|3: Posición Núm. 1|

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Título: Posición Núm. 1

Resumen: Severus desea probar una nueva posición con Harry.

Palabras: 5, 185.

Advertencias: Pura y absoluta obscenidad desvergonzada. Relación establecida. Sexo oral (Pete). Sexo anal. Digitación anal. BDSM ligero. Multi-orgasmos. Rimming al final. Professor Potter. Pequeña mención de Top Snape. Nada de trama.

Nota: Pueden tomar este relato como una continuación de "El aprendizaje del doncel", si lo desean. Lo llamé "Posición No. 1", porque no se me ocurrió ningún título. Acepto sugerencias. "Sandblasting", ha sido revisado por segunda vez.

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Severus remojó la pluma en el tintero rojo y tachó respuesta tras respuesta de un examen deplorable. El red flu rugió a sus espaldas y Harry salió de la chimenea dando traspiés, sacudiéndose el hollín de las mangas.

—Severus, ¿por qué no fuiste al gran comedor? —preguntó Potter, cruzando la pequeña sala de estar hasta su encuentro.

Snape consultó el reloj de pared, eran más de las ocho, perdió la noción del tiempo. Dejó la pluma en el tintero y se talló el puente de la nariz, suspirando. Fuera de concentración le ardían los ojos, estaba desde la tarde corrigiendo exámenes y revisando ensayos en la oscuridad, solo con la luz de las velas. Era de esperarse su agotamiento visual.

—Tenía trabajos por calificar —respondió Snape, lacónico.

Harry miró la pila interminable de pergaminos sobre el escritorio, aunque la mayoría ya estaban revisados. Ahora entendía el por qué Severus prefirió terminar cuanto antes con este pendiente.

—Oh. Bueno, te traje un poco de comida —dijo Harry.

Su pareja le extendió un pañuelo cuidadosamente atado que dentro tenía una generosa porción de pan de nuez, un bote de mantequilla y un cuchillo para untar.

—Agradezco tu consideración, Harry —dijo Snape, aceptando el ofrecimiento.

Las manos de Harry se posaron en los hombros de Snape, apretando y tallando sus músculos anudados, convirtiéndolos en masilla.

—Estás muy tenso —dijo Harry.

—Mmm. —Fue lo único que pudo emitir, completamente distraído por el toque relajante.

—¿Quieres un poco de té? —Ofreció Harry.

Aturdido por las caricias, Snape contestó solo un par de latidos más tarde de lo usual.

—Sí, te lo agradecería.

Mientras Snape desenvolvía el pañuelo y cortaba una rebanada de pan de nuez, Harry preparó el té, como sabía que lo prefería. Poco después se unió en la silla junto a él y le entregó su respectiva taza.

—Hay mucha tinta roja allí —dijo Harry, mirando un pergamino en particular mientras tomaba su té.

—Quizá eso se deba a que la persona no estudió lo suficiente. —Harry se estremeció.

—Me da escalofríos recordar mi época de estudiante —murmuró, haciendo un gesto exagerado.

Dando un sorbo largo a su brebaje lechoso, Snape inquirió.

—¿Aún te sientes intimidado por tu maestro de pociones? —cuestionó Snape.

Los ojos esmeraldas de Harry lo estudiaron de arriba a abajo. Antes, ese tipo de mirada lo habría hecho enfurecer, ahora, solo podía tratar de imaginar las cosas lascivas que su pareja estaría pensando de él. Le era difícil concebir qué tipo de cosas eran, ciertamente no era atractivo, no tenía una cara o un cuerpo bonito, pero Harry parecía ignorar todas esas cosas. Pero claro, el hombre estaba más ciego que un murciélago.

Al reconocer ese brillo salaz en las orbes jade de Harry, Severus se estremeció. A estas alturas de su vida debería tener más control sobre su cuerpo, pero no pudo evitar la dolorosa punzada de excitación en sus entrañas. Snape se obligó a mantener la compostura y enfrentó la mirada picante y la sonrisa sugerente de su amante.

—Eso depende —habló Harry, con la voz ronca.

—¿De qué depende? —La ceja de Severus se levantó en un gesto elocuente que era a la vez inquisitivo y pícaro.

—De lo que quiera hacerme —dijo Harry, dejando la taza sobre el escritorio.

