|1: El aprendizaje del doncel|

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Título: El aprendizaje del doncel.

Descripción:

Doncel:

1. Hombre que no ha mantenido relaciones sexuales.
Uso: Formal.

Palabras: 6, 800.

Advertencia: Contenido sexual explícito. Virgin Snape. Voyerismo. Primera vez. Masturbación.

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Cualquiera que escuchara la historia de cómo comenzaron su relación tendría opiniones negativas o neutrales. Estas solían ser mayormente negativas.

A pesar de que ambos tuvieron una historia con un comienzo lóbrego, Harry estaba decidido a conocer al verdadero Snape. No tardó mucho en descubrir que el hombre no era tan malo y desagradable como creía.

En los primeros meses en los que Harry comenzó a trabajar en Hogwarts, Severus lo evitaba. Si por motivos azarosos lograban encontrarse, Harry lo saludaba cortésmente y el pocionista le ignoraba como si llevara encima la capa de invisibilidad.

El comportamiento de Snape con las personas seguía siendo réprobo, aunque no tanto como en los tiempos de guerra. Sin embargo, la displicencia y los gruñidos eran una mejora considerable de los insultos y las peleas que solían tener.

Con el tiempo, cuando desentrañó los misterios y vio quién y cómo era realmente Severus Snape bajo esa fachada, oculto se hallaba el hombre más valiente y honorable que alguna vez haya conocido. El hombre que bajo una actitud déspota era nada más y nada menos que la persona más maravillosa y enigmática del mundo.

El primer encuentro significativo que tuvieron fue cuando Harry comenzó a trabajar en Hogwarts como profesor de DADA. Era la primera vez que se hablaban desde el juicio del hombre. Fue como si se conocieran por primera vez y cuando cruzaron miradas se sintió... raro, por decirlo de alguna manera.

Ambos se las arreglaron para coexistir sin intercambiar palabras que no fueran meramente profesionales. Pese a que empezaron con el pie izquierdo, supieron sortear las diferencias. Lograron encontrar un equilibrio entre los dos cuando Minerva los obligaba a trabajar en equipo, y lo hacían de manera brillante. Si Harry necesitaba un contrincante para las demostraciones en clases, Severus era su compañero designado. ¿Quién lo hubiera dicho? Eran compatibles en la magia. Harry podía ganar por poder innato, pero Snape lo superaba en la estrategia.

Harry tuvo su oportunidad de acercarse a Severus después de una reunión del personal, los dos se quedaron solos en la sala de maestros. Snape preparaba los primeros exámenes del año mientras que Harry revisaba los ensayos. Pretendiendo no darse cuenta de que no había nadie más en la sala y que habían suficientes opciones, refunfuñó fingiendo hastío y decidió sentarse en la misma mesa que Snape.

Notando subrepticiamente la mirada del pocionista ante su incómoda cercanía, Harry se atrevió a pedirle tinta. La transacción ocurrió sin que sus ojos se encontrasen y no hubo ningún comentario mordaz por su incompetencia, sorpresivamente.

No era pesado el ambiente entre ellos, aunque cualquiera que los viera podría pensar lo contrario.

Ahora que trabajaban juntos, cada uno tenía la posibilidad de reprocharle al otro cosas de las que antes no tuvieron oportunidad de quejarse o burlarse. Pero no sucedió nada de eso, hubo tolerancia o, para ser más precisos, indiferencia.

Con el tiempo, Severus lo fue aceptado, esta vez de forma consciente. Como si el hombre hubiese declarado que Harry no era una amenaza potencial, Snape le dio un pequeño espacio para actuar. No uno muy importante al principio, pero el suficiente para mirarse cara a cara y sostener una conversación decente mientras tomaban una copa en Hogsmeade. Severus seguía siendo tan cauteloso como siempre, era como si evitara a toda costa el apego para no salir lastimado.

No obstante, la estupidez Gryffindor –como él lo llamaría–, su sinceridad y persistencia dieron paso a la confianza. Snape se fue abriendo con mesura, temeroso de salir herido o humillado en cualquier momento. El pocionista le contaba muy pocas cosas personales, las justas y precisas para saciar la curiosidad de Harry, sin embargo, aún era reacio a mostrarse tal cual era.

La segunda gran cercanía se produjo la noche de la conmemoración de la batalla de Hogwarts. Para esta fecha Snape escapaba del público y se encerraba en sus aposentos. Solo que en aquella ocasión fue diferente. Potter tocó su puerta y le preguntó si podía quedarse un rato. Hasta el día de hoy, Harry no sabe qué poseyó a Snape para que este le permitiera quedarse, si fue el hecho de que el hombre estaba un poco ebrio o si se compadeció de él, pero Snape no pudo negarle la entrada. Le dejó pasar y le ofreció un trago.

Conversaron tanto que no tuvieron tiempo de insultarse o matarse el uno al otro. Relataron sus propias versiones de ese fatídico día, obviando los detalles más dolorosos. Compartieron los sentidos diez años atrás hasta que el amanecer les devolvió la calma que se había llevado la noche.

Harry le agradeció la compañía y se marchó.

Las palabras que cruzaron esa noche quedaron grabadas en sus memorias y cambiaron drásticamente las percepciones que tenían el uno del otro. Las miradas burlonas y críticas ahora eran cómplices, como si supieran los secretos del otro y tal vez así era. Estaban, por primera vez, conociendo a los extraños que siempre tuvieron enfrente.

