Treinta y tres (Parte 2)

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Gracias por leer, bebés.


La peor parte de haber bebido como un desquiciado, era la resaca. 

O al menos, eso era lo que Louis pensaba, porque efectivamente, tenía un taladro perforando su cerebro, quería beberse diez litros enteros de agua y su estómago parecía un parque de diversiones ya que las náuseas no cesaban y al parecer no tenían la intención de hacerlo.  

—Satanás, soy yo de nuevo… —imploró.  

Aunque la luz estaba apagada, tuvo que taparse el rostro con la cobija porque la cortina de Harry estaba semiabierta, dejando pasar los irritantes rayos de sol.

Gruñó con fastidio y le rezó a quién se le ocurrió para no morir esa mañana, no tenía listo su testamento. Todo le daba vueltas y tuvo que sentarse sobre el colchón para estabilizarse; se percató de que también le dolía el cuerpo, como si un jodido tren de carga le hubiese arrollado.

Cuando menos estaba limpio, recordaba haberse aseado y cambiado, la pijama con el personaje de Disney al que nadie le entendía cuando hablaba, definitivamente no la traía puesta cuando llegó ahí. Tenía recuerdos vagos de haber caminado a las dos y media de la mañana rumbo a la casa de cierto rizado, no tenía ni la más mínima idea de cómo había dado con el piso correcto, pero ahí estaba cuando Harry arribó.  

Se frotó las sienes y se relamió los labios, incorporándose con cuidado. Se quedó unos segundos con los pies afianzados al suelo, asimilando sus graves consecuencias; miró el reloj en la pared, eran pasadas las diez de la mañana y él entraba a trabajar a las dos de la tarde, ese sábado le tocaba cubrir el turno vespertino en la concesión. Con suerte, no tendría retardo.

Salió de la habitación dando pasos cortos pero seguros, anduvo por el pasillo jurándose no volver a mezclar cerveza, ron y vodka, hasta que llegó a la sala.

Vio cojines desordenados, una manta tirada y un Harry totalmente torcido sobre las tres plazas del sillón. Extremidades extendidas, boca entreabierta y rizos marrones tapando su frente; unos centímetros más a la izquierda y sin duda, acabaría impactando contra la loseta. 

Se aproximó al ser humano inconsciente tumbado sobre el mullido mueble, observándole de pie desde un costado y delineando sus facciones relajadas; el menor tenía las mejillas sonrosadas, era increíble que hasta durmiendo conservaran ese tono, sus labios regordetes y llenos dejando escapar suspiros de paz, su pecho ascendiendo y descendiendo con lentitud tras su plácida respiración. 

Reiteraba una belleza sobrenatural.  

Lo iba a despertar moviendo su brazo, pero se planteó una mejor manera de hacerle abrir los ojos, al descubrir un atomizador de agua abandonado en una repisa.

Quizá Harry había olvidado llevarlo a su lugar, pero eso era mera suerte para Louis, pues lo tomó con una sonrisilla traviesa y apuntó al rostro de su víctima mañanera.

—¿¡Qué diablos!? —Harry se sobresaltó, gritando espantado cuando múltiples chorritos de agua le iniciaron a empapar los pómulos.  

—Buen día —murmuró el ojiazul, sin dejar de accionar el gatillo plástico que disparaba el líquido.  

—¡Para, para! —chilló precipitado, cubriéndose como pudo con las manos—. ¡Louis, ya!  

—¿Qué tal dormiste? —musitó divertido, intentando pasar el hilillo de agua por las partes descubiertas.  

—¡Ya déjame! —La risita que Harry exhaló fue imposible de evitar—. ¡Basta! 

—¿Por qué no dormiste conmigo? —preguntó abiertamente y su dedo índice dejó de presionar el dispensador. 

—Te odio —Fue lo primero que dijo, cuando el repentino baño matutino cesó—. En serio lo hago.  

—Ya, ¿por qué no dormiste conmigo? —insistió, dejando el atomizador en la mesa de centro y cruzó los brazos.  

Harry pasó por alto sus ganas de seguir durmiendo y se tomó unos segundos para adaptarse al mundo real.