Un largo silencio se engendró entre ellos. Sosteniendo esa penetrante mirada oscura, Harry se levantó y se inclinó para besar a Snape. Sabiendo ya como ladear su cabeza para evitar el doloroso golpe de narices, Harry juntó sus labios con los de su amante. Los de Severus estaban resecos, pero no le negaron el acceso ante el primer golpe de su lengua. Snape gimió y se derritió en su asiento. Harry maniobró y tomó la taza de las manos de Severus, dejándola en la seguridad del escritorio. Snape sabía a pan de nuez, té y algo más oscuro y adictivo que era característico de él.

A pesar de la carga de trabajo, Severus no lo alejó, al contrario, las manos amarillentas de su amante se dirigieron a su cabello, instándolo a acercarse, pidiendo más.

Cuando la necesidad de oxígeno los obligó a separarse, Severus estaba encantadoramente sonrojado y deseoso.

—Cama, ahora. —Ordenó Snape.

Cuando Snape estuvo de pie, besarse se complicó un poco ya que su amante era muy alto, y Harry tuvo que ponerse de puntillas para alcanzarlo.

Cuando los labios de Harry encontraron la boca de Snape, toda tensión se desvaneció de su cuerpo largo y oscuro. Sus manos se concentraron en abrir la docena de pequeños botones en la levita de Severus y, cuando los labios de Harry encontraron finalmente su garganta, suspiró.

Harry estaba muy feliz de complacerlo. La carne tierna del cuello demacrado de Severus tenía un sabor especial y propio. Harry chupó y mordisqueó allí, teniendo cuidado de no marcar demasiado para no lastimarlo. Los suspiros de placer de su amante le hicieron saber que deseaba esto tanto como él.

Harry los condujo hasta la cama, aunque se detuvieron a mitad de camino.

Para su deleite, Severus se quitó el calzado con descaro, mientras que sus dedos se movieron para juguetear con el botón de sus propios pantalones negros. Harry se inclinó para ayudarlo, llevándose consigo los calzoncillos, deslizando las prendas por la interminable longitud de esas maravillosas piernas albar sin vello. Sonrió gustoso al ver aquel impresionante pene que se erguía firme frente a su rostro. Pálido y rojo de deseo en la punta, decorado con una perla húmeda en el glande. Incapaz de resistirse a ese exquisito premio, Harry lamió atentamente el prepucio, bajando, trazando con su lengua la pronunciada vena verde en el tronco, hasta llegar a la base. Continuó lamiendo y chupando sus testículos rosados alternativamente, mientras acariciaba el trasero firme de Snape, deslizando sus dedos en la hendidura, abriendo los glúteos.

El cuerpo de Snape tembló al sentir su zona más sensible asaltada por esos viajeros tentativos, encendiendo el más primitivo de sus deseos. Gritó y, tambaleándose, se apoyó en los hombros de Harry.

Cerró sus ojos por unos instantes, jadeando cuando esa deliciosa boca se cerró sobre su pene y comenzó un lento vaivén, tratando de llevarlo todo dentro. Se distrajo por las caricias de esas manos callosas sobre sus piernas, subiendo hasta sus glúteos, espoleándolo para que arremetiera a su gusto, pero no lo hizo. Cuando se recuperó del aturdimiento, Snape observó a Harry haciéndole una felación, incapaz de creer que en realidad disfrutara de chuparlo, pero, por mucho que simplemente quisiera quedarse allí y empujar hasta correrse, él tenía otros planes en mente. Usando todo su autocontrol, apartó la cara de Harry con pesar y calmó su respiración para poder hablarle.

—No, detente.

—¿Severus? —Era palpable la incertidumbre de Harry.

Acariciando la mejilla de su amante más joven, lo instó para que se levantara y lo hizo, como si no pudiera evitar obedecer.

—Deseo intentar una nueva posición, si estás de acuerdo, por supuesto —dijo Snape y Harry asintió, sin titubear.

—Desde luego, has lo que quieras conmigo.

—¿No quieres saber lo que haré antes de aceptar? —preguntó Snape.

—No, confío en ti —dijo Harry, desvaneciendo su ropa con un pensamiento, quedando completamente desnudo

—Gryffindor sin remedio —dijo Snape, vituperante.

