Treinta y cuatro

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Gracias por leer, amores.


—Mi turno... ¿Estación favorita del año? —preguntó el castaño, mientras le untaba mermelada a su rebanada de pan tostado.

—Invierno —Harry le contestó, tapando su boca con una servilleta—. Amo el frío y la nieve.

Louis protestó, haciendo un sonido extraño y su boca se abrió con impresión.

—¡Pero que mierda! ¿Cómo vas a elegir el frío? —acusó, antes de lamer su dedo pulgar manchado con jalea de fresa.

Harry entornó los ojos, colocando el codo sobre la orilla de la mesa y acunó su propia mejilla.

—Lo prefiero por encima del calor —espetó, sonriendo de lado—. Lo siento.

—Estás demente —gruñó, masticando el bocado y señaló el brazo ajeno con la punta del dedo—. Los codos no se suben a la mesa, mal educado.

Con la ceja enarcada, Harry rio tranquilamente; Louis siempre hallaba la forma de molestarle o recriminarle cada que hacía algo mal, y por fortuna, ya no era de forma ofensiva o agresiva.

Podría acostumbrarse.

—No se habla con la boca llena, mal educado —contraatacó, mejorando su postura.

Louis le devolvió las comisuras crispadas, arrojándole un trocito de pan; con el buen tino, le dio en la frente y el menor arrugó la piel de esa zona al instante.

—Bien hecho —masculló, dedicándole una bonita seña con el dedo corazón.

—Gracias —farfulló sarcástico, limpiando las migajas que quedaron sobre su tez—. Es mi turno de preguntar.

—Te escucho —dijo y después bordeó con su lengua la cuchara que usó para endulzar su café.

Harry tragó duro, ante la imagen del castaño pasando aquel músculo sobre el cubierto un par de veces.

Sintió un tirón en su entrepierna. 

—A ver... —Se aclaró la garganta, en lo que se rascaba la parte posterior de su cabeza—. ¿Cómo decidiste venir a Nueva York?

—¿Cómo lo decidí? —inquirió dudoso, entrecerrando los ojos—. ¿Qué te hace pensar que lo planeé?

El ceño del menor se frunció, tratando de procesar.

—¿No lo hiciste?

—Claro que no —espetó, deslumbrando con una sonrisa enigmática—. Cuando llegué al aeropuerto, lo hice sin saber el rumbo.

—¿Entonces? —No se resistió a investigar más a fondo—. ¿Qué ocurrió?

Los músculos en los hombros de Louis se ablandaron.

—Solo llegué, pregunté cual era el siguiente vuelo en salir que aún tuviera un asiento libre, yo necesitaba salir de mi ciudad natal lo antes posible —expresó y su pie golpeó con impaciencia el azulejo—. Me lo vendieron a Manhattan... y heme aquí.

Y sí, el ojiverde esperaba una historia con un contexto desarrollado, algo como que Louis había buscado oportunidades de crecer en varios países y eligió el idóneo para emprender su viaje en busca de una nueva y mejorada vida.

No imaginó que sería tan arbitrario y aplaudió en su mente la valentía del castaño al hacer eso, no era usual que alguien diera un paso hacia el futuro sin tener algo seguro.

—Eres muy valiente —Le resultó fácil decir aquello—. No cualquiera hace lo que tú.

—¿Te refieres de huir de la realidad? —habló, creyendo sonar gracioso—. Eso es cobardía mía.

—No, hablo de alejarte de las personas que te hacen daño —pronunció y sus ojos se sellaron sobre el rostro escondido del otro—, incluso si se trata de tu propia sangre...

Louis le interceptó la mirada, buscando algún rastro de burla o de mentira en sus palabras. Lejos de encontrar eso, se topó con la honestidad peculiar que su compañero poseía; era increíble como Harry le daba la seguridad en sí mismo que por tanto buscó y nunca halló.

Y no era como que el rizado le recordara día a día lo genial que era, porque hasta ese punto, la mayoría de sus conversaciones eran discusiones sin sentido y peleas estúpidamente superfluas.