—Porque te quise dar espacio —resolvió, y talló su rostro para retirar los rastros de humedad—. Además, me querías follar.  

Louis se acordó de eso y le obsequió una revoltosa sonrisa.  

—Mhn, ¿y eso qué? —refunfuñó—. Ya lo hemos hecho antes. 

—Lo sé, pero estabas borracho —El ojiverde declaró, sentándose como era debido y se estiró para tronar su espalda—, no iba a follar contigo en ese estado.  

—¿Qué tal ahora? —bromeó el castaño, con picardía.

Harry le miró mal, cogiendo aire por la nariz.

—Me vas a llevar a la ruina —Bostezó perezosamente, sin sacarle la mirada.

—¿Puedo tomarlo como un cumplido? —ironizó, rebotando con su cuerpo, a un lado suyo. 

—No, con ese conjunto del Pato Donald, lo que menos me pasa por la mente es que me folles.  

—¿Disculpa? —Louis se tocó el pecho, en un gesto de ofensa—. Esta ropa me va muy bien, gracias.  

—Es mía. 

—Por eso.  

Se observaron con humor y el menor volcó los ojos, sin reunir el coraje para responderle un “puedes usarla cuando quieras”.

En cambio, admiró el techo de su apartamento, sintiéndose fieramente intimidado por las gemas azulinas de Tomlinson, éste le miraba enmudecido, como si estuviese esperando un movimiento, como si leyera sus pensamientos… como si supiera lo que iba a suceder.

Recién despierto y todo, pero Harry de verdad necesitaba resolver los signos de interrogación que saltaban en su mente.

—Oye, Louis —siseó, aún con su vista pegada a la losa—. ¿Recuerdas algo de ayer? 

—¿Algo cómo qué? —El mencionado esnifó, comprobando su predicción. 

—Mhn, algo como que llegaste ebrio, vomitaste en un balde, te duchaste y luego terminaste como costal de papas en mi cama —recapituló con rapidez—. Y dijiste cosas, como que… bueno, cosas.  

Louis apretó la boca, cepillando con el dedo pulgar su propia barbilla.  

—Honestamente, no recuerdo como llegué aquí, todo está muy borroso y la resaca no ayuda, tengo mucha sed por cierto —Se desvió un breve momento y retomó—: Pero sí, Harold, yo sé lo que te dije antes de caer en coma.  

—¿Sí? —Apenas y tuvo el valor de enfrentar la mirada profunda de su huésped—. ¿Lo recuerdas? 

—Te dije que te respondería cualquier pregunta que hicieras —aseveró y notó el ápice de brillantez que tanto veneraba en los iris ajenos. 

La esperanza surgió en Harry. 

—¿Lo harás? —Con inseguridad, se aventuró.

Y el castaño afirmó.  

—Lo haré —habló solemne.  

Porque había dicho la verdad, Louis no tenía ganas de seguir huyendo de su pasado, ya no apreciaba el ocultarse por acontecimientos sucedidos hace años.

La noche anterior que estuvo en la discoteca, recapacitó acerca del daño que probablemente estaba haciéndole a Harry.

Mientras se tomaba su quinto vaso de ron preparado, meditó los hechos transcurridos en los últimos meses.

Generalmente, cuando tenía encuentros casuales y recurrentes con algún chico, todo quedaba en un polvo y en una noche, si se repetía, era porque se volvían a encontrar en alguna fiesta o coincidían en una salida entre amigos. Y que mejor que conservar la bonita tradición. 

Si bien compartía su número telefónico con algunos, él no era de esos que, por medio de mensajes, quedaba de acuerdo con algún individuo para verse y terminar follando en la madrugada. Varios de los textos entrantes a su móvil, se quedaban sin ser abiertos; si bien les iba, cuando mucho les clavaba el visto y eso era al menos una señal de que fueron leídos.   

Y con Harry algo ocurrió.  

De un día a otro, se halló dejándolo en su casa, besándolo con frecuencia, tocándolo pecaminosamente, repitiendo sus rondas de sexo, enviándole mensajes, comprándole sus gomitas favoritas y regalándole su sudadera con el nombre del bar. Cruzó la línea que el mismo marcó y se sentía culpable, sus palabras expresaban una cosa, pero sus acciones se interpretaban de una forma diferente.  