Con mayor confianza, Snape se acercó a Harry y lo besó. Los condujo a ambos a la enorme cama de dosel hasta tumbarlos en ella, trepando sobre la misma con pasión. Harry quedó debajo de Snape, el cuerpo tibio y delgado sobre él se sentía maravilloso. Pero más maravilloso se sintió tener las piernas intercaladas, consiguiendo que sus pollas anidaran juntas, erizándoles la piel, mandando un chisporroteo mágico entre sus cuerpos. Harry intentó levantarse para atacar esos tentadores labios carnosos, pero Snape lo detuvo.

—Quédate abajo. —Demandó, colocando su mano en el pecho de Harry y usando su peso para mantenerlo quieto—. Esta noche voy a tomar el control.

—Oh, sí. Joder, sí. —Gimió Harry de anticipación.

Severus susurró un hechizo e invocó su varita con un movimiento de su mano. Puede que no fuera tan poderoso como Potter e hiciera magia sin varita en todo momento, pero podía hacer un simple hechizo de atracción.

—Pon tus brazos detrás de la espalda. —Ordenó suavemente y Harry obedeció.

Severus movió su varita por encima de Harry, murmurando un hechizo. La magia se envolvió alrededor de sus muñecas y se ató en un nudo invisible, manteniéndolo en su lugar.

—Soy consciente de que puedes liberarte fácilmente, pero si lo haces, me detendré y no te dejaré acabar —dijo Snape seriamente.

—Entendido —respondió Harry, tragando saliva.

Severus se quitó el chaleco, la camisa y la corbata que yacían abiertos por completo, arrojando las prendas a un lado. Luego, se quitó la camiseta interior e hizo el mismo procedimiento. Trató de calmarse, pero igualmente se tensó cuando se halló desnudo bajo esa mirada atenta.

La figura de Severus era impecable en su suavidad, no tenía vello, a excepción de un poco que se asomaba por las axilas y en su montículo púbico. Era pálida perfección que se veía atropellada por el innumerable tejido cicatricial rosado y la marca tenebrosa difusa en su brazo izquierdo. Sus dos cabezas eran conscientes de la hermosa vista y su pene se clavó contra su vientre cuando vio ese largo cabello negro caer por esos afilados hombros.

—Eres tan hermoso —dijo Harry, quieto y a la expectativa.

—Eres un hombre de gustos retorcidos, Potter —dijo Snape, malicioso, aunque solo fue para ocultar su nerviosismo.

Aún le es extraño descubrir grietas de vulnerabilidad entre esas firmes y gruesas murallas que rodean el corazón de Snape, pero, con cada noche que pasaban en la intimidad, Severus era menos reacio con mostrar su cuerpo. Todavía le costaba recibir cumplidos, pero ya no buscaba esconderse de su vista y no apagaba las velas. Estaba claro que Snape no se sentía a gusto exponiendo su cuerpo. Odiaba todas las cosas que llevaron a su amante a pensar y actuar así. Cada vez que escuchaba a algún niño llamar a Snape feo o grasiento, estos se ganaban una semana de detención con Filch.

Snape aún no podía creer el efecto que su cuerpo demacrado y envejecido tenía en Harry. Esa hermosa y gruesa polla se levantó como una flecha contra el vientre de Harry, roja y reluciente en la punta, palpitando con notable necesidad, exigiendo toda su atención.

Severus se movió en la cama, colocando sus rodillas a los costados de la cadera de Harry, dejando su culo sobre la erección palpitante.

—Creí que querías... —dijo Harry, desconcertado.

—Hay diferentes maneras de tener el control, Harry —dijo Snape, regalándole una pequeña sonrisa—. Accio lubricante.

El ya conocido frasco llegó volando desde el cajón de la mesita de noche y Snape lo agarró en el aire. Lo abrió y hundió sus dedos en la fría crema trasparente, removiendo el líquido espeso en su palma para calentarlo. Harry quedó embelesado por el accionar de esas exquisitas manos, conoce muy bien las maravillas que esos largos y hábiles dedos pueden hacer. Severus se levantó un poco, su izquierda tomó uno de sus glúteos mientras que la derecha, llena de lubricante, se dirigió hasta su ano, tentando el borde hasta ingresar el primer dígito.