Con el tiempo, la tregua silenciosa (ya que nunca fue declarada abiertamente) se hizo cada vez más fuerte convirtiéndolos en colegas y finalmente amigos. Eventualmente, el sentimiento de amistad fue transformándose en uno de amor.

Harry no está seguro de cuándo comenzó, pero pronto descubrió que tenía un impulso anómalo por cuidar del bienestar de Snape. Tuvo cambios notorios, por ejemplo: tenían citas para jugar ajedrez, aunque las habilidades de Potter eran nefastas. Pese a su ignorancia en el tema, Harry ayudaba a Snape a calificar los trabajos de sus alumnos. En el gran comedor, Harry se sentaba al lado de Snape y si le observaba poca comida en su plato le ofrecía más. Si el hombre se acaba su taza de té, Harry la rellenaría inmediatamente. Hasta aprendió cómo prefería Snape tomar su té. Cabe agregar que el resto del personal lo miraba como si Harry hubiera perdido la cabeza y muy probablemente fuera cierto. Lo sorprendente de toda esa extraña situación fue que el misántropo profesor de pociones no explotara en cólera y lo maldijera por tratarlo como un bebé.

Cada cosa nueva que Snape revelaba solo hacía que se enamorara de él aún más. Poco a poco, el hombre le dio la oportunidad de verlo a través de sus penurias y lo que encontró allí simplemente fue cálido, frágil y hermoso.

Eventualmente, pasó lo que tenía que pasar. Una noche, durante sus partidas de ajedrez, Harry besó a Snape y vivió para ver la luz de otro día. Tras varias discusiones y rehuidas, se formalizaron como una pareja.

Aunque Severus odiara las muestras de afecto en público parecía disfrutar mucho de la atención y la ternura en privado. Era como si al pocionista le gustará que lo mimaran. Se sentía muy orgulloso de haber obtenido ese nivel de confianza de un hombre insociable y abyecto. Severus era como un gato gigantesco y gruñón, reacio a las caricias pero hambriento de afecto.

Todos los días, Harry lo invitaba a jugar ajedrez o simplemente a tomar el té. Dicha actividad lo ponía nervioso últimamente. Estar solo con Snape en sus habitaciones y de manera extraoficial era más de lo que podía soportar. Aunque se habían besado y tocado un poco por encima de la ropa no habían pasado más allá de simples caricias tentativas.

Yacían sentados en el centro de la pequeña habitación, Harry tomaba té earl grey y Snape té darjeeling. Para acompañar el brebaje, el pocionista sirvió unas galletas en pequeños platillos. Todo estaba cuidado al detalle, desde las tazas de porcelana hasta las servilletas que hacían juego con el mantel.

Charlaron de trivialidades, desahogándose de la incompetencia de los alumnos. Sin embargo, Harry no pudo evitar notar lo sexy que se veía su amante. Esta noche, Snape dejó sus túnicas negras en el guardarropa, revelando su esbelta y larga figura ceñida por su levita negra. Su cabello lucía más grasoso que de costumbre y caía como una cascada de petróleo sobre sus delgados hombros. Podía sentir el aroma de las pociones impregnadas en las ropas y, de alguna manera, ese aroma al que ya se había acostumbrado le era hipnotizante y seductor.

No obstante, Harry presentía que algo andaba mal. Necesitaba preguntar el verdadero motivo por el que se habían reunido a tomar el té de la tarde.

—Severus sabes que me encanta pasar tiempo contigo, pero estoy... intrigado por tu invitación— Usualmente era Harry quien invitaba a Severus a tomar el té, no al revés.

El rostro de Snape permaneció impasible, sin embargo, en el tiempo que había llegado a conocerlo aprendió a notar los atisbos y vio cierta vacilación, como si estuviera debatiéndose algo por dentro. Por su postura recta y demasiado elegante, podía decir que el hombre estaba nervioso. Snape nunca se ponía nervioso. Eso no pintaba bien.

El repentino silencio fue incómodo y Harry tuvo miedo de que Severus pudiera escuchar los latidos de su acelerado corazón. Trató de mantener la compostura mas no pudo evitar comenzar a tallar sus manos o acomodarse las gafas como un obseso.

—Necesitaba hablar contigo en privado —dijo Snape seriamente, luego se inclinó sobre la mesa de té y dejó la taza encima.

—Sabes que puedes contar conmigo Severus. Soy tu pareja, pero también soy tu amigo. —Harry soportó el escrutinio resultante hasta que el mayor respondió.

—Confío plenamente en tu discreción. —Pese a decir eso, no pareció relajarse en lo más mínimo.

Severus observó la taza como si fuera un objeto relevante, claramente estaba poniendo en orden sus pensamientos. Harry, aliviado de haberse liberado de esa mirada tan penetrante, dio un último sorbo al té y dejó la taza sobre la mesa. Esperó pacientemente a lo que sea que Snape estuviera por decirle.

—Harry, ¿tú deseas dormir conmigo? —habló Severus de repente.

Su cuerpo se sacudió ansioso por la pregunta. No pudo evitar sonrojarse hasta las orejas y notar que la temperatura de su cuerpo comenzaba elevarse. Se sintió estúpido, como un estudiante inexperto de primer año.

—¿Q-qué? —Fue lo único que atinó a tartamudear.

—Admito que la primera vez me sorprendió mucho que tú... pretendieras involucrarte en tales actos conmigo. No obstante, si deseas intentarlo, hay algo que necesitas saber.

—Me estás asustando Severus, ¿hay algo mal? —preguntó Harry, genuinamente preocupado.

—No, simplemente buscaba confirmar si deseabas lo mismo que yo.