Para Louis, él era un ciervo indefenso. Cuando lo miró por primera vez, lo imaginó débil, carente de decisión y con falta de carácter. Conforme lo fue conociendo y tratando, se percató de que estaba en un error descomunal: el chico de rizos lindos y ojos verdes, era más que un bartender inexperto.

Después de todo, Styles no se dio cuenta de lo que hizo al no ceder a sus berrinches de niño pequeño, más allá de sacarlo de quicio, le dio una lección que hasta apenas estaba asimilando. 

—Nunca lo había visto de esa forma —replicó, picoteando con su tenedor, los pancakes cubiertos con miel de maple—, suelo pensar que fui demasiado débil, que debí de haber enfrentado mi pasado, no solo correr y seguir el sol.  

—No estabas obligado, está claro que lo que hiciste fue valorarte a ti mismo —aseguró—, no tenías por qué quedarte en un lugar dónde no te sentías cómodo.  

—A veces las cosas no resultan como piensas —Suspiró, demasiado concentrado en los rizos rebeldes cayendo por la frente opuesta—. Creí que mi lugar era con ella y no fue así. 

Entonces, Harry hizo un amago de sonrisa tristona.

Quería cuidarlo.

Protegerlo, recordarle todas las mañanas lo mucho que valía y en las noches, repetirle lo bien que le hacía verlo feliz; llenarlo de mimos mientras le susurraba al oído cuanto le gustaba, escribirle un mensaje diariamente para que no olvidara el valor que poseía como ser humano, y sobretodo, convencerlo de que él no tenía la culpa de los errores que su familia disfuncional tuvo.

Quería expresarle lo mucho que lo admiraba.

—¿Has visto el rey león? —cuestionó el ojiverde, con sus mejillas pintándose de color carmín y regresando la atención a su almuerzo.

—Sí, hace unos años, ¿por qué? —Le respondió, comiendo un pedazo de aquella tortita de masa dulzona.

—¿Recuerdas la escena dónde Rafiki se encuentra con Simba? —El tono cantarín se hizo presente—. Cuando están en la pradera, de noche.  

El castaño ladeó la cabeza.  

—¿Rafiki es el mono loco?  

—Ajá, el babuino mezclado con mandril —rescató la especie del primate, riendo por lo bajo cuando miró al ojiazul verdaderamente confundido.  

—Si, recuerdo esa parte de la película —extenuó, echándose un poco hacia atrás—. ¿Qué hay con eso? 

—Hay una frase que le menciona a Simba... —Pescó un trocito de la fruta picada en su tazón y reanudó—: "El pasado puede doler, pero según lo veo, puedes o huir de él o aprender.” 

Antes de que otra cosa sucediera, Louis no se guardó la carcajada al escuchar la perfecta imitación que Harry hizo del maldito chango demente, le había salido excelente.  

—Deberías ser actor de doblaje —constató, cuando su risa pereció.

—Lo he considerado —masculló irónico, revolviendo el contenido en su bowl—. Pero con lo que te dije… 

—Yo hui de mi pasado, esa frase motivacional no aplica para mí, Harold —determinó.

—Si lo quieres ver así, está bien —esclareció el aludido e hizo un mohín pronunciado—, pero de otra forma, yo creo que de ello, aprendiste que nadie tiene derecho a hacerte sentir insuficiente. 

Louis plegó la separación entre sus cejas. 

—Yo me escapé —titubeó, visualizando el líquido caliente y a medias en su taza—. Yo no quería seguir ahí.  

—Hiciste bien, pensaste en tu bienestar y eso está por encima de cualquier cosa, Lou —resolvió, acertado—. En lo personal, solo no debiste de tratar a los empleados, como lo hiciste en el club.   

—Ya lo sé, créeme que varias veces lo pensé y sabía que estaba actuando mal —Avergonzado, le entregó aquella comunicación no verbal por medio de una mirada—, pero era más mi terror de perder lo poco que he logrado, era más mi miedo de que cualquiera pudiese hacer lo que yo no...