La verga de Harry se contrajo, ansiosa, quiere ser él quien prepare a Severus adecuadamente, desea devorar esa entrada rosada hasta que le conceda su silencioso permiso para entrar, pero no, Snape está al mando, torturándolo, manteniéndolo como un simple espectador.

Harry se enfocó en el rostro de Snape, admirando sus expresiones. Se percata cuando ha introducido el primer dedo por la forma en que muerde la esquina de su labio inferior y cierra sus ojos, negándose a enfrentar su mirada. Aunque intenta ocultarlo, su rostro se arrugó, haciendo una ligera mueca de dolor, hasta que se ha acostumbrado a la intrusión. Después de unos instantes, se retiró y regresó con renovado entusiasmo, introduciendo dos dígitos en su cavidad. Puede imaginar esos largos y gruesos dedos entrando y saliendo, abriéndose como tijeras, dilatando la estrecha entrada. Le pican las manos por ser él quien hunda sus dedos en esa carne suave, enterrándolos hasta los nudillos. Habría chupado y lamido su ano, habría disfrutado de los gritos de júbilo de Snape, de tenerlo moviendo sus caderas hacia su rostro, como si no pudiera tener suficiente de su lengua.

Snape contuvo un gemido, profundo y necesitado que lo hizo estremecerse. Sabe lo que ha encontrado, ese botón de placer concentrado con el que está obsesionado, y en reacción, su mano se hunde aún más entre sus glúteos, buscando llegar hasta el fondo. Snape continuó metiendo sus dedos, trabajando sobre ese botón secreto que le da tanto placer.

Snape echó su cabeza para atrás y gritó descaradamente, sus caderas se espasmaron, moviéndose de adelante hacia atrás, buscando por instinto el contacto de sus dígitos, sobando la adolorida y palpitante polla de Harry con sus testículos. Dos juegos de gemidos llenaron la habitación ante el contacto casual. Snape es tan sexy, el deseo es insoportable, necesita soltarse y acariciar esos tentadores pezones rosados que no paran de sacudirse frente a él.

—Severus, mírame. —Pidió Harry.

Snape finalmente bajó la cabeza y abrió sus ojos, sus orbes oscuras estaban vidriosas por el deseo. Harry puede venirse así, solo de ver a Snape jugando consigo mismo, alcanzando el orgasmo solamente usando sus propios dedos. Harry se retuerce, anhela con toda su alma soltarse, tumbar a Snape contra la cama y poseerlo, pero si hace eso, su amante no lo dejará acabar y sabe por experiencia propia que el hombre cumple con su palabra. Cuando los dedos ya no son suficiente, Snape se sacude y grita lascivamente.

—¡Ah!... Harry... —Casi pierde el control cuando lo escuchó gemir su nombre.

Severus, tembloroso, se detuvo y recogió el bote de lubricante, derramó un poco en sus dedos y calentó el líquido en su palma una vez más. Harry gritó cuando esa experta mano se cerró sobre su eje necesitado, barnizando su carne con lubricante. Se sentía tan bien, había ignorado su dolor solo para poder disfrutar con plenitud del accionar de Snape. Cuando su verga estuvo engrasada, Snape guió aquel duro miembro hasta su entrada.

Cuando su glande presionó la pequeña abertura de Snape, sintiéndola ceder a su presencia poco a poco, Harry gritó y tembló de necesidad. Snape descendió sobre Harry, lenta y cuidadosamente. Los dedos de sus pies se curvearon de placer al sentir su carne atormentada dentro de esa apretada calidez. No había forma de describir como se sentía estar dentro de Snape, está tan estrecho, húmedo y caliente, envolviéndolo como una vaina orgánica que se aprieta y contrae, gustosa con su presencia. Harry se quedó sin aliento y obligó a sus caderas a no arremeter inmediatamente.

Snape se detuvo por unos agonizantes instantes antes de descender por completo. Cuando Harry estuvo completamente dentro, Snape emitió un jadeo de pura necesidad. Se quedó allí, disfrutando del dolor, el estiramiento y el ardor de la verga que palpita en su interior. Ese brillo maravilloso en sus ojos negros se ha multiplicado ahora, el placer y el deseo es visible en su mirada y Harry necesita hacer uso de toda su fuerza de voluntad para permanecer quieto, esperando que el cuerpo de Snape se adapte a la intromisión.

