[Los hermanos Jeon parte 1]

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Has escuchado esa frase que dice: "No juzgues a un libro por su portada" o "Nada es lo que parece". Bueno, déjenme decirles que contienen mucha verdad, y esta chica se los va a confirmar.

Las clases habían concluido recién, no hacía mucho se había despedido de Hana, y había dejado a MinA con aquel chico de cabello morado, quien por cierto, aún no tenía el gusto de conocer.
Camino hasta el estacionamiento, donde su hermano ya se encontraba esperándola dentro del auto convertible color negro, ya un tanto viejo, (auto que por cierto, Jungkook odiaba, pero al tener la motocicleta castigada, no tenía otra opción más que utilizarlo). Abrió la puerta tratando de que los libros no se cayeran de su mochila, pues llevaba el cierre abierto, pero básicamente fue imposible, y cuando se detuvo a recogerlos, se dio cuenta de que estaba recibiendo ciertas miradas por parte de algunas chicas que asistían al mismo colegio.

—¿Por qué rayos nunca cierras la mochila, Chae?—se quejó el peli negro divertido.

—Cállate—le balbuceó avergonzada—¿Las conoces?—le cuestiono tomando el asiento del copiloto.

El peli negro se mostró algo confundido, pero su mente encontró respuesta cuando vio a ciertas chicas sonriéndole casquivanas.

—Bueno, las he visto dejar chocolates en mi casillero sin que lo noten—le respondió a su hermana algo tímido—¿Eso cuenta?

—Primera semana aquí y ya las tienes muriendo por ti Kook—le dijo divertida—Ese es mi bebé. Todo un casanova.

—No soy un casanova, al menos alguien no lo considera así—respondió en un susurro y una sonrisa ladina se formó—¡Y no soy un bebé! ¡Soy mayor por dos minutos!

—Claro, y...¿Quien es la afortunada?

—¡¿Qué!?—exclamó saliendo del trance en el que básicamente había quedado atrapado. .

—Te quedaste mirando a la nada como por un minuto, sonriendo con un bobo, es obvio que alguien ganó tu corazón, o al menos tu atención.

—No, nadie, te equivocas—exclamó negando con rapidez—Ponte el cinturón, ya voy a avanzar—dijo por último, finalizado así esa conversación.

Al llegar a casa cada quien fue a su respectiva habitación, sus padres no estaban como la mayor parte del tiempo, así que no había mucho por hacer, ni platicar.

La rubia, al entrar no lo pensó dos veces y se tumbó sobre la cama aún con el uniforme puesto. Moría de sueño y de hambre, más de hambre, pero se negaba a comer, así que decidió que lo mejor era dormir un buen rato para engañar a su mente y estómago.

Cuando sus ojos dejaron de sentirse pesados, comenzaron a abrirse viendo primeramente todo desenfocado, conforme el tiempo pasaba, estos iban tomando las imágenes más claras. ¿Cuánto había dormido? Fue lo primero que se cuestionó, pues aquel fuerte sol de primavera, se había trasformado en luna y faros alumbrando la solitaria calle. Talló sus ojos con pereza luego de incorporarse en la cama, y finalmente dirigió su vista hacia el reloj sobre su mesita de noche. 7:30 p.m marcaba. ¡Dios! Había dormido alrededor de cinco horas, era muchísimo, el uniforme cuán hoja de papel arrugada lo confirmaba, y moría de hambre, Pero enserio, enserio se negaba a comer algo.

Entonces, escuchó una carcajada de su hermano desde la estancia, luego una voz más grave uniéndose y luego otra voz más serena mezclándose al final. No era el único ahí abajo y sentía una tremenda curiosidad. ¿Acaso sus padres ya habían llegado?

