|5: Lo inherente|

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Título: Lo inherente.

Resumen: Harry nunca fue bueno juzgándole, siempre vio lo inherente en él.

Palabras: 1, 748.

Advertencias: Established Relationship. Death of characters. Relato levemente sugestivo. No obscenidad. ¿Fluff?

Nota: Relato sujeto a modificaciones drásticas. Este es solo un fragmento de la idea original puesto que no he tenido mucho tiempo para escribir.

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Primero hubo oscuridad y luego una luz cegadora. Yacía tirado en un inconmensurable espacio en blanco donde no podía percibir bordes, pero, de alguna manera, cuando se levantó había una especie de piso invisible bajo sus pies. Ese peculiar vacío le era familiar, pues ya había estado en ese lugar antes y entonces supo lo que le había pasado. Estaba muerto, pero ese hecho no le asustó. Había estado muerto en vida desde hace mucho tiempo, ahora, solo sentía una inmensa paz.

Miró sus manos, suaves, carentes de toda mancha y arruga. Era joven, otra vez. No tenía ni idea de a dónde iría o qué haría hasta que, de pronto, una cabaña se trasfiguró delante de él, su cabaña. Caminó hacia la morada, sintiendo una atracción casi magnética que lo empujaba para entrar.

Abrió, ingresó y la puerta se cerró con un ruido sordo detrás de él. Se estremeció ante la repentina calidez de la cabaña. Parpadeó como un búho y miró a su alrededor. Sí, definitivamente era su casa. Caminó por el piso alfombrado hacia su lugar favorito del hogar y se dirigió a la sala de estar.

La chimenea estaba encendida y su luz parpadeante dibujaba figuras y sombras por todo el lugar. Olía a té y a libros viejos. El leve ruido del movimiento de una tela captó su atención cuando la alta e imponente figura vestida de negro, sentada en una silla de madera de respaldo recto, se movió, enrollando un pergamino.

—Señor Potter, ya era hora de que llegara —dijo Snape, sin mirarlo, restándole importancia.

El corazón de Harry dio un vuelco y comenzó a bombear con fuerza, casi como si quisiera salirse de su pecho. Ese era Severus Snape. Su Severus Snape.

Cuando el hombre finalmente se levantó y caminó a su encuentro, Harry se lanzó hacia él. Lo abrazó por la cintura, asiéndolo con todas sus fuerzas, deseando no tener que soltarlo nunca. Había llorado su pérdida hasta que se le agotaron las lágrimas, y había pasado innumerables noches en vela anhelado el poder volverlo a sentir entre sus brazos. Titubeante, Snape respondió al abrazo y depositó un suave y casto beso en la cicatriz de rayo en la frente de Harry.

—Te extrañé tanto... —dijo Harry, todavía abrazándolo, respirando el aroma a hollín y pociones que tanto había extrañado.

Los largos dedos de Severus recorrían el nido de pájaros que era el cabello de Harry, en una caricia que era cariñosa y reconfortante. Su aliento tibio rozó su húmeda mejilla cuando exhaló.

—Ya siento pena por mi recuadro ahora que colgarán tu imagen junto a la mía y la de Albus —dijo Snape, tallándole la espalda.

Harry dejó escapar un suspiro entrecortado y sonrió. ¡¿Eso era lo que le preocupaba?! Se apartó un poco, solo la distancia suficiente para poder mirarlo a los ojos.

—Eh. Las palabras de afecto ya no te matarán —dijo Harry, haciendo un puchero infantil.

—Hmm.

