Recuerdos del Ayer: Parte 1

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Cuanto más oscura es la noche, más brillantes son las estrellas. Cuanto más profundo es el duelo, más cercano está Dios -Fyodor Dostoyevsky.

Capítulo 6

Vancouver, hace cuatro años aproximadamente.

....―Creo que estás loco ―soltó una risa Mathew―. ¿Estás seguro de eso Christopher?, porque creo que no es un buen guion cinematográfico. Comienzo a creer que te estás obsesionando con todo lo del censo, deberías tomar un descanso...

Suspiró. No sabía qué le estaba pasando a Christopher, pero estaba seguro de que no era algo bueno. Era normal que recibiera extrañas llamadas de él, aunque en realidad ambos eran extraños, pero ahora pensaba en teorías conspirativas que, a ciencia cierta, Mathew no estaba para aguantarlas en ese momento. 

―...Además, de ser cierto, Christopher, no creo que signifique algo; quizás lo has visto en una revista y memorizaste su rostro, y tu miedo, o lo que sea que esté en tu cabeza, te provocó una respuesta psicológica llevándote a un tipo de terror nocturno. No puedo negar que es raro en adolescentes, pues sucede más en niño, pero ya ves, este mundo está de locos. Además, ese sujeto, el presidente de FACTORY y sus defensores, son famosos y pueden aparecer en cualquier parte y borrarte en segundo, si esa fueran sus intenciones reales. He leído en internet sobre las acciones turbias de los ricos, políticos, etc... o ¿acaso te gusta ese hombre y no sabías que eras gay?

Sí, el comentario de Mathew había sido mordaz, pero no era algo que hiciera a enojar a Christopher realmente. Le conocía. 

―No, Mathew, lo vi en mis sueños... y quiero recordarte algo, pues has sido mi amigo desde siempre: tú sabes que todo lo que veo en ellos se cumplen, no ha sido la primera vez y lo sabes. Claro, si a eso se le pueden llamar sueños. No sé por qué, pero suceden. Y hace tres días lo vi en uno de ellos queriendo asesinarme. ¿O es que has olvidado cuando soñé lo que te pasó cuando tenías aquel problema estomacal en el comedor...?

―¡Cállate! ¡Claro que lo recuerdo demasiado bien y creo que todos en el instituto lo recuerdan! Motivo por el que pocas chicas quieren acercarse. Y no lo entiendo ¡Rayos! Todo el mundo en algún momento ha sufrido de esos daños colaterales por haberte tomado una leche pasada. Desearía olvidarlo ―refunfuñó Mathew―. El punto es, que no por algo como eso...

―¿Solo eso? ―cuestionó Christopher, sabiendo que podía pasar toda la tarde recordándoles las rarezas que él había tenido desde pequeño.

―Bueno, y el resto ―dijo su amigo cansado―. No por ello, esto tiene que ver con algo como eso. Solo piensa: ¿Por qué FACTORY querría matarte? ¿O ese hombre? ¿Acaso robaste información privada, hackeaste su sistema y robaste los informes de sus casos?

―¡Claro que no idiota!

―¡Ves! Entonces no hay sentido alguno en lo que me cuentas. Solo relájate, deja tu proyecto para luego y disfruta de tus días de descanso intencional, Christopher... ¿Seguro que no fue un sueño homosexual? ¡Espera! ¡No me cuentes! No quiero saber tus fantasías con...

—¡Ay! ¿¡Qué demonios dices!?

Mathew no pudo evitar sonreír, al escuchar a su amigo. Le encantaba bromear con este. Aunque, definitivamente creía que estaba siendo paranoico.

―Hablamos luego... Yo, bueno, debo irme ―colgó.

Lo que sí era cierto para él, es que su forma de cortar la llamada si fue bastante rara. Pero, como él había pensado: ellos eran raros. Y aquel momento raro, podía ser algo muy común entre ellos. Ahora, lo que sí era cierto es que su amigo tenía un don particular con esos de los sueños. De hecho, Mathew detestaba escucharlos cuando había tenido alguno, porque después de lo que había pasado el año pasado con la leche cortada, lo menos que quería era ser protagonista de los sueños de Christopher. Era escalofriante. 