En ese instante Harry creyó que sufriría un derrame cerebral. Severus por primera vez le estaba diciendo lo que quería, algo que jamás haría, al menos no estando en sus cinco sentidos. Rara vez exponía sus sentimientos y sus deseos, esto era inaudito y no estaba preparado para algo como esto. Pero su amante esperaba una respuesta y estaba más que decidido a dársela.

—Sí. Por supuesto que sí —respondió Harry, un poco acelerado para su gusto, se mordió la lengua y continuó con más calma—. Severus... te deseo.

Harry sonrió al notar los pómulos cetrinos teñirse por una ligera rubicundez. El cabello largo apenas ayudó a ocultarlo. Amaba los momentos de timidez de Severus.

—¿Has estado alguna vez con otro hombre, Harry? —cuestionó Snape en un tono bajo.

Severus jamás preguntó por sus relaciones anteriores, esto era otra novedad. Pese a que la pregunta fue desagradable para Harry, trató de responder con el mayor tacto y discreción que podía.

—Un par de veces. ¿A qué viene eso? —Severus lo miró por un largo momento antes de sisear.

—Yo no poseo tal experiencia.

—Bueno, eso no es algo que deba avergonzarte. Podemos aprender juntos, ir despacio y... —Severus lo interceptó.

—Permíteme reformular. No tengo experiencia en ningún ámbito íntimo.

El corazón de Harry dio un vuelco en su pecho. Severus no estaba insinuando lo que creía que estaba insinuando, ¿verdad? Tenía ganas de preguntarle explícitamente, pero si cometía un error en su suposición corría el riesgo de hacerlo enojar e interrumpir esta insólita conversación de corazón abierto.

—Entiendo si estás decepcionado. Mereces a alguien más experimentado en la cama, yo no puedo ofrecerte eso. —El cerebro de Harry pareció volver a funcionar y habló.

—¡No! —Se aclaró la garganta y prosiguió—. Quiero decir... no estoy decepcionado, es solo... —Odiaba su falta de elocuencia, si no aclaraba las cosas pronto Severus haría sus propias conclusiones negativas.

—Me disculpo, quizás esto fue un error. Si lo deseas podemos continuar como estábamos o terminar con nuestros lazos.

—No voy a terminar contigo por eso. Y solo para aclarar, ¿estás diciendo que eres un doncel?

Nunca hablaron de intimidad, realmente no sabía nada sobre las relaciones anteriores del hombre y viceversa. Hablaron del pasado, pero nada sobre viejos lazos amorosos. Aunque el maestro de pociones era orgulloso y a menudo misántropo, ciertamente no se esperó que el hombre fuera virgen. Tal vez un poco frígido o ascético. La idea nunca se le pasó la cabeza.

—Sí. Soy un doncel. —Aseveró.

Otra vez, Harry se sonrojó hasta las orejas.

—El motivo de esta charla era para informarte de mi... falta de experiencia. Entiendo si eso te desanima.

¡¿Desanimarlo?! El hecho de que Severus fuera virgen hacía que sus pantalones se sintieran demasiado ajustados.

—Severus, quiero que hagamos el amor. —Notó que los cachetes del mayor se encendían—. He querido hacerlo durante un tiempo.

Snape se aclaró la garganta y habló.

—No creo que sea oportuno hacerlo hoy. Si todavía quieres continuar con esto entonces me gustaría que lo hiciéramos el fin de semana, ambos estaremos libres. —Lo único que Potter pudo hacer fue un rígido asentimiento.

Acordaron reunirse y Harry optó por marcharse cuanto antes para poner en orden sus pensamientos.

Después de esa plática, trabajar lado a lado con Severus se volvió un suplicio para él. Sus fantasías se intensificaron y solo podía pensar en cómo se vería el rostro adusto de Snape perdido en el placer. Durante todo el día lo invadía una sensación de anticipación totalmente grotesca. El simple hecho de saber que ese fin de semana podría tocar a Severus como había querido desde hace un tiempo hacía que el anhelo fuera directamente a su ingle. Ciertamente no quería acabar con una erección frente a un montón de adolescentes, por lo que terminaba mojándose la cara con frecuencia.

Finalmente llegó la tarde del sábado y permaneció nervioso esperando a que diera la hora en la que se reuniría con Snape. Aunque era estúpido dado que lo que iban a hacer no requería ropa, Harry se vistió elegantemente. Se miró al espejo por cuarta vez en la noche procurando que todo estuviera perfecto y en su lugar. Su cabello seguía siendo una mata de rizos indomables, pero lucía genial en su desorden. Lanzó un Tempus y cuando fueron exactamente las ocho en punto se pareció por el red flu en las habitaciones privadas de Severus Snape.

Su amante estaba esperándole sentado en uno de los sillones individuales leyendo un libro. Sabía que Snape no estaba tan interesado en la lectura, usaba el libro como una excusa para ocultar su ansiedad. Potter salió de la chimenea dando traspiés y se sacudió un poco de hollín de las mangas. Siempre olvidaba ponerse hechizos repelentes de suciedad.

—Buenas noches, Harry. —Saludó el hechicero poniéndose de pie y dejando el libro en la mesa auxiliar.

—Buenas noches, Severus. —Sus ojos estudiaron la complexión del mayor y artículo—. Te ves asombro.

—No necesitas ser tan formal, sé como me veo —comentó Snape, muy a su pesar.