Había obrado sin considerar los sentimientos contrarios, se enfocó solo en su propio confort.

—Entonces… —El silencio incómodo se rompió, con la voz ronca del rizado—. ¿Hablaremos de lo que sea?

Louis agitó cautelosamente su cabeza de arriba hacia abajo, preparado para cumplir su promesa. 

—Tú dirás —masculló imparcial, girando sobre la tapicería para mirarle de frente.

Y bien, Harry nunca que había llegado tan lejos, ¿qué se suponía que iba a preguntar aparte del día exacto en que cumplía años? Estaba entrando en pánico, tenía carta abierta y no sabía que hacer.

—¿Estás seguro? —No lo obligaría, si había cambiado de opinión, lo iba a respetar.

—Sí —articuló en tono claro e inequívoco—. Antes de que me arrepienta.

Tic tac, tic tac.

—Bien —Audaz, escogió empezar con algo simple—: Tonto pero interesante, dime... ¿por qué le dijiste a Luke que a mí me gustaba una vecina?

A la mierda.

Los ojos del castaño se ampliaron y comenzó a sentir un calor inminente invadirle las mejillas.

Maldito seas, Hemmings.

—¿Te parece si mejor desayunamos antes? —ofertó, frotándose las palmas—. ¿Tienes pan tostado?

Harry debió suponerlo.

—No, comeremos después de hablar, además no creo que puedas ingerir algo sin quererlo vomitar —dictaminó con autoridad.

—Eso es... —Lo analizó cortamente—. Cierto, lo que menos quiero es ensuciar algo aquí y que luego me pongas a limpiar.

—Bueno —El menor optó por peinarse los rizos con los dedos—. Responde.

En su lista mental de pendientes, Tomlinson anotó reclamarle a cierto rubio por lengua suelta; le recriminaría el haberlo delatado y le golpearía en la nuca con su palma extendida.

Sí, lo haría.

Después de fijar su violento recordatorio, inhaló hondo al batallar con el disgusto que le causaba exponerse. Se rascó debajo de la clavícula, ordenando lo que diría para no sonar como un completo idiota, de por si su mentira ya era demasiado estúpida, no ansiaba quedar peor.

—El día que fueron al centro comercial mencionó algo de invitarte a salir —manifestó, e hizo una mueca que reflejó disconformidad—. Y ya, no lo pensé, solo lo dije porque no quería que lo hiciera... no sé, me molestó, creo. Como quiera eso fue muy egoísta de mi parte y te pido una disculpa por ello.

—A tu molestia, se le llaman celos —canturreó el contrario, acomodando dos mechones detrás de su oreja—. Luke es lindo, pero no me gusta.

—¿No saldrías con él?

—No, solo somos amigos —Chasqueó la lengua y arqueó una sola ceja.

—¿Ni una cita? —insistió, acechándolo a través de sus pestañas.

—No.

—Bien, sí. 

Por alguna razón, eso le dio un consuelo intermitente al espíritu de Louis.

—Siguiente, ¿cuándo es tu cumpleaños? —Esa había sido más una duda existencial.

—¿Estás jugando? —entonó jocoso y su corazón creció una talla sin saberlo.

Al parecer, a Harry si le interesaba.

—No estoy de broma, ¿cuándo es? —reafirmó, inmutable y con el mentón elevado.

—Quita tu cara de energúmeno —Le tomó con una mano de ambas mejillas y las presionó, haciendo que sus labios aumentaran de volumen—. El veinticuatro de diciembre —bufó, suspicaz.

Obviamente, el ojiverde lo anotaría en su calendario.

—Vale, suéltame —demandó como pudo y los dígitos del otro se aflojaron, haciéndole sonreír satisfecho.

—Chillón.

—Gracias, sigamos... —anunció, colocándose uno de sus cojines encima de los muslos para mayor comodidad—. Uhm... ¿Has tenido pareja?

—No, nada de eso —La energía con la que Louis contestó, fue impresionante—. Solamente cosas casuales, nada serio.