Los labios del rizado se apretaron, dejando una fina línea entre ellos.  

—¿Por qué con Liam y Zayn fue distinto? —indagó, agitando su nariz. 

—Porque, para empezar, los conocí estando borracho y con marihuana de por medio —Se burló de su propio recuerdo—, y yo les mencioné el puesto libre de trabajo, yo ya laboraba en el bar y Niall estaba en busca de más bartenders… Preferí ser yo quién los recomendara, cuando menos me caían bien.  

Dos aplausos por parte de Styles, fueron otorgados con asombro.

—Inteligente —graznó, risueño—. Jugaste bien tus cartas.  

Louis levantó las palmas de sus manos, en símbolo de rendición y sonrió de oreja a oreja. 

—Lo hice, pero gracias a eso tengo a dos personas que se volvieron parte de mi familia —confesó con franqueza, sintiendo una chispa de apacibilidad viajar por su sistema—. Son como hermanos para mí.

—Lo he notado, son personas geniales.

Lo siguiente que sucedió, fue un movimiento extra de Louis. Ni él mismo supo en qué instante le pareció una fantástica idea realizar lo que su cerebro le aconsejó.

Solo clavó una fracción del pancake con la cabeza del tenedor y extendió su mano por encima de la mesa, en dirección a la boca de Harry. Éste, al notar la intención, la abrió, recibiendo gratamente el alimento bañado en miel y mantequilla.

Degustó con timidez, relamiéndose los labios después de tragar.

—¿Soy buen chef?

—Saben a quemado.

El castaño bajó las comisuras, regresando la mirada a su plato.

Si bien su creación no tenía la mejor vista, él creyó haber concluido la receta satisfactoriamente; Harry no había visto cuando el humo llenó su cuarto de cocina y él se encargó de dispersarlo con sus manos antes de que el dueño volviera del baño o peor aún, antes de que la alarma contra incendio se activara.

Al parecer, no fue necesario que viera el desastre que ocasionó, con sus papilas gustativas le bastó para adivinarlo.

—Las parrillas sueltan demasiado fuego, eso es —Se excusó, con un ademán enmarcando superioridad—. Mueres por cocinar así.

—Claro que sí —Examinó de reojo su cocineta, buscando indicios de posibles desgracias—. No dejaré que toques nuevamente mi estufa.

—Exagerado.

—Querrás decir prevenido.

—Para tu información, sé cocinar bastante bien, pero no se manejar aparatos que no son míos —Defendió su honor.

—Ya se verá —cacareó burlón y posteriormente recobró la seriedad—. Tengo otra duda.

Louis se quejó, envuelto en una histeria fingida.

—Tú me llenas de preguntas y yo no he podido hacer ninguna —ladró, alzando sus brazos hacia el foco encendido sobre el comedor—. Ilumíname.

—No las haces porque no quieres, yo también te puedo contestar lo que gustes.

Y si, Harry en esos momentos se sentía bondadoso, podía ser un libro abierto.

—¿Qué piensas de los seres y criaturas mitológicas?

Bien, no era la pregunta que esperaba realmente, pero le ocasionó interés. 

Por su parte, esa interrogante era decisiva para el ojiazul.

—Me llama la atención, algunas creo que si existieron —objetó honesto y un destello se reflejó en su pupila.

—¿Cómo cuáles? —denotó con brusquedad.

Se lo tomaba muy en serio.

—Las sirenas, los elfos, incluso las hadas...

Las comisuras de Louis se expandieron hacia los costados y los bordes de sus ojos se contrajeron con emoción.

—Tengo un libro de sus orígenes, vienen muchas imágenes, testimonios de personas que juran haberles visto —Con entusiasmo, garantizó alimentar la teoría—. Te lo prestaré luego.

Harry creyó desmayarse ahí mismo.

No, más bien murió, revivió y volvió a morir cuando grabó en su alma, el regocijo que Louis demostró al hablar de aquellas cosas que le apasionaban.