Harry tembló provocado por la grave y sedosa voz de Snape. Detestaba cuando Snape hablaba mal de sí mismo o se hacía menos. Quería besarlo, adorarlo y arrancarle todos esos pequeños botones en ese preciso instante para demostrarle cuan perfecto y bello era. Bueno, eso es lo que iba a hacer esta noche. Snape de pronto desvió la mirada y observó avergonzado al otro lado de la sala de estar. Dándose cuenta tardíamente de que había comenzado a respirar acalorado, sintió como su garganta se iba secando y tragó audiblemente. Tenía que calmarse, Snape ya debía estar lo suficientemente cohibido.

—Severus no haremos nada que no quieras esta noche. —Le recordó.

—Soy consciente de ello. ¿Deseas... pasar a mi habitación?

—Nada me gustaría más —respondió Harry, haciendo un esfuerzo abismal por no sonreír.

Harry siguió a su compañero tranquilamente desde atrás. Finalmente, la puerta de roble de la habitación del maestro de pociones se abrió ante él. El dormitorio era tan cómodo como la sala de estar. Había otra chimenea en la recamara que cobró vida en el momento en que entraron en la habitación, aunque no ayudó mucho para calentar el ambiente, las mazmorras siempre serían gélidas. La cama de dosel era enorme, el edredón era de color verde oscuro y las almohadas de una funda plateada. Las dos mesitas de noche que flanqueaban a la cama estaban cubiertas de velas encendidas lo cual le daba un aire romántico a la escena. El resto de pétreas paredes estaban tapizadas por estanterías abarrotadas de libros.

Mientras cotilleaba con la mirada, Snape permaneció de espaldas a Harry durante unos instantes hasta que giró sobre sus talones y lo encaró. Con su atuendo negro habitual, Snape se veía tan alto, siniestro y amenazante como siempre. Solo que esta noche podía palpar en el aire las inseguridades del otro hombre.

—Harry... —El tono bajo llamó su atención—. Estoy un poco nervioso. —No sabía cuánto le había costado a Snape admitir aquello.

—Relájate, Severus. Puedes detener esto en cualquier momento, tenlo presente. —El mayor asintió.

—Deseo que tú lideres —dijo Snape y Harry sonrió.

—Será un honor.

Snape se congeló ante el primer contacto de sus bocas, pero después de un momento, los labios del pocionista se abrieron permitiéndole el acceso. La lengua de Harry se movía con frenesí saboreando por completo la cavidad y su cuerpo se fue relajando a medida que sentía el calor y la humedad en su interior. A los minutos se separaron y permanecieron mirándose, jadeantes.

Harry deslizó sus manos suavemente por la espalda, hacia abajo, sosteniendo esa hermosa y oscura mirada llena de asombro. Harry acarició el trasero de Snape y le dio un apretón tentativo a esos firmes glúteos obteniendo un gemido ahogado del mayor. Sí, le gustaba aquello.

—Quiero que te desnudes por completo Severus —susurró Harry, contra la oreja del mayor haciéndolo temblar.

—No puedo hacerlo, soy horr... —Corrigiendo lo que estaba a punto de decir, prosiguió—. Me da mucha vergüenza —dijo Snape, cruzando ambos brazos por debajo de su pecho.

—Severus, ¿no confías en mí? —Snape lo meditó durante unos instantes y finalmente masculló.

—No existe persona en el mundo en quien yo confíe más. —El pecho de Harry se llenó de orgullo y respondió suavemente.

—Entonces déjame guiarte. Quiero que te desnudes.

El rostro inusualmente abierto de Snape reflejaba la terrible timidez que sentía ante la idea de exponerse ante su mirada, pero aun así accedió a su petición y comenzó a desvestirse. Lo primero que hizo fue quitarse las largas túnicas negras, prosiguiendo a colgarlas pulcramente en el ropero.

—No te preocupes por eso —dijo Harry, señalando la acción—. Continúa desvistiéndote, la ropa no irá a ningún lado.

Dubitativo, Severus desabrochó su levita botón por botón y simplemente la dejó caer por sus brazos al suelo de piedra. El mago oscuro trataba de evitar en todo momento encontrarse con la mirada de Harry. Luego, llevó sus manos al nudo de la corbata y la deshizo, dejándola colgar en su cuello. Prosiguió con su camisa y desabrochó cada botón paulatinamente, tomándose su tiempo. Una vez terminada la tarea dejó caer la prenda al suelo. Respiró hondo y se quitó la camiseta interior. Seguidamente, se agachó para quitarse los zapatos y las medias. Cuando se irguió le tomó un instante tomar la hebilla de su cinturón y soltar el botón del pantalón. Severus respiró acalorado mientras bajaba la cremallera y, moviendo sus caderas, hizo que el pantalón se deslizara por sus largas piernas para luego hacerlo un lado con sus pies. Solo le quedaban los calzoncillos por quitar, el cual denotaba la hombría difícilmente contenida. Titubeó al sostener entre sus dedos la última prenda que lo cubría. Moría de vergüenza al sentirse observado, no podía terminar de exponerse de esa manera. Aunque a simple vista era obvia su condición, de igual forma le costó retirarse la ropa interior. Harry en ningún momento hizo alguna insinuación o buscó apurarlo ante la espera. Severus tomó coraje, tragó saliva y se quitó los calzoncillos de una vez.

Deseó en ese mismo instante hacerse invisible. Aunque su habitación era oscura, Harry podía ver claramente su feo cuerpo.

—Te ves exquisito, Severus.

—Ciertamente —dijo Snape, con sorna—. ¿Cómo vamos a hacer esto?

