27. Entrega Inmortal

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No es posible que hayas cogido un resfriado de la noche a la mañana —la voz de mi madre sonaba atronadora desde el otro lado de la línea—. ¿Seguro que no es otra excusa para no ir a trabajar?

Suspiré, el dolor en mi cabeza iba en aumento.

—Sí, mamá. Me has pillado, la muerte de mi amigo no fue excusa suficiente y me he inventado un resfriado, me saludas a Becca ¿Vale?

Como muchas veces, colgué sin apenas oír su despedida.

Froté mis ojos, estaban calientes una vez más, confirmé en el espejo que los tenía inyectados en sangre. Sentía todo el cuerpo ardiendo, como si fuera a quemarme por dentro; nada de lo que mi abuela me servía de comer iba más allá de mi garganta y los fuertes dolores en mis articulaciones me hacían creer que no era un simple resfriado.

Bajé a duras penas envuelta en un chándal y una camiseta demasiado grande, la abuela había ido por medicinas con el abuelo dejándome sola.

Busqué mi teléfono y marqué a Arion.

Automáticamente corté, no sabía para que le llamaba luego de todo lo que me dijo la pasada noche. Intenté de nuevo al número de Evan.

No lo coge.

Volví a marcar a Arion y luego de un par de intentos a ambos, este último responde. Al principio no hablo, apenas distinguí su respiración entrecortada.

—¿Arion?

Está muerta, mi hermana está muerta —susurró con la voz ahogada.

No supe en qué momento me había puesto en marcha cuando ya estaba en la puerta de mi armario sacando un par de vaqueros y una sudadera.

Había corrido arriba en un arranque y corté la comunicación con Arion.

Mierda ¿Qué iba a pensar?

Me cambié en más tiempo del que requería normalmente y maldije mi dolorido cuerpo, lo seguía haciendo a cada paso que daba mientras sentía que agujas se clavaban en mis huesos.

Llegué a la enorme casa de Arion, sudorosa, roja de fiebre y cansancio y respirando con dificultad.

Llamé a la puerta innumerables veces hasta que los nudillos se me pusieron rojos. Había actuado impulsivamente y ahora las consecuencias eran que estaba a punto de colapsar frente al pórtico de este gran imbécil de cabello platinado. Mi cadáver sería un lindo tapete de bienvenida.

La puerta se abrió precisamente en el momento en el que me apoyé en ella para tomar aire, caí hacía adelante, unas manos fuertes me atraparon y esos ojos cristalinos me devolvieron la mirada.

—Hey, Roja —ya lo escuchaba medio distorsionado—. Mírame, no te duermas ¿Si?

Perdí el contacto con el suelo y me hallé con la nariz pegada a su pecho aspirando su perfecto olor. Cerró de una patada, por un momento sentí como si volara, el estómago se me subió al pecho y tuve arcadas en cuanto Arion me dejó sobre una cama.

—Mierda, no debí hacer eso —me recogió el pelo con una banda elástica y evalúo mi rostro—. ¿Qué es lo que te han hecho?

Recuerdo haber pronunciado algo ininteligible, luego el sueño se apoderó de mí y fui arrastrada a la oscuridad.

Tenía tanto frío y luego me estaba quemando, ardía por dentro y mi cuerpo amenazaba con sufrir una combustión espontánea.

Sentí la humedad en mi frente y poco a poco el ardor sucumbía.

Ahí estaba él, imponente como ninguno, con su frío semblante.

Retiró la toalla húmeda para volverla a sumergir en el agua, luego de exprimirla regresó a mi frente. Tomé su mano antes de que se retirara y la entrelacé con la mía.

Luego de mirarme clavó la vista en el suelo, sin soltarme.

—Hace veinte años, hice esto con Agni, estaba muriendo. Las convulsiones no paraban, gritaba de dolor y yo me encogía al verla sin poder hacer nada.

—¿Por eso la transformaste?

Negó.

—Fue Helena quien lo hizo. Yo solo terminé el trabajo.

—¿Tu...madre?

—Ella solo era la esposa de Athan, nunca fue una madre para nadie; eso le hacíamos creer a la gente del pueblo en ese entonces. Como habrás deducido, Athan es en realidad mi hermano.