Era divino, surrealista e inexplicable; le rogaría a cupido que hiciera bien su trabajo, que apuntara con precisión y que no lanzara las flechas con los ojos cerrados, pues él caería de rodillas cuando su corazón fuese atravesado sin piedad, postrándose ante el hermoso ser que tenía sentado justo frente a sus narices.

¿Acaso se estaba enamorando?

Traelo la próxima vez que vengas —soltó de la nada, arrepintiéndose de inmediato—. Me refiero a que si quieres visitarme de nuevo... y-yo no tengo problema, no es necesario que vengas, si no quieres lo respeto completamente, solo era una opción...

Pero el mayor, ya lo veía enternecido.

—Lo haré, o si tu vas a mi casa, te prometo que lo vamos a leer —Explotó de algarabía por dentro.

—Perfecto —Se sintió menos apenado—. Bueno, voy yo.

—Te escucho —Se encaramó otra vez en su asiento.

Seguro de lo que quería obtener como contestación, Harry inspiró antes de comentar:

—¿Por qué te corrieron del bar? —Padeció un breve pánico interno al lanzar la pregunta—. Sé que te peleaste, sé que te insultaron, pero me gustaría saber que fue lo que te dijeron para llegar a tal extremo.

Lo sabía.

Tomlinson sabía que no se iba a escapar de contarle esa anécdota pero no pensó en que sería tan pronto, al parecer subestimar al rizado siempre se volvía una equivocación.

Que más daba.

—Te mentí —Le contaría sin poner pretextos, era algo que merecía saber—. Ese maldito cerdo no me dijo nada a mí.

—¿Entonces? —No corrió los orbes de su semblante, pero si buscó a tientas su vaso de zumo—. ¿Qué pasó esa noche?

—¿Tú donde estabas?

—En los baños, cuando regresé ya no había alboroto, me enteré hasta que te vi golpeado.

El castaño resopló en aversión, al rememorar las asquerosas frases del irrespetuoso individuo. 

—Mjm, pues digamos que oí una plática dónde el tema principal eras tú —dijo, sin temor.

—¿Yo? —Extrañado, dio un sorbo a su bebida y persistió—: ¿Qué dijo de mí?

—Ugh, pura idiotez, estaba fantaseando contigo, lo decía como si fuera lo más normal del mundo, le faltaba una vida de educación —Zarandeó sus cabellos y los peinó hacia atrás—. No quise dialogar, los golpes me parecieron lo más viable, así que actué y bueno, lo demás ya es historia.

Las pestañas del ojiverde se batieron, yacía paralizado por la legitimidad del informe escuchado.

Una tontería que su pulso aumentara al pensar en Louis intercediendo por él. No aprobaba la agresión, pero le era difícil sentirse mal por el cliente cuando él mismo vio los hematomas en la cara pulcra de su compañero.

Tampoco se había ido ileso, igual necesitó tratamiento proveniente de un experto y cuidados médicos. Él, únicamente le regaló un suave besito en el lado contrario a su herida, lo que menos buscó esa noche fue lastimarlo peor de lo que ya se veía.

—Tú te peleaste por defenderme... —Se escandalizó con la deducción.

—Eso creo, se me fue la mano —Muy a su pesar, admitió—. Aunque no me arrepiento, yo gané.

—Te despidieron, ¿y solo te importa qué ganaste? —Se mofó, rescatando su convicción y una fugaz risa lideró cuando intercambiaron miradas—. No sé porqué no me sorprende.

Louis se encogió de hombros y devoró lo que sobraba de sus alimentos, restándole importancia a su pelea. Harry también terminó lo que le faltaba por consumir, pensando en que tenía en su apartamento al hombre más espontáneo y volátil de este puto mundo.

Acto seguido, se levantó de su silla, arrastrándola hacia atrás y se alejó del comedor, adentrándose a la cocina.

Caminó hacia el fregadero y se colocó los guantes de hule, antes de sujetar la esponja para enjabonar el traste; aún le faltaba terminar su jugo, pero lo dejaría para irlo tomando en el transcurso de sus actividades cotidianas.  

