su perspectiva. 

—Es solo por su seguridad, te pago mañana mismo, porque no pode-...

—Ya entendí, no te preocupes —Su otra mano fue tendida para que el ojiazul la tomara y se levantara.

Louis se apresuró a recoger todo el dinero, echándolo sin cuidado a su billetera y se aferró a Liam al pararse, vislumbrando el rostro ajeno. Se sonrieron cómplices, estrechando sus manos en una promesa que solo ellos entendían.

—A veces me sorprendes —dijo el ojimiel.

—Ya somos dos.



❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ 🍻 ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖



Era cierto que se había quedado una hora buscando la ropa perfecta, debía lucir presentable, el ir a pedir informes a las universidades en las que deseaba aplicar, ya era demasiada presión como para preocuparse por como lo vieran al vestir algo casual de todos los días.

Si bien no tenía mucho dinero todavía, quería conocer los programas de estudios, las colegiaturas, las carreras ofertadas y lo que le ofrecían en cuestión a servicios de apoyo.

Y si a todo eso, le sumaba que la persona que lo llevaría a visitar las dos universidades, era Louis, podía decir que estaba en un tremendo colapso y hecho un manojo de nervios a punto de vomitar.

Lo había llevado a su apartamento casi a las tres y media de la mañana, despidiéndose con una sesión prolongada de besos, mordidas y toqueteos superficiales que lo dejaron alterado, necesitando más de lo que el castaño era capaz de realizar con él.

Se prometió reclamarlo después.

Era la cuarta vez que se miraba al espejo, insatisfecho con sus últimos tres atuendos, lo intentó con una camisa a rayas blanca con negro, unos jeans sin roturas y sus botas cafés que tanto amaba.

Modeló un poco, echando su cabellera a un lado y no dudó nada en tomar uno de sus sombreros que portaba en ocasiones especiales. Le iba bien uno marrón, del mismo matiz que su calzado, era lo que daría el toque semi formal a su vestimenta.

Por fin le sonrió a su reflejo.

Suspiró al oír su celular sonar y su pantalla se iluminó al recibir un nuevo mensaje. Corrió, dejando el aroma de su shampoo en la intemperie, desbloqueó el aparato y leyó la notificación más reciente:

Para: Harry Styles.
"Estoy afuera, no tardes mucho.
Creo que me estacioné
en un lugar no permitido."

Harry sonrió sin recato.

Para: Louis T.
"Ya voy, espérame ahí.

Envío el texto con un rápido movimiento de dedos, y guardó su móvil junto a sus llaves, no olvidando agarrar el folder con algunos de sus documentos importantes, era precavido.

Tropezó con su tocador, golpeándose el muslo y chillando por el dolor, era un descuidado. No se llevó ningún tipo de abrigo o chamarra, el clima anunciaba un sol incandescente y no le haría falta.

Salió de su morada, cerrando su casa y bajó las escaleras del complejo a brincos, saludando a unos cuantos vecinos que se topó mientras llegaba a la planta baja. Le comunicó al portero que estaría fuera, como todos los días le encargó su vivienda y el hombre le garantizó que la tendría bajo su cuidado.

Al salir por el portón, lo primero que vio fue el carro de Tomlinson aparcado en la acera de enfrente, justo delante de un enorme letrero que decía "no estacionarse". Se mofó y cruzó la vialidad, fijándose en ambos lados por aquello de los percances a causa de conductores impertinentes.

Como siempre, Louis estaba sentado en el capó, con las piernas cruzadas, el celular en su mano izquierda y el pulgar moviéndose en muchas direcciones sobre la pantalla. Reparó al chico caminando hacia él, mirándolo por el rabillo del ojo.

—Buen día —Saludó el menor, cuando estuvo cerca de él—. ¿Cómo te trata la vida hoy?

—De la mierda, gracias por preguntar —constató, aún con la atención en su teléfono—. ¿Listo para ser un fracaso y que no te quieran aceptar en ninguna universidad?

Harry no se lo tomó a pecho, ya conocía su miserable postura.

—Claro, listo para llorar —objetó en cambio.

Sin otra cuestión, creyó que lo mejor sería montarse al automóvil por si solo. Así que avanzó hacia la puerta del copiloto y la abrió, agradecido de que el seguro estuviese arriba y no pasara vergüenza al decirle que lo botara.

Estando dentro, se acomodó en el asiento de piel y se abrochó el cinturón de seguridad, con una confianza que le dio terror cuando Louis no le reclamó nada. Aparte de ello, prendió el radio, sintonizando la estación que transmitiera las canciones más populares, hallándola luego de varios cambios.