Se levantó dejando que sus pies descalzos sintieran la madera, decidió cambiarse la pijama (el cual no era una gran ciencia, sólo unos pants viejos de su hermano y una camiseta), y levantó su cabello en un moño alto y despeinado. Colocó dos calcetas largas de diferentes diseños sobre sus pies, pues no había logrado encontrar un par, y sin más, decidió finalmente salir de su habitación con destino a la estancia.
Cuando la chica llegó al pie de las escaleras, el silencio inundó el lugar haciéndola sentir sumamente incómoda. En el sofá, a los costados de su querido (pero algo fastidioso) hermano, se encontraban dos chicos de la misma edad, automáticamente se obligó a bajar la mirada cuando comprobó, que en definitiva esos dos no eran sus padres, ni siquiera se atrevió a evaluarlos, la timidez siempre le ganada.

—¿Te despertamos?—cuestiono Jungkook cortando con tijeras el silencio como si se tratase de una hoja de papel—No era nuestra intención, es sólo que...

—Ya estaba despierta—le interrumpió mirando hacia todos lados, menos el sofá, lo más seguro es que aquellos dos la observaban y si ella correspondía, el rubor en sus mejillas la delataría.

—Qué alivio entonces, Chae, ellos son Kim Taehyung y Park Jimin—habló y la chica lo maldijo miles de veces en su cabeza. Ahora se vería obligada a al menos a saludarles.

—Encantada de conocerlos—se limitó a decir acompañada de una leve reverencia—Jeon Chae Young, hermana de Jungkook.

Los chicos al parecer se quedaron mudos, la miraban, y luego procedían a mirar pero a su hermano.

—Si, somos mellizos—les contesto Kook como si les leyera los pensamientos.

—Un gusto conocerte Chae—hablo por fin el joven de castaños cabellos—Yo soy Jimin y disculpa a Tae, suele ser muy tímido con las chicas. No habla con ellas.

—Claro, lo entiendo—dijo avergonzada e hipnotizada. Porque wow, ese chico enserio era lindo.

Luego el chico de rulos y voz grave, le balbuceó algo en el oído que por supuesto ella no pudo entender.

—Oh, cierto—le contestó asintiendo repetidas veces—Compramos pizza, por si quieres cenar.

—Se los agradezco, pero yo ya ce...

Se detuvo cuando su hermano le dedicó una fulminante mirada.

—Comer una rebanada no te hará daño mini yo—habló al principio algo brusco, luego soltó un largo suspiro y se levantó hasta quedar frente a ella—Por favor princesa, come algo.

Él lo sabía.

Sabía que cuando la llamaba así, le era imposible negarse, y por lo tanto terminaría cediendo.
Así que, completamente resignada, tomó uno de aquellos platos desechables, la rebanada de pizza más pequeña que encontró y se la llevó a la boca. Dio un pequeño mordisco, masticó, y se obligó a tragar con amargura.

—¿Feliz?—le cuestionó a su hermano ganándose un fuerte abrazo.

—Feliz—le susurró separándose de ella y luego regresó donde sus amigos, quienes ya se encontraban metidos en otro asunto.

No tuvo otra opción más que terminarse esa rebanada de queso, y luego siguió con otra, y otra, y sin darse cuenta había ingerido nada más y nada menos que alrededor de 750 calorías. ¡750 calorías más en su cuerpo! ¡Era muchísimo!
Tomo un gran sorbo de una botella de agua mineral y despidiéndose de los invitados, subió nuevamente a su habitación con prontitud.

Y ahí se encontraba aquella rubia.
Metía su dedo índice hasta la garganta para obligarse a vomitar, quería purgarse de una buena vez. Las lágrimas resbalaban de sus ojos con suma rapidez, sin control alguno. Se levantó del suelo, no sin antes jalar de la cadena, y luego camino posicionándose frente al espejo.

Era horrible, horrenda, se tenía un tremendo asco.

Odiaba a la chica desastrosa que ese reflejo estaba mostrándole.
Pero odiaba más el hecho de que había sucumbido nuevamente, pese a prometer que no lo haría más. Ella no era la princesa que su hermano creía, era un jodido monstruo que no soportaba ni verse a través de un maldito espejo. 

Si. Definitivamente.
No debes juzgar a un libro por su portada, porque finalmente, nada es lo que parece.

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