|4: Posición Núm. 2|

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Título: Posición Núm. 2

Resumen: Severus desea experimentar las maravillas de un orgasmo prostático.

Palabras: 2, 514.

Advertencias: Pura y absoluta obscenidad desvergonzada. Omegaverse (para hacerlo más interesante). Established Relationship. Retraso del orgasmo. Orgasmo completamente anal. Rimming. Digitación anal. Creampie.

Créditos: Imagen de cabecera perteneciente a 'FredJapDuck' (Twitter).

Nota: Ya sé, es una trama sumamente... desgarradora. "Sandblasting" ya tiene su versión extendida y la pueden descargar o leer en mi AO3, si gustan. Aquí en Wattpad se quedará su versión original.

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Desde que Harry le pidió ser su omega, han tenido un vínculo lleno de desventuras. Años de relación repletos de recuerdos agridulces, escaramuzas y vivencias hermosas. Nunca le faltó nada material o sentimental y, a pesar de que, con el tiempo, sus encuentros apasionados no eran tan recurrentes debido a sus obligaciones, había un cuidado especial y atento en esa parte de su relación.

Y por ello, desde hace un tiempo, Snape había estado contemplando la posibilidad de que Harry lo ayudara a experimentar un orgasmo anal. Era casi un mito para los omegas, ya que no todos tenían la biología adecuada para conseguirlo. No sabía si él sería capaz, era bastante mayor y estaba cerca de perder su fertilidad, ciertamente todo le jugaba en contra. Sería humillante intentarlo y fallar, pero, aunque sus defectos fueran legión, la cobardía no era uno de ellos. Cuando le compartió su idea a Harry, su alfa estuvo más que encantado de complacerlo... Hasta que escuchó los riesgos. Otra vez, la edad le jugaba en contra.

Someterse a un estrés tan prolongado podía ser peligroso para su corazón. Estar bajo Cruciatus más veces de las que podía contar, aunado al veneno de Nagini, le había pasado factura a su pobre cuerpo. Pero Harry accedió –porque no podía negarle nada–, siempre y cuando no sobrepasara sus límites.

El aroma de su joven alfa impregnaba la habitación, cargado de nerviosismo y preocupación. Al igual que la primera vez que afianzaron su vínculo, recordó Snape. Su esencia era tan densa que, si se lo proponía, podría verla como un difuso vapor flotando en el aire, seduciéndolo, llamándolo. Su fragancia de cedro era aromática y acre, un complemento perfecto para su propio aroma de tierra húmeda y flores secas.

Desnudo, Snape se recostó en la cama, apoyándose sobre sus rodillas y codos, esperando a que su alfa se le uniera. Poco después, sintió el colchón hundiéndose cuando Harry se subió a la cama y notó la vacilación en cada uno de sus movimientos. Sí, definitivamente se sentía como la primera vez.

Snape miró de soslayo y vio a su viril alfa desnudo. El cuerpo de Harry era perfecto en todos los sentidos, una piel impoluta y dorada como el sol. No era muy alto, pero era más grande allí abajo de lo que sugería su estatura. Además, tenía una espalda ancha, hombros rectos, brazos fuertes, piernas potentes y unos deslumbrantes ojos verdes. Y a diferencia de la mayoría, Harry escuchaba sus necesidades, las atendía y no lo sometía a sus caprichos, aunque podía hacerlo. A veces creía que su alfa tenía alguna clase de masoquismo, ya que parecía disfrutar que su omega lo humillara intelectual y verbalmente.

—Voy a, er, colocar el hechizo —dijo Harry, detrás de él.

Snape siseó al sentir la presión mágica rodeando la base de su pene con fuerza, para evitar la eyaculación. Este era uno de los pasos que menos le emocionaba, pero si funcionaba, entonces valdría la pena el dolor.

—Si en algún momento quieres parar... —Trastabilló Harry y Snape gruñó.

—Lo sé, Potter. No necesito que me repitan las cosas.

Sin importarle la aspereza de su amante, Harry se dispuso a complacer y llenó de besos la zona baja de la espalda, prodigando cada glúteo con devoción y, abriéndose camino con ambas manos, dejó expuesta esa apetecible entrada rosada. Harry se relamió los labios ante la hermosa vista y susurró.