Sin embargo, le entendía. La verdad es que Mathew no podía creer que las personas estuvieran mutando por causa de un virus; quizás sea producto de un arma biológica creado por los rusos, queriendo atacar a Estados Unidos y, aunque no pertenecían a ese país, no quería decir que no pudieran verse afectados. Sonrió, ahora era él quien estaba conspirando. 

Se sentó en el sofá, mirando todavía las noticias, aunque su mente seguía volando. Y es que, hace tres días los agentes de FACTORY habían llegado a su casa para realizarles varias pruebas de laboratorio y médicas, que determinarían si estaban libres de infección. Sus padres, Clara y Bernard, junto con su hermana, Julissa, estaban preocupados por todo lo que estaba ocurriendo en ese momento. Ellos, por tener un pequeño establecimiento donde vendían todo tipo de cosas ―ropa, objetos antiguos, comida, entre otras cosas―, tuvieron que quedarse en casa por la alerta nacional. Obviamente, eso implicaba pérdidas económicas.

¡Genial!, pensó, no con alegría sino con toda la ironía de la vida. 

Apagó el televisor. Se suponía que lo había encendido por Christopher, pero en realidad, este le había interrumpido su tarea también. Y al igual que él, estaba en pleno proceso de su proyecto vacacional. Aunque dicho proyecto, le parecía estúpido, no veía lo productivo de decir que estaba pasando o haciendo en sus vacaciones. Al final, creía que una cosa era lo que se planifica y otra era la que se hacía.

Con mucha pereza fue hasta el refrigerador, donde tomó un poco de pastel por su reciente cumpleaños número dieciocho ―era de chocolate con fresas y un glaseado de leche―. Se sentó en la isla de su casa para degustar de su postre, cuando de pronto, apareció su pequeña hermana con los ojos llorosos. Aunque apenas tenía seis años, la chiquilla era muy linda pues su cabello era de un castaño oscuro y largo, con la piel muy blanca, delgada, y aquellos ojos color miel que, ahora estaban enrojecidas por el llanto.

—¿Que te sucede? —Preguntó con una sonrisa.

Ella gimoteaba, y acercándose a su regazo le abrazó, colocando su rostro sobre sus muslos, y dijo.

—Tengo miedo Mathew...

—¿Por qué? —Preguntó, dejando con desgana su postre para prestarle atención.

Levantó su rostro para que le mirara, limpió su carita, y con la idea de animarla un poco, tomó una cucharada del pastel, y le dio. Por supuesto, ella no se molestó en abrir la boca, causándole una pequeña risa, pues aunque lloraba, su amor por los dulce jamás terminaría.

—Ahora dime, ¿por qué lloras?

Ella suspiró, aspirando sus mocos, y respondió:

—Soy un fenómeno, como esos de los que hablan en televisión.

Frunció el ceño. ¿Cómo podría llamarse de esa forma? Mathew, pudo haberse reído si se tratara de otra persona, pero no lo hizo. Que una niña de su edad se viera de tal forma, realmente estaba mal.

—¿Por qué dices eso?

—Ven... —dijo ella, tirando de su mano para que le siguiera. 

Al llegar a su cuarto, observó que aquel lugar era un desastre con los juguetes. Su hermana cerró la puerta con el rostro preocupado. Él la siguió con la mirada, viendo como se metía debajo de la cama para sacar algunas de sus muñecas. Esta las alzó hacia él, creyendo que se la estaba dando, pero recibió una reprimienda de su parte: 

―¡No las toques! 

