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Fue un domingo por la tarde cuando Jungkook se encontraba en el automóvil de Jimin rumbo a un restaurante de comida tailandesa. El omega hacía puños los bordes de su abrigo ante los nervios de compartir un mismo espacio reducido con el alfa, donde su aroma predominaba al ser el auto de él y eso lo hipnotizaba aún más, si es que era posible.

El castaño se sentía pequeño en el asiento del copiloto, con una melodía de fondo que se reproducía por la radio y el alfa manejando con su mirada centrada al frente. El camino fue silencioso, no fue hasta que se encontraron entrando al restaurante y siendo conducidos por el personal de la entrada hasta su mesa, que hubo una interacción directa entre ellos.

—¿Puedo?—Señaló el abrigo del castaño, haciéndolo titubear.

—Claro, gracias.—Obteniendo la ayuda de Jimin, su abrigo fue retirado de sus hombros, haciendo que el rubio cargara con él mientras apartaba la silla para darle pase a que tomara asiento.

No fue hasta que se aseguró que el omega estuviera cómodo que tomó su lugar frente suyo, dejando los abrigos en un pequeño perchero que disponía cada mesa. Se encontraban en una de las esquinas del lugar, con una vista directa a la noche que se encontraba plagada de estrellas y una reluciente luna que los acompañaba en aquella velada.

—¿Qué deseas ordenar?—Cuestionó el rubio, hojeando el menú entre sus manos.

—No conozco mucho de la comida tailandesa, ¿Qué me recomiendas?—Confesó con un pequeño sonrojo, observando con fascinación todos los platillos.

—Podemos pedir lo mismo, déjame encargarme de ello.—Dejó el menú sobre la mesa al mismo tiempo que el mesero se acercó a ellos, tomando su orden.

Jungkook observó a detalle la forma de hablar tan confiada de Jimin, ordenando diferentes nombres de platillos y un par de bebidas que los acompañarían. Aquel saco de color negro y una camiseta blanca que hacía sobresaltar su aspecto, junto con su cabello perfectamente acomodado hacía atrás le hacía ver de una manera más juvenil, haciendo que el omega se pavoneara aún más por tener su presencia a su lado.

Una vez que la orden fue tomada, el mesero se alejó.—Cuéntame más de ti, ¿Qué me dices de la cafetería?

—Bueno, la cafetería tiene varios años funcionando, pero no fue hasta hace unos dos años aproximadamente que compré el local donde ahora está situada.—Comentó con una sonrisa de orgullo.

—¿En serio? Pensaría que tiene más tiempo, ¿Cómo funcionaba antes?—Inquirió con interés, observándolo de manera directa.

—Era por ahí mismo en la avenida, pero en un carrito. El espacio era muy reducido y me limitaba a ciertos tipos de cafés y ciertos postres, hasta que las mismas personas que me compraban me preguntaban el porqué no me cambiaba a un lugar más espacioso, uno donde pudieran comer ahí mismo y tuviera mayor capacidad para un menú más amplio. Al principio lo creí como algo descabellado, sabía que sería algo costoso y tenía mis ahorros, pero no creía que fuera suficiente, consulté con varias personas y llegué a la conclusión que si rentaba iba a requerir más dinero que si compraba definitivamente un local. También pensé que si algún día la cafetería tenía que terminarse, siempre podría utilizar el mismo lugar para algo diferente, al final de cuentas sería algo mío y no tendría que preocuparme por cosas como si aumenta la renta del local, pagar de manera puntual, si exista la posibilidad que me atrase en el pago porque a veces puedo salir corto ante la falta de clientes, así como otras veces me va muy bien. Además, algunos dueños son muy especiales cuando decides rentar uno de sus locales, por lo que no quería alguna especie de problema.

—Tuviste una buena visión, ahora tienes tu propio local, tu cafetería va de maravilla y parece algo que te guste en verdad. No muchas personas encuentran esa pasión por hacer algo, es admirador saber que tú lo lograstre, ¿Cómo es que pensaste en iniciar en este negocio?

—Mis padres siempre fueron muy de consentirme con postres y diversas comidas, si no era por mi cumpleaños era porque salí bien en mis calificaciones, por algún aniversario, algún evento importante o porque creían que tenía un mal día y eso me alegraría. Cuando mi padre omega falleció, mi otro padre decidió que podíamos recordarlo siempre cocinando todas sus recetas de postres, entre esos tiempos muchas veces cocinábamos como para un ejército, por lo que regalábamos lo que nos quedaban y así no se echaban a perder. Un día los mismos vecinos nos sugirieron empezar un negocio, mi padre no lo pensó dos veces y aceptó, así que emprendimos este negocio primeramente con postres, luego se dieron los cafés y fuimos creciendo poco a poco.—Sonrió con cierto aire de tristeza, alertando al alfa.