—Eres tan lindo cuando te enojas —bisbiseó Harry, dándole a aquellos glúteos albares un apretón.

—Ya veremos que tan lindo te parezco cuando en verdad esté enojado... —Gruñó Snape, escondiendo su rostro entre sus antebrazos.

Snape se estremeció cuando sintió aquella hábil lengua recorriendo su perineo hasta llegar al ano. Harry comenzó a lamer el anillo muscular en círculos, dando pequeños besos y succiones. Las manos del alfa viajaron a los muslos de Snape, subiendo hasta posarse en la cadera y tener pleno control de sus movimientos. Snape tragó saliva y ahogó sus gemidos cuando fue penetrado una y otra vez por esa lengua ansiosa. Inevitablemente, empujó hacia atrás y Harry detuvo la oscilación de su cadera, acariciándole apreciativamente la espalda. La piel de su omega olía y sabía muy bien, era caliente y suave, respondía a sus labios, a su lengua mojada y a la presión de sus dientes sobre su carne tierna.

De inmediato, Harry insertó uno de sus dedos en el orificio, moviéndolo en círculos, inspeccionando la cavidad, haciendo que un torrente de magia electrizante recorriera el cuerpo de Snape.

—¿Quieres discutir ahora? —inquirió Harry, moviendo su dedo, provocando un sonido viscoso por el lubricante.

—Siempre... es un buen momento para discutir... —dijo Snape, casi sin aliento.

Harry continuó chupando y digitando el ano alternativamente. Snape estaba tan mojado y sabía muy dulce, como una jugosa fruta madura. Snape no necesita estar en su color para derramarse de esa manera, solo el amor y las atenciones de su amante eran suficiente para derretirlo.

Harry ingresó dos dedos en su interior, arrebatándole un jadeo. Los ojos del alfa se enfocaron en Snape, y se quedó sin aliento al ver el leve rubor que se mostraba en sus orejas, ya que toda esa hermosa cortina de hebras negras le impedía ver su rostro.

El cuerpo sudoroso de Snape irradiaba un vapor sofocante. Su entrada fue devorada con esmero. Los dedos embebidos de humores hicieron su trabajo, dilatando su esfínter. Snape se retorcía deseoso ante las constantes penetraciones de los dígitos, que se hundían hasta los nudillos. Harry recogió con su lengua aquel exquisito néctar que descendía por las piernas temblorosas de su amante, saboreándolo, memorizando el sabor.

—Mmm. Sabes tan bien. —Gruñó Harry, excitado por el afrodisíaco.

Es vergonzoso el ser testigo de como su cuerpo produce más humores en respuesta, alimentando a su alfa, quien tararea en aprobación y lo chupa como el más exquisito de los manjares. No importa cuantas veces intimen, siempre es vergonzoso e intenso, tan intenso con Harry.

—Mira lo húmedo que estás —dijo Harry, sacando sus dedos con hilos trasparentes de lubricante siguiéndolos, para luego lamerlos y volverlos a meter—. Tu lindo agujero trata de succionar mis dedos. —Su entrada se contrajo al escucharlo, como para aseverar sus palabras.

—No hay necesidad... de narrarlo todo, Potter —siseó Snape, ahogando un gemido de necesidad.

Harry le dio una pequeña mordida a uno de los glúteos de Severus. Le gustaba dejar sus dientes impresos en esa preciosa piel blanca y que el mayor se sacudiera en una mezcla de dolor y placer. Esa acción tan primitiva, en otras circunstancias, sería risible para Snape. Ahora, el tener a su alfa marcándolo y tocándolo de forma dominante era un exquisito soborno a su lado omega fuertemente reprimido. Su cuerpo traidor liberó feromonas que le hicieron saber a su alfa lo complacido que estaba con dicha acción.