Entonces, un segundo después, vio como estas se derritieron por completo. Asustada, las soltó, y sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas. Mathew sintió tanta nostalgia e impotencia por ver a su hermana pequeña de esa forma, que corrió para abrazarla, pero cuando una de sus manos se aferró en su brazo, sintió de inmediato el ardor. Chilló, y por mero impulso la empujó, cayendo él hacia el suelo con una mueca de dolor. Julissa, al ver que le había lastimado se echó para atrás, hasta golpear su espalda contra la pared, con las manos recogidas, con el semblante lleno de pánico. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Y, el espacio de la pared donde apoyó sus manos, se había ennegrecido.

Mathew corrió hacia el baño contiguo a su habitación, llenó una cubeta que estaba allí y regresó a la habitación. 

—Mete tus manos —le indicó, tan asustado como ella, pero intentando calmarse para que no resultara peor. 

La chica le obedeció, y ambos vieron como el agua hirvió en tan solo un minuto. Burbujas salían de estas y, cuando salpicaban un poco, Mathew se dio cuenta que era lo mismo que haber puesto una olla con agua en la cocina. 

—Tranquila, todo va a estar bien.

—¿Mathew soy un monstruo? —Preguntó la niña, mientras observaba primero la pared carbonizada, para luego mirar a las muñecas derretidas en el suelo, y finalmente mirar el brazo de su hermano con la reciente quemadura.

—No... solo eres una chica con súper poderes. Eso quiere decir que no eres un monstruo, sino una heroína —respondió él, con el mejor ánimo. 

—Si eso es verdad, ¿Por qué daño lo que toco? —le cuestionó ella, con tristeza. 

—Porque estás muy pequeña, y todavía no sabes controlar tus poderes —mencionó él—, ¿no recuerdas las película de héroes? —ella negó con la cabeza—. Bueno, en esas películas, todos los humanos con super poderes deben entrenarlos para poder controlarlos. Y eso lleva esfuerzo, tiempo, y muchas ganas. Yo creo que puedes ser una gran heroína si haces todo eso. 

—¿Pero como podría si no sé qué hacer? —dijo ella, ahora limpiándose las lagrimas. 

Al hacerlo, ambos notaron que sus manos habían vuelto a la normalidad. Aunque la cubeta seguía caliente. 

Mathew fue hasta el baño, y tomó una toalla para secarles las manos.

—No te preocupes por eso, porque yo voy a ayudarte. Sólo no digas nada a nadie, ni siquiera a nuestros padres —añadió, mostrándole sus manos secas, para que viera que todo estaba bien con ella—. Debemos mantenerlo en secreto porque siempre hay gente mala que puede ser tu archienemigo. Y ya sabes, tenemos que proteger a los nuestros. 

—¿Tú también tienes poderes? —Le preguntó. 

—No hasta donde sé, tal vez necesite que mi hermana mi ayude para descubrirlo —bromeó, haciéndole cosquillas. Esta no se preocupó en soltar sus risas—. De igual forma, si no los tuviera, todo héroe y heroína tiene un ayudante, y creo que yo podría ser un perfecto ayudante.  

Ella amplió los ojos impresionada, y con una sonrisa agregó:

—Y si llega aparecer un archienemigo, yo voy a defenderte a ti y a mis padres. 

—Estoy seguro de ello, pequeña —respondió, mientras desarreglaba un poco su cabello.

Antes de dejar a la niña en su cuarto, Mathew le explicó que si volvía a ocurrirle lo mismo, solo debía meter las manos en la cubeta. Cerró la puerta de la habitación, ahora sin ocultar su rostro de preocupación y se dirigió a su cuarto. Tomó su computador, y sin esperar más, comenzó a investigar un poco sobre el virus. De todas las posibilidades existente, nunca creyó que su hermana estuviera infectada: 

"...Los virus tienen la propiedad especial de parasitar una célula en particular, y usar esta como medio de replicación genómica. Estos, al poseer ADN o ARN, utilizan la síntesis de proteína para su replicación hasta destruir la célula y parasitar otras. El virus mutante, causante de la pandemia actual, en su proceso replicativo, invade el genoma humano y reconfigura el orden  o la secuencia de los nucleótidos (Adenina, Timina, Uracilo, Citocina o Guanina), añadiendo un nuevo nucleótido desconocido, llamada la partícula de Dios, en el gen; transformando así, todo el genotipo de una persona, en un proceso <<aparentemente natural>> que, a veces, tiene cierta alteración en el fenotipo de la persona infectada, observando características drásticas de los infectados, como mutaciones corporales. Por eso, algunos usuarios poseen antenas, alas, pieles escamosas, entre otros..."