Harry se acercó hasta su encuentro y se detuvo a una muy corta distancia. Severus tembló al sentir como las cálidas manos de su amante se posaban en su cintura. Harry aspiró su aroma, prodigando besos por el sensible cuello demacrado. Ya le encantaba el sabor de su piel y que el mayor se sacudiera de placer ante su toque.

—¿Qué estás...? —Ahogó un grito cuando la boca de Harry atrapó el lóbulo de su oreja y le dio un suave mordisco.

Eso no debía sentirse tan bien, pero lo hizo. El cuerpo de Snape era un torrente de magia y respondía dando pequeñas descargas cada vez que era estimulado. Harry se tomó su tiempo saboreando la piel de Snape. Las piernas del pocionista comenzaron a flaquear, se sentía muy caliente, excitado y abrumado. Potter lo inclinó hasta tumbarlo boca arriba sobre la cama y ambos treparon hasta acomodarse.

—Tienes unos ojos preciosos Severus —murmuró Potter pasando su pulgar por los pómulos del mayor—. Son oscuros, profundos e hipnóticos.

El corazón de Severus no pudo evitar latir con fuerza frente a esas palabras e instintivamente cerró sus párpados. De alguna manera, las palabras de afecto lo hacían sentir aún más desnudo que la falta de ropa. Comenzó a resoplar fuertemente y volvió a abrir sus ojos. Las orbes esmeraldas de Harry se oscurecieron mientras que su respiración se volvió pesada. Su mirada descendió junto con sus dedos pasando delicadamente sobre su pecho.

—Tus cicatrices también son hermosas. —Iba a argumentar algo desagradable, pero Harry agregó—. No me malinterpretes, son parte de ti y las amo. —Iba a replicar pero Harry lo detuvo otra vez—. ¿Con qué frecuencia te masturbas, Severus?

—Esa es una pregunta completamente soez.

—Sé sincero conmigo. —Pidió Harry—. No voy a burlarme.

—No mucho. —Snape se maldijo cuando sintió su rostro caliente.

—Bien. Quiero que te masturbes para mí. —Los ojos del pocionista se abrieron inconmensurablemente y siseó.

—Potter, si intentas cumplir alguna fantasía voyerista conmigo, te juro...

—Acordamos que confiabas en mí. No hago esto para humillarte de ninguna manera, es para prepararte. Si no sabes qué hacer en algún momento, yo te ayudaré.

Severus cerró los ojos por unos instantes, la idea era apabullante pero no iba a retractarse ahora, lentamente su mano navegó hasta tomar la base de su pene firme y erecto. Comenzó con un pequeño vaivén y a los segundos sintió algo frío sobre su sensible piel, abrió los ojos para percatarse de que Harry había lanzado un pequeño hechizo Lubricate sobre él. Severus siguió más fácilmente con aquellos deliciosos movimientos, aplacando el apetito que había despertado minutos atrás por las pequeñas provocaciones. Al poco tiempo empezó a jadear levemente al compás de su mano. Era humillante, pero de alguna manera el placer había superado a su vergüenza. Harry se encontraba encima de Snape acariciándole el cuerpo, haciendo que el mayor se estremeciera ante el contacto.

—Abre más tus piernas, Severus —dijo Harry, alejándose para sentarse frente a él.

Tímidamente, Severus obedeció y le dio una mejor vista de lo que estaba haciendo. Escuchó a Harry gruñir de satisfacción.

—Quiero que uses tu mano libre para jugar con tu ano.

—Potter... nunca he...

—Lo sé. Puedes hacerlo. —Lanzó otro hechizo Lubricate, esta vez sobre la mano del pocionista.

Severus presionó suavemente los dedos humectados en su ano e hizo pequeños círculos tentativos. Se estremeció, era... extraño, pero no desagradable.

—No dejes de masturbarte. Ahora, ingresa un dedo en tu interior. —Y así lo hizo.

La inserción fue lenta y dolorosa, pero el dolor fue opacado por el placer que le causaba su otra mano.

—¡Ah!... Harry... —Gimoteó Snape, sacudiéndose.

—Sigue... —Le costaba respirar a este punto, no podía creer lo que veía. Snape era tan malditamente sensual—. Ahora, ingresa otro dedo.

Severus levantó su cadera para tener un mejor acceso y usó el dedo anular para penetrar en conjunto su ano. Con delicados movimientos, tocó esa zona tan sensible logrando tener pequeños espasmos por el placer que le brindaba el nuevo lugar estimulado y su erección palpitó notablemente en su mano.

—Parece que eres bastante sensible —dijo Harry, relamiéndose los labios.

—No puedo... —No lograba concentrarse, o atendía su erección o atendía su entrada—. ¡Ah! Yo...

—Severus quiero que busques tu punto dulce. Con tus largos dedos no será difícil encontrarlo.

Harry se cernió encima de Snape y bajó a probar el presemen que brotaba del glande rojizo. El calor corporal de otro hombre, la cálida y húmeda lengua sobre su virilidad, sumado a que en ese mismo instante logró rozar su próstata con la yema de sus inexpertos dedos, Severus no pudo soportarlo. Arqueó su espalda ante el absoluto placer que lo invadió, liberando toda la tensión reprimida. Su cuerpo tembló frente al placentero orgasmo y continuó moviendo sus dedos un par de veces más en su entrada, acompañando los últimos espasmos. Snape se recostó aún más en la cama aflojando completamente la rigidez de sus músculos.

Mientras intentaba regular su respiración, no dejó de observar al hermoso hombre que tenía en frente. El rostro de Harry quedó cubierto con los restos de su culminación, quien probó un poco del semen, saboreándolo como el más exquisito de los manjares. Susurró un Scourgify, limpiando los restos. Harry tomó el cabello de Severus con fuerza y se inclinó para devorar los labios del mayor con ímpetu. Snape estaba tan agotado que apenas pudo utilizar bien su boca para corresponder al beso.