Louis ya estaba arriba también, con los dedos alrededor del volante y la llave en la ranura. El motor rugió, su ventana fue bajada para dejar entrar el viento libre y alineó el espejo retrovisor.

—Así que, tu mensaje decía que a las doce en la Universidad de Columbia y luego a las tres en la Universidad de Nueva York, ¿o me equivoco? —proclamó, sin atreverse a voltear.

—Ajá, vamos o se hará tarde.

Harry estaba feliz. Desde que llegó a esa ciudad, solo tenía una meta en la vida, que anhelaba llegar a cumplir con todas sus fuerzas. Se imaginaba diseñando algún edificio importante, aportando lo que supiera a sus compañeros y lo consideraran alegremente mientras le decían un "Styles, siempre posees las mejores ideas", algún día su apellido estaría en contratos, en obras públicas a realizar, en documentos como responsable de obra o quizá en los créditos de algún estadio de fútbol proyectado.

Su nombre sería recordado.

—Bien, que no se te olvide nada porque no pienso regresar por tu mala memoria —Louis murmuró, contagiado de la energía tan bonita que el rizado emanaba.

—No te preocupes Tommo, llevo todo —Reposó el folder con documentos sobre sus piernas—. Listo.

—Soy Louis, para ti.

—Está bien, Lou.

El mayor contuvo que sus comisuras se dispararan hacia arriba, Harry era un terrible parásito que lo hacía cabrear. Pero lo dejaría pasar, solo ese mugroso día.

El camino fue en silencio, solo con la música de fondo y el ojiverde embobado con las calles de la ciudad, recargado en el vidrio bajo, con la cabeza afuera y sosteniendo su sombrero para que no se fuese volando con el aire o al pasar por los reductores de velocidad que el mayor veía muy tarde.

Era una linda mañana.

Después de cuarenta minutos de camino, Harry se emocionó al acaparar en su visión periférica, el edificio enorme de la Universidad de Columbia. No guardó el jadeo que le ocasionó el placer de estar por conocer una de sus alternativas para cumplir su sueño.

—Baja si quieres, en lo que encuentro un lugar para estacionarme —Le dijo, cuando pasaron la primer esquina del enorme campus—. Se te hará tarde.

El rizado se giró, atrapando su perfil con sus esmeraldas irradiando.

—¡Sí! Yo voy a... —Sin embargo, se vio obligado a pausar un momento—. No vas a dejarme aquí abandonado, ¿o si?

—¿Por quién me tomas?

—Uhm...

—No respondas —Casi riendo, le negó con la cabeza sin dejar de ver al frente. No planeaba causar un accidente—. Te envío mensaje de dónde estoy, ve ya, te espero a que salgas.

Harry no quería desconfiar, pero por los acontecimientos anteriores, no podía sentirse plenamente tranquilo.

—¿Seguro?

Louis frunció los labios.

—Que si, hazlo, te prometo que aquí estaré, ya ve —Pisó el acelerador, acercándose a la puerta principal—, si no, te daré el permiso de darme un golpe en la cara.

—No necesito tu permiso para eso, si quiero lo hago —musitó, riendo audaz.

—Insolente —Louis destrabó la puerta, invitándolo a bajar—. Suerte.

—¿Eh?

—Suerte, que te vaya bien.

Harry mitigó un ansia de comerle la boca ahí mismo. Es que el castaño era volátil, pasaba de ser un cabrón sin corazón a comportarse así, rozando lo cálido y mesurado.

Dios, no.

—Avísame dónde te quedas, nos vemos en un rato —Logró concretar sin sonar tembloroso y se quitó el cinturón para descender.

La visión de Louis por fin lo capturó, corriendo para atravesar la calle minuciosamente. Lo vio contornear las caderas, alisar su camisa con las manos y alinear el accesorio sobre sus tirabuzones; podía adivinar que las manos le estaban sudando, pero también sabía que iba a dejar maravillado al rector o a quién sea que tuviera la fortuna de escucharlo expresar sus metas a corto plazo.

Efecto Styles.



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Bien, se arrepentía de haberlo acompañado.

No por el hecho de estar bajo el rayo de sol, con sus lentes negros puestos para no lastimar sus bonitos ojos azules, por llevar más de una hora sin saber que hacer exactamente, ni siquiera por el pájaro que terminó defecando el cristal trasero de su auto.

Lo que lo tenía fatigado, eran las tres chicas que estaban intentando coquetear discretamente con él.