Le tomó unos instantes, pero Snape comenzó a moverse, balanceando su pelvis de adelante hacia atrás, con sus manos acariciando a Harry, recorriendo los hombros, el torso y el estómago plano, adorando la sensación de los pectorales hirsutos y toda esa piel cálida bajo sus palmas.

El patrón de movimiento cambió, Snape empezó a moverse de arriba a abajo, saltando sobre su erección. Usando todo su peso para empalarse, Snape echó su cabeza hacia atrás y gritó con la voz áspera cuando la verga en su interior se clavó directamente en su próstata. Llevó una mano trémula a su pecho rojizo y sus dedos se asieron a un pezón, dándole un pellizco brusco. Severus gimió y volvió a saltar gustoso sobre el miembro de Harry, una y otra vez.

Harry está disfrutando muchísimo de la vista, le encanta lo sensual y atrevido que llega a ser Snape cuando no es tímido o remilgado.

—¿Cómo... te sientes, Severus? —Logró preguntar.

—Harry... muévete. —Le ordenó y es todo lo que necesitaba para arremeter.

Harry lo hace, moviéndose con cautela dentro y fuera de Snape, controlando la fuerza de sus acometidas. Sus embates se encuentran a medio camino con el culo de Snape, quien jadea en aprobación. Más que tomarlo, Harry quiere que Snape disfrute esto tanto como pueda. Su amante no suele tomar el control y este sorpresivo tipo de dominio fue más que excitante.

Sus cuerpos encontraron un ritmo mutuamente satisfactorio. Se movieron juntos, en perfecta armonía, como si hubieran nacido para esta perfecta unión. Harry empujó, tirando hacia abajo completamente antes de regresar y reclamar ese tramo perfecto. Snape se movió con él, levantándose y bajando con lascivia, encontrándose con la polla de Harry a mitad de camino.

Ganando confianza, Snape comenzó a moverse más rápido, dejándose caer con más fuerza. Los jadeos de Snape se alteraron en gemidos incontenibles que fueron en crescendo, acorde a las estocadas de Harry.

—Tan profundo... Más... —Exigió Snape con urgencia y necesidad en su voz.

Es difícil cuando apenas puede moverse y no puede usar sus manos, pero Harry intenta cambiar de ángulo. Embiste con fuerza, alcanzando más profundidad, levantándolo con sus movimientos, haciendo un ruido lujurioso con el golpe de sus carnes. Snape grita y jadea ruidosamente, perdido en las sensaciones.

La impresionante polla de Snape se balancea entre sus piernas, está tan roja de deseo y no para de derramar líquido pre seminal. Harry se relame los labios, deseando volver a tenerla en su boca, rememorando su peso sobre su lengua y su delicioso sabor salado.

Severus no para de emitir esos sonidos de súplica y deleite que tanto ama. Su largo cabello ondea alrededor de sus pálidos y delgados hombros como una cascada de terciopelo negro. Y jadea tanto, incapaz de recuperar el aliento por completo antes de que la verga de Harry se clave en su próstata y lo haga gritar.

—Harry... ¡Ah! Voy a acabar primero...

—Severus... deja que me suelte. —El mayor negó con la cabeza.

Snape recogió su pene húmedo que, hasta el momento, había estado rebotando contra el vientre de Harry, y comenzó a frotarlo con impaciencia entre sus dedos amarillentos.

Snape gimió y sollozó, repitiendo el nombre de Harry como un mantra. Sus caderas saltaron violentamente, completamente sumergido en el éxtasis. Harry no puede recordar haberlo visto así de perdido, es tan excitante observarlo darse placer a sí mismo, botando sobre su verga mientras jadea y suplica. Incapaz de controlar su salivación, un hilo de saliva se deslizó por la comisura de sus labios entreabiertos y descendió recorriendo su cuello, al intentar fútilmente contener sus alaridos de absoluto placer.

Severus siempre ha sido vocal, pero esta noche está más frenético que de costumbre. Gritando, gimiendo, sollozando, repitiendo el nombre de Harry, exhalando suspiros entrecortados que son malditamente sensuales. Snape perdió el ritmo de sus botes y con apenas un decibel de voz, habló.