—No quería tocar ninguna fibra sensible, perdón por preguntar.—Se inclinó sobre su asiento, tratando de llegar a él sobre la mesa.

—Está bien, es algo que pasó hace muchos años. Al final, el negocio lo retomé yo solo cuando mi padre enfermó debido a su marca, si bien él luchó por no dejarme solo, su lobo ya no se encontraba con él y su marca empeoraba día con día. La muerte de mi padre lo dejó muy mal y jamás me lo demostró hasta el último día que estuve con él, me pregunté como no pude haberme dado cuenta de la agonía que sentía y que era obvio que algo malo pasaría porque jamás lo vi llorando o sintiéndose mal, siempre me mostró apoyo para superar su partida en lugar de yo ayudarlo, pero seguí con la cafetería como una distracción y así sobrellevar la ausencia de mis padres. Al final prosperó más de lo que pensé, así es como terminé ahora con la cafetería como la conoces, todo valió la pena.

Jimin no sabía qué decir, impactado por su historia. ¿Eso significaba que su omega se encontraba solo? Jamás imaginó que hubiera pasado todo ello, solo deseó poder protegerlo y llevarlo consigo, asegurándole que estaría todo bien, no tendría porqué pasar más cosas por su cuenta. El mesero interrumpió el momento, haciendo que volviera sobre su asiento antes de tomar la mano del omega, los diversos platillos separándolos.

—Gracias.—Agradeció con un asentimiento, observando el primer platillo frente suyo.

—Esto se ve demasiado increíble, y huele bien.—Comentó con emoción, quisquilloso por dar el primer bocado.

—Adelante, es momento de comer.—Lo alentó con una sonrisa, invitándolo a probar.

El omega no esperó mucho para dar el primer bocado, soltando un quejido de satisfacción en cuanto sintió el sabor en su paladar, derritiéndolo por dentro. El alfa rubio observaba la escena con diversión, degustando su propio platillo mientras seguían charlando de temas triviales, conociéndose más durante el resto de la noche.

Los platos se fueron vaciando, las copas de vino se habían agotado y el postre parecía innecesario debido a sus estómagos satisfechos. El castaño se había vuelto demasiado risueño conforme el tiempo pasaba, mientras el rubio le seguía el juego con coquetería hasta que tuvieron que retirarse del restaurante. Parecían dos adolescentes mientras buscaban el automóvil donde lo estacionaron, siguiendo su conversación una vez que estuvieron dentro y dirigiéndose al departamento del omega.

El trayecto pareció demasiado corto para su gusto, inclusive el alfa había cometido el error de pasarse una cuadra para posponer su despido, pero no podía postergarlo más. Estacionó frente a la calzada y se bajó para abrirle la puerta, tendiendo su mano hasta que se encontraron en las puertas del edificio.

—Supongo que deberíamos de despedirnos.—El omega comentó con pesar, observando el pavimento.

—Es tarde, mañana tenemos que trabajar.—Cuando Jungkook emitió un puchero, Jimin sonrió.—Ve adentro, omega. Hace frío, no quiero que te enfermes.

El lobo de Jungkook sufrió un colapso ante el llamado del alfa, persiguiendo su cola ante la emoción que sentía.—Y-yo...

—Buenas noches, Jungkook. Espero que descanses bien, mañana pasaré por la cafetería para mi pedido de siempre.—Se inclinó lo suficiente como para depositar un beso sobre su mejilla, logrando que Jungkook tuviera que sujetarse de su brazo para no perder el equilibrio ahí mismo.

El aroma lo envolvió por completo, la esencia del chocolate amargo en combinación con la vainilla logró que sus lobos se alteraran, buscando más contacto del contrario. Pero a diferencia de lo que su lobo pedía, Jimin se obligó a apartarse justo cuando sus labios tocaron la mejilla de Jungkook, sonriéndole.

—Tengo que irme.

—Entiendo, buenas noches,
Jimin.—Soltó su agarre de su brazo, retrocediendo un paso.

—Nos veremos mañana, descansa.—Con una última mirada, comenzó a alejarse del lugar.

Pero Jungkook sentía aquella espina en la punta de la lengua, su lobo no dejaba de repetirle que Jimin era su destinado, pero si el alfa no había dicho nada, ¿Sería su imaginación? Se negaba a aceptarlo, sobretodo después de la fantástica noche que habían pasado juntos conociéndose.

—¡Jimin!—Su llamado fue más que suficiente para que el alfa se detuviera, girándose para verlo.

—¿Jungkook?

Lástima que el castaño perdió el coraje en cuanto sus miradas conectaron.—Nos vemos mañana.

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