Snape limpió amorosamente con su pulgar las lágrimas que rodaron por el rostro de Harry. Sorprendido por el aspecto del hombre que tenía enfrente, Harry asimiló los cambios que había tenido su Severus. Honestamente, nunca lo había visto así de bien, relajado y saludable, sin todos los demonios del pasado atormentándolo día tras noche, causándole pronunciadas ojeras por el insomnio. Su amante incluso era joven, este Snape debía tener unos veinte años. Su pálida piel tenía un brillo rosado, dejando atrás ese tinte cetrino que tanto lo había caracterizado. Su largo cabello negro estaba lustroso, limpio y peinado, y caía como una cascada de petróleo sobre sus delgados hombros. Sus abundantes pestañas eran igualmente largas, hipnotizándolo en cada suave pestañeo.

Harry se ruborizó furiosamente y sintió una obstrucción en su garganta que le costó tragar. Nunca imaginó que Severus Snape fuese tan... lindo cuando era joven. O al menos lo era para él.

Avanzó a tientas y Snape lo siguió, dispuesto a ir a donde sea que Harry lo llevara. Se detuvo solo cuando Snape se topó con el respaldo de un sofá, sentándose sobre el mismo, para poder estar a una estatura nivelada con Harry. Aun así no fue suficiente, pues tuvo que apoyar todo su cuerpo contra el de Snape para poder llegar a su rostro. Harry besó suavemente el centro de la frente alta de Snape, sin embargo, no se detuvo allí. Prodigó su cara de besos, reconociendo cada curva, arruga y rasgo. Sabía de antemano que Snape disfrutaba de los mimos, pero mientras besaba ese familiar rostro de facciones duras, su amante pareció ronronear de complacencia.

Finalmente, cuando sus labios se supieron su rostro de memoria, devoró su boca con fervor, reclamando de ella el delicioso néctar al cual era adicto y del que se había abstenido por mucho tiempo. Saboreó sus labios, como si quisiera arrebatarle el aliento y Snape correspondió de la misma forma, por que el deseo es completamente recíproco. Sus lenguas se acariciaron y entrelazaron, ansiosas de reconocerse y disfrutarse. En respuesta, ambos hombres emitieron un gemido desde lo hondo de sus gargantas, haciéndose saber el placer que este contacto les producía. La boca de Snape era tan deliciosa como la recordaba y su sabor rápidamente lo embriagó, oscuro y adictivo, como él.

Harry se apartó lentamente, con un delgado hilo de saliva que aún mantenía sus bocas conectadas. Snape estaba jadeando levemente para permitirse respirar, sus labios exhalaban el vapor de sus pulmones con dificultad, empañando sus gafas con cada pesada respiración. Maldita sea, como amaba a este hombre.

—Y dime... —Harry abrió cuidadosamente los muslos de Snape y se colocó entre ellos, sintiendo al instante el abrazo apreciativo en su cintura—. ¿Cuáles son las limitaciones de este plano?

—Pervertido. —Reprendió Snape, con la voz ronca—. Estoy seguro de que querrás descubrirlas todas.

Tomando sus codos, Snape lo haló y, ansioso, comenzó otro ansiado beso, llevando sus manos al arbusto de azaleas que Harry llamaba cabello, instándolo a acercarse más, como si deseara fusionar sus cuerpos en uno.

Sus bocas permanecieron juntas mientras sus manos acariciaban inquietamente los costados y brazos de Snape. La ropa de su amante se sentía como una obstrucción agonizante que le impedía tocar la piel que tanto añoraba adorar.

Anhelando más, Harry enterró su cara en el hueco entre el cuello y el hombro de Snape y, deseoso, lamió la sensible garganta de su amante, saboreando la pequeña porción de piel expuesta sobre el cuello alto de la levita. Snape se estremeció en reacción y emitió un suave gemido que sonó tanto de sorpresa como de placer. Sus dedos se clavaron en los hombros de Harry como garras y lo acercaron más. Podía sentir lo rápido que se movía el delgado pecho contra el que se apoyaba y eso solo lo incitó. Sus manos treparon por la sofocante túnica, tirando de ella, luego, sus dedos pasaron a los botones del traje, moviéndose torpemente en un intento desesperado por soltarlos. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que desvistió a Severus que en realidad estaba fuera de práctica.