 —¿Sabes algo, Harold? —La voz de Louis resonó a sus espaldas y tuvo que voltear sobre su hombro para ubicarlo.  

Su sonrisa se ensanchó al ver el cuerpo del ojiazul apoyando en el umbral, justo en el marco donde la puerta de su cocina se cerraba.

Dejando a un lado la ropa de dormir con dibujos animados, tuvo que reconocer su jodida buena pinta; hasta recién levantado y con resaca, se veía endemoniadamente atractivo.

El menor inhaló y exhaló con decoro. 

—¿Qué cosa? —vaciló, tallando el recipiente.  

Escuchó los pasos del otro aproximándose y regresó su visión a la tarja, fingiendo estar ocupado en su tarea doméstica al refregar el tazón como si quisiera desaparecerlo por la brusquedad con la que lo hacía, ni siquiera reparó estar aplicando tanta potencia sobre el pobre contenedor.   

La tensión se encargó de hacer su trabajo.

En esas estaba, desquitando sus nervios con la limpieza, hasta que esas manos que moría por sentir sobre su cuerpo otra vez, se posaron en su cintura.

Los vellos de su nuca se erizaron, al sentir el aliento caliente de Louis en esa área y tuvo que enderezar su espalda para no derretirse con el roce de las yemas curiosas colándose por debajo de su pijama, tanteando sus huesos sobresalientes de la cadera.  

—Me gustaría agradecerte por dejarme quedar —musitó, acercándose hacia la oreja del menor—. Fuiste un buen chico.

El implicado estuvo a nada de colapsar.

—¿Ah sí? —Jaló aire por sus fosas nasales y procedió a cerrar la llave de agua—. ¿Cómo pretendes hacerlo?

No argumentó nada, Louis solo se encargó de mordisquear con tirantez el lóbulo del menor y escuchó un jadeo precario, salir a flote. Las rodillas de Harry se sintieron flojas, le fallaron por una milésima de segundo y se sujetó por la orilla de su encimera, cerrando los ojos en busca de controlar la rebelión ardiente que estaba desatándose en él.    

—¿Por qué tienes que ser tan precioso? —susurró, inspirando el aroma del ojiverde al pasar la nariz por su cuello desnudo—. Me jodiste tan mal, me hiciste doblegar.

Un escalofrío los invadió a ambos.

—Lou...

Harry se deshizo de sus guantes y con malicia, empujó su trasero hacia atrás, en busca de algo interesante.

Lo encontró.

Louis tenía una erección debajo de la tela delgada, pudo sentirla con mayor deleite gracias a que ninguno llevaba ropa gruesa y ajustada. El gemido que por poco exhaló, fue ahogado cuando los dedos del mayor se introdujeron de lleno a su boca, tres de ellos se colaron por su cavidad húmeda y no supo en qué momento habían terminado ahí.

Puso los ojos en blanco, sintiendo al ojiazul presionarse en su contra, restregando todavía más su dura hombría en el pliegue de sus nalgas; ahí, emitió las vibraciones de un gimoteo que se disipó alrededor de los dígitos ajenos.

—¿Me extrañaste? —sondeó y encajó sus uñas cortas en la tierna carne de su cadera—. ¿Lo hiciste?

Los párpados del más joven se apretaron y afirmó con la cabeza al ser incapaz de hablar; la saliva se comenzaba a escurrir por sus comisuras y enterró los dientes en los nudillos invasores.

No quería decir que estaba necesitado, pero su lenguaje corporal era su máximo delator, ya que tantos días en abstinencia no eran en vano, ni una caricia, ni un beso, absolutamente nada.

Se encarceló en sus pensamientos lascivos y al fin pudo jadear a gusto cuando su boca fue liberada. La mano que anteriormente estaba ahí, acabó deslizándose por su torso, debajo de su prenda superior y dibujó una senda, hasta que se situó en uno de sus pezones.

Acalorado, gimió en acto reflejo al percibir un pellizco placentero en ese punto erógeno.