—¿Cómo se sintió, Severus? —preguntó Harry contra los labios del mayor.

—Eso fue... vehemente —La palabra se quedaba corta, de ahora en adelante comenzaría a explorar los nuevos placeres que le ofrecía su trasero.

—Severus voy a tocarte. —Snape tembló en respuesta.

—Puedes hacer lo que quieras conmigo. —Ronroneó.

—Oh, Merlín. Sí que necesitas descansar. Cuando te recuperes haremos el amor.

Harry se recostó a un lado apoyando ligeramente su costado contra el de Severus. Ansiaba detenerse en cada detalle, llevó su diestra a las hebras suaves y aceitosas de su amante; las tocó, las acarició y las entrelazó entre sus dedos para luego deslizarlas suavemente. Aquel largo y brillante cabello oscuro como la brea lo atraía demasiado como para no acariciarlo. Aunque en el pasado la idea de tocar ese cabello grasiento le sería repugnante, ahora era un placer culposo del que Severus también parecía disfrutar.

Harry movió su mano hacia el rostro ajeno y lo acarició, sintiendo a Snape estremecerse bajo su toque. Contorneó con la yema de sus dedos de manera suave y tierna la mejilla que ahora se encontraban levemente sonrosada. Aquella hermosa y pálida tez, bañada por la luz de la luna que se abría paso por la ventana parecía ser de otro mundo. Blanca como la nieve recién caída, suave y llena de cicatrices, Snape era simplemente perfecto a sus ojos. Levantó la vista y enfrentó la mirada analítica y cautelosa de Severus; su mirada era tan penetrante que podía doblegar a los más fuertes y hacer llorar a los más pequeños. Sin embargo, Harry no se sintió intimidado bajo la intensidad de esa mirada, sabía que debajo de todo ese estoicismo se escondía un hombre frágil que siempre estaba expectante, esperando a ser lastimado. Esa inesperada vulnerabilidad hace que el corazón de Harry se comprimiera en su pecho y lo invade un deseo de adorarlo y protegerlo.

¿Cómo pudo considerar feo a este hombre? ¿Cómo pudo siquiera odiarlo?

Labios separados por la sorpresa fueron invadidos por su lengua con total intensidad incrementando el calor que los invadía. Harry avanzó con firmeza dejándose llevar por los instintos que venía reprimiendo durante todo ese tiempo. Severus no hizo ningún movimiento para detenerlo. Dejando atrás sus escudos, su rostro borró todo rastro de tensión siendo suplantada por un deseo incontrolable de degustar aún más de sus bocas, de tocarse y fundirse en ese acto lujurioso para el que se habían reunido esta noche.

Pronto, el aire se volvió escaso y los cálidos jadeos se escapaban de entre sus bocas. La sensación adormecida y placentera de sus labios hinchados, sus cuerpos calientes, sudorosos y anhelantes de contacto, insaciables. Eran una imagen para recordar.

Severus volvió a besarlo con intensidad emitiendo gemidos glóticos y desesperados en la boca de su amante. Separándose únicamente para respirar acopló su cuerpo aún más al de Severus, acariciando su pecho y descendiendo hasta la cintura. El deseo de tocarlo ardió en él y, desesperado, sus manos vagaron por la espalda maltratada recorriendo la misma desde los omóplatos hacia abajo para luego hacer el camino de regreso. Aprendiendo los relieves de los huesos y las cicatrices. Sus bocas se unieron aún más y el calor que emanaban sus cuerpos había incrementado exageradamente. Harry sentía que su corazón latía tan fuerte que golpeaba contra su caja torácica.

Su mano izquierda tomó ansiosa una de las tetillas rosáceas del mayor, la apresó entre sus yemas y jugó con ella, retorciendo, tirando y apretando de manera alternativa. Rompió el demandante beso, dejando a un Snape jadeante y bajó a jugar con el pezón libre con su lengua.

Todo era nuevo para Severus, sin duda nunca imaginó que aquellos botones rosas serían tan sensibles. Una oleada de magia recorrió su cuerpo ante el delicioso contacto y no pudo evitar gemir ahogándose en el placer que le causaba el ataque simultáneo.

Harry se alejó y Snape maulló en protesta, sin embargo, tragó saliva cuando lo vio quitarse la camisa y la arrojó a un lado. Severus se sintió patéticamente nervioso al ver ese fuerte pecho desnudo y rápidamente desvío la mirada para evitar abochornarse, ver esa deliciosa piel aceitunada lo excitaba en niveles desmedidos.

Tembló cuando ese hermoso y musculoso cuerpo perfecto se colocó encima de él. Estaba por arrepentirse cuando sintió algo duro y caliente pinchando su muslo.

—Estás excitado —dijo Snape, asombrado, como si fuera una imposibilidad.

—Por supuesto que lo estoy, voy a hacer el amor con el hombre que amo.

—¿El hombre que amas? —cuestionó Snape, enarcando una ceja.

—Sí. Es testarudo, amargado, inteligente...

—Hmm. Creo que lo conozco.

—No he terminado. —Sonrió Harry y bajó a besarlo.

Inmediatamente, alejándose de los carnosos labios de Severus, se acercó al oído y lo apretó delicadamente con los dientes para luego comenzar a descender y lamer en línea recta su cuello. El corazón de Severus latía rápidamente y comenzó a jadear de forma ardiente por el fuego que le quemaba las entrañas.