—¿Por qué?

—Te lo dije ayer.

Ahí, el ambiente se atirantó.

Porque era evidente que eso no era puntualmente lo que Harry quería saber.

Si bien, ya conocía sus miedos, ahora deseaba saber la razón que los desató, indagar un poco en el detrás de su temor. Si Louis se abría ante él, tal vez podría entender su postura y el porqué de su pensar.

Había una serie de sucesos que desconocía, algo en sus adentros le decía que su compañero reprimía los tragos amargos y los guardaba bajo llave, esquivando así el sufrimiento.

Pero todos, en algún momento, necesitaban sacarlo.

—Ya sé que me lo dijiste —murmuró, suavizando su gesto—. Pero honestamente, me gustaría saber que fue lo que generó todo eso en ti.

—¿Lo que generó esto? —Se mordió la punta de la lengua—. ¿Por qué asumes que algo me ocurrió?

—No soy un experto, pero a mí me dan miedo los payasos.

Las facciones del ojiazul se deformaron.

—¿Eso qué tiene que ver? —interrogó, absorto.

—Nada —Harry casi se rio de su dificultad para deducir—. Cuando tenía siete años, recuerdo haber ido a una fiesta con pastel y todas esas bobadas, también había un payaso y estaba bien con eso, disfruté mucho el show.

—¿Y? —Por supuesto que seguía sin comprender.

El rizado puso los ojos en blanco, apretando el almohadón entre sus dedos.

—Que ese día, cuando yo iba hacia el baño para hacer mis necesidades, el puto payaso salió de ahí y me asustó sin querer —argumentó de corrido y echó los hombros hacia atrás—. Desde ese día, me dan mucho miedo y no puedo ni verlos.

—Lamento mucho tu desgracia.

—Gracias, aunque solo quería ejemplicar algo con mi historia —Se removió, eliminando algunos centímetros de separación entre ambos—. Hasta dónde sé, la mayoría de nuestros miedos surgen de haber presenciado algún evento traumático.

—¿Qué insinúas? —El mayor pescó la sugestión.

—¿Qué viviste que te hizo encerrarte a tal grado? —sondeó, implorando permanecer dentro del margen—. ¿Por qué te asusta que alguien te sustituya?

Louis pestañeó.

Su pequeña caja de pandora amenazaba con abrirse.

—Eres muy inteligente —concedió el ojiazul, admirando sus propios tatuajes esparcidos en los brazos—. Sabes como dar en clavo, te desprecio.

—Puedo vivir con ello —Harry rumió, conservando la suavidad—, pero cuéntame que es lo que te atormenta, yo quiero escucharte, Louis.

El nombrado tragó en seco y aspiró fuertemente.

—Solamente hay dos personas en esta ciudad que lo saben.

—¿Liam y Zayn?

—Sí.

No fue difícil de adivinar, eran sus mejores amigos.

—¿Me dejarías ser la tercera? —Se arriesgó.

—¿Por qué quieres serlo?

—Porque me interesas.

—¿Te intereso yo o te interesa el buen cotilleo que después tendrías con Z y Payno?

Harry no se lo tomó a mal, suponía que Louis podía ponerse a la defensiva y sí, no se equivocó. 

—Me interesas tú, me interesa tu bienestar —decretó—, confía en mí.

Confiar. Que complicado.

—¿De verdad puedo fiarme de ti?

—¿Tú que piensas?

Un intervalo de sigilo, el verde y el azul adentrándose en aquella ligadura que regresaba a ser cotidiana.

—Que si... —farfulló, aflojando los músculos de su espalda—. No me juzgues, por favor.

—No lo haré, tranquilo —El menor se tomó la libertad de colocar la mano en su rodilla—. Lo juro.

El castaño no dejó de observarlo en ningún momento.

Raro, nunca hablaba de esos temas porque para él, recordar era volver a vivir aquellos días donde su perfecta y envidiable vida, se fue desmoronando por culpa de esas dos personas que lo trajeron al mundo.