>>Helena era frívola y solo le importaba su inmortalidad, su poder. Decía estar enamorada de mi hermano pero solo lo manipulaba para su propio beneficio, era lo que hacía con todos...incluso conmigo.

—Entonces, el Arion de hace...

Conté con los dedos haciendo que riera. Que...hermosa risa.

—Así es Roja, estás ante un hombre casi bicentenario, creí que ya habíamos pasado ese punto, en fin...Helena vivió más de lo que cualquiera podría imaginar, era tan poderosa que con un chasquido su niebla te hacía pedazos...

—Wow ¿Qué es eso?

Volvió a reír.

—Es nuestro mayor poder, la usamos para confundir, drenar la energía vital y causar mucho, pero mucho dolor.

Recordaba haberla visto en el tanque salir de la nada cuándo ese chico iluminó sus ojos.

—Pero, si era tan mala ¿Por qué la salvó cuando moría?

Su creciente silencio me perturbó más que su mirada de labios apretados.

—No la salvó, Agniet estaba muriendo precisamente a causa de la transformación. En una forma lenta y dolorosa, como un virus que se va extendiendo hasta que explota cuando tiene dominado gran parte de tu cuerpo, te va consumiendo hasta la muerte y renaces como uno de nosotros. Es...como lo que sientes ahora.

Me senté tan de golpe que un mareo se apoderó de mí y tuve que sostenerme del hombro de Arion, el trapo mojado cayó en mi regazo.

—¿Me estás diciendo que podría estar convirtiéndome en uno de ustedes? ¿Cómo siquiera es eso posible?

Mi voz iba ascendiendo por octavas.

—Desde que te vi en aquél avión percibí la marca en ti, Agniet también. Tuviste suerte de no haberte topado con otros vampiros en esos tres años después de lo que pasó, una humana que haya tenido contacto con nuestro mundo siempre es una amenaza y nuestro deber es proteger el secreto.

>>Cuándo Ashton te —pasó saliva—... se aprovechó de ti no solo quería tu sangre, te quería a ti, para siempre y quiso convertirte, pero no lo logró pues no consiguió matarte al instante como lo hizo con Evan. Fuiste rescatada y salvada a tiempo, pero este "virus" se pegó a ti, aún no entiendo porque los efectos tardaron tanto, es...es diferente para cada persona.

Me estremecí.

Llevé mis manos a la frente.

—Yo...

—Estamos buscando una solución, ya lo sospechábamos hace un tiempo, las marcas no permanecen tanto tiempo a menos que algo como esto suceda y es extremadamente raro.

Me miró con intensidad.

—No te quiero cerca de esta vida, pero si existe un Dios, él sabrá que no puedo alejarte de mí.

No pude hablar más, pues sus labios tomaron posesión de los míos, agradecí el frío contacto, ya no me sentía abrasada por dentro. El calor febril que sentía ahora era totalmente diferente al de antes.

Me separó de mi para que yo pudiera tomar aire pero mantuvo siembre nuestras frentes unidas.

—He perdido a mi hermana, el clan es todo un caos, tantos años y tengo que esconderme tras mi hermano porque no puedo ser un líder. Eres un soplo de vida dentro de mi realidad plagada por la muerte.

Esta vez fui yo quién unió nuestras bocas, me elevé hasta su regazo sin darme cuenta que me había quitado los vaqueros cuando me metió a la cama y solo la tela de mis bragas separaba mi zona más íntima del contacto contra el bulto cubierto por la tela de su pantalón de chándal.

Acaricié la piel fría debajo de su camisa y tomé el atrevimiento de sacarla por su cabeza para admirar su pálido torso bien definido.

Lo miraba fascinada por su belleza y él me recorría con tal deseo que me hacía sentir hermosa entre sus brazos.

Cambiamos de posición, quedando él por encima de mi cuerpo entre mis piernas. Recorriendo con sus labios toda la piel expuesta de mi cuello, le vi tragar, supuse que era todo un logro contenerse.

—Tienes el aroma más dulce y puro...