Harry se sobresaltó cuando Snape tomó sus manos, apartándolas de su cuerpo y manteniéndolas en su lugar. Gimiendo de frustración, Harry observó a Snape. La súplica silenciosa por continuar brillaba en su mirada, pero se reprimió el tomar lo que quería, como solía hacer en el pasado.

—¿Qué sucede? ¿No quieres continuar? —preguntó Harry, soltándose para acariciar los mechones sedosos que tanto amaba.

Haciendo ruido al tragar y distraído por la caricia, Snape habló con cierta timidez.

—Potter, ha pasado mucho tiempo desde que yo... —Incapaz de continuar lo que estaba diciendo, sus mejillas se colorearon de un hermoso rojo carmín.

Sabiendo lo que su amante remilgado y orgulloso iba a decir, Harry se inclinó para depositar un suave y casto beso en sus labios.

—Es tierno que aún te siga dando vergüenza —dijo Harry, rozando los labios de Snape al hablar.

Este beso fue tan dulce y añorante como el primero. Harry se tomó su tiempo para explorar esa cálida y jugosa profundidad, embebiendo la saliva del hombre como si fuese un afrodisíaco. Podía sentir el calor del deseo extendiéndose a través de él, quemando sus venas, acelerando los latidos de su corazón y su respiración. Sorprendido, se dio cuenta de que en realidad sí estaba experimentado una verdadera excitación sexual. Podía quedarse allí una eternidad, embriagado por la saliva de Snape de no ser porque la mano del hombre se colocó en el centro de su pecho, empujándolo tentativamente para apartarlo. Harry mantuvo el equilibrio, agarrándose de las túnicas de Severus para no caer. Recobrando la compostura, Snape lo llamó en un tono serio.

—¿Harry...? —Al escuchar su nombre de pila, Harry se tensó.

¡Tenía que morir para escucharlo! Snape nunca lo llamó solo por su nombre, siempre era: Potter esto, Potter aquello. Y era Harry Potter cuando estaba realmente muy enojado. Se sintió tan feliz y orgulloso de que, al menos en la muerte, Snape finalmente decidiera tutearlo. Las yemas de sus dedos de su mano derecha acariciaron suavemente la mejilla rubicunda de Snape. Inmensamente feliz de haber sido llamado por su nombre de pila, Harry sonrió y habló tan calmadamente como su corazón desbocado se lo permitió.

—¿Sí, amor mío? —Lo llamó por el mote que Severus siempre había dicho odiar.

A veces se sentía como un tonto al usar apodos tiernos con Snape, pero, como ahora, la ternura que en ocasiones se escapaba en la adusta expresión de su amante hacía que valiera la pena.

—Gracias por... nunca dejarme en paz, ni siquiera en la muerte —dijo Snape, con sus ojos negros resplandeciendo.

Sabía cuan difícil era para Severus pedir o agradecer algo. Se acercó un poco más y, poniéndose de puntillas, apoyó su frente con la de él. Sus rostros estaban tan juntos que sus labios estaban a escasos centímetros de volver a encontrarse. Ambos cerraron sus ojos y compartieron aliento por un largo rato, simplemente disfrutando de la cercanía mutua.

—Te amo, Severus —dijo Harry.

—Yo... también te amo, Harry —respondió Snape.

—¿Por siempre?

Harry sonrió cuando Severus sacudió la cabeza por lo cursi que estaba siendo toda la situación. Sin embargo, en vez de reprocharle, su amante simplemente suspiró y, resignado, respondió.

—Por siempre. —Aseveró Snape.

Sin decir más, ambos hombres se dieron otro ansiado beso que se prolongó para siempre. Y con el efusivo amor brotando de sus pechos, se perdieron en la felicidad de saber que finalmente volvían a estar juntos.

~ Finite Incantatem ~




Gracias por leer.

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