Comenzó a leer el texto, algunas cosas entendía y otras no, por lo que solo se llevó las manos a la cara en un acto de no saber qué hacer. Respiró profundo, y solo se le ocurrió marcar a su amigo que, seguramente con toda su paranoia, debía saber más información, y, lo mejor, se lo iba traducir a su idioma. Tomó su móvil, marcó a su amigo, pero decía que estaba fuera de línea. No había señal, aparentemente. 

Decidió buscar sobre algunos hallazgos de personas con poderes, pero increíblemente el buscador no encontraba nada. Era raro, porque para ese tiempo, todo, absolutamente todo quedaba registrado. Ni siquiera, había vídeos en relación a los sucesos que aparecían en las noticias. Obviamente, no sabía nada de biología molecular ni mucho menos de genética, pero si sabía de computadoras. 

Comenzó a teclear el computador con rapidez, no sin antes abrir una ventana de programación, más páginas en incognito, un bloqueo de la dirección IP  (Internet Protocol) de su computador y un VPN (Red Privada Virtual). Y así, pasado unos diez minutos, comenzó a encontrar toda la información pertinente que, en definitiva, intentaban bloquear. Encontró montones de páginas de diferentes idiomas, que no solo tenían imágenes, sino videos de personas infectadas. Claro, consiguió montones de comentarios diciendo, que solo eran efectos especiales y que no eran reales. También, había una minoría que decía que eran reales, pues lo habían visto. Pero, hubo un comentario anónimo entre tantos, el cual llamó su atención:

"Esto no es un virus sino una expresión genética de la persona que estaba dormida y FACTORY lo ha despertado."

El nombre del emisor era de un chico científico, llamado Carlos. Buscó la ubicación de donde había sido enviado el comentario, y se encontró que había sido emitido desde Venezuela, por un laboratorio muy importante, el Centro Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales, de un estado llamado, en Puerto Ayacucho -Amazonas. 

De inmediato, comenzó a buscar los artículos emitidos por este centro de investigación, y se encontró con varios profesionales, inclusos otros centros importantes como el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas), que respaldaban clo que ese chico, Carlos, decía. 

Recostó su espalda en la silla. Casi sentía que se le dormían las manos y las piernas de lo que había encontrado, y suspiró.  Si aquello era real, entonces, quizás Chris no estaba tan paranoico como él pensaba.


Al día siguiente, se despertó muy temprano. Se suponía que debían recoger todas sus cosas para el viaje destinado a Macao si se encontraban libres de infección. Pero estaba seguro de que su hermana no pasaría la prueba. Obviamente él no dejaría que le pasara nada, se lo había prometido. 

Bajó con su maleta, observando que ya estaban las cosas de sus padres y las de su hermana en su lugar. Al dejarla en el vestíbulo junto a las otras, no dudó en ir a desayunar, viendo que Clara y Bernard reían junto a  Julissa. Por algún motivo, se enterneció de aquella imagen, pero sentía esa opresión en su pecho todavía. 

—Parece que alguien se levantó temprano... 

—Y por sí solo —completó Bernard, el comentario de Clara.

—Anoche me quedé dormido y no había hecho el equipaje, por eso decidí hacerlo temprano —contestó, sentándose a un lado de Julissa. 

—¿Metiste todo lo necesario? —Le preguntó Clara, colocando un plato con tostadas, tocino y huevos. 

—Todo lo que pusiste en la lista de mi mesa —mencionó, haciendo que su madre le alzara el pulgar, como una forma antigua de decir que estaba "cool". 