Sus yemas se manchaban de sangre por las llagas que aún continuaban abiertas, no todas las heridas consiguieron cicatrizar como era debido, algunas lesiones seguían desgarrando su interior y dolían, claro que lo hacían.

Pero estaba listo para sentirse menos miserable, en ocasiones solía decir que era feliz, siempre lo demostraba y lo era cuando no caía en ese pozo sin salida de los recuerdos.

Ya no quería seguir corriendo.

—Cuando tenía doce años, mis padres se divorciaron —reveló, en un suspiro lánguido—. Ellos se amaban, o al menos eso parecía, éramos la familia más feliz de la galaxia entera, no había día que no me despertara agradeciendo a la vida por ser su hijo, llevaban años juntos... hasta que él decidió que una sola familia no era suficiente.

—¿Cómo? —El ojiverde plegó su frente, sin darse cuenta de que había iniciado a repartir tiernas caricias sobre la pierna de Louis.

—Isaac tenía otra esposa y dos hijos más —escupió, con cierto rencor acumulado—. Sus viajes de negocios se volvieron frecuentes, aquellos niños eran menores que yo, los tuvo mientras estuvo casado con mi mamá.

Harry tuvo inspirar profundo para no lanzarse encima del mayor y abrazarlo con todas sus fuerzas.

—¿Puedo preguntar algo? —Creyó correcto pedir permiso.

—Adelante —Le autorizó.

—Cómo... ¿cómo se dieron cuenta?

—Nora encontró los estados de cuenta de Isaac, halló demasiados gastos extras que no eran de nosotros —respondió con sencillez—. Después, cuando crecí, me contó que estuvo investigando por su cuenta, hasta que tuvo las pruebas necesarias para mandarlo a la mierda y el día que eso ocurrió yo iba regresando de la escuela, él llegó, se gritaron y mamá le juró que nunca más nos volvería a ver.

—¿Y lo cumplió?

—Lo hizo. Nunca más volví a saber de él. 

Tras ese relato, Harry concluyó que ahora conocía dos cosas importantes: los padres de Louis se llamaban Nora e Isaac, y se habían separado cuando él, todavía era un niño.

No sabía con exactitud cómo actuar, pero algo le decía que su compañero era del tipo "No sientas lástima por mí o te voy a mandar al carajo."

Mejor se contuvo hasta que viera un indicio.

—Eso debió ser muy duro para ti —matizó, intentando encontrar algo más en la mirada opuesta—. Ningún niño tendría que pasar por ese tipo de cosas, es horrible.

—Lo es, pero en mi caso, ocurrió —Respiró un poco más acelerado—. Fueron noches enteras preguntándome que había hecho mal, buscando la razón por la que papá formó otra familia, como si la nuestra no hubiese llenado sus expectativas...

—Oh, no. Eso no tenía nada que ver con ustedes, no eran los culpables de nada, el verdadero problema era con él, por no saber respetar su... —Se demoró en continuar.

Porque el rizado lo estaba asimilando, estaba clarificando su perspectiva cuando Louis complementó la oración:

—Su compromiso —siseó—. Con él, entendí que ni la persona más enamorada puede cumplir con su palabra.

—Yo pienso… que alguien que de verdad te ama, jamás te haría daño —Sin reservas, Styles certificó.

—¿Seguro? —Su tono se volvió mordaz—. Eso díselo a mi madre.  

—¿A tú madre? —interpeló, frotándose la nariz con el índice—. Pero dijiste que fue tú padre… 

Louis se despedazó en una copiosa risa cautiva. 

Estaba por venir la mejor parte. 

—¿Sabes algo Harold? Por doce años lo tuve todo, lejos de hablar de lo material, mi vínculo familiar era resistente, algo que poca gente entendía, todo era maravilloso —La dicción se le anudó, habló apagado—. Luego me fui solo con la mujer que me dio la vida y nuestro lazo se hizo irrompible por otros tres años más, ella era la luz de mis ojos, me desvivía porque estuviera bien, me rompía en pedazos verla triste por aquel hijo de puta que la lastimó… y eso, a ella no le importó.  

A Harry le costó un poco encontrar nuevamente el hilo de la historia. 