—Es honesto, valiente y no tiene ni idea de lo sensual que es. —Snape iba a ser un comentario mordaz, pero se quedó embelesado.

Harry inesperadamente se arrodilló ante él y tomó el pene que se alzaba firme frente a su rostro. Esa mirada oscura lo observaba con absoluta fascinación, ver aquel rostro normalmente inefable deshacerse ante la primera y tentativa lamida fue más que exquisito. No dudó en engullirlo por completo. El cuerpo de Snape se sacudió ante los movimientos enardecidos por la cavidad que subía y bajaba envolviendo por completo su masculinidad. Las manos cetrinas trataban de buscar apoyo y finalmente descansaron sobre la cabeza de Harry. Aquellos dedos amarillentos se enredaron en su cabello pero no lo obligaron a ir más rápido. Snape desprendía gemidos cortos y sofocados mientras que sus ojos ahora brillantes por la lujuria observaban el delicioso accionar de su pareja.

Mientras trabajaba atentamente el pene con la boca, su mano se alzó hasta sus glúteos y acarició el perineo logrando arrancarle un sonoro grito de júbilo. Snape llevó su cabeza hacia atrás al sentir como sorpresivamente uno de los dedos se introducía en su interior y, sin hacerlo esperar más, otro dedo ingresó con delicadeza para luego comenzar a moverse inspeccionando la elasticidad del lugar. No era incómodo, de hecho estaba disfrutando bastante del estiramiento de su ano. Pronto, los diestros dedos de Harry tocaron un área muy sensible en su interior y sintió todo su cuerpo arder repentinamente. De un segundo a otro los dedos le daban placer al mismo tiempo que su boca y sintió que no iba a durar mucho más en esa situación.

—¡Harry, por favor! Necesito...

—Severus, ¿quieres continuar? —preguntó Harry, quería asegurarse del consentimiento ante todo.

—Sí. —Sollozó.

Severus quedó completamente paralizado y abochornado a sentir esa mirada verdosa recorriendo su cuerpo imperfecto. En un fútil intento buscó cubrirse con las manos.

—No te escondas... —dijo Harry, tomando las manos del pocionista y colocándolas en sus costados—. Eres hermoso. —Severus se rió con amargura—. Lo digo en serio, como siempre.

Snape decidió creerle, si la dura y ardiente erección de su amante era una prueba irrefutable de sus palabras. Harry abrió con cuidado las piernas de Severus para acomodarse entre ellas. Al tener las piernas intercaladas, sus miembros se rozaron mutuamente logrando que una potente briza de magia les erizara la piel. Las manos de Harry recorrieron las piernas en un intento por tranquilizarlo.

—Iré con cuidado Severus. Te prometo que solo sentirás placer.

Severus asintió, sintiéndose completamente entregado al hombre, abrió tímidamente aún más las piernas decidido que su amante lo tomara. Potter levantó las piernas de Snape doblando su cuerpo, dejando a la vista su entrada. La posición logró estremecerlo al desconocer lo que vendría a continuación. El miembro de Harry se introdujo lentamente entre los glúteos hasta alcanzar la cavidad y el cuerpo de Snape se tensó al sentirse invadido. La penetración fue lenta y profunda. Escuchó a Harry exhalar pesadamente y tembló al sentir aquel duro y caliente miembro palpitar dentro de él. No hubo dolor, solo un inmenso júbilo de finalmente estar lleno. Conforme pasaron los segundos Severus comenzó a removerse acalorado y deseoso por que Harry comenzara a moverse.

Potter le dio lo que pedía, empezó un lento pero firme movimiento de sus caderas. Su prioridad era hacer sentir bien a Snape, quería darle la mejor experiencia posible en su primera vez. Su mano descansó en la cadera del mayor para guiar sus movimientos mientras que la otra bajó hasta la pelvis del pocionista para recoger la verga llorosa en su palma, acariciándola.

Al sentir las paredes del recto más flexibles, Harry se permitió aumentar la fuerza y la velocidad de sus acometidas. Debió golpear la próstata de Snape ya que de repente el hombre estaba gritando y gimiendo audiblemente frente las duras estocadas que no paraban de estimularle.

Harry se balanceaba una y otra vez, de manera rítmica y con potencia. Su pelvis chocaba contra el trasero de su pareja, logrando que los golpes de sus testículos contra los glúteos del mayor hicieran un ruido extremadamente lujurioso.

Las manos de Snape se aferraban fuertemente a las sábanas y agradeció a Merlín la juventud de su amante porque el ritmo de sus caderas era fuerte y enérgico. Podía ver a la perfección su rostro del cual descendían unas delicadas gotas de transpiración y podía oír su respiración agitada con algunos gemidos sofocados. Snape se dejó llevar por el profundo éxtasis y lentamente fue cayendo en la inconciencia, perdido por la increíble sensación que estaba experimentando.

—¡Ah!... Severus... ¿cómo te sientes? —inquirió Harry entre jadeos.

Snape no podía responder, se había vuelto una masa protoplásmica incapaz de pensar, solo de temblar y gimotear. Apenas fue consciente de una lengua invadiendo su boca. Snape tembló al percibir como Harry inclinaba más su cadera hacia arriba logrando que el falo en su interior lo alcanzara más profundamente, como si deseara fusionarse con ese manojo de nervios que le daba tanto placer. Una electricidad recorrió su cuerpo logrando despertarlo e intensificó el contacto con aquella lengua invasora. Aunque el beso no duró mucho pues comenzó a gritar súplicas de las que se arrepentiría mañana.