—No puedo... —Logró decir y Harry lo entendió.

Harry arremetió, moviéndose contra él con más fuerza, intentando adentrarse tanto como le fue posible. Lo embistió con movimientos feroces que lo dejaron gruñendo, Snape es pesado, pero nada de eso importaba excepto los gritos que logra arrancar de su usualmente remilgado amante. La punta de su miembro brilla entre su mano, cubierta de líquido pre seminal. Snape va a venirse en cualquier momento y eso solo incita a Harry, quien trabaja para el placer de Snape, asegurándose de golpear su próstata en cada acometida.

—¡Ahhh! Es demasiado... ¡Harry!

Snape se corrió gritando el nombre de Harry, manchando su torso con su esencia pegajosa y blanquecina. El cuerpo de Snape se sacudió y, cuando el último chorro de su semen abandonó su cuerpo, se derrumbó sobre su compañero más pequeño, respirando laboriosamente, hundiendo su rostro en la unión del cuello y el hombro de Harry.

Cuando Severus colapsó, Harry se liberó fácilmente del hechizo que lo retenía y acarició la sudorosa espalda de Snape, sintiendo los acelerados movimientos de su respiración.

—Severus... —Lo llamó, pero la única respuesta que obtuvo fue un suspiro complacido en su oreja.

Su amante estaba perdido en el aturdimiento de las secuelas. Harry acarició la hermosa y abundante cabellera negra, aspirando el aroma sudoroso de Snape y el embriagador almizcle del sexo.

Sabiendo que su peso muerto debe estar lastimando a Harry, Snape se levantó un poco y lo observó. Sus mejillas normalmente cetrinas estaban agradablemente sonrojadas, su expresión era suave y completamente relajada. Su pelo estaba alborotado y torcido en algunos atractivos rizos. No podía apartar los ojos de su rostro. Podía quedarse allí el resto de su vida, sosteniendo a Snape entre sus brazos. Harry invocó un edredón limpio, pero el hombre atrapó su antebrazo y lo mantuvo ceñido a la cama.

—No has terminado —dijo Snape.

Oscilando sus caderas, Severus le brindó fricción a la polla aún endurecida en su interior. Harry reprimió un gemido para poder darle severidad a sus próximas palabras.

—No te preocupes por mí, estás agotado —dijo Harry, con la voz ronca.

Frunciendo el ceño, Snape siseó.

—De ninguna manera, señor Potter —dijo Snape en un tono autoritario y sedoso—. Vas a follarme en este instante y te correrás dentro de mí. —Las solas palabras lo hicieron temblar de anticipación.

¿Cómo puede resistirse cuando Snape dice cosas así?

Harry invirtió fácilmente sus posiciones con la fuerza de sus brazos fortalecidos por los años de colgarse de una escoba veloz. Snape se hundió en el colchón y Harry se deleitó con la hermosa vista del bello hombre debajo de él. El cuerpo cándido de Snape brilla por el sudor, tiene un notable sonrojo en sus mejillas que se extiende por su garganta y desciende hasta más allá de su pecho. Snape ladeó la cabeza y, como una víctima que cede su sangre a un vampiro, expuso su cuello demacrado para el deleite exclusivo de Harry, quien no titubeó al repartir besos por la pronunciada nuez de Adán, dando suaves mordiscos en esa sensible piel cicatrizada, saboreando los restos del sudor y la saliva.

Al levantarse para devorar esos exquisitos labios, la boca de Severus se abrió ante él con el primer golpe de su lengua. Chupando y bebiendo de esa dulce fuerte como si fuera un afrodisíaco, Harry sintió los dedos de Snape en su cabello, acariciándolo, creando más desorden. Cuando la necesidad de oxígeno los obligó a separarse, Snape lo complació con la acción más tentadora que podía hacer.

Snape abrió ampliamente sus muslos, tomó sus piernas y llevó sus rodillas hasta la altura de su pecho, inclinando su trasero, dejando su culo enrojecido vulnerable, invitando a su amante para que su pene se deslice entre sus nalgas.

Harry centró toda su atención en tan maravilloso regalo que se le ofrecía. Puede ver esa hermosa cavidad expandida y mojada. El anillo muscular, normalmente estrecho, está rojo y maltratado por el esfuerzo de acomodar el grueso miembro de Harry hace tan solo unos minutos.