Cuando sus padres abandonaron la cocina para ir hasta la sala, donde tenía el televisor encendido, atentos a las noticias. Mathew se dirigió a su hermana: 

—Cuéntame, ¿cómo te sientes?

—Bien, mis manos ya no están calientes —le respondió—, el balde de agua fue milagroso.

—Qué bueno, solo debes mantener esto muy callado para cuando esos sujetos lleguen.

Ella asintió, y con una amplia sonrisa besó su mejilla.

Cuando terminó de recoger la mesa, escuchó la puerta sonar. Se apresuró de poner todo en orden y corrió hasta el marco de la pared que conectaba al vestíbulo. Cuando su madre abrió la puerta, palideció, habían dos hombres vestidos de negro, con trajes elegantes, y una docena de personas con trajes blancos, como si entraran a un sitio realmente contagioso. No supo en que momento, pero todos habían pasado y comenzaron a registrar la casa. Escuchó a su hermana llorar en la sala, y no dudó en acercarse a ver que estaba pasando: dos hombres de trajes blancos la sujetaban con fuerza, como si fuera un animal. 

—Tranquila, cariño solo daremos un paseo con ellos —dijo su amdre, nerviosa. 

—¡Oye! ¡Pero no tienen porque agarrarla de esa manera! —se quejó Mathew, acercándose a los hombres, decidido a zafar a su hermana.

—¡¿Pro qué rayos hacen?! —Preguntó Bernard, con la misma intención de ir por su hija.  

—¡Apártate, muchacho! —rugió uno de ellos. 

—¡Déjenla!, yo me encargo de ella —vociferó Mathew, empujando sin éxito a uno de los hombres.

—Lo sentimos señor Craw —dijo el otro, mirando a Bernard—, pero la niña, su esposa y su hijo vienen con nosotros. Sólo usted será trasladado a Macao. 

—¿Qué significa eso? —Preguntó Bernard, sin entender y preocupado con lo que estos decían. 

—Su esposa y sus hijos están infectados —corroboró esta vez, uno de los agente vestido de negro detrás de ellos. 

—Está despejado —dijo otro agente más atrás. 

Abrí los ojos como platos, ¿Qué rayos había dicho?.

—Les ruego que colaboren con nosotros —dijo nuevamente el agente, con mucho cuidado, pero había severidad en su voz. 

—No, claro que no... —contestó Mathew, sin poder creer lo que escuchaba. 

Observó a su madre, quien tenía el rostro bajo, mientras lloraba. Y Bernard fue hasta ella para tranquilizarla. Escuchó nuevamente a su hermana quejarse, y caminó hacia ella otra vez, decidido a quitárselas de las manos, así tuviera que enfrentarles. Cuando tomó el brazo de su hermana, tres hombres le tomaron por las espaldas, enojado, enloqueció y empujó a todos: 

—Código nueve, repito, código nueve —dijo el agente de negro detrás de ellos, a través de un pequeño micrófono en su vestimenta.

Y en segundos, aparecieron más hombres intentando separarles. Entonces, muchas cosas se desataron en ese instante, y aunque fue muy rápido, todo pareció en cámara lenta:  las manos de su hermana enrojecieron, y cuando un agente la cargó para llevarla a la calle mucho más rápido, ella queriendo defender a su familia como lo había prometido, agarró el casco del agente que le había tomado, y derritiendo este, tomó el rostro con fuerza de su captor. En un instante le quemó la cara como si se hubiera tratado de algún químico. el hombre la soltó, doblándose de dolor en el suelo y gritando, y cuando otro intento alcanzarla, esta simplemente toco su abdomen, teniendo el mismo resultado.  

—¡Ustedes son los malos! —gritó llorando. 

Un detonante se escuchó, seguido de un grito de Clara y Bernard... y la Mathew la vio: Julissa se desplomaba en el suelo con un agujero en su cabeza. Mathew comenzó a removerse con fuerza, intentando zafarse de todos los que le sujetaban, y pronto su rostro se compungió de dolor y lágrimas. ¿Cómo era posible que hubiera sucedido eso? ¿Por qué no solo dejaron que él fuera con ella? No tenían porque tratarla así. No lo merecía.