Dos dedos ya no eran suficiente, pues comenzaron a deslizarse con facilidad, invitando a un tercer dígito a sumarse a la tarea. Cuando Harry forzó un tercer dedo y alcanzó su próstata, su cuerpo explotó en un mar de fuego. Esa familiar llama que nacía en sus entrañas se fue propagando como un incendio a cada extremidad de su cuerpo. Ese mismo calor asfixiante lo hacía sudar y gemir. Su alfa tocó una sinfonía erótica contra ese botón de placer concentrado en su interior. Las piernas de Snape comenzaron a flaquear, se sentía sofocado y le hormigueaba el vientre. Harry se estaba tomando las cosas con demasiada calma, insinuando con sus dedos lo que podía ser, y que no era suficiente para saciar su apetito.

Su excitación estaba en niveles insoportables, necesitaba la polla de su alfa dentro, empujando y llenándolo de semen hasta reventar. Pero, sin importar cuanto lo deseara, Snape no iba a suplicar por ello. Por suerte, Harry sabía interpretar a su orgulloso omega, que prefería sufrir en silencio antes que hacer una petición.

Snape sintió como su entrada se dilataba y contraía en clara urgencia de algo más, hasta que, finalmente, su ano estaba listo para recibirlo con gusto. Irguiéndose, Harry se acomodó detrás de él y tomó su miembro erguido, alineó la punta en la entrada de su omega y se introdujo lenta y tortuosamente. Los dedos cetrinos de Snape se aferraron al edredón, apretando y descargando el súbito temblor provocado por la placentera invasión. Harry se quedó quieto y, al notar mayor elasticidad y lubricación, ingresó con una certera estocada, hundiéndose hasta la base. Snape tiró su cabeza hacia atrás, halando las sábanas en un intento de controlar un jadeo vergonzoso.

Cuando se acostumbró a la intromisión, Snape balanceó su cadera, obteniendo algo de la fricción que tanto anhelaba. Ante la insistencia de su querido omega, Harry empezó sus embestidas, asegurándose de golpear aquel punto que lo volvía loco. Lo penetró con calma, aumentando gradualmente la velocidad de sus movimientos hasta lograr un ritmo estable y continuo. Los pequeños quejidos y gruñidos de Snape fueron en crescendo, transformándose en suspiros, jadeos y finalmente gemidos.

Snape sintió como su trasero goteaba abundantes humores que descendían por sus muslos. Abrió bien las piernas, levantando su culo necesitado, ansioso y chorreante. Empujando contra los movimientos de Harry, buscando llevarlo tan adentro como le fuese posible. Snape se retorció, lloró y gimió, su sangre estaba hirviendo y quemándole las venas. Su placer se hacía más fuerte con cada estocada de su alfa y su cerebro se volvió papilla, incapaz de formar oraciones coherentes.

La pelvis de Harry se balanceaba una y otra vez, de forma rítmica y con potencia. Chocando contra el trasero de su pareja, logrando que el golpe de los testículos y el ano hicieran un ruido absolutamente lujurioso y obsceno.

—Severus... Severus... —Repetía Harry, como un mantra, hundiéndose en esa cálida carne que le abrigaba y apretaba.

Snape vio en la expresión de Harry el placer que sentía y el amor que le tenía. Esos centelleantes ojos verdes eran su perdición. Nunca lo admitiría en voz alta, pero amaba todo de su joven alfa, cada gesto, palabra, acción y detalle, el como se entrega a él, complaciéndolo sin recibir humillación por ello. Es su alfa quien le sirve, no al revés. Y eso era más de lo que alguna vez pudo desear.

Esos sentimientos, sumado al espléndido placer que experimentaba, lo empujaron cerca del clímax. El fuego no se apagó, creció cada vez que Harry se frotaba en sus entrañas, aumentando la tensión, creando una bola de placer en su vientre que se negaba a salir. El hechizo en su pene bloqueó cualquier sensación de gozo y, sin poder correrse, generó una terrible frustración al mayor.

Snape estrujó las sábanas, gruñendo cuando Harry no dejó de penetrarlo. Solo tenía que aguantar un poco más y se sentiría bien, o eso es lo que esperaba. Su cuerpo se arqueaba una y otra vez, tratando de convulsionarlo en un orgasmo que nunca llegaba. No había placer, solo dolor y frustración. Su cuerpo seguía siendo estimulado, pero sin alcanzar nunca la completa satisfacción, se estaba volviendo bastante intolerante.