—¿Qué pasó con ella? —preguntó y obedeció el impulso de crear un roce entre el pómulo del ojiazul y sus dígitos. 

—Tuvo otra hija y me hizo a un lado —soltó rotundo, con el llanto asomándose críticamente—. Ella se embarazó y al principio, todo marchaba bien. Estuve con ella, la apoyé y me encargué de que no hubiese ningún riesgo en su salud, ¿Y sabes que hizo cuando su hija nació? 

—Lou...

—¡Se olvidó de mí, me cambió! —vociferó, con las manos temblorosas y las lágrimas desbordando por sus cachetes—. Me reemplazó Harry, dejé de ser su prioridad, me hizo a un lado y-y no le importó, no me buscó cuando me fui, no me escribió ni me llamó… no le interesó lo que me pudiera pasar.  

Louis estaba sollozando, con la cabeza decaída y sorbiendo su nariz; su centro le ardía, le corroía ser el único de los Tomlinson que padecía de una tortura tan grande.

En tanto sus progenitores estaban haciendo quién-sabe-que-cosa con sus millonarias vidas, él estaba en otro continente, llorando en una vivienda que no era la suya.   

Le quemaba las entrañas, le pesaba no ubicar al antídoto para sanar, no sabía cómo zurcir sus roturas. 

—No me amaba como decía… —Se lamentó, limpiando sus ojos con la tela de la playera cedida—. Me volví un estorbo en su moderna etapa de casada. 

Harry no encontró palabras.  

Lo abrazó.  

Lo arropó, lo apretó en contra de su pecho y lo dejó llorar todo el rato que quiso. Su pulso incrementó, estaba tan enojado con aquellas dos inmundas personas que rompieron en cachitos a su propio hijo, lo desbarataron en su totalidad, lo dañaron… lo quebraron. 

Aún peor, había tenido que recuperarse sin ayuda de nadie, no se permitió auxiliar, se encerró en sus ideales, creó una burbuja, una frontera para no darle el derecho a ningún otro individuo de lastimarle.  

El menor sintió su camiseta ser aprisionada con rudeza y el frío del tejido empapado le invadió el pecho, el cuerpo que mantenía entre sus brazos se estremecía y de su garganta salían lloriqueos llenos de furia y melancolía.

Lo estrujó amorosamente, dejando un suave beso en su cabellera y respiró vasto para no romperse él también; jamás imaginó que alguien como Louis, tuviera un pasado así de cruel.  

Merecía un buen futuro.  

—Perdón —balbuceó el castaño, con la vista empañada—. Discúlpame.   

—Hey, yo no tengo que disculparte nada, no te sientas avergonzado por sentirte triste, está bien no estar bien… —musitó y plantó los labios sobre su cabeza otra vez. 

—No es eso —Louis intentó tranquilizarse, tomando bocanadas tendidas de oxígeno—. Soy un imbécil.  

—No, no lo eres —susurró, restregando su espalda con afección. 

—Lo soy —espetó, controlando los quejidos que expulsaba—. Te estoy lastimando… te estoy lastimando por no entregarme como debería contigo.  

Harry negó, no se trataba de eso.  

—No estás forzado a hacerlo, yo voy a respetar tu filosofía, no te voy a exigir nada porque yo fui el que confundió las cosas... pero tampoco me quiero alejar de ti —dedujo y las siguientes tres palabras que vocalizó, le quemaron en la boca—: Podemos ser amigos.

Amigos.  

¿No era eso similar a un suicidio? Ofrecerle su amistad a la persona que le gustaba, comprometerse a no rebasar la línea, actuar como si no sintiera mucho más allá de una conexión afectiva basada en la hermandad, profesar el afecto sin sentimientos aunados a una relación amorosa…   

—No, no es posible —El mayor irrumpió su cadena reflexiva. 

Dicho eso, Harry aflojó su apapacho y permitió que Louis se alejará de él, tropezando con el azul mortecino en los orbes recién refregados.  

—Pero yo quiero, es decir… no me gustaría… no, es… —No lograba estructurar su cometido—. Solo no quiero perder el contacto contigo.  

—¿Quieres ser mi amigo? —bisbiseó, con recelo. 