Las vio a lo lejos, eran parte del grupo de porristas, portaban el uniforme mientras hacían sus rutinas de vueltas en el aire y mortales que admiró por la habilidad. Si él hiciera eso, terminaría con una fractura en algún lugar de su cuerpo, era un talento digno de alabar.

—¿Qué edad dijiste que tenías? —inquirió una de las estudiantes, sonriendo de forma soñadora.

—Veintidós.

—¡Genial! Yo tengo veinte —matizó, enredando los dedos en los cabellos que caían de su coleta alta. 

—Yo tengo veintiuno —anexó una más de ellas, la que portaba un gran moño en su peinado.

—Yo igual —La última se integró, moviendo sus pompones.

—Cool.

Louis no quería ser grosero, pero no sabía como decirle a las chicas que no le interesaba en lo más mínimo platicar con ellas. Podía ser algo como: oigan, de ustedes, a los jugadores de americano, créanme que me quedaría mirando a ellos, son apuestos.

Una sutil manera de aclarar su sexualidad, pero hasta para él, era demasiado. Se burló en sus pensamientos por su brillante declaratoria.

—¿Estudias aquí? Nunca te hemos visto.

—No, no estudio.

—¡Oh! ¿Por qué? Esta escuela es buena, tiene muchas actividades y sin duda es una gran opción —Aquella muchacha era muy parlanchina—. Si tu quieres, podemos ir con el rector para que te informes, si planeas entrar, claro.

—¿No eso se maneja por citas? —El castaño se refregó la mejilla con su mano.

—¡Sí! Pero a nosotras nos conoce y podemos ayudarte, si tú quieres.

—Ya, ¿cómo me dijiste que te llamabas? —interrogó a su pesar.

—Miranda —Entusiasmada, se balanceó de adelante hacia atrás.

—Bueno, Miranda, cuando necesite algo como eso, te buscaré —Le sonrió forzado, pero a juzgar por la cara reluciente de la involucrada, supo que no comprendió su desprecio.

El par restante se hizo a un lado, incrédulas creyeron que su amiga había sido la victoriosa con el guapo chico de vans negros y playera blanca que dejaba apreciar los tatuajes bajo sus clavículas.

—¡Claro, te prometo que no te vas a arrepentir! —chilló, agitando su mano con las uñas pintadas de color menta hacia una de las porristas—. ¡Jess, un marcador!

Louis se quiso tirar a media avenida esperando que un camión le pasara encima, se le daba lo teatral y la situación lo ameritaba; pues Miranda ya había obtenido un plumón permanente, destapándolo y aproximándose a él.

—Mira, aquí.

La joven de cabellos cobre, le tomó de la mano izquierda y con el marcador negro que su compañera sacó de una pequeña mochila, empezó a escribir su número en la palma del ojiazul. Louis miró impresionado la tinta en su piel y la faz vanidosa de la porrista; era bonita, no lo iba a negar, pero las mujeres no estaban en sus parámetros y no quería ser tajante al rechazarla.

—Ya está, cuando te decidas, envíame un mensaje o llámame, te puedo ayudar —Era amigable y atenta, cualquiera gustaría de salir con ella.

Lastimosamente, él no.

—Que linda, gracias —inclinó la cabeza hacia un costado—, yo te llamo.

—¡Estaré esperando tu mensaje!

—Si, yo...

—Louis, ¿nos vamos? 

Una voz grave resonó cerca, a un extremo de su posición y casi sufre una torcedura, que pudo ser atendida por un médico a no ser por la suerte que tuvo al no joderse el cuello.

Harry se avecinaba a él, sonriendo con los hoyuelos protagonizando en sus mejillas, ahora traía la camisa abierta de los tres primeros botones y venía relamiendo sus labios con lentitud al andar paso a paso.

Las tres estudiantes quedaron boquiabiertas ante la presencia de semejante dios griego, anonadadas por su belleza envidiable, por su físico labrado a mano y a detalle; sin duda aquel muchacho de rizos era el sueño de cualquiera.

Si, de cualquiera.





Holaaa. ♡

Primero que nada, AMORES, LOUIS YA DIO SU PRIMER CONCIERTO EN LATAM, ¡OFICIALMENTE EMPEZÓ LA MEJOR PARTE DEL TOUR!

Segundo... ¡Quiero agradecer las 20k de leídas! Chillo de felicidad, gracias por estar, en serio les amo con cada pedacito de mi pequeño corazón.

Y tercero, no estoy segura de si en esa universidad de NY hay la carrera de arquitectura, según lo que encontré en Internet sí, pero no estoy segura, no pretendo desinformar.

Gracias por sus votos y comentarios, un besote y nos vemos lo más pronto posible. Cuídense mucho.
María.

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