Tomando el olvidado bote de lubricante, Harry derramó un poco del contenido en su palma, calentándolo. Su mano se deslizó entre los glúteos de Snape y probó la elasticidad del área, está tan caliente, húmedo y estirado que no es necesario, pero ama la sensación de sus dedos deslizándose en ese pasadizo sensible y carnoso. Es tan salvajemente erótico ver como su orgulloso amante gime y pide más.

—Estás tan suelto, Severus. Tu agujero glotón está tomando tres de mis dedos —dijo Harry, relamiéndose los labios.

—Potter... deja de jugar conmigo... —Snape jadeó con impaciencia, esos dedos no bastan para calmar su necesidad—. Sabes lo que necesito... —dijo Snape, temblando.

Harry continuó explorando esa cavidad magullada, disfrutando del sonido viscoso causado por la fricción y el lubricante. Pronto, curvó sus dedos ligeramente hacia arriba y rozó con sus yemas esa protuberancia suave escondida dentro de Snape. Su amante gritó y ensanchó sus piernas, deseoso de más.

—¡Ah! Harry, ponlo dentro, maldita sea... —Exigió Snape

Posicionándose, Harry tomó los glúteos de Snape y, separándolos, lo penetró de una sola estocada, hundiéndose hasta la empuñadura. Snape abrió los ojos desmesuradamente y soltó un gemido ronco. Su cuerpo aún estaba hipersensible, pero respondió a la intrusión que se clavó directamente en su pobre próstata sin consideración. Snape echó su cabeza hacia atrás y jadeó, su espalda se arqueó, sus manos se asieron a los hombros de Harry, atrayéndolo, y sus piernas se envolvieron en la cintura de amante, ayudándolo en cada empuje para llevarlo tan profundo como le fuese posible. Snape no estaba tan estrecho como al inicio, pero su adictiva calidez lo recibe, temblando y succionándolo.

Cada vez que Harry sale, el ano de Snape se contrae involuntariamente, necesitado, y cuando entra, los músculos internos se aprietan a su alrededor, tratando de mantenerlo dentro. Es tan adictivo y excitante.

Ama ese brillo en la mirada perdida de Snape cada vez que lo toma, ama el como se entrega y confía para que no lo lastime, simplemente dejándose llevar por el placer. El miembro de su amante comenzó a ponerse duro de nuevo y Harry tomó esa hermosa verga blanca en su palma, le dio un suave apretón y acarició el glande escarlata con su pulgar. Snape sollozó y recibió sin fuerzas cada estocada consecuente. Está disfrutando del deslizamiento más fácil, gimiendo sin importarle lo obsceno y lascivo que suena. Todo su ser se ha reducido al fuego inextinguible en sus entrañas, un fuego que solo puede ser aplacado cuando el semen de Harry lo inmole, reclamándolo como suyo.

—Mas, más, más... —Suplicó Snape entre jadeos, levantando su culo para encontrarse con cada embate.

Harry se hundió más profundamente en el cuerpo de Severus, inclinando su cadera hacia arriba, presionándolo contra sí mismo, hasta que el hueso de su pelvis y sus testículos estaban apretados contra el trasero de Snape. El pene de Severus quedó atrapado entre su vientre y el pecho de Harry y, cada vez que empujaba, se aplastaba maravillosamente entre sus cuerpos, haciéndolo estremecerse y sollozar de deleite en reacción.

Es su nombre el que Snape repite con cada vaivén, es así como debe ser. Harry comenzó a susurrar las palabras de amor que sabía que destruían las ataduras de su altivo amante, adora que en respuesta Snape chille y le arañe a causa del placer. Le encanta escuchar que es hermoso y amado, no importa cuanto lo niegue.

Cada embate fue devastador, el miembro de Harry se clava con tanta fuerza en su próstata que su cuerpo sensibilizado se convulsiona en un orgasmo seco en reacción, una y otra vez, haciéndolo surcar olas de prolongado placer. Snape podría morir de un ataque al corazón a este punto y Harry lo sabe. Embiste buscando su propia finalización y, cuando la estimulación se vuelve demasiada para soportarla, manda una descarga de magia al miembro de Snape que va directo a sus gónadas, obligándolo a eyacular. Severus se estremeció y su entrada se contrajo con fuerza, emitiendo un grito tan resonante que sacudió la cama y, liberándose del éxtasis suspendido, roció su vientre y el pecho de Harry con su semen por segunda vez en la noche, salpicándolos con chorro tras chorro de semen.