—Sí —asumió, simple—. Quiero ser tú amigo.

—Pero yo no quiero que lo seas, para que una amistad se dé, las dos partes deben estar de acuerdo y yo no lo estoy —refutó, desfijando su mirada de la adversa—. Yo no necesito tu amistad.  

El rizado resopló, dejando caer la esperanza por el barranco.  

—Bien, está bien —atinó a decir, viendo hacia sus uñas pintadas de azul mate—. Lo entiendo, si tu no quieres, yo sé que no se puede.  

—No se puede… —Hizo eco a lo mencionado.  

—Era una sugerencia, no te preocupes.  

—No se puede porque es la maldita primera vez que esto me pasa —Aquello escapó de su boca, no lo alcanzó a detener—: Es la primera vez que me siento seguro con alguien. 

El cuello del ojiverde se torció por su forma arrebatada de levantar la cara. Se centró en el cambio drástico, en el súbito comentario.  

—¿Qué estás…? 

—Después de muchos años, encontré a alguien que me hizo tragar mis propias palabras, alguien a quién debo sacar de mi corazón pero no me atrevo —interrumpió, y tronó los dedos en demostración—: Alguien que me hizo bajar la guardia así de rápido.

—Tú… ¿Hablas de mí? —Los nervios de Harry lo habían vencido, tenía que asegurarse. 

La mandíbula de Louis se desapretó, escupiendo una risa natural mientras las lágrimas se extinguían.

—¿De quién más podría ser? —Tuvo la necesidad de rodar sus ojos irritados—. Me jodiste.  

—¿Eso es bueno o malo?  

—No lo sé. 

Entonces, se observaron sin otra opción y en automático, se sonrieron.  

Sin filtros, sin murallas. 

—Dijiste que no te irías a ningún lado —Louis recuperó el asunto—: Me dijiste que no te ibas a ir, ¿eso es cierto? 

—No me voy a ir a ningún lado —citó su propia frase—, no te mentí, nunca lo haría.  

—Nunca digas nunca, Harold. 

—Tienes razón, mejor te lo demuestro. 

Las mariposas despertaron de su sueño eterno en el estómago del mayor, les permitió volar libres, explorando de esa nueva y gratificante sensación. Quiso llorar con reiteración, se despeinó su melena corta, atacado por la felicidad en la que se estaba hundiendo. 

Aún no había nada conciso, pero quizá no tardaría mucho en consolidarse.

—Entonces… —murmuró, virando a enfocar la puerta de la cocina—. ¿Vamos a desayunar ahora sí? 

—Si quieres, pero antes de eso… No quiero que lo tomes a mal y no pienses que soy un entrometido —parloteó de buena fe—, pero… ¿Alguna vez consideraste asistir con un profesional? 

—¿Un profesional? —Enarcó su par de cejas—. ¿De qué? 

Harry se mordió la esquina del labio. 

—Un psicólogo, en sí —corrigió, visualizándolo febril—. Una terapia psicológica.  

—¿Terapia? —Su ceñó se plisó.  

—Creo que te serviría para solucionar y superar lo que cargas, con ese apoyo puedes afrontarlo, no sé mucho, pero quizá sería de ayuda para ti… 

Louis le miró inexpresivo. 

—Vamos a desayunar y conversamos de eso —expresó cortante. 

El rizado creyó haberla cagado.

No obstante, el ojiazul rememoró la conversación que hace mucho tuvo con Liam y Zayn, en la cual le comentaron algo bastante similar. En aquel entonces, no lo tomó para bien; les reprochó por tacharlo de loco y les pidió que nunca más se tocara el tema, por ningún motivo y que dejaran de decir cosas estúpidas.  

Hizo reclamos y sus amigos no volvieron a opinar sobre eso. 

Sin embargo, esta vez... lo consideró desde un punto de vista distinto.  






Hola bebés. ♡ ¡Tenemos nueva portada para la historia! ¿Qué opinan? ¿Les gusta?

Espero disfruten mucho estas dos actualizaciones, les amo mucho, gracias por tanto. Nos leemos lo más pronto posible, un besote.
María.

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