—Maldición... —farfulló, sosteniéndose con fuerza en el borde de su tarja.

—Yo también te extrañé.

Tras lo dicho, Louis volvió a rotar su propia cadera, restregándose desesperadamente con el culo alzado que Harry le ofreció, pues éste tuvo el descaro de pararse en las puntas de sus pies, abrir las piernas y empinarse hacia el frente, quedando más expuesto y disponible para ser usado.

Su pezón derecho estaba empapado con su propia saliva y siendo perversamente retorcido por el pulgar e índice del castaño, su polla comenzó a palpitar debajo de su ropa interior, implorando por un toque superficial.

Gimió escandaloso, escuchando los bramidos lujuriosos de su huésped gracias al empuje de su cuerpo, sometiéndolo en su cocina sin siquiera haberlo penetrado. Lo mantenía inmovilizado, se frotaba con rudeza en su trasero y el elástico de sus pantaloncillos estaba siendo estirado, como un aviso de que pronto iban a desaparecer.

Amaba con locura los juegos previos al sexo.

Harry solo quería quitarse la ropa y suplicar que le jodiera, que le follara duro, sin compasión, hasta que su cuerpo doliera.

Ansiaba que lo probara, que le comiera el culo y le metiera los dedos atascados en lubricante, que tomara sus piernas y las pusiera sobre sus hombros, o que lo tomase por detrás, mientras él tenía la cara enterrada en una almohada y gritaba su nombre a los cuatro vientos.

Lo necesitaba.

No obstante, algo lo detuvo. Su cordura le pidió que se calmara, que pusiera un alto antes de que no pudieran retroceder, pues había prioridades que tenían que cumplir. Sabía a la perfección que si empezaban, no iban a quedar satisfechos con un solo polvo, querrían recuperar el tiempo perdido.

Sin embargo, sus responsabilidades estaban antes.

—Lou, para... —bisbiseó, con unas pequeñas gotitas de sudor asomándose por el inicio de su frente—. No sigas, para...

La petición rebosó los oídos del nombrado y plisó el entrecejo al escuchar la voz quebrada solicitando un descanso.

Sin entender qué había hecho mal, acató la orden y retiró su toque del cuerpo que dejó frágil, jalando una última vez de la protuberancia en el pecho del menor.

Dio un paso hacia atrás, batallando con su doloroso miembro erguido y punzante, su polla gruesa se marcaba de manera obscena por medio de su ropa y a Harry se le fue el oxígeno cuando tuvo el valor de voltearse para mirarlo cara a cara.

Bueno, primero echó un ojo a la erección prominente y después, se enfocó en las facciones confundidas del mayor.

—¿Qué sucede? —Sus iris ya no eran azul brillante, estaban consumidos por la excitación y ahora se veían opacos.

Mientras regulaba su respiración, el rizado ocultó el sonrojo en su rostro, sacudiendo sus mechones ondulados y los acomodó hacia un costado. Después, acortó la distancia entre los dos, con el apetito a flor de piel y sin dejar de verlo fijamente, barrió las palmas por sus bíceps tatuados.

—Tienes que trabajar —musitó coqueto, trazando líneas invisibles en la piel con tinta—. No querrás quedarte sin empleo.  

—Puedo faltar —Su calentura lo estaba dominando—. Puedo quedarme aquí, contigo, hasta que tengas que irte al club.  

—No, tengo una mejor idea —contradijo, y una sonrisita traviesa encendió su rostro—. Te veo aquí cuando salga del trabajo, ¿sí? 

Con la típica arrogancia y una ceja elevada, Louis lo atrajo hacia sí, abrazándolo por la cintura con un solo brazo. Styles respingó cuando sus narices chocaron y le rodeó por el cuello con ambas manos. 

—¿Tú pretendes dejarme así todo el día? —rechistó, sagaz—. Chupámela al menos, esa boquita tuya se muere por ser jodida. 

Harry declinó, conteniendo la respiración. 