El grito de júbilo de Snape fue suficiente para llevarlo a la finalización. Sintiendo sus bolas tensarse, todo lo que era, fue y sería explotó cuando su pene se convulsionó profundamente dentro de Snape y se corrió estrepitosamente, inundando la cavidad con su semen hasta desbordarlo.

Con el fuego en su interior finalmente aplacado, Snape se derrumbó en el colchón, deshuesados. Dio un grito ahogado cuando el pene fofo de Harry se deslizó fuera de su ano adolorido.

Harry se obligó a moverse hasta el otro lado de la cama, a un costado de Snape, solo entonces se permitió desplomarse contra las sábanas, desfallecido.

Harry estaba agotado y Snape también, cada onza de su energía ha sido drenada por el placer. Sus piernas estaban acalambradas, incapaces de cerrarse por su cuenta y su ano duele agradablemente por lo bien follado que ha sido. Ahora que la pasión del momento ha terminado, su cuerpo le recordó a gritos que ya no es un jovencito. Pero le encanta, jamás se había sentido tan exhausto y complacido en su vida. Por supuesto que Harry se recupera más rápido, se levantó y se movió hasta colocarse entre las piernas expandidas de Snape y, con gentileza, comenzó a tallar sus muslos agonizantes. Gime en gratitud y deja que Harry lo acaricie, como en otras ocasiones.

— ¿Tienes alguna otra sugerencia, Severus? —preguntó, estirándose para apartar el cabello de los ojos de Snape.

—No soy... tan joven como tú, Harry. Estás loco si crees que puedo continuar.

Snape suspiró mansamente, cansado, acaba de tener dos orgasmos en un día, que es más de lo que se puede esperar de alguien tan mayor como él.

Pero Harry no está satisfecho, nunca lo está. Tomando entre sus manos las nalgas húmedas, separó esas hermosas mejillas de alabastro. El semen en el interior de Snape comenzó a brotar de los bordes, deslizándose por sus glúteos para terminar cayendo, manchando las sábanas. Incapaz de resistirse, Harry bajó a lamer la piel tierna.

—Mmm. No perdemos nada con intentarlo —dijo Harry, su cálido aliento golpeando el ano sensible.

Harry sabía el efecto que tenía en Snape lamer su tentador culo. Se dedicó un buen rato a jugar con su ano estirado, penetrando el mismo con su lengua, haciendo movimientos circulares, recogiendo y saboreando los restos de su propio semen. Metió dos de sus dedos y los abrió tanto como pudo, dejando que borbotones de su simiente escurrieran de la entrada de su amante.

—Tendré que limpiar el desastre que he hecho en tus entrañas.

—Harry... —dijo Snape, temblando—. Preferiría descansar un poco. ¡Ah!

Gritó cuando los dedos de Harry dieron un giro brusco hacia arriba y tocaron su magullada próstata. Llegados a este punto le debía ser imposible sentir placer allí, pero el hombre no estaba jugando limpio, Harry sobrecargó la pobre glándula con el mismo torrente de magia que usó para hacerlo venirse. Snape soltó un gruñido de puro placer animal y, con sus manos, empujó el rostro de Harry entre sus glúteos, quien gustoso, chupó los testículos de su amante y repitió el movimiento, mandando otro torrente electrizante a la próstata de Snape con sus dedos.

—¡Ahhh! No te atrevas a detenerte ahora... —Siseó Snape, perdido en las sensaciones.

¿Quién necesita dormir? Una poción restauradora tendrá que bastar por la mañana. Incluso regalaría puntos de ser necesario. Snape cerró sus ojos, entregándose al placer que le causaba la hábil lengua de Harry Potter y los dedos mágicos en su trasero. Nada más importaba en ese momento, excepto las alucinantes ministraciones de su joven amante.

Y por tercera vez en la noche, la habitación se llenó de los gritos de absoluto júbilo de Snape.

~ Finite Incantatem ~


Gracias por leer.

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