Por un momento cuando me besaba y justo cuando los pantalones volaron, tuve miedo. Apreté los ojos y él detuvo todo contacto, podía sentir su dureza tras los bóxers rozar mi pierna.

—Ana, mírame. Si quieres detener esto, lo entenderé.

No Roja, no Anabelle. Su manera de llamarme sin la juguetonería de siempre y sin una pizca de severidad me hizo volver a abrir los ojos. Negué con seguridad, quería esto tanto como nunca lo había querido jamás.

—Cada centímetro de tu cuerpo es precioso para mí; desde tu lluvia de pecas —tocó mi nariz y luego mis hombros en una caricia—, hasta las más leves marcas que posees.

Se deshizo en caricias, recorriendo cada fragmento de piel con la yema de los dedos y siguiéndolas con su boca, hervía de deseo, lo quería en ese momento, quería que fuera parte de mí.

Mi sudadera fue dada de baja y le siguió el sostén. Hasta tener su pecho contra el mío, su mano tanteaba la curvatura de mis senos robándome suspiros.

—Tal vez no sea el mejor momento, tal vez no sea el chico indicado. Puede que esto se acabe y vuelvas a odiarme o que acabemos muertos. Aquí y ahora... nunca creí en la fe, ni antes ni después de ser lo que soy. Hoy eres mi Diosa, creo solo en ti y seré feliz si me dejas borrar toda huella que pudo quedar en ti en el pasado para adorarte y venerarte con esmerada dedicación.

Su nombre escapó como un gemido de mis labios; su forma de hablar, de expresarse, me iba a matar de puro placer solo oír su voz, esto ligado aquello que hacían sus manos conmigo, eran mi empujón al abismo del olvido y del placer.

Le besé con toda la fuerza, asintiendo y permitiendo que nada se interpusiera en el camino de nuestros cuerpos.

Olvidada la fiebre y remitido el dolor no podía concentrarme en nada más que no fuera el firme cuerpo de Arion.

Fuimos uno.

Y aún cuándo ya no podíamos estar más unidos seguíamos persiguiendo nuestra cercanía. Deseaba que en realidad borrase aquello que una vez me atormentó y que este recuerdo reemplazara a aquel desastroso momento donde me fue robada mi intimidad.

Con Arion era fácil abandonarse al momento y alcanzar el cielo una y otra vez. Dolorida y plena disfruté de su frío cuerpo que tanta frescura le daba a mi ardiente desnudes.

Me sentía vibrar, abrazada a él ya no sentía miedo de cerrar los ojos y por primera vez en lo que me parecieron siglos dormí con tal sosiego que mis sueños estuvieron plagados de figuras de con cabello y ojos de luz.

Desperté pérdida y desubicada, busqué con mi mano a mi lado pero no había rastro del chico con el que había pasado la noche.

Joder, me iba a caer una buena cuando volviera a casa.

Encontré mis bragas y me las puse, también su camiseta que me llegaba a medio muslo; mi cabello era un desastre rojo y cada paso que daba me recordaba aquello que habíamos hecho haciendo que me sonrojase.

Salí del cuarto y escuché voces, me encaminé a ellas, la habitación de Arion era la principal y se encontraba en el piso de abajo por lo que salí directo a la sala. Tres pares de ojos azules y unos grises, me miraron desde el gran sofá.

Arion elevó las cejas hasta el nacimiento de su pelo al verme vestida solo con su camiseta y el brillo en sus ojos me obligó a sonrojarme más fuerte si era posible. Evan permaneció impasible y Val...ella golpeó a su novio en el hombro con fuerza.

—Mierda... —se quejó este.

—¡Págame!

Mientras yo arrugaba el ceño, Dick despotricaba en contra de Arion y le tendía un billete a Val, Evan volteó los ojos y Arion se tornó serio.

—Basta ya de juegos.

—¿Qué sucede? —di un paso, preocupada.

—Alguien se ha llevado el cuerpo de Agniet.

¡Jesucristo! Que calor.

Sorry por darles la alegría de pensar que la Aragniet estaba muerta😬😂 No creí que la odiaran tanto.

💙

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