—No puedes dejar tus deberes a un lado, tienes que atender tu trabajo y yo el mío —No mentía, lo que menos quería era perjudicarlo—. Aquí te espero, te envío mensaje cuando salga.  

—No —Cansado de la demora, tomó posesión de aquello que le pertenecía.

Sin más, devoró los labios rojos y carnosos, arrancándole la boca en un beso efusivo cargado de excitación. El ojiverde se permitió gimotear con intensidad, sus dedos se enredaron maquinalmente en el cabello corto y su nalga izquierda ahora era maleada por la mano vigorosa de su compañero.

Había extrañado en demasía ese trato. 

Iré por ti, regresaremos en taxi y te follaré hasta que no sientas las piernas —interrumpió el beso, al ordenar con aquella frase—: Nos vemos afuera del bar.  

—Como digas —Esa actitud autocrática era su debilidad—. Te aviso cuando vayamos a cerrar… 

—Está bien —Repartió una sonrisa simpática. 

Se observaron un rato, no les importó que sus corazones estuvieran desbordando latidos erráticos, no les dio recato, podían sentirse mutuamente, se sostenían el uno al otro.  

¿De eso se trataba el sentimiento mutuo? Quizá… 

—Una cosa más —Harry solo quería confirmar lo que conversaron al inicio del desayuno—. Sobre las terapias… 

No se retractó, y como prueba, el ojiazul le plantó un beso escueto pero mimoso.  

El menor exhibió sus hoyuelos.  

—Te dije que le pediría a Liam los datos de su psicóloga —refutó. 

—Se los pediré yo también —Se adelantó, mientras le proporcionaba caricias en la curva de su cuello—. No es que no confíe en ti, pero ya sabes… dos, son mejor que uno. 

A Harry no le costó tanto trabajo convencerlo de visitar a un psicólogo. Fue una charla corta, dónde le habló con la verdad y se tomó el tiempo de explicarle los beneficios y las ventajas que tendría si aceptaba la ayuda de un profesional, le enseñó algunos blogs en internet, en busca de familiarizarlo con el tema. 

El mayor no se opuso, pues cayó en cuenta de que su salud mental también era fundamental.  

Les debía una disculpa a sus amigos.  

—Maldito chico británico —reclamó y su palma suelta se estampó en el trasero ajeno.  

Un chillido de sorpresa emanó del más joven.

Sí, claro que podría acostumbrarse a eso.  

—Déjame lavar la loza, necesitas ir a tu casa por tu uniforme —aclaró. 

—¿Qué hora es?  

—Las doce y media, con suerte llegas. 

—Joder —Lanzó su cabeza hacia atrás, odiando las responsabilidades de adulto—. Detesto el transporte. 

El agarre en la espalda baja de Harry se aflojó y pudo recuperar su posición, apartándose de Louis antes de que se le ocurriera explorar su fisonomía.   

—Trae los trastes que se quedaron en la mesa, por favor —dijo, retornando a la llave de agua.  

El castaño le vio contornear el cuerpo al caminar de vuelta y cubrirse las manos con los guantes que usaba para lavar.

Habitualmente, se hubiera renegado a obedecer.

Sin embargo, ahí estaba dejando los platos, tazas y cubiertos sucios en el fregadero, tal y como se le había solicitado. En contra de sus costumbres, fue él quien hizo su mejor intento por cocinar algo decente esa mañana y el que de igual forma, cortó en cuadritos la fruta que Styles escogió.

Había encontrado una luz al final del camino.





Corazones, vi que con el capítulo anterior, toqué fibras sensibles en varias personitas, y primero que nada, les quiero ofrecer una disculpa porque olvidé poner alguna advertencia de contenido sensible al inicio de capítulo.

Y segundo, quiero que sepan que siempre van a ser suficientes, valen muchísimo, todo lo que sea relacionado a sí mismo importa y estoy muy orgullosa de ustedes por llegar hasta donde lo han hecho. Le quiero dar un abrazo fuerte a todes, un besito en la frente y recordarles que no están solxs. ♡
Les ama, María.

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