—¡Harry! ¡Ah!... No te detengas. ¡Ah!... Se siente tan bien... —balbuceó Snape entre gemidos audibles y alzó sus manos temblorosas al cuello de Harry.

—Eres precioso Severus... —Jadeó Harry, sus gafas estaban empañadas por el sudor—. No sabes las ansias que tenía por hacerte mío.

—Por favor... ¡Mgh!

—Dime lo que quieres y te lo daré.

—¡Ah!... Más... ¡Mgh! ¡Lo quiero todo! ¡Destrózame!

La estimulación era magnífica, su cuerpo inexperto respondió instintivamente a las estocadas, levantando su trasero para encontrarse con cada embate, encorvándose y empujando hacia atrás, buscando llevarlo tan profundo como le fuera posible. La sensación lo redujo a un desastre farfullante y espasmódico, pero ya no le quedaba orgullo.

Harry continuó moviéndose con poderío dentro de Snape estimulándolo tanto como pudo aguantar. Severus se retorcía y chillaba, extasiado, hasta que repentinamente el delicioso orgasmo lo golpeó como un maremoto. Sin poder contenerse más cerró los ojos ante el inminente orgasmo y acabó estrepitosamente en la mano del menor. Gritó el nombre de Harry en alto y su cuerpo tembló por los fuertes espasmos del placer que lo aturdía. Sintió el cuerpo de Harry embistiendo un par de veces más hasta acabar en su interior. La sensación fue extraña, aquellos jugos le quemaba las entrañas de una manera agradable y pronto estuvieron deslizándose por sus muslos.

Snape se desplomó, incapaz de moverse suspiró mansamente al percibir su cuerpo liberado de toda la tensión cargada por años.

—¿Cómo se sintió, Severus? —preguntó Harry a su costado, besando su delgado hombro.

—Nunca creí... que un placer así fuera posible —respondió Snape, exhausto.

Si bien solo hacía unos minutos que había llegado al orgasmo, su deseo creció nuevamente, desenfrenado, y aunque no consiguió otra erección quería a Harry dentro de él otra vez. Porque la conexión que había experimentado era simplemente maravillosa.

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Severus despertó sobresaltado y miró a su costado hallando la cama vacía. Se sintió decepcionado y miserablemente triste al no tener a Harry a su lado. Debió haberse esperado eso, Potter había conseguido lo que quería y ya no lo necesitaba.

El sonido de la puerta del baño abriéndose lo sobresaltó y vio a un Harry recién salido de la ducha, desnudo y sumamente atractivo. Snape, avergonzado, desvió la mirada y se cubrió más con las sábanas al recordar todo lo sucedido la noche anterior.

Por supuesto que Harry se había quedado. El hombre era una maldita sanguijuela sentimental en su costado. Ya sentía un odio injustificado por la sonrisa mañanera del Gryffindor.

—Buenos días, Severus. ¿Cómo amaneciste?

Detectó muchas implicaciones en la pregunta inocente de Harry por su bienestar. Considerando que su amante solo estaba tratando de ser amable respondió lo más escuetamente que pudo.

—Sufro un leve dolor en mi espalda baja, es todo.

—Lo lamento, debí contenerme mejor —dijo Harry, compungido.

—¿Por qué te disculpas? Fui yo quien pidió más.

Los ojos esmeraldas del hombre titilaron por algo que aún no comprendía y Harry se lanzó a la cama. Estaba a punto de reprenderlo cuando fue atacado por una boca hambrienta y desesperada. Parecía que nadie le habló sobre lo desagradable que era el aliento matutino, pero no pareció molestarle.

—Hoy tenemos el día libre, Severus —verbalizó Harry, acariciando el cuerpo del mayor con gentileza—. ¿Estás interesado en unas clases privadas de intimidad?

Su intención inicial no fue tener un fin de semana "romántico", si es que a alguien como él se le permitía usar la palabra. El sexo de la noche anterior no fue desagradable, maldita sea, fue espléndido, apoteósico. Estaba más que interesado en todas las cosas que Harry pudiese enseñarle sobre el tema. Simplemente no sabía cómo tomar lo que se le ofrecía, pero debía intentarlo, de alguna manera.

—Sin dudas. Ha probado ser un maestro decente, señor Potter. Sería un placer para mí aprender tales lecciones con usted. —Harry sonrió como un tonto y volvió a besarlo con renovado entusiasmo.

—Eres perfecto, Severus Snape.

—Aunque sea feo. —Replicó Snape.

—Aunque seas terco. —Rebatió Harry.

Harry le dio lecciones a Snape durante todas las noches a partir de ese día.

Severus demostró ser un alumno excepcional, aprendía rápido y le gustaba experimentar cosas nuevas. Y ahora... ahora Severus lo agotaba todas las noches. Se montaba a horcajadas de Harry y se mecía sobre la pelvis de su amante, meneando su tentador culo sobre la erección del salvador del mundo mágico.

Pronto, Harry descubrió las cosas que le gustaban a Snape y que otras lo volvían loco. Adoraba hacer que su remilgado amante se estremeciera bajo sus caricias.

Snape se había vuelto un adicto al placer, sobre todo a uno muy específico ubicado en su cálido y estrecho interior. Y Harry estaba más que encantado de complacerlo, adorarlo y demostrarle lo bello e importante que era para él.

Sin lugar a dudas, estaba en sus planes el educar, corromper y poseer a su hermoso doncel en el arte del placer del que tanto tiempo se había abstenido.

~ Finite Incantatem ~


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