Harry sabía que Snape era lo suficientemente orgulloso para aguantar la frustración toda la noche de ser necesario, pero no era tan cruel para mantenerlo retenido sin permitirle correrse. Si no notaba algún cambio en los próximos minutos, lo dejaría libre.

Harry apresuró la oscilación de su pelvis, colocando sus manos a cada lado de la cadera de Snape para dirigir sus movimientos. Dejándose llevar por el aroma erótico y la lujuria desbordada, Harry se perdió en Severus. Empujó y empujó hasta que cada golpe lo dejó gruñendo. Snape gritó por la sobreestimulación, llorando en silencio.

Su paciencia fue recompensada cuando el nudo de placer frustrado en el centro de su vientre comenzó a aflojarse. En ese instante, Severus tuvo la elucidación de que nada volvería a ser igual para él. Snape gritó el nombre de Harry en alto y su ano se derritió al dejar pasar una marea de lubricante, haciendo que gritara desde el fondo de su garganta, experimentado un clímax tan intenso como nunca antes. Empapando su culo y la verga de Harry con chorros y chorros de humores, mojando las sábanas en lo que parecía ser un orgasmo devastador e interminable.

El aroma de su omega a mitad de su clímax y las paredes del recto estrujándolo con fuerza, lo empujaron al límite, Harry enterró sus uñas en la carne suave de aquellos glúteos y echó su cabeza hacia atrás, gruñendo. Eyaculó de manera abundante, inundando el recto hasta que su semen se derramó por los temblorosos muslos de alabastro, uniéndose al charco de lubricante en las sábanas. Se quedó allí, dejando que la contracción inconsciente de Snape lo ordeñara hasta que su omega, agotado, se derrumbó contra la cama, dejando caer con pesadez sus piernas acalambradas.

Harry se acomodó a un lado de Snape, rodando levemente de costado, para poder abrazar cómodamente a su omega en una postura lateral. Cuando intentó atraerlo, Snape emitió un maullido resonante y tembló. El aire se le escapó de los pulmones y Harry se apartó como si su tacto le quemara.

El simple toque de su alfa lo hizo sacudirse de necesidad, Snape se estremecía, su voz estaba rota y daba grandes bocanadas de aire para respirar, incapaz de recobrar el aliento. Hundió su rostro contra la almohada para no ser demasiado escandaloso, pero fue en vano. Preocupado, Harry inspeccionó a su amado. Snape estaba hecho un desastre espasmódico e hipersensible. Su ano no paraba de contraerse, chorreando humores y semen. Aturdido por las secuelas e incapaz de moverse por su cuenta, Snape se quedó en esa posición, dejando que los últimos vestigios de placer lo abandonaran.

—¿Estás bien...? —preguntó Harry, momentos después.

Cuando Snape giró su rostro y lo miró a los ojos, su corazón dio un vuelco. Sus insondables ojos negros estaban húmedos por la excitación, dedicándole una mirada crítica por preguntar lo obvio. El aliento que escapaba de su boca entreabierta salía en un vaho condensado. El fuego en sus entrañas había subido, instalándose en sus mejillas, tornándolas completamente rojas. Snape era la viva imagen de la satisfacción sexual en aquel momento.

Severus no respondió. Al parecer, su amante elocuente se había quedado sin palabras. Por lo que Snape solo asintió, aunque apenas fue perceptible.

—Debes tener frío —dijo Harry, murmurando un hechizo de limpieza y secado sobre ambos.

Su alfa lo atrajo hacia sí, lo abrazó y los tapó a ambos con el edredón, llenándolo con su agradable calor.

Snape ronroneó complacido y talló su rostro contra el hirsuto y cálido pecho de su alfa. Suave y reconfortante como la piel de un gatito... o un león, para el caso.

Harry le acarició el cabello, aspirando su aroma. Amaba ser el único que había experimentado esta parte tierna de Snape. Su amante, usualmente altivo y distante, casi nunca le ronroneaba. Sabiendo cuan rara era esta experiencia, cerró sus ojos, deleitándose con esa melodía relajante para su lado alfa.

Momentos después, cuando sintió su garganta dispuesta a obedecerle, Snape habló:

—¿Harry?

—¿Sí?

—Quiero que me folles así de nuevo.

~ Finite Incantatem ~







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