Cuando miró a su alrededor, vio que todos habían sacado sus armas y les apuntaban. Pero Mathew no le pareció importarle ene se momento. Por eso, para tranquilizarlo, recibió un golpe de un arma directo al rostro. Eso debió desmayarlo, pero no lo hizo, solo lograron que se inclinara de dolor y que sangre comenzara a borbotearle del rostro. Se  le nubló la vista, y entonces, tres sujetos fueron arrojados contra las paredes, completamente carbonizados.

Mathew volvió su rostro hacia sus padres, y observó que la causante de aquello era Clara. La mujer, estaba envuelta en llamas en su totalidad, aunque aún podía observarse su apariencia, era como si apenas estaba calentando. Y Bernard, mientras tanto, estaba pegado a la pared asustado. Tan incrédulo como Mathew de que todo se hubiera ido a la mierda en poco tiempo. Esta vez, nuevas detonaciones escuchó, vio los rostros de pavor de los agentes, y volvió a gritar desgarradamente, cuando vio que ella quiso decir algo, pero cayó. al hacerlo, vio a su padre muerto en la pared, que no se había salvado de la balacera que había enviado hacia su madre. 

¿En serio lo había perdido todo? 

Sintió que le faltaba el aire, y de pronto, su mente simplemente se nubló. De la nada, supo la ubicación exacta de todos los que allí estaban. Había pensado que eran alrededor de veinte, pero en el interior sólo había veintiunos, contando a cinco de ellos muertos. Pero, en el exterior, habían treinta más.  

Se dio cuenta, en un respiro, que todos sus sentidos se habían intensificados, pues logró ver y escuchar todo con mucho detalle; cada respiración, los diferentes latidos del corazón, el sudor corriendo por sus pieles, las conversaciones nerviosas y alarmadas en el exterior, y el silencio en los que habían muertos.  Solo quería que estos se mataran entre sí. 

Y como si se tratara de un deseo cumplido, la habitación se oscureció de repente. Como si fuera de noche y la energía eléctrica se hubiera cortado. Segundos después, todos gritaron horrorizados, y montones de disparos se escucharon. Mathew no supo que sucedió, pero la siguiente imagen cuando todo volvió a la normalidad, fueron decenas de muertos en el suelo. 

¿Qué había pasado? 

Esquivando los cuerpos, se acercó a su hermana, la cargó y la colocó junto a su madre y su padre juntos. Se inclinó hacia ellos, y siguió llorando. No le importó, pero se apoyó en un abrazo con los tres, enterrando el rostro en estos, desconsoladamente. 

El problema de eso estuvo, en que había bajado la guardia por completo. Por eso, no se enteró hasta muy tarde, cuando algo impactó en su espalda, y seguido después una descarga eléctrica que lo tumbó al suelo, convulsionando, y torciendo los músculos. Sintió la boca seca, y un pitido en el oído que le aturdía, y aunque no se desmayó, si había perdido toda fuerza.  

Lo amarraron en una camilla y lo montaron en el auto. Pero antes de entrar, logró escuchar a uno de los agentes que recién habían llegado, hablar por el móvil:

—Vayan con la siguiente familia, creo que son los "Notherway", no den los resultados en principio. Llévenlo al lugar, y estando allí los separan. No vaya a ser que nos suceda lo mismo que con los "Craw". No quiero que cometamos el mismo error. Recuerden que al igual que al que acabamos de atrapar, los dos jovencitos dieron positivo para la clasificación "Z". La madre y la niña de clase D, han muerto. 

Iban por Christopher. Quiso sonreír por ironía, peor en aquel estado no pudo. al final, su amigo había tenido razón. si tan solo le hubiera creído, tal vez no habrían terminado las cosas de esa forma. Además, ¿A qué se referían con la clasificación "Z"?.

Sin poder resistirse más, se dejó llevar por el cansancio, cometiendo un error más